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    | PRESERVAR LO ESENCIAL, FLEXIBILIZAR LO METODOLÓGICO: La adaptación de la OMC, la UE y el Mercosur a nuevas realidades 
      internacionales.
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    | por Félix PeñaJunio 2011
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    |    | Se observan signos de stress en algunos de los principales 
        ámbitos institucionalizados de cooperación entre naciones, 
        tanto en el plano global como en el de los distintos espacios geográficos 
        regionales. Recientemente se han puesto en evidencia, por ejemplo, en 
        las notorias dificultades para avanzar en las negociaciones de la Rueda 
        Doha en la OMC; en la creciente inquietud sobre el futuro del euro y sobre 
        cómo continuar con la construcción de la propia UE, y en 
        las controversias comerciales que han actualizado el debate sobre el alcance 
        real de la unión aduanera y sobre la integración automotriz 
        en el Mercosur. 
       Son signos de stress que parecen resultar de una gradual ampliación 
        de la brecha, entre la realidad internacional en la que se generaron los 
        respectivos ámbitos de cooperación, incluyendo sus actuales 
        objetivos y modalidades operativas y la que se está poniendo en 
        evidencia en los últimos tiempos. En casi dos décadas han 
        cambiado profundamente las condiciones políticas y económicas 
        en las que interactúan las naciones a escala global y en las distintas 
        regiones. En cada uno de los tres casos los signos de fatiga son más 
        evidentes en el plano de la dimensión metodológica del trabajo 
        conjunto. Se manifiesta en relación a la eficacia de mecanismos 
        y reglas, y en las dificultades para obtener los resultados procurados 
        o, en su lugar, para adoptar decisiones que permitan su adaptación 
        a las nuevas realidades que se confrontan. El riesgo sin embargo es que, 
        con el tiempo, las pérdidas de eficacia terminen impactando en 
        la legitimidad del respectivo ámbito de cooperación multinacional, 
        y que comience a ser percibido por sus países miembros -o por algunos 
        de ellos- como irrelevante o como perjudicial para sus respectivos intereses 
        nacionales. En tal caso, las dificultades serían más graves 
        ya que se referirían a la dimensión existencial del trabajo 
        conjunto, es decir, a la propia razón de ser del emprendimiento 
        cooperativo entre las naciones asociadas. Superar semejante cuadro de situación requerirá de liderazgo 
        político colectivo entre los principales protagonistas, dirigido 
        a limitar los efectos de la crisis de eficacia, evitando que ellos pasen 
        del plano metodológico al existencial. Para preservar lo esencial, 
        se requerirá flexibilizar lo metodológico. |  
   
    | Algunos de los principales espacios institucionales de cooperación 
        entre naciones, tanto a nivel global como regional, presentan crecientes 
        signos de stress. De persistir sus causas en el tiempo, pueden incluso 
        ponerse en cuestión el futuro de complejas construcciones multinacionales 
        tales como la de la Organización Mundial del Comercio OMC), la 
        Unión Europea (UE) y el Mercosur. Como mínimo pueden deslizarlas 
        hacia una crisis de legitimidad y a una gradual irrelevancia. No parece 
        eso ser conveniente para el predominio de pautas razonables de la gobernabilidad 
        internacional. Tales signos se están poniendo de manifiesto en las severas dificultades 
        que confrontan las negociaciones de la Rueda Doha en la OMC, incluso en 
        su versión de mínima lanzada tras constatarse que se había 
        cerrado la "ventana de oportunidad" (ver entre otros el informe 
        de Patrick Messerlin y Erik van der Marel, citado en la Sección 
        Lecturas Recomendadas); en las incertidumbres que se plantean con respecto 
        a las condiciones políticas y macro-económicas necesarias 
        para encarar y eventualmente superar la actual crisis del euro, con sus 
        potenciales efectos en cadena sobre la propia construcción de la 
        UE (ver entre otros los artículos de Simon Kuper, de Kenneth Rogoff, 
        y de Nouriel Roubini, citados en la Sección Lecturas Recomendadas), 
        y -en otro plano y con un alcance mucho menos impactante- en la marcada 
        precariedad de las reglas del juego en el Mercosur, puesta recientemente 
        de manifiesto en relación a uno de núcleos duros del proceso 
        de integración subregional cual es el automotriz, lo que ha contribuido 
        a intensificar el debate sobre el alcance del espacio económico 
        común que se procura seguir construyendo en el Sur latinoamericano. 
       Son signos de stress que parecen resultar de una gradual ampliación 
        de la brecha entre la realidad internacional en la que tales ámbitos 
        multinacionales surgieron -o en la que se generaron algunos de sus actuales 
        objetivos y modalidades operativas- y la realidad que se está poniendo 
        en evidencia en los últimos tiempos.  Es un hecho que en las dos últimas décadas han cambiado 
        profundamente las condiciones políticas y económicas en 
        las que se mueven las naciones tanto en el plano global como en el de 
        las distintas regiones. Se ha entrado en una nueva era de las relaciones 
        internacionales en la que, por la distribución del poder real, 
        el mundo es descentrado (son muchos los protagonistas relevantes); por 
        la dinámica de las interacciones, el mundo intenso (los cambios 
        son constantes y de alta velocidad, predominando lo imprevisto, los "cisnes 
        negros" de Nassim Taleb), y por el grado de conectividad entre los 
        distintos sistemas políticos y económicos nacionales, el 
        mundo es denso (proliferan todo tipo de redes transnacionales, incluyendo 
        las de producción que han conducido a instalar el concepto de "hecho 
        en el mundo" - ver al respecto http://www.wto.org). 
       Se ha entrado en un escenario internacional que va a requerir de los 
        principales protagonistas gran flexibilidad para tejer todo tipo de alianzas 
        cruzadas y de redes que no podrían ser exclusivas ni excluyentes. 
        A simple vista aparecerá como un mundo caótico y hasta tóxico, 
        un mundo en tiempos de cólera, parangonando a Gabriel García 
        Márquez. Descubrir su lógica implícita será 
        uno de los principales desafíos, tanto para quienes aspiran a decodificar 
        la realidad como, en especial, para quienes pretenden ejercer un liderazgo 
        político a escala internacional. La antes referida brecha está afectando la capacidad de los tres 
        organismos mencionados (como también de muchos otros) para ser 
        eficaces, produciendo los resultados que de ellos se esperaba. Las dificultades 
        se plantean entonces en la dimensión metodológica del respectivo 
        espacio institucionalizado, que es la resultante de las modalidades e 
        instrumentos del trabajo conjunto empleadas por los países asociados. 
       Veamos al respecto algunas preguntas que se plantean en la actualidad 
        y que pueden contribuir a explicar el stress que se observa:  
        en el caso de la OMC, entre otras, son las siguientes: ¿cómo 
          construir entre 153 países con intereses muy diversos, el consenso 
          que se requiere para cerrar la Rueda Doha preservando la modalidad del 
          single undertaking?, ¿cómo lograr atraer la atención 
          del liderazgo político y empresarial de los principales países 
          -según sea su peso relativo en los flujos del intercambio mundial 
          de bienes y de servicios- para impulsar la adopción de las medidas 
          que se necesitan para cerrar las negociaciones -especialmente aquellas 
          con evidentes costos políticos de corto plazo y aparentes beneficios 
          de largo plazo- y todo ello en medio de calendarios electorales que 
          movilizan a ciudadanos que perciben que tienen poder y que expresan 
          un creciente mal humor e, incluso, "indignación" frente 
          a su dirigencia política?, ¿cómo explicar la adopción 
          de medidas a favor del desarrollo de otros países, cuando el 
          respectivo país confronta eventualmente una agenda de complejos 
          problemas sociales difíciles de resolver y de fuerte impacto 
          político?
 
en el caso de la UE, algunas de las preguntas son las siguientes: 
          ¿cómo preservar el euro entre países que confrontan 
          los efectos muy dispares de una profunda crisis financiera con repercusiones 
          en múltiples planos, incluyendo el político? ¿cómo 
          explicar a las respectivas opiniones públicas los costos de resolver 
          los problemas causados por lo que se percibe como la resultante de indisciplinas 
          fiscales de otros países? ¿cómo abandonar a su 
          suerte a países socios que, por lo demás, se han endeudado 
          con las instituciones financieras de algunos de los miembros más 
          pudientes de la UE?, y
 
en el caso del Mercosur: ¿cómo continuar construyendo 
          una unión aduanera o un espacio económico común, 
          en un contexto de marcadas asimetrías económicas y con 
          reglas de juego cuyo cumplimiento depende muchas veces de la voluntad 
          unilateral discrecional de cada uno de los socios? ¿cómo 
          conciliar la idea de una alianza estratégica multidimensional 
          con la percepción de una distribución inequitativa de 
          sus resultados? En los tres casos mencionados y a pesar de las profundas diferencias 
        existentes entre tales espacios institucionalizados de cooperación 
        entre naciones, en su esencia y hasta el momento, los problemas que se 
        observan son más metodológicos -cómo trabajar juntos- 
        que existenciales -porqué trabajar juntos-. El riesgo sin embargo es que, con el tiempo, los déficits de eficacia 
        terminen impactando en la legitimidad de cada uno de los ámbitos 
        multinacionales, comenzando entonces a ser percibidos por los ciudadanos 
        de los países miembros -o de algunos de ellos- como irrelevantes 
        e incluso como perjudiciales para sus respectivos intereses nacionales. 
       En este caso las dificultades serían más serias ya que 
        se referirían a la dimensión existencial del pacto de trabajo 
        conjunto entre naciones, incluyendo sus principios, sus objetivos, sus 
        principales mecanismos operativos, reglas e instrumentos. Lo que quedaría 
        cuestionado entonces es la propia razón de ser del respectivo emprendimiento 
        cooperativo entre las naciones asociadas. En ambos planos -el de la eficacia y el de la legitimidad- el problema 
        principal sería el que los asociados, o no visualicen o no puedan 
        ponerse de acuerdo en alternativas razonables que sean convenientes para 
        todos. Es decir, que no se den las condiciones políticas para seguir 
        construyendo un espacio institucionalizado de cooperación entre 
        naciones, ni tampoco para formular y concretar otras opciones viables. 
        El plan A no funciona, pero no parecería existir un plan B. Si ello ocurriera se estaría entrando en un período de 
        crisis sistémica con posibles consecuencias negativas en los objetivos 
        de gobernabilidad, sea en el plano global o en el regional. Lo que estaría 
        en juego entonces sería la preservación de las condiciones 
        que contribuyen al predominio de la estabilidad política y la paz 
        en el respectivo espacio internacional. La historia larga está 
        llena de ejemplos sobre qué es lo que ocurre cuando naciones que 
        a la vez que son interdependientes, no pueden acordar fórmulas 
        aceptables de gobernabilidad global o regional. Y la historia larga también demuestra que el tipo de situaciones 
        que hoy se confrontan en el escenario internacional y que se reflejan 
        en el caso de los tres ámbitos institucionales multinacionales 
        privilegiados en esta ocasión, requieren para ser encaradas y, 
        eventualmente, superadas sin que se recurra a la lógica de la violencia, 
        de un fuerte liderazgo político, que no podría ser hegemónico 
        pero si concertado.  Dada la multiplicidad de polos de poder relativo que hoy existe, y la 
        heterogeneidad de intereses y visiones del mundo del futuro que se observa 
        entre los protagonistas, tal liderazgo para ser eficaz tendrá que 
        ser colectivo. Los tres ámbitos antes mencionados son precisamente 
        algunos de los que pueden contribuir a la construcción de tales 
        liderazgos colectivos. Es una de sus principales razones de ser, quizás 
        la esencia misma de su dimensión existencial. En este tipo de situaciones, el liderazgo político colectivo tiene 
        que estar dirigido a limitar los efectos de las pérdidas de eficacia, 
        evitando que sus efectos pasen del plano metodológico al existencial. 
       Preservar los esencial, esto es, los activos ya adquiridos (por ejemplo, 
        las disciplinas colectivas en materia de políticas comerciales 
        y la idea de una relación directa entre comercio y desarrollo, 
        en el caso de la OMC; la idea de un espacio político y económico 
        común, en los casos de la UE y del Mercosur) y adaptar los métodos 
        de trabajo, los mecanismos e instrumentos que se emplean a las nuevas 
        realidades internacionales, con una fuerte dosis de pragmatismo y de flexibilidad, 
        parecería ser lo prioritario, aún cuando ello implique dilatar 
        en el tiempo avances más audaces en la construcción del 
        respectivo espacio institucional multinacional.  En el caso de la OMC no significaría necesariamente sacrificar 
        Doha en aras de los requerimientos sistémicos, pero sí adaptar 
        sus modalidades y ritmos de avance a lo que es posible, teniendo en cuenta 
        las nuevas realidades internacionales y abriendo, a la vez, la agenda 
        de nuevas medidas necesarias para fortalecer la eficacia del sistema de 
        comercio multilateral. Ese debería ser un tema central de la agenda 
        de la próxima Conferencia Ministerial a celebrarse en el mes de 
        diciembre. En el caso de la UE y del Mercosur -esquemas de integración regional 
        que es obvio que tienen profundas diferencias en sus respectivas raíces 
        históricas, en sus alcances, en sus metodologías y en sus 
        resultados- lo esencial es preservar en la práctica la idea de 
        un espacio de gobernabilidad regional, con objetivos e instrumentos comunes 
        -y no existen fórmulas predeterminadas sobre cuáles ellos 
        deben ser-, que nutran a través del tiempo y no en una marcha lineal 
        y sin sobresaltos, la producción de reglas de juego, de redes de 
        todo tipo y no sólo productivas, y de símbolos que identifican 
        a los ciudadanos con el respectivo espacio regional, contribuyendo eventualmente 
        a su irreversibilidad. Lo demás, lo metodológico, puede 
        adaptarse a las circunstancias y necesidades que predominen en los distintos 
        estadios de la construcción del respectivo espacio regional institucionalizado, 
        como en su momento enseñaran Jean Monnet y otros padres fundadores 
        de la integración europea. Cabe siempre tener presente, que si bien la idea de aprovechar las crisis 
        para producir saltos hacia adelante puede ser atractiva -y la integración 
        europea ha sido aleccionadora al respecto-, también puede conducir 
        a saltos en el vacío. O a peligrosos y costosos retrocesos que 
        parece conveniente evitar. |  
   
    |  Lecturas recomendadas: 
        Adiga, Aravind, "The White Tiger" (a novel), Free Press, 
          New York-London-Toronto-Sidney 2008.
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          del SELA, SP/Di, N° 05-11, Caracas, Junio de 2011, en: http://www.sela.org/. 
          
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          May 2011, en: http://www.adbi.org/ |  
  
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    | Félix Peña es Director 
        del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director 
        de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la 
        Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité 
        Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). 
        Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar 
        trayectoria. |  
 
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