| 1. Para entender la arquitectura institucional del Mercosur y su funcionamiento, 
        es conveniente remontarse a su momento fundacional en 1990. Sin perjuicio 
        de otros, tres factores tienen una fuerte gravitación en el diseño 
        institucional por el que se optó en aquél momento:  
        i. la experiencia institucional previa del período del Programa 
          de Integración y Cooperación Argentina-Brasil (PICAB), 
          que culminó con el Tratado de Integración firmado por 
          los dos países en 1988. Era una experiencia valorada por su simplicidad 
          y eficacia, en un contexto estrictamente bilateral. Ella tuvo una marcada 
          incidencia en el diseño institucional incorporado luego al Tratado 
          de Asunción. Pero también incidió en la forma en 
          que se organizó la propia negociación paralela del Acuerdo 
          de Complementación Económica entre la Argentina y el Brasil 
          (ACE 14), firmado en diciembre de 1990 y del propio Tratado de Asunción. 
          Fue en el Acta de Buenos Aires, en junio de 1990, donde se estableció 
          el Grupo Mercado Común (GMC) y donde se le encomiendan las negociaciones 
          de lo que luego sería el Mercosur; ii. la experiencia del período ALALC-ALADI, que generó 
          fuerte desconfianza, tanto en el Brasil como en la Argentina, a cualquier 
          delegación de competencias para negociar y decidir en representantes 
          diplomáticos lejanos de las capitales (la experiencia del Comité 
          de Representantes Permanentes de la ALADI, con sede en Montevideo), 
          asistidos por una Secretaría compuesta por funcionarios independientes 
          de los gobiernos, y iii. el interés de los países de mayor dimensión, 
          que constituían y constituyen el núcleo básico 
          del proceso de integración -la Argentina y el Brasil-, de preservar 
          un control completo de la ejecución de los compromisos asumidos 
          y de la evolución del proceso, sin la intervención de 
          ningún tipo de instancia técnica independiente. Para los funcionarios más especializados en procesos de integración 
        económica que intervinieron en el momento fundacional del Mercosur, 
        también puede haber incidido el conocimiento existente sobre la 
        frustrante experiencia institucional del Grupo Andino, que tuviera una 
        marcada influencia de la institucionalidad europea. Se consideraba que 
        la andina era una demostración de lo que no había que hacer 
        en materia institucional, en el sentido de crear órganos comunes 
        independientes antes de haber logrado generar un grado significativo de 
        interdependencia económica entre los países socios. 2. Más allá de los factores antes mencionados, lo cierto 
        es que la arquitectura institucional del Mercosur en el momento fundacional, 
        aparece como funcional al objetivo real que se perseguía y que 
        era el de generar un cuadro de interdependencia económica de signo 
        cooperativo entre cuatro países que, a pesar de muchos años 
        de esfuerzos formales de integración, tenían aún 
        un alto grado de marginalidad relativa en sus interacciones económicas. 
        El comercio recíproco no llegaba al 10% del comercio exterior total 
        y la región era sumamente marginal para la principal economía 
        del área. La marginalidad relativa era aún mayor en flujos 
        financieros y de inversión directa. Habiendo revertido un largo 
        período histórico en el que las relaciones recíprocas 
        estaban marcadas, o por la indiferencia o por la lógica de la fragmentación, 
        de lo que se trataba en 1990 era de iniciar un proceso orientado a crear 
        un cuadro de mayor interdependencia económica entre los socios. 
        Ello explica la simplicidad del Tratado de Asunción, básicamente 
        orientado a lograr la eliminación de las restricciones al comercio, 
        asumiendo que los cuatro países mantendrían orientaciones 
        similares en sus fundamentos económicos, lo que se traduciría 
        en una coordinación macro-económica de facto. La idea era 
        que tras un período de transición de cuatro años, 
        se habría entrado a un cuadro de situación diferente, más 
        signado por demandas de administración de interdependencia, y ello 
        requeriría no sólo medidas que permitieran completar el 
        desarrollo del mercado común (ver Decisión CMC3/92), sino 
        que también ajustar su estructura institucional. 3. Otro factor decisivo que influye en la arquitectura institucional 
        y en las metodologías aplicadas a las negociaciones y a la formulación 
        de decisiones, era el hecho que si bien el Mercosur tenía cuatro 
        socios, se consideraba que para su despegue y consolidación, resultaba 
        crucial el nivel de diálogo y entendimiento entre los dos socios 
        principales. Tanto la Argentina como el Brasil reconocían que era 
        en torno al eje bilateral que debían construirse los consensos 
        necesarios para orientar un proceso, que se visualizaba como gradual e 
        incremental, en el que lo esencial era adaptar ritmos e intensidades en 
        los avances, a realidades políticas y económicas altamente 
        inestables y dinámicas. El Uruguay y el Paraguay reconocían 
        esta situación, y sabían que la regla del consenso permitiría 
        preservar en todo momento sus respectivos intereses nacionales. De hecho 
        todos reconocían que una institucionalización simple y flexible, 
        sin innecesarios terceros intermediarios, era la fórmula que permitiría 
        una metodología eficaz de construcción de los necesarios 
        consensos para avanzar. 4. La arquitectura institucional que surge del proceso negociador del 
        Tratado e influenciada por los factores antes mencionados, en su estructura 
        básica y en su lógica de funcionamiento, se articula en 
        torno a tres funciones:  
        i. la de conducción estratégica e impulso político, ii. la de iniciativa, preparación técnica y ejecución 
          de lo acordado, y iii. la de interpretación de la normativa acordada y la de solución 
          de controversias. 5. La estructura institucional básica del Mercosur y que está 
        vigente en la actualidad, había quedado perfilada en el Anexo 2 
        del Acta de Buenos Aires en junio de 1990, luego plasmada en el Tratado 
        de Asunción (1991) y desarrollada en el Protocolo de Ouro Preto 
        (1994). Su lógica de funcionamiento comienza a delinearse en el 
        proceso negociador del Tratado, adquiere su mayor intensidad en el período 
        de transición (1991-1994), empieza a demostrar insuficiencias, 
        probablemente por una carga excesiva en la agenda de las negociaciones, 
        en la etapa de puesta en funcionamiento de la unión aduanera (1995-1997) 
        y, entra en crisis en el período en el que la recesión y 
        la declinación del comercio recíproco afectan seriamente 
        la marcha del Mercosur, con el consiguiente impacto en una serie recurrente 
        de conflictos comerciales difíciles de administrar (1998-1999). 
        La crisis reciente torna más evidente problemas de diseño 
        del Mercosur que se originan, especialmente, en las asimetrías 
        de dimensión económica relativa y de políticas sectoriales 
        entre los socios. Asimismo se originan en haber dado por supuesta una 
        coordinación macro-económica, que la devaluación 
        del Real en 1999 demostró que no existía. Concretamente 
        una arquitectura institucional que pudo ser funcional a los requerimientos 
        de un período fundacional orientado a la creación de interdependencia 
        económica, deja de serlo cuando se entra de lleno a un período 
        en el que aumentan sustancialmente los requerimientos de administración 
        de interdependencia económica. 6. Desde el momento fundacional, la función de dirección 
        estratégica e impulso político quedó reservada, primero 
        en la etapa de negociación del Tratado, a una Comisión de 
        Ejecución de nivel Ministerial (que proviene del período 
        del PICAB, luego es incorporada al Tratado bilateral de integración 
        entre la Argentina y el Brasil de 1998, y a la cual le atribuye funciones 
        en la negociación del Mercado Común, el Acta de Buenos Aires 
        de junio de 1990) y después, a partir de Asunción (y también 
        luego de Ouro Preto), quedó reservada a las Cumbres Presidenciales, 
        al Consejo del Mercosur (CMC) y a las reuniones especializadas de Ministros 
        de Economía y Presidentes de Banco Centrales (sin perjuicio del 
        papel impulsor que asumen luego otros Ministros, especialmente los de 
        Educación, Justicia e Interior). 7. A su vez la función de iniciativa, preparación técnica 
        y ejecución de lo acordado, fue encomendada ya en el Acta de Buenos 
        Aires de junio de 1990, a lo que allí se denominaría el 
        Grupo Mercado Común, integrado por cuatro representantes de los 
        organismos mencionados por el Acta y luego por el artículo 14 del 
        Tratado de Asunción.  Esos organismos eran -y son- los Ministerios de Relaciones Exteriores, 
        los de Economía o sus equivalentes y los Bancos Centrales. Estaba 
        ya clara la idea de evitar que se percibiera la integración como 
        un proceso exclusivamente orientado por requerimientos de política 
        exterior, y por lo tanto, la necesidad de envolver en negociaciones y 
        decisiones, a los responsables de las políticas económicas, 
        industriales, financieras y cambiarías. Un antecedente fundamental 
        para comprender la idea inicial es lo previsto en el Acta de Buenos Aires 
        en el sentido que el Grupo Mercado Común debía designar 
        para la tarea que le fuera encomendada ("elaborar y proponer a ambos 
        gobiernos todas las medidas sucesivas que permitan dar cumplimiento a 
        los objetivos y plazos adoptados por los Presidentes es decir la conformación 
        definitiva del mercado común para el 31 de diciembre de 1994"), 
        personas con dedicación exclusiva. 8. En sus funciones el GMC, desde la negociación misma del Tratado, 
        es asistido por una serie de Subgrupos de Trabajo (mecanismo que también 
        proviene del período del PICAB), en los que participan decenas 
        de funcionarios y asesores, especialmente técnicos, de las reparticiones 
        directamente vinculadas con las cuestiones en discusión, por ejemplo, 
        las Aduanas o los institutos relacionados con normas técnicas, 
        control sanitario y fítosanitario. Es en este nivel donde se observa 
        en el período 1990-1999, una mayor estabilidad y continuidad de 
        los funcionarios participantes. A su vez, es en este nivel donde se observa 
        una mayor presencia de la cooperación técnica internacional, 
        especialmente la originada en el BID y en la Comisión Europea. 
        Literalmente, son cientos los funcionarios y expertos nacionales que participaron 
        en estos diez años en las tareas de los grupos de trabajo, reuniéndose 
        con una frecuencia trimestral y a veces mayor, y generando decenas de 
        decisiones y resoluciones que luego serían aprobadas por los órganos 
        de decisión, y generando además, miles de páginas 
        de estudios, informes y actas de sus reuniones. En este nivel reside el 
        núcleo básico del intenso trabajo técnico a que da 
        lugar la construcción del Mercosur. 9. En los primeros años de funcionamiento del GMC se observó 
        la necesidad de crear otro órgano, especializado en la formulación 
        y seguimiento de las cuestiones de política comercial y sus instrumentos. 
        Este órgano, la Comisión de Comercio (CCM), fue luego formalmente 
        incorporado a la estructura institucional del Mercosur por el Protocolo 
        de Ouro Preto. En la práctica y sin perjuicio de la participación 
        de los Ministerios de Relaciones Exteriores, este órgano ha sido 
        el ámbito de participación de los funcionarios responsables 
        del comercio exterior en las respectivas administraciones nacionales. 
        El Protocolo de Ouro Preto le atribuye competencias en materia de solución 
        de diferendos comerciales y de hecho, ha cumplido una función crecientemente 
        activa en la canalización de consultas sobre un elevado número 
        de cuestiones técnicas vinculadas a las políticas comerciales, 
        al comercio recíproco y a sus instrumentos. La CCM, uno de los 
        órganos más eficaces del Mercosur, ha permitido resolver 
        un elevado número de diferendos comerciales, evitando tener que 
        recurrir a los mecanismos de solución de controversias previstos 
        en el Protocolo de Brasilia. Su papel ha sido particularmente útil 
        en el período 1998-99, cuando como consecuencia de la caída 
        simultanea de la actividad económica en la Argentina y en el Brasil, 
        y también en los otros dos socios, se multiplicaron los conflictos 
        comerciales. 10. Ya en el Tratado de Asunción se incorpora una nueva función, 
        cuál es la de interpretación de la normativa acordada y 
        la de solución de las controversias. Esta función es reglamentada 
        en el Protocolo de Brasilia y luego en el de Ouro Preto, agregándose 
        competencias en las etapas preliminares de la solución de diferendos 
        a la Comisión de Comercio. En materia de solución de diferendos 
        se opta por recurrir al arbitraje "ad-hoc", que es el que aún 
        rige en la actualidad. Esta función es recién activada en 
        1998, con la apertura del primer caso de arbitraje. Luego se abrieron 
        dos casos más, siendo el último y tercer fallo el pronunciado 
        el 10 de marzo de 2000. Los tres casos envolvieron a la Argentina y el 
        Brasil. Hasta 1998 había habido una cierta resistencia de los socios 
        a recurrir al mecanismo de arbitraje, pues se consideraba que los diferendos 
        podían ser resueltos en instancias políticas o en la propia 
        CCM. En su origen el Protocolo de Brasilia había sido impulsado 
        especialmente por la Argentina, que consideraba un mecanismo de esa naturaleza 
        como crucial teniendo en cuenta la asimetría de dimensión 
        económica entre los socios. Se tuvo muy en cuenta el precedente 
        de las relaciones comerciales entre los Estados Unidos y Canadá, 
        y el papel que había desempeñado en el acuerdo de libre 
        comercio bilateral entre esos países, el mecanismo de su artículo 
        18. Incluso se abrió la puerta, por el artículo 25 del Protocolo, 
        a una participación limitada de los particulares. 11. La lógica del funcionamiento institucional del Mercosur en 
        la etapa fundacional, delineada en el Acta de Buenos Aires, y plasmada 
        en el Tratado de Asunción y luego en el Protocolo de Ouro Preto, 
        supuso:  
        i. la existencia de un mandato simple, con objetivos definidos y plazos, 
          cuál era el de la conformación definitiva del Mercado 
          Común (el origen de este mandato está en el Anexo 1 del 
          Acta de Buenos Aires de 1990, elemento clave aún en la actualidad, 
          para entender la idea inicial que condujo al Tratado de Asunción, 
          si bien en éste quedó diluido el objetivo de que al finalizar 
          el período de transición, el mercado común ya debería 
          haber sido completado); ii. el supuesto de que a dicha meta se arribaría con pasos sucesivos 
          y graduales preparados por el GMC; con el impulso político de 
          las Cumbres Presidenciales, el CMC y las reuniones de Ministros de Economía 
          y Presidentes de Bancos Centrales (siempre se tuvo claro que era imposible 
          en el momento inicial prever cómo iba a desarrollarse el proceso 
          de liberación comercial, e incluso luego del Cronograma de Las 
          Leñas en 1992, se previo por la Decisión CMC 3/92 que 
          sería necesario un cronograma adicional a fin de cumplir plenamente 
          con la meta de un mercado común -cronograma por cierto que nunca 
          se adoptó, siendo ésta quizás una explicación 
          de muchas de las dificultades posteriores, que generaron la imagen -aún 
          vigente- de un Mercosur sin rumbo cierto, "a la deriva"); iii. la preservación de la función de dirección 
          estratégica y de impulso político, en el nivel de los 
          Presidentes, de los Cancilleres y de los Ministros de Economía; iv. la delegación de la función de iniciativa, preparación 
          técnica y ejecución de lo acordado, a funcionarios de 
          alto nivel con la colaboración de funcionarios técnicos 
          de distintas reparticiones en el ámbito de los Subgrupos de Trabajo 
          y Técnicos; v. el ejercicio de la función de interpretación de las 
          normas comunes y de la solución de controversias, en un mecanismo 
          arbitral ad-hoc; vi. la existencia de una Secretaría Administrativa, de muy bajo 
          perfil, sin ninguna función técnica, y limitada al registro 
          de actos jurídicos y a otorgar apoyo logístico para reuniones; vii. la coordinación de todos los órganos por los Ministerios 
          de Relaciones Exteriores (mecanismo que también proviene del 
          período del PICAB) pero, a la vez, la atribución de un 
          papel central a los Ministerios de Economía y Bancos Centrales, viii. la regla del consenso para la adopción de todas las decisiones 
          de los órganos, forma de asegurar el pleno control por parte 
          de cada uno de los gobiernos y la protección de los intereses 
          nacionales de los socios de menor dimensión económica, 
          el Paraguay y el Uruguay. 12. El control total del proceso de impulso, de elaboración y 
        de ejecución de lo acordado, quedó así en manos de 
        los gobiernos nacionales quienes se expresaban por consenso y con la presencia 
        de todos los socios. La secretaría administrativa quedó 
        de hecho, confinada a una función de apoyo logístico y de 
        registro de lo acordado, sin ninguna participación en el proceso 
        de decisión, en ninguna de sus etapas. Lo que se buscó fue 
        asegurar el control gubernamental de todo el proceso de integración, 
        sin mediación alguna entre la voluntad nacional y su concreción 
        en decisiones comunes. El proceso de negociación y de decisión 
        del Mercosur era en esa etapa inicial y continua siendo, un monopolio 
        de los gobiernos nacionales en representación de los países 
        socios. Incluso cuando se crean la Comisión Parlamentaria y el 
        Foro Consultivo, se les atribuyen funciones meramente consultivas, sin 
        incidencia real en el proceso de decisión. La participación 
        real de parlamentarios y del sector privado se supone, en la lógica 
        institucional dominante, que debía concretarse en las instancias 
        nacionales de decisión de cada socio, siendo su eficacia y relevancia, 
        por lo tanto, una cuestión nacional. 13. En la perspectiva antes descripta, el funcionamiento institucional 
        del Mercosur ha dependido fuertemente de la forma en que los respectivos 
        gobiernos se han organizado para conducir el proceso de integración 
        y, dada la importancia económica relativa de los dos socios de 
        mayor dimensión, en los mecanismos formales e informales de consulta 
        entre la Argentina y el Brasil. En tal perspectiva, dos factores han tenido 
        una marcada incidencia en la eficacia del mecanismo institucional y en 
        su evolución. El primero es el papel que desempeñan los 
        respectivos Ministerios de Relaciones Exteriores, y su capacidad efectiva 
        para articularse con las otras instancias gubernamentales envueltas, en 
        particular con los Ministerios de Economía y Bancos Centrales. 
        El segundo es el papel que desempeñan los Ministros de Economía 
        y el grado de interés relativo que tienen en los asuntos del Mercosur. 
        En ambos factores, adquiere una importancia particular el grado de dedicación 
        (exclusiva o parcial) que han tenido los principales funcionarios responsables 
        del GMC. Cuanto más dispersas fueran sus funciones, más 
        recargadas sus agendas, menos dedicación real podían atribuir 
        a las cuestiones del Mercosur, a pesar de la importancia relativa que 
        le dieran. Una figura que emerge como clave a medida que el funcionamiento 
        del Mercosur comienza a adquirir mayor complejidad técnica y política, 
        es la del Coordinador nacional del GMC. Incluso en el Reglamento del GMC 
        se prevén reuniones mensuales de los coordinadores. En la práctica 
        ello no ha ocurrido así, y a pesar de un uso intensivo de las conexiones 
        telefónicas, puede encontrarse en ese hecho una de las explicaciones 
        del deterioro creciente de las funciones claves del GMC. Otra figura clave 
        -especialmente en el caso de países como la Argentina donde la 
        Cancillería no tiene la función que Itamaraty desempeña 
        en la articulación de la política exterior del país 
        (por ejemplo a través de sus representantes en los otros Ministerios)-, 
        es la de la Sección Nacional del GMC, con competencias específicas 
        atribuidas, por ejemplo en materia de controversias, por los Protocolos 
        de Brasilia y de Ouro Preto. De hecho, tal figura tampoco ha funcionado 
        en la forma prevista por quienes diseñaron la institucionalidad 
        del Mercosur, siendo este hecho también una de las explicaciones 
        del deterioro creciente del papel imaginado para el GMC. 14. En la evolución del Mercosur, especialmente a partir de Ouro 
        Preto, se observa a la vez: 
        i. un incremento sustancial de la interdependencia económica 
          entre los socios -al menos en términos cuantitativos-, reflejada 
          en el aumento de la importancia relativa del comercio recíproco 
          en relación al comercio exterior total, siendo este factor más 
          importante en el caso de los tres países de menor dimensión 
          económica relativa, y reflejada asimismo, en el flujo de inversiones 
          intra-Mercosur y en las estrategias de inversión y comercio de 
          un número crecientemente significativo de empresas internacionales 
          y regionales, e incluso de medianas y pequeñas empresas locales; ii. un deterioro creciente en el funcionamiento de algunos de los órganos 
          claves de la estructura institucional del Mercosur. Ello es más 
          evidente en dos casos: la reunión de Ministros de Economía 
          y Presidentes de Bancos Centrales, que en los últimos años 
          dejan de reunirse con la periodicidad que tuvieron en el período 
          de transición, perdiendo gradualmente su función de impulso 
          de decisiones relevantes del Mercosur, y el Grupo Mercado Común, 
          que en los últimos años -en contraste con la etapa inicial- 
          perdió su capacidad para ser el ámbito de construcción 
          de los consensos necesarios para avanzar. Las reuniones del GMC, especialmente 
          en el período fuertemente crítico de 1998-99, pasó 
          a desarrollar sus actividades a través de reuniones plenarias 
          formales, sin que ellas fueran suficientemente preparadas a través 
          de mecanismos informales de comunicación y de consulta. Como 
          ya se señaló, las reuniones mensuales de los Coordinadores 
          nacionales dejaron de realizarse. También algunas de las Secciones 
          Nacionales perdieron su eficacia como mecanismos de articulación 
          de los intereses nacionales, siendo esto claro al menos en el caso argentino. 
          El funcionamiento de los órganos del Mercosur empezó a 
          asimilarse cada vez más al de la estructura institucional de 
          otras organizaciones internacionales, sin contar en cambio, con algunas 
          de las ventajas de representantes diplomáticos permanentes trabajando 
          en una sede principal, y menos aún, con las de una tecnocracia 
          internacional independiente, también permanente; iii. una agenda de trabajo crecientemente compleja, tanto en el plano 
          de las negociaciones comerciales externas (ALCA, Comunidad Andina, México, 
          países asociados, Unión Europea, OMC y otros frentes) 
          como en 'el de la consolidación y profundización de la 
          unión aduanera, encarada sin el apoyo de ninguna instancia técnica 
          independiente y con las discontinuidades originadas en los frecuentes 
          cambios de funcionarios gubernamentales a cargo de las cuestiones del 
          Mercosur, y iv. un complejo de reglas de juego (Tratados, Protocolos, Decisiones, 
          Resoluciones, Directivas, normas nacionales), con muchas imperfecciones 
          técnicas, con desparejo grado de internalización en los 
          respectivos países, e insertas en forma heterogénea en 
          los respectivos ordenamientos jurídicos internos, lo que ha contribuido 
          a una falta de transparencia y a una gran disparidad en el ordenamiento 
          jurídico derivado del Tratado de Asunción. 15. El Mercosur, tras sus diez años de existencia, sufre de insuficiencia 
        en su dimensión institucional, entendida ésta como la suma 
        de sus mecanismos de negociación y decisión, de sus reglas 
        de juego y de su capacidad para gerenciar situaciones críticas. 
        Esta insuficiencia explica en gran medida, la sensación de pérdida 
        de rumbo que se ha exteriorizado especialmente en 1999. Junto con los 
        factores reales que inciden en su funcionamiento económico y político, 
        en particular las disparidades macroeconómicas y sectoriales, contribuye 
        a agravar un cuadro de situación preocupante. En gran medida, la 
        insuficiencia institucional se explica por el funcionamiento deficiente 
        de los mecanismos establecidos y por su falta de adaptación a requerimientos 
        crecientes de un proceso de integración cada vez más complejo. 
        La deficiencia se observa no sólo en el nivel común o multinacional. 
        Se percibe claramente también en los mecanismos nacionales existentes 
        para asegurar la participación de algunos de los países 
        en el Mercosur, y en especial, para asegurar el pleno aprovechamiento 
        de las oportunidades abiertas por la integración. Esta insuficiencia 
        se traduce en una baja capacidad para mantener el necesario impulso del 
        proceso de integración; para preservar una visión de conjunto; 
        para articular intereses nacionales divergentes en un contexto de fuertes 
        asimetrías de poder económico relativo; para facilitar la 
        necesaria coordinación en las negociaciones con terceros países; 
        para administrar y resolver conflictos comerciales, y para asegurar la 
        gestación de reglas de juego efectivas y eficaces.
 16. En un proceso de integración voluntaria entre naciones soberanas 
        con asimetría de poder económico relativo y bajo nivel de 
        interdependencia, tal insuficiencia institucional afecta la capacidad 
        para preservar en forma dinámica la necesaria concertación 
        de intereses nacionales, erosionando a la vez, la percepción de 
        ganancias mutuas que es la única forma de sustentar el vínculo 
        asociativo entre los socios y la credibilidad del proceso ante ciudadanos, 
        inversores y terceros países. En un contexto de caída del 
        comercio recíproco, una institucionalidad disfuncional puede terminar 
        alimentando las tendencias naturales al predominio de la lógica 
        de la fragmentación por sobre la necesaria lógica de integración. 
        Las recurrentes crisis no se transforman en oportunidades para saltos 
        hacia delante en los compromisos de integración, como ocurriera 
        en la integración europea, sino en situaciones de "suma cero" 
        en la percepción de algunos de los socios. 17. Es a partir del diagnóstico precedente que debe abordarse 
        la cuestión del fortalecimiento institucional del Mercosur, que 
        no puede disociarse del necesario proceso de redefinición de objetivos 
        económicos y políticos, de reglas de juego y de metodologías 
        de trabajo entre los socios. Es una cuestión que puede verse facilitada 
        y a la vez, tornarse ineludible, en la perspectiva de la entrada de nuevos 
        socios, lo que haría definitivamente obsoleta una lógica 
        institucional construida bajo el supuesto de un Mercosur centrado en la 
        alianza estratégica de dos socios mayoritarios. La cuestión 
        institucional no agota la agenda de reformas que se requieren en el Mercosur, 
        para volver a dotarlo de la necesaria eficacia, legitimidad y credibilidad. 
        Pero la experiencia pasada, así como la de otros procesos voluntarios 
        de integración económica entre naciones soberanas, indica 
        que de no resolverse en forma oportuna puede afectar el logro de los objetivos 
        comunes propuestos. |