| Desde su origen, el  Mercosur estuvo pensado para competir y negociar en el mercado mundial, éste fue su planteo estratégico. Tanto la reunión  Menem-Clinton como la Cumbre  de Asunción significaron resultados positivos para esta proyección inmediata  del Mercosur orientada a la incorporación de Chile y a entablar una negociación  con Estados Unidos para mejorar el acceso al mercado de bienes y de servicios.  Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos y Canadá por ser "global  traders", se interesan en el fortalecimiento de marcos multilaterales de  alcance global, en tener proyección hacia el Hemisferio, hacia Europa, Asia y  el Pacífico. Es razonable que esos países busquen alianzas no excluyentes ni  exclusivas, En la política, hay un consenso entre el Norte y el Sur de las  Américas orientado a rechazar la difusión de capacidades de destrucción masiva,  las naciones del Sur de las Américas visualizan concientemente su Alianza  estratégica, de la cual, el Mercosur es una expresión en el campo económico. El NAFTA supera las  expectativas de una zona de libre comercio, ofrece un marco más amplio y rico  para los países con intención de acceder, en caso dé ser aprobado. La Cumbre de Asunción, por su  parte, mostró pragmatismo y flexibilidad en relación al arancel externo común y  a (a propuesta brasilera sobre una banda de fluctuaciones cambiarías. Se vio  favorecida por la posición argentina en el encuentro previo Menem-Clinton.  También colaboró un cambio de espectativa sobre el comportamiento de la economía  brasilera y de la relación comercial Argentina - Brasil. La incorporación de  Chile debería ser en lo inmediato una prioridad del Mercosur. Ahora existen mas  razones que cuando fue invitada a participar, hay menos disparidad,arancelaría  y de políticas comerciales. También se ha diluido Su rápida incorporación al  NAFTA. Además la integración económica argentino-chilena ha aumentado  sustancialmente, su incorporación al MERCOSUR, crearía una realidad de poder  político, económico y empresario más equilibrada entre los socios. Es un  objetivo deseable, pero ahora también posible. Los instrumentos, v.g, el  arancel externo común, están en función de los objetivos estratégicos globales  de la alianza estratégica entre las naciones del Sur de las Américas, de la  cual, el propio Mercosur es solo un instrumento, así como la necesaria  proyección internacional hacia las Américas, Europa y el Pacífico. La extroversión del MercosurDesde sus orígenes,  la extroversión ha sido una nota dominante en el planteamiento estratégico del  Mercosur. Su finalidad política ha sido claramente colocar a los asociados en  mejores condiciones para competir y para negociar en un mundo de bloques y  tentaciones proteccionistas. Tras los resultados positivos de la Cumbre de Asunción y las  sugestivas definiciones del encuentro Menem-Clinton, parece recomendable  entonces examinar los próximos pasos en la proyección internacional del  Mercosur. Ellos deberían estar orientados a concretar la incorporación de Chile  y a entablar una negociación con los Estados Unidos para lograr condiciones de  estabilidad, certidumbre y lealtad, en el acceso a los respectivos mercados de bienes  y de servicios.
 Estos pasos  deberían ser dados en la inteligencia que los cuatro asociados comparten con  Chile y con los Estados Unidos, la idea que sus respectivos intereses  nacionales estarían mejor contemplados en el marco de instituciones multilaterales de alcance global,  tanto en el campo político y de la seguridad (Naciones Unidas) como en el del  comercio mundial (GATT), fuertes y renovadas en torno a criterios de eficacia y  de participación democrática. Pero que hasta tanto tales objetivos se logren en  plenitud, es posible y conveniente, lograr a escala regional respuestas a  algunos de las cuestiones más acuciantes que plantea la inserción de nuestros  países en la economía mundial, a la vez globalizada y compartimentalizada. De  ahí que la articulación de una estrategia de integración económica a escala del  Sur de las Américas por un lado y por el otro, de fluidez en el comercio y en  las inversiones a escala Hemisférica, no son percibidas como contradictorias  con la idea más amplia del multilateralismo a escala global. Por el contrario,  tanto la Argentina  como el Brasil y Chile en el Sur de las Américas, como los Estados Unidos en el  Norte (y también Canadá) son "global traders", con su inserción en  los mercados mundiales ampliamente diversificada. De allí su interés en el  fortalecimiento de los marcos multilaterales de alcance global. Por eso también  su interés en asegurar, a la vez, su proyección hacia el Hemisferio como  asimismo hacia Europa, el Asia y el Pacífico. En particular, ninguno de estos  países podrían estar interesados en nada que debiliten sus posibilidades de  desarrollar alianzas estratégicas con Europa, a cuya cultura pertenecen y con  el Pacífico. Es razonable que busquen en todas sus alianzas, cualesquiera que  sean las jerarquizaciones relativas que se establezcan entre ellas, evitar todo  aquello que les de un carácter excluyeme o exclusivo. El Sur de las Américas,  comparte con el Norte de las Américas, una firme vocación de apertura hacia  todos los demás horizontes de la economía mundial. Hemisferio, Atlántico y  Pacífico, han sido históricamente sus ámbitos naturales de proyección  internacional. Nada indica que ello deba cambiar en el futuro. Ninguna  propuesta de alianza entre el Norte y el Sur de las Américas, podría desconocer  o pretender alterar, tal realidad histórica, geográfica, cultural, política y  económica. También les une el  hecho que comparten el interés en evitar todo aquello que pueda conducir a una  mayor fragmentación y a una mayor desestabilización política mundial. En particular  les une el rechazo a la dispersión de la capacidad de destrucción masiva  (nucleares o químicas), a fin de evitar que ella quede eventualmente, al  alcance de propuestas irracionales y fundamentalistas, de cualquier signo que  ellas sean. Les une entonces,  el interés vital por la estabilidad del sistema internacional, ordenado en  torno a principios democráticos y de liber-tad, y a instituciones  multilaterales basadas en el Derecho. Por ello, se puede hoy afirmar que las  naciones del Sur de las Américas visualizan crecientemente su alianza  estratégica, de la cual el Mercosur es una expresión en el campo económico,  como una contribución al orden y a la estabilidad política mundial, generando  en la región un amplio espacio de cooperación e integración, en el que el  conocimiento y la capacidad tecnológica estén claramente colocadas al servicio  de la paz. Las señales presidencialesDe Washington y de  Asunción surgieron señales nítidas para el encausamiento del Mercosur y de sus  relaciones con los Estados Unidos, y eventualmente con NAFTA.
  El Presidente  Carlos Menem no dejó dudas; a su paso por Washington, el 28 de junio, sobre la  prioridad que la Argentina  le otorga al Mercosur. Pero también fueron claras las se nales que se originan  en el Presidente Clinton. Nada en sus afirmaciones o en su comportamiento en  esta ocasión, estaría indicando un interés en plantear opciones que pudieran  producir un debilitamiento del Mercosur. No aprovechó la ocasión para  desarrollar argumentos, que pudieran alimentar una peligrosa competencia entre  los países latinoamericanos acerca de quién podría ser el próximo miembro de  NAFTA. Por el contrario,  el párrafo que dedica al tema el comercio hemisférico en la conferencia de  prensa conjunta con el Presidente Menem, estaría abriendo el camino para un  planteamiento mucho más realista y práctico de la idea de libre comercio  hemisférico. Vale la pena recordar sus palabras: "estaré preparado para  discutir inmediatamente con Argentina, Chile y otras naciones apropiadas, la  posibilidad de expandir las relaciones comerciales según el modelo de NAFTA. He  pensado siempre que el NAFTA debería ser el modelo para abarcar a todas las  democracias y economías libres de mercado de Latinoamérica". El "modelo  NAFTA" puede significar muchas cosas. Y esa es la ventaja de la expresión  usada por Clinton. Brinda un horizonte de opciones mucho más amplio que el  concepto de "zona de libre comercio hemisférica" o de "accesión  al NAFTA". Significa centrar el debate y las eventuales negociaciones, en  lo que el NAFTA implicará -si finalmente es aprobado- como fórmula para otorgar  con-diciones de estabilidad, certidumbre y lealtad, para el acceso a los  respectivos mercados de bienes y de servicios. Es algo mucho más amplio y rico  con matices que el concepto más estrecho de "zona de libre comercio",  fuertemente centrado en los aspectos arancelarios de las relaciones entre  quienes se asocian. El "modelo  NAFTA" esta más focalizado en torno al concepto de "quality  free-trade área" o área de libre comercio "comprehensiva", en la  que las notas distintivas son por cierto la eliminación de restricciones arancelarias  y no arancelarias al comercio recíproco, y el arancel bajo para terceros  países, eventualmente común. Pero también lo son, la existencia de reglas  eficaces en materia de prácticas desleales de comercio y de competencia  económica; de reglas de origen no discriminatoria y de válvulas de escape  flexibles; un sistema efectivo de solución de controversias y la protección  jurídica cierta, frente a actos unilaterales de un asociado, que restringan en  forma arbitraria y discriminatoria el acceso a su mercado; la legislación  económica de nivel internacional, es decir, orientada a atraer y a proteger a  los inversores; y una disciplina macroeconómica que facilite condiciones  sistémicas favorables al esfuerzo de competitividad de las empresas. También las señales  que surgen de Asunción, el 1º de julio, fueron nítidas y en mi opinión,  sumamente constructivas y positivas. En lo político, los Presidentes reiteraron  una vez más, su firme disposición a continuar adelante con el desarrollo del  Mercosur, en los términos y plazos que plantearan el Tratado de Asunción. En lo  económico, dos hechos se destacan en la Cumbre de Asunción: el pragmatismo y la  flexibilidad con que se está encarando la cuestión del arancel externo común, y  la propuesta brasilera de que se estudie la definición de una banda de  fluctuación máxima permisible de las paridades cambiarías reales. Hasta la  próxima Cumbre del Mercosur, en diciembre de 1993 en Brasilia, podrán los  países miembros avanzar en el análisis de ideas operativas, en torno a algún  mecanismo de banda cambiaría que permita neutralizar los efectos  distorsionantes de las corrientes de comercio que pueden producir las  disparidades cambiarías reales pronunciadas. Y deberán además, completar los  trabajos técnicos y las negociaciones políticas, orientadas a definir el  arancel externo común. Las señales de Asunción fueron favorecidas por la clara  posición argentina en Washington. Dudas sobre las verdaderas intenciones de  nuestro país, que ahora no tienen porqué existir, hubieran creado un clima  menos propicio para avanzar en el Mercosur. Como también hubiera sido negativo  que de Asunción no surgieran señales que indican una aproximación realista y  flexible, a la cuestión del arancel externo común y al problema de las  disparidades cambiarias. Las incertidumbres con respecto al futuro de NAFTA y  algunos hechos positivos recientes del Mercosur, también contribuyeron al signo  de las señales originadas en los encuentros presidenciales de Washington y de  Asunción. Cuando los  Presidentes Menem y Clinton  se  encontraron en Washington, pocos estaban dispuestos a asegurar que el NAFTA  entraría en vigencia el 1º de enero de 1994 e incluso, que alguna vez sería  realidad. Y menos estaban interesados en hablar fuerte de nada que implicara la  posibilidad de ampliar el NAFTA, ya que el sólo hecho de hacerlo debilitaría  aún más, las posibilidades que el Congreso aprobara finalmente el Tratado. A su vez y por  contraste, algunos hechos habían tonificado al Mercosur cuando el encuentro  presidencial de Asunción. En particular, habían cambiado las expectativas sobre  el comportamiento de la economía brasilera durante 1993 (incluso el Presidente  Itamar Franco en su discurso de Asunción, hizo referencia al crecimiento de un  3.5% del PIB anunciado por el IPEA para este año) y sobre el crecimiento de sus  importaciones globales (podrían llegar a un 25% más este año que el pasado).  También, ya se conocían los datos sobre el comercio bilateral Argentina-Brasil  en el primer cuatrimestre de 1993, que indican una tendencia a la disminución  del superávit favorable al Brasil, como consecuencia de un aumento sustancial  de las exportaciones argentinas. Por lo demás, pocas semanas antes de Asunción  había entrado en vigencia el Protocolo de Brasilia, que introduce criterios  innovadores y audaces para la solución de controversias, brindando un acceso  inédito en este tipo de mecanismos, para ciudadanos y empresas que se  consideren afectados por eventuales incumplimientos de los compromisos  jurídicos con el Mercosur, en que algunos de los socios podrían haber  incurrido. Además el mismo día de la   Cumbre, en forma automática fue profundizada la preferencia  arancelaria Mercosur, que es ya del 75% del arancel vigente para terceros  países, y que por efectos de las preferencias ALADI, para muchos productos ya  alcanza el 100%. La incorporación de Chile al MercosurConcretar la  incorporación de Chile, debería ser en lo inmediato una prioridad del Mercosur.  Existen incluso ahora más razones que las que se tuvieron cuando Chile fue  invitada a participar de la reunión de Brasilia, el 1º de agosto de 1990, de la  cuál surge la decisión política de la Argentina y del Brasil, de avanzar hacia el  Mercosur con la participación de Paraguay y de Uruguay, y de iniciar el camino  negociador que condujo al acuerdo "4+1" con los Estados Unidos. En  ese momento la disparidad arancelaria y de políticas comerciales, entre la Argentina y el Brasil,  por un lado y Chile por el otro, era muy grande. Y Chile ya comenzaba a  desarrollar la expectativa de ser rápidamente miembro de NAFTA o de concertar  un acuerdo de libre comercio bilateral con los Estados Unidos.
         Al promediar 1993  la situación ha cambiado. La disparidad arancelaria y de políticas comerciales,  ha dejado de ser significativa. El hecho que Brasil haya continuado con el programa  de reducción arancelaria anunciado en 1990, y que tenga ahora un promedio  arancelario del 14%, sumado a la apertura comercial de la Argentina y a la decisión  política del Mercosur de tener un arancel común externo de 0 al 20%, con muy  pocas y temporales excepciones, ha acortado fuertemente la distancia que en  1990 había al respecto con Chile. También esta claro ahora que el objetivo de  una rápida incorporación de Chile al NAFTA se ha diluido en tal forma que no  parece realista, al menos en plazos razonables, esperar que se concrete. Y por  sobretodo, la aplicación de restricciones no arancelarias y de medidas  discriminatorias, por parte de países de la OECD (no sólo los Estados Unidos) a las  exportaciones originadas en el Sur de las Américas, confirman una peligrosa  tendencia al comercio administrado por parte de los países industrializados,  cuadro complicado por el hecho que nada indica que, al menos en el corto plazo,  estos países lograrán solucionar sus agudos problemas de desempleo. Por lo demás el  grado de integración económica entre la Argentina y Chile ha aumentado sustancialmente,  como resultado del clima de cooperación y entendimiento político que se ha  desarrollado, y por los efectos del Acuerdo de complementación económica  concluido en 1991. No sólo el comercio ha aumentado sustancialmente, sino que  también han crecido fuertemente las inversiones de origen chileno en la Argentina, así como las  inversiones conjuntas orientadas a aprovechar la complementación existente,  especialmente en materia de hidrocarburos, energía, minería y alimentos. El Mercosur se  enriquecería con la participación de Chile. No sólo en lo económico y  comercial. La presencia de Chile contribuiría fuertemente ha acrecentar los  standares de calidad de las reglas de juego y de los mecanismos institucionales  del Mercosur. Crearía una realidad de poder político, económico y empresario  más equilibrado entre los socios. A Chile le aportaría mucho en términos de  capacidad empresaria, seriedad administrativa e imagen externa. Para el Brasil  sería un estímulo adicional a practicar el grado de disciplina macroeconómica  que se requiere para poder contar con una alianza económica regional, estable y  creíble. Para la Argentina  significaría disminuir la tensión entre opciones contradictorias en su política  exterior y en sus modalidades de inserción económica internacional. Todos se  beneficiarían, creándose así una típica situación ganadora del conjunto ("win-win  situation"). El Mercosur con  Chile como miembro, seria un interlocutor válido más atractivo no sólo para los  Estados Unidos, sino también para la Comunidad Europea  y para los países del Pacífico. Permitiría trazar una estrategia negociadora  global y hemisférica, realista y creíble, en torno a la idea de libre comercio  sí, pero sobre todo en torno a los objetivos de acceso fluido a los mercados de  bienes y de servicios, garantizado por reglas de juego e instituciones efectivas,  que signifiquen crear un marco de certidumbre y previsibilidad, para quienes  inviertan en nuestros países a fin de aprovechar las ventajas comparativas que  existen o se pueden desarrollar. Implicaría alcanzar masa crítica negociadora  para elaborar conjuntamente con los Estados Unidos, una realidad hemisférica  favorable al comercio libre y leal, a las inversiones y la cooperación  tecnológica, a los esfuerzos de modernización y de competitividad global de  nuestras empresas. La participación de  Chile en el Mercosur es deseable. Pero también ahora es posible, en la medida  que la tendencia al pragmatismo y a la flexibilidad, observada en los  encuentros presidenciales de Washington y de Asunción, continúe manifestándose  en adelante, en los trabajos técnicos y en las negociaciones que se requieren  para completar la definición del arancel externo común del Mercosur. Una ventaja al  respecto, es que el Tratado de Asunción permite actuar con gran fiexibilidad en  la definición del arancel externo común, así como también en todo lo que se refiere  a la concreción del Mercosur en el espacio y en el tiempo (ver al respecto el  artículo titulado "¿Es el de Asunción un Tratado flexible?", que  publicara en la Revista  de Derecho Privado y Comunitario, N° 2, mayo de 1993, ; ps 391 y ss). Se ha previsto  sí un arancel externo común, pero no se ha definido en el Tratado exactamente  en qué debe consistir, ni en qué plazos debe ser perfeccionado. Sólo se 
        ha señalado un  criterio económico, luego ratificado por los Presidentes en la Cumbre de Montevideo  (diciembre de 1992). Nada en el Tratado impide, un período de coexistencia  entre una unión aduanera y un zona de libre comercio. La forma en que la  cuestión ha sido planteada en el marco jurídico vidente en el Mercosur, abre  enormes posibilidades para colocar el instrumento del arancel externo común, en  función de los objetivos políticos y económicos más amplios de una alianza  estratégica entre los países del Sur de las Américas, acorde con las realidades  extremadamente dinámicas del mundo de éste fin de siglo. Sería por el  contrario un grueso error político operar al revés. Es decir, hacer girar la  evolución futura del Mercosur en torno a un instrumento específico como es el  arancel externo común. Lo apropiado sería colocar cada uno de los instrumentos  específicos, incluyendo el arancel externo común, a girar en torno a los  objetivos estratégicos globales de la alianza estratégica entre las naciones  del Sur de las Américas, de la cuál el propio Mercosur es sólo un instrumento,  así como de la necesaria proyección internacional hacia las Américas, Europa y  el Pacífico. |