| La tercera cumbre del Mercosur, celebrada el 28 de diciembre de 1992, 
        ha significado una contribución positiva al desarrollo del proceso 
        de integración económica. Se realizó en circunstancias delicadas para el Mercosur. Entre 
        otros factores, el profundo desequilibrio en el comercio bilateral entre 
        la Argentina y el Brasil, había contribuido a crear un clima enrarecido, 
        especialmente en los medios empresarios argentinos, con respecto a la 
        viabilidad y a la conveniencia del Mercosur. Más que un generador 
        de ventajas, comenzaba a ser percibido por algunos sectores, casi como 
        un obstáculo al esfuerzo de transformacióneconómica 
        del país. La dificultad para acceder a información estadística 
        sobre el comercio bilateral, suficientemente actualizada y desagregada, 
        contribuía a la generación de un débale no siempre 
        preciso ni bien planteado en sus términos. A ello se ha sumado 
        asimismo, el hecho de un nivel generalmente pobre de conocimiento sobre 
        las realidades políticas y económicas del Brasil, y sobre 
        su lógica interna, que conduce muchas veces a hacer una lectura 
        de sus acontecimientos sólo desde una perspectiva de la propia 
        experiencia argentina. Por primera vez desde el lanzamiento, en julio de 1990, de la idea que 
        condujo luego al Mercosur, podía observarse entonces una fuerte 
        erosión del proyecto de integración. La prensa comenzó 
        a reflejar serías dudas y hasta actitudes abiertamente negativas 
        en influyentes sectores del país. Lo mismo comenzaba a observarse, 
        a veces por otros motivos, en el Paraguay e incluso, en el Uruguay. La 
        idea de que nuestro país debía optar por NAFTA o por una 
        zona de libre comercio con los Estados Unidos, en lugar de profundizar 
        el MERCOSUR, fue objeto de conside-raciónen artículos periodísticos 
        y en declaraciones de personalidades de prestigio. Incluso algún 
        especialista extranjero lo dijo abiertamente al visitar el país: 
        la Argentina debería abandonar el Mercosur y asociarse al NAFTA. 
        Pocas voces salieron en cambio a la defensa del proyecto de integración. 
        En particular en los sectores políticos. Cuando los cuatro Presidentes se reunieron en Montevideo junto con sus 
        Cancilleres y sus Ministros de Economía, el Mercosur aparecía 
        entonces debilitado y sus partidarios a la defensiva. El deterioro era 
        notorio con respecto al clima más eufórico que había 
        caracterizado la anterior cumbre, celebrada sólo en julio pasado 
        en Las Leñas. Es en este contexto que debe situarse el analisis 
        de los resultados de la Cumbre de Montevideo y su significado para el 
        futuro inmediato delMercosur. I. Las razones de un deterioroEl desbalance comercial contribuyó sin duda a erosionar el entusiasmo 
        del empresariado argentino con respecto al Mercosur. Los datos son conocidos 
        y elocuentes: entre 1991 y 1992 (periodo enero-noviembre) pasamos de tener 
        un superávit de! 190 millones de dólares a un déficit 
        de 1.451 millones de dólares. Este desbalance resulta de una caída 
        de las exportaciones argentinas que significaron 200 millones menos que 
        en 1991, y de una duplicación de las. exportaciones originadas 
        en el Brasil. Es te aumento alcanza casi el 300% en material de transporte, 
        en tanto que las exportaciones argentinas en el sector aumentaron el 98%. 
        Aproximadamente un 40% del déficit se debe al comportamiento del 
        comercio en el sector material de transporte, y la explicación 
        se podría encontrar en el hecho de que la industria automotriz 
        argentina no pudo cumplir con los cupos previstos en el Protocolo 21.
 La imagen de "invasión comercial" brasilera se generalizó 
        en el segundo semestre de 1992 y en muchos casos se la atribuyó 
        rápidamente al Mercosur. Posiblemente por las dificultades de información 
        estadística, o por la baja capacidad instalada en el país 
        para el monitoreo del efecto de compromisos comerciales internacionales 
        sobre la economía nacional y sbbre sus empresas, lo cierto es que 
        ningún análisis circuló sin embargo, para avalar 
        una relación causal entre el margen de preferencia resultante del 
        ACE 14 y del Tratado de Asunción y el comportamiento del comercio 
        bilateral, en el que además se tomara en cuenta la incidencia de 
        otros factores válidos para las relaciones comerciales globales 
        de los dos países. Quizás hubo empresas ensectores concretos 
        con interés en que la imagen de invasión causada por los 
        compromisos del Mercosur se afianzara en la opinión pública, 
        a fin de sustentar mejor la conclusión que de ella se extraía, 
        en el pentido de que había que prorrogar los plazos del programa 
        de liberación comercial o imponer medidas excepcionales no previstas 
        en las reglas de juego pactadas. En todo c!aso, la explicación a la opinión pública 
        sobre la naturaleza del déficit y sobre sus razones, no parece 
        haber sido la suficiente. Sin embargo, los funcionarios gubernamentales 
        responsables del área comercio exterior y del Mercosur, lo señalaron 
        con precisión en distintas oportunidades: el desequilibrio comercial 
        de 1992, se explica básicamente por el Hecho de que la demanda 
        interna del Brasil cae y se expande lade la Argentina; porque la paridad 
        cambiaría en el Brasil refleja Jos profundos desequilibrios ma-croeconórnicos 
        que predominaron en casi todo 1992, y porque en algunos sectores, especialmente 
        el automotriz, la industria argentina no pudo atender simultáneamente 
        el crecimiento dé la demanda interna y sus compromisos de exportación.
 ¿Es el programa de liberación arancelaria del Mercosur responsable 
        de este desequilibrio? Si se tienen en cuenta el conjunto de la política 
        comercial exterior del país, así como los compromisos comerciales 
        bilaterales con el Brasil, originados en la ALADI y en los protocolos 
        del período del PICAB, parecería difícil atribuir 
        sólo a los compromisos originados en el ACE 14 y en el Tratado 
        de Asunción, una responsabilidad decisiva en el comportamiento 
        del comercio recíproco. Es probable que un análisis detallado 
        del comercio bilateral durante el año 1992, ponga de manifiesto 
        que el desequilibrio se hubiera producido aun en el caso de no exis tir 
        el programa de liberación automática, más aun, incluso 
        en el caso de no existir el Mercosur.
 ¿Posee el Tratado de Asunción los mecanismos correctores 
        suficientes para atender situaciones de desequilibrios profundos como 
        los que se plantearon en 1992? En mi opinión la respuesta es positiva, 
        si se tiene en cuenta la existencia de cláusulas de salvaguardia, 
        laamplitud de competencias que el Tratado de Asunción al Consejo 
        y, en particular, lo que el ACE 14 -instrumento jurídico fundamental 
        para las relaciones comerciales argentino-brasileras durante el período 
        de transición del Mercosur- prevé al respec to. Además, 
        el instrumental jurídico cuatripartito y bilateral, no excluye 
        la posibilidad de que frente a desequilibrios sectoriales pronunciados, 
        que comprometen políticamente la viabilidad del proceso de integración, 
        el país superavitario practique, en acción mancomunada gubernamental-empresaria, 
        una política de restricciones voluntarias a las exportaciones, 
        a fin de no agravar la situación. Pero el deterioro antes mencionado no se explica sólo por el desbalance 
        comercial. Se explica, fundamentalmente, porque cambiaron las expectativas 
        en cuanto al ordenamiento económico primero y al crecimiento luego, 
        de la economía brasilera. La crisis que concluyó con la 
        renuncia del Presidente Collor, la alta inflación y las incertidumbres 
        que durante el segundo semestre de 1992 predominaron en cuanto a la orientación 
        de la política económica del Brasil, han llevado a cuestionar 
        una de las premisas básicas del Mercosur, que es precisamente la 
        de que el comportamiento expansivo de su economía, en un cuadro 
        de estabilidad macroeconómica, contribuiría al dinamismo 
        económico que se requiere para sustentar, a largo plazo, el proceso 
        de transformación económica y de modernización de 
        nuestro país. Es entonces la imagen que predominó en el segundo semestre de 
        1992, de un Brasil desordenado económicamente, que se estanca y 
        pospone sus posibilidades de modernización y crecimiento, lo que 
        contribuyó significativamente a erosionar el clima de expectativas 
        positivas que originó en su momento el Mercosur. En este contexto, el desbalance comercial pasa a ser percibido como un 
        síntoma de una realidad más profunda. Y es esa realidad 
        la que conduce a generar dudas sobre el acierto de la estrategia del Mercosur, 
        basada en supuestos Imás optimistas con respecto al comportamiento 
        económico del Brasil, justificados en el cuadro económico 
        y político de 1990 y 1992, y en el comportamiento expansivo de 
        nuestras exportaciones al país vecino.
 II. Los resultados de la cumbre de Montevideo
 La tercera reunión del Consejo del Mercosur, produce entre otras 
        los siguientes resultados concretos:
 
         La definición al más alto nivel político de 
          los niveles del arancel extemo común. Los Presidentes decidieron 
          que, con forme a lo previsto en el Cronograma de Las Leñas, a 
          partir de junio de 1993 queden definidos los niveles del AEC entre 0 
          y 20%. Esta definición significa reafirmar la imagen de un Mercosur 
          abierto al mundo y concebido como trampolín para los esfuerzos 
          de competítívídad internacional de cada uno de 
          los asociados. 
 Se decidió asimismo reconocer la existencia de situaciones sectoriales 
          específicas, estableciéndose que "serán permitidas 
          alícuotas diferentes hasta un máximo del 35% para una 
          lista reducida de productos, entendiéndose que esa alícuota 
          deberá reducirse a un máximo del 20% en un plazo no superior 
          a seis años a partir del l2 de enero de 1995", es decir 
          como máximo hasta el 2001. De tal forma, con sentido pragmático, 
          se flexibiliza el logro del objetivo de la unión aduanera, reiterándose 
          una concepción no dogmática del proceso de integración, 
          que implica una conciliación dinámica del logro de los 
          objetivos perseguidos con la evolución de las realidades económicas 
          internas de los asociados e internacionales.
 
 Otra decisión importante es la de establecer un régimen 
          especial arancelario aplicable "a la importación por los 
          países del Mercosur, de productos subsidiados por terceros países, 
          teniéndose en cuenta los resultados de la Ronda Uruguay", 
          Se abre así la posibilidad de contar con un instrumento idóneo, 
          a fin de adaptar las medidas necesarias para contrarrestar la importación 
          de productos agrícolas subsidiadqs, a las reglas de juego que 
          finalmente surjan de las actuales negociaciones en el GATT.
 
 
 El lanzamiento de una iniciativa en relación a los Estados 
          Unidos y evenlualmente en relación a Nafta, en la forma de una 
          propuesta a los Estados Unidos, de realizar en el ámbito del 
          Acuerdo "4 +1", conversaciones preliminares para darinicío, 
          cuando las partes lo consideren oportuno, a negociaciones entre el Mercosur 
          y los Estados Unidos, "sobre las opciones comerciales que se abren 
          a partir de la nueva realidad hemisférica de acuerdo a la Iniciativa 
          para las Américas y a la firma del Tratado de Libre Comercio 
          de América del Norte, del qual son signatarios asimismo México 
          y Canadá".
 De está forma se reafirma algo que estaba claro desde el inicio 
          en 1990 del proceso que condujo al Mercosur (especialmente desde la 
          reunión de Ministros celebrada en Brasilia el 1º de agosto): 
          y es que éste era concebido, no como contradictorio u opuesto, 
          sino como parte de un ejercicio más amplio de inserción 
          de los países del Cono Sur en la economía global, a través 
          de las negociaciones del GATT, de la vinculación con la CEE y 
          Japón, y en el plano hemisférico del desarrollo de la 
          idea de un sistema de libre comercio, dentro de los lineamientós 
          propuestos por el entonces Presidente de los Estados Unidos.
 
 La señal que emiten los Presidentes es clara: cuando las dos 
          partes estén en condiciones, -es decir, también los Estados 
          Unidos, ya que hasta el momento ha indicado nítidamente que prefiere 
          primero poner en funcionamiento el NAFTA-, los países del Mercosur 
          entienden necesario empezar a conversar en el marco del "4 + 1" 
          -cosa que durante las dos primeras reuniones del Consejo del Acuerdo 
          con los Estados Unidos no ocurriera- sobre qué opciones existen 
          para concretar la idea de un acuerdo hemisférico de libre comercio. 
          Una de esas opciones por cierto puede ser un acceso al NAFTA. Pero no 
          es la única, ni necesariamente la más conveniente. Otras 
          podrían ser por ejemplo, o un acuerdo de libre comercio con los 
          Estados Unidos o directamente, un acuerdo entre el Mercosur y NAFTA. 
          Lo que los Presidentes señalan en la cumbre de Montevideo es 
          que todas las opciones están abiertas, que hay que explorarlas 
          y que para eso existe un ámbito, que es el actual acuerdo "4 
          + 1".
 
 
 El reconocimien to explícito de quelos desequilibrios comerciales 
          son un problema común que requiere de un tratamiento especial 
          por parte del Grupo Mercado Común, el que "deberá 
          estudiar fórmulas destinadas a asegurar un tratamiento equilibrado 
          del tema". Implícitamente la Cumbre de Montevideo, reconoce 
          que hay un problema común a tratar, pero no entendió necesario 
          aún adoptar medidas especiales, probablemente por atribuirle 
          un carácter transitorio y excepcional a la situación.
 En concreto, fue una reunión en la que predominó una vez 
          más el pragmatismo y la prudencia, rasgos que son esenciales 
          en la administración de la difícil tarea de integrar mercados 
          y economías en profundo proceso de estabilización y transformación.
 III. Hacia el futuroLos mercados y la ciudadanía esperaban, con razón, señales 
        claras de la reunión presidencial de Montevideo. Creo que las han 
        obtenido. El Mercosur ha salido una vez más reafirmado, como proyecto 
        compatible con las otras dimensiones de la inserción de los asociados 
        en el mundo. La presencia y el discurso de ltamar Franco, quien un día 
        después asumiría como Presidente del Brasil, contribuyeron 
        a despejar toda duda acerca de la importancia que su gobierno le atribuye 
        al cumplimiento, por todos los asociados, de los compromisos asumidos 
        en el Mercosur.
 En mi opinión, lo esencial en el futuro es mantener firme el sentido 
        de dirección y la razón de ser de la alianza estratégica 
        entre la Argentina y el Brasil, que es la columna vertebral del Mercosur. 
        Pero también es importante señalar en forma permanente, 
        con hechos, que los cuatro gobiernos preservan el pragmatismo y la flexibilidad 
        que caracterizó el lanzamiento de la idea original del Mercosur 
        en 1990, como antes había caracterizado la del PICAB, durante la 
        gestión de los Presidentes Alfonsín y Sarney. No hay espacio para rigideces o visiones mecanicistas. La integración 
        económica entre naciones, tiene más de arte que de voluntarismos 
        o automaticismos. Lo demuestra la historia reciente de la integración 
        europea. Por eso se trata de procesos esencialmente políticos. 
        Se construyen según las posibilidades. Requieren mucho de perseverancia, 
        convicción política en sus objetivos, respaldo societal, 
        y una gran dosis de razoriabilidad en la concepción y en la aplicación 
        de los instrumentos. Pero es importante también mantener la credibilidad y la seguridad 
        jurídica. Caso contrario los inversores quedarán paralizados 
        o irán a otras latitudes. La inminente entrada en vigencia del 
        Protocolo de Brasilia sobre solución de controversias es, en tal 
        sentido, buena noticia. Por suerte además, el Tratado de Asunción 
        permite, a través de actos jurídicos originados en el Consejo 
        del Mercosur, introducir con bastante laxitud las correcciones de rumbo 
        que las realidades imponen. Es una paradoja, pero muchas veces las rigideces 
        en este tipo de procesos resulten de la no utilización oportuna 
        de los elementos de flexibilidad que posee una estructura jurídica. No es necesario fugarse de la realidad ni fugarse del Mercosur, como 
        algunos propusieron en el segundo semestre de 1992. Ijs preferible en 
        cambio, ajustar la marcha del Mercosur a realidades correctamente definidas 
        y necesariamente cambiantes, a fin de preservar lo esencial de los objetivos 
        políticos y económicos perseguidos. La tarea por delante es densa. En el plano del Mercosur y en el plano 
        interno, con respecto al Mercosur. Con respecto al plano del Mercosur, 
        el Cronograma de Las Leñas fijajpautas y orientaciones. Se pueden 
        modificar si las realidades lo imponen. Pero lo importante es hacerlo 
        conforme a las propias reglas de juego establecidas. Caso contrario se 
        afecta inútilmente la credibilidad en el proceso. Dejar que los 
        plazos transcurran sin que las tareas se cumplan sería contrario 
        al interés de nuestro país, pues iría erosionando 
        gradualmente la idea de que lo pactado debe cumplirse. Si los plazos hay 
        que prorrogarlos más allá de los tres meses autorizados 
        al Grupo Mercado Común, lo tiene que hacer el Consejo mediante 
        una Decisión. Insisto en que el Tratado no es rígido. Sólo 
        que su flexibilización debe hacerse conforme a Derecho. Para un 
        país con un mercado relativamente pequeño como es el nuestro, 
        es importante reconocer el alto valor práctico, político 
        y económico, que tiene el respeto a la juridicidad en los compromisos 
        comerciales internacionales. Recordemos que lo esencial para atraer inversiones 
        orientadas al comercio exterior, es adquirir un derecho protegido para 
        acceder a mercados mayores como si fueran internos. Es muy probable que 
        si se percibiera precariedad en la protección jurídica al 
        acceso a los mercados, muchos inversores en sectores tales como, por ej. 
        el automotriz, preferirán instalarse en el país con mayor 
        mercado. México lo ha entendido. También lo han entendido 
        otros de nuestros competidores, como Canadá en relación 
        al mercado americano o España en relación al mercado comunitario. 
        También lo ha entendido claramente Chile y por eso le interesa 
        acceder al NAFTA. Por el mismo motivo, no le convendrá mantenerse 
        mucho tiempo apartada de un Mercosur exitoso. También en el plano del Mercosur, parece fundamental reflexionar 
        sobre las ideas avanzadas por Carlos Ruckauf en su estimulante articulo, 
        publicado el 15 de enero en El Cronista, en relación a trascender 
        a la actual etapa de informalidad política, y acrecentar el espacio 
        de participación de los parlamentos y de la comunidad académica. Con respecto al plano interno en relación al Mercosur, la tarea 
        principal por delante cruza por dos frentes: el primero, es el de un mayor 
        desarrollo institucional que permita una creciente participación 
        de los sectores empresarios, políticos, sindicales y académicos, 
        en la preparación de las decisiones nacionales referidas al Mercosur; 
        y el segundo, es el de una acción intensa del propio sector empresario 
        para colocarse a través de inversiones y de la incorporación 
        del progreso técnico, así como a través del tejido 
        de alianzas empresarias, en condiciones de competir en el mercado del 
        Brasil, como parte de una estrategia más amplia de inserción 
        en la economía global. En tal sentido, lo que la experiencia de 
        la relación comercial bilateral argentino-brasilera de 1992 estaría 
        indicando, es que el peor escenario para el futuro de algunos sectores 
        de nuestra economía, podría ser el de una oferta argentina 
        de bienes y de servicios que no pudiera atender, a la vez, la expansión 
        de la demanda interna y la de la demanda interna del Brasil. Podría 
        darse el caso que tengamos asegurado el acceso al mercado de un Brasil 
        que se estabilice y vuelva a crecer, aumentando significativamente sus 
        importaciones y que nuestras empresas no puedan sacar provecho de ese 
        hecho, por falta de suficiente oferta adaptada a las características 
        de la demanda que allí se originaría. |