| Dos hechos merecen destacarse de la Quinta Reunión Negociadora entre el Mercosur   y la Unión Europea, celebrada recientemente en Montevideo. 
 En primer   lugar, la Unión Europea ha producido un gesto de claro interés en el Mercosur.   Presentó su oferta sabiendo que el Mercosur no haría la suya. No es la oferta   ideal, pero refleja sus intereses y posibilidades.
 
 Evidencia lo que el   comisario Pascal Lamy resaltó días atrás en Brasil, en el sentido de que es de   su interés estratégico que el Mercosur supere su crisis, constituyéndose en un   protagonista creíble en la construcción de un sistema multilateral internacional   equilibrado.
 
 Agregó un concepto que es central en la posición europea:   "la opción que hicimos deriva principalmente de la visión que tenemos sobre lo   que debe ser el mundo multilateral. Creemos que la globalización necesita algún   tipo de gobernabilidad y que los grupos regionales son un factor importante para   ello". Lamy es un negociador internacional con visión estratégica. Es lo que hoy   se requiere.
 
 En segundo lugar, el Mercosur se ha comprometido a   presentar su propia oferta. Lo tiene que hacer antes de la próxima reunión   negociadora que tendría lugar, en tal caso, en Bruselas en octubre próximo.   También tiene que reflejar sus intereses y sus posibilidades.
 
 Hay   entonces una real negociación en curso. Los objetivos son ambiciosos, pero   realizables.
 
 En el mejor de los escenarios podría concluirse en los   próximos meses y firmarse el acuerdo en la Cumbre Mercosur-Unión Europea de   Madrid, el año próximo.
 
 Luego vendría la ratificación parlamentaria en   todos los países. Llevará tiempo.
 
 Pero es posible visualizar como   realista el objetivo que el acuerdo de libre comercio comience a ejecutarse en   2005. Dependerá de que en Qatar puedan lanzarse las negociaciones multilaterales   de la Organización Mundial del Comercio (OMC), ya que será en ellas donde podrán   resolverse cuestiones centrales a los intereses del Mercosur, especialmente en   materia de subsidios agrícolas.
 
 El desafío
 
 Es mucho lo   que tendrá que trabajar ahora el Mercosur. Así lo entendieron los socios cuando   en la Cumbre de Asunción definieron tareas esenciales para tornar al bloque en   un instrumento creíble: reforma del arancel externo común (AEC);   perfeccionamiento de la unión aduanera; la integración de cadenas productivas;   fortalecimiento institucional, y definición de plataformas negociadoras comunes   en la OMC y en la Aladi, con los Estados Unidos y en el ALCA, y con la Unión   Europea.
 
 Pero es un Mercosur que sigue viviendo fuertes turbulencias   originadas, por un lado, en la situación interna de sus socios y, por el otro,   en el hecho de que algunos de los supuestos originales no han podido cumplirse.
 
 Entre ellos, el principal supuesto que no pudo cumplirse es el de la   coordinación macroeconómica. Esto explica un distanciamiento creciente entre las   reglas de juego del Mercosur y las realidades nacionales.
 
 Se refleja en   la tendencia a flexibilizaciones unilaterales de los compromisos asumidos,   incluso al margen de reglas pactadas. Ellas debilitan la preferencia comercial,   la previsibilidad en el acceso a los mercados y las incipientes disciplinas   colectivas. Es decir, tres pilares básicos de la construcción de cualquier   proceso de integración económica.
 
 De hecho, el Mercosur vive una   transición entre su etapa fundacional y la nueva etapa definida en sus grandes   líneas en la Cumbre de Asunción. Tres tareas son prioritarias: cumplir los   compromisos asumidos en la Cumbre, especialmente con relación al AEC;   institucionalizar la flexibilidad, y finalmente, organizarse para encarar   simultáneamente negociaciones con la Unión Europea y con los Estados Unidos.
 
 En torno de esta nueva etapa es mucho lo que está en juego para el   comercio exterior argentino y para la inserción del país en un mundo   globalizado. Se requiere actuar con visión estratégica y energía política en, al   menos, cuatro frentes.
 
 El primero es el de una organización eficaz del   gobierno -incluyendo las provincias- para negociar en el Mercosur y, a partir de   él, en los frentes negociadores externos. El segundo es el de la participación   del sector privado, en el plano empresario, sindical y de los consumidores. El   tercero es el involucrar a parlamentarios y partidos políticos, a fin de   asegurar que lo que se negocie cuente con legitimidad democrática. El cuarto es   el de la transparencia.
 
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