|  En julio de este año, Portugal asume la Presidencia de la Unión 
        Europea. Luego, en el primer semestre del 2008, le corresponderá 
        ejercerla a Eslovenia. Y en mayo próximo tendrá lugar en 
        Lima, una nueva Cumbre entre la Unión Europea y los países 
        de América Latina y el Caribe. La última se realizó 
        el año pasado en Viena.  La periodicidad bi-anual de estas Cumbres bi-regionales no deja de tener 
        sus inconvenientes. Uno de ellos es el que acrecienta la dificultad de 
        lograr la presencia de un número suficiente de líderes políticos, 
        especialmente de los países más representativos.  En esta oportunidad, tal dificultad se reflejará en el interés 
        que puedan tener los líderes europeos de desplazarse hasta América 
        Latina. Se sabe que las prioridades de los países miembros de la 
        Unión Europea no están hoy concentradas en la región 
        latinoamericana.  Por el contrario, parece notorio que el interés por la región 
        ha ido decreciendo en la medida que la atención está concentrada 
        en otras prioridades sensibles, originadas o en el propio espacio europeo 
        (entre otras, las del tratado institucional, del acceso de Turquía 
        y de las relaciones en materia de energía con Rusia), o en las 
        relaciones con países y regiones que pueden ser percibidas como 
        más atractivas en el plano económico - claramente los casos 
        de China e India -, o como más relevantes en el plano político 
        y de la seguridad - tales los casos de Irán, del Medio Oriente 
        y de los países del Norte de África -.  Otro inconveniente que se observa es el de poder generar una agenda para 
        la Cumbre de Lima que sea capaz, no sólo de lograr el consenso 
        entre las dos regiones pero, además, de ser suficientemente atractiva 
        como para justificar la movilización de los líderes políticos, 
        especialmente de los europeos.  El país sede, en este caso Perú; los países que 
        ejercen la Presidencia temporal europea en el período precedente, 
        en este caso Alemania, Portugal y Eslovenia y, por cierto, también 
        la Comisión Europea y los representantes en Bruselas de los países 
        latinoamericanos, tienen una responsabilidad principal en asegurar que 
        la Cumbre de Lima pueda lograr un razonable éxito de convocatoria 
        y de agenda. Es temprano aún para saber si así será. 
        Pero la buena noticia es que, si se lo proponen, tienen suficiente tiempo 
        para lograrlo. Sin embargo, no parecería haberse avanzado mucho 
        en tal dirección, durante la Presidencia europea de Alemania que 
        concluye este fin de junio.  Como ocurriera en las ocasiones anteriores (Río de Janeiro, 1999; 
        Madrid, 2002; Guadalajara, 2004 y Viena, 2006 - ver antecedentes sobre 
        las relaciones entre América Latina y la Unión Europea y 
        sobre las Cumbres anteriores, así como los textos de las Declaraciones 
        y de los principales documentos oficiales de ellas resultantes, en http://ec.europa.eu/external_relations/la/index.htm#1b0 
        -), las agendas de las Cumbres bi-regionales pueden ser excesivamente 
        amplias. Ello se refleja en sus documentos finales. No necesariamente 
        incluyen una "hoja de ruta", con pasos concretos y asignación 
        de responsabilidades para asegurar el desarrollo posterior de lo acordado. 
        Como resultado de ello, los textos aprobados suelen tener poca repercusión 
        en la prensa y, por ende, en todos aquellos que no han estado directamente 
        involucrados en la respectiva Cumbre. Es un hecho que afecta las muchas 
        veces reivindicadas transparencia y efectiva participación de las 
        organizaciones de la sociedad civil. El síndrome del "circuito 
        cerrado" suele afectar también a estas Cumbres, contribuyendo 
        a su desgaste ante las opiniones públicas.  Pero aún así, bien aprovechadas, las Cumbres bi-regionales 
        pueden ser una oportunidad para que el liderazgo político europeo, 
        más allá de sus principales prioridades, preste atención 
        a la región, a sus problemas y sobre todo, a sus oportunidades. 
        Ello en la medida que ellas sean bien preparadas. Una buena preparación 
        puede requerir seminarios previos de discusión sobre la respectiva 
        Cumbre, en la que participen expertos, negociadores y, sobre todo, representantes 
        de múltiples sectores involucrados en las relaciones bi-regionales. 
        Implica, además, una página Web sobre la Cumbre, con abundante 
        y buena información, tal como suele ocurrir en otros sistemas de 
        Cumbres - por ejemplo, las del Grupo de los 8, como la realizada este 
        mes de junio en Alemania, o las que la propia Unión Europea celebra 
        periódicamente con los del Asia, en el marco de la ASEM -. De allí la importancia que tiene el que la Argentina y sus socios 
        del Mercosur contribuyan al éxito de la próxima Cumbre en 
        Lima, participando activamente en su preparación, tanto en el plano 
        político como en el técnico, lo que implica incidir en su 
        agenda con ideas constructivas que permitan dar un salto adelante en las 
        relaciones bi-regionales, así como en las negociaciones comerciales 
        en curso.  Debe suponerse que éste ha sido uno de los temas tratados por 
        el gobierno argentino, en ocasión de las recientes visitas al país 
        de los Cancilleres de Eslovenia (en el mes de mayo) y del Perú 
        (en este mes de junio).  Cabe tener en cuenta, además, que la Cumbre de Lima tendrá 
        lugar durante el período en el que a la Argentina le corresponderá 
        ejercer la Presidencia temporal del Mercosur. Ello será así, 
        salvo que antes de fin de año se completara el proceso de ratificación 
        del Protocolo de Adhesión de Venezuela al Mercosur, pendiente aún 
        de aprobación por los Congresos del Brasil y del Paraguay. En tal 
        caso, la presidencia del Mercosur la ejercería el Presidente Hugo 
        Chávez de Venezuela. Sin embargo, se observan fuertes resistencias 
        a la aprobación parlamentaria del Protocolo de Caracas, especialmente 
        en el Congreso del Brasil, tras el incidente provocado por las declaraciones 
        de Chávez, en las que dio su opinión sobre los parlamentarios 
        brasileños que le enviaran una comunicación relacionada 
        con la caducidad de la licencia a un canal de televisión comercial 
        de Venezuela. 
 Los avances efectivos en las negociaciones bi-regionales pendientes de 
        la Unión Europea con tres grupos de países de América 
        Latina, puede ser uno de los principales resultados de la Cumbre de Lima. 
        Ellas completarían el cuadro de acuerdos de asociación estratégica 
        ya concluidos con México y con Chile.
  En el caso de América Central y de la Comunidad Andina de Naciones, 
        las directivas para las negociaciones de los respectivos acuerdos de asociación 
        fueron aprobadas a fines del año pasado. En ocasión de la 
        reciente Cumbre Andina en Tarija (Bolivia), las demoradas negociaciones 
        bi-regionales fueron lanzadas formalmente, tras encontrarse una fórmula 
        de compromiso que permitiera superar las dificultades planteadas por el 
        gobierno de Bolivia (ver la información respectiva en la página 
        Web de la Comunidad Andina de Naciones, www.comunidadandina.org). Incluyen 
        la aceptación de modalidades de múltiples velocidades y 
        geometría variable que pueden ser un precedente para el caso del 
        Mercosur.  Recientemente se ha manifestado la intención de relanzar las 
        negociaciones bi-regionales con el Mercosur, tras muchos meses de parálisis. 
        Se supone que ello ocurrirá en el segundo semestre de este año. 
        Ello abre la posibilidad que puedan concluirse antes o en ocasión 
        de la Cumbre de Lima. Si así fuere, indudablemente la reunión 
        tendría un impacto político muy superior a si sólo 
        se pudiera concluir en tal ocasión, el acuerdo de asociación 
        estratégica bi-regional con Centroamérica y, eventualmente, 
        con la Comunidad Andina de Naciones.  Son varias las dificultades pendientes para avanzar y concluir el acuerdo 
        bi-regional entre el Mercosur y la Unión Europea. Ellas justifican 
        el prudente escepticismo que se observa al respecto, especialmente del 
        lado europeo.  Las dificultades principales están relacionadas con los nudos 
        instalados desde el comienzo de esta negociación bi-regional, especialmente 
        los vinculados a la cuestión agrícola. Sin embargo, el que 
        tales nudos puedan finalmente desatarse, tiene mucho que ver con la suerte 
        aún incierta de las negociaciones de la Rueda Doha en la Organización 
        Mundial del Comercio (OMC).  Tras la reciente Cumbre del G8 en Alemania - ampliado para algunos temas 
        como medio ambiente y comercio, con la participación de Brasil, 
        China, India, México y Sudáfrica - y las últimas 
        reuniones de los principales grupos en torno a los cuales se están 
        desarrollando las negociaciones multilaterales - especialmente el G4, 
        que incluye a la Unión Europea, a los Estados Unidos, al Brasil 
        y la India -, sigue predominando un relativo pesimismo sobre los resultados 
        de la Rueda Doha (ver al respecto "Bridges Weekly Trade News Digest", 
        números 19, 20 y 21, mayo y junio 2007, en http://www.ictsd.org. 
       Parece definitivamente excluido un escenario ambicioso, tal como él 
        fuera diseñado al lanzarse en el 2001, en Doha, las actuales negociaciones. 
        Parecería en cambio, haber voluntad política de evitar un 
        fracaso abierto o la prolongación de las negociaciones por varios 
        años más. Si así fuere, un resultado intermedio que 
        abriera la puerta a futuras negociaciones, probablemente con modalidades 
        diferentes a las que han caracterizado hasta el presente las negociaciones 
        comerciales multilaterales globales, parecería ser por el momento 
        lo mejor que podría alcanzarse. Al menos, tal resultado modesto 
        - sería calificado de "light", por los medios de comunicación 
        y por los especialistas -, tendría la virtud de preservar al sistema 
        global multilateral de comercio articulado en torno a la OMC. No es, por 
        cierto, una virtud menor, frente a la alternativa de una proliferación 
        de acuerdos comerciales preferenciales, carentes de un marco de disciplinas 
        colectivas que puedan ser apreciadas por el mecanismo de solución 
        de controversias. La Argentina y sus empresas, han podido apreciar en 
        los últimos tiempos el valor práctico de tal mecanismo de 
        solución de controversias.  En cualquiera de estos escenarios, es probable que la atención 
        del Mercosur se concentre en adelante en concluir las negociaciones bi-regionales. 
        Así lo ha señalado el Canciller Celso Amorim en vísperas 
        de la reunión del G4 en Postdam, iniciada el 19 de junio (ver al 
        respecto, la nota de Sergio Leo, en Valor Econômico, del 18 de junio 
        2007).  Sin embargo, otras dificultades para avanzar en la demorada negociación 
        bi-regional, están relacionadas con la imagen que hoy tiene el 
        Mercosur en Europa. Existe por un lado, la impresión que el Mercosur 
        está estancado y que sus países miembros no logran traducir 
        a la realidad su objetivo de consolidar el instrumento de la unión 
        aduanera (ver al respecto la nota de Claudia Trevisan, titulada "Europa 
        vê Mercosul sem voz única e fragmentado", elaborada 
        en base a una exposición efectuada en Sâo Paulo, por Karl 
        Falkenberg, negociador comercial de la Comisión Europea, y publicada 
        en Folha de Sâo Paulo, el 2 de junio de 2007). También se 
        observan interrogantes sobre los alcances de la participación de 
        Venezuela en el Mercosur, por no haberse logrado aún la ratificación 
        del Protocolo de Caracas por parte de Brasil y de Paraguay, y por no haberse 
        concluido la negociación sobre las modalidades de su incorporación 
        efectiva a la unión aduanera, tanto en su componente de liberación 
        comercial como en el del arancel externo común. Lo acordado en 
        ocasión de la última reunión del Consejo del Mercosur, 
        realizada en el mes de mayo en Asunción, pone de manifiesto que 
        es mucho lo que hay que negociar aún para lograr la plena incorporación 
        de Venezuela a la unión aduanera.  A su vez, los recientes desarrollos políticos en Venezuela, especialmente 
        tras la caducidad de la licencia de un canal de televisión comercial 
        identificado como opositor al gobierno, han generado reacciones en sectores 
        políticos europeos y en sus opiniones públicas, las que 
        no contribuyen a fortalecer la imagen alicaída del Mercosur. Debe 
        tenerse en cuenta al respecto, la fuerte sensibilidad que existe en Europa 
        sobre la cuestión de la vigencia de la democracia y de la libertad 
        de expresión, en parte como reflejo de su propio pasado histórico, 
        pero también por el hecho que en el espacio europeo y en su entorno 
        inmediato - por ejemplo Rusia - se observan tendencias que no son necesariamente 
        relacionadas por los europeos como favorables a las ideas de democracia 
        y sociedades abiertas. Tengamos en cuenta que desde sus orígenes 
        la negociación bi-regional con el Mercosur, estuvo centrada en 
        la idea de una alianza de democracias interesadas, a su vez, en fortalecer 
        el sistema internacional multilateral.  De allí que los europeos observarán con atención 
        los resultados concretos que se logren en la próxima Cumbre del 
        Mercosur a realizarse los días 26 y 27 de junio en Asunción. 
        Puede suponerse que, en particular, les interesará ver cómo 
        se prevé completar el proceso de incorporación de Venezuela 
        a la unión aduanera y por ende, al propio Mercosur, y también 
        cómo se encararán los cuestionamientos pendientes originados 
        en Paraguay y Uruguay en relación a las asimetrías económicas 
        dentro del Mercosur.  El que la Comisión Europea haya propuesto destacar al Brasil 
        como socio estratégico de la Unión Europea y el hecho que 
        se realizará en Lisboa, el próximo 4 de julio, la primera 
        Cumbre Unión Europea-Brasil - además de un importante foro 
        empresario bilateral -, sin perjuicio que pueda ser o no una iniciativa 
        criticable (ver al respecto nuestro artículo "El futuro incierto 
        de una negociación bi-regional", publicado en El Cronista, 
        del 12 de junio de 2007) abre la posibilidad que el Brasil pueda eventualmente 
        desempeñar un papel de facilitación del acuerdo bi-regional 
        pendiente.  Tanto en la Unión Europea como en el Brasil, se ha destacado que 
        esa es precisamente una de las razones que ha conducido al planteamiento 
        privilegiado con respecto a los otros socios del Mercosur. Será 
        ese, sin duda, uno de los temas sobre los que se deberá conversar 
        en la próxima Cumbre del Mercosur en Asunción, precisamente 
        por realizarse pocos días antes de la mencionada Cumbre de Lisboa. Quizás ha llegado el momento de instalar nuevos enfoques sobre 
        las relaciones y las negociaciones bi-regionales entre el Mercosur y la 
        Unión Europea. El precedente del enfoque de múltiples velocidades 
        y geometría variable que ha sido instalado en la Cumbre Andina 
        de Tarija (ver al respecto los tres artículos de la Decisión 
        667, aprobada por la Comunidad Andina en Tarija, en http://www.comunidadandina.org), 
        ¿no podría ser útil también para el caso del 
        Mercosur? En todo caso, cuanto mejor se comprenda en Europa la actual realidad 
        multipolar sudamericana, con todos sus ricos matices y diversidades, y 
        el papel que puede desempeñar un Mercosur que está encarando 
        su propia metamorfosis, será más fácil instalar la 
        idea de enfoques eventualmente diferentes a los que han predominado hasta 
        el presente en las relaciones y en las negociaciones bi-regionales (ver 
        al respecto nuestros artículos: "Presidencia alemana de la 
        UE y el Mercosur", en la revista Diálogo Político, 
        de la Fundación Konrad Adenauer, 1/2007, y "La integración 
        latinoamericana y el Mercosur en un mundo de opciones múltiples 
        y no excluyentes", en el Anuario Iberoamericano - 2007, del Real 
        Instituto Elcano-EFE, Madrid 2007).  Lo importante parece ser encontrar nuevas avenidas de cooperación 
        entre ambas regiones - incluyendo cuestiones de energía, innovación 
        tecnológica y competitividad, y medio ambiente - y lograr concluir 
        antes o en Lima, un acuerdo de asociación bi-regional que pueda 
        ser considerado de una nueva generación. Una idea al respecto, podría consistir en desdoblar, por un lado, 
        el componente "asociación estratégica bi-regional", 
        que incluiría el diálogo político, la cooperación 
        económica y todos los aspectos no preferenciales de las relaciones 
        en materia de comercio e inversiones y, por el otro, el de las negociaciones 
        comerciales con formato de zonas de libre comercio - en el sentido del 
        artículo XXIV del GATT-1994 -. Estas últimas podrían 
        eventualmente concluirse, en una primera etapa, a través de acuerdos 
        celebrados - dentro del marco común de la asociación estratégica 
        bi-regional - con los países del Mercosur interesados, incluyendo 
        cláusulas con vasos comunicantes entre ellos y de convergencia 
        dentro de un plazo determinado. Implicaría del lado del Mercosur, 
        por cierto, la flexibilización formal del instrumento de la unión 
        aduanera, especialmente en lo que se relaciona al arancel externo común. 
        Tal flexibilización debería efectuarse dentro de los límites 
        - amplios por cierto - del mencionado artículo XXIV, en su párrafo 
        8. Es una flexibilización, por lo demás, que permitiría 
        también abordar otras cuestiones pendientes en la construcción 
        del Mercosur, tales como las planteadas por Paraguay y Uruguay.  Facilitaría además una mayor participación de Chile 
        en el Mercosur, en base a la fuerte integración que su economía 
        ya tiene con las de, en particular, Argentina y Brasil. El retorno de 
        Chile a la Comunidad Andina de Naciones, formalizado en la Cumbre de Tarija 
        (ver el texto de la Decisión 666 de la Comunidad Andina de Naciones, 
        así como el discurso pronunciado en Tarija por la Presidente de 
        Chile, en la citada página Web de la CAN), abre las puertas para 
        su papel privilegiado en la construcción de puentes con el Mercosur 
        y con la propia Unión Europea. |