| La Cumbre de Buenos Aires ha sido un éxito. Era lo natural. A 
        pesar de las dificultades en las negociaciones, las condiciones objetivas 
        eran favorables. Lo son ahora para continuar avanzando. No son las óptimas: 
        nunca se dan en la vida real. Solo en la teoría: en materia de integración, la estabilización 
        económica o de democracia. Pero sí son las mínimas 
        suficientes: a) percepción de desafíos y oportunidades planteados 
        por la tensionada transición hacia un mundo globalizado y de agresiva 
        competencia económica entre grandes bloques regionales; b) fuerte 
        voluntad política: c) fundadas expectativas de estabilidad macroeconómica 
        y de creación de condiciones sistémicas para la competitividad 
        y d) empresas dispuestas a sacar provecho del mercado ampliado. A fin de año, sólo culmina una etapa en la marcha hacia 
        el pleno desarrollo del mercado común. El acceso a los respectivos 
        mercados será irrestricto y habrá arancel externo común. Habrá excepciones. No es lo óptimo. Pero es lo realista, 
        si es que ellas son: a) limitadas, b) temporales, c) de eliminación 
        automática, y d) la contrapartida a la reconversión productiva 
        del subsector o producto exceptuado. No deben proteger ineficiencias. 
        Su legitimidad sólo puede derivar de la inversión y la modernización 
        tecnológica. Lo importante del Mercosur es su sentido estratégico. La metodología 
        debe seguir siendo flexible y heterodoxa. No se trata de aplicar recetas. 
        Se trata en cambio de a) generar una situación en la que todos 
        puedan ganar, b) responder a intereses nacionales concretos, y c) reconocer 
        el dinamismo de las realidades internas y mundiales. Es acertado el titular de El Cronista del viernes: "Ahora es el 
        tiempo de las empresas". En un excelente artículo publicado 
        el domingo último, Agustín Castaño señala 
        que no hay ganadores ni perdedores predeterminados en ningún sector 
        en particular. Ganar o perder dependerá de la calidad de la estrategia 
        que cada empresa emplee para competir en el mercado ampliado. Lo hará 
        mejor si inserta su estrategia en un enfoque global y si enhebra alianzas 
        con otras empresas del propio país y de Brasil. La clave para una 
        empresa, que no es ya parte de la red interna de un competidor global, 
        no es pensar sólo en exportar, por ejemplo hacia Brasil (es válido 
        para la mayoría de los grandes mercados). Lo esencial es insertarse 
        en una red de alianzas empresarias que le permita importar sus propios 
        productos desde Brasil. Implica especializarse y mejorar la calidad de 
        su producción y de su organización. Muchos empresarios demoraron su proceso de reconversión, perdiendo 
        un tiempo valiosísimo para adaptarse a las condiciones del mercado 
        ampliado, porque dudaron. Pero dudaron, pues gobiernos y analistas también 
        dudaron. Muchas veces las dudas estaban fundadas en hechos objetivos. 
        No siempre. Tanto el desorden macroeconómico de Brasil, como el 
        atractivo de un ingreso fácil y rápido al Nafta, fueron 
        fuentes de dubitaciones. La Cumbre tuvo éxito, pues estas dudas 
        comenzaron a despejarse. La consolidación del cambio económico 
        en Brasil contribuirá, sin duda, a acentuar "comportamientos 
        empresarios orientados al aprovechamiento del mercado ampliado. Sin disciplina 
        macroeconómica en los cuatro socios, el Mercosur no es viable. 
        Tampoco sería viable la transformación productiva interna, 
        incluso la democracia carecería de suficiente oxígeno. El tiempo de los gobiernos no ha terminado. Integrar economías 
        es un proceso continuo de negociación. Es una tarea que nunca termina. 
        Asumiendo crecimiento y estabilidad económica, la calidad del marco 
        institucional para negociar y ejecutar será esencial para la confianza 
        de le inversores. Una cuestión central será la de saber cómo y quién 
        protege el prometido acceso irrestricto a los respectivos mercados. ¿Cómo 
        y quién disciplina la tentación de aplicar unilateralmente 
        medidas discriminatorias? Responder esta pregunta es esencial si se pretende 
        que la integración esté orientada por reglas de juego objetivas, 
        y no por intereses circunstanciales. Es una pregunta central que intentará responder un inversor antes 
        de decidir localizarse, por ejemplo, en los mercados relativamente menores 
        para operar desde allí en el mercado ampliado del Mercosur, y especialmente 
        en Brasil. En torno de ella debe encararse la cuestión institucional. Es 
        sobre la función económica de las instituciones, que tendrá 
        que reflexionarse para luego definir los órganos a crear. Es una reflexión que requiere realismo. Las recetas institucionales 
        de otras experiencias de integración no son necesariamente válidas. 
        Sobreactuar en materia institucional no es lo recomendable. Subestimar 
        las señales al mercado, que se enviarán con las instituciones 
        que se creen, tampoco es recomendable. Es la hora de los empresarios, por cierto. Pero ellos se fijarán 
        con atención cuan en serio toman los gobiernos sus propios compromisos. 
        La credibilidad en el Mercosur depende de las realidades económicas 
        y políticas. También depende de la calidad de- reglas de 
        juego de instituciones así como de gestos públicos y privados 
        que se originen en los gobernantes. Nadie tomará en serio lo que los propios gobiernos no tomen en 
        serio. Más allá de las palabras. Para quien tiene que tomar 
        decisiones de invertir, esta es una regla de oro. |