| Periódicamente se instala en los medios de comunicación 
        la cuestión de una competencia entre gobiernos de países 
        latinoamericanos por ejercer un liderazgo en la región, especialmente 
        a través de visitas presidenciales. En estas semanas, por ejemplo, 
        fue noticia el hecho que los viajes respectivos de los Presidentes Lula 
        da Silva  a México y países de Centroamérica 
        y del Caribe  y Hugo Chávez  a la Argentina y otros 
        países sudamericanos -, pudieran ser visualizados como parte de 
        una sorda puja de ambos líderes  y de sus respectivos países 
        - por el liderazgo de la región. Incluso se instaló la idea 
        de que en un caso se esgrimía a los bio-combustibles como un instrumento 
        de tal liderazgo y, en el otro, al petróleo y el gas.  En parte el que la cuestión sea noticia refleja el hecho que, 
        en forma creciente, el ejercer un liderazgo regional expresado en visitas 
        presidenciales  o el aparentar ejercerlo  es útil para 
        la imagen del respectivo lider político en su propio frente interno. 
        El viaje se inserta, en tal caso, en lo que puede denominarse la diplomacia 
        mediática  capítulo de creciente importancia en la 
        tendencia generalizada a la política mediática -, en la 
        que un objetivo no secundario suelen ser los titulares de los diarios 
        del propio país. A veces, incluso, se concluyen acuerdos que se 
        califican como históricos y que, sin embargo, sus textos 
        no se pueden encontrar luego en las páginas Web oficiales.   Prestigio interno es entonces uno de los efectos que los líderes 
        procuran con sus visitas a otros países, incluyendo los de la propia 
        región. Por cierto que los viajes de los Presidentes a países 
        de la región no pueden explicarse sólo por tal motivo. En 
        general son una modalidad útil de conocimiento personal entre los 
        líderes, contribuyendo a diseminar la imagen de un país 
        y de su potencial económico, así como a crear condiciones 
        para acrecentar el intercambio recíproco y presentar las oportunidades 
        de negocios que se pueden generar.   Una visita presidencial bien preparada, en la que el Presidente viaja 
        acompañado por empresarios  como fue el caso del antes mencionado 
        viaje del Presidente del Brasil  y en la que sus resultados pueden 
        ser consultados  al menos en cuanto a los acuerdos firmados  
        en las páginas Web oficiales del respectivo gobierno, por cierto 
        que es algo que puede ser muy positivo para la inserción internacional 
        de un país y de sus empresas.  En algunos casos, un país puede visualizar el ejercicio de un 
        liderazgo  o al menos la imagen de que efectivamente se ejerce  
        como un medio a fin de ganar presencia y prestigio ante terceros países 
        con intereses en la región, especialmente ante los Estados Unidos, 
        la Unión Europea y, crecientemente, China. Esta motivación 
        a veces suele ser mayor en aquellos diplomáticos profesionales 
        más preocupados  incluso por prestigio propio  en lograr 
        triunfos para su país, como podría ser, por ejemplo, el 
        que se alcanzare la condición de miembro permanente en una eventual 
        reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.   Otra motivación puede relacionarse con la necesidad de instalar 
        ante esos países, la idea de que un país puede constituir 
        una especie de ancla para la estabilidad política de la región 
        y, como tal, ejercer una influencia eventualmente decisiva para la resolución 
        de conflictos entre vecinos, o para contribuir a solucionar aquellos internos 
        que pueden desestabilizar un sistema democrático o conducir a una 
        guerra civil.  Quizás la expresión que más ilustra sobre lo que 
        significa para un país ser considerado lider en una región, 
        es aquella que donde se inclina ese país, se inclinará toda 
        la región a la que pertenece.  En todo caso y sin perjuicio que la cuestión del liderazgo de 
        países en una región pudiera estar sobredimensionada, o 
        por motivaciones de política interna o por una visión casi 
        deportiva de la política internacional -que a veces predomina en 
        medios de comunicación -, resulta útil plantear algunos 
        interrogantes sobre su validez para entender la dinámica actual 
        del espacio geográfico regional sudamericano. El apreciar la política 
        regional sólo en términos de competencia por liderazgos, 
        puede conducir a errores de evaluación sobre su real significado 
        práctico.  El grado de complejidad del análisis se acrecentaría demasiado 
        si se pretendiera abarcar también América Latina como región 
        diferenciada y con dinámica propia al menos desde el punto 
        de vista político y económico, ya que distinta sería 
        la cuestión si se la enfocara en el plano de lo cultural -, más 
        allá de la que pueda reflejarse en la participación en determinados 
        organismos internacionales, como es el caso notorio de las Naciones Unidas. 
        De allí que en esta oportunidad este análisis esté 
        limitado a América del Sur, que por lo demás parece ser 
        lo más relevante para la Argentina.  Respecto entonces a la cuestión del liderazgo regional en América 
        del Sur, los interrogantes pueden plantearse por lo menos en tres planos. 
        El primero plano se refiere a cuáles son algunos de los factores 
        que explican la relevancia que el espacio geográfico sudamericano 
        ha adquirido en los últimos tiempos, especialmente en la perspectiva 
        de las agendas nacionales y externas de los países de esta región. 
        Son factores que operan sobre un trasfondo histórico en el que 
        las relaciones con el contexto contiguo sudamericano  entendido 
        básicamente como los países vecinos, que para 
        Brasil es casi toda América del Sur -, ocupó siempre un 
        lugar relevante en las agendas externas de cada país de la región, 
        a veces tan o más importante que sus relaciones con potencias centrales. 
        Lo ha sido sobre todo, en términos de afirmación territorial 
        y de seguridad  cuando las hubo, las guerras eran entre vecinos 
        - pero también, comenzado el proceso de industrialización 
        al promediar el siglo pasado, en términos de mercados para productos 
        manufacturados.   En las últimas décadas la conectividad entre los sistemas 
        políticos y económicos de los países sudamericanos 
        se ha acrecentado, en parte como consecuencia de los procesos de integración 
        económica y, en años más recientes, como consecuencia 
        del factor energía y, crecientemente, del narcotráfico y 
        del crimen organizado. Con epicentro en el sur de América del Sur 
         los países del Mercosur y Chile -, se han desarrollado redes 
        de producción y comercio, con su consiguiente impacto en las redes 
        de transporte y de logística. Y con un alcance de casi todo el 
        espacio geográfico sudamericano, se están desarrollando 
        ahora redes de interconexión eléctrica y, especialmente, 
        de suministro de hidrocarburos. El petróleo y el gas, en particular, 
        ha comenzado a dominar la agenda de la interdependencia económica 
        sudamericana  pero con claras implicancias geopolíticas - 
        con el creciente protagonismo de países como Venezuela, Bolivia 
        y también Ecuador.   Y el potencial de producción de alimentos, de bio-combustibles 
        y de minerales, fuertemente demandados por economías emergentes 
        como China e India, contribuye además a acrecentar el interés 
        de países extra-regionales en la región en su conjunto y 
        a diversificar los orígenes de la inversión directa extranjera 
        (se puede mencionar como ejemplo reciente, la firma del contrato entre 
        el gobierno de Bolivia y la Jindal Steel and Power, de la India, para 
        una inversión de 2.100 millones de dólares, para la explotación 
        de la mina del Mutún, próxima a la Hidrovía Paraguay-Paraná. 
        Ver al respecto, la nota titulada Bolivia lands $2bn deal to exploit 
        iron ore deposit, en el diario Financial Times, del 20 de julio 
        2007, página 3). Todo ello está generando un fuerte dinamismo 
        en las relaciones entre los países de la región sudamericana.  El segundo plano en el que cabe plantear interrogantes, se refiere a 
        si la configuración del poder relativo en este espacio geográfico 
        regional permite imaginar que un solo país pueda ejercer un liderazgo 
        individual decisivo, sea en lo político o en lo económico.  En tal sentido, todo indica que el espacio sudamericano  en buena 
        medida por el factor energía, pero también por razones geopolíticas 
         se está tornando crecientemente multipolar. Ello implica 
        que ningún país, ni siquiera el más grande que indudablemente 
        es el Brasil, puede por sí sólo incidir, sea en la construcción 
        de una región dominada en el plano político y en el económico, 
        por la lógica de la cooperación e integración en 
        lugar de la del conflicto, sea en la solución de los eventuales 
        conflictos que afecten la estabilidad política de la región. 
        El liderazgo en tal caso, tendría que ser colectivo a fin de aspirar 
        a ser eficaz. Y tiene que, especialmente, traducirse en la capacidad de 
        desarrollar bienes públicos  instituciones y reglas - que 
        contribuyan a la gobernabilidad del espacio regional.  Y, finalmente, el tercer plano se refiere a aquellas principales cuestiones 
        de la agenda sudamericana de los próximos años, en relación 
        a las cuales puede ser más necesario ejercer un liderazgo en la 
        región y al tipo de liderazgo que la realidad regional puede demandar.  Precisamente, son las cuestiones de la gobernabilidad del espacio geográfico 
        regional las que más requieren de respuestas que permitan, a la 
        vez, neutralizar los efectos de fuerzas centrífugas, asegurando 
        el predominio de la paz y la estabilidad democrática, así 
        como la creciente conexión entre los respectivos mercados.  En un espacio geográfico sudamericano crecientemente interdependiente 
        y en el que han aflorado en los últimos tiempos nuevos factores 
        de eventuales fracturas, que pueden alimentar las tendencias a la fragmentación, 
        la construcción de instituciones que configuren bienes públicos 
        regionales, es una demanda aún no satisfecha.  Los factores que impulsan a la fragmentación regional, pueden 
        estar vinculados a la competencia por las fuentes de energía, y 
        también a consecuencias de fracturas sociales internas de países 
        vecinos, combinadas con distintas modalidades de redes de crimen organizado. 
        En otros casos pueden resultar de emergentes disonancias conceptuales 
        e ideológicas. Y también subsisten potenciales fuerzas centrífugas 
        provenientes de la historia, esto es heridas no cerradas de viejos conflictos 
        territoriales.   Aquí la comparación con el espacio geográfico regional 
        europeo  también muy conectado y multipolar  permite 
        extraer algunas conclusiones interesantes. Hoy la Unión Europea, 
        tras las recientes ampliaciones, cubre en su extensión la casi 
        totalidad del espacio europeo. Su actual nivel de gobernabilidad, se ha 
        logrado a través de la construcción gradual de una densa 
        red institucional que ha alcanzado un fuerte grado de desarrollo y estabilidad. 
        No es, sin embargo, garantía de irreversibilidad hacia el tipo 
        de relaciones signadas por el conflicto y las guerras, que predominó 
        durante siglos en Europa y que se comenzó a superar en los años 
        cincuenta del siglo pasado, precisamente con el proceso de integración. 
        Ha sido una construcción favorecida en sus momentos fundacionales, 
        por factores externos  especialmente el papel de los Estados Unidos 
        y la percepción de amenazas soviéticas -. Pero también 
        fue impulsada por liderazgos colectivos, que promovieron y sustentaron, 
        el desarrollo de instituciones y reglas comunes que han configurado bienes 
        públicos regionales valiosos para la paz, la estabilidad política 
        democrática y la modernización económica.  Nada con alcance similar existe aún en el espacio geográfico 
        regional sudamericano. Las instituciones de integración  
        comparadas con las europeas  están fragmentadas y son embrionarias. 
        La idea de una Comunidad Sudamericana de Naciones  ahora denominada 
        UNASUR  no ha terminado aún de concretarse.  Es en tal perspectiva que cabe colocar la visualización del futuro 
        del Mercosur. Fue concebido en su momento fundacional y aún puede 
        ser, una especie de núcleo duro de la gobernabilidad del espacio 
        sudamericano, asentado sobre la relación especial entre la Argentina 
        y el Brasil. Es decir, que su razón de ser y su sentido político 
        ha trascendido siempre y trasciende aún, a su natural contenido 
        económico.   Siendo así, la debilidad institucional del Mercosur es preocupante. 
        Sus reglas de juego siguen teniendo déficit de calidad, y muchas 
        veces son insuficientes para captar las nuevas realidades de la competencia 
        económica regional y global. En parte puede estar reflejando procesos 
        de creación normativa que también son deficientes. Quizás 
        contribuye a ello el hecho que no exista un órgano que asegure 
        una visión de conjunto, que pueda aportar una opinión técnica 
        independiente que facilite la necesaria concertación de intereses 
        nacionales entre los países socios y que, en particular, contribuya 
        a proteger los intereses de los socios de menor dimensión.   También se observan insuficiencias en el desarrollo de un mecanismo 
        eficaz de solución de controversias entre los socios. El Protocolo 
        de Olivos tuvo como finalidad perfeccionar lo existente a partir del Protocolo 
        de Brasilia.   Pero recientes incumplimientos de laudos del Tribunal Permanente de 
        Revisión que funciona en Asunción (ver el artículo 
        de Emilio Cárdenas, Un revés en el Mercosur, 
        en el diario La Nación, del 11 de agosto de 2007, página 
        37; y también el de Alfredo López Bravo, El reciente 
        laudo del Tribunal Permanente de Justicia del Mercosur, en el Newsletter 
        Mercosur ABC, año 2, número 157, del jueves 9 de agosto 
        de 2007, en http://www.mercosurabc.com.ar/vista_newsletter.asp) 
        e, incluso, las diferencias que han aflorado entre este órgano 
        y los órganos de decisión política del Mercosur, 
        con respecto a la designación de su Secretario, no podrían 
        considerarse una tendencia en la buena dirección (ver al respecto 
        los pronunciamientos del Tribunal Permanente de Revisión, en sus 
        Resoluciones nº 1 del 8 de junio de 2007 y nº 2 del 9 de julio 
        de 2007). |