| INTRODUCCIÓN Dos experiencias recientes merecen ser examinadas por el analista de 
        la vida internacional preocupado en el incremento del poder de negociación 
        de países en desarrollo. Una es la de la integración subregional 
        iniciada por los países andinos. La otra, la acción conjunta 
        del grupo de países productores y exportadores de petróleo. 
        En ambos casos, los países se agrupan para intentar en sus relaciones 
        con otros países y en particular con las grandes potencias, una 
        estrategia de revalorización de sus aportes al sistema económico 
        internacional y de cambio de las reglas de juego, formales e informales, 
        vigentes en las relaciones económicas entre naciones [1]. En el caso del Grupo Andino, el aporte que se tiende a valorar es el 
        de sus recursos naturales y el de su mercado actual y potencial, para 
        cuyo acceso los países miembros han fijado sus propias reglas comunes. 
        De tal forma intentan aumentar el poder de negociación del conjunto 
        de países dentro del sistema internacional parcial al que pertenecen 
        -el latinoamericano-, y dentro del sistema internacional global en sus 
        relaciones con las grandes potencias. En el caso de la OPEP, el aporte 
        que se intenta valorar es el de un producto relativamente escaso -el petróleo- 
        y que es -en el estado actual del conocimiento tecnológico-, esencial 
        para mantener el funcionamiento del aparato industrial de las grandes 
        potencias dentro de determinados niveles de precios. Ambas experiencias parecerían señalar un camino de acción 
        ínter-nacional para países de escasos recursos de poder 
        dentro de un mundo que está sufriendo cambios profundos en su estructura 
        y funcionamiento como consecuencia del fin de la era de confrontación 
        nuclear y la emergencia de la era de confrontación industrial y 
        tecnológica? Esta estrategia de revalorización de grupos 
        de países sobre bases sectoriales o subregionales implica captar 
        la verdadera importancia relativa de la función que en su sector 
        o en su región pueden cumplir desde la perspectiva de las potencias 
        centrales del sistema internacional. El percibir con criterio realista el valor de su función en el 
        sistema internacional es el primer paso que puede conducir a un país 
        o a un grupo de países, ya sea a un desempeño pacífico 
        de dicha función en el contexto de una relación no conflictiva 
        con las potencias centrales, o a insertar dicha función en el contexto 
        de una relación esencialmente conflictiva en la que se cuestiona 
        la forma en que se distribuye el poder entre las naciones y las reglas 
        de juego vigentes en las relaciones internacionales. La idea sería, 
        en el último caso, el que a través de la acción conjunta 
        de un grupo de países, basada en afinidades geográficas 
        o sectoriales, se podría aumentar su poder de negociación 
        con respecto a otros países y de tal forma incrementar su grado 
        de participación real en el sistema internacional. La clave residiría 
        en la capacidad para adoptar en plazos limitados pero concretos, decisiones 
        conjuntas que sean efectivas. Y que en el plano en que dichas decisiones 
        conjuntas son adoptadas, los otros países y en particular las grandes 
        potencias, tengan intereses importantes o vitales que negociar. La aproximación 
        sectorial o subregional es, además, sólo uno de los aspectos 
        de una estrategia de cuestionamiento y de incremento de participación 
        real que puede manifestarse en múltiples frentes y a través 
        de múltiples alianzas no siempre con los mismos socios. [3] Por cierto que este tipo de enfoque no implica negar valor a la aproximación 
        global del problema cíe las relaciones económicas internacionales 
        que puede efectuarse en foros como el de UNCTAD. Sin embargo, la experiencia 
        de los últimos años estaría demostrando que las acciones 
        que puedan desarrollarse en el ámbito de los organismos multitudinarios 
        (mecanismos de participación formal) sólo pueden producir 
        sus efectos en el largo plazo. Parece posible sostener que los cambios 
        en las relaciones económicas internacionales sólo pueden 
        derivar del aumento de la capacidad de participación internacional 
        real de los países en desarrollo, y dicho aumento sólo es 
        perceptible en plazos cortos a través de la acción conjunta 
        de grupos de países que permitan extraer provecho del valor real 
        de sus aportes al sistema internacional en términos de mercados 
        o de recursos. El aumento de la capacidad de participación parece 
        estar en directa relación al aumento de la capacidad de confrontación. Otro aspecto interesante de las dos experiencias apuntadas, es que en 
        ambas se percibe un enfrentamiento no sólo entre países 
        sino que también extendido a actores transnacionales de magnitud 
        como son las empresas multinacionales. De allí que la estrategia 
        de cues-tionamiento de las relaciones económicas internacionales 
        dentro del marco del Grupo Andino y de la OPEP toma en cuenta tanto a 
        los Estados como a las grandes corporaciones. Quienes están interesados 
        en los recursos y mercados de los países participantes en dichas 
        experiencias son básicamente las corporaciones internacionales. 
        Y es con los intereses de ellas que entran en conflicto los intereses 
        nacionales de los Estados participantes. El reconocimiento de este hecho 
        ha implicado una revolución profunda en la forma de ver la vida 
        internacional y en la definición de amigos y adversarios por parte 
        de los países en desarrollo. Lo que sin embargo se ha podido observar 
        en los últimos años es que este nuevo actor -o actor redescubierto- 
        de la vida política y económica internacional tiene un punto 
        en común con el viejo y tradicional actor estatal: y es que el 
        lenguaje que mejor entiende -quizás el único- es el del 
        poder. Y si en los años setenta tener poder significa algo distinto 
        de lo que significaba diez años antes no es menos cierto que el 
        poseer poder acorde con las características esenciales de un determinado 
        sistema internacional continúa siendo un requisito elemental para 
        participar en el diálogo o en la confrontación entre naciones, 
        y en última instancia, un requisito elemental para sobrevivir como 
        nación independiente. En esta ocasión sólo nos proponemos examinar el caso del 
        Grupo Andino como estrategia de incremento de poder en el sistema internacional. 
        Muchas son las preguntas que es posible formular en torno a esta experiencia. 
        Sin embargo, una primera limitación al espectro posible de preguntas 
        deriva del corto alcance de la experiencia. Cabe recordar, en efecto, 
        que si bien el Acuerdo de Cartagena se firmó en marzo de 1969, 
        es recién a partir de mediados de 1971 en que entran en vigencia 
        las primeras decisiones importantes adoptadas por los órganos comunes 
        (por ejemplo la decisión sobre inversión extranjera), y 
        que sólo a fines de 1972 se aprueba el primer programa sectorial 
        (el de la industria metal-mecánica). También es necesario 
        tener en cuenta que muchas de las decisiones de la Comisión exigen 
        la adopción posterior de complejas decisiones nacionales para que 
        puedan operar todos sus efectos (caso del régimen sobre inversiones 
        extranjeras), y por otro lado, conviene recordar el hecho que recién 
        a principios de 1973 se ha producido lo que podríamos denominar 
        la configuración completa del Grupo Andino (al menos en esta etapa) 
        con el ingreso de Venezuela en calidad de miembro4. De allí que 
        las preguntas que intentaremos formular han de obtener una respuesta provisoria, 
        o han de estar referidas al período de gestación del Grupo 
        Andino, o a algunos de sus aspectos jurídicos e institucionales.En concreto, deseamos examinar la importancia de la definición 
        externa -o unidad frente al contexto internacional- en la génesis 
        del Grupo Andino, y en las principales características del proyecto 
        de integración y de su estructura institucional. Nuestra inquietud 
        estará mucho más orientada a examinar en qué forma 
        una definición externa explica la emergencia del Grupo (es decir, 
        el proyecto andino como respuesta a factores externos), y en qué 
        forma el proyecto andino y su estructura institucional contemplan la acción 
        externa del Grupo, que orientada a determinar cuan efectiva ha sido la 
        incipiente acción del Grupo para incrementar el poder de negociación 
        internacional y el grado de participación real de los Estados miembros. 
        Por cierto que es lo último lo que vale. Pero consideramos que 
        por el momento este tipo de análisis sería prematuro ya 
        que se carecería de suficientes elementos de juicio. Por ejemplo, 
        una forma de examinar el punto planteado sería el de examinar el 
        comportamiento de la inversión extranjera con respecto al Grupo 
        Andino en los últimos dos años. Pero sería sumamente 
        difícil aislar la variable "integración andina" 
        dentro del conjunto de variables que explican la adopción de una 
        decisión de invertir por parte de una gran corporación internacional, 
        cuando aún no se han perfeccionado los instrumentos comunes que 
        regularán la inversión extranjera y cuando entremezcladas 
        con la variable citada pueden darse otras variables difíciles de 
        separar que son propias de las respectivas situaciones nacionales.
 LA GÉNESIS DEL GRUPO ANDINO Dos concepciones de integraciónLa historia del Grupo Andino comienza en la ALALC. Más aún, 
        jurídicamente el Grupo Andino es sólo una prolongación 
        de la ALALC. Por lo tanto, comenzaremos nuestro breve análisis 
        sobre la génesis del Grupo Andino a partir de la ALALC, y en particular, 
        a partir del conflicto de concepción en que se desenvuelve el proyecto 
        de establecimiento de una zona de libre comercio desde sus orígenes. 
        [5]
 En efecto, ya en el período de gestación del Tratado de 
        Montevideo se observa el planeamiento de dos estrategias antagónicas 
        para lograr la integración económica en la región, 
        y la confrontación de dos ideas diferentes de lo que debería 
        ser dicha integración. Una concepción era la de la CEPAL, 
        y en cierta medida la de los países medianos del Pacífico. 
        Pone el acento en la utilización de instrumentos de programación 
        industrial conjunta, al menos para ciertos sectores industriales. Esta 
        concepción se manifiesta, asimismo, en la década del cincuenta 
        en la forma en que la oficina de la CEPAL en México visualizaba 
        la integración centroamericana, y en particular, en la propuesta 
        de ciertos instrumentos como el Régimen de Industrias Centroamericanas 
        de Integración (en su versión original). De la concepción 
        cepalista sólo queda en el Tratado de Montevideo, la idea un tanto 
        difusa de los acuerdos de complemen-tación industrial, el principio 
        del tratamiento diferencial para países de menor desarrollo relativo, 
        y las expresiones programáticas del Preámbulo y del artículo 
        54 en relación al objetivo de establecer en forma gradual y progresiva 
        un mercado común latinoamericano. La otra concepción es la de los países grandes, en particular 
        Argentina y Brasil, que visualizan la integración como un proceso 
        de largo plazo en el que la ampliación de los espacios económicos 
        a través de la liberación del intercambio comercial sería 
        el principal si no el único instrumento. Tal concepción 
        implicaba un grado de politización muy reducido, en contraposición 
        al elevado grado de politización que estaba más implícito 
        que explícito en los proyectos de integración basados en 
        la programación industrial, en un papel activo del Estado en la 
        economía, y en los cambios en la estructura social y económica 
        interna. Implicaba además un aparato institucional mínimo 
        a fin de permitir la realización de negociaciones comerciales periódicas. 
        La transferencia de competencias sería casi inexistente, y en todo 
        caso, se efectuaría a favor de órganos constituidos por 
        representantes gubernamentales. Como diría años después 
        el representante de uno de los países grandes ante el CEP, su país 
        veía en la ALALC sólo un mecanismo para ampliar el comercio 
        recíproco dentro de un marco preferencial. En el fondo, quienes 
        así han concebido la integración percibieron la ALALC sólo 
        como una especie de GATT latinoamericano compatible con el verdadero GATT, 
        y en especial, con su artículo XXIV. [6] Integración por el comercio e integración a través 
        de la programación de inversiones en sectores industriales, se 
        transforman así en lemas de dos posiciones antagónicas que 
        sólo coexisten en la ALALC mientras que no se dan las condiciones 
        políticas necesarias para el desarrollo de la segunda concepción. Pero en realidad, más que dos concepciones sobre la integración 
        lo que se oponen durante los primeros años de la ALALC son dos 
        formas distintas de imaginar la inserción internacional de cada 
        país latinoamericano, y en última instancia, dos concepciones 
        distintas de desarrollo interno. Para los primeros "integración" 
        es sólo un aspecto marginal de su política exterior comercial 
        que tiene, o que tendría que tener, un efecto limitado y de largo 
        plazo en la estructura económica interna. Es casi un expediente 
        más en la política de mantener corrientes de exportaciones 
        tradicionales (década del sesenta) y en la de intensificar las 
        exportaciones de manufacturas (década del setenta). Para los segundos, 
        integración es un instrumento decisivo de una estrategia de desarrollo 
        que implique un cambio radical en el modo de vinculación externa. 
        Integración y desarrollo son percibidos como variables indisociables 
        en la estrategia de alteración de las relaciones tradicionales 
        de dependencia. Supone una forma de ver el mundo y la inserción 
        en él de cada país muy distinta de la tradicional. Supone 
        imaginar el proceso de integración en función de una estrategia 
        de maximizar poder dentro del sistema internacional a fin de cambiar la 
        forma en que se dan las relaciones entre los dos segmentos del mismo y 
        no sólo de maximizar bienestar dentro de un marco inalterado de 
        dependencia externa. Supone, finalmente, aceptar la idea de que los procesos 
        de desarrollo e integración estarán orientados a lograr 
        cambios profundos en la estructura interna de cada uno de los países 
        participantes. Ahora bien, ¿cuáles son los factores que explican que recién 
        a fines de la década del sesenta se crearan las condiciones apropiadas 
        para la aceptación por parte de algunos países de la región 
        de una estrategia de integración que había sido implícitamente 
        rechazada durante casi dos décadas? Es posible detectar algunos 
        de los factores que conducen directamente a la iniciativa Frei-Lleras 
        Restrepo, a la reunión de Bogotá (agosto 1966), y a la firma 
        del Acuerdo de Cartagena. Llegaremos a ellos más adelante. Pero 
        entendemos que es conveniente insertar el análisis de la génesis 
        del Grupo Andino en una presentación un poco más amplia 
        de los cambios contextúales que se han producido en los últimos 
        años en América Latina, ya que de tal forma sería 
        posible responder a la pregunta planteada no sólo con respecto 
        a la emergencia del grupo subregional sino tam3 bien con respecto a sus 
        primeros años de funcionamiento. Es decir, el Grupo Andino se explicaría no sólo por factores 
        coyunturales variados que condujeron directamente a la firma del Acuerdo 
        sino por una serie de cambios contextúales que han afectado a la 
        totalidad de las relaciones interlatinoamericanas de los últimos 
        años. Es por ello que las reflexiones que se plantean a continuación 
        trascienden el caso del Grupo Andino y están relacionadas con los 
        interrogantes que plantea la observación de la tensión entre 
        fuerzas centrípetas y centrífugas en la génesis de 
        todo proyecto consensual de integración económica. La pregunta sería: ¿Qué es lo que hace que un proceso 
        de integración despegue y supere en el tiempo los efectos desintegradores 
        de los múltiples conflictos de intereses entre los países 
        participantes? Integración y contexto externoCabe destacar en primer lugar la necesidad de comprender la relevancia 
        de lo que podemos denominar contexto "extra-integración" 
        en la génesis y desarrollo de un proceso de integración.
 Podemos, provisoriamente, denominar contexto "extra-integración" 
        a todos los fenómenos políticos y económicos (sean 
        internacionales, regionales o nacionales) relacionados con los países 
        envueltos en un proceso de integración pero que no están 
        directamente vinculados con el marco institucional y el programa respectivo. 
        Parece evidente, que los actores envueltos en la génesis de un 
        proceso de integración están de hecho influenciados por 
        su contexto internacional y nacional. Por eso entendemos que para comprender 
        el origen y desarrollo de los llamados procesos de integración 
        en América Latina es necesario reinsertarlos en su contexto histórico. 
        Son parte de la vida política interna y externa de los países 
        que participan y sólo así es posible comprenderlos (aún, 
        en el caso en que el llamado proceso de integración sea un aspecto 
        muy marginal de la vida política interna y externa de los países 
        envueltos en el mismo como ha ocurrido con la ALALC). Aislarlo a los efectos 
        analíticos, puede ser necesario para comprender la lógica 
        interna de un proceso. Pero, en particular en el caso de países 
        en desarrollo -y por lo tanto, "dependientes" e "inestables"- 
        dicho aislamiento puede producir errores de perspectiva en cuanto a los 
        factores que hay que privilegiar en la descripción y explicación 
        de este tipo de procesos. Tres conceptos parecen constituir ingredientes indispensables en todo 
        intento de comprender el comportamiento de los países latinoamericanos 
        en el sistema internacional actual, y para comprender sus propias relaciones 
        a nivel del subsistema regional incluyendo entre ellas las relaciones 
        de integración. Ellos son: dependencia, en el sentido de vinculaciones 
        asimétricas de un país con su contexto internacional global 
        y regional, que limitan en mayor o menor grado, su capatidad o voluntad 
        para controlar los efectos internos de factores externos y su capacidad 
        o voluntad para ejercer influencia real sobre su contexto externo; subdesarrollo, 
        en el sentido de carencia relativa de capacidad (por insuficiencias estructurales), 
        para generar bienestar para la población y/o poder para el país 
        como unidad del sistema internacional, conforme a los valores y las tecnologías 
        predominantes en el mundo (al menos "el mundo" tal como es percibido 
        por ese país), en un momento histórico determinado; integración, 
        en el sentido de acciones orientadas a la ejecución de un programa 
        conjunto a dos o más países, basado en intereses compartidos 
        (por motivos similares o distintos) , a fin de obtener objetivos comunes 
        en el plano económico y/o político, en la medida que implique 
        cierto tipo y grado de unidad interna y/o externa (sectorial o global). La génesis de un proceso de integración consensual entre 
        un grupo de países, con una situación objetiva de dependencia 
        y de sub-desarrollo, puede no ser resultado de una percepción de 
        dicha situación por los actores envueltos en la misma y puede no 
        ser por lo tanto parte de una estrategia de cambio de tal situación. 
        No siempre que se encara un proceso de integración entre países 
        dependientes y en desarrollo, los países envueltos en el mismo 
        (o al menos los más significativos), lo hacen en función 
        de objetivos de cambio en la situación de dependencia y de subdesarrollo 
        (por ejemplo, el caso de la Argentina y del Brasil en la ALALC). Pero cuando existen condiciones objetivas de dependencia y de subdesarrollo, 
        el tipo y grado de unidad interna y/o externa que se persigue con el programa 
        conjunto, y sobre todo la posibilidad de su mantenimiento en el tiempo 
        o de su evolución a una mayor unidad interna y externa, parecen 
        depender en gran medida de la forma y la intensidad con que se perciba 
        en los países comprometidos la dependencia y el subdesarrollo, 
        y de la relación que se establezca entre ambas. En otros términos, daría la impresión que entre 
        países que son dependientes y subdesarrollados, mayor será 
        la intensidad y la viabilidad de la integración cuanto más 
        se la relacione por los países intervinientes (al menos por aquéllos 
        con capacidad de líderazgo) con una estrategia nacional de cambio 
        en los modos de vinculación externa en función de objetivos 
        de desarrollo. En efecto, en un período en que no existe peligro perceptible 
        de invasión armada que cuestione la supervivencia de los países 
        latinoamericanos, la única fuerza motora que puede impulsarlos 
        a buscar soluciones más allá de los límites tradicionales 
        del Estado-nación, parece ser la percepción de un problema 
        de supervivencia histórica más sutil, en la intensificación 
        o consolidación de la dependencia y del subdesarrollo. La integración 
        es entendida en tal caso en una perspectiva de poder y no sólo 
        de bienestar. Y nuestra idea es que un proceso de integración planteado 
        sólo en términos de bienestar no tendrá la vitalidad 
        necesaria para superar en la marcha los efectos centrífugos de 
        las fuerzas conflictivas que operarán sobre el mismo. Tal ha sido 
        el caso del MCCA. Pero la relación poder-bienestar es visible también 
        en la génesis de la integración europea y en su evolución 
        posterior. El ingreso de Gran Bretaña ¿puede entenderse 
        sólo en términos de mayor bienestar? [7] La respuesta a 
        un desafío histórico parece ser la fuerza principal de toda 
        experiencia de integración consensual. Daría la impresión que es el hecho que se haya entablado 
        dicha vinculación en el caso del proceso de integración 
        andina, lo que permite explicar sus características y sus contrastes 
        con la ALALC y aún con el MCCA de la década del sesenta, 
        y lo que permite predecir su viabilidad e intensificación en la 
        medida que la relación se mantenga. La ausencia de dicha relación 
        puede, a su vez, contribuir a explicar el estancamiento de la ALALC y 
        la falta de capacidad del MCCA para superar los efectos desintegradores 
        de los conflictos internos al proceso de integración (crisis de 
        la reciprocidad, dinámica de intereses).  Pero, supuesto el caso de que en un país exista en un momento 
        determinado una fuerte sensibilidad frente a las situaciones de dependencia 
        y de subdesarrollo, y que se las vincule entre sí, los alcances 
        de la valoración del contexto regional dentro de una estrategia 
        de cambio, y por ende, la decisión de iniciar, continuar o intensificar 
        un proceso de integración, parece depender de las alternativas 
        que se perciben como consecuencia de la definición preva-lente 
        con respecto a lo que es la situación nacional del país 
        en el mundo9 (cabe retener que dependencia y subdesarrollo, son sólo 
        dos de los elementos componentes de la "situación nacional" 
        de un país). Sobre dicha definición operan continuamente factores internos 
        y externos, objetivos y subjetivos, y la misma será más 
        fluctuante cuanto mayor sea la inestabilidad del sistema político 
        nacional y del propio sistema internacional (global y regional). Es posible que, la definición prevalente de lo que es la situación 
        nacional de un país, lo conduzca a privilegiar alternativas de 
        política interna y de política externa en las que el componente 
        integración regional sea excluido o se le atribuya una significación 
        real baja (a pesar de que en el plano formal se le esté atribuyendo 
        una significación alta: caso de la Argentina y del Brasil en Punta 
        del Este en 1967) . Más aún, parece posible afirmar que 
        un país buscará la alternativa integración sólo 
        cuando le sea imposible (o así lo crea) encarar una estrategia 
        de cambio en su situación de dependencia y de subdesarrollo utilizando 
        sus propios recursos y capacidades (idea de la función supletoria 
        de los mecanismos y programas internacionales) . Daría la impresión 
        que la percepción por un país de alternativas que excluyan 
        la idea de integración multinacional, será mayor cuanto 
        menor sea el nivel de relaciones recíprocas preexistentes a la 
        iniciación de un proceso o cuanto menos signifique el grupo de 
        países envueltos en el mismo en términos de "modelos" 
        y de "mercados" actuales o potenciales. Nuevamente el ejemplo 
        de Argentina y Brasil en la década del sesenta es elocuente al 
        respecto. Los cambios contextuales y su impacto en la integración latinoamericanaLos países latinoamericanos son parte del sistema internacional 
        global. Si se efectúa una estratificación del mismo en términos 
        de poder y de bienestar, se los deberá ubicar en posiciones intermedias 
        y hacia abajo según sea el país. Parece posible afirmar 
        que acontecimientos y cambios en el sistema internacional global tendrán 
        mayor influencia sobre la política y la economía de estos 
        países que la que ellos podrán ejercer en sentido contrario. 
        Su capacidad de resistencia a factores externos es por lo general baja.
 También dentro del subsistema regional existe estratificación 
        en términos de poder y de bienestar. La capacidad de influenciar 
        y de ser influenciado es diferente. La actitud de cada país frente a su posición en el sistema 
        internacional global y frente al subsistema regional también difiere. 
        En parte, la diferencia puede explicarse por la existente en la posición 
        y el rol de cada uno dentro de ambos sistemas. En parte puede explicarse 
        por las diferencias en el modelo de organización social y de desarrollo 
        que en cada uno se valora. Es posible sostener que en los últimos años se han operado 
        cambios en el sistema internacional global que han afectado la posición, 
        el rol y la actitud de cada país latinoamericano dentro del mismo. 
        Los cambios en el sistema internacional global parecerían haber 
        afectado la posición, el rol y la actitud de los países 
        latinoamericanos, en particular, por lo que ha sido el cambio de posición, 
        de rol y de actitud de los Estados Unidos en el sistema internacional 
        global y por la repercusión de este cambio en su política 
        latinoamericana. A su vez los cambios en el sistema internacional global 
        y en la política latinoamericana de los Estados Unidos, pueden 
        contribuir a explicar cambios que se han operado en el propio subsistema 
        latinoamericano. En nuestra opinión, el análisis de la interacción 
        entre estos cambios en el sistema internacional global (y en la política 
        de los Estados Unidos), los cambios en el subsistema regional, y los cambios 
        en los modelos de organización social y de desarrollo económico 
        de algunos de los países latinoamericanos, podría contribuir 
        en cierta manera a comprender el fenómeno del Grupo Andino, su 
        importancia en función de una estrategia de cuestionamiento de 
        tendencias imperantes en el sistema internacional, y sus diferencias profundas 
        con la ALALC y con el MCCA (al menos en su versión de la década 
        del sesenta). a. Desde el punto de vista del sistema internacional global, los cambios 
        que más parecen influenciar en la posición, rol y actitud 
        de los países latinoamericanos, son [10]: 
         
        i. La tendencia a la bi-sezmentación del sistema, en términos 
          de distribución entre los países que lo componen de la 
          capacidad para generar tecnología y para establecer las condiciones 
          en que se efectúa la transferencia internacional de recursos 
          productivos. Significa la coexistencia en el mundo de dos tipos de sociedades 
          diferenciadas por el grado de desarrollo industrial y de movilización 
          de recursos productivos en función de sus objetivos nacionales.
 Por lo general, son los indicadores más aceptados de "desarrollo", 
          por controvertibles que puedan resultar, los que se usan para clasificar 
          países en uno u otro segmento del sistema internacional. Sin 
          embargo, nos parece que los indicadores tradicionales de "bienestar" 
          han de resultar cada vez más insuficientes para comprender en 
          toda su magnitud el fenómeno de la bi-segmentación. No 
          se tratará tanto de "riqueza" o "pobreza", 
          o de "industrialización" o "en vías de 
          industrialización". Poseer industrias con lo que ello significa 
          desde el punto de vista de la estructura económica y social, 
          y alcanzar determinados niveles de bienestar podrían ser condiciones 
          necesarias pero no suficientes para acceder al otro segmento del sistema 
          internacional. La diferenciación más profunda, sin embargo, 
          tiende a residir en el hecho de que un país posea un grado elevado 
          de capacidad propia de generación de tecnología que le 
          permita desempeñar un rol particular en la transferencia internacional 
          de recursos, y por ende, pertenecer al círculo de potencias centrales 
          de un sistema internacional dominado por la confrontación industrial 
          y tecnológica. Si la industrialización basada en la importación 
          de tecnología permitirá por cierto acceder al bienestar, 
          sólo la industrialización sustentada en la madurez tecnológica 
          de una sociedad, permitirá adquirir la capacidad para influenciar 
          en forma real en las decisiones internacionales más vitales. 
          En esta perspectiva, la bi-segmentación es ante todo un problema 
          de participación política real en el sistema internacional.
 
 ii. La tendencia a las relaciones transnacionales, en términos 
          de la capacidad de actores no gubernamentales para influir las relaciones 
          interéstatales y el funcionamiento de los sistemas políticos 
          nacionales, en particular, a través de su rol en la transferencia 
          internacional de recursos y en la generación de tecnología.
 
 Es Arón quien introduce en la teoría de las relaciones 
          internacionales la idea de "sociedad transnacional", para 
          referirse a una dimensión de relaciones complementaria o paralela 
          a las inter-estatales. Si bien esta dimensión de relaciones siempre 
          ha existido, donde se ha producido un cambio realmente significativo 
          es en la incidencia de relaciones y actores no-gubernamentales sobre 
          las relaciones propiamente inter-estatales.
 
 Puede afirmarse que en especial los actores centrales del proceso de 
          transferencia internacional de recursos (productos, capitales, tecnología), 
          que cada vez más revisten la forma de grandes corporaciones internacionales 
          de producción y de servicios, se han transformado en agentes 
          significativos de vinculación entre las distintas unidades del 
          sistema internacional global, y que por el volumen y calidad de los 
          recursos de poder que movilizan y controlan, están adquiriendo 
          una capacidad tal para influenciar acontecimientos internos e internacionales 
          que torna relativamente difícil comprender la política 
          internacional si se prescinde de su existencia y se continúa 
          con el mito juridicista del monopolio exclusivo de dicha política 
          por parte de los agentes gubernamentales (el diplomático y el 
          soldado en el lenguaje de Arón).
 
 No se trata de sostener que la totalidad de las relaciones inteestatales 
          contemporáneas se pueda captar en función de la confrontación 
          de poderosos actores no gubernamentales. Sólo se quiere proponer 
          que se considere la emergencia de un nuevo tipo de política internacional 
          en el que interactúan estrechamente actores gubernamentales y 
          no gubernamentales, y en el que a veces la evolución de acontecimientos 
          significativos está muy marcada por el comportamiento de estos 
          últimos que llega a escapar al control de los primeros.[11]
 
 En la política "transnacional" los actores nacionales 
          (gobiernos o empresas) orientan sus, acciones a actores nacionales de 
          otra unidad política del sistema internacional, a efectos de 
          obtener de estos un comportamiento favorable a sus objetivos, y en ciertos 
          casos, asumiendo el carácter de "actor interno" a un 
          determinado sistema político nacional y participando desde adentro, 
          de una manera directa o indirecta, en el ejercicio de la autoridad política. 
          Se" trataría en este caso de lo que Rosenau [12] llama vinculación 
          por penetración entre dos sistemas políticos nacionales, 
          y este tipo de vinculación se ilustra con el ejemplo de las filiales 
          de las corporaciones internacionales o con el de los partidos políticos 
          o sindicatos internacionales.
 iii. La tendencia a un aumento del grado de permisibilidad del sistema 
          internacional para la acción de países marginales, como 
          consecuencia del paso de una era de confrontación nuclear, caracterizada 
          por el bipolarismo rígido y la heterogeneidad ideológica, 
          a una de confrontación industrial y tecnológica, definida 
          por un bipolarismo nuclear latente, un multipolarismo industrial y tecnológico 
          en el segmento "norte", y una atenuación de la heterogeneidad 
          ideológica. ¿Qué caracteriza la era de confrontación industrial 
          y tecnológica? Proponemos privilegiar como característica 
          principal la necesidad que tienen los grandes países desarrollados 
          de maximizar a través de su proyección internacional la 
          capacidad productiva y generadora de tecnología de sus aparatos 
          industriales: o sea, la necesidad de participar en la transferencia 
          internacional de recursos productivos en forma tal que se creen para 
          su propio sistema económico nacional las condiciones más 
          favorables al imperativo de crecimiento y de diversificación 
          impuestos por la velocidad y complejidad del cambio tecnológico. No es que este tipo de confrontación no existiera antes. Lo 
          que ocurre es que la atenuación de la confrontación nuclear, 
          y la aceleración de los cambios tecnológicos, han hecho 
          pasar a un primer plano, como factor dominante de las relaciones internacionales, 
          la confrontación en el plano económico, y ésta 
          por sus características multipolares e ideológicamente 
          neutral, ha introducido nuevas reglas de juego en dichas relaciones, 
          y en particular, nuevos criterios para definir amigos y enemigos. El 
          poder nuclear mayor concentrado en sólo dos grandes potencias, 
          dominó como razón última las relaciones internacionales 
          de la post-guerra, y definió un tipo particular de sistema internacional 
          en el que la heterogeneidad ideológica se presentaba como la 
          "causa belli" latente. En la actualidad, subsiste dicho poder 
          nuclear como razón última, pero su relativa esterilización 
          genera la tendencia a traspasar el centro de la confrontación 
          al poder tecnológico e industrial, que está distribuido 
          entre varias potencias: el campo de confrontación es la totalidad 
          del sistema internacional y se manifiesta a través de la transferencia 
          internacional de recursos productivos. Los países se enfrentan 
          mutuamente en su competencia por desempeñar un rol dominante 
          en los intercambios económicos en el plano internacional y por 
          definir en la forma más favorable a sus intereses los términos 
          en que dichos intercambios se producen. Las grandes negociaciones monetarias 
          y comerciales de la actualidad reflejan dicha confrontación y 
          sus resultados condicionarán en parte la distribución 
          del poder económico entre las grandes potencias en los próximos 
          años. En la era de la confrontación industrial y tecnológica, 
          lo importante para los países creadores de recursos- productivos 
          es conseguir mercados, en las mejores condiciones posibles aun cuando 
          éstas no sean las mejores deseables. Mercados para lograr una 
          utilización óptima de todos los factores de producción 
          disponibles en un país. Si ante la inminencia de una guerra total 
          unos y otros debieron remarcar la idea de confrontación de sistemas 
          ideológicos excluyentes, la obligación de coexistir les 
          ha permitido descubrir al menos el carácter no necesariamente 
          excluyente de ambos sistemas y aun reconocer convergencias ideológicas 
          de hecho. Por ello, quizá pueda hablarse de "neutralidad 
          ideológica" o de "pluralismo ideológico" 
          para evocar no tanto la superación de la heterogeneidad (que 
          implicaría homogeneidad) sino su aceptación como algo 
          normal y no como "causa belli". iv. La tendencia a un congelamiento de la distribución del poder 
          mundial [13] a través de la gestación de una especie de 
          "directorio" de potencias nucleares. Es que la atenuación 
          de la confrontación nuclear y el surgimiento de la confrontación 
          tecnológica e industrial han puesto de manifiesto la posibilidad 
          de ampliar el área de cooperación entre estados anteriormente 
          enemigos. Ello se debe al surgimiento de un interés común 
          en el mantenimiento de reglas de juego que aseguren un mínimo 
          "orden público internacional" a fin de evitar el replanteo 
          de la confrontación pero esta vez en un esquema multipolar. Es 
          decir, que ha surgido un interés común en mantener el 
          esquema de bipolarismo nuclear en forma latente, lo que implica congelar 
          la posibilidad que otras potencias adquieran un poder nuclear similar 
          al alcanzado por los Estados Unidos y la Unión Soviética. 
          Pero se debe también a que ambos países, junto con las 
          otras grandes potencias, parecen percibir ventajas en asegurar la implantación 
          de una nueva división internacional del trabajo basada en la 
          función que desempeñarán los países en el 
          proceso de creación y de transferencia de tecnología como 
          factor dominante del sistema de transferencia internacional de recursos 
          productivos. Como en toda estructura oligárquica se puede llegar 
          a generar así un mecanismo defensivo de la misma en contra de 
          toda tendencia hacia la apertura y democratización del sistema. 
          La tendencia sería defender y consolidar un sistema que ha costado 
          implantar, que elimina o atenúa el peligro de guerra total, y 
          que puede producir beneficios en sociedades ansiosas de conservar, de 
          moderar, es decir, ansiosas de tiempos de paz.
 La percepción de estos cambios parecen evocar en los países 
          latinoamericanos (y lo que de hecho evoquen en cada uno, o el que no 
          evoquen nada, dependerá de factores internos a cada país) 
          : "irreversibilidad de la dependencia" (consecuencia de la 
          bisegmentación); "aumento de la dependencia" (consecuencia 
          de la intensificación de las "vinculaciones por penetración" 
          operada por las relaciones transnacionales) ; "irreversibilidad 
          de la marginalidad" (consecuencia de la bisegmentación y 
          del congelamiento de la distribución del poder mundial); y "aumento 
          de la capacidad de maniobra" (consecuencia del mayor grado de permisibilidad 
          existente).
 
 Según sea lo que estos cambios efectivamente evoquen podrá 
          variar la respuesta que cada país intente. Pero parece evidente 
          que la percepción de los cambios en el sistema internacional 
          y de sus posibles efectos, y la respuesta que un determinado sistema 
          nacional intente producir, dependerá principalmente de factores 
          internos a cada país. También es posible que en un país 
          determinado no se perciban los cambios, ni por lo tanto se intente respuesta 
          (por ejemplo un país con alto grado de subdesarrollo y de marginalidad 
          en el sistema internacional, o con un sistema político muy inestable 
          y con carencia de reductos de burocracia estatal estable).
 Observando lo que ha ocurrido en los años recientes en América 
        Latina, se puede decir en forma tentativa que las respuestas posibles 
        podrían ser: 
        i. Resignación o aceptación: dependencia "consentida" 
        (por sectores de derecha o sectores empresariales muy vinculados a capital 
        externo);
 ii. Ruptura violenta con el modelo de vinculación predominante 
        (sería el caso de Cuba o la exigencia de sectores de contestación 
        violenta);
 
 iii. Nacionalismo participacionista, a través de lo que se ha llamado 
        un nacionalismo de fines e internacionalismo de medios (podría 
        ser el caso del Brasil);
 
 iv. Nacionalismo combativo, a través de un cuestionamiento sistemático 
        de las características del sistema internacional y del modo de 
        vinculación externa y la utilización de medios nacionalistas 
        (podría ser el caso del Perú).
 En el caso i. el factor determinante de la respuesta puede ser la valoración 
        del efecto de maximizadón de bienestar que puede brindar una inserción 
        pasiva (insípida desde el punto de vista cultural y político) 
        en el sistema internacional y la subestimación del "grado 
        de permisibilidad" del sistema. O bien, un cierto fatalismo "hispánico" 
        que inhibe toda respuesta. En el caso ii. el factor determinante de la respuesta puede ser una sobreestimación 
        de los efectos futuros sobre el sistema internacional de lo que se consideran 
        contradicciones internas de su segmento industrializado, y una subestimación 
        de la capacidad de maniobra que puede brindar el grado de permisibilidad 
        creado por la confrontación industrial y tecnológica (y 
        en esto, este tipo de respuesta concuerda con el tipo anterior). En los casos iii. y iv. el factor determinante puede ser la valoratransnacionales); 
        "irreversibilidad de la marginalidad" (consecuencia de la bisegmentación 
        y del congelamiento de la distribución del poder mundial); y "aumento 
        de la capacidad de maniobra" (consecuencia del mayor grado de permisibilidad 
        existente). Según sea lo que estos cambios efectivamente evoquen podrá 
        variar la respuesta que cada país intente. Pero parece evidente 
        que la percepción de los cambios en el sistema internacional y 
        de sus posibles efectos, y la respuesta que un determinado sistema nacional 
        intente producir, dependerá principalmente de factores internos 
        a cada país. También es posible que en un país determinado 
        no se perciban los cambios, ni por lo tanto se intente respuesta (por 
        ejemplo un país con alto grado de subdesarrollo y de marginalidad 
        en el sistema internacional, o con un sistema político muy inestable 
        y con carencia de reductos de burocracia estatal estable). Observando lo que ha ocurrido en los años recientes en América 
        Latina, se puede decir en forma tentativa que las respuestas posibles 
        podrían ser: 
         
        i. Resignación o aceptación: dependencia "consentida" 
          (por sectores de derecha o sectores empresariales muy vinculados a capital 
          externo); ii. Ruptura violenta con el modelo de vinculación predominante 
          (sería el caso de Cuba o la exigencia de sectores de contestación 
          violenta); iii. Nacionalismo participacionista, a través de lo que se ha 
          llamado un nacionalismo de fines e internacionalismo de medios (podría 
          ser el caso del Brasil); iv. Nacionalismo combativo, a través de un cuestionamiento sistemático 
          de las características del sistema internacional y del modo de 
          vinculación externa y la utilización de medios nacionalistas 
          (podría ser el caso del Perú). En el caso i. el factor determinante de la respuesta puede ser la valoración 
        del efecto de maximizadón de bienestar que puede brindar una inserción 
        pasiva (insípida desde el punto de vista cultural y político) 
        en el sistema internacional y la subestimación del "grado 
        de permisibilidad" del sistema. O bien, un cierto fatalismo "hispánico" 
        que inhibe toda respuesta. En el caso ii. el factor determinante de la respuesta puede ser una sobreestimación 
        de los efectos futuros sobre el sistema internacional de lo que se consideran 
        contradicciones internas de su segmento industrializado, y una subestimación 
        de la capacidad de maniobra que puede brindar el grado de permisibilidad 
        creado por la confrontación industrial y tecnológica (y 
        en esto, este tipo de respuesta concuerda con el tipo anterior). ii. Su Identificación como principal agente de la tendencia al 
        congelamiento del poder mundial (lo que podríamos denominar la 
        "perspectiva Kissinger" del sistema internacional y del rol 
        de las grandes potencias), y como base de operaciones de los actores transnacionales 
        con más efectos de penetración y de interferencia en el 
        funcionamiento del sistema económico internacional (las corporaciones 
        americanas: por ejemplo, casos de la IPC en Perú y la ITT en Chile). Algunos de los factores que pueden contribuir a explicar los cambios 
        de la política de los Estados Unidos con respecto a América 
        Latina, además de la personalidad del presidente Nixon, su aparente 
        antipatía por la región y la absorción casi completa 
        de su tiempo por el problema Vietnam (al menos hasta fines de 1972), parecen 
        ser: los cambios mencionados en el sistema internacional global (paso 
        de una era de confrontación nuclear a una de confrontación 
        industrial y tecnológica), con lo que ellos significan en la definición 
        de amigos y enemigos y en el rol que se asigna a los países marginales; 
        la desilusión con la estrategia de la década del sesenta 
        en América Latina, y en particular, la frustración de la 
        Alianza y la desilusión con los gobiernos reformistas democráticos 
        (experiencia con Frei en Chile) y sus efectos sobre los intereses americanos 
        en la región; y la precaución frente a la eficiencia de 
        las tecno-autocracias militares ante el resultado contradictorio (siempre 
        desde el punto de vista americano) de las experiencias de Brasil y de 
        Perú. Quizás el principal efecto de los cambios operados en la política 
        latinoamericana de los Estados Unidos ha sido la de aumentar la importancia 
        relativa de la política interlatinoamerícana de cada uno 
        de los componentes del subsistema regional y de poner en evidencia el 
        carácter multipolar y heterogéneo del mismo. Se trata de 
        un caso interesante para el análisis de los efectos sobre un subsistema 
        subordinado de los cambios de política de una potencia hegernónica 
        que ha desempeñado un rol central en el mantenimiento de un equilibrio 
        de poder dentro del mismo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el 
        retiro relativo de los Estados Unidos (o lo que se podría denominar 
        un cambio de estilo imperial), se produce en el nivel de las relaciones 
        inter-estatales, pero no así en el de las relaciones transnacionales. 
        Este hecho puede explicar ciertas contradicciones de la política 
        de repliegue de los Estados Unidos en la región, en la que el gobierno 
        aparentemente desea reducir su presencia pero los intereses económicos 
        del país en la misma le impulsan a mantenerla. c. Desde el punto de vista del subsistema regional latinoamericano, los 
        cambios más significativos a tener en cuenta parecen ser: 
         
        i. La tendencia de los países componentes del mismo a percibirse 
          como "modelos" y como "mercados". Lo primero como 
          consecuencia del aumento de las comunicaciones intrarregionales (mayor 
          posibilidad de efecto de demostración), y el efecto de la acción 
          de organismos latinoamericanos e interamericanos en un mayor conocimiento 
          recíproco (a nivel de personal político, de técnicos, 
          de intelectuales y de empresarios). Lo segundo, como consecuencia de 
          la superación gradual de la etapa (y de la ideología) 
          de Ia sustitución de importaciones y la emergencia de la de exportación 
          de manufacturas y aun de inversiones intrarregionales y de transferencia 
          de tecnología, combinado también con el efecto de la acción 
          de los organismos citados (ALALC, BID, CEPAL, OEA, etc.) y de las dificultades 
          para colocar productos manufacturados (al menos para los producidos 
          fuera del circuito de comercialización de las corporaciones internacionales 
          o con libre disponibilidad de tecnología) en mercados de países 
          industrializados. ii. El vacío operado por el relativo retiro de los Estados Unidos 
          como "factor motor" de las relaciones multilaterales en la 
          región, y como guardián de la pureza ideológica, 
          y el interés creciente de otras grandes potencias por comerciar, 
          invertir y tener presencia política en la región.  iii. Dentro del contexto señalado en ii. la emergencia de la 
          competencia de empresas internacionales de distintos países por 
          el mercado de manufacturas, de tecnología y de mano de obra barata 
          en América Latina, y por el de las contrataciones públicas 
          (grandes licitaciones de obras de infraestructura). iv. La tendencia al pluralismo ideológico, como consecuencia 
          de la mayor posibilidad de adopción de modelos "heterodoxos" 
          de desarrollo y de organización social (consecuencia a su vez 
          del mayor grado de permisibilidad del sistema internacional). Tengamos 
          presente, por ejemplo, los casos de Chile y de Perú, y las iniciativas 
          revisionistas con respecto al caso de Cuba. v. La emergencia del fenómeno Brasil y del fenómeno Grupo 
          Andino, y su repercusión en la distribución de fuerzas 
          dentro de la región. Por ejemplo, los efectos de estos dos fenómenos 
          sobre la política latinoamericana de un país como Argentina 
          que, si bien ha tenido un grado elevado de participación en las 
          relaciones comerciales de la región, ha adoptado una actitud 
          percibida por los otros países como muy negativa en materia de 
          integración económica. vi. La frustración con los resultados de la Alianza para el 
          Progreso y de la filosofía de cooperación prevalentes 
          en la década del sesenta; vii. La frustración por parte de ciertos países (medianos 
          y chicos) con los resultados de la ALALC, y los efectos de aprendizaje 
          del período ALALC tanto sobre los funcionarios gubernamentales 
          como sobre los empresarios (en particular, con respecto al método 
          de integración comercial, al mecanismo institucional y la distribución 
          de competencias entre órganos comunes y Estados nacionales, y 
          al interés real de los países grandes por la integración 
          económica). viii. Las experiencias de unidad externa y sus efectos de aprendizaje 
          en materia de incremento de poder de negociación internacional 
          (tesis de las doscientas millas; CECLA y las relaciones comerciales 
          con los Estados Unidos y con las Comunidades Europeas; el Convenio del 
          Café, la OPEP, y en cierta forma -aunque sólo sea por 
          sus resultados limitados- el Grupo de los 77 y la UNCTAD). Se pueden observar entonces, cambios en la estructura y funcionamiento 
        del subsistema regional, que se ha tornado más activo (aumento 
        de las interacciones en el plano político y económico) y 
        menos marginal para cada uno de sus componentes, y en el que se ha puesto 
        de manifiesto su carácter multipolar y heterogéneo. Han 
        aumentado tanto las posibilidades de cooperación como las de conflicto, 
        y el comportamiento de cada país frente a la región ha comenzado 
        a tener importancia en términos de distribución de poder 
        a nivel nacional. La deñnición con respecto a América 
        Latina es en algunos casos parte de una definición política 
        interna. d. Desde el punto de vista de los sistemas nacionales componentes del 
        subsistema regional los cambios más significativos derivan de una 
        acentuada divergencia de los modelos de desarrollo político, económico 
        y social que han prevalecido en los últimos años. Es éste 
        un tema que sólo puede llegar a enunciarse en un trabajo de esta 
        naturaleza. Pero lo que sí puede ser de interés es señalar 
        cuáles son los puntos en los cuales se percibe una disparidad pronunciada 
        de las respuestas que cada país brinda. Ellos son: 
         
        i. La forma de elección de los gobernantes; ii. La existencia de una oposición organizada y la posibilidad 
          de su acceso al gobierno;  iii. La garantía efectiva de libertades individuales; iv. La propiedad de los medios de producción; v. La función del Estado en la actividad económica, y 
          en particular, en el campo de las industrias consideradas básicas, 
          y del comercio exterior; vi. El tratamiento a la inversión de origen externo y a la transferencia 
          de tecnología, y la forma en que se valora el rol de la corporación 
          internacional; vii. El modo de vinculación al sistema internacional. A los efectos de comprender el funcionamiento del subsistema regional 
        (incluidos los procesos de integración), no parecen ser relevantes 
        las diferencias existentes en los puntos i. ii. y iii. Dichas diferencias 
        comenzarían a ser relevantes cuando se persiguiera entre un grupo 
        de Estados el objetivo de una unión política. Pero ese no 
        parece ser el caso, por el momento, en América Latina. Surgimiento del Grupo AndinoLos cambios contextúales apuntados anteriormente forman parte del 
        cuadro dentro del cual se genera la idea del Grupo Andino, se negocia 
        el Acuerdo de Cartagena, y funcionan durante los tres primeros años 
        los órganos previstos en dicho Acuerdo. Como hemos visto, el surgimiento 
        mismo del Grupo Andino contribuye a acentuar dichos cambios contextúales 
        al introducir una innovación profunda en el equilibrio de poder 
        que había caracterizado durante las últimas décadas 
        al subsistema regional latinoamericano.
 Examinemos a continuación la forma en que se produce la génesis 
        del Acuerdo a efectos de constatar la importancia relativa de factores 
        externos -en términos de percepción de frustraciones y de 
        desafíos- en el período en que se define el proyecto de 
        integración. Luego veremos cómo dichos factores son percibidos 
        en los primeros años de funcionamiento del Acuerdo. Recordemos en primer lugar que tocó a Chile Iiderar la posición 
        de cuestionamiento a la concepción integracionista que se había 
        plasmado en el Tratado de Montevideo. Es un Chile gobernado por un presidente 
        y un partido que habían internalizado desde hacía muchos 
        años -¿quizás influencia ideológica o efecto 
        de demostración de partidos afínes en Europa?- la idea de 
        la integración latinoamericana. Se suman en la Democracia Cristiana 
        gobernante de Chile una tradición nacional integracionista con 
        profundas raíces históricas (siglo xix) y una convicción 
        ideológica también profunda [14]. El cuestionamiento a la 
        idea de integración implícita en el programa de zona de 
        libre comercio se inicia con la iniciativa del presidente Frei de solicitar 
        un informe a cuatro economistas, jefes de organismos internacionales que 
        operaban en la región. El llamado "informe de los cuatro" 
        refleja la idea de integración que está más o menos 
        explícita en los primeros trabajos de la CEPAL, con el aditamento 
        en el plano institucional, de ideas que son un producto quizás 
        poco pulido del efecto de demostración de la integración 
        europea. El informe no produce el efecto esperado pero permite que muchos 
        sectores tomen conciencia de la distancia existente entre dos concepciones 
        de integración y de las alternativas existentes a la concepción 
        dominante en la ALALC. Los efectos de esta toma de conciencia serán 
        más evidentes cuando pocos años después, creadas 
        las condiciones políticas apropiadas, se produce lo que podríamos 
        denominar un cambio generacional en el "personal integracionista", 
        es decir, en aquellos que a nivel gubernamental, privado o de organismos 
        internacionales, tienen a su cargo conducir negociaciones, o asesorar 
        a quienes las conducen, o elaborar estudios y formular propuestas (dicho 
        cambio generacional puede situarse a partir de 1969). Otra etapa del cuestionamiento es la de la "ofensiva institucional" 
        del año 1965, una vez que en el plano programático se había 
        obtenido un cierto progreso -mucho menor del que se creyó en aquel 
        entonces- con la tan citada resolución 100 de la ALALC. En la "ofensiva 
        institucional", Chile junto con Colombia intentan lograr un cambio 
        en la estructura institucional de la ALALC, para que a través del 
        establecimiento de llamados órganos comunitarios se introdujera 
        un factor dinamizante en el proceso. Sólo se obtuvo la aceptación 
        de reformas mínimas, como lo fue la del establecimiento de una 
        Comisión Técnica. El desenlace de la ofensiva institucional 
        fué sumamente frustrante para los países chicos y medianos 
        de la ALALC. El fracaso de los intentos de obtener un trato preferencial efectivo 
        para países de menor desarrollo y de mercado insuficiente, junto 
        con la agonizante búsqueda de un nuevo mecanismo de desgravación 
        arancelaria, el ya citado resultado de la ofensiva institucional de 1965, 
        el vacío en que cae el informe de los cuatro, la imposibilidad 
        de traducir en términos operativos la programática resolución 
        100, son otros tantos factores que conducen a lo que era un previsible 
        desenlace de un proyecto en el que el vínculo asociativo era cada 
        vez más retórico y por ende más endeble. Punta del 
        Este fue la última manifestación de una etapa del proceso 
        de integración: sólo fueron necesarios cuatro meses más 
        para que en la reunión de Asunción los Ministros de Relaciones 
        Exteriores de los países de la ALALC constataran implícitamente 
        que el plan solemne de los presidentes no era un plan ni tampoco era viable. 
        Para los países como Chile y Colombia, ambas reuniones tuvieron 
        el mérito de corroborar la dificultad, sino imposibilidad, de insistir 
        por el camino iniciado en Montevideo y de haber brindado la oportunidad 
        de lograr de los países grandes la aprobación formal de 
        la estrategia de la subregionalización. Parece un hecho entonces que la "frustración ALALC" 
        fue el principal factor que conduce a Chile a la elaboración de 
        la estrategia de la subregionalización. Sin embargo, en ese momento, 
        la misma no era percibida como algo "contra la ALALC" sino como 
        una forma de presionar a la Argentina para que aceptara finalmente un 
        replanteo del proyecto de Montevideo "dentro de la ALALC". Entendemos que esto es importante de retener: el plantear la estrategia 
        de subregionalización dentro de la ALALC -y no fuera de ella- no 
        ha sido sólo consecuencia del reconocimiento de una realidad clara 
        en el plano de las relaciones comerciales (importancia del comercio bilateral 
        de Chile con la Argentina), ni tampoco producto de un imperativo jurídico 
        (relaciones con el GATT, y problema de la ratificación parlamentaria 
        en Chile y Colombia), ni menos un acto de lealtad a la vieja idea de la 
        unidad latinoamericana. Por el contrario, parece haber sido consecuencia 
        del reconocimiento del papel que se atribuye a los países "grandes" 
        de la región en una estrategia de integración que implique 
        un cambio sustantivo en las relaciones de dependencia. Si la "frustración 
        ALALC" conduce a la búsqueda del Grupo Andino, no coloca a 
        los países que participan en el mismo en una actitud secesionista 
        dentro del subsistema latinoamericano. Al contrario, ven al Grupo Andino 
        (lo vieron en el momento en. que se genera la idea, y luego lo constataron 
        cuando fue necesario obtener el apoyo de los miembros del CEP para la 
        declaración de compatibilidad en julio de 1969) antes que nada 
        como una forma de acrecentar su poder de negociación frente a Argentina 
        y Brasil. Pero no sólo poder de negociación en términos 
        comerciales, sino en términos de poder para contribuir a una definición 
        conjunta del tipo de subsistema latinoamericano que se necesita para fortalecer 
        la posición de los países de la región frente a las 
        potencias dominantes y en particular frente a los Estados Unidos. Para 
        comprender esto es necesario recordar que-los actores principales de la 
        génesis y la negociación del Acuerdo de Cartagena estaban 
        simultáneamente envueltos en iniciativas importantes en el plano 
        de las relaciones de los países latinoamericanos con países 
        industrializados. Son los años de CECLA y del Consenso de Viña 
        del Mar. Pero quizás un hecho histórico que prueba fehacientemente 
        la idea de la estrategia subregional como una forma de replantear efectivamente 
        ALALC, es que el ausente principal de la reunión de Presidentes 
        de Bogotá (agosto de 1966) era el presidente o el representante 
        del presidente de la Argentina a quien se iba a invitar el día 
        en que estalló el golpe militar de junio del mismo año. 
        [15] Lo más interesante del período de génesis del Acuerdo 
        de Cartagena es que por primera vez en la región parecen reunirse 
        las condiciones políticas necesarias para el pleno desarrollo de 
        un proyecto de integración con características similares 
        a las propugnadas por la CEPAL desde la década del cincuenta. Y 
        ello sin que en este caso la iniciativa haya correspondido a un organismo 
        internacional. Por el contrario, parece bastante claro que la idea surgió 
        de las filas del gobierno de Frei, en particular del ministro Valdés. 
        La relación de Frei con el presidente electo de Colombia, Carlos 
        Lleras Restrepo, y el hecho que en el 54 en Quitandinha (Brasil) hubieran 
        participado en la elaboración de un proyecto de resolución 
        que suponía aceptar la idea de subregionalización [16], 
        fue un factor personal que sin duda puede haber contribuido al despegue 
        de la idea. También puede haber tenido una influencia, una vez 
        lanzada la idea, el hecho que existiera entre los gobiernos de los países 
        envueltos en la misma, una afinidad ideológica en cuanto al régimen 
        político. Y que se percibiera una amenaza como consecuencia de 
        los golpes militares de Brasil (1964) y de la Argentina (1966). La negociación del Acuerdo dura más de dos años. 
        Durante el funcionamiento de la Comisión Mixta, que fuera el foro 
        de negociación, han ocurrido hechos coyunturales que tuvieron, 
        sin duda, influencia en la elaboración del proyecto. Quizá 
        pueda decirse que el proyecto se fue independizando gradualmente de sus 
        autores iniciales y también lo fueron las motivaciones. Dicha evolución 
        puede seguirse en las actas de la Comisión Mixta, o en las diferencias 
        existentes entre las bases tal como fueron planteadas a la reunión 
        de Cancilleres de la ALALC en agosto de 1966 y el Acuerdo tal como sería 
        finalmente firmado. Pero probablemente el hecho más importante 
        que marca la orientación final del proyecto, y sobre todo la orientación 
        que los órganos del Acuerdo dan a las decisiones más importantes 
        de los primeros años es la revolución del Perú en 
        octubre de 1968. El cambio producido en Perú no sólo repercute 
        en la actitud de este país frente al Grupo Andino, sino que implica 
        mucho en la toma de conciencia por parte de los países latinoamericanos 
        de lo que era el nuevo grado de permisibilidad del sistema internacional, 
        y en particular, de lo que era el cambio de actitud de los Estados Unidos. 
        En este sentido el conflicto de la IPC parece habei tenido un gran impacto 
        en la actitud del gobierno del Perú con respecto al Grupo Andino, 
        y en la percepción por parte de algunos sectores en los países 
        latinoamericanos de la nueva situación internacional. Por cierto 
        que el hecho que en 1969 asumiera el gobierno de los Estados Unidos un 
        republicano y que se reconociera casi formalmente el fin de la era de 
        la Alianza para el Progreso, contribuyó a completar el cuadro dentro 
        del cual sería firmado finalmente el Acuerdo de Cartagena. En síntesis, frustración frente a la ALALC, necesidad de 
        presionar los países grandes, emergencia de gobiernos nacionalistas, 
        percepción de una mayor tolerancia por parte del sistema internacional 
        global con respecto a políticas de desarrollo y de inserción 
        externa heterodoxas según las pautas de la era de confrontación 
        nuclear, "learning process" con respecto a cómo negociar 
        en el plano internacional y a cómo funciona el sistema económico 
        internacional, efectos de toma de conciencia y de entrenamiento de la 
        acción desarrollada durante muchos años por la CEPAL y luego 
        por el BID, son junto a factores personales (relación Lleras Restrepo-Frei) 
        y a otros coyunturales (interés del Brasil en obtener apoyo para 
        dificultades comerciales con los Estados Unidos), algunos de los factores 
        más importantes que conducen a la firma del Acuerdo y que en parte, 
        al perdurar durante los primeros años de su funcionamiento, explican 
        la forma en que fueron encaradas las primeras decisiones que debían 
        adoptarse y la fisonomía que ha ido adoptando el Grupo -Andino. CARACTERÍSTICAS DEL PROYECTO DE INTEGRACIÓN ANDINA El proyecto de integración andina tal como fuera definido en el 
        Acuerdo de Cartagena y en las primeras decisiones adoptadas por la Comisión 
        a propuesta de la Junta presenta por lo menos tres elementos que lo caracterizan 
        y distinguen de anteriores proyectos de integración en América 
        Latina. Dichos elementos son: 
         definición externa; política de beneficios equilibrados y mecanismo institucional fuerte. Definición externaEn primer lugar, el Grupo se define frente a su contexto externo en forma 
        precisa a través de una serie de instrumentos contemplados en el 
        Acuerdo y luego desarrollados por decisiones de la Comisión. Dichos 
        instrumentos son los que permiten diferenciar al Grupo como un sistema 
        internacional parcial, es decir como segmento del sistema internacional 
        global y del regional latinoamericano. Hay clara distinción entre 
        "nosotros" y "ellos": hay identidad subregional. Los 
        principales instrumentos de definición externa son el arancel externo 
        mínimo común y el arancel externo común en el plano 
        comercial, y el régimen de inversión extranjera y de transferencia 
        de tecnología en el plano de la política económica.
 La decisión 24 y sus complementarias [17] ha constituido hasta 
        el presente la mejor definición del tipo de relaciones económicas 
        internacionales que los países miembros valoran en el plano de 
        la transferencia internacional de recursos productivos. Fue concebida 
        como un instrumento de control y de negociación de la corporación 
        internacional. Su contenido -y por tanto su implementación- supone 
        un conocimiento adecuado del comportamiento internacional de dichas corporaciones. 
        Insistimos en caracterizar la decisión 24 como definición 
        -en el sentido de toma de posición- y como instrumento -en el sentido 
        de medio que se puede (o no) utilizar para lograr determinados objetivos. 
        Existe en ella un principio de política y los primeros medios para 
        desarrollarla. Pero su plena efectividad dependerá no sólo 
        de su simple vigencia jurídica sino del desarrollo simultáneo 
        del complejo de instrumentos de los cuales la Decisión 24 es sólo 
        parte. No puede visualizarse la Decisión 24 fuera del contexto 
        del Acuerdo de Cartagena y de otros instrumentos como son los programas 
        sectoriales o el régimen de las empresas multinacionales (decisión 
        46) . [18] Le Decisión 24 integrada al complejo de instrumentos de la integración 
        andina constituye la clave de la política de revalorización 
        internacional de los países miembros del Grupo. Con un mercado 
        actual interesante (más aún con la incorporación 
        de Venezuela) y un mercado potencial significativo (más aún 
        si se concreta la política de vinculación con los mercados 
        de los países "grandes" al menos en lo que respecta a 
        los programas sectoriales), el Grupo Andino ha decidido establecer las 
        condiciones que deberá reunir una corporación extranjera 
        que desee operar en la subregión, ya sea inviniendo o transfiriendo 
        tecnología. No se trata sólo de controlar las operaciones 
        de dichas corporaciones, sino de lograr a través del requisito 
        de la autorización un instrumento que permita negociar dentro de 
        ciertos límites las condiciones en que podrán operar. Y 
        los límites están orientados a eliminar toda tentación 
        de carrera por atraer al inversor extranjero, y sobre todo a delinear 
        la función que se atribuye a la empresa extranjera en el futuro 
        desarrollo de la región. Se valora a la empresa nacional y a la 
        empresa mixta. Se admite la empresa extranjera (en el sentido definido 
        por el artículo 1 del Régimen) sólo como etapa transitoria 
        en el proceso de formación de empresas nacionales y mixtas. Se 
        acepta el rol de la inversión extranjera. Pero partiendo del conocimiento 
        de como ha operado históricamente se desea limitar dicho rol dentro 
        de lo que aparece compatible con los intereses del Grupo y con la idea 
        que el Grupo tiene de su desarrollo futuro. Pero la definición externa del Grupo no se ha dado exclusivamente 
        a través de instrumentos jurídicos. Se la percibe en toda 
        declaración gubernamental relacionada con el Grupo y en particular 
        en los discursos y declaraciones finales de las reuniones anuales de Ministros 
        de Relaciones Exteriores [19]. Se la percibe también en la acción 
        del Grupo frente a otras organizaciones de integración o a terceros 
        Estados. Las relaciones con Japón, las vinculaciones con las Comunidades 
        Europeas, la forma en que el Grupo ha actuado en el seno de la ALALC o 
        en que ha coordinado sus posiciones en otros foros de debate o negociación 
        internacional (CECLA o UNCTAD) , las negociaciones y posterior establecimiento 
        de mecanismos permanentes de vinculación con la Argentina y con 
        México, son otros tantos indicadores de unidad externa que se manifiesta 
        en la acción de los órganos (tanto de la Comisión 
        como de la Junta) o en las posiciones adoptadas por ese mecanismo institucional 
        ad hoc y no previsto en el Acuerdo que es la reunión anual de Ministros 
        de Relaciones Exteriores. Voluntad de manifestarse como una unidad frente al exterior, dimensión 
        como para presentarse frente al exterior ofreciendo algo de interés 
        sobre lo cual negociar, y capacidad de acción traducida en competencias 
        atribuidas a la Comisión y a la Junta [20] y en la adopción 
        de instrumentos jurídicos funcionales a la voluntad política, 
        son los tres componentes principales de la política de definición 
        externa que caracteriza al Grupo Andino. Política de beneficios equilibradosLa preocupación de la "integración equilibrada" 
        ha sido constante en el Grupo Andino. Es parte de la reacción frente 
        a lo que ocurría en la ALALC. La desigualdad de poder económico 
        entre los países miembros ha inducido a establecer mecanismos que 
        protejan en forma especial el interés de los dos países 
        de menor desarrollo relativo que son Bolivia y Ecuador. Dicha protección 
        se manifiesta aun en el plano institucional.
 Pero la política de beneficios equilibrados va más allá 
        de un simple trato especial en el plano comercial e institucional para 
        Bolivia y Ecuador. Toda la estrategia de integración del Grupo 
        Andino descansa sobre un instrumento que por su naturaleza misma está 
        orientado a impedir desequilibrios en la distribución de los costos 
        y beneficios del proceso y a corregir los que pueden derivar de la desigualdad 
        económica entre los países participantes. Es el instrumento 
        de la programación sectorial como parte a su vez, de la armonización 
        de las políticas económicas y de la coordinación 
        de los planes de desarrollo. La aprobación del programa sectorial 
        para la industria metal-mecánica [21], constituye así un 
        primer paso de los muchos que deberán dar los países andinos 
        si desean demostrar que este tipo de instrumento puede ser aplicado a 
        pesar de las diferencias de intereses nacionales y de las dificultades 
        técnicas que implica la asignación de inversiones, y que 
        una vez aplicado, puede producir un tipo de distribución de costos 
        y beneficios de la integración radicalmente diferente al que en 
        la práctica ha producido esquemas de integración basados 
        en la liberación del comercio (caso de la ALALC, y en particular, 
        el caso del Mercado Común Centroamericano). [22] La política de beneficios equilibrados es la clave de la definición 
        del Grupo como unidad interna. Y la importancia de su eficacia radica 
        en el hecho que a mediano y largo plazo la política de definición 
        externa puede transformarse en retórica e inefectiva si los actores 
        externos (Estados y empresas multinacionales) no perciben dentro del Grupo 
        voluntad y capacidad de unidad interna. Sólo a través de 
        un cierto grado de unidad interna puede el Grupo transmitir al exterior 
        una idea de dimensión que lo transforme en lugar interesante para 
        efectuar inversiones o para transferir tecnología, o para comprar 
        y vender, a pesar del carácter estricto de las condiciones impuestas. 
        Un inversor extranjero podrá aceptar la fórmula del "fade-out" 
        si realmente lo que se le ofrece es la posibilidad de operar en un mercado 
        de ochenta millones de habitantes. Un Estado no-miembro, grande a escala 
        mundial o grande a escala latinoamericana, considerará al Grupo 
        como interlocutor válido en el plano internacional si realmente 
        quienes hablan por él mismo son los representantes legítimos 
        de intereses que implican 30.000 millones de dólares de PBN y exportaciones 
        por valor de 6.000 millones anuales. Son estos indicadores de poder los 
        que al presentarse al exterior como reflejo de una unidad darán 
        una idea de la magnitud del Grupo Andino dentro del subsistema regional 
        o dentro del sistema internacional global, y que al ser utilizados en 
        función de una estrategia de revalorización frente ai resto 
        de las naciones y de alteración de las vinculaciones de dependencia 
        podrían permitir un acrecentamiento del grado de participación 
        real de los países miembros en la vida internacional. Mecanismo institucional fuerteEl mecanismo institucional fuerte es la tercera nota que caracteriza al 
        Grupo Andino y lo diferencia de las experiencias ALALC y MCCA [23]. El 
        esquema institucional es simple y sin duda presenta similitudes con el 
        de las Comunidades Europeas. Un órgano de proposición que 
        es la Junta, que en ciertos casos posee competencias para decidir. Un 
        órgano de decisión final que es la comisión.
 La Comisión es el órgano principal del Acuerdo. Sin embargo 
        desde el punto de vista político la institucionalización 
        "de facto" de la reunión de Ministros de Relaciones Exteriores 
        ha transferido a su seno la competencia para dar sustento e impulso político 
        al proceso. Es a través de la Comisión que se representa 
        el interés de los países miembros. Expresa su voluntad mediante 
        decisiones.La Junta representa el interés del Grupo. Fundamentalmente es el 
        órgano que posee la capacidad técnica para preparar las 
        medidas que permitan cumplir el proyecto contenido en el Acuerdo. Como 
        dijimos antes, la Junta propone, en ciertos casos tiene capacidad de decisión 
        propia, y en otros puede decidir por delegación de la Comisión.
 En la distribución de competencias entre la Comisión y 
        la Junta, y en particular en la acción de esta última, no 
        sólo se percibe una profunda diferencia con la ALALC y con el MCCA 
        sino que se observa un elemento más de la política de igualdad 
        de beneficios a que hacíamos referencia antes. La Junta, al representar 
        el interés común y al tener capacidad para proponer dentro 
        del marco de referencia delineado por el Acuerdo, es un órgano 
        que tendrá que permitir una mejor defensa de los intereses de los 
        países chicos y contrabalancear así el natural desequilibrio 
        de intereses que puede manifestarse en el seno de la Comisión. 
        Pero también en el sistema de votación de la Comisión 
        se manifiesta la preocupación de salvaguardar el interés 
        de los países chicos. La existencia de un aparato institucional centralizado y con capacidades 
        jurídicas y técnicas es también un elemento significativo 
        de una política de unidad externa. En el caso del Grupo Andino, 
        la Junta y la Comisión son los canales a través de los cuales 
        los Estados miembros comienzan a comunicarse con otros Estados cuando 
        desean hacerlo en condiciones más apropiadas que las de la acción 
        individual. La Junta y la Comisión actuando hacia el exterior del 
        Grupo refuerzan la imagen de unidad necesaria para que el conjunto de 
        países sea percibido precisamente como Grupo por el resto de los 
        integrantes del sistema internacional. Por cierto que dicha acción 
        externa es por el momento incipiente. Pero lo interesante es observar 
        cuál es la tendencia predominante en este campo, y la tendencia 
        comienza a ser clara en el seno de la ALALC. PRIMEROS ELEMENTOS PARA UNA EVALUACIÓN Como dijimos antes, es prematuro intentar en este momento una evaluación 
        de la eficacia del régimen de inversión extranjera y mucho 
        menos del primer programa sectorial de desarrollo industrial. Sin embargo, 
        tres años de funcionamiento de la estructura institucional del 
        Acuerdo de Cartagena, son suficientes para permitir una cierta evaluación 
        de la misma. El cumplimiento estricto de los plazos muy ambiciosos del Acuerdo, que 
        preveía la aprobación en los primeros años de decisiones 
        en el órgano que posee la capacidad técnica para preparar 
        las medidas que permitan cumplir el proyecto contenido en el Acuerdo. 
        Como dijimos antes, la Junta propone, en ciertos casos tiene capacidad 
        de decisión propia, y en otros puede decidir por delegación 
        de la Comisión. En la distribución de competencias entre la Comisión y 
        la Junta, y en particular en la acción de esta última, no 
        sólo se percibe una profunda diferencia con la ALALC y con el MCCA 
        sino que se observa un elemento más de la política de igualdad 
        de beneficios a que hacíamos referencia antes. La Junta, al representar 
        el interés común y al tener capacidad para proponer dentro 
        del marco de referencia delineado por el Acuerdo, es un órgano 
        que tendrá que permitir una mejor defensa de los intereses de los 
        países chicos y contrabalancear así el natural desequilibrio 
        de intereses que puede manifestarse en el seno de la Comisión. 
        Pero también en el sistema de votación de la Comisión 
        se manifiesta la preocupación de salvaguardar el interés 
        de los países chicos. La existencia de un aparato institucional centralizado y con capacidades 
        jurídicas y técnicas es también un elemento significativo 
        de una política de unidad externa. En el caso del Grupo Andino, 
        la Junta y la Comisión son los canales a través de los cuales 
        los Estados miembros comienzan a comunicarse con otros Estados cuando 
        desean hacerlo en condiciones más apropiadas que las de la acción 
        individual. La Junta y la Comisión actuando hacia el exterior del 
        Grupo refuerzan la imagen de unidad necesaria para que el conjunto de 
        países sea percibido precisamente como Grupo por el resto de los 
        integrantes del sistema internacional. Por cierto que dicha acción 
        externa es por el momento incipiente. Pero lo interesante es observar 
        cuál es la tendencia predominante en este campo, y la tendencia 
        comienza a ser clara en el seno de la ALALC. PRIMEROS ELEMENTOS PARA UNA EVALUACIÓN Como dijimos antes, es prematuro intentar en este momento una evaluación 
        de la eficacia del régimen de inversión extranjera y mucho 
        menos del primer programa sectorial de desarrollo industrial. Sin embargo, 
        tres años de funcionamiento de la estructura institucional del 
        Acuerdo de Cartagena, son suficientes para permitir una cierta evaluación 
        de la misma. El cumplimiento estricto de los plazos muy ambiciosos del Acuerdo, que 
        preveía la aprobación en los primeros años de decisiones 
        en de ésta, sino que permite que esté integrada por representantes 
        gubernamentales con poder efectivo en sus propias administraciones. A 
        diferencia del Comité Ejecutivo Permanente de la ALALC, no se trata 
        de diplomáticos que suelen estar tan alejados de los centros reales 
        de poder en sus propios países (y no sólo alejados físicamente 
        por el hecho de vivir en Montevideo sino alejados políticamente), 
        como los mismos técnicos de la Secretaría. Los integrantes 
        de la Comisión son, por el contrario, quienes a nivel nacional 
        tienen la principal responsabilidad en la conducción de los asuntos 
        relacionados con la integración. A su vez lo que se decide en Lima no es percibido como algo marginal 
        en la elaboración de las respectivas políticas nacionales. 
        No es un capítulo secundario de la política de comercio 
        exterior referido a una zona marginal (caso de la ALALC). La decisión 
        sobre inversión extranjera y sobre transferencia de tecnología, 
        los programas sectoriales de las industrias metal-mecánica y petroquímica, 
        la armonización de las políticas de fomento industrial, 
        el régimen de las empresas multinacionales, la propuesta sobre 
        propiedad industrial, el establecimiento de un sistema de creación 
        de tecnología, penetran profundamente en la estrategia de desarrollo 
        económico y de vinculación externa de cada uno de los países. 
        Son decisiones que trascienden la esfera de las relaciones externas e 
        inciden en forma clara en la esfera de la política interna. Pero estas decisiones comunes, ¿son efectivas? ¿Penetran 
        en la realidad tal como lo pretenden quienes las elaboran y las aprueban? 
        Y en última instancia, ¿de quién depende la efectividad 
        de las decisiones comunes? Detengámonos en este tema que es desde 
        el punto de vista institucional crucial. En efecto, uno de los aspectos más complejos del desarrollo de 
        un acuerdo internacional de integración económica, es el 
        de lograr que los países comprometidos en el mismo, hagan efectivas 
        las decisiones adoptadas por los órganos comunes. La dificultad 
        deriva, naturalmente, de la falta de centralización del poder de 
        coerción que caracteriza las relaciones internacionales de cooperación 
        y de integración. En otros términos, no es posible en estos 
        casos, ejercer la fuerza pública para lograr que un sujeto de derecho 
        -sobre todo si se trata de un Estado- adapte su conducta a lo prescripto 
        por las normas contenidas en el acuerdo internacional o derivadas del 
        mismo. La integración latinoamericana ha conocido este tipo de problema. 
        Tanto en el caso de la ALALC como en el del Mercado Común Centroamericano, 
        un número importante de compromisos asumidos por los países 
        miembros no se han traducido en hechos concretos. Bien es cierto que, 
        sobre todo en el caso de la ALALC, buena parte de estos compromisos tenían 
        sólo un carácter programático: se trataba de compromisos 
        para estudiar los medios necesarios a fin de alcanzar ciertos objetivos 
        comunes, y a veces, aun dichos objetivos debían ser definidos en 
        forma más precisa. Sin embargo, el compromiso como tal existía 
        e imponía una obligación de hacer a los asociados y a los 
        órganos comunes. Se pueden ensayar distintas explicaciones no jurídicas para comprender 
        el por qué de la inefectividad de las decisiones adoptadas por 
        los países participantes en los procesos de integración 
        latinoamericana. La más común es que el comportamiento ulterior 
        de los países que contribuyen a la formación de una decisión 
        que les impone cierta obligación, sólo está demostrando 
        así su falta de interés por concretar lo allí expresado 
        o la imposibilidad de hacerlo como consecuencia de situaciones internas 
        o externas que no fueron previstas en el momento oportuno. Y esta situación 
        parece ser más común cuando se trata de un proceso de integración 
        en el que interviene un número elevado de países disímiles, 
        con tradición a los compromisos programáticos en el plano 
        internacional que luego no se cumplen, con inestabilidad política 
        y económica interna, y con un interés marginal en el desarrollo 
        del proceso de integración. Pero también pueden encontrarse explicaciones en deficiencias 
        de la estructura jurídíco-institucional del proceso. Si 
        bien, por lo general, se reconoce el carácter instrumental y funcional 
        de dicha estructura en relación al contenido y a las características 
        del proyecto de integración, en la práctica, por un exceso 
        de irrealismo o por un mimetismo exagerado con respecto a modelos externos, 
        quienes diseñan la estructura jurídico-institucional de 
        un proceso concreto pueden estar sembrando la semilla de un posterior 
        desentendimiento y distanciamiento entre derecho y realidad. Se establecen 
        así reglas jurídicas y se crean mecanismos institucionales 
        que son disfuncionales a los objetivos del proceso o a las características 
        nacionales de los países intervinientes, y en particular, a las 
        de sus ordenamientos jurídicos y aparatos administrativos. Lograr que el derecho responda a la realidad y que el derecho penetre 
        en la realidad, es la misión de un legislador -nacional o multinacional- 
        que aspire a la efectividad de la norma que sanciona. En el caso de un 
        proceso de integración consensual la eficiencia del mecanismo de 
        concertación de los intereses nacionales puede lograr lo primero. 
        Precisamente esa es su función primordial. Y daría la impresión 
        -si se observan las experiencias más exitosas de integración- 
        que la existencia de un órgano independiente con alta capacidad 
        técnica es condición ineludible para asegurar la eficiencia 
        del mecanismo de concertación de intereses. Casi más: resulta 
        difícil imaginar un mecanismo de concertación de intereses 
        nacionales en un proceso de integración consensual, sin la presencia 
        de un órgano técnico independiente de los gobiernos. Si la norma responde a la realidad y expresa la voluntad concertada de 
        los países participantes, es más probable que éstos 
        efectivamente la cumplan. Y para ello no es suficiente que la pongan en 
        vigencia o que implementen los instrumentos de aplicación. Resulta 
        indispensable que la totalidad del aparato del Estado ajuste su comportamiento 
        a lo prescripto por la norma aprobada: que la cumpla y la haga cumplir. Pero es posible también adicionar un elemento de presión 
        externa para lograr que los países miembros -y los órganos 
        comunes-ajusten su comportamiento a lo pactado, asegurando así 
        la efectividad de la norma. Suponiendo que el acuerdo básico de 
        un proceso de integración y las normas derivadas del mismo, estén 
        en su origen y se mantengan así en el tiempo, basadas en una reciprocidad 
        de intereses nacionales -y ello depende en parte de la eficacia del mecanismo 
        de concertación-, a través de un mecanismo de control de 
        la legalidad de los actos emanados de los órganos de integración 
        y de control del cumplimiento de sus obligaciones por los Estados miembros, 
        se puede aspirar a crear un sistema de legalidad que fortalezca -nunca 
        podrá sustituirla- la función de sustentación del 
        vínculo asociativo que cumple la reciprocidad de intereses. El control de la legalidad debe servir de garantía a los Estados 
        participantes -y a los particulares dentro de los mismos- en un proceso 
        de integración en el sentido de que los órganos comunes 
        desarrollarán su acción dentro de los límites de 
        las competencias formales y materiales que se le han atribuido en el acuerdo 
        constitutivo o en algún instrumento jurídico complementario. A su vez el control del cumplimiento de sus obligaciones debe servir 
        de garantía a los Estados miembros contra la acción unilateral 
        de otro Estado miembro que no se ajuste a lo pactado en el acuerdo constitutivo 
        o en decisiones derivadas del mismo. Supuesto el caso de la vigencia de la reciprocidad de intereses, ambos 
        controles podrían contribuir, por un lado, a evitar excesos y arbitrariedades 
        en la acción de los órganos comunes -incluso los intergubernamentales-, 
        y por el otro, a crear una presión externa sobre el Estado que 
        tienda a no cumplir con sus obligaciones poniendo en evidencia tal conducta 
        contraria a derecho, y en última instancia, contraria al interés 
        del conjunto de los asociados. Y si se dice "presión externa" 
        y sólo "poner en evidencia", es porque creemos que el 
        carácter consensual de un proceso de integración y la inexistencia 
        de un poder coercitivo centralizado, impiden imaginar sanciones que obliguen 
        a un Estado a cambiar en los hechos de conducta. Cuanto más, dichas 
        sanciones pueden imaginarse a través de acciones de represalia 
        que podrían legalmente adoptar los otros Estados miembros, en el 
        plano de las relaciones económicas comprendidas por el proceso 
        de integración. Sustentar un proceso de integración consensual en una concepción 
        dinámica de la reciprocidad de intereses nacionales y en una concepción 
        flexible y funcional de la legalidad, puede ser una forma realista y racional 
        de encarar una tarea de por sí difícil. Se transforma en 
        cambio, en una necesidad imperiosa cuando a través de dicho proceso 
        se aspira a obtener en poco tiempo y con métodos sofisticados, 
        objetivos complejos relacionados con el desarrollo y la inserción 
        internacional de los países involucrados. En tal caso, prever estos 
        sistemas de control, y atribuirlos a un órgano jurisdiccional independiente 
        y permanente, creado y perteneciente a los Estados miembros, parecería 
        ser una condición básica para asegurar el funcionamiento 
        del proceso de integración logrando una mayor efectividad de los 
        compromisos asumidos por los países participantes. De todas formas 
        se lograría romper el monopolio del control de la efectividad de 
        las decisiones que esquemas tipo ALALC está en manos de cada Estado 
        miembro. En el caso del Grupo Andino se impone un esfuerzo de clarificación 
        del tema, del efecto jurídico de las decisiones y de su valor en 
        la jerarquía jurídica nacional. Ello implica asimismo establecer 
        un sistema de control al cumplimiento de las decisiones por parte de los 
        Estados miembros y del control de la legalidad en la adopción de 
        aquellas decisiones. El tema del control de la legalidad y del cumplimiento 
        de las obligaciones asumidas por los Estados miembros estuvo ausente en 
        la elaboración del Acuerdo. Se consideraba poco conveniente tratar 
        el tema en ese momento. Sólo existía un reenvío, 
        en materia de diferendos, al sistema de la ALALC. De allí que la 
        Comisión encomendara a la Junta el estudio de la creación 
        de un órgano de control jurisdiccional, y sobre las bases elaboradas 
        por la junta se ha.iniciado ahora la consideración a nivel nacional 
        de las características que tendrá dicho órgano y 
        cuáles serán sus competencias. [24] Si se aprueba el proyecto de la Junta, el Grupo Andino habrá obtenido 
        una cierta puesta en común del control de la efectividad de las 
        decisiones, que será la contrapartida lógica a la puesta 
        en común de decisiones, y en última instancia a la puesta 
        en común de recursos y de mercados que caracteriza todo el proyecto 
        de integración. ALGUNAS CONCLUSIONES Deseamos extraer algunas conclusiones de lo que hemos presentado en los 
        párrafos anteriores. La experiencia incipiente del Grupo Andino 
        -por lo tanto insuficiente para extraer conclusiones firmes-parecería 
        confirmar la idea que el desarrollo de un proceso de integración 
        consensual exige una combinación adecuada de factores originados 
        en el contexto "extra-integración" con factores internos 
        al mismo proceso, y que en ciertos casos, tal combinación puede 
        no sólo contribuir al mantenimiento del proceso, pero también 
        a su expansión en términos de mayor unidad interna y externa 
        y a una mayor aproximación a un punto de no retorno desde el punto 
        de vista económico (mayor costo de la ruptura o del estancamiento 
        con respecto a los costos de continuar, medidos costos -y beneficios-tanto 
        en términos de bienestar como de poder), y eventualmente a un punto 
        de no retorno desde una perspectiva política y formal (transferencia 
        de monopolio de la fuerza dentro de una estructura federal). Es decir que si bien los factores externos pueden crear un contexto favorable 
        a un proceso de integración, una vez producido el despegue parece 
        ser necesario tener en cuenta la forma en que operan factores internos 
        al proceso y entre otros los siguientes: 
         
        i. La eficacia de las acciones conjuntas (internas y externas) en función 
          de objetivos relacionados con las situaciones de subdesarro11o y de 
          dependencia; ii. La capacidad adaptativa del proyecto de integración y de 
          su estructura jurídica frente a los cambios que se operen en 
          el contexto internacional global y regional, y en los componentes internos 
          variables de cada situación nacional: iii. La capacidad de concertación de intereses (regulación 
          de conflicto) y de propulsión del órgano común 
          (resultado de la combinación de competencias y recursos que se 
          le otorguen o que consiga a su favor; de las características 
          personales de sus integrantes y del grado de motivación tanto 
          de ellos como del personal técnico; de su estabilidad; de su 
          capacidad técnica; del grado de vinculación con los gobiernos 
          nacionales y con grupos de interés). Tener en cuenta estos factores internos es fundamental para no incurrir 
        en el clásico error de sobreestimar los factores externos y explicar 
        todo en términos de reacción contra amenazas actuales o 
        potenciales desde el exterior. Puede afirmarse en forma tentativa que en el caso del Grupo Andino se 
        ha dado una combinación de factores contextúales (cambios 
        en el sistema internacional global, en la política latinoamericana 
        de los Estados Unidos, en el subsistema regional, y en los sistemas nacionales) 
        con factores internos al proceso de integración (eficacia del mecanismo 
        de concertación en la etapa de la génesis del proceso y 
        en sus primeros años de funcionamiento, y características 
        del programa conjunto), que estuvieron ausentes en el caso de la ALALC. 
        Los cambios en el sistema internacional han operado un imperativo de supervivencia 
        (temor a mayor dependencia, subdesarrollo y/o marginalidad), pero a la 
        vez han creado condiciones aparentemente favorables a una estrategia de 
        maximizar bienestar y poder por parte de países marginales. Ello 
        se debe a que en la era de confrontación industrial y tecnológica, 
        el mercado actual o potencial de países como los latinoamericanos 
        parece haber adquirido un valor que carecía en la era de confrontación 
        nuclear. Ese valor está basado en los imperativos de expansión 
        que han creado a las estructuras industriales de los países más 
        avanzados los cambios tecnológicos. Este hecho ha cambiado la posición y el rol de los países 
        latinoamericanos en el sistema internacional global. Su percepción 
        es uno de los factores que ha inducido a un cambio de actitud frente a 
        actores gubernamentales y transnacionales de fuera de la región, 
        en el sentido de maximizar en términos de bienestar y de poder 
        el valor de sus mercados y de sus recursos para las grandes corporaciones 
        internacionales. En ciertos casos, como el del conjunto de países 
        que hoy integran el Grupo Andino, la dimensión del mercado real 
        y la relativa debilidad política y económica de la que se 
        parte, limitan la existencia de alternativas nacionales viables, e impulsan 
        a un país a ensayar una estrategia en forma conjunta con otros 
        países. El hecho que la Junta del Acuerdo de Cartagena percibiera estos cambios" 
        y propusiera a los países miembros, dentro del marco de sus competencias 
        y del programa conjunto, una estrategia de respuesta que aparece como 
        técnicamente fundada, racional y factible y que además coincidiera 
        con percepciones y aspiraciones predominantes en países con capacidad 
        de liderazgo, parece ser clave para comprender al Grupo Andino de los 
        primeros años. La capacidad política de la Junta ha consistido entonces, en detectar 
        y proponer una estrategia racional y factible para lograr objetivos que 
        coincidían con aspiraciones nacionales de algunos de los países 
        del Grupo y difícilmente rechazables (por motivos internos o por 
        falta de alternativas) por los otros. Esto que puede observarse en el caso del régimen de inversión 
        extranjera, también se observa en el caso del programa sectorial 
        para la industria metalmecánica. El impacto de la Decisión 24 en las relaciones internacionales 
        de los países miembros; el de la existencia misma del Grupo en 
        la relación de los países miembros con otros países 
        latinoamericanos (en ambos casos la sensación de poder hablar fuerte 
        a los Estados Unidos, a la Argentina, y al Brasil); el efecto del programa 
        de integración como medio de cambio interno (habría que 
        examinar en tal sentido el caso de Colombia) ; son factores que parecen 
        haber operado hasta el presente para crear una idea de aumento de capacidad 
        de participación real en el sistema internacional global y en el 
        regional, y de una mejor posición para encarar las situaciones 
        de dependencia y de subdesarrollo. La renovación del mandato de la Junta vencido su primer período 
        de tres años puede interpretarse como un indicador de satisfacción 
        por parte de los países miembros con respecto a su eficacia en 
        la gestión del programa conjunto. Sin embargo, el hecho que algunas de las decisiones de la Comisión 
        (incluido el régimen de inversión extranjera) aún 
        no son plenamente efectivas; y la presencia de fuerzas desintegradoras 
        que naturalmente operan en un proceso de esta naturaleza (la lógica 
        de la diversidad) corno es la de la heterogeneidad ideológica, 
        sumada a la inestabilidad política característica de algunos 
        de los países envueltos en el proceso, deben ser retenidos en la 
        mente de quien trata de predecir la evolución futura del proyecto 
        andino. El punto de no retorno aún está lejos. Es posible pensar 
        que se mantendrá en los próximos años la percepción 
        de desafíos extrarregionales e intrarregionales. Los factores internos 
        al proceso que apuntábamos más arriba y que pueden contribuir 
        a su expansión aún no se han podido manifestar en su plenitud. 
        Cuando se manifiesten será posible predecir con mayor claridad 
        hasta qué punto el proyecto andino es realmente funcional al objetivo 
        de alterar las situaciones de subdesarrollo y de dependencia tal como 
        las habíamos definido al comienzo. |