| En nuestro Newsletter 
        del mes de junio de 2007, abordamos la cuestión de la tensión 
        recurrente entre demandas de flexibilidad en los acuerdos comerciales 
        internacionales -como en los de integración regional- y las necesarias 
        disciplinas colectivas que ellos deben tener a fin de asegurar su eficacia 
        y legitimidad social.  Recientemente, la cuestión adquirió mayor relevancia tanto 
        en las negociaciones de la Rueda Doha en la Organización Mundial 
        del Comercio (OMC) como en el propio Mercosur. De allí que entendemos 
        necesario retomar ahora nuestro análisis de esta compleja cuestión, 
        cargada de connotaciones políticas y de efectos prácticos. En el ámbito de la OMC, el colapso de la reunión ministerial 
        de Ginebra (21 al 30 de julio pasado), ha vuelto a arrojar la Rueda Doha 
        en una marca incertidumbre sobre su futuro. Salvo que aparezca un cisne 
        negro (en el sentido del conocido libro de Nassim Nichoas Taleb y como 
        ya ocurriera en el 2001, cuando precisamente los ataques del 11 de septiembre 
        crearon las condiciones políticas necesarias para el lanzamiento 
        de la Rueda en Doha, Qatar), resulta difícil imaginar en el medio 
        de un cuadro de situación de tormenta perfecta, que las negociaciones 
        comerciales multilaterales puedan ser retomadas y concluidas, al menos 
        en un corto plazo. Se descuenta por cierto que ello no podría ocurrir 
        este año, tal como era la expectativa antes de la reunión 
        de Ginebra. Pero a partir de tal constatación, se dividen las aguas 
        en la visión que sobre el futuro tienen negociadores y observadores 
        (sobre lo ocurrido en la reunión de Ginebra ver Bridges Weekly 
        Trade News Digest, volume 12, number 27, 7th August 2008, del Internacional 
        Centre for Trade and Sustainable Development, en http://www.ictsd.net; 
        ver también el Boletín Temático, Año III n.04-agosto 
        2008, del Correo Sindical Latinoamericano-FES Sindical Regional).  Los más optimistas consideran que se puede preservar lo ya avanzado 
        en las negociaciones -según esta visión, en Ginebra se estuvo 
        muy cerca de un resultado exitoso- y retomarlas tras las elecciones en 
        los Estados Unidos y en la India. Los más pesimistas en cambio, 
        visualizan un horizonte complicado para la propia OMC -pérdidas 
        de eficacia y aún de legitimidad como ámbito institucional 
        del comercio global- y, por cierto, consideran que si se vuelve a la mesa 
        de negociaciones comerciales multilaterales, tendrá que ser con 
        un formato diferente. No acreditan que puedan construirse consensos entre 
        153 países con capacidad e intereses tan disímiles, salvo 
        que se produzcan hechos políticos o económicos aún 
        imprevisibles. Unos y otros entienden que en lo inmediato se acentuará 
        la tendencia a la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales 
        y que, eventualmente, se observará un recurso mayor al mecanismo 
        de solución de controversias de la OMC (ver al respecto la entrevista 
        al Canciller Celso Amorim, en el diario Financial Times, August 4, 2008, 
        p.2). Pero no todos coinciden, sin embargo, en cuanto al grado de eficacia 
        que tales alternativas pudieran tener. Tiende a observarse un mayor consenso 
        en cuanto a que sus efectos serían negativos para la eficacia y 
        legitimidad del sistema de la OMC.  Un escenario posible y probable, sin embargo, estaría en un punto 
        intermedio entre los visualizados por los más optimistas y los 
        más pesimistas. Ni un retorno pronto a una situación de 
        normalidad negociadora en la Rueda Doha, ni un colapso que termine arrastrando 
        a la propia OMC. Lo que sí parece cierto es que se ha abierto un 
        período que podría durar como mínimo varios largos 
        meses, en el que probablemente continúen los trabajos en Ginebra 
        y en el que sería muy conveniente reflexionar sobre las causas 
        que explican que hasta el presente las negociaciones no hayan podido culminar 
        (ver entre otros, el artículo de Fredrik Erixon, "From Twin 
        Towers to Fawlty Towers: The Story of the Doha Round", ECIPE, July 
        2008, en http://www.ecipe.org 
        y el de Carlos Pérez del Castillo, "Some thoughts regarding: 
        The Doha Round - What Next", en Análisis del CURI, nro.5/08 
        del 11 de agosto de 2008, publicación del Consejo Uruguayo de Relaciones 
        Internacionales).   Hay un relativo consenso en que la historia de las negociaciones comerciales 
        multilaterales en el sistema GATT-OMC, es rica en fracasos. Ellos muchas 
        veces han sido necesarios para avanzar. El propio origen del GATT lo pone 
        en evidencia. Y también ello se observa en el camino que condujo 
        finalmente a la conclusión de la Rueda Uruguay, tras el fracaso 
        de la reunión de Montreal en 1988 - en la cual la posición 
        argentina con respecto a la cuestión agrícola tuvo un papel 
        decisivo -.   Pero se pueden identificar algunos factores concretos que contribuirían 
        a explicar que la Rueda Doha, no sólo haya quedado paralizada pero 
        que, incluso, esté cuestionada como camino para avanzar en su objetivo 
        original principal que era el del vínculo entre comercio y desarrollo.  Algunos de estos factores más resaltados por los analistas son 
        los siguientes:  
        el significativo aumento del número de países participantes 
          en las negociaciones y sus diferentes relevancias e intereses -cabe 
          destacar el hecho que unos 30 países representen hoy un 90% del 
          comercio mundial de bienes y de servicios -; 
 
la redistribución del poder en el mapa del comercio mundial 
          y, por consiguiente, en el de las negociaciones comerciales multilaterales, 
          como consecuencia del surgimiento de nuevos competidores globales con 
          aspiración a desempeñar un papel protagónico, tal 
          el caso especialmente de China e India; 
 
la incidencia de tal redistribución del poder relativo en el 
          comercio mundial de productos agrícolas, y
 
la falta de incentivos suficientes en los principales protagonistas 
          para concluir con las negociaciones, teniendo en cuenta que en la mayoría 
          de las cuestiones más sensibles -en algunos casos, vinculados 
          a los productos agrícolas y en otros, a los industriales-, los 
          beneficios tendrían efectos de largo plazo, a la vez que los 
          costos políticos internos podrían observarse en el corto 
          plazo.  Sin embargo, lo más relevante en la perspectiva del tema de nuestro 
        análisis es que una vez más, ha quedado de manifiesto que 
        la esencia de las negociaciones comerciales - tanto las multilaterales 
        globales, como las que se desarrollan en el plano bilateral o en el marco 
        de los acuerdos de integración regional -, se concentra en el tratamiento 
        de situaciones especiales y de mayor sensibilidad, por lo general originadas 
        en diferencias existentes entre y dentro de los países participantes. 
       Las excepciones a lo que se compromete, que normalmente se reflejan en 
        la letra fina de los acuerdos que se concluyen, suelen constituir la parte 
        más relevante de toda negociación comercial, por ser aquella 
        en la que los gobiernos participantes están más expuestos 
        a todo tipo de presiones en sus respectivos frentes internos. De allí que la experiencia acumulada hasta el presente por la 
        Rueda Doha, otorga sentido a propuestas orientadas a introducir mecanismos 
        que permitan captar las diferencias a través de distintos tipos 
        de flexibilidades (en tal sentido ver por ejemplo las propuestas de Dani 
        Rodrik, en "One Economics Many Recipes. Globalization, Institutions, 
        and Economic Growth", Princeton University Press, Princeton and Oxford, 
        2007, en sus capítulos 7 y 8, ps. 195 y siguientes).  La idea subyacente en este tipo de propuestas, sería precisamente 
        que es preferible institucionalizar tales flexibilidades a fin de preservar 
        las necesarias disciplinas colectivas que hacen a la eficacia de los acuerdos 
        que se logran. Las flexibilidades serían entonces condiciones necesarias 
        para la consolidación del respectivo sistema comercial, sea éste 
        el global o los regionales. La pregunta concreta sobre la cual cabe reflexionar 
        es entonces: ¿no será necesario contemplar en forma explícita 
        mecanismos de múltiples velocidades, de geometría variable 
        y con compromisos de alcance parcial, que faciliten articular los diversos 
        intereses nacionales? En el ámbito del Mercosur a su vez, recientemente la cuestión 
        del equilibrio entre razonables dosis de flexibilidades y de disciplinas 
        colectivas ha adquirido renovada relevancia. Es incluso el principal desafío 
        que tiene hacia el futuro la construcción de un regionalismo sudamericano 
        que tenga en el Mercosur uno de sus núcleos duros. Ha sido precisamente la reunión ministerial de Ginebra la que 
        ha actualizado la importancia de esta cuestión. En efecto, antes 
        de que se concluyera con un fracaso, se puso de manifiesto una diferencia 
        pronunciada entre la Argentina y el Brasil. Por un lado, el Canciller 
        Amorim apoyó la propuesta referida a los productos industriales 
        (NAMA). La Argentina su vez consideraba que no era aceptable, tanto en 
        función de sus propios intereses industriales como por entender 
        que las contrapartidas ofrecidas en el plano de la agricultura no eran 
        suficientes. El problema en este caso es que, si bien el Mercosur - a 
        diferencia de la Unión Europea - no negocia como conjunto en la 
        OMC, el hecho de tener un arancel externo común supone que lo que 
        se acepta o se rechaza, en la medida que incide en él, debe reflejar 
        la posición del conjunto de los socios.  El fracaso de la reunión de Ginebra permitió diluir los 
        efectos de esta diferencia pública entre los dos socios de mayor 
        dimensión económica del Mercosur. Pero los efectos de la 
        diferencia estuvieron presentes en la visita que el Presidente Lula efectuara 
        el 4 de agosto a Buenos Aires - acompañado de un grupo representativo 
        de empresarios brasileños, varios con inversiones significativas 
        en la Argentina -. Por cierto que estuvieron presentes en la prensa. Y 
        se supone que también en las conversaciones entre los Presidentes. 
       Pero sobre todo estuvieron presentes en un pasaje del importante discurso 
        que el Presidente Lula pronunciara en el seminario empresario que tuvo 
        lugar en oportunidad de su visita. En este pasaje se dejó instalado 
        algo significativo que requiere atención y debate. Dijo Lula - 
        en la parte improvisada de su presentación -: "
temos 
        que construir os consensos no limite do possível para andar juntos 
        no mundo, defendendo a mesma bandeira...Obviamente que sem abrir mão 
        da soberania de cada país, fazendo os acordos bilaterais que cada 
        país entenda ser melhores... a soberania dos países é 
        intocável, os interesses soberanos de cada Estado são intocáveis, 
        mas poderemos construir muitas coisas juntos...". El mensaje es claro. Trabajaremos juntos en el límite de lo posible. 
        Y son los intereses soberanos de cada país los que determinan tal 
        límite: la soberanía es intocable. Dada la ocasión 
        en que instaló esta idea y la proximidad con las disidencias entre 
        los dos socios en Ginebra sobre una cuestión fundamental, cual 
        es la de las negociaciones comerciales que comprometen al arancel externo 
        común, surgen entonces algunas preguntas:  
        si en el trabajo conjunto de los socios del Mercosur hay límites 
          basados en las respectivas soberanías nacionales ¿quién 
          y cómo se determina ese límite y, por ende, el alcance 
          de lo pactado? ¿cada país individualmente o el conjunto 
          expresándose en un marco institucional determinado?
 
los límites a lo pactado ¿surgen de reglas de juego 
          en cuya interpretación contribuyen instancias comunes independientes 
          - por ejemplo, un secretariado técnico? o, por el contrario ¿son 
          ellos la resultante de la voluntad nacional de cada país? y, 
          en tal caso
 
si la flexibilidad de posiciones en las negociaciones comerciales 
          internacionales resultan de la voluntad soberana de cada socio ¿quien 
          garantiza que el trabajo conjunto se desarrollará entonces de 
          manera de garantizar un cuadro de ganancias mutuas? Dadas las diferencias de dimensión económica, poder relativo 
        y grado de desarrollo entre los socios del Mercosur, esta cuestión 
        parecería ser esencial para el futuro de la asociación que 
        se ha establecido a partir de la firma del Tratado de Asunción. 
        Clarificarla parecería ser esencial para el interés nacional 
        de cada uno de los socios y para tener una idea más realista de 
        lo efectivamente comprometido. Pero es una cuestión que se ha actualizado por otras declaraciones 
        que conviene mencionar. Una es la de Marco Aurelio García, asesor 
        internacional del Presidente Lula, en una entrevista que le hiciera Eleonora 
        Gossman en Clarin (diario Clarin del 3 de agosto de 2008). La pregunta 
        fue formulada en los siguientes términos: "Hay quienes proponen 
        que se flexibilice el Mercosur. Es decir, que se revise la decisión 
        tomada en el 2000 de negociar en forma conjunta acuerdos de libre comercio 
        con terceros países. ¿No sería apropiado dar más 
        libertad a cada socio?" Y la respuesta fue la siguiente: "Es una antigua propuesta de algunos 
        sectores empresariales interesados en que Brasil o Argentina negocien 
        en forma separada acuerdos con Estados Unidos. Esos empresarios no tienen 
        cura porque vienen haciendo la misma propuesta desde hace mucho tiempo. 
        Brasil no quiere flexibilizar el Mercosur. Todo lo contrario. Y si no, 
        basta mirar los acuerdos firmados recientemente: el régimen para 
        la industria automotriz que ahora se extendió a todo el bloque 
        y el sistema de comercio en pesos y reales que debe entrar rápidamente 
        en vigencia". Marco Aurelio García hizo luego referencia a 
        la necesidad de retomar negociaciones con la Unión Europea y con 
        los Estados Unidos. Fue un tema también presente en el antes mencionado 
        discurso del Presidente Lula. La otra declaración es la formulada por el Embajador Elbio Roselli, 
        Director de Asuntos Económicos y del Mercosur de la Cancillería 
        del Uruguay, en el Semanario Búsqueda (no se pudo conseguir el 
        texto completo, ya que este Semanario no se vende en Buenos Aires, ni 
        tiene una página Web abierta al público). Según la 
        versión publicada en el diario La Nación, el 8 de agosto 
        de 2008, Roselli señaló que el Gobierno uruguayo pedirá 
        al Mercosur "flexibilidad" para que los socios puedan avanzar 
        a velocidades diferentes en las negociaciones de acuerdos comerciales 
        con Estados Unidos y la Unión Europea.  En realidad, las dos declaraciones estarían refiriéndose 
        a distintos tipos de flexibilidades. Ellas pueden ser muy diferentes en 
        sus alcances políticos y en sus efectos prácticos. No parece 
        conveniente confundirlas.  Un primer tipo de flexibilidad es la que permitiría a cada socio 
        realizar, si así lo deseara, negociaciones bilaterales con otros 
        países, como por ejemplo con los Estados Unidos. Fué éste 
        un tema instalado hace un tiempo por el gobierno del Uruguay ante sus 
        socios del Mercosur. Es algo que en el Brasil también se han planteado 
        sectores empresarios, cuando proponen que el Mercosur deje de ser una 
        unión aduanera y se transforme en una zona de libre comercio. Un segundo tipo de flexibilidad sería la que permitiría 
        que en una negociación del conjunto del Mercosur con, por ejemplo, 
        los Estados Unidos o la Unión Europea, se previeran mecanismos 
        de compromisos diferenciados para los socios que así lo necesitaran. 
        Precedentes al respecto podrían ser los de las negociaciones del 
        Mercosur con México, y con los países de la Comunidad Andina 
        de Naciones. Otro precedente que no involucra al Mercosur, sería 
        el de las negociaciones de los países centroamericanos con los 
        Estados Unidos o los planteamientos efectuados por países andinos 
        con respecto a sus negociaciones con la Unión Europea. Hay incluso un tercer tipo de flexibilidad, que es la que se refiere 
        a la posibilidad de que en la propia construcción de un espacio 
        de integración -o en un acuerdo comercial internacional- se contemplen 
        compromisos de diferente alcance y ritmos, entre los distintos países 
        participantes. Lo concreto es que la cuestión de situaciones diferenciadas que 
        requieran flexibilización de compromisos asumidos - en función 
        siempre de intereses nacionales - está instalada con fuerza en 
        la agenda del Mercosur. Probablemente se acentuará en la medida 
        que ante el estancamiento de la Rueda Doha, se acreciente la necesidad 
        de encarar negociaciones comerciales, especialmente con la Unión 
        Europea y con los Estados Unidos. Pero también estará presente en la agenda de la construcción 
        de un Mercosur que se articule con la de la Unión de Naciones Sudamericanas 
        (UNASUR) (ver al respecto nuestro Newsletter del mes de junio de 2008). 
        Abordar la cuestión de la flexibilidad de un acuerdo de integración 
        regional, en sus múltiples dimensiones y modalidades prácticas, 
        será por lo tanto cada vez más importante en el debate sobre 
        el futuro del Mercosur (ver al respecto las propuestas que formuláramos 
        con Fabio Giambiagi, en el artículo conjunto que publicáramos 
        con el título "Una 
        arquitectura flexible para el Mercosur" en el diario El Cronista, 
        del 11 de noviembre de 2005).  Es una cuestión que ha estado presente también en el caso 
        de la Unión Europea. Muy probablemente seguirá estándolo, 
        a la luz de las marcadas diversidades que se han acentuado en los últimos 
        años como consecuencia de la ampliación a nuevos países 
        miembros. Pero en este caso, la cuestión de la flexibilidad ha 
        estado referida fundamentalmente a la construcción interna del 
        espacio de integración regional y no a sus negociaciones con terceros 
        países. Sin embargo el rico debate que se ha producido al respecto 
        en Europa puede ser de utilidad para el necesario debate en el ámbito 
        del Mercosur y, con más razón aún, de la UNASUR (sobre 
        la cuestión de la flexibilidad en la construcción europea 
        y conceptos centrales a ella vinculados, tales como "múltiples 
        velocidades" (tiempo), "geometría variable" (espacio) 
        e "integración a la carta" (materia), ver un profundo 
        análisis, bien documentado y con una muy completa bibliografía 
        (al menos hasta el año 2002) de Alexander Stubb, "Negotiating 
        Flexibility in the European Union. Amsterdam, Nice and Beyond", Palgrave, 
        New York 2002. El autor es hoy el Canciller de Finlandia). |