| La idea de un "salto cualitativo" en las relaciones bi-regionales 
        entre la Unión Europea (UE) y los países de América 
        Latina y el Caribe (ALC), parecería ser un objetivo central de 
        la próxima Cumbre ALC-UE a realizarse el año próximo 
        en España.  Ella será precedida por la XIX Cumbre Iberoamericana a realizarse 
        en Estoril (Portugal) en el mes de noviembre próximo, la que estará 
        centrada esta vez en la importante cuestión de la innovación 
        y el conocimiento (ver http://www.segib.org/). 
       Ese salto cualitativo debería permitir adaptar un proceso bi-regional 
        con ya diez años de duración a las nuevas realidades globales 
        y regionales. El mundo, Europa y América Latina, son hoy muy diferentes 
        a lo que eran cuando se concibieron los planteos fundacionales de la asociación 
        estratégica transatlántica. Ignorar tales cambios significaría 
        profundizar un eventual camino hacia la irrelevancia del mecanismo de 
        Cumbres bi-regionales. No parece ser ello del interés estratégico 
        de ninguna de las dos regiones, especialmente en relación a sus 
        objetivos comunes de lograr el desarrollo de un multilateralismo eficaz 
        que facilite la gobernabilidad global. Más recientemente, la crisis global y las profundas transformaciones 
        que se están operando en el poder mundial - de las cuáles 
        la reciente Cumbre del grupo de los BRIC's es sólo una de las tantas 
        evidencias -, tornan ineludible adaptar los objetivos, las agendas y, 
        en especial, los métodos de trabajo de estas relaciones bi-regionales 
        transatlánticas. Corresponde hacerlo con una visión de futuro 
        - algo así como los próximos diez años - y planes 
        concretos y flexibles de acción - hojas de ruta - que tomen en 
        cuenta los cambios que también se están operando también 
        en los Estados Unidos - de los cuáles el "factor Obama" 
        es algo más que simbólico - y en las relaciones hemisféricas, 
        así como también la fuerte y creciente presencia de China 
        en los países latinoamericanos. La idea de tal salto cualitativo en la relación bi-regional transatlántica, 
        lo ha planteado en su reciente visita a América Latina, Juan Pablo 
        de Laiglesia, Secretario de Estado para Asuntos Iberoamericanos del gobierno 
        español. Concretamente señaló, en su paso por Montevideo, 
        que "el mensaje es doble: queremos aprovechar la presidencia de la 
        Unión para impulsar un salto cualitativo en las relaciones UE y 
        América Latina, tanto a nivel global, como a nivel de los grupos 
        sub-regionales latinoamericanos. También dijo que la intención 
        de España es "pasar de las declaraciones a planes de acción 
        concretos que permitan además hacer de este ejercicio de diálogo 
        entre Europa y América Latina una constante en nuestras agendas, 
        con elementos de seguimiento". Y agregó que "nos preocupa 
        hacer del diálogo algo más permanente y no sólo circunscrito 
        al momento de celebración de las Cumbres, con un plan de acción 
        que nos marque vías de actuación conjunta para el futuro" 
        (ver http://www.casamerica.es/). 
       En el mismo sentido se había pronunciado antes Benita Ferrero-Waldner, 
        la Comisaria Europea de Relaciones Exteriores, al afirmar que "la 
        próxima Cumbre Unión Europea -América Latina y Caribe 
        debería, contribuir a fortalecer el dialogo político, reflejando 
        las cuestiones más candentes para nuestra agenda bi-regional en 
        el 2010". Y agregó que "también debemos ser capaces 
        de aprovechar el tiempo que aún nos queda hasta esta Cumbre para 
        preparar un plan de acción para aprobación de nuestros Jefes 
        de Estado y de gobierno. Un plan de acción que sirviese para ejecutar 
        un proyecto de carácter aglutinador en áreas de gran impacto 
        integrador
, y en el que participen gobiernos, sociedad civil y sector 
        privado, en el marco de una Asociación biregional renovada" 
        (http://www.delnic.ec.europa.eu/es/docs/LA_general_largo_es.pdf). 
        En ambos casos, protagonistas relevantes del proceso de preparación 
        de la próxima Cumbre ALC-UE, han puesto el acento en la cuestión 
        principal de las relaciones bi-regionales tras diez años de la 
        experiencia iniciada con la primera Cumbre realizada en Río de 
        Janeiro en 1999. Más que a los objetivos y a las agendas que se 
        procuran desarrollar con esta mecánica de trabajo entre ambas regiones, 
        ella se refiere a los métodos empleados para traducir en la realidad 
        la vocación de acción conjunta.  En gran parte las dificultades que se han enfrentado y que pueden explicar 
        los magros resultados obtenidos, resultan de las diversidades y asimetrías 
        existentes entre la forma en que se organizan ambos espacios geográficos 
        regionales. Lo ha puesto de manifiesto en su reciente y bien documentado 
        libro el profesor Piero Pennetta, de la Universidad de Salerno (ver la 
        referencia en la Sección Lecturas Recomendadas de este Newsletter). 
       En efecto, una de las regiones está organizada en torno a la UE 
        y se expresa como un espacio integrado en el plano económico y, 
        crecientemente también en el político. La otra, en cambio, 
        está fragmentada en una diversidad de ámbitos institucionales, 
        algunos de los cuáles no son percibidos como sólidos y eficaces 
        - tales los casos de la Comunidad Andina de Naciones y, en cierta medida 
        también, del Mercosur - y otros, no han alcanzado aún la 
        capacidad de expresar el punto de vista conjunto de sus países 
        miembros - tal el caso de la UNASUR, cuyo tratado constitutivo, por lo 
        demás, aún no ha entrado en vigencia -.  De un lado - Europa - hay una construcción institucional relativamente 
        sólida y potencialmente irreversible, más allá de 
        las dificultades que también se confrontan, y que se manifiestan 
        especialmente en los efectos diferenciales de la actual crisis económica 
        y en las demoras en concluir el proceso iniciado con el Tratado de Lisboa. 
        Del otro lado - América Latina y el Caribe -, predominan las precariedades 
        y la dispersión en los esfuerzos de integración. Se está 
        lejos aún de haber alcanzado una relativa irreversibilidad en la 
        construcción de instituciones que permitan organizar el espacio 
        regional en torno a la lógica de la integración.  Algunos resultados pendientes en la relación bi-regional transatlántica, 
        podrán ser logrados antes o en ocasión de la Cumbre del 
        2010. Lo más probable es que se concluya el acuerdo de asociación 
        de la UE con los países de América Central. También 
        se ha avanzado en las negociaciones bilaterales de la UE con Colombia 
        y Perú, e incluso es posible que se concrete un acuerdo bilateral 
        con el Ecuador. Ellos se sumarían a los acuerdos ya concluidos 
        con Chile y con México.  Con Brasil, la UE ha concluido un acuerdo de alianza estratégica, 
        que no incluye preferencias comerciales, pero que abarca un amplio espectro 
        de acciones conjuntas, las que en su mayor parte ya estaban previstas 
        en el Acuerdo Marco de Cooperación entre la UE y el Mercosur, concluido 
        en Madrid en 1995 y aún vigente. Cabrá observar ahora cómo 
        se traduce a la realidad la agenda de trabajo delineada en su marco, teniendo 
        en cuenta que la incluida en el mencionado Acuerdo Marco no ha podido 
        ser plasmada en acciones relevantes. Y también cabrá observar 
        el impacto que esta iniciativa tendrá en el futuro en la cohesión 
        del propio Mercosur. Más allá de las reiteradas declaraciones 
        originadas tanto en Brasil como en la UE, resulta difícil entender 
        el alcance bilateral de esta alianza estratégica, tan pronto se 
        la coloca en la perspectiva del interés proclamado de fortalecer 
        al Mercosur.  Sigue en cambio sin poder concretarse el acuerdo de asociación 
        bi-regional entre la UE y el Mercosur (ver al respecto este Newsletter 
        del mes de noviembre de 2008, La 
        Rueda de Doha tras la Cumbre del G20: ¿Será suficiente el 
        oxígeno político recibido en Washington?). La razón 
        más aparente continua siendo el hecho que para concluir la negociación 
        comercial respectiva, se ha señalado que sería preciso avanzar 
        o concluir antes con la Rueda Doha. Lo cierto es que no se perciben, al 
        menos por el momento, razones que permitan hacer un pronóstico 
        optimista tanto con respecto a las negociaciones pendientes en el ámbito 
        de la OMC, como a las bi-regionales UE-Mercosur.
 Parece recomendable entonces que en el proceso preparatorio de la próxima 
        Cumbre ALC-UE, se ponga un fuerte énfasis en los métodos 
        de trabajo que se empleen para llevar adelante una nueva agenda bi-regional 
        transatlántica adaptada a los nuevos desafíos que confrontan 
        ambas regiones. En efecto, de la experiencia acumulada surge la necesidad 
        de introducir modalidades operativas que permitan preservar a través 
        del tiempo el necesario impulso político y, a la vez, adaptar las 
        hojas de ruta a los continuos cambios que seguirán observándose 
        en las realidades, tanto en el plano global como en el de cada una de 
        las regiones.
  Las cuestiones más relevantes de la agenda bi-regional están 
        trascendiendo el plano de las negociaciones comerciales preferenciales, 
        en el sentido de lo que prevén las reglas del GATT (artículo 
        XXIV). Se relacionan con algunas de las cuestiones que en el plano global 
        están requiriendo de respuestas colectivas, tales como - entre 
        otras - las relacionadas con el cambio climático y el medio ambiente; 
        la reforma de las instituciones financieras internacionales; la preservación 
        de condiciones para la integración de cadenas productivas transnacionales; 
        la seguridad alimentaria; las nuevas fuentes de energía y la seguridad 
        colectiva.  Asimismo, en la agenda de las relaciones bi-regionales deberían 
        incluirse nuevas modalidades no preferenciales que permitan intensificar 
        los flujos de comercio y de inversiones; el apoyo financiero para la concreción 
        de proyectos de infraestructura que permitan acrecentar la calidad de 
        la conexión física de los mercados, y la cooperación 
        al desarrollo de los países de menor dimensión económica 
        de América Latina. En este último aspecto, la rica experiencia 
        de cooperación de la UE con países en desarrollo, incluso 
        de la propia Europa, podría contribuir a la concreción de 
        proyectos de cooperación triangular en la que participen activamente 
        los países de mayor desarrollo de América Latina.  A fin de avanzar en la preparación de la próxima Cumbre 
        bi-regional, una idea concreta sería la de encomendar a un grupo 
        de trabajo compuesto por personalidades independientes de alto nivel - 
        especialmente con fuerte prestigio y experiencia práctica -, la 
        preparación de un informe "policy-oriented", que incluya 
        la evaluación de lo avanzado en los últimos diez años, 
        el diagnóstico de los campos de acción conjunta prioritarios 
        y, en particular, el planteamiento de sugerencias sobre los métodos 
        de trabajo que puedan resultar más eficaces para preservar el impulso 
        político de las relaciones bi-regionales, su continua adaptación 
        a las nuevas realidades y su capacidad para traducir compromisos en hechos 
        concretos.  También resulta recomendable lograr, en tal ejercicio, una fuerte 
        participación del sector empresario y de otros sectores de la sociedad 
        civil, a fin de lograr que el salto cualitativo que se procure producir 
        en la próxima Cumbre ALC-UE, tenga una amplia base de sustentación 
        y legitimidad social. Las instituciones parlamentarias regionales tendría 
        también que se objeto de una activa consulta. |