| Este trabajo tiene por objeto plantear algunos interrogantes e ideas 
        en torno a la participación de la Argentina en la formación 
        del sistema latinoamericano de naciones. Entendemos participación 
        como capacidad para ejercer una influencia real sobre los acontecimientos 
        a efectos de otorgarles un signo determinado. [1] Además, pretendemos 
        esbozar algunas grandes líneas de un proyecto nacional para Latinoamérica 
        que procure asegurar la viabilidad de los países que la componen 
        como unidades autónomas del sistema internacional.  1 Argentina: la "dependencia consentida"
 Puede afirmarse que, históricamente, Argentina ha sido un país 
        en situación de dependencia, total y formal primero, y luego parcial 
        e informal. Dependencia total y formal sería la situación 
        prevaleciente en el período colonial, en el que el sistema local 
        de decisiones está centrado en una autoridad administrativa designada 
        por la metrópoli. Dependencia parcial e informal sería la 
        situación que tiende a consolidarse a partir de la organización 
        nacional y, fundamentalmente, con la inserción de nuestra economía 
        en el sistema de división internacional del trabajo centrado en 
        Gran Bretaña. Se caracterizaría esta situación por 
        la existencia de un sistema nacional de decisiones, formalmente institucionalizado 
        e independiente de toda injerencia externa -"soberano"-, pero 
        fuertemente condicionado por la forma de vinculación externa. Es 
        lo que se ha llamado un sistema "penetrado", en el que algunos 
        de los actores significativos del sistema político nacional son, 
        a su vez, actores significativos de otro sistema político. [2] 
        Estos actores actúan como grupos de vinculación externa 
        y "penetran" el sistema nacional de decisiones, limitando de 
        hecho y en ciertos aspectos su autonomía frente al exterior.  Lo que más llama la atención de este último período 
        -que comienza a agotarse, aun cuando no lo percibiéramos tan pronto, 
        hacia los comienzos de la década de 1930-, es que lo que hoy en 
        día se considera que fue una situación de "dependencia': 
        con toda la connotación valorativa que el término implica, 
        no haya sido percibida como tal por los actores nacionales de la época. 
        Al menos, no existen contestaciones significativas al modelo de inserción 
        externa predominante, y en ese sentido es interesante analizar la continuidad 
        básica de nuestra política exterior en todo el período, 
        a pesar del cambio político que implica el acceso del radicalismo 
        al poder. Podría, entonces, hablarse en el caso argentino de una 
        situación de dependencia consentida.  La falta de contestación de esta situación de dependencia 
        que hemos caracterizado como parcial e informal podría quizá 
        ser explicada teniendo en cuenta, entre otros, los factores que presentaremos 
        a continuación. En primer lugar, por el hecho de que el modelo 
        de vinculación externa se ajustaba en sus grandes líneas 
        al proyecto nacional de la "generación del 80". Resulta 
        difícil saber si la citada generación "realizó" 
        un proyecto nacional de inserción en el sistema internacional, 
        o si, por el contrario, se afirmó como grupo "dominante interno 
        al recibir el apoyo de Gran Bretaña, a cuyo interés nacional 
        parecía adaptarse la función que dicha generación 
        asignaba a la Argentina en el mundo. Probablemente deba rechazarse en 
        este caso una explicación "monista", pero sí cabe 
        investigar más aún el impacto político interno del 
        modelo de vinculación externa que prevalece a partir de la década 
        del 80, a efectos de comprender mejor la capacidad de la citada generación 
        para concretar un proyecto nacional. Lo cierto es que el grupo dominante 
        era "europeísta", en la medida en que valoraba los modelos 
        europeos para su desarrollo político, económico y cultural, 
        y en que valoraba sus mercados. Pero esa europeización no se limita 
        al grupo dominante, ya que como consecuencia de la inmigración 
        masiva se extiende a sectores mayoritarios de la población. Ello 
        puede explicar el que no surgiera en el país una contestación 
        significativa a una política basada en considerar a Europa como 
        el principal "modelo" y "mercado" para la Argentina. 
        El vincularse a Gran Bretaña y a las potencias centrales de la 
        época no era percibido como una "dependencia" sino como 
        la oportunidad de realizarse como nación moderna y progresista, 
        y ocupar un status elevado en la pirámide internacional del poder 
        y del prestigio. Y es un hecho que la Argentina se percibía a sí 
        misma, y era percibida desde el exterior, como un país de rango 
        elevado y de gran futuro. Lo que la Argentina aportaba al sistema internacional 
        a través de Gran Bretaña y Europa -carnes, lanas y cereales- 
        era valorado, y esto satisfacía a un pueblo con una fuerte tendencia 
        a la autovaloración. Este es otro factor que explica la dependencia 
        consentida: la mayoría del país percibía beneficios 
        en la forma en que éste se vinculaba al exterior. El modelo de 
        vinculación externa producía beneficios y éstos eran 
        notorios en el nivel de vida de parte de la población urbana.  Debe tenerse en cuenta, por otro lado, la influencia decisiva que ha 
        tenido, en el caso de la Argentina, su situación geográfica. 
        Centrado siempre sobre Europa -España primero, luego Gran Bretaña-, 
        el país puede ser asimilado a una isla, y como tal su vinculación 
        al "mundo" sólo se ha efectuado por mar. De ahí 
        que en el análisis de la forma en que el país se ha insertado 
        en el mundo tenga importancia la variable distancia física y el 
        modo de superarla. La Argentina ha sido siempre un país distante 
        del "centro" del mundo. Ello explica su constante marginalidad 
        con respecto a los conflictos bélicos de las grandes potencias. 
        Y explica la importancia adquirida por quienes controlaron en las distintas 
        épocas la forma de superar esa distancia: es decir, el transporte 
        marítimo. El país nunca controló el transporte marítimo 
        de su comercio exterior, y este hecho acentuó la dependencia externa 
        de su economía. No sólo el crecimiento interno dependía 
        de la demanda externa y de sus fluctuaciones, sino que se dependía 
        de quienes controlaban los circuitos de transporte y de comercialización 
        de lo que el país exportaba. Y por sobre todo, el país nunca 
        tuvo una influencia en el proceso de innovación tecnológica 
        que contribuiría con el tiempo a acortar su distancia física 
        con respecto del centro del mundo. En el período que nos interesa, 
        entonces, puede afirmarse que el país fue una isla sin el control 
        de los medios de vinculación física con el resto del mundo. 
        Y este mismo hecho puede explicar el que se aceptara la delimitación 
        que como consecuencia del control externo de los medios de vinculación 
        sufría el concepto "mundo": "mundo" era Gran 
        Bretaña y Europa y a él se llegaba con los medios que los 
        países centrales proveían. Para llegar al "resto del 
        mundo", supuesto el caso que se quisiera, era necesario o el consentimiento 
        de quienes controlaban los circuitos de transporte y comercialización 
        externa, o el obtener una mayor autonomía marítima mediante 
        el desarrollo de medios de transporte propios. Para evaluar el comportamiento 
        de quienes no eligieron esto último, se debería confrontar 
        el costo que ello hubiera implicado con los beneficios que se podrían 
        haber derivado de un modelo alternativo de inserción en el sistema 
        internacional.  En última instancia, el consenso sobre el modelo de vinculación 
        externa prevaleciente se refleja en el hecho de que no se buscara un modelo 
        alternativo o que implícitamente se lo rechazara. Cuanto más, 
        hubo variantes en la conducción de las relaciones con Gran Bretaña 
        dentro del marco del modelo de inserción. En 1890, la propuesta 
        de los Estados Unidos sobre la que giró la Primera Conferencia 
        Americana de Washington implicaba, de ser aceptada, un modelo alternativo 
        al de la inserción en el sistema británico. La propuesta 
        fue rechazada, y en su rechazo jugó un papel importante la delegación 
        argentina. Pero si resulta comprensible esta actitud de la Argentina, 
        es más difícil comprender la ausencia a través del 
        tiempo de una política argentina orientada a crear en América 
        Latina una alternativa o un complemento al modelo de vinculación 
        externa prevalente.  Ocurre, además, que si bien formalmente la Argentina obtuvo un 
        cierto triunfo diplomático en la conferencia del 90, no pudo evitar 
        que en los años siguientes se fuera real izando el objetivo que 
        de hecho perseguían los Estados Unidos desde el momento en que 
        comenzaron a valorar los mercados latinoamericanos. y en todo el período 
        en que se gesta y consolida el "interamericanismo" la política 
        de la Argentina en el área está orientada, más que 
        a aumentar su influencia real y a definir un, subsistema internacional 
        "latinoamericano", a impedir primero que la presencia americana 
        alterara sustancial mente el esquema de su propia inserción en 
        el sistema internacional, y luego a limitar la influencia regional de 
        los Estados Unidos. [3] 2 Caracterización de la dependencia
 La política exterior del período de dependencia consentida 
        se nos presenta fundamentalmente como una política en 'la que predominan 
        objetivos de "autopreservación" en el sentido de Wolfers, 
        [4] por sobre los de "auto-expansión". La Argentina defiende 
        ante todo su modelo de vinculación externa, posiblemente porque 
        en éste percibía beneficios y no los percibía en 
        modelos alternativos. El objetivo de preservar un orden de cosas existente 
        parece conducirnos gradualmente a negar la búsqueda de una alternativa 
        y a negar de hecho la posibilidad de expandirnos en el sistema internacional. 
        El caso argentino parece mostrarnos que un país que, a través 
        de un modelo particular de vinculación externa, basado en el cumplimiento 
        de una función significativa para una potencia central del sistema 
        internacional, alcanza una mejor posición dentro de la pirámide 
        internacional del poder y una elevación sustancial de su nivel 
        de vida, tiende a desarrollar un tipo de política exterior defensiva 
        en la que se valora la preservación del modelo por sobre todo cambio 
        posible o deseable del mismo. Y esta negación implícita 
        de los objetivos de "auto-expansión" parece ser la que 
        de hecho consolida una situación de dependencia, ya que el país 
        acepta el condicionamiento externo de 'su desarrollo económico 
        y político, sin pretender controlarlo ni mucho menos alterarlo. 
        La falta de objetivos de "auto-expansión", la anulación 
        del espíritu de dominación, el predominio de la actitud 
        defensiva, parecen hacer perder con el tiempo la capacidad no sólo 
        para alterar el contexto externo, sino, lo que es más serio aún, 
        para prever con tiempo los posibles cambios que se operan en dicho contexto 
        externo. Y éste parece ser el caso de la Argentina, que comienza 
        a comprender los cambios de estructura operados a partir de la Primera 
        Guerra Mundial en el sistema de potencias centrales recién en la 
        década del 40, cuando estos cambios ya habían producido 
        todos sus efectos sobre nuestro modelo de vinculación externa. 
        De ahí esa sensación de frustración, de "expulsión 
        del paraíso" a que se refiere Grondona, [5] que tienen, aún 
        hoy, argentinos "de las viejas generaciones.  Argentina, sobre todo la Argentina de Perón con sus nacionalizaciones 
        y su política exterior, no altera, por su propia voluntad y por 
        no considerarlo favorable, su modelo de vinculación externa. Percibe 
        tarde el hecho consumado del agotamiento del modelo, y comprende también 
        tarde que había comenzado un período en que su situación 
        continúa siendo de dependencia, pero esta vez no consentida ni 
        privilegiada.  Podría argumentarse que durante mucho tiempo los Estados Unidos 
        estuvieron vinculados al sistema británico de una forma similar 
        a la de la Argentina. En parte es cierto. Pero debe tenerse en cuenta 
        que si bien los Estados Unidos obtuvieron beneficios de su vinculación 
        con Gran Bretaña, nunca renunciaron a sus objetivos de "auto-expansión" 
        ni a crearse un contexto externo favorable a su voluntad ya manifiesta 
        de industrializarse. Y es aquí donde probablemente encontremos 
        la diferencia más importante entre los casos de los Estados Unidos 
        y de la Argentina, y una de las explicaciones al distinto tipo de política 
        exterior de ambos países. Al industrializarse, los Estados Unidos 
        se ven obligados a hacer lo que hace todo país industrializado 
        vender productos en el exterior y, en particular, diversificar sus mercados. 
        Estados Unidos comienza a valorar a todo país, y en especial a 
        los de América Latina, como posible mercado, y no concentra sus 
        relaciones con aquel que resultaba su principal comprador de productos 
        primarios. El modelo de inserción en el sistema de división 
        internacional del trabajo como proveedor de productos primarios "es 
        aceptado por los Estados Unidos, pero sólo como un aspecto de la 
        totalidad de su modelo de vinculación al sistema internacional, 
        pues al mismo tiempo comienza a desempeñar un rol de país 
        industrial izado y a comportarse en el esquema de división del 
        trabajo como potencia central. La Argentina, en cambio, renuncia a la 
        complementación de modelos de vinculación externa al negarse 
        a la industrialización: no necesita entonces diversificar mercados, 
        no valorao los otros países en tal sentido, y sólo necesita 
        defender, y lo hace, el mercado que asegura su progreso y modernización. 
        Desde este punto de vista, es un país satisfecho. Y se comporta 
        como tal. 
 Este análisis esquemático del caso argentino nos permite 
        extraer una conclusión muy provisoria: lo que parece caracterizar 
        una situación de dependencia parcial e informal en la que se produce 
        una elevación del nivel de vida de la población del país 
        "dependiente" y un aumento de su status internacional, es que 
        el país tiende a aceptar como satisfactoria la situación 
        y renuncia a proponerse objetivos de "autoexpansión". 
        Tengamos en cuenta que la dependencia en cualesquiera de sus formas implica 
        un grado de dominación por parte de una potencia externa. Dominación 
        entendida como capacidad para influir decisivamente, por muy distintos 
        medios, en el contenido de decisiones básicas de una comunidad 
        nacional. En tal caso, lo contrario de la dependencia parecería 
        ser, no la independencia que es un estado difícil de definir en 
        términos que no sean formales, sino la situación de Estado 
        dominante o al menos con vocación de dominación. Si se acepta 
        que el sistema internacional global es un campo de acción de unidades 
        que cooperan, compiten o combaten, [6] y en el que la configuración 
        de las relaciones de fuerza implica estratificación del poder con 
        bipolaridad y multipolaridad en la cúspide, observaremos que hay 
        unidades que dominan y otras que son dominadas. O mejor aún, que 
        hay unidades que tienen vocación de dominación y unidades 
        que tienen vocación de dominadas. En un proceso dinámico, 
        en que el cambio es continuo y a veces rápido, el problema de una 
        unidad no es tanto el estar en un momento histórico determinado 
        en situación de dominada, sino el carecer de vocación de 
        dominación. En la metáfora de Servan-Schreiber, el problema 
        de un país es saber si tiene vocación de patrón o 
        vocación de peón. Y es en" esta perspectiva que el 
        tipo de actitud defensiva frente al contexto externo que se desarrolló 
        en la Argenti.na en el período de dependencia consentida puede 
        ser de consecuencias más serias.
 3 América Latina: sus contextos externos
 Dijimos anteriormente que el sistema internacional es un conjunto de 
        unidades -Estados-naciones- desiguales, estratificadas unas con respecto 
        a otras, y en donde, por consiguiente, se dan relaciones de dominación 
        y subordinación. Con respecto d cada país, los demás 
        se estratifican de acuerdo a la función que cumplan para la satisfacción 
        de los objetivos nacionales de ese país.  En nuestra opinión, esta estratificación se establece en 
        función de lo que los demás países significan para 
        su supervivencia como unidad autónoma del sistema internacional 
        (aliado, protector o enemigo); para la adquisición o colocación 
        de insumos o productos de su sistema económico, es decir como mercados; 
        y para su forma de concebir la vida en sociedad, su modo de organizarse 
        y desarrollarse, o sea como modelo. La posibilidad de que un país 
        impida o posibilite la supervivencia de otro, o que sirva como mercado 
        para su economía, o como modelo para su desarrollo político 
        y económico, está a su vez en función del grado de 
        proximidad física existente entre ambos: la distancia física 
        es una variable básica para explicar el grado y tipo de interacciones 
        que se entablan entre las distintas unidades del sistema internacional. 
       Esta estratificación hace necesario referirse no al contexto externo 
        de un país concreto, sino a sus contextos externos. [7] Desde la 
        óptica de un país concreto podríamos distinguir el 
        contexto contiguo, compuesto por los países fronterizos; el contexto 
        regional, compuesto por los países que comparten una misma área 
        geográfica; el contexto de las potencias centrales, compuesto por 
        los países de mayor poder en el sistema internacional global y 
        entre los cuales se entabla lo que se ha llamado la "línea 
        de principal tensión" internacional; y el contexto privilegiado, 
        compuesto por la potencia o las potencias que cumplen una función 
        decisiva para la supervivencia del país, o como mercados o modelos 
        para el mismo.  Una característica central en el período de vida independiente 
        de la mayoría o de todos los países de América Latina 
        es la relativa carencia de significación, en su vida interna y 
        en su política externa, de sus contextos contiguo y regional. [8] 
        El contexto privilegiado de cada uno de ellos ha estado constituido por 
        una o dos potencias centrales del sistema internacional, de las cuales 
        ha dependido su supervivencia como países formalmente autónomos, 
        en cuyos mercados han colocado sus productos, y de los cuales se han abastecido, 
        y en donde han buscado sus modelos políticos, económicos 
        y culturales. El contexto regional sólo ha existido en el plano 
        de la diplomacia formal, casi siempre en función de las relaciones 
        con los Estados Unidos. El contexto contiguo ha tenido, desde el punto 
        de vista de la supervivencia, una importancia más imaginada que 
        real, y dicha importancia ha estado centrada en las exigencias ciertas 
        o supuestas de afirmación territorial y alimentada por una necesidad 
        psicológica de demostrar al mundo que también en América 
        latina había "equilibrio de poder" y "juego de grandes 
        potencias". Aun así los conflictos territoriales reales que 
        se han producido no son comparables, por su gravedad, a los que se producen 
        por los mismos motivos en otras áreas del mundo. Desde el punto 
        de vista del mercado, el contexto contiguo también ha sido ¡marginal, 
        aun cuando las relaciones alcanzaran un nivel significativo, en especial 
        entre los países del sur. Mayor ha sido la importancia que el contexto 
        contiguo ha alcanzado como modelo político, económico y 
        cultural. Sin embargo, el grado de comunicación entre los países 
        fronterizos ha- sido menor que el existente con las potencias centrales, 
        y como fuente de ideas ninguna capital ha jugado, para las otras de América 
        Latina, el papel de las grandes del mundo.  Esta característica central del modelo de vinculación externa 
        de los países latinoamericanos comienza a cambiar aproximadamente 
        a partir de la década de 1950, y en los últimos años 
        dicho cambio se ha acentuado. Los contextos contiguo y regional comienzan 
        a cobrar una significación mayor en la realidad latinoamericana, 
        y más aun en la forma en que muchos latinoamericanos imaginan el 
        futuro de su país en el mundo. Podría hablarse ya del surgimiento 
        de un "sistema latinoamericano de naciones", como un subsistema 
        internacional o sistema internacional parcial, en el cual todos los países 
        tenderán a interactuar en forma significativa entre sí, 
        y en el que cada uno de ellos constituirá para los otros un elemento 
        importante en su política interna y externa. Sistema internacional 
        parcial con su propia configuración de la relación de fuerzas, 
        sus propias reglas del juego, su propia forma de organizar las relaciones 
        de poder, sus propias instituciones, y en el cual quienes lo componen 
        se perciben como una unidad y se diferencian del resto del sistema internacional 
        en el que se insertan. [9] En el cual, sobre todo, los países comienzan 
        a percibirse y a buscarse, como mercados y como modelos, y en especial 
        para asegurar su supervivencia como unidades autónomas en el mundo 
        futuro.  Hemos hecho mención a una tendencia, y no a una realidad ya concretada. 
        El actual es un período en el que persisten las características 
        del anterior, si bien éstas coinciden con las que muchos aspiran 
        que sean las que predominen en el futuro. Examinaremos a continuación 
        algunas características de las relaciones latinoamericanas actuales. 4 El sistema latinoamericano de naciones
 En la última década las relaciones entre los países 
        latinoamericanos han estado dominadas por tres temas principales: en los 
        tres ha tenido una influencia variada pero siempre decisiva la relación 
        con los Estados Unidos. El primero de los temas ha sido el de la aceptación 
        o rechazo de la heterogeneidad ideológica dentro de la región. 
        Guatemala primero, y luego Cuba, fueron la "piedra del escándalo". 
        La guerra fría había penetrado en América Latina. 
        El tema fue planteado esencialmente en términos de "seguridad 
        interna" y llegó a cuestionarse la compatibilidad de la disidencia 
        ideológica con la participación formal en la vida de relación 
        del sistema interamericano y aun del subsistema latinoamericano. Por distintos 
        factores, que no cabe analizar en este artículo, parecería 
        consolidarse una tendencia entre los componentes latinoamericanos del 
        sistema interamericano a aceptar la heterogeneidad ideológica en 
        la medida en que la misma no implique intervención en los asuntos 
        internos de tos otros países. En otros términos, la actitud 
        parecería ser la de "pluralismo político y económico", 
        sí; "exportación de revoluciones", no. 
 El segundo tema central ha sido el del llamado "proceso de integración 
        económica". Iniciado formalmente con los proyectos de integración 
        formulados en los Tratados de Montevideo (1960) y Managua para Centroamérica 
        (1960) esta idea responde, por un lado, a la penetración en los 
        países medios y chicos de la región de las ideas elaboradas 
        primero en la CEPAL, y luego en otros organismos internacionales como 
        el BI D. Por otro lado, responde a necesidades concretas de los principales 
        países que comerciaban en América Latina para encontrar 
        fórmulas que les permitieran mantener sus corrientes de comercio 
        e ingresar en los esquemas multilaterales que comenzaban a imponerse en 
        el sistema internacional en materia de comercio y de pagos. La ALALC, 
        más que un proyecto político imaginado como el comienzo 
        de la organización de un sistema latinoamericano de naciones" 
        es visualizada por sus principales actores (Argentina y Brasil) como un 
        proyecto de índole estrictamente comercial.
 Es evidente que en los últimos dos años se ha encarado, 
        por distintos motivos, un replanteo de los proyectos de integración. 
        La manifestación más relevante del replanteo lo constituye 
        el Acuerdo de Cartagena; En una iniciativa que ha correspondido a los 
        gobiernos del Grupo Andino, y en especial a los presidentes Lleras Restrepo 
        y Frei, y no a organismos internacionales, los países del Pacífico 
        han planteado a nivel subregional una estrategia de integración 
        económica basada en mecanismos de desgravación comercial, 
        y en particular en una política de distribución de inversiones, 
        de programación industrial conjunta, de' coordinación de 
        planes de desarrollo y de una actitud y legislación comunes frente 
        al capital extranjero. Lo que por mucho tiempo propusieron en el seno 
        de la ALALC, estos países lo han proyectado finalmente a nivel 
        subregional: transformar el inicial proyecto "comercialista" 
        en un audaz proyecto de, integración de sus economías con 
        profundas motivaciones políticas. Y en especial, el vincular en 
        este proyecto el tema "integración", es decir la unidad 
        interna, con el tercer tema a que queremos referimos: el de la unidad 
        frente a la dependencia externa.  La dependencia externa es' el tercer tema central de la última 
        década. En el plano económico los países latinoamericanos 
        entienden que esta dependencia se ha agudizado y ha cambiado de forma, 
        como consecuencia de la acción en la región de las filiales 
        de corporaciones internacionales. 'Se teme que éstas, a través 
        del empleo de técnicas de penetración más sofisticadas, 
        y en especial a través del control tecnológico, "desnacionalicen'" 
        las industrias de la región, y "deslatinoamericanicen" 
        el proceso de integración económica. Un indicador en tal 
        sentido es el elevado grado de participación de las filiales de 
        corporaciones internacionales en el comercio intrarregional que de hecho 
        tienden a convertirlo en comercio interno de estas corporaciones. Los 
        países latinoamericanos comienzan a visualizar una nueva división 
        internacional del trabajo, en la cual sus economías se industrializarán 
        y se insertarán en el sistema económico internacional dominado 
        por grandes corporaciones localizadas en los países más 
        industrial izados, pero cumpliendo funciones subalternas y utilizando 
        tecnología, de "segunda mano". Es decir, anticipan un 
        mundo futuro en el que han de cumplir una función que se ha llamado 
        de "países sucursales", quedando marginados del proceso 
        de innovación científica y tecnológica, con lo que 
        se consolidaría su dependencia.  Frente a esa "visión" reaccionan. Sea acertada o no 
        esta forma de imaginar el mundo de un futuro cercano, es' un hecho que 
        comienza a existir consenso en la región de que es necesario unir 
        fuerzas para aumentar su poder de negociación frente a las grandes 
        corporaciones internacionales. Un ejemplo es el régimen común 
        de inversión extranjera. Otro ejemplo lo constituyen los intentos 
        de actitud externa común en las negociaciones sobre las preferencias 
        comerciales y, en general, ante los problemas actuales del comercio internacional 
        y la colocación de productos en los países industrializados. 5 Argentina en América Latina
 ¿Qué papel puede desempeñar la Argentina en el proceso 
        de organización del sistema latinoamericano de naciones?, y ¿qué 
        papel puede desempeñar América Latina en función 
        deo una política que tenga como objetivo lograr que nuestro país 
        sea viable y autónomo en el mundo de los próximos decenios? 
        Sería imposible intentar aquí una respuesta completa a estas 
        dos preguntas. Sólo intentaremos plantear a la luz de nuestro análisis 
        anterior un principio de respuesta que requeriría un examen más 
        profundo para ser completada.  La idea central que deseamos proponer es la de que la Argentina de los 
        próximos años deberá cambiar su actitud internacional 
        defensiva, y en función de una identificación de su interés' 
        nacional, deberá proponerse objetivos audaces de "auto-expansión", 
        que le permitan alterar sustancialmente su actual modelo de vinculación 
        externa, caracterizado por una fuerte dependencia económica con 
        respecto a los Estados Unidos y otras potencias industrializadas de Occidente, 
        y por un residuo significativo de la tradicional dependencia cultural 
        con respecto a Europa. Una característica del nuevo modelo de vinculación 
        externa ha de ser la de que se privilegiará el contexto contiguo 
        y el regional, intensificándose en los mismos las interacciones 
        en función de la seguridad, los mercados,. y los modelos, que el 
        país necesita obtener y puede proveer, y sin por ello cerrarse 
        a una apertura al sistema internacional global, y en particular a aquellos 
        países que comparten los valores privilegiados de nuestra vida 
        en sociedad. La Argentina debe imaginar y lograr que históricamente 
        se concrete la organización de un sistema latinoamericano de naciones, 
        en el que todas las unidades cooperen y compitan y, por cierto, no combatan. 
        Nuestra idea supone que otros países latinoamericanos intentarán 
        también concretar objetivos de "auto-expansión" 
        privilegiando su propio contexto contiguo y el regional. En caso de no 
        existir esta vocación expansiva en la mayoría de los países 
        del subsistema latinoamericano, el mismo será débil e incapaz 
        de alterar la influencia extrazonal. Del equilibrio de poder que se logre, 
        y de lo acertado de las reglas de juego que se establezcan, dependerá 
        que el área sea campo de cooperación y competencia, o campo 
        de combate. Lo que sí creemos excluido, teniendo en cuenta la historia 
        de las relaciones interlatinoamericanas y la presencia decisiva de una 
        potencia hegemónica en el área, es la posibilidad de que 
        un solo país pueda autoexpandirse de forma tal que termine dominando 
        América Latina.  Un liderazgo de nuestro país en la región sólo se 
        logrará en la medida en que se tome la iniciativa de proponer reglas 
        de juego para las relaciones económicas de la región que 
        satisfagan el interés nacional del país, y que sean aceptables 
        para los otros países. Lo primordial en este sentido es definir 
        previamente cuál es, a mediano y largo plazo, ese interés 
        nacional, pues para negociar es preciso saber qué se quiere lograr 
        y cómo. Pero es imposible caer en la actitud ingenua de pretender 
        que durante mucho más tiempo los países del área 
        han de aceptar que la Argentina satisfaga su interés nacional sin 
        adoptar medidas requeridas por el interés nacional de los otros 
        países. Las estadísticas prueban hasta qué punto 
        el país ha obtenido beneficios de su comercio en el área 
        de la ALALC, en particular en el comercio de manufacturas, y si las proyecciones 
        que pueden efectuarse acerca de la evolución de este comercio son 
        las que justifican la valoración por nuestra parte del área 
        latinoamericana, también son las que explican las exigencias de 
        los otros países para obtener contrapartidas especialmente en el 
        plano de las inversiones.  Creemos que en los tres próximos años se ha de dar una 
        excelente oportunidad de reformular los proyectos de integración 
        económica de la región. La forma en que se encarará 
        la renegociación de estos proyectos, los objetivos, métodos 
        y plazos que se adoptarán, dependerán en gran parte de: 
        a) el resultado que hayan obtenido los países del Grupo Andino 
        en la aplicación del Acuerdo de Cartagena, y b) la situación 
        de los países latinoamericanos en el contexto económico 
        internacional, y en especial, de las negociaciones encaradas para obtener 
        acceso a los mercados de los países industrial izados. Pero puede 
        preverse que el peligro del acentuamiento de la dependencia económica 
        externa será el principal factor que impulsará a los países 
        a buscar en la región un apoyo sólido. En tal sentido, el 
        llamado "nacionalismo latinoamericano" puede ser el común 
        denominador del cual partir en el replanteo de las relaciones económicas 
        y políticas de la región.  En este replanteo de los proyectos de integración económica, 
        y en general en la formulación de su política hacia América 
        Latina, nuestro país, al aceptar desarrollar en el área 
        una política agresiva y constructiva de liderazgo, deberá 
        buscar: a) maximizar las posibilidades de entendimiento y de cooperación 
        entre los países del área, que derivan de una común 
        percepción de la situación de dependencia externa, y que 
        está conduciendo a algunos países a desarrollar aisladamente 
        o en conjunto (Grupo Andino) políticas nacionalistas en lo económico 
        y a valorar la unidad externa de la región; y b) minimizar las 
        posibilidades de. conflicto derivadas de la heterogeneidad ideológica 
        de la región, de la pluralidad de regímenes políticos 
        y económicos, imponiendo reglas de juego basadas fundamentalmente 
        en la no-intervención y' en la no aceptación de ideas que 
        impliquen cambiar una dependencia externa por otra, o de transformar América 
        Latina en campo de conflicto abierto entre los Estados Unidos y los países 
        socialistas.  Es evidente que en los años 1971 y 1972 el gobierno Lanusse ha 
        encarado una apertura a la región, continuando un proceso ya iniciado 
        en ocasión del encuentro Frei-Onganía en Viña del 
        Mar en 1970. Los viajes del presidente a un grupo de países de 
        la región y la aproximación al Grupo Andino son los primeros 
        indicios de un cambio de actitud que en cierta forma ha penetrado a parte 
        del sector empresarial nacional. Podremos observar en los próximos 
        meses si ese cambio se consolida o ha sido sólo una reacción 
        a una determinada coyuntura interna y externa.  Una América Latina, organizada corno subsistema internacional 
        con reglas de juego e instituciones propias, en la que preservando su 
        identidad nacional, los países valoren: la autonomía de 
        su desarrollo económico con respecto a centros de decisión 
        extrazonales; la unidad interna y la integración como medio de 
        hacer viable su propio desarrollo nacional; la unidad externa como medio 
        de afirmar su personalidad internacional y marcar con su presencia la 
        evolución del mundo; y el pluralismo político, económico 
        y cultural dentro de un marco de respeto mutuo es, por cierto, un proyecto 
        atractivo que nuestra comunidad nacional puede proponerse realizar y aun 
        lograrlo. Así podremos demostrar al mundo que somos lo suficientemente 
        maduros como para encarar y superar nuestro subdesarrollo y el de América 
        Latina. Eso de por sí sería un signo de desarrollo.  |