| Hay sobrados motivos para festejar: en gran medida se han cumplido los 
        objetivos originalmente fijados para el Mercosur. El cuarto espacio económico 
        mundial comienza a ser una realidad. Tres han sido los principales factores 
        motores en la primera etapa: a) la constante voluntad política 
        de los presidentes; b) la necesidad de adecuarse a la tendencia a la regionalización 
        de la economía mundial, y c) la apertura económica de la 
        Argentina y del Brasil. Apertura comercial y proximidad física 
        se han potenciado recíprocamente incidiendo en el espectacular 
        crecimiento del comercio recíproco. Quizás esta explosión 
        comercial se habría producido de todas formas sin el Mercosur. 
        Pero éste contribuyó a generar las expectativas de un clima 
        de mayor previsibilidad y descreciente disciplina económica colectiva, 
        fundamental para las decisiones de inversión de las empresas. Pero no hay motivos para una actitud de complacencia. En cierta forma 
        se ha cubierto la etapa más fácil. Ahora comienza lo complejo: 
        a) por parte de los gobiernos, mantener el envión político 
        inicial, y desarrollar reglas de juego que aseguren la efectividad en 
        el acceso irrestricto a los respectivos mercados y la eliminación 
        de muchas asimetrías artificiales que aún subsisten; b) 
        por parte de las empresas, alcanzar el grado de eficiencia operativa y 
        la calidad de su posicionamiento estratégico, necesarios para competir 
        en mercados abiertos. La amplitud de las excepciones que se plasmaron 
        en Ouro Preto no es necesariamente estimulante: puede estar indicando, 
        sea la percepción de que subsisten asimetrías que hay que 
        eliminar, sea la falta de profundidad del ajuste empresario necesario 
        para competir. La buena noticia es que la nueva etapa se inicia con signos promisorios; 
        se ha adquirido experiencia sobre cómo negociar; se mantiene firma 
        la voluntad política; la economía mundial ha entrado en 
        un ciclo expansivo; la tendencia es aprofundizar el regionalismo abierto 
        y a desarrollar redes de acuerdos de libre comercio y, sobre todo, se 
        han afirmado expectativas de un fuerte crecimiento de la economía 
        brasileña y de sus importaciones. En 1995 se inician nuevds ciclos gubernamentales en el Mercosur. Surge 
        entonces la oportunidad de consolidar lo adquirido y de profundizar la 
        integración, reafirmando la idea estratégica original: en 
        un clima de democracia y equidad social, potenciar los esfuerzos nacionales 
        de transformación productiva y de inserción competitiva 
        en la economía global. Las prioridades inmediatas deberían incluir las siguientes cuestiones: 
        a) mayor seguridad jurídica, para que las reglas de juego sean 
        efectivas y puedan ser tomadas en serio por los inversores; b) calidad 
        institucional, para asegurar una creciente disciplina económica 
        colectiva y la preservación de un cuadro de ganancia mutua de todos 
        los socios; c) trabajo conjunto gobiernos-empresas a nivel sectorial, 
        para multiplicar las alianzas empresarias para la reconversión 
        productiva y la penetración de terceros mercados, y d) negociaciones 
        para extender la fluidez y certeza en el acceso a otros mercados, comenzando 
        por el ámbito sudamericano -especialmente Chile-, de las Américas 
        -especialmente el NAFTA- y transatlántico -la Unión Europea-. El norte permanente del Mercosur debería ser siempre adquirir 
        crecientes niveles de competitividad en los exigentes mercados del Norte. 
        Sobre todo por la incorporación de valor agregado intelectual a 
        la producción y comercialización. Para ello debe ahora trascender 
        lo comercial: aunque en este plano es mucha lo que falta aún hacer, 
        como lo demuestra por ejemplo el embotellamiento en las aduanas. Pero 
        sí el sustento real provendrá del plano estratégico 
        y político. Los cambios en el Brasil ofrecen una oportunidad única. 
        Incluso para avanzar hacia una mayor colaboración en materia de 
        política exterior y de defensa. La nueva etapa debe apuntar además 
        a la plena participación de la sociedad civil; para ello es fundamental 
        tratar en común la cuestión social y el potenciamiento de 
        los recursos humanos. Debe ser además un Mercosur de "geometría 
        variable", en el que el espacio de trabajo en común para cuestiones 
        específicas se extienda a otros países vecinos. En tal sentido 
        -más allá de lo arancelario- el transporte, la interconexión 
        física y la fluida conexión Atlántico-Pacífico; 
        las redes de gasoductos y de interconexiones eléctricas, y la obsesión 
        por la calidad y la productividad deberían ser áreas de 
        concentración. Chile, Bolivia y Perú son los socios naturales 
        para esta dimensión trans-Mercosur. |