| Coexistir ha sido históricamente una necesidad y un desafío 
        para los pueblos. En nuestro siglo la aventura de coexistir no es ni más fácil 
        ni más difícil que antes. Es simplemente más compleja. 
        Han aumentado y se han diversificado los factores que inciden en su éxito 
        o fracaso y se han perfeccionado los instrumentos de cooperación 
        o de destrucción, estos últimos en tal escala que han llegado 
        a crear el imperativo de coexistir en aras de la supervivencia no de tal 
        o cual pueblo en particular, sino de la humanidad en su conjunto. El hombre 
        intuye que una guerra nuclear puede ser su último fracaso en la 
        aventura de coexistir.  Comprender la lógica interna de ese gran juego que es la vida 
        internacional, conocer quiénes, cómo y por qué interactúan 
        en el escenario mundial, captar y explicar las fuerzas profundas de cambio 
        que operan tras la apariencia de las relaciones interestatales en un momento 
        histórico determinado son algunos de los objetivos de quienes intentan 
        una reflexión sistemática de los fenómenos de poder 
        entre naciones. En tal reflexión es imposible para un individuo 
        abstraerse de los valores que privilegia y de su propia perspectiva de 
        tiempo y espacio. Los valores pueden ser más o menos universales. 
        La perspectiva temporal y espacial siempre será particular.  Por ello, la perspectiva en que se sitúa un individuo de la actual 
        América Latina al reflexionar sobre la vida internacional contemporánea 
        será necesariamente distinta a la de un norteamericano o un europeo. 
        Le podrá preocupar el fenómeno de la coexistencia y de la 
        supervivencia de la humanidad en su totalidad. Pero es lógico que 
        su principal centro de interés sea la suerte final de su propio 
        pueblo. Tampoco la perspectiva de un argentino será similar a la 
        de un brasileño o a la de un colombiano. Pero, por ahora, es muy 
        posible que tengan mucho más de común que de antagónico. 
       La reflexión sistemática de las relaciones internacionales 
        desde una perspectiva latinoamericana puede ser útil para lograr 
        que en la construcción del futuro de la humanidad nuestros países 
        tengan algo significativo que aportar y lo puedan hacer. Saber que en 
        la vida internacional, en la vida misma del hombre, la distancia entre 
        lo deseable y lo posible puede ser enorme es, quizás, lo mínimo 
        que se puede exigir a quien incursione en estos temas. Puede ser el punto 
        de partida indispensable para quienes aspiren a obtener en la práctica 
        el máximo de lo posible dentro de lo deseable.  Con esa idea presentamos las reflexiones que siguen. Sólo pretenden 
        ser un aporte a una tarea inmensa exigida por la participación 
        de nuestros países en un mundo complejo y competitivo en que intuimos 
        que no todos podrán sobrevivir como pueblos significativos.  I El sistema de las grandes potencias en la actualidad
 1. Desde la óptica de las grandes potencias industriales, la característica 
        más significativa del sistema internacional actual parece ser la 
        flexibilización de la estructura bipolar del poder en la cúspide 
        como consecuencia de la autoneutralización de la fuerza nuclear 
        y de la consolidación de un multipolarismo económico basado 
        principalmente en la distribución del poder industrial y de creación 
        de tecnología en el mundo. Se tiene conciencia de que se está 
        pasando de una era de confrontación nuclear a una era en que el 
        factor dominante de las relaciones internacionales tiende a ser la confrontación 
        industrial y tecnológica.  Este cambio en la estructura de poder y en el contenido de la confrontación 
        entre los principales actores de la vida internacional tiende a incidir 
        en la valoración del "resto" del mundo visto desde el 
        "centro" constituido por las grandes potencias industriales. 
        Hasta hace muy pocos años todos los países eran vistos desde 
        la cúspide del sistema internacional como aliados o enemigos en 
        función de una confrontación sorda que no admitía 
        concesiones: o se pertenecía a un bloque o el otro. Las excepciones 
        eran zonas grises con grado variado de neutralismo admitida en la medida 
        en que no significaran un estorbo a ninguno de los dos contendientes o 
        porque ambos aceptaban tácitamente que transformarlas en zonas 
        aliadas hubiera llevado a la confrontación abierta y total. El 
        cuestionamiento interno al poder hegemónico en uno de los bloques, 
        o aun a veces los intentos de atemperar las rigideces del esquema, fueron 
        objeto en uno y otro caso de distintos tipos de sanciones. Cuba y Hungría 
        son sólo ejemplos visibles. Cuanto más valorado era un país 
        en la perspectiva de la estrategia frente al otro contendiente, menor 
        era la posibilidad de que se le aceptara un comportamiento heterodoxo 
        en el campo de la política exterior o de una concesión ideológica 
        en el plano interno. Los países latinoamericanos y los de Europa 
        del este fueron, sin duda, los más afectados por esta realidad. 
       La década del 50 y en parte la del 60 nos enseñan que en 
        un sistema internacional bipolar y heterogéneo los socios de cada 
        competidor principal son valorados según sea su ubicación 
        en la estrategia frente al rival y que su comportamiento interno y externo 
        no admite concesiones que comprometan tal estrategia. En la perspectiva 
        de la confrontación nuclear, los demás países valen 
        sobre todo por su ubicación geográfica en relación 
        a la defensa y al ataque, y por su potencialidad económica medida 
        en términos de recursos estratégicos. Dicha valoración 
        varía en función de las innovaciones de la tecnología 
        militar, en particular de las introducidas en los sistemas de transporte 
        de proyectiles nucleares, de los cambios en lo que se considera como "recurso 
        estratégico". El Medio Oriente, el sudeste asiático 
        y el Caribe, por ejemplo, han cambiado de importancia relativa en la estrategia 
        militar de los Estados Unidos y de la Unión Soviética a 
        medida que se modifica el alcance de los proyectiles nucleares o se introducen 
        los submarinos nucleares.  En la perspectiva de la confrontación industrial y tecnológica, 
        los criterios según los cuales se valora a los demás países 
        son distintos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la idea de confrontación 
        nuclear sólo se ha atenuado y está en cierta forma latente. 
        [1] Por ello, de hecho, las grandes potencias siguen teniendo presente 
        en la elaboración de sus estrategias externas algunos de los anteriores 
        criterios de valoración. Pero parece cierto que ahora pesan más 
        los criterios adaptados al tipo de confrontación predominante. 
       ¿Qué caracteriza la era de confrontación industrial 
        y tecnológica? Proponemos destacar como carácter principal 
        la necesidad que tienen los grandes países desarrollados de maximizar 
        a través de su proyección internacional la capacidad productiva 
        y generadora de tecnología de sus aparatos industriales: o sea, 
        la necesidad de participar en la transferencia internacional de recursos 
        productivos en forma tal que se creen para su propio sistema económico 
        nacional las condiciones más favorables. al imperativo de crecimiento 
        y de diversificación impuestos por la velocidad y complejidad del! 
        cambio tecnológico.  Ahora bien, no es que este tipo de confrontación no existiera 
        antes. Lo que ocurre es que la atenuación de la confrontación 
        nuclear, y la aceleración de los cambios tecnológicos, han 
        hecho pasar a un primer plano, como factor dominante de las relaciones 
        internacionales, la confrontación en el plano económico; 
        ésta, por sus características multipolares y su neutralidad 
        ideológica, ha introducido nuevas reglas de juego en dichas relaciones 
        y, en particular, nuevos criterios para definir amigos y enemigos. El 
        mayor poder nuclear concentrado en sólo dos grandes potencias dominó 
        como razón última las relaciones internacionales de la posguerra 
        y definió un tipo particular de sistema internacional en el que 
        la heterogeneidad ideológica se presentaba como la causa-bellis 
        latente. En la actualidad subsiste dicho poder nuclear como razón 
        última, pero su relativa esterilización genera la tendencia 
        a traspasar el centro de la confrontación al poder tecnológico 
        e industrial, que está distribuido entre varias potencias: el campo 
        de confrontación es la totalidad del sistema internacional y se 
        manifiesta a través de la transferencia internacional de recursos 
        productivos. Los países se enfrentan mutuamente en su competencia 
        por desempeñar un papel dominante en los intercambios económicos 
        y por definir en la forma más favorable a sus intereses los términos 
        en que dichos intercambios se producen. Las grandes negociaciones monetarias 
        y comerciales de la actualidad reflejan dicha confrontación y sus 
        resultados condicionarán en parte la distribución del poder 
        económico entre las grandes potencias en los próximos años. 
       En la era de la confrontación industrial y tecnológica, 
        lo importante para los países creadores de recursos productivos 
        es conseguir mercados, en las mejores condiciones posibles, aun cuando 
        éstas no sean las mejores deseables. Mercados para transferir todo 
        tipo de recursos, y en particular los que más exigen un mercado 
        ampliado, que son los tecnológicos. Mercados para colocar productos, 
        capitales, capacidad financiera, empresarial y tecnológica. Mercados, 
        en fin, para lograr una utilización óptima de todos los 
        factores de producción disponibles en el país y en el mundo, 
        a fin de maximizar el rendimiento de sistemas económicos altamente 
        complejos y sofisticados, como lo son los de las grandes potencias industriales. 
        En esta perspectiva, aun el mercado del principal rival de la era de confrontación 
        nuclear puede ser valioso [2] ya que, al neutralizarse en forma relativa 
        la posibilidad de guerra total, la heterogeneidad ideológica pierde 
        relevancia como frontera insuperable en las relaciones entre las dos grandes 
        superpotencias. Si ante la inminencia de guerra total unos y otros debieron 
        acentuar la idea de confrontación de sistemas ideológicos 
        excluyentes, la obligación de coexistir les ha permitido descubrir 
        al menos el carácter no necesariamente excluyente de ambos sistemas 
        y aun reconocer convergencias ideológicas de hecho. Por ello, quizá 
        pueda hablarse de "neutralidad ideológica" o "pluralismo 
        ideológico" para evocar no tanto la superación de la 
        heterogeneidad (que implicaría homogeneidad) sino su aceptación 
        como algo normal y no como causa-bellis.  Más aún: la atenuación de la confrontación 
        nuclear y el surgimiento de la confrontación tecnológica 
        e industrial han puesto de manifiesto la posibilidad de ampliar el área 
        de cooperación entre Estados anteriormente enemigos. Ello se debe 
        al surgimiento de un interés común en el mantenimiento de 
        reglas de juego que aseguren un mínimo "orden público 
        internacional" a fin de evitar el replanteo de la confrontación 
        nuclear, pero esta vez en un esquema multipolar. Es decir, ha surgido 
        un interés común en mantener el esquema de bipolarismo nuclear 
        en forma latente, lo que implica congelar la posibilidad de que otras 
        potencias adquieran un poder nuclear similar al alcanzado por los Estados 
        Unidos y la Unión Soviética.. Pero se debe también 
        a que ambos países, junto con las otras grandes potencias, parecen 
        percibir ventajas en asegurar la implantación de una nueva división 
        del trabajo internacional basada en la función que desempeñarán 
        los países en el proceso de creación y de transferencia 
        de tecnología como factor dominante del sistema de transferencia 
        internacional de recursos productivos. Como en toda estructura oligárquica, 
        se puede llegar a generar así un mecanismo autodefensivo en contra 
        de toda tendencia hacia la apertura y democratización del sistema. 
        La tendencia sería defender y consolidar un sistema que ha costado 
        implantar, que elimina o atenúa el peligro de guerra total y que 
        puede producir beneficios en sociedades ansiosas de conservar, de moderar, 
        es decir, ansiosas de tiempos de paz.  Se puede recordar, en este sentido, con Kissinger, [3] para. hacer una 
        analogía histórica, que también el Concierto Europeo 
        fue resultado de la necesidad de crear un nuevo orden internacional (un 
        minimum public order) que pudiese ser considerado "legítimo" 
        por sus actores teniendo en vista el orden revolucionario que lo precedió, 
        marcado por la existencia del Imperio Napoleónico cuya fuente de 
        legitimidad contrastaba con la de los demás países e impuso 
        a Francia en un cierto momento la necesidad de una seguridad y una satisfacción 
        absolutas; lo que a su Vez creaba para los tres países una inseguridad 
        y una insatisfacción potencial también absolutas. En este 
        esquema lo justo sería lo físicamente posible en términos 
        de poder, sin consideración por reglas.  Parece existir entonces un paralelo entre el Concierto Europeo y el congelamiento 
        oligárquico del poder en el sistema internacional actual que resulta 
        de la transformación de la Unión Soviética de un 
        Estado revolucionario necesitado de seguridad absoluta y satisfacción 
        absoluta (auge de la guerra fría) en un Estado participante del 
        sistema oligárquico y de sus reglas. Es evidente también 
        que la estrategia de los Estados Unidos persigue una transformación 
        similar y la incorporación de la China de Mao Tse-Tung.  2. Si es cierto que se han atenuado las características de "confrontación 
        nuclear" en el sistema internacional y que, en la perspectiva de 
        las grandes potencias, tienden a perder relevancia las notas de "bipolaridad" 
        y "heterogeneidad" que el mismo presentaba; si es cierto que 
        está emergiendo un nuevo sistema internacional con características 
        de confrontación industrial y tecnológica, en el que lo 
        que importa no es tanto el rol de un país en función de 
        una guerra total sino en el proceso de creación y transferencia 
        de recursos productivos, y en particular de recursos tecnológicos; 
        y si las notas dominantes tienden a ser el "multipolarismo" 
        y la "neutralidad ideológica", cabe plantearse algún 
        interrogante acerca del lugar que han de ocupar los países latinoamericanos 
        en dicho sistema.  Parecería que esta necesidad de interrogarse está basada 
        en un fundado temor a la cristalización de un modo particular de 
        distribución de poder en. el sistema internacional, [4] que si 
        bien no produciría la desaparición de numerosos Estados-nación 
        en su calidad formal de tales, podría reducirlos a la condición 
        de sujetos pasivos en un mundo dominado por una oligarquía de grandes 
        potencias que pueden llegar a controlar la creación de tecnología, 
        los canales y las condiciones de la transferencia internacional de recursos 
        y, en Última instancia, el destino del hombre en la tierra y sus 
        formas de vida. Se percibe un problema. de supervivencia como actores 
        significativos de las relaciones internacionales para países que 
        sin embargo poseen, al menos potencialmente, las reservas de poder necesarias 
        para serio, pero que se sienten amenazados por fuerzas históricas 
        que podrían no llegar a controlar a tiempo.  Brasil y Argentina, entre otros, son países que se interrogan 
        en la actualidad acerca de su participación en el sistema internacional 
        del futuro. Se cuestionan en qué medida les será posible 
        asegurar la viabilidad de un modelo de inserción internacional 
        que sea funcional no sólo a objetivos de desarrollo y de maximización 
        de bienestar, sino a objetivos de maximización de poder, a fin 
        de tener la libertad para autodeterminar el tipo de desarrollo y de bienestar 
        que les conviene y para incidir en la modelación del tipo de sistema 
        internacional que también convenga a sus valores e intereses. Los 
        caminos que siguen o seguirán estos países en dicha búsqueda, 
        y aun la cuestión de si realmente han de valorar en todos sus alcances 
        tal búsqueda, es algo que ha de escapar a este análisis. 
        Sólo nos interesa examinar ciertas características del sistema 
        internacional que puedan i1ustrarnos acerca del grado de permisibilidad 
        existente en el mismo para la ejecución de políticas -internas 
        y externas orientadas a concretar un modelo de inserción que persiga 
        los objetivos citados.  Al interrogarse sobre el devenir parece necesario tener en cuenta las 
        experiencias históricas concretas de cada país en cuanto 
        a sus formas de inserción en el sistema internacional y a la valoración 
        de objetivos de autodeterminación, ya que en cierto modo dichas 
        experiencias han de incidir en su comportamiento actual y futuro. Los 
        dos artículos que se presentan en este libro constituyen intentos 
        de clarificar tales experiencias, y en ambos se postula la necesidad de 
        introducir cambios profundos en los modelos de vinculación externa 
        de dichos países.  Quizás los principales denominadores comunes de estos dos estudios 
        son la importancia que implícita o explícitamente se atribuye 
        a la bi-segmentación como nota central del sistema internacional 
        visual izado en la perspectiva de nuestros países, y la valoración 
        del contexto regional -entendido como el subsistema latinoamericano de 
        naciones- para la elaboración de una estrategia de participación 
        autónoma, real y significativa en dicho sistema internacional. 
        En torno a ello construiremos el análisis que sigue.  II La bi-segmentación internacional y las relaciones transnacionales
 1. Stanley Hoffman ha sugerido que es necesario distinguir entre la "conciencia 
        nacional" (un estado mental), la "situación nacional" 
        (una condición) y el "nacionalismo" (una doctrina o ideología), 
        y agrega que no todo Estado-nación tiene la primera o el último, 
        pero que todos tienen una "situación nacional" entendida 
        como "un conjunto de características internas y una posición 
        en el mundo". Por ser el actual un sistema internacional "global", 
        en contraposición a cualquier otro en la historia, obliga a cada 
        uno de sus miembros a considerarse envuelto en el mismo, pero cada uno 
        lo hace de acuerdo con sus propias características y veo al mundo 
        de acuerdo con sus propias perspectivas de espacio y tiempo.5 Cantidad 
        y. combinación de recursos materiales y humanos, posición 
        geográfica y acumulación de experiencia histórica 
        (interna y externa) son variables importantes para definir la "situación 
        nacional" de un país determinado en un momento determinado 
        y para comprender su percepción de la situación del sistema 
        internacional con respecto al mismo.  La situación nacional de la Argentina y del Brasil, y en general 
        la de los países latinoamericanos más significativos, es 
        desde el punto de vista de sus características internas (cantidad 
        y combinación de recursos materiales y humanos, y experiencia política 
        nacional, por ejem.plo) indudablemente diversa, aun cuando no siempre 
        se la reconozca así en los análisis "globalistas" 
        e "indeferenciados" de la realidad regional. Desde el punto 
        de vista de la posición geográfica, a pesar de las diferencias 
        evidentes que pueden existir entre Argentina y México, por ejemplo, 
        puede percibirse una gran similitud en el hecho de que todos los países 
        de la región han estado lo suficientemente lejos del centro del 
        mundo como para evitar la contaminación bélica de la primera 
        mitad del siglo, y lo suficientemente próximos de los Estados Unidos 
        como para no ser considerados "zona de seguridad vital" en el 
        período de la confrontación nuclear.  Pero quizás lo más llamativo de esta similitud en la posición 
        geográfica es su incidencia en la experiencia histórica 
        de los países latinoamericanos al contribuir a crear un sentimiento 
        de identificación, y como tal de diferenciación frente a 
        terceros, que explica que se genere la idea de un subsistema internacional 
        con un rol particular en el mundo. Ya es lugar común en la región 
        la creencia, sustentada en la realidad, de una historia compartida de 
        dominación por distintas potencias hegemónicas que controlaron 
        en sucesivas etapas la forma de inserción internacional de cada 
        uno de los países. ¿Es ello suficiente como para hablar 
        de una "situación regional", y aun de una "conciencia 
        regional" como estado mental común, y de un "nacionalismo 
        regional" como ideología común? No lo creemos. Pero 
        sí pensamos que esa cierta similitud de las "situaciones nacionales" 
        derivada de la posición geográfica y de la experiencia histórica 
        relativamente compartida explica una perspectiva también similar 
        del sistema internacional, una visión común de su posición 
        en el mundo actual.  Esa perspectiva común puede ser la base de una identificación 
        de políticas externas y la sustentación de un esfuerzo de 
        unidad interna del subsistema. Pero puede ser también sólo 
        un punto de coincidencia en una trayectoria que podría llegar a 
        diferenciarse en función de los conflictos internos al subsistema, 
        que serán más evidentes precisamente en la medida en que 
        en el mismo se intensifiquen las interacciones económicas y se 
        manifiesten los efectos de las diversidades en las características 
        internas. En América Latina par.ece un hecho que la identificación 
        nacional sigue prevaleciendo, y deberá probarse que ha llegado 
        la hora de ir más allá del Estado-nación. [6]
 La nota principal de esa visión común, que por otra parte 
        parece coincidir con la del conjunto de países calificados como 
        "subdesarrollados", "en vías de industrialización" 
        o lisa y llanamente "pobres" en la jerga internacional, es la 
        de considerar que la característica central del sistema internacional 
        actual es su bi-segmentación en términos de distribución 
        de poder económico y tecnológico.[7] Es decir, la coexistencia 
        en el mundo de dos tipos de sociedades diferenciadas por el grado de desarrollo 
        industrial y de movilización de recursos en función de sus 
        objetivos nacionales.
 Por lo general, los indicadores más aceptados de "desarrollo", 
        por controvertibles que puedan resultar, son los que se usan para clasificar 
        países en un segmento o en otro. Sin embargo, nos parece que los 
        indicadores tradicionales de "bienestar" han de resultar cada 
        vez más insuficientes para comprender en toda su magnitud el fenómeno 
        de la bi-segmentacion. No se trataría tanto de "riqueza" 
        o "pobreza", o de "industrialización" o "en 
        vías de industrialización". Poseer industrias, con 
        lo que ello significa desde el punto de vista de la estructura económica 
        y social, y alcanzar determinados niveles de bienestar serán condiciones 
        necesarias pero no suficientes para acceder al otro segmento del sistema 
        internacional. La diferenciación más profunda tiende a residir 
        en el hecho de que un país posea un grado elevado de capacidad 
        propia de generación de tecnología que le permita desempeñar 
        un rol particular en la transferencia internacional de recursos y, por 
        ende, pertenecer al círculo de potencias centrales de un sistema 
        internacional dominado por la confrontación industrial y tecnológica. 
        Si la industrialización basada en la importación tecnológica 
        permitirá por cierto acceder al bienestar, sólo la industrialización 
        sustentada en la madurez tecnológica de una sociedad permitirá 
        adquirir la capacidad para influir en forma real en las decisiones internacionales 
        más vitales.8 En esta perspectiva, la bi-segmentación es 
        ante todo un problema de participación política real en 
        el sistema internacional.  Así considerada, la pregunta de si la bi-segmentación ha 
        de ser una nota transitoria o definitiva del sistema internacional es 
        quizás vital para los países actualmente en desarrollo y, 
        en particular, para aquellos que han alcanzado los niveles de industrialización 
        de la Argentina y del Brasil. No hay duda que la estratificación 
        o distribución desigual de poder ha estado en la esencia de todo 
        sistema internacional. Pero siempre se ha basado en una diferencia cuantitativa 
        de capacidades actuales o potenciales. Lo que variaba de país a 
        país era el volumen de la "oferta" de poder, entendida 
        como reserva de "capacidades" y como posibilidad y voluntad 
        de movilización de las mismas. [9] Se sabe que en la actualidad 
        dicha estratificación es cualitativa además de cuantitativa. 
        No es sólo cuestión de tener más poder. Se trata 
        de tener más poder basado en una marcada superioridad en el plano 
        científico y tecnológico. No sólo en materia nuclear. 
        En los sectores de producción que hoy se consideran más 
        básicos para el desarrollo de un sistema económico nacional, 
        un grupo de países -los del segmento norte- posee en forma casi 
        exclusiva los conocimientos tecnológicos necesarios para saber 
        cómo producir la infraestructura científica para continuar 
        el proceso de innovación tecnológica y el control sobre 
        los canales y las condiciones en que dicha tecnología -y los productos 
        ligados al uso de la misma- se transmite a los países del llamado 
        segmento_ sur. Es evidente que ello no impide en estos últimos 
        países el desarrollo industrial ni que entren a competir en el 
        mercado mundial con la exportación de manufacturas. Sólo 
        que para lograr dicho desarrollo industrial y para llegar a desempeñar 
        un papel significativo en el comercio de manufacturas, estos países 
        dependen en gran medida del aporte de conocimiento tecnológico 
        por parte de los países industrial izados. Y esta dependencia puede 
        llegar a condicionar el tipo de desarrollo industrial al que les es dado 
        aspirar y obligar de hecho a. aceptarlo aun cuando el mismo no sea funcional 
        a la combinación de recursos que poseen o a los valores predominantes 
        en sus sociedades, y puede llegar incluso a condicionar el modelo de, 
        vinculación externa del país. [10]  Organski distingue un período anterior a 1750, en el cual ningún 
        país era industrializado, el período en que vivimos, en 
        el cual existen países industrial izados, en proceso de industrialización 
        y en una etapa pre-o industrial, y un período previsible en el 
        cual todos los países serán industrializados. [11] Sin embargo, 
        aun: cuando se llegue a este período, existen motivos para temer 
        una especie de cristalización de la actual bi-segmentación 
        como consecuencia de una división de trabajo en el proceso de generación 
        de tecnología y en .: el tipo de producción industrial que 
        se encare en cada grupo de países. Es ese temor el que conduce 
        a algunos países a cuestionar sistemáticamente todo intento 
        de consolidación del actual esquema de distribución de poder 
        en el mundo y les impulsa a intentar maximizar las posibilidades de participar 
        en las decisiones más vitales como son, por ejemplo, las que hacen 
        al ordenamiento del sistema monetario o del sistema comercial internacional, 
        evitando además por todos los medios posibles que se les impongan 
        pautas de comportamiento que puedan ser de alguna forma funcionales a 
        objetivos de congelación de la estructura de poder como, por ejemplo, 
        entienden que ocurre en relación a las políticas de control 
        de nacimientos o de protección del medio. [12]
 Pero seamos realistas: los países que perciben las tendencias a 
        la cristalización de la bi-segmentación del sistema internacional, 
        y desean y pueden cuestionarlas, no lo hacen necesariamente por considerar 
        que en sí tal bi-segmentación es "buena" o "mala" 
        lo hacen pues desean evitar quedar ellos definitivamente situados en el 
        segmento sur. No comprenderlo así puede conducir a errores de apreciación 
        al analizar el comportamiento del conjunto de países en desarrollo 
        en mecanismos tales como la UNCT AD. El segmento sur no es homogéneo 
        y los intereses comunes a la totalidad de países que lo componen 
        son escasos. Todos invocan la justicia internacional: algunos porque creen 
        en ella, por convicción o por no desesperar; otros, porque invocarla 
        les resulta útil en su política orientada a adquirir un 
        lugar en el segmento norte.
 Las grandes potencias conocen esto y por ello no les preocupa en lo inmediato 
        lo que puede ocurrir en la UNCTAD. Nueva Delhi y Santiago de Chile confirman 
        los límites que existen para el entendimiento entre los países 
        en desarrollo. Algunos llegan más lejos y sostienen que en general 
        los países en desarrollo son prescindibles para las grandes potencias. 
        Es decir que en la era de la confrontación industrial y tecnológica, 
        por la existencia de mercados inmensos aún no suficientemente explotados 
        en países del segmento norte y por el descubrimiento reciente de 
        cuantiosos recursos naturales en los mismos o en paíseso "seguros" 
        (Australia, por ejemplo), los países industrial izados pueden llegar 
        a prescindir y marginar definitivamente a aquellos países en desarrollo 
        que no se adapten a sus condiciones y exigencias. Otros, en cambio, consideran 
        que la dinámica misma de la competencia oligopolística entre 
        las grandes empresas de los países industrializados los obliga 
        a buscar y valorar todo mercado posible, o en el que pueda eventualmente 
        penetrar el competidor. El comportamiento de las grandes corporaciones 
        en los años recientes parece dar razón a quienes están 
        en esta última posición, y permite prever que en los próximos 
        años la competencia entre las grandes potencias por la conquista 
        de mercados mundiales se ha de intensificar.  ¿Afirmar que la bi-segmentación es la característica 
        central del sistema internacional en la perspectiva de los países 
        latinoamericanos significa desconocer la importancia de la estructura 
        bipolar o multipolar de dicho sistema? Todo lo contrario. Lo que ocurre 
        es que el bipolarismo o multipolarismo del sistema internacional es una 
        característica central producida por la forma en que se distribuye 
        el poder en la cúspide, es decir en el segmento norte. La idea 
        de bi-segmentación precisamente es útil para comprender 
        el verdadero significado del bipolarismo o multipolarismo del sistema 
        internacional para los países que no están en dicha cúspide 
        o próximos a ella.  Para un país perteneciente al llamado segmento sur, el hecho de 
        que el poder entre las grandes potencias se distribuya originando una 
        estructura bipolar o una multipolar (con o sin bipolaridad latente) delimita 
        el margen de maniobra del que puede disponer a efectos de desarrollar 
        con éxito una política orientada a impedir la cristalización 
        de la bi-segmentación internacional y a acceder a posiciones de 
        poder superiores en el sistema internacional. En un sistema internacional 
        dominado por la confrontación industrial y tecnológica, 
        a mayor multipolaridad y a mayor competitividad entre las grandes potencias, 
        mayor parece ser el grado de permisibilidad que ofrecerá el sistema 
        para el desarrollo de políticas de maximización de bienestar 
        que impliquen a la vez maximización de poder por parte de países 
        como los latinoamericanos, y en especial de la Argentina y del Brasil, 
        en la medida en que a la posesión de los recursos y de la voluntad 
        necesarias sumen la habilidad para extraer el mayor provecho a lo que 
        las grandes potencias más valoran: sus mercados actuales y potenciales.
 2. Deseamos llamar la atención ahora sobre una segunda característica 
        del sistema internacional actual, que es la importancia poi ítica 
        creciente que están adquiriendo las relaciones "transnacionales" 
        y los actores no-gubernamentales. Es Aron quien introduce en la teoría 
        de las relaciones internacionales la idea de "sociedad transnacional", 
        para referirse a una dimensión de relaciones complementaria o paralela 
        a las interestatales. Y agrega que la dimensión transnacional florece 
        en particular en' épocas de paz y se manifiesta en las transacciones 
        comerciales y financieras, en viajes y correspondencia, en circulación 
        de ideas y de creencias, etc. [13] No puede negarse que siempre han existido 
        interacciones a nivel societal junto con las intergubernamentales. El 
        turismo, las empresas que actúan a escala multinacional, las iglesias 
        más o menos internacionales, los grupos políticos o sindicales 
        que forman parte de movimientos que traspasan fronteras, los diarios y 
        libros que circulan por múltiples países informando e influyendo, 
        son fenómenos ampliamente conocidos desde hace mucho en la vida 
        internacional. Las innovaciones revolucionarias en los medios de transporte 
        y comunicaciones, la prosperidad existente en numerosos países, 
        la ausencia relativa de guerras o su traspaso a la "periferia", 
        han introducido sin duda un cambio cuantitativo en las relaciones transnacionales. 
        Pero, sin embargo, donde entendemos que se ha producido un cambio realmente 
        significativo es en la incidencia que ese tipo de relaciones y ese tipo 
        de actores no-gubernamentales están adquiriendo en las relaciones 
        propiamente interestatales.  Puede afirmarse que en particular los actores centrales del proceso de 
        transferencia internacional de recursos (productos, capitales y tecnología), 
        que cada vez más revisten la forma de grandes corporaciones internacionales 
        de producción y de servicios, se han transformado en agentes significativos 
        de vinculación entre las distintas unidadeso del sistema internacional 
        global y que, por el volumen y calidad de los recursos de poder que movilizan 
        y controlan, están adquiriendo una capacidad tal para influenciar 
        acontecimientos internos e internacionales que torna relativamente difícil 
        comprender la política internacional si se prescinde de su existencia 
        y se continúa con el mito del monopolio exclusivo de dicha política 
        por parte de los agentes gubernamentales (el diplomático y el soldado, 
        en el lenguaje de Aron). Los problemas recientes de la ITT en el campo 
        de la política interna de los Estados Unidos y en las relaciones 
        de este país con Chile son sólo los ejemplos más 
        publicitados de lo que se afirma. Intentemos, por ejemplo, profundizar 
        el análisis del debate interestatal acerca de la restructuración 
        del sistema monetario internacional y de la "crisis" del dólar, 
        o acerca del reordenamiento del comercio mundial, o del tratamiento a 
        las exportaciones de productos manufacturados de los países en 
        desarrollo, o de la forma y las condiciones en que se transfiere tecnología 
        a estos mismos países, y todo ello sin considerar la confrontación 
        entre las grandes corporaciones de Japón, los Estados Unidos y 
        Europa, y observaremos que sólo nos hemos detenido en las exteriorizaciones 
        superficiales de conflictos que nos resultarán así incomprensibles. 
       No se trata de sostener que la totalidad de las relaciones interestatales 
        contemporáneas se pueda comprender en función de la confrontación 
        de poderosos actores no gubernamentales. Sólo se quiere proponer 
        que se considere la emergencia de un nuevo tipo de política internacional 
        en .el que interactúan estrechamente actores gubernamentales y 
        no gubernamentales, y en el que a veces la evolución de acontecimientos 
        significativos está muy marcada por el comportamiento de estos 
        últimos, que llega a escapar al control de los primeros. [14]
 En la política "transnacional", los actores nacionales 
        (gobiernos o empresas) orientan sus acciones hacia actores nacionales 
        de otra unidad política del sistema internacional, a efectos de 
        obtener de éstos un comportamiento favorable a sus objetivos y, 
        en ciertos casos, asumiendo el carácter de actor "interno" 
        de un determinado sistema político nacional y participando desde 
        adentro, de una manera directa o indirecta, en el ejercicio de la autoridad 
        política. Se trataría en este caso de lo que Rosenau [15] 
        llama vinculación por penetración entre dos sistemas políticos 
        nacionales, y este tipo de vinculación se ilustra con el ejemplo 
        de las filiales de las corporaciones internacionales o con el de los partidos 
        políticos o sindicatos internacionales. La vinculación por 
        penetración se basa en la existencia de actores internos de un 
        sistema político nacional con lealtades duales, una de ellas orientada 
        a un centro de decisión externo que no es necesariamente estatal, 
        pero que a su vez puede estar estrechamente relacionado a un Estado. Imaginemos 
        las filiales en cualquier país de ITT, IBM o General Motors, ola 
        versión nacional del Partido Comunista.
 Mucho es lo que habría que investigar aún en este terreno. 
        Pero parece evidente que en el caso de los países latinoamericanos 
        la vinculación externa por penetración se ha acentuado y 
        diversificado como consecuencia del proceso de industrialización 
        de la posguerra y de la utilización de recursos financieros, empresariales 
        y tecnológicos provenientes de corporaciones extrazonales y a través 
        de la instalación de filiales de las mismas. La idea de sustitución 
        de importaciones ha sido extremadamente funcional al proceso de penetración 
        ya que creó la necesidad (valoración de recursos externos 
        indispensables a la industrialización) y las condiciones (alta 
        protección y otros beneficios fiscales) para que el mismo se desarrollara. 
        Las principales empresas vinieron a América Latina en parte porque 
        valoraron las oportunidades de inversión existentes y por las condiciones 
        propias de su sistema económico de base (el de los Estados Unidos, 
        por ejemplo) que las impulsaba a la expansión, pero en parte también 
        porque nuestros países, decididos a una industrialización 
        acelerada y atorados por la búsqueda inmediata de bienestar, les 
        crearon las condiciones más favorables imaginables para que aportaran 
        los recursos tecnológicos y financieros que poseían (caso 
        de la industria automotriz por ejemplo). Si era lógico seguir otro 
        camino, si los valores prevalentes o la estructura de poder interno e 
        internacional (recordemos la bipolaridad de la década del cincuenta 
        y sus consecuencias en el plano ideológico) lo hubieran permitido, 
        es algo que interesará a los historiadores, pero su respuesta en 
        nada afectará a los hechos tal como ocurrieron, y éstos 
        parecen demostrar una vez más que para que haya dominación 
        no es suficiente la existencia de una voluntad de dominar.  La importancia de las relaciones "transnacionales" y la existencia 
        de un ámbito de "política transnacional" son un 
        desafío no sólo a la teoría de las relaciones internacionales, 
        limitada por lo general a las relaciones "intergubernamentales", 
        sino a la idea misma de lo que es la política exterior de un Estado. 
        Parece poco realista seguir creyendo que los actos de política 
        externa del Estado son sólo los que se elaboran y canalizan a través 
        del órgano tradicional en la materia, es decir, el Ministerio de 
        Relaciones Exteriores. Junto con los actos de lo que puede llamarse el 
        área diplomática la política externa de un Estado 
        se manifiesta a través de una gama variada de actos externos correspondientes 
        a otros, órganos del Estado (por ejemplo, el Banco Central), incluyendo 
        las corporaciones públicas (caso del ENI, en Italia), y a través 
        de actos internos con un efecto decisivo en la configuración del 
        modelo de vinculación externa del país. Son los actos internos 
        ligados a fenómenos económicos o políticos originados 
        o relacionados con el contexto externo de un país.  En la perspectiva de un país dependiente del aporte de recursos 
        externos para el funcionamiento y desarrollo de su sistema económico, 
        un acto interno de política externa definitorio de una concepción 
        de inserción en el sistema internacional es quizás el que 
        se relaciona con las condiciones en que dichos recursos deben ingresar 
        al país y en que las empresas que los utilizan deben operar: nos 
        referimos a la regulación de la inversión extranjera, incluyendo 
        las modalidades de la transferencia de tecnología y las consecuencias 
        internas derivadas del hecho de que una empresa sea controlada por centros 
        de decisión externos (acceso al crédito, por ejemplo, o 
        autorización para operar en ciertos sectores de la actividad económica, 
        como puede ser el bancario). Frente a la idea de bisegmentación, definida en términos 
        de posesión de la capacidad de generar determinados recursos, en 
        particular tecnológicos, que son valorados en función de 
        objetivos de desarrollo industrial en el mundo contemporáneo, la 
        idea de relaciones transnacionales, concebida en términos de participación 
        en la vida internacional de actores no gubernamentales que influyen en 
        el modo en que las distintas unidades del sistema internacional se vinculan 
        entre sí, por ser agentes centrales en el proceso de transferencia 
        internacional de los recursos que se valoran, permite clarificar la importancia 
        estratégica que las características del sistema internacional 
        en la era de la confrontación industrial y tecnológica entre 
        las grandes potencias (multipolaridad y neutralidad ideológica) 
        tienen para los países del segmento sur y en particular para aquellos 
        que ya han alcanzado niveles significativos de desarrollo, como son Argentina 
        y Brasil.  Completando lo sostenido más arriba, podemos ahora proponer que 
        en un sistema internacional con las características mencionadas, 
        los países en desarrollo} y en especial los que tienen reservas 
        significativas de poder, pueden perseguir en condiciones de viabilidad 
        aceptables objetivos de maximización de bienestar y de poder, obteniendo 
        del exterior recursos financieros, tecnológicos y empresariales 
        de valor para su desarrollo industrial, en la medida en que aprovechen 
        las consecuencias de la confrontación industrial y tecnológica 
        existente entre los países poseedores de dichos recursos a fin 
        de optimizar su posición negociadora en la adquisición de 
        los mismos, de manera tal que la utilización de recursos externos 
        no incida en una intensificación de la vinculación por penetración. 
        A su vez, entendemos que pueden impedir la tendencia a la cristalización 
        de la bi-segmentación en su estado actual, en la medida en que 
        la utilización de recursos externos no inhiba el desarrollo de 
        una capacidad tecnológica propia que les permita desempeñar 
        en el sistema de transferencia internacional de recursos un rol similar 
        al de las actuales grandes potencias.  El hecho de que los recursos productivos que valoran nuestros países 
        están en poder de grupos económicos o empresas de distintos 
        países que compiten entre sí; el hecho de que quienes poseen 
        dichos recursos valoran los mercados que poseen nuestros países 
        en función de esa competencia oligopolística y de su supervivencia 
        como grandes empresas; el hecho- de haberse atenuado la rigidez de la 
        confrontación nuclear é ideológica; el hecho de que 
        al menos algunos países en desarrollo han tomado conciencia de 
        los puntos señalados y están dispuestos a extraer consecuencias 
        son, en nuestra opinión, datos significativos que no pueden escapar 
        al analista de la vida internacional contemporánea y mucho menos 
        a quien debe elaborar decisiones.  IIILa valoración del contexto regional latinoamericano
 1. La valoración del contexto regional latinoamericano en la perspectiva 
        de una estrategia de participación autónoma y real en el 
        sistema internacional es un punto que merece un análisis cuidadoso. 
        Por cierto que el que se esbozará aquí será, como 
        se dijo antes, sólo un aporte a una reflexión que necesariamente 
        deberá ser más profunda. En este análisis se parte 
        del reconocimiento de la actual realidad, y es por ello que cualesquiera 
        sean las perspectivas que ofrece la presente coyuntura internacional no 
        podremos prescindir del hecho de la presencia dominante de los Estados 
        Unidos en la región, ni de la interrelación estrecha que 
        existe aún entre el subsistema latinoamericano y el interamericano 
        del cual forma parte. Comprender esta interrelación parece un paso 
        previo indispensable a todo análisis de las relaciones dentro del 
        subsistema latinoamericano.  Si, como se afirmó anteriormente, en América Latina la 
        identificación nacional sigue prevalenciendo y hay escasos indicios 
        del surgimiento de una tendencia significativa a ir "más allá 
        del Estado-nación" en un proceso de tipo federativo, también 
        es evidente que, por motivos relacionados con las estrategias de desarrollo 
        interno y con la percepción de desafíos externos, al menos 
        algunos de los países de la región (por ejemplo los del 
        Grupo Andino) han traducido en hechos concretos su interés en encarar 
        acciones conjuntas en el plano intrarregional y en el plano externo. Uno 
        de aquellos desafíos externos es, en nuestra opinión, la 
        tendencia a cristalizar la bi-segmentación como medio para mantener 
        un cierto statu qua en el sistema internacional actual con el predominio 
        de las grandes potencias industrializadas. América Latina como 
        región es entonces valorada por los propios latinoamericanos, entre 
        otros motivos, en función de la necesidad de crear condiciones 
        Que posibiliten romper esa tendencia inherente al sistema internacional 
        de nuestros días.  Antes de introducir a la región en el análisis de dichas 
        condiciones conviene dejar a salvo que el mismo es susceptible de varias 
        perspectivas, ya que el campo de posibilidades, en un momento dado, es 
        siempre mayor de lo que al final históricamente se efectiviza como 
        realidad. Laswell y McDougal definen la seguridad como las demandas para 
        el mantenimiento de un orden público que ofrezca plena oportunidad 
        para preservar y acrecentar valores de todos los tipos, a través 
        de procedimientos pacíficos donde se tolera apenas un nivel mínimo 
        de castigo. Según estos autores, en términos de un análisis 
        de poder, las indagaciones agrupadas bajo la rúbrica de seguridad 
        enfatizan el modo, esto es, las reglas más que la sustancia, por 
        el cual funciona el proceso social. [16] Si se acepta esta definición, 
        de seguridad como hipótesis de trabajo, y si a partir de ella se 
        intenta examinar el problema del desarrollo, es evidente que la perspectiva 
        resultante será la del reformismo, pues por definición quedan 
        excluidos tanto el conflicto total que destrozaría el orden público 
        como el mantenimiento del statu qua cuya impracticabilidad excluye del 
        proceso social valores relevantes. Evidentemente, la opción metodológica 
        por esta perspectiva no implica un desconocimiento del peso específico 
        de las demás posibles. Apenas expresa el deseo de explorar su viabilidad. 
       2. Tras esta aclaración retomemos el hecho de que el sistema regional 
        más amplio en el cual se inserta el latinoamericano es el interamericano. 
        Este sistema coincide con algunas de las notas características 
        del sistema internacional global. Sobre todo es un sistema dividido claramente 
        en dos segmentos: uno desarrollado, el otro en desarrollo (y a su vez 
        con profundos desequilibrios de poder y, de nivel de desarrollo entre 
        los países que lo componen). Por otro lado es un sistema cuyo foco 
        principal son los Estados Unidos. El predominio norteamericano excluyó 
        la nota de la bipolaridad en el sistema interamericano en el período 
        de la confrontación nuclear, y el acceso militar de la Unión 
        Soviética a la región ha sido extremadamente limitado una 
        vez que su presencia en Cuba fue demarcada por el acuerdo tácito 
        resultante de la crisis de los proyectiles nucleares en 1962. [17] Por 
        otro lado, y también como consecuencia del hecho de que los Estados 
        Unidos sean la potencia preponderante de la región, los otros países 
        del sistema han. mantenido con ese país un volumen intenso de transacciones 
        de las que dependen recíprocamente en alto grado. En las palabras 
        del informe Rockefeller: "Así como las otras repúblicas 
        americanas dependen de los Estados Unidos para sus necesidades de bienes 
        de capital, también los Estados Unidos dependen de ellas para proveer 
        un vasto mercado a sus productos manufacturados. Y así como estos 
        países ven en los Estados Unidos un mercado para sus productos 
        primarios cuya venta les permite comprar equipamientos para su propio 
        desarrollo, así también los Estados Unidos buscan en ellos 
        sus materias primas para sus propias industrias, de las cuales dependen 
        los empleos de muchos de sus ciudadanos". [18]
 Este sistema no ha contribuido para superar la bisegmentación. 
        La brecha entre el Norte y el Sur va aumentando, tal como lo atestigua 
        la parte analítica de los diversos informes que recientemente han 
        examinado el problema en distintas perspectivas, como el ya citado de 
        Rockefeller y los de Pearson y Prebisch. [19] Las discusiones en torno 
        al asunto sólo pueden ser calificadas de debates que han mejorado 
        nuestra información y agudizado nuestra percepción del problema, 
        pero que no se han traducido en medidas de efectividad práctica. 
        No es difícil percibir las potencialidades de conflicto inherentes 
        a la intransitividad de estas interacciones, en el orden de la distribución 
        de los recursos económicos, que se asemejan a un juego de suma-cero 
        donde un participante siempre gana y los demás siempre pierden. 
        [20] Ante esta situación cabe preguntar cuáles son las variables 
        cuya modificación garantizaría la seguridad, tal como fue 
        definida antes, de un orden público para este sistema regional. 
        Cabe concentrar el análisis en las posibles alteraciones en el 
        comportamiento de los Estados Unidos y en el campo de maniobra de los 
        países latinoamericanos en general, y de la Argentina y Brasil 
        en particular.
 3. Los Estados Unidos atraviesan en el momento actual un período 
        de crisis, en el que por lo demás están en compañía, 
        como apunta con lucidez el general Beaufre, tanto de Europa Occidental, 
        cuyos sistemas han tenido sus propias inadecuaciones reveladas por la 
        crisis de 1968, como de la Unión Soviética, donde el marxismo-leninismo 
        post-stalinista no encontró una nueva forma y continúa reprimiendo 
        las aspiraciones de libertad de su población, tal como lo testimonian 
        sus intelectuales disidentes. [21] La crisis interna de los Estados Unidos 
        alcanza a su sistema político y lo sobrecarga en parte porque también 
        es responsable de la situación. De hecho, la solución política 
        norteamericana, el pluralismo, procuró conciliar una sociología 
        conservadora (la dificultad de relación directa del ciudadano con 
        el Estado) con principios liberales (la importancia de la representación) 
        en una sociedad de masa. De acuerdo con la óptica pluralista, los 
        miembros de una sociedad buscan y consiguen salvaguardar sus diversos 
        intereses a través de asociaciones privadas que, a su vez, son 
        coordinadas y reguladas, contenidas y estimuladas por el aparato federal 
        del sistema norteamericano que así manifiesta el interés 
        general. La canalización de las reinvindicaciones se hace a través 
        de estos grupos de intereses que suplen las deficiencias de la representación 
        formal. El pluralismo norteamericano, tal como es descripto aquí, 
        alcanza su madurez con el "New Deal", cuando el Partido Demócrata 
        consigue formar una coalición mayoritaria de grupos minoritarios. 
       El pluralismo norteamericano, en tanto, no deja de presentar dificultades 
        e imperfecciones. Una de ellas, como observa Robert Paul Wolff, reside 
        en el hecho de que no todos los miembros de la sociedad logran organizarse 
        en grupos de interés y alcanzar consiguientemente el nivel político 
        donde las demandas se tornan en objeto de consideración y ejecución. 
        Observase además la semejanza entre el pluralismo y el feudalismo, 
        ya que los grupos de intereses que ingresaron al nivel político 
        son como "estados" medievales donde el peso específico 
        de cada grupo no es proporcional a su número: por ejemplo "labor" 
        y "business" son considerados como equivalentes. Ambos son en 
        la práctica responsables por la exclusión del sistema, político 
        de sectores importantes de la población cuyas reivindicaciones 
        no le llegan, haciendo que el pluralismo permita ignorar injusticias, 
        tolerar privilegios y no siempre captar el interés general. [22] 
        La movilización política de estos sectores ignorados que 
        se está produciendo al margen del pluralismo y no es absorbida 
        por éste ha puesto en evidencia estas discriminaciones y ha revelado 
        un dramático estancamiento de participación en relación 
        a los negros, a los "chicanos", a los bolsones de pobreza, etc. 
        Paralelamente a este estancamiento, y como consecuencia, se produce una 
        crisis de legitimidad. Esta crisis se expresa por la agudización 
        de los focos de violencia que denuncia una desconfianza profunda en relación 
        al sistema pluralista, cuya hipocresía de "clube de frequencia 
        discriminada" -en la percepción de muchos sectores marginados- 
        va transformando, como apunta Hannah Arendt, a los "engagés" 
        en "enragés" [23] Esta crisis de legitimidad también 
        se expresa por los "dropouts" de la sociedad de consumo entre 
        los cuales se incluyen los "híppies" y los drogrados, 
        y por la crítica incisiva que le ha hecho al sistema un sector 
        considerable de la universidad y de la "intelligentsia" norteamericanas 
        e incluso, recientemente, sectores de la gran prensa liberal. No sería 
        exagerado decir que tanto desencuentro entre la cultura de los Estados 
        Unidos y su sistema político viene planteando dudas en cuanto al 
        "destino manifiesto" norteamericano. Estas dudas están 
        minando las bases de la creencia hegemónica de los Estados Unidos 
        y, consiguientemente, dificultando, por la disensión interna, su 
        presencia preponderante en el sistema internacional en cuya actuación 
        ha evidenciado, como apunta Andrew Hacker registrando una opinión 
        corriente entre los norteamericanos, un poder sin implicaciones morales. 
        [24]  Este rápido e incompleto resumen del momento norteamericano, si 
        por un lado impresiona por la dignidad con la que un sistema abierto es 
        capaz de evaluarse críticamente, por otro lado evidencia algo que 
        no se compatibiliza de una manera adecuada con la postura de un país 
        que por su primacía en el sistema internacional viene ejerciendo, 
        de hecho, un poder imperial. Hasta hace muy poco el "imperio americano", 
        como apuntan muchos de sus analistas, parecía un imperio funcional 
        en el cual cultura y política, economía y participación 
        estaban satisfactoriamente sincronizados. Se trata de un imperio sin fronteras, 
        [25] que resultó naturalmente del desarrollo interno de la economía 
        norteamericana conjugado con su expansión externa en búsqueda 
        de materias primas y de mercados. El poder imperial se ejerce en buena 
        parte de manera indirecta a través de incentivos y desincentivos 
        descentralizadamente ofrecidos al exterior por los grandes intereses económicos 
        de los Estados Unidos, cuyo acceso interno al gobierno es garantizado 
        por la solución pluralista. Aquí cabe un paréntesis 
        para observar que el ejercicio del poder por el "imperio soviético" 
        -la satelización- se efectúa de manera diferente, pues los 
        sistemas de planificación comunista requieren controles económicos 
        centralizados a los cuales se adicionarán también los controles 
        políticos centralizados en la forma del uso del partido político 
        -los diversos partidos comunistas- como instrumento para mantener la dominación. 
        [26] Pero retornando a los Estados Unidos, lo que interesa destacar es 
        que el ejercicio externo del poder indirecto, sustentado internamente 
        por el plural ismo -que como se señaló ha perdido su capacidad 
        de abarcar-, puede no ser desde un punto de vista global el más 
        funcional y, tal vez, el momento crítico americano coloque esta 
        hipótesis como susceptible de consideración por el sistema 
        político. De hecho, teóricamente, el interés global 
        de los Estados Unidos podría ser compatible con el desarrollo económico 
        y la maximización de la autonomía de los países latinoamericanos 
        ya que, además de contemplar esto las exigencias de seguridad de 
        un orden público, el volumen de comercio entre los países 
        desarrollados es mayor que el comercio entre países desarrollados 
        y no desarrollados. Pero sin duda este interés general lesionaría 
        los intereses particulares de ciertos grandes sectores económicos 
        de los Estados Unidos cuyas ventajas y privilegios serían cercenados. 
        Como en la solución pluralista el interés general no resulta 
        necesariamente del enfrentamiento de los intereses particulares, aquél 
        resulta perjudicado por la fuerza de éstos y en tal caso compromete 
        la funcionalidad del sistema político norteamericano y de sus relaciones 
        exteriores.  Todo indica, como señala Jaguaribe, que una redistribución 
        de la renta y del poder de decisión en la sociedad norteamericana 
        -conforme advierten los críticos del pluralismo- acarrearía, 
        concomitantemente con un incremento de la democracia real, una capacidad 
        de desarrollo interno de la economía más ventajoso y equilibrado 
        que el resultante de un control oligopólico de los mercados internacionales. 
        [27]
 Esta reorientación de los Estados Unidos, cabe recordar, no sería 
        un caso único en la historia, que registra cambias de hecho semejantes. 
        Inglaterra, por ejemplo, que del siglo XIII al siglo XV insistió 
        en tener una primacía territorial en Europa, pasó, por un 
        reordenamiento interno que los Tudor cristal izaron, a buscar a partir 
        del siglo XVI una preponderancia naval, desistiendo de la hegemonía 
        territorial. Esta reorientación fue extremadamente beneficiosa 
        para ella y le propició siglos de poder, desarrollo y prosperidad. 
        [28] Retornando a la variable norteamericana y cerrándola con una 
        suscinta formalización de su problemática, se podría 
        decir lo siguiente: las exigencias de funcionalidad del propio sistema 
        norteamericano parecen recomendar una nueva forma de compatibilización 
        de su cultura, política, economía y participación, 
        que aumente su capacidad interna y externa para tolerar y resolver conflictos 
        y le permita simultáneamente buscar objetivos más compensadores 
        y menos peligrosos. Si esta forma se constituyera como alternativa, ella 
        implicaría, en el campo de las relaciones internacionales con la 
        América Latina, una opción comunitaria en detrimento de 
        una opción imperial. La presencia americana se manifestaría 
        en el contexto de un orden público cuya seguridad sería 
        consolidada por un régimen de participación más equitativo, 
        gracias a lo cual podrían disminuir los conflictos inherentes a 
        la bi-segmentación.
 4. Ante este análisis de la situación americana, ¿cuál 
        sería el campo de maniobra de países como Argentina o Brasil 
        dentro del sistema interamericano, teniendo en cuenta sus propios objetivos 
        políticos? Demos por supuesto que dichos objetivos sean maximizar 
        su autonomía para controlar su futuro. Consideremos que en la caracterización 
        del sistema regional americano se mencionó la primacía norteamericana 
        y se apuntó que ella ha traído como consecuencia tanto la 
        exclusión del bipolarismo como la persistencia de la bi-segmentación. 
        La primacía norteamericana opera a través de una alianza 
        formal e informal con la mayor parte de los países latinoamericanos. 
        Esta alianza tiene dos objetivos: 1) evitar desvíos de poder en 
        el orden estratégico, esto es, impedir el acceso militar de la 
        Unión Soviética a la región y excluir, por lo tanto, 
        la bipolaridad; y 2) servir como instrumento institucional para mantener 
        el control de los Estados Unidos sobre la región en el contexto 
        operativo de una diplomacia de administración, típica de 
        un país preponderante. [29] Ahora bien, el primer objetivo, en 
        la actual distribución del poder internacional, puede ser en cierta 
        forma compatible con los intereses latinoamericanos y es además 
        prácticamente inevitable dada la preponderancia norteamericana 
        en la región, pero el segundo evidentemente impide y compromete 
        la autonomía de América Latina y no contribuye a superar 
        la bi-segmentación. Esta observación conduce a una conclusión: 
        la cooperación entre aliados en el sistema internacional, en lo 
        que respecta a los aspectos estratégicos militares, no tendría 
        que entorpecer el deber de autoafirmación en la alianza en lo que 
        se relaciona con la superación de la bi-segmentación. Este 
        deber de autoafirmación implica una diplomacia nacionalista y dogmáticamente 
        insistente en el desafío y la impugnación a la actual distribución 
        internacional de recursos. Se resalta la importancia del aspecto dogmático 
        porque sólo los países dominantes se pueden permitir una 
        diplomacia razonable, ya que son ellos quienes establecen las reglas de 
        juego a partir de las cuales se define lo que es razonable. Estas reglas 
        se confunden con un sistema internacional que los satisface porque les 
        asegura preponderancia, y como son estas las reglas que deben ser modificadas, 
        la postura dogmática de los países más participados 
        que participantes del juego es la única posible para tratar de 
        evitar el mantenimiento del statu quo. [30]  Evidentemente toda diplomacia funciona dentro de un contexto que le estipula 
        sus límites, y esto es lo que hemos denominado como su campo de 
        maniobra, cuyo levantamiento topográfico en relación a países 
        como Brasil o la Argentina en lo que respecta al sistema interamericano 
        actual trataremos de esbozar.  5. Uno de los instrumentos de la diplomacia es la negociación 
        a través de la persuasión. Para que las discusiones entre 
        interlocutores no permanezcan sólo en un nivel de debate es necesario 
        que haya valores y perspectivas comunes. En la medida en que los Estados 
        Unidos se transformen interna y externamente en los términos del 
        análisis y de las hipótesis anteriores, no es imposible 
        que sean sensibles al punto de vista de los objetivos políticos 
        autonomistas de un país latinoamericano, ya que este punto de vista 
        no sería incompatible con la opción comunitaria americana. 
        Naturalmente, una diplomacia basada sólo en la lucidez de la racionalidad 
        tendría dificultades en resistir a las inevitables presiones que 
        los intereses afectados en los Estados Unidos serían capaces de 
        organizar, de manera que el buen sentido reclamaría una evaluación 
        correcta de la capacidad de ese país latinoamericano a resistir 
        esas presiones que tenderían a impedir una redistribución 
        más equitativa de los recursos internacionales.  Es indudable que la capacidad de resistencia a las presiones internas 
        y externas a una diplomacia nacionalista y dogmática dependerá 
        en gran medida de las reservas internas de poder que pueda movilizar el 
        país eno cuestión. Pero es también cierto que la 
        creación de un favorable contexto externo particular puede ser 
        de importancia para asegurar el éxito de tales objetivos políticos 
        autonomizantes. Es en esta perspectiva donde cobra sentido para cada país 
        latinoamericano la valoración del resto de los países de 
        la región.  Se puede afirmar que, en general, en una estrategia orientada a cambiar 
        el modelo de vinculación externa de un país en desarrollo, 
        la diversificación de relaciones permitida por el multipolarismo 
        y la neutralidad ideológica de la era de confrontación industrial 
        y tecnológica es necesaria. Cuando dicha diversificación 
        de relaciones se opera con respecto a los otros países desarrollados, 
        sean éstos de Europa Occidental u Oriental o Japón, se puede 
        obtener una minimización de la dependencia predominante con respecto 
        a los Estados Unidos y de tal forma ampliarse el campo de maniobra. Este 
        impulso sin embargo no es suficiente, ya que apenas implicaría 
        un "poder de negación", esto es, una mayor capacidad 
        para evitar que otros países actúen de la manera que el 
        país considera indeseable a sus valores e intereses. Una diplomacia 
        nacionalista y dogmáticamente insistente en el desafío a 
        la actual distribución internacional de recursos exige más, 
        pues requiere un mínimo de "poder positivo", o sea de 
        habilidad para conseguir de los otros países el tipo de comportamiento 
        que se desea. [31] Una de las formas de obtener ese poder positivo a nivel 
        internacional es la alianza en cuya base siempre se sitúa el fenómeno 
        de la agregación de poder. [32]
 La alianza con los otros países de América Latina es obviamente 
        el camino de un país latinoamericano en sus esfuerzos de agregación 
        de poder para alterar las reglas del sistema internacional en cuanto a 
        la bi-segmentación. Existe conciencia de ello y, por ejemplo, en 
        los términos del consenso latinoamericano de Viña del Mar 
        en mayo de 1969, se reconoce la necesidad de una "... acción 
        coordinada y eficaz de los países latinoamericanos en los distintos 
        foros, instituciones y organizaciones internacionales de cooperación 
        de que forman parte. De esta manera la acción solidaria de América 
        Latina tendrá una mayor gravitación mundial y conducirá 
        al éxito de los objetivos proclamados". Esta alianza, cuya 
        formalización en el contexto de la CECLA es uno de los aspectos, 
        reúne de hecho algunos de los requisitos que pueden conferir estabilidad 
        y, consiguientemente, vigencia a su actuación en el sistema internacional 
        y en los subsistemas interamericano y latinoamericano. Existen, en primer 
        lugar, posibilidades de ventajas conjuntas por el interés común 
        en la alteración de las reglas del sistema internacional y del 
        interamericano, a los que se visualiza como responsables de la subsistencia 
        de la bi-segmentación. En segundo lugar, puede surgir una receptividad 
        mutua en la percepción de este interés común sustentada 
        por una formación histórico-cultural semejante. Finalmente, 
        comienza a existir una relevancia mutua entre los países de América 
        Latina, sobre todo a partir de los esfuerzos de integración económica 
        que en algunos casos buscan deliberadamente crear un, subsistema de economía 
        internacional para modificar la estructura de ventajas comparativas dentro 
        de la cual se desenvuelve el comercio exterior de América Latina.
 Evidentemente, esta relevancia mutua no excluye la existencia de conflicto 
        dentro de la "alianza latinoamericana". De hecho, todo subsistema 
        internacional abarca el conflicto y la cooperación y también 
        todo proceso de integración, a pesar de tener una racionalidad 
        implícita, como lo demostraron los funcionalistas, cuando alcanza 
        cierta etapa enfrenta necesariamente obstáculos que sólo 
        pueden ser superados por una nueva voluntad política. [33] Reconocer 
        la existencia del conflicto interno al subsistema aun en el marco de los 
        llamados procesos de integración económica parece ser una 
        precaución elemental para evitar la utopía de la unidad 
        latinoamericana "sin dolor". No es posible negar la bi-segmentación 
        interna del subsistema latinoamericano de' naciones en términos 
        de poder económico y político, ni tampoco los fenómenos 
        de dependencia intra-latinoamericana. Tampoco cabe negar el hecho de que 
        la valoración recíproca de los distintos países en 
        términos de mercados y en términos de aumento de la base 
        de negociación externa puede a su vez ser fuente de competencia 
        y conflicto en el subsistema.  Se está entrando así aun período en que se puede 
        dar la paradoja de que, a la vez que los países latinoamericanos 
        se aproximan y aumentan sus interacciones en el plano económico 
        y político, llegando hasta concebir acciones de unidad interna 
        (integración económica), y a la vez que se valoran recíprocamente 
        en función de un aumento de su base de negociación externa 
        buscando evitar tendencias a la cristalización de la bi-segmentación 
        internacional, la intensificación misma de la vida del subsistema 
        latinoamericano, por su carácter necesariamente competitivo entre 
        centros de poder autónomo, genere fuentes de conflicto que puedan 
        fraccionar y debilitar los intentos de unidad interna y externa, y tener 
        efectos negativos a los objetivos políticos de maximizar la autonomía. 
       En la medida en que los principales países del subsistema latinoamericano 
        elaboren sus estrategias externas contando con el apoyo de la "alianza 
        latinoamericana" les será difícil desconocer cuálo 
        es de hecho su rol en la bi-segmentación de este subsistema y cómo 
        es el mismo percibido por los demás países. Les será 
        difícil también negar que por el carácter multipolar 
        del subsistema y por la presencia dominante de los Estados Unidos (que 
        siempre es una alternativa para un país chico) la "alianza 
        latinoamericana" tendrá que tener una sustentación 
        consensual. La única forma de imaginar una alianza no consensual 
        es con el apoyo total de la potencia hegemónica, y ello no es funcional 
        al objetivo de lograr una mayor autonomía en el sistema internacional. 
       Hay muchos motivos económicos para explicar la valoración 
        del contexto regional por un país latinoamericano grande. Hemos 
        marcado solamente algunos de los políticos. Es evidente que en 
        el futuro próximo del subsistema latinoamericano han de jugar poderosas 
        fuerzas centrípetas y centrífugas. La percepción 
        de un desafío externo común en la forma de la tendencia 
        a la cristalización de la bi-segmentación internacional 
        puede operar como fuerza de cohesión. Las fuerzas centrípetas 
        en ciertos casos ya se perciben. Quizás en la práctica no 
        han de ser muy distintas a las que siempre han dificultado la aventura 
        de la coexistencia de los pueblos.  |