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    | ESTRATEGIA-PAÍS, REGLAS DE CALIDAD, 
      REDES DE PRODUCCIÓN: Tres condiciones para la construcción de un espacio regional de ganancias 
      mutuas
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    | por Félix PeñaAgosto 2012
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    |    | En el caso concreto del Mercosur, en su momento actual 
        de fin de una etapa y de tránsito hacia una nueva aún no 
        definida con precisión, tres parecen ser las condiciones que se 
        requerirán si es que se quiere dar un salto hacia una construcción 
        más sólida y eficaz, con potencial de captar el interés 
        de los ciudadanos por su capacidad de generar ganancias mutuas para cada 
        uno de los países participantes, teniendo en cuenta las diversidades 
        de todo tipo que los caracterizan. 
       Tales condiciones son: la estrategia de desarrollo 
        y de inserción internacional de cada país participante; 
        la calidad institucional y de las reglas de juego, y las cadenas productivas 
        de alcance transnacional. Parecería recomendable que estén 
        presentes en el necesario debate nacional que cada país interesado 
        en continuar siendo miembro o en incorporarse como nuevo país miembro, 
        debería estimular a fin de definir con solidez las estrategias 
        y metodologías de la nueva etapa del Mercosur.
       Las tres condiciones están vinculadas entre 
        sí. Sumadas permiten encarar estrategias realistas y flexibles 
        de negociaciones comerciales con otros países y regiones. Sin estrategia 
        nacional será difícil que un país se beneficie de 
        las decisiones que se elaboren para orientar un proceso de integración 
        y para generar sus reglas de juego. Sin reglas de juego que se cumplan 
        efectivamente, será difícil ganar en flexibilidad y, a la 
        vez, lograr que las empresas inviertan en función del mercado ampliado. 
        Sin inversiones productivas, especialmente en el marco de cadenas de valor 
        transfronterizas, será difícil que se generen en forma estable 
        los beneficios que se esperan de un proceso de integración, especialmente 
        aquellos de mayor impacto social por sus efectos de creación de 
        fuentes de empleo y de identificación de los ciudadanos con la 
        idea de una región compartida. Será más difícil 
        aún, entablar negociaciones comerciales internacionales que sean 
        favorables al desarrollo y a la transformación productiva de cada 
        país de la región.
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    |  Reflexionar sobre las condiciones que permiten desarrollar procesos 
        de integración en espacios geográficos regionales, de manera 
        tal que generen un cuadro previsible de ganancias mutuas para los países 
        participantes, tiene hoy fuerte relevancia práctica. 
 La tiene por cierto en Europa. Y la tiene en especial en América 
        del Sur. La transición del Mercosur hacia una nueva etapa con perfiles 
        institucionales y métodos de trabajo aún inciertos, acrecienta 
        la necesidad de pensar cómo se pueden diseñar, en base a 
        la experiencia adquirida y capitalizando los activos acumulados, estrategias 
        y metodologías de integración que permitan generar beneficios 
        que sean percibidos como ventajosos por los distintos países y, 
        en particular, por sus ciudadanos.
 No será fácil. Desde que fuera creado en 1991 se han acumulado 
        experiencias y activos que tienen valor, por ejemplo en términos 
        de accesos preferenciales relativamente garantizados a los respectivos 
        mercados y de una incipiente integración productiva. Incluso, por 
        momentos, el Mercosur llegó a ser percibido como algo exitoso. 
        Se notaba entusiasmo.
 Pero también se han acumulado muchas frustraciones. Ellas se originan 
        en las propias dificultades de un emprendimiento de trabajo conjunto que 
        requiere combinar muy distintos intereses nacionales en un contexto de 
        numerosas asimetrías, en especial de dimensión económica 
        relativa. Forzoso es reconocer, sin embargo, que tales frustraciones también 
        pueden explicarse por una relativa tendencia a producir hechos mediáticos 
        -en su momento calificados como "históricos" por los 
        respectivos protagonistas- que han terminando generando la imagen de una 
        especie de "integración de escaparate" (parangonando 
        la expresión de "modernización de escaparate" 
        que utilizara en su momento el recordado Fernando Fanjzylber), en la que 
        las apariencias parecerían predominar sobre las realidades. Frustraciones 
        que pueden explicar la indiferencia e incluso el rechazo de la idea de 
        integración regional por sectores a veces amplios de algunos de 
        los respectivos países. Fenómeno éste, por lo demás, 
        que también se manifiesta -aunque no siempre por las mismas razones- 
        con distintas intensidades en países miembros de la Unión 
        Europea.
 La reflexión sugerida precisa ser realizada teniendo en cuenta 
        el contexto de los profundos cambios que se están operando a escala 
        global (Newsletter, 
        mayo 2012). Y también requiere colocar al Mercosur en el marco 
        de la arquitectura institucional de la región sudamericana (la 
        UNASUR), del espacio regional latinoamericano (la ALADI y el SELA), y 
        del más amplio de América Latina y el Caribe (la CELAC). 
        Articular las acciones de cooperación regional que puedan desarrollarse 
        a través del mosaico de instituciones existentes, es hoy una de 
        las prioridades que reconocen los propios países que las integran. 
        Es una articulación que en una visión idealizada podría 
        evocar a las matrioskas rusas, en el hecho de caber una dentro de otra 
        y, a la vez, cada una reflejar una realidad distinta en sus matices y 
        dimensiones. Son muchas las condiciones que pueden ser necesarias para la construcción 
        de un espacio regional signado por las ideas de integración y de 
        cooperación, esto es, de trabajo conjunto entre naciones que lo 
        conforman. Son condiciones que resultan, en particular, de algunos rasgos 
        centrales de este tipo de emprendimientos multinacionales, tales como, 
        el carácter voluntario de la participación de cada nación 
        -nadie obliga a nadie a ser miembro de un determinado acuerdo de integración-; 
        la gradualidad en el sentido que los objetivos perseguidos, especialmente 
        los más ambiciosos, pueden requerir mucho tiempo para ser alcanzados 
        e, incluso, quizás nunca se los alcance plenamente; y la adaptación 
        a los continuos cambios operados en las circunstancias que condujeron 
        al momento fundacional.
 Pero en el caso del Mercosur, en su momento actual de fin de una etapa 
        y de tránsito hacia una nueva aún no definida con precisión 
        (Newsletter, 
        julio 2012, y el artículo del autor mencionado más abajo 
        en la sección Lecturas Recomendadas), tres parecen ser las condiciones 
        que se requerirán a fin de dar un salto hacia una construcción 
        más flexible pero sólida y eficaz, con potencial de captar 
        el interés ciudadano por su capacidad de generar ganancias mutuas 
        para cada uno de los países participantes, teniendo en cuenta las 
        diversidades que los caracterizan. 
 Tales condiciones son: la estrategia de desarrollo y de inserción 
        internacional de cada país participante; la calidad de institucional 
        y de las reglas de juego, y la articulación productiva de alcance 
        transnacional. 
 Parecería recomendable que estas tres condiciones estén 
        presentes en el necesario debate nacional que cada país interesado 
        en continuar siendo miembro o en incorporarse como nuevo país miembro, 
        debería estimular a fin de definir con solidez las estrategias 
        y las metodologías de la nueva etapa del Mercosur.
 El trabajo conjunto entre naciones que comparten un espacio geográfico 
        regional, especialmente si se expresa a través de acuerdos e instituciones 
        con objetivos ambiciosos y de largo plazo como es el caso del Mercosur, 
        supone que cada país participante sepa lo que necesita y lo que 
        puede obtener al asociarse con los otros. Esto es, que tenga una estrategia 
        de desarrollo y de inserción internacional, elaborada en función 
        de sus propias características internas y de los objetivos valorados 
        por la respectiva sociedad. Estrategia, por lo demás, que no se 
        limitará a la región. Hoy más que nunca, dada la 
        multiplicidad de opciones que todo país tiene, cualquiera que sea 
        su dimensión, es en el plano de objetivos de alcance global en 
        el que deben colocarse los perseguidos en el plano regional. Cómo se elabora tal estrategia y se expresa su contenido, es algo 
        que depende de cada país. Lo concreto es que la construcción 
        consensuada de una región multinacional, cualesquiera que sean 
        sus objetivos, modalidades y alcances, se hace a partir de lo nacional 
        o sea, de lo que le interesa a cada país participante. En tal sentido, 
        se ha señalado con razón que los países se asocian 
        en el plano regional no a partir de hipotéticas racionalidades 
        supranacionales, sino de concretas y a veces de patéticas racionalidades 
        nacionales.
 
 De allí que se requiera ser franco en el sentido que si un país 
        no tiene tal estrategia, o si ella no fuera realista (por ejemplo, si 
        sobreestima lo que es su valor y su capacidad de negociación frente 
        al resto del mundo y más concretamente frente sus socios), resultará 
        difícil imaginar que los otros países -más allá 
        de la retórica- contemplarán plenamente sus intereses. Es 
        lo que Ian Bremmer expresa crudamente con el título de su reciente 
        libro sobre el mundo actual: "cada nación por las suyas" 
        Y agrega con más crudeza aún que habrá "ganadores 
        y perdedores" (en "Every Nation for Itself. Winners and Loosers 
        in G-Zero World", Portfolio-Penguin, New York 2012). El mensaje que 
        se puede extraer es entonces claro: en un contexto global sin una potencia 
        central -y sin un directorio creíble de potencias centrales (G-0)- 
        cada nación debe defender sus propios intereses, para lo cual debe 
        saber lo que necesita y lo que puede obtener, y en la transición 
        hacia el mundo del futuro habrá ganadores y perdedores. Es un mensaje 
        que tiene validez para cada uno de los espacios geográficos regionales. 
        Y, por cierto, también para América del Sur.
 En el caso concreto del Mercosur en su actual encrucijada, a cada país 
        miembro le conviene entonces interrogarse sobre sus opciones reales, no 
        las teóricas. Si un país, grande o chico, no estuviere conforme 
        con el Mercosur y visualizare opciones razonables que permitan mejor contemplar 
        las principales dimensiones de su inserción en la región 
        y en el mundo, esto es que perciba tener un "plan B", lo razonable 
        podría ser abandonar el emprendimiento conjunto. Lo hizo en su 
        momento Chile con respecto al Grupo Andino, luego al no aceptar la invitación 
        para participar del Mercosur como miembro pleno, y lo hizo también 
        Venezuela cuando decidió dejar de ser país miembro de la 
        Comunidad Andina de Naciones. Si por el contrario, ese país no 
        visualizara un "plan B" razonable tanto desde una perspectiva 
        política como económica, le convendrá ponderar, desde 
        su propia perspectiva, qué alcances debería tener la futura 
        etapa del Mercosur a la luz de los pactos constitutivos y de las opciones 
        metodológicas que pudieran imaginarse. Pero tal ponderación 
        será más sólida en la medida que refleje los objetivos 
        definidos en la respectiva estrategia de desarrollo nacional (el "home 
        grown plan" en los conocidos planteamientos del profesor Dani Rodrik), 
        que parece razonable imaginar que incluirá una apreciación 
        de lo que el país necesita y puede obtener de su entorno global 
        y regional.
 Una segunda condición se relaciona con la calidad de las instituciones 
        y de las reglas de juego. Ello incluye tanto al proceso de elaboración 
        de decisiones, como a las propias reglas que se aprueben, a los mecanismos 
        de aplicación de las normas, y a los de solución de los 
        diferendos que pudieran producirse entre los países miembros en 
        relación al cumplimiento de lo pactado. E incluye tanto la fase 
        nacional como la multinacional de las instituciones del Mercosur. Una 
        vez más, es posible sostener que la calidad institucional comienza 
        en el respectivo plano nacional, para expresarse luego en el plano multinacional 
        -cualquiera que sea la composición del respectivo órgano 
        y su sistema de votación- y retornar al plano nacional que es donde 
        se cumple o no con lo pactado. 
 La intensidad de la participación de la sociedad civil en el plano 
        interno de cada país miembro es un factor central para asegurar 
        la calidad institucional de un proceso de integración. Requiere, 
        a su vez, de una cultura de transparencia que se refleje, en el plano 
        nacional como en el multinacional, en la calidad de páginas Web 
        densas en información útil para la gestión de inteligencia 
        competitiva por parte de todos los protagonistas.
 Reglas precarias, con baja capacidad de ser efectivas y eficaces, sobre 
        todo si son una resultante de deficiencias en su proceso de elaboración, 
        tienden a erosionar la eficacia y legitimidad del propio proceso de integración. 
        No favorecen a los países de menor dimensión relativa ni 
        son tomadas en serio por quienes tienen que adoptar decisiones de inversión 
        productiva. En el Mercosur la precariedad institucional y de las reglas 
        de juego, incluso la insuficiente transparencia y débil participación 
        de la sociedad civil -manifestada en múltiples ejemplos- son una 
        de las principales causas del deterioro que ha sufrido el proceso de integración. 
        Quizás sea una especie de virus que proviene de la experiencia 
        de integración en la ALALC primero y luego en la ALADI, donde muchas 
        veces se pudo observar el predominio de una cultura de la anomia, en el 
        sentido que las reglas se cumplían solo en la medida que ello fuera 
        factible y que la información necesaria para decidir, no era fácilmente 
        accesible. La historia de las listas de excepción merecería 
        ser reconstruida al respecto. Es una cultura que tanto en el plano interno 
        de una sociedad como en el internacional, tiende a favorecer a quienes 
        tienen más poder relativo, acentuando desigualdades y promoviendo 
        todo tipo de desequilibrios. 
 Conciliar flexibilidad con previsibilidad parece ser fundamental si es 
        que en su próxima etapa el Mercosur aspira a incluir a otros países 
        sudamericanos, acrecentándose así las asimetrías 
        y la diversidad de intereses en juego. Ello requerirá recurrir 
        a metodologías de geometría variable y de múltiples 
        velocidades. Sin reglas de juego de calidad, tales metodologías 
        podrían acentuar tendencias a la dispersión de esfuerzos 
        y conducir el Mercosur a nuevas frustraciones.
 Y la tercera condición tiene que ver con la articulación 
        productiva a nivel regional. La idea de integración productiva 
        ocupa hoy un lugar importante en la agenda del Mercosur. En realidad proviene 
        de su momento fundacional, cuando se incorpora al Tratado de Asunción 
        el concepto de acuerdos sectoriales y se aprueba la Decisión CMC 
        03/91 (en http://www.mercosur.int/). 
        Está basada en la experiencia acumulada en el período de 
        integración bilateral entre la Argentina y el Brasil. Sus precedentes 
        son múltiples. Se encuentran en los momentos fundacionales de la 
        integración europea y también de lo que fuera el Grupo Andino. La integración productiva a través de cadenas de valor 
        transnacionales permite, además de generar un cuadro de ganancias 
        mutuas entre los países participantes, desarrollar lo que en sus 
        planteamientos fundacionales de la integración europea, Jean Monnet 
        denominaba las solidaridades de hecho. Pueden ser, en tal sentido, un 
        importante factor para reducir los riesgos de reversibilidad de los compromisos 
        asumidos por los países miembros. Y ello es así, porque 
        contribuyen a encadenar los distintos sistemas productivos nacionales 
        y a sus protagonistas, generándose fuertes incentivos para preservar 
        y expandir un proceso de integración multinacional. Requiere en 
        cada uno de los países, empresas con intereses ofensivos y capacidad 
        de proyección internacional. Las tres condiciones mencionadas están estrechamente vinculadas 
        entre sí. Sumadas permiten imaginar una estrategia realista de 
        negociaciones comerciales con otros países y regiones. Sin estrategia 
        nacional, será difícil que un país pueda beneficiarse 
        de las decisiones que se elaboren para orientar un proceso de integración 
        y para generar sus reglas de juego. Sin reglas de juego que se cumplan 
        efectivamente, será difícil ganar en flexibilidad y lograr, 
        a la vez, que las empresas efectúen inversiones productivas en 
        función del mercado ampliado. Sin tales inversiones productivas, 
        especialmente en el marco de cadenas de valor transfronterizas, será 
        difícil que se generen en forma estable los beneficios que puedan 
        esperarse de un proceso de integración, especialmente aquellos 
        de mayor impacto social por sus efectos de creación de fuentes 
        de empleo y de identificación de los ciudadanos con la idea de 
        región compartida. Será más difícil aún, 
        entablar negociaciones comerciales internacionales que sean favorables 
        al desarrollo y a la transformación productiva de cada país 
        de la región. |  
   
    |  Lecturas recomendadas: 
        Abeles, Marc, "Antropología de la globalización", 
          Ediciones del Sol, Buenos Aires 2012.
Ackermann, Juan; Villegas Oromi, Alfredo María, "Las Malvinas 
          ¿son uruguayas?", Botella al Mar, Maldonado, Uruguay, 2012.
Altomonte, Carlo; Aquilante, Tommaso; Ottaviano, Gianmarco I.P., "The 
          triggers of competitiveness: The EFIGE cross-country report", Bruegel 
          Blueprint 17, Brussels 2012, en: http://www.bruegel.org/. 
          
Arbuet-Vignali, Heber, "Crísis en Paraguay ¿O en 
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          Consejo Uruguayo para las Relaciones Internacionales, Estudios del CURI, 
          Estudio n° 04/12, Montevideo 11 de julio de 2012, en: http://curi.org.uy/. 
          
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          the Future of Trade. Need for a Geneva Consensus", CUTS International, 
          Briefing Paper, N° 1/2012, Jaipur 2012, en: http://www.cuts-international.org/. 
          
Palit, Amitendu, "The Trans-Pacific Strategic Economic Partnership. 
          Will it divide the Asia-Pacific?", CUTS International, Briefing 
          Paper, N° 6/2012, Jaipur 2012, en: http://www.cuts-citee.org/. 
          
Patrouilleau, Rubén D.; Saavedra. Marcelo; Patrouilleau, M.Mercedez; 
          Gauna, Diego, "Escenarios del Sistema Agroalimentario Argentino 
          al 2030", Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria 
          (INTA) - Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, Buenos 
          Aires 2012.
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          inciertos", en Letras Internacionales, Universidad ORT Uruguay, 
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    | Félix Peña es Director 
        del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director 
        de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la 
        Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité 
        Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). 
        Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar 
        trayectoria. |  
 
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