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    | VALOR DEL REGIONALISMO EN UNA NUEVA ARQUITECTURA 
      GLOBAL: Reflexiones en torno a las relaciones entre países sudamericanos 
      y la UE
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    | por Félix PeñaOctubre 2009
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    |    | ¿Es el denominado Grupo de los 20 el ámbito 
        institucional que conducirá a respuestas colectivas a problemas 
        globales que se han tornado ya evidentes, tales como el del cambio climático 
        y su vínculo con el comercio mundial?
       Después de la Cumbre de Pittsburg queda en 
        pie la cuestión de saber cuáles son los países que 
        sumados y actuando en conjunto, pueden aportar suficiente masa crítica 
        de poder para ir generando acuerdos que nutran un nuevo orden mundial 
        que sustituya al que ya ha colapsado. El número que acompañe 
        a la letra G sigue siendo un interrogante pendiente de respuesta, a fin 
        de generar un espacio político internacional que permita traducir 
        decisiones colectivas en cursos de acción efectivos. Algunos países 
        que integran hoy el G20 tienen por sí sólo suficiente poder 
        relativo. Otros pueden acrecentar su representatividad en la medida que 
        reflejen intereses de sus respectivos espacios regionales.
       En todo caso, parece oportuno reflexionar sobre el 
        papel que le cabe a regiones organizadas en la construcción de 
        una arquitectura global que sea efectiva - en términos de poder 
        aportar soluciones colectivas a problemas que son por su naturaleza globales 
        y que por su envergadura puede incluso comprometer el orden mundial o 
        alimentar tendencias a la anarquía internacional - tal como la 
        que aspira lograr el G20.
       En esta perspectiva habría que colocar la relación 
        entre dos regiones que si eventualmente concertaran sus posiciones, podrían 
        aportar mucho en términos de poder relativo y, por ende, en cuanto 
        a capacidad de contribuir a un orden mundial efectivo. Ellas son las que 
        se encontrarán nuevamente en la próxima Cumbre ALC-UE que 
        tendrá lugar en Madrid en abril del 2010.
       Algunos hechos recientes permiten enhebrar líneas para un planteamiento 
        hacia el futuro de las relaciones bi-regionales entre la UE y ALC - incluyendo 
        al Mercosur - que sea funcional a la idea estratégica de fortalecer 
        el regionalismo como forma de asegurar pautas razonables de gobernabilidad 
        global. |  
   
    | En su reciente discurso en la Asamblea General de las Naciones, el pasado 
        23 de septiembre, el Presidente Barak Obama planteó con nitidez 
        el valor que para los Estados Unidos tiene el hecho que los distintos 
        países asuman sus responsabilidades globales y regionales. Sus 
        mensajes centrales los sintetiza muy bien el diario El País de 
        Madrid en su edición del 10 de octubre, resaltando los siguientes 
        párrafos: "Aquellos que criticaban a EEUU por actuar solo 
        en el mundo, no pueden ahora hacerse a un lado y esperar a que EEUU resuelva 
        sólo los problemas del mundo... Hemos buscado, con palabras y con 
        hechos, una nueva era de compromiso con el mundo. Éste es el momento 
        en que cada uno asuma su parte de responsabilidad para una respuesta global 
        a los problemas globales
 Ninguna nación puede tratar de dominar 
        a otra. Ningún orden mundial que ponga a un país o a un 
        grupo sobre otro puede perdurar. La división entre el Norte y el 
        Sur no tiene ya sentido". A su vez, hace años, otro Presidente americano, John F.Kennedy, 
        en su discurso en la Cámara de Representantes de Irlanda, en ocasión 
        de su visita a Dublín en 1963, señaló que "los 
        problemas del mundo no pueden ser resueltos por escépticos o cínicos, 
        cuyos horizontes están limitados por las obvias realidades. Necesitamos 
        gente que pueda soñar cosas que nunca fueron y preguntarse ¿por 
        qué no?". Quizás el hecho que Barak Obama combine en la práctica 
        el enfoque que planteó en el antes mencionado discurso con una 
        actitud similar a la enunciada por Kennedy, podría contribuir a 
        explicar la decisión de otorgarle el Premio Nobel de la Paz. Como 
        han señalado analistas que al abordar tal decisión combinan 
        espíritu crítico con visión positiva, es más 
        un premio a la esperanza de paz que a la paz como resultado (ver en tal 
        sentido el comentario de Gideon Rachman "A triumph of hope over achievement", 
        el 9 de octubre, en el diario Financial Times, http://www.ft.com). 
        Y es precisamente en la esperanza como actitud de un gobernante y en el 
        acierto de los antes mencionados mensajes, donde pueden encontrarse hilos 
        conductores a la difícil tarea de lograr pautas para una razonable 
        gobernabilidad global que permita transitar con relativa paz el proceso 
        de redistribución del poder mundial que se vive en la actualidad.  Ello lleva a formular la siguiente pregunta: ¿es el denominado 
        Grupo de los 20 el ámbito institucional que conducirá a 
        respuestas colectivas para problemas globales que se han tornado ya evidentes, 
        tales como el del cambio climático y su vínculo con el comercio 
        mundial? (fue éste último el tema central del Multi-Stakeholder 
        Dialogue organizado en el IMD en Lausanne por el Evian Group con la Fundación 
        Friedrich Ebert los días 24 al 26 de septiembre). Tras la Cumbre 
        de Pittsburg, el 26 de septiembre, subsisten dudas al respecto (ver el 
        texto completo de la Declaración Final de la Cumbre en: http://www.g20.org/). 
        El hecho que no se han podido dar pasos concretos para concluir la Rueda 
        Doha (sobre el estado actual de las negociaciones en la OMC y los resultados 
        de Pittsburg, ver la publicación Bridge Weekly Review del International 
        Centre for Trade and Sustainable Development, volume 13, number 33 del 
        30 de septiembre, en http://www.ictsd.com 
        y la información incluida en la página Web de la OMC http://www.wto.org) 
        o para encaminar la próxima Conferencia de Copenhague sobre cambio 
        climático (ver información sobre la Conferencia de diciembre 
        en http://es.cop15.dk/), 
        contribuye a alimentar tales dudas.  Esta última Cumbre ha dejado en pie la cuestión de saber 
        cuáles son los países que sumados y actuando en conjunto, 
        pueden aportar suficiente masa crítica de poder para ir generando 
        acuerdos que nutran un nuevo orden mundial que sustituya al que ya ha 
        colapsado. El número que acompañe a la letra G sigue siendo 
        un interrogante pendiente de respuesta, a fin de generar un espacio político 
        internacional que permita traducir decisiones colectivas en cursos de 
        acción efectivos.   Una de las limitaciones del actual G20 puede ser precisamente el de 
        la heterogeneidad de los países participantes en términos 
        de poder real. Algunos reflejan su propia dotación de poder relativo, 
        tal los casos de los EEUU y de China, quizás incluso de Rusia e 
        India. Otros pueden legítimamente hablar en nombre de su propia 
        región con la certeza que ella suma suficiente poder relativo. Más allá de las diferencias de intereses y visiones que 
        en ellos existen, es el caso de los países que son miembros de 
        la Unión Europea (UE) - tales como Alemania, Francia y el Reino 
        Unido -, la que también está presente a través del 
        Presidente de la Comisión Europea. Otros, si bien son relevantes 
        en términos de poder relativo, a veces más potencial que 
        actual, no pueden necesariamente sostener que reflejan la opinión 
        que eventualmente prevalece en su respectiva región. Tales los 
        casos, por ejemplo de la Argentina y del Brasil, pero también los 
        de Indonesia y África del Sur.  Esta constatación conduce a reflexionar sobre el papel que le 
        cabe a regiones organizadas en la construcción de una arquitectura 
        global que sea efectiva - en términos de poder aportar soluciones 
        colectivas a problemas que son por su naturaleza globales y que por su 
        envergadura puede incluso comprometer el orden mundial o alimentar tendencias 
        a la anarquía internacional - tal como la que aspira lograr el 
        G20.  En esta perspectiva habría que colocar la relación entre 
        dos regiones que si eventualmente concertaran sus posiciones, podrían 
        aportar mucho en términos de poder relativo - al menos en algunas 
        cuestiones relevantes de la agenda global - y, por ende, en cuanto a capacidad 
        de contribuir a un orden mundial efectivo. Se trata en efecto de visualizar 
        en torno a tal posibilidad la relación entre América Latina 
        y el Caribe (ALC) - y quizás más concretamente América 
        del Sur - y la UE. Ambas regiones se encontrarán nuevamente en 
        la Cumbre de Madrid en el próximo mes de abril. ¿Saldrá 
        de allí un enfoque estratégico acorde con los desafíos 
        que a unos y otros plantean cuestiones relevantes de la agenda global 
        y no sólo de la relación bi-regional? Es una pregunta que 
        cuenta con varios meses aún a fin de construir una respuesta creíble.  Tres hechos deben destacarse en el ejercicio de procurar una respuesta 
        a tal pregunta. El primero es que los objetivos perseguidos por diez años 
        de asociación estratégica están lejos de lograrse 
        (ver al respecto este Newsletter del mes de junio pasado). La red de acuerdos 
        bi-regionales que contribuyan a la vez a la integración regional 
        en ALC y al desarrollo de un multilateralismo efectivo no se ha concretado. 
        Un eslabón central de tal red, esto es el acuerdo entre la UE y 
        el Mercosur, sigue sin poder salir de las buenas intenciones renovadas 
        periódicamente - se volverán a reunir del 4 al 6 de noviembre 
        en Lisboa -, aparentemente por el hecho que no se ha podido concluir con 
        la Rueda Doha (ver al respecto el artículo de Raúl Roccatagliata, 
        "Un consenso para seguir creciendo" en el diario Clarín 
        del 11 de octubre y también su artículo "Diálogo 
        entre el Mercosur y la UE", en la sección Economía 
        y Negocios del diario La Nación 11 de octubre, así como 
        también el video de nuestra presentación el 21 de septiembre 
        en el Institute of International and European Affaires, de Dublin en http://www.iiea.com:80/events/eu-mercosur-prospects). 
        Como se señaló antes, esta última sigue en la carpeta 
        de "asuntos pendientes" y los pronósticos no son necesariamente 
        optimistas, incluso tras la reunión ministerial informal en Nueva 
        Delhi y de la Cumbre de Pittsburg.  El documento de estrategia con respecto a ALC de la Comisión 
        Europea, presentado el 30 de septiembre, abre algunas ventanas a una visión 
        más renovadora de las relaciones bi-regionales. Es el segundo hecho 
        reciente a computar. Es interesante observar que el planteamiento de la 
        Comisión parece tomar cierta distancia con respecto a la negociación 
        de acuerdos preferenciales bi-regionales como el principal instrumento 
        de la relación con ALC. En efecto, pone el acento en las nuevas 
        cuestiones de la agenda bi-regional que no necesariamente requieren acuerdos 
        compatibles con el artículo XXIV del GATT, es decir OMC-plus (ver 
        el texto completo de la comunicación de la Comisión Europea 
        al Consejo y al Parlamento Europeo, con el título de "La Unión 
        Europea y América Latina: Una asociación de actores globales", 
        en http://ec.europa.eu/). 
        El tercer hecho reciente es la Cumbre UE-Brasil, realizada al más 
        alto nivel en Estocolmo el 6 de octubre, en el marco de la alianza estratégica 
        enhebrada entre las dos partes (ver el texto de la Declaración 
        final en la nota nº 503 del 6 de octubre en la página Web 
        de Itamaraty, http://www.mre.gov.br). Simultáneamente se realizó también en Estocolmo 
        la tercera reunión empresaria Brasil-UE, cuya agenda se encuentra 
        en: http://www.medefinternational.fr/. 
        Como resultado de esta reunión empresaria se aprobó una 
        declaración final con el título de "Building cooperation 
        for the post-crisis world" (ver http://www.cni.org.br/). 
       En la práctica, ambas reuniones parecen privilegiar la relación 
        europea con el Brasil frente a lo que se había planteado en el 
        Tratado de Madrid de 1995 como espacio de cooperación entre el 
        Mercosur y la UE, que si bien sigue vigente y que cuenta con una agenda 
        muy amplia, ésta no ha sido desarrollada hasta el presente.  Merece destacarse el siguiente párrafo de la declaración 
        empresaria, ya que pone en evidencia una intención de avanzar por 
        carriles bilaterales sobre temas que se podía suponer eran propios 
        del carril bi-regional: "Sectoral dialogues under the Strategic Partnership 
        need now to move forward and begin to deliver trade and investment opportunities 
        for companies: The EU Brazil Strategic Partnership is an important milestone 
        in our economic relations, recognizing the pre-eminent role of the bilateral 
        relationship in Latin America and acknowledging the shared economic objectives 
        for both parties. EU and Brazilian companies note with approval that steps 
        have been taken toward the establishment of regulatory dialogues on important 
        industrial sectors (steel, non-ferrous metals and minerals; forest products; 
        and textiles and clothing). Industry is ready to work with the Brazilian 
        government and the European Commission to tackle the problems of their 
        sectors. Companies now call for a recommitment to taking action on both 
        sides. In time other dialogues can be envisaged, particularly on intellectual 
        property rights, customs policy and regulations on climate change affecting 
        trade in goods and services". Uno de los supuestos de esta alianza estratégica es la capacidad 
        de liderazgo regional que el Brasil podría tener especialmente 
        en el espacio sudamericano. Una reflexión cabe al respecto. Es 
        un hecho que el Brasil - que es sin duda un país relevante - ha 
        adquirido una protagonismo global y regional y un prestigio en buena medida 
        basado en su dimensión económica - muy potenciada por aciertos 
        indudables de su política económica en los últimos 
        diez años y por sus recientes descubrimientos de una enorme riqueza 
        de hidrocarburos - y por una creciente calidad institucional que reconoce 
        su origen en los logros acumulados durante los períodos gubernamentales 
        de los Presidentes Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula 
        da Silva - (ver al respecto las notas incluidas en el suplemento Negocios 
        del diario El País de Madrid, del 11 de octubre con el título 
        "Brasil salta. El país suramericano se alza en potencia económica 
        mientras afronta el reto de erradicar la pobreza"). Con todo lo positivo 
        que ello significa, incluso para la Argentina y la región sudamericana, 
        ello no implica necesariamente que como consecuencia de su poder relativo 
        y su prestigio creciente, el Brasil pueda legítimamente sostener 
        que habla en nombre de América del Sur ni que pueda ejercer un 
        liderazgo regional indiscutido. Un reciente artículo de Julio María 
        Sanguinetti, publicado en el diario La Nación del 2 de octubre 
        con el elocuente título "Brasil y el triunfalismo", alerta 
        con razón sobre los riesgos de un "triunfalismo" que 
        conduzca a asumir tal liderazgo. Dar por sentada la calidad futura del 
        relacionamiento del Brasil con sus socios sudamericanos, incluso con la 
        Argentina, es algo no recomendable ya que podría conducir a errores 
        serios de tipo estratégico (sobre las relaciones entre la Argentina 
        y el Brasil ver el análisis de Roberto Bouzas en su artículo 
        "La Argentina, Brasil y el desafío de encontrar el rumbo perdido", 
        en la sección Enfoques del diario La Nación, del 11 de octubre).  Sumados los tres hechos antes mencionados permiten enhebrar líneas 
        para un planteamiento hacia el futuro de las relaciones bi-regionales 
        entre la UE y ALC - incluyendo al Mercosur - que sea funcional a la idea 
        estratégica de fortalecer el regionalismo como forma de asegurar 
        pautas razonables de gobernabilidad global. Es un planteamiento que debería 
        partir del reconocimiento de que la gobernabilidad regional, especialmente 
        en el espacio sudamericano, requerirá de liderazgos colectivos, 
        que precisamente pueden ser enhebrados a partir - entre otros factores 
        - del papel protagónico que estaría en condiciones de ejercer 
        el Brasil. Tal reconocimiento, a su vez, implica fortalecer la institucionalización 
        de la cooperación regional, basada en un tejido de reglas comunes 
        que efectivamente se apliquen, especialmente en el ámbito de la 
        UNASUR y del Mercosur. Es una institucionalización que puede ser 
        impulsada por acciones que desarrolle la UE en el marco de su nuevo planteamiento 
        estratégico y por la acción concertada de los socios del 
        Mercosur y de otros países relevantes de la región y, en 
        especial, de Chile. Colocada en tal perspectiva, sería conveniente 
        una acción que implique apoyarse en la alianza estratégica 
        UE-Brasil para retomar en forma activa las relaciones con el Mercosur 
        utilizando plenamente el potencial del Tratado-marco UE-Mercosur firmado 
        en Madrid en 1995, sin perjuicio de procurar concluir la negociación 
        comercial preferencial pendiente.   Si reuniones como la reciente de Estocolmo contribuyeran a ello, la 
        región suramericana estaría más condiciones de asumir 
        sus responsabilidades, en la línea de lo requerido por el Presidente 
        Obama en su antes mencionado discurso de Naciones Unidas. En tal sentido, 
        la alianza estratégica entre el Brasil y la UE, podría tener 
        un efecto de irradiación positivo en el impulso no sólo 
        de una alianza bi-regional, pero también de la propia gobernabilidad 
        regional en América del Sur. |  
   
    |  Lecturas recomendadas: 
        Aikins, Kingsley; Sands, Anita; White, Nicola, "The Global Irish 
          Making a Difference Together. A comparative review of international 
          diaspora strategies", The Ireland Funds, Dublin 2009, en http://www.irlfunds.org. 
          
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          Internacionales, Análisis del CURI nº 09/09, 16 de septiembre 
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          & Finance, Geneva 2009. |  
  
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    | Félix Peña es Director 
        del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director 
        de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la 
        Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité 
        Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). 
        Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar 
        trayectoria. |  
 
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