| 1. Se ha generalizado en América Latina el replanteo de conceptos, 
        ideas, políticas, instrumentos e instituciones, vinculados con 
        el desarrollo y la inserción en la economí mundial de cada 
        país de la región. Lo que se ha denominado con acierdo la 
        "revolución silenciosa", ha impactado también 
        en un tema tradicional de la agenda latinoamericana de las últimas 
        tres décadas como es el de la integración económica 
        regional. Estas notas sólo pretenden efectuar algunos apuntes que faciliten 
        un debate sobre esta cuestión central del actual momento latinoamericano 
        y que es también relevante para la agenda de las relaciones hemisféricas. Es un debate que cobra gran actualidad como consecuencia de los profundos 
        cambios que han conmovido en los últimos meses las relaciones internacionales. 
        En realidad, la revisión del tema de la integración regional 
        se alimenta en por lo menos cuatro vertientes principales: a) la constatación 
        de que las experiencias pasadas de integración regional, si bien 
        han dejado algunas secuelas positivas, están lejos de haber generado 
        los resultados esperados en términos de expansión del comercio 
        intralatinoamericano y la formación de un megamercado regional; 
        b) los procesos de ajuste estructural y de transformación productiva 
        en que están embarcados los países latinoamericanos, que 
        han dado lugar a políticas comerciales más abiertas y favorables 
        a una inserción competitiva de las economías nacionales 
        en los mercados mundiales, con la consiguiente erosión de las ventajas 
        comerciales preferenciales que se habían negociado en los esquemas 
        de integración; c) la tendencia mundial a la constitución 
        de grandes bloques económicos, en uncontexto de acentuada interdependencia 
        económica global, y d) las negociaciones comerciales en curso en 
        el ámbito de la Rueda Uruguay, de las cuales se espera que emerja 
        un sistema comercial internacional más abierto y una mayor disciplina 
        en las políticas y prácticas comerciales de todos los países. 
       Dos hechos en particular le dan mayor relevancia hemisférica a 
        la cuestión. Uno, es el impacto en todos los países del 
        sistema interamericano de los acontecimientos europeos, en particular 
        la concreción del mercado único europeo a finales de 1992. 
        El otro es la anunciada iniciativa para un acuerdo de comercio libre entre 
        México y Estados Unidos, y la más reciente "Iniciativa 
        para las Américas", planteada en junio de 1990 por el Presidente 
        de Estados Unidos. ¿Tiene sentido, a la luz de las nuevas realidades regionales y 
        mundiales la idea de una integración económica regional? 
        ¿Es realista esperar en la presente década la conformación 
        de un megamercado regional? ¿Abarcaría a toda América 
        Latina o serían aproximaciones parciales de tipo subregional o 
        sectorial? ¿Qué metodología se emplearía para 
        lograrlo? ¿Qué características tendrá? ¿Qué 
        lugarr ocupará la idea de integración regional, en el contexto 
        de las nuevas políticas económicas y en la estrategia para 
        penetrar todos los mercados mundiales? ¿Cómo se conciliaría 
        en el caso de algunos de los países de la región, con su 
        vinculación formal con otros bloques comerciales? ¿Es viable 
        para cada país latinoamericano un sistema de alianzas económicas 
        múltiples y la pertenencia simultánea a distintos bloques? 
        ¿Todos ellos podrran aspirar en los próximos años 
        a tener algún tipo de participación formal en los bloques 
        comerciales del mundo industrializado? Desde la perspectiva de la agenda de diálogo intrarregional y 
        del hemisférico, asrcomodesde la perspectiva del sistema de comercio 
        internacional que surgirá dela Rueda Uruguay, éstas 
        parecen ser algunas de las preguntas relevantes.  2. Más allá de las continuas expresiones políticas 
        favorables a la integración, subsiste en muchos círculos 
        la duda integración latinoamericana, agosto de 1990 sobre cómo contestar la pregunta, desde laperspectiva de cada país, 
        de qué ventajas y qué desventajas puede tener el desarrollar 
        una estrategia de integración económica con la región. 
        Estas dudas se manifiestan dentro de la región, pero también 
        fuera de la región, y ello explica ciertas dificultades para poder 
        definir actitudes y políticas de apoyo internacional a la idea 
        de integración latinoamericana.
 No se trata tanto de identificar ventajas y desventajas teóricas. 
        En general se las conoce y mucho se ha escrito sobre ellas desde 
        la perspectiva de la teoría económica.  Tampoco se trata de hacer sólo ejercicios en torno a ventajas 
        y desventajas, teóricas o prácticas, desde la perspectiva 
        de hipotéticas racionalidades regionales. No necesariamente lo 
        que es bueno para la región es percibido por actores nacionales 
        como bueno· para su respectivo país.  Se trata más bien de explorar las ventajas y desventajas concretas, 
        que cada país, particularmente su gobierno y sus operadores económicos, 
        puedan percibir en la perspectiva práctica de sus necesidades e 
        intereses. Y éste es un ejercicio que sólo se puede hacer, 
        por razones obvias, desde la óptica de cada país y de cada 
        momento histórico concreto. ¿Qué función puede 
        cumplir el entorno económico regional?, es una pregunta que requiere 
        respuesta a nivel nacional. En la década de 1960, el lNTAL hizo 
        algunos trabajos técnicos con tal perspectiva. Luego predominó 
        en estudios y propuestas la óptica regional o subregiopal. Habría 
        que volver ahora a profundizar el análisis del tema integración 
        desde la perspectiva de cada país, con fuerte énfasis en 
        la de sus operadores económicos, o sea de quienes eventualmente 
        van a invertir en función del mercado regional, o van a operar 
        a escala transfronteriza en la región. Esto es particularmente 
        válido, en un momento en que también se ha generalizado 
        la idea de que el sector privado debe asumir un papel protagónico 
        en el desarrollo de la región y en su comercio exterior. Lo que parece enseñar la experiencia histórica de otras 
        regiones es que sólo puede tener fuerza y durabilidad una estrategia 
        de integración (voluntaria y consensual) de un país con 
        otro u otros, en la medida que se inserte en la agenda agenda de cuestiones 
        políticas y económicas relevantes de los protagonistas nacionales 
        de cada momento histórico concreto. Ven la medida, por cierto, 
        en que éstos intereses nacionales puedan articularse y mantenerse 
        articulados con los intereses nacionales del otro u otros países, 
        lo cual requiere un ejercicio continuo de negociación y de adaptación, 
        y mecanismos institucionales aptos a tal efecto.
 Y también enseña la experiencia que el liderazgo de un 
        proceso de integración sólo puede surgir del o de los países 
        con mayor gravitación económica entre todos los participantes. 
        Puestos en otros términos, los mayores costos de una integración 
        de distintas economías nacionales deben ser absorbidos por las 
        principales economías del grupo. El actual caso de la reintegración 
        de las economías alemanas así lo demuestra. Pero también 
        lo demuestra la integración a la CEE de las economías más 
        atrasadas de los países mediterráneos. Este es un tema sobre 
        el cual no se ha profundizado aún el debate en América Latina, 
        a pensar de lo mucho que se ha tratado el tema de los paises de menor 
        desarrollo económico relativo. ¿Están dispuestas las principales economías del 
        área a asumir los eventuales costos del desarrollo de un megamercado 
        regional? ¿Se compensan tales costos con los eventuales beneficios 
        de un espacio económico integrado? ¿Se han medido tales 
        costos y estimado tales beneficios desde la perspectiva concreta de cada 
        una de las principales economías.del área?  3. Pero aun para poder contestar la pregunta del primer párrafo 
        del apartado anterior en esa perspectiva práctica, se requiere 
        definir qué se entiende en tal caso por "integrar" un 
        país a otro u otros. Hay distintas formas y distintos grados de 
        integración económica, y los caminos que conducen a cada 
        una de ellas también pueden ser distintos, en sustancia o en matices. 
       Precisamente lo más importante que está ocurriendo en este 
        momento en la región en relación con este tema, es que parece 
        consolidarse un cierto consenso sobre un nuevo planteamiento estratégico 
        de la integración, construido en torno a un concepto muy amplio, 
        flexible y abierto de integración y cooperación económica. Es un planteamiento que no se centra en formas predefinidas de alcance 
        global, tendientes a conformar en plazos determinados un sólo espacio 
        económico y un único ámbito de políticas económicas, 
        que eventualmente se extienda a toda el área latinoamericana.  Por el contrario, si bien el objetivo del mercado común latinoamericano 
        sigue siendo reconocido como válido en el largo plazo, el nuevo 
        planteamiento supone poder contar con un menú amplio de opciones 
        que incluya tanto fórmulas reconocidas de integración (por 
        ejemplo, unión aduanera o zona de comercio libre) como fórmulas 
        de cooperación econ6mica, en toda su gama.  En tal sentido, Enrique Iglesias, presidente del BID, señalaba 
        recientemente al inaugurar la Asamblea de la Institución en Montreal 
        (abril de 1990) "que un proceso de cooperación económica 
        amplio, pragmático y abierto puede cumplir un papel fundamental 
        en la creación de comercio entre los países de la región, 
        y dar lugar a una mayor eficiencia que redunde en una creciente competitividad 
        de la región en los mercados internacionales y en la transformación 
        de los sistemas productivos". Estas palabras reflejan ese renovado planteamiento estratégico 
        de la integración económica regional que se ha generalizado 
        en América Latina. Prueba de ello es que los presidentes del Grupo 
        de Río de Janeiro, en su pasada reunión de Ica (Perú, 
        octubre 1989), enfocan la integración regional desde la perspectiva 
        más amplia del esfuerzo de capacitarse para competir.  En un mundo en que se ha acentuado la competencia económica entre 
        naciones; la idea de integrarse para Competir y para exportar, pasaa ser 
        el eje de un planteamiento estratégico que se aparta del que caracterizara 
        la idea de integración en la época en que las políticas 
        económicas nacionales privilegiaban la sustitución de importaciones. Carlos Massad analiza muy bien este tema en el artículo "Una 
        nueva estrategia para la integración" que se publicó 
        en la revista Integración Latinoamericana, enero-febrero de 1989, 
        y en la Revista de la CEPAL en abril de 1989, número 37, pág. 
        105 y ss. También lo hacen Alfredo Fuentes y Javier Villanueva, 
        en el libro Economía mundial e integración de América 
        Latina, que publicó el INTAL (Buenos Aires, abril de 1989). El 
        profesor Klaus Esser desarrolla, en el mismo sentido, un planteamiento 
        sumamente interesante en su artículo "Hacia la competitividad 
        industrial en América Latina", publicado en la revista Integración 
        Latinoamericana del INTAL (N° 148, pág. 16 y ss). En todos estos enfoques la integración es percibida como parte 
        de una estrategia para crear un "hábitat" favorable a 
        la competltividad internacional de las naciones del área y por 
        lo tanto, para la de sus empresarios. En el mundo de la interdependencia 
        global quienes compiten son sistemas nacionales que crean para ello -a 
        través de sus propias políticas y de un eficaz tejido de 
        alianzas multinacionales un entorno favorable a la eficiencia y competitividad 
        de sus operadores económicos, siendo la cohesión social 
        y la equidad un elemento central de tal entorno. ¿No es éste 
        acaso el sentido profundo de Europa 1992? También en el Grupo Andino, en la CARICOM y en Centroamérica, 
        se ha afirmado al más alto nivel esta nueva orientación 
        estratégica. La pasada reunión presidencial de Galápagos 
        (Ecuador), coloca firmemente la integración andina en esta perspectiva. 
        Y es quizás en el Caribe inglés, donde más clara 
        resulta la definición de la integración subregional como 
        un proceso destinado a reforzar la aptitud de cada uno de los respectivos 
        paises para extraer provecho de la doble inserción del área 
        en los megamercados de Europa (Lomé) y de América del Norte 
        (CBI y Carican).  4. Este nuevo planteamiento permite además superar en el plano 
        conceptual y práctico, la aparente contradicción entre los 
        requerimientos del ajuste estructural y de la transformación productiva, 
        con los de la integración económica regiional. Un papel reciente de Ulrich Lachler ("Regional lntegration and Economic 
        Development, noviembre de 1989; The World Bank Industry and Energy Department, 
        PPR, Industry Series Paper, n.14) reconoce las ventajas que para las economías 
        en desarrollo pueden derivarse de un proceso de integración concebido 
        en función de políticas económicas orientadas a asegurar 
        la competitividad internacional en mercados abiertos. Y desde una perspectiva ya específica de América Latina, 
        el documento de la CEPAL para su reunión de Caracas de mayo de 
        1990 ("Transformación prodúctiva con equidad", 
        capítulo sobre "La transformación productiva y la integración 
        económica" -LC.L. 548, del 9 de febrero de 1990), reconoce 
        explícitamente que las políticas de liberalización 
        comercial, tendientes a mejorar la inserción de los países 
        en la economía mundial, no son por fuerza antagónicas con 
        los compromisos integradores dentro de la región. Al contrario, 
        sostiene, "elevar el nivel de interdependencia económica intrarregional 
        facilitaría a la vez el objetivo de adquirir competitividad internacional, 
        con el beneficio adicional de que tendería a diversificar las estructuras 
        productivas de la región". 5. Otra fuerte ventaja del nuevo planteamiento estratégico es 
        que permite a cada país mantener abiertas múltiples opciones 
        para su inserción en la economía mundial. También 
        en este plano América Latina parece alejarse de visiones antinómicas. 
        La multiplicidad de alianzas económicas dentro y fuera de la región, 
        tanto gubernamentales como empresarias, puede ser una de las estrategias 
        abiertas a los países de la región para competir en un mundo 
        que parece no tolerar solitarios ni alianzas exclusivas o excluyentes. 
        Cómo conciliar una estrategia de alianzas múltiples, con 
        la disciplina económica y comercial que implica la participación 
        en un bloque económico, o la asociación formal con un megamercado, 
        va a ser uno de los problemas concretos que tendrá que resolver 
        cada país latinoamericano en el futuro inmediato, en particular 
        aquellos para quienes puede ser factible plantearse la opción desintegrarse 
        a uno de los megamercados industrializados. En el futuro previsible y 
        con los parámetros actuales, esta opción sólo estaría 
        abierta para algunos países de la región, sea a través 
        de la idea del Mercado Común de Norteamérica, o del CBI 
        y Carican. o de Lomé.  Lo que sí parece claro es que en los próximos años 
        los países latinoamericanos no van a estar proclives a sacrificar 
        o siquiera debilitar, sus posibilidades de inserción competitiva 
        en los grandes mercados mundiales, en aras del desarrollo de un potencial 
        mercado regional. Por el contrario, e insisto en este punto que es clave, 
        es probable que en los hechos los países latinoamericanos sólo 
        se inclinarán seriamente al desarrollo del mercado, regional -o 
        de cada uno de los subregionales- en la medida·en que les permita 
        resolver algunos de los problemas que plantea su esfuerzo de transformación 
        productiva, y además les permita mejorar las posibilidades de su 
        inserción competitiva en los grandes mercados mundiales. En la 
        América Latina de hoy están claras cuáles son las 
        prioridades. Sin embargo, este cuadro podría sufrir marcadas alteraciones si 
        se frustraran las expectativas de que como resultado de la Rueda Uruguay, 
        emerja un sistema multilateral de comercio mundial. con reglas de juego 
        transparentes, que garantice efectivamente el acceso a los mercados y 
        logre establecer una disciplina comercial internacional, limitando las 
        tendencias al proteccionismo, al comercio administrado y a las políticas 
        unilaterales. Una estrategia de alianzas económicas múltiples 
        supone, paratener sentido, la existencia de megamercados abiertos y no 
        la de "fortalezas" cerradas.
 Un sistema con tales características es particuiarmente necesario 
        para los países que no pueden protegerse contra el proteccionismo 
        asociándose a uno de los megamercados industrializados, ya que 
        en definitiva esta es la ventaja principal de estar dentro de un bloque 
        comercial. Ser miembro de un bloque económico es la mejor gararitía 
        que tiene un país de no ser afectado por eventuales políticas 
        proteccionistas de los otros miembros del bloque. Y transforma el acceso 
        al mercado de los demás países en un derecho y no sólo 
        en un privilegio que pueda ser anulado unilateralmente. 6. También se está generalizando el consenso en torno a 
        la necesidad de que el nuevo planteamiento estratégico de lugar 
        a una renovación de la metodología de la integración. 
        Como se señaló antes, la tendencia es alejarse de los enfoques 
        totalizadores y ensayar, en cambio, aproximaciones pragmáticas 
        que permitan aprovechar el potencial de cooperación existente en 
        cuestiones y sectores específicos.  Un modelo que se aprecia es el de la integración en el Cono Sur; 
        particularmente entre Argentina y Brasil, en el que se ha buscado además 
        del desarrollo de proyectos puntuales en el campo nuclear, de la biotecnología, 
        de la energía, complementariedades productivas intrasectoriales, 
        tendientes a otorgar a las empresas de los sectores elegidos (bienes de 
        capital, alimentos, automotriz) ventajas en materia de economías 
        externas y de escala que redunden en reducciones de los costos medios 
        de producción. A pesar de las dificultades económicas recientes 
        de ambos países, que alteraron sustancialmente los supuestos bajo 
        los cuales se formuló el Programa en el auge de los planes "austral" 
        y "cruzado", se han obtenido ya resultados concretos, que se 
        reflejan en el comportamiento del comercio bilateral en 1989. 7. Este proceso de renovación conceptual y de flexibilización 
        metodológica, se inicia en realidad al comienzo de la pasada década, 
        con la creación de la ALADI. El esquema anterior de la ALALC se 
        había agotado, en parte debido a la rigidez de los instrumentos 
        disponibles y en mucho debido a que era imposible continuar negociando 
        preferencias comerciales sin afectar poderosos intereses proteccionistas. 
        La ALALC se había transformado de hecho en un esquema de "préstamos 
        precarios de mercados", para la colocación de excedentes o 
        el abastecimiento de faltantes circunstanciales. El Tratado de Montevideo 
        de 1980, por el contrario, establece un marco jurídico e institucional, 
        sumamente flexible, que permite desarrollar en una forma compatible con 
        el GATT, acuerdos parciales por pares o grupos de países, o acuerdos 
        por sectores.  Parece razonable, entonces, la idea ahora prevaleciente de volver a centrar 
        en el marco de la ALADI los esfuerzos de integración económica 
        regional. Su flexibilidad e incluso el hecho de que no contenga un programa 
        específico de integración, da a este marco jurídico 
        e iristitucional, una marcada ventaja para canalizar formalmente acciones 
        específicas de cooperación e integración, en las 
        que no participen, necesariamente, todos sus países miembros o 
        que estén limitadas a sectores puntuales, sean de la producción 
        o de los servicios de apoyo al comercio, incluyendo por cierto las comunicaciones, 
        el transporte y el financiamiento.  El hecho de que todos los países miembros de la ALADI tengan hoy 
        gobiernos democráticos, y el hecho de que la estructura jurídica 
        de la Asociación permite vincular a los países centroamericanos 
        y del Caribe a sus actividades, facilitaría la idea de transformar 
        la Asociación en el eje institucional multilateral y regional 
        del nuevo planteamiento de la integración.  En tal sentido, se puede vislumbrar un próximo perrada en el que 
        la integración entre países latinoamericanos se canalice 
        a través de múltiples mecanismos y acuerdos cobijados en 
        el gran paraguas de la estructura jurídica de la ALADI, tales como 
        el de Argentina y Brasil; o el más amplio del Cono Sur; o el de 
        las tres subregiones (andina, centroamericana y del Caribe); o los 
        que se están dando en materia comercial o en torno a proyectos 
        específicos (productivos o de infraestructura) en casi todos los 
        ejes bilaterales de la región; o los sectoriales, sean estos bilaterales 
        (por ejemplo, el de bienes de capital entre Argentina y Brasil) o multilaterales, 
        como los múltiples que se han firmado y están vigentes en 
        el ámbito de la ALADI. O el de los grandes corredores de transporte 
        terrestre y fluvial, como los ferrocarriles de Buenos Aires y de Santos 
        al puerto de Matarani en el Pacifico, o el de la Hidrovía Paraguay-Paraná 
        en la Cuenca del Plata. 
 8. En esta perspectiva de una integración latinoamericana abierta 
        al mundo, flexible y pragmática en sus métodos, es previsible 
        que la ALADI cumpla crecientemente, al igual que en otros planos el SELA, 
        la función de dar un marco global y una visión de conjunto, 
        a un proceso multidimensional de regional market building que permitirá 
        alcanzar en los próximos años, quizá más que 
        un "mercado único" al estilo de Europa 1992, un grado 
        razonable de interdependencia económica basada en el predominio 
        de la cooperación y no del conflicto. Hoy, cuarenta años 
        después del Plan Schuman, vemos que también éste 
        es uno de los resultados más sólidos de la genial iniciativa 
        de Jean Monnet.  ¿Cuáles serían, en tal caso, los principales aportes 
        concretos que podría brindar la ALADI a esta "arquitectura 
        latinoamericana"? Por cierto que en primer lugar estaría 
        la función de "paraguas jurídico e institucional" 
        del Tratado de Montevideo, que tiene significativa importancia en relación 
        con el GATT y que también la tiene, por su artículo 44, 
        que establece la cláusula de la nación, más favorecida 
        entre todos los países miembros, con respecto a las ventajas o 
        concesiones que éstos pudieran otorgar a terceros paises. Es indudable 
        que en relación con esta función de la Asociación 
        se podrían presentar algunos problemas en el futuro, si es que 
        no se logra conciliar en la práctica, la simultánea pertenencia 
        de un país a la Asociación y a otro bloque comercial. En segundo lugar, la Asociación tiene el instrumental necesario 
        para desarrollar una preferencia arancelaria regional y para la eliminación 
        de restricciones no aran.celarias al comercio intrarregional. Sin embargo, 
        ha habido serias dificultades para lograr progresos significativos hasta 
        el presente en esta área. La reciente Reunión de Cancilleres 
        celebrada en México (30 de abril y 1 de mayo de 1990) no pudo concretar 
        su objetivo de profundizar la mencionada preferencia arancelaria regional, 
        que finalmente fuera logrado en Montevideo, en junio pasado.  En tercer lugar, la Asociación dispone de las mejores estadísticas 
        desagregadas sobre comercio intralatinoamericano, y una vasta experiencia 
        en la promoción de encuentros y acuerdos empresariales. Tiene, 
        en tal sentido, una clara ventaja comparativa para facilitar apoyo 
        técnico y estadístico al proceso de cooperación interempresaria, 
        que se ha intensificado en los últimos arios en la región. En cuarto lugar, la Asociación puede ser el ámbito para 
        un gradual proceso de diálogo primero y luego de coordinación, 
        de aquellas pol.fticas macroeconómicas y de comercio exterior de 
        los países miembros, que más pueden incidir en el comercio 
        intralatinoamericano y en la complementación económica de 
        la región. En un momento en que existe una mayor homogeneidad de 
        los respectivos enfoques de políticas económicas, tal proceso 
        no sólo se torna más factible sino que puede ser más 
        productivo en términos de efectiva coordinación de políticas.
 En quinto lugar, la Asociación puede seguir cumpliendo una función 
        valiosa en el campo de la cooperación aduanera y, particularmente, 
        en el de los pagos. En tal sentido, salvo dificultades circunstanciales, 
        el sistema de pagos y créditos recíprocos de la ALADI constituye 
        uno de sus aportes más positivos al desarrollo del comercio regional. 
       El gran desafío que tendrá en el período inmediato 
        la Asociación será el de conciliar en un marco común, 
        la tendencia en lo intrarregional a múltiples esquemas y mecanismos 
        de integración, y a la vez, la tendencia de los países miembros 
        a preservar un fuerte margen de maniobra para insertarse en la economía 
        mundial, incluso participando activamente de otros bloques comerciales. 
        Tal conciliación sólo podría resultar del establecimiento 
        a nivel regional, en la ALADI, y a nivel mundial, en el GATT, de una disciplina 
        multilateral eficaz en relación con el acceso a los mercados de 
        los respectivos países.
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