| Prever el futuro no es simple.  Más aún cuando la realidad internacional se ha vuelto muy dinámica y confusa.  Predominan las incertidumbres y saber administrarlas es un arte cada vez más  necesario, tanto en el plano de las políticas exteriores como en el del  comercio y los negocios internacionales.Detectar hechos cargados de  futuro permite mejor navegar las incertidumbres. Implica reconocer que la  aventura humana puede ser calculada (ver al respecto MASSÉ Pierre, “Le Plan ou l’anti-hasard”, Collection Idées,  Gallimard, Paris 1965).
  Captar a tiempo fuerzas  profundas que inciden en los desplazamientos de poder relativo y de ventajas  competitivas entre naciones, parece ser una condición fundamental para que un  país y sus empresas, puedan mejor posicionarse ante nuevas realidades. Y es, en  especial, una condición necesaria para la eficacia de la política exterior de  la Argentina y para la estrategia internacional de las empresas del país.  Tres hechos, producidos casi  simultáneamente en los primeros días de este mes de noviembre, están indicando  tendencias que requieren atención en el escenario sudamericano. El primero es  el episodio que ocurriera en la reciente Cumbre Iberoamericana en Santiago de  Chile. El segundo es el descubrimiento de un nuevo yacimiento de petróleo en el  Brasil. Y el tercero es el de la probable próxima entrada en vigencia del  Tratado de Libre Comercio entre el Perú y los Estados Unidos.  Son hechos que contribuyen a poner  en evidencia la existencia en la región de una creciente diversidad de  políticas y estilos, de un alcance multipolar del mapa energético, y de una tendencia  a la inserción diferenciada de cada país en el sistema comercial internacional.  El primer hecho tuvo lugar  en ocasión de la Cumbre Iberoamericana realizada en Santiago de Chile entre el  8 y 10 de noviembre de 2007. Fue objeto de una cuidadosa preparación y abordó  un tema central para los países del espacio iberoamericano, cual es el de la  cohesión social. Puso en evidencia la diversidad de enfoques existentes, pero  también la capacidad de articular consensos. Es una diversidad que puede estar  indicando un grado de disonancia conceptual e incluso ideológica en la región. Puede  dificultar en el futuro la construcción de consensos efectivos. Es un aspecto  que ha sido muy mencionado en los análisis y comentarios que se publicaron en  los días siguientes a la conclusión de la reunión. La Cumbre de Santiago concluyó con una Declaración  y con un Plan de Acción (www.segib.org),  que constituye una hoja de ruta para articular trabajos conjuntos en un espacio  iberoamericano, de trascendencia histórica y cultural, pero también política y  económica. Ha sido una Cumbre que ha permitido destacar, una vez más, la especificidad  de la dimensión iberoamericana, especialmente en sus raíces históricas  colocadas en la perspectiva de las realidades actuales y de la próxima  conmemoración de los dos siglos de vida como naciones independientes. También  se destacaron cuestiones bilaterales de la Argentina con algunos de los países  participantes, especialmente en las relaciones con el Uruguay y con la propia  España. Esto es inevitable en todas las Cumbres Presidenciales.  Pero además, ha permitido poner de relieve la importancia de una de las cuestiones  pendientes en la agenda de los países iberoamericanos, cual es la de la  cohesión social en todas sus posibles concepciones y desdoblamientos.  En realidad, por distintas razones y con distintas intensidades, la  cuestión social es hoy algo que domina la agenda de la mayoría de los países en  el mundo, incluso algunos de los más industrializados. Ha sido acentuada por  los efectos ambivalentes de la globalización y por la percepción de una  distribución crecientemente desigual de sus potenciales beneficios. Por ello, volverá  a ser un tema central en la próxima Cumbre entre la Unión Europea y los países  de América Latina y el Caribe, a celebrarse en Lima en mayo de 2008.  Sin embargo, la  repercusión pública que tuvo la Cumbre de Santiago estuvo dominada no por su  cuestión sustantiva, pero sí por el notorio incidente diplomático originado por  intervenciones de algunos de los Jefes de Estado presentes, especialmente por  el Presidente venezolano, que expusieron al Rey de España a una situación de  claro impacto para su prestigio y el de la monarquía – en un frente político  interno caldeado como es el de una España camino hacia próximas elecciones -.  La repercusión internacional y en los propios países involucrados –  especialmente España y Venezuela – indica que es un episodio que ha dejado  huellas.  Es un episodio que exterioriza  diferencias de fondo y de estilo entre países de la región. Ayuda a tomar  conciencia sobre la necesidad de prever reglas de juego, que eviten en el  futuro exponer a los Jefes de Estado a situaciones políticamente embarazosas.  Sin caer en formalismos que alejarían a las Cumbres de la ciudadanía, parece  conveniente que se extraigan lecciones de situaciones que a nadie le conviene  que se repitan en el futuro. Cómo hacerlo es un tema que habrá que debatir.   Pero un problema es que este episodio incluso  podría ser utilizado como argumento contrario a la conveniencia de realizar  este tipo de Cumbres. Incluso, la mencionada Cumbre Euro-Latinoamericana de  Lima, podría verse afectada en la participación de líderes políticos europeos  como consecuencia de lo ocurrido en Santiago. Un dato no menor al respecto, tras  lo ocurrido en Santiago, es que si antes de fin de año se aprobara en Brasil y  Paraguay el ingreso de Venezuela al Mercosur, su Presidencia temporal estaría  en el primer semestre del 2008 a cargo del Presidente Chávez. Las Cumbres Presidenciales pueden tener defectos.  Pero bien preparadas, como fue la de Santiago, constituyen un foro útil para la  identidad de espacios internacionales como, entre otros, el iberoamericano, el  de América del Sur, el Euro-Latinoamericano y el Hemisférico. Si son  fructíferas, sirven para señalizar derroteros futuros. Contribuyen al diálogo y  conocimiento recíproco entre los líderes políticos que participan.  En los últimos años han  proliferado. Y ello ha generado un cierto desgaste. Ha contribuido el hecho que  no siempre ellas estén bien preparadas. Los Presidentes quedan expuestos  entonces a debatir agendas y declaraciones reiterativas, o a episodios de  fuerte repercusión mediática, como ya ocurriera en ocasión de la anterior  Cumbre Euro-Latinoamericana en Viena el año 2006. Puede ser conveniente reducir la frecuencia de las  distintas Cumbres Presidenciales y asegurar que se preparen con pericia. Además,  parecería obvio que todos sus protagonistas deben reconocer reglas de juego  elementales. Pero si no se realizaran, nuestro país perdería un instrumento de  su política externa que, si se sabe aprovechar puede ser útil a sus intereses  nacionales.  El segundo hecho lo constituye  el anuncio el 8 de noviembre del reciente descubrimiento de un importante  yacimiento de petróleo en el Brasil. Si bien aún es incierto su real potencial,  se estima que el yacimiento del Tupi, situado en la cuenca de Santos en aguas  profundas – mil a dos mil metros bajo el lecho marino - frente a las costas del  país, pueda contener entre 5 mil y 8 mil millones de barriles de petróleo.  Muchas serán las dificultades  a superar para la explotación del nuevo yacimiento. La magnitud de las  inversiones necesarias la da el hecho que el primer pozo de prueba costo más de  200 millones de dólares. Sus repercusiones en el abastecimiento del país y su  potencial de exportación llevarán aún algunos años en concretarse. Pero se  estima que en unos cinco años el Brasil podría superar a México y a Canadá en  sus reservas de petróleo, y quedaría en el Hemisferio sólo después de Estados  Unidos y de Venezuela. Y además se afirma la idea de un Atlántico Sur rico en  petróleo. Los precios que ha alcanzado el petróleo están facilitando las  cuantiosas inversiones en exploración y luego en su explotación.De hecho el descubrimiento ha  está cambiando el valor percibido sobre el Brasil en el escenario internacional  y en el sudamericano. Se acentúa la idea de un país que está llegando a su  madurez como potencia de alcance global.
  Su importancia  agro-industrial, su liderazgo en bio-combustibles, incluso la imagen de  capacidad tecnológica que simbolizan los aviones de Embraer, sumado a su  capacidad industrial y a la dimensión de su mercado interno, a su protagonismo  en las negociaciones comerciales internacionales, han contribuido a  consolidar la percepción de que el Brasil finalmente  estaría alcanzado su tan proclamado – y demorado – futuro.
    El tercer hecho ha sido la aprobación por la  Cámara de Representantes de los Estados Unidos, también el 8 de noviembre, del  Tratado de Libre Comercio de ese país con el Perú, con 285 votos a favor y 132  en contra (ver www.ustr.gov ). Ahora la  aprobación por el Senado es considerada como segura para antes de fin del año.  El gobierno de Alan García, por cierto muy  distinto en sus ideas, pero no en sus reflejos, al de su anterior encarnación,  está dando señales claras de querer capitalizar para su país las incertidumbres  que rodean, en el plano global al futuro de la Rueda Doha y, en el regional, a  la estabilidad del espacio sudamericano y al desarrollo de sus procesos de  integración económica. Fuerte por el comportamiento de su economía y de  su sector comercial externo, consciente de sus debilidades –coyunturales por  los efectos del reciente terremoto en una región clave para su sector  agro-exportador, y estructurales por sus diferencias sociales y étnicas– el  Perú está poniendo énfasis en, al menos, tres frentes de acción. Uno es precisamente el de la ratificación por el  Congreso americano del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.  El otro es la red de acuerdos de libre comercio  que está tejiendo con países miembros de la APEC. Perú ha asumido la  Presidencia de este foro y la próxima Cumbre se realizará en Lima en noviembre  de 2008. Para entonces esperan haber concluido nuevos acuerdos incluyendo el  que ahora se está negociando con China. Perú sigue al respecto el camino de Chile.  El tercero es el del espacio regional, en el que  se destaca la renovada alianza con el Brasil, y la negociación entre la  Comunidad Andina de Naciones y la Unión Europea. No es un tema menor, al menos  por dos razones. Lima será en mayo próximo la sede de la Cumbre  Euro-latinoamericana.  En Bogotá, en el mes de septiembre, se iniciaron  las negociaciones de la CAN con la UE. No serán fáciles, entre otros motivos  por el hecho que entre los miembros de la CAN las opiniones e intereses no  necesariamente coinciden, y porque la suspensión del Arancel Externo Común  agrega complejidades técnicas y políticas. Por algo Alan García ha dejado  entrever la posibilidad de encarar una negociación bilateral entre Perú y la  UE.  Sin embargo, el hecho que la UE aceptaría una  negociación en dos velocidades – esto es negociación en conjunto pero con  programas de desgravación arancelaria diferenciados – podría facilitar su  futura evolución. La próxima reunión negociadora está prevista para el 10 de  diciembre en Bruselas. Pero la iniciativa más original del  Presidente García es la del  denominado Arco del Pacífico. Involucra la idea de unir la red de acuerdos de  libre comercio entre países con “criterios similares” de la costa americana del  Pacífico. Piensa concretamente en Chile,  Perú, México, Colombia, Panamá y Canadá. Resulta  obvio el contenido político de una iniciativa que trasciende el plano del  comercio. Habrá que seguirla con atención.  |