| La señal ha sido inequívoca. La Unión Europea tiene 
        un interés estratégico en el Mercosur porque es una región 
        de democracia y fuerte potencial de crecimiento, y porque es un proceso 
        de integración que, aunque con notorias deficiencias y diferencias 
        con el europeo, persigue fines políticos y económicos similares 
        en el ámbito internacional. Es la señal que surge de la reunión ministerial Mercosur-Unión 
        Europea realizada en Río de Janeiro. Ella fue acordada en la pasada 
        Cumbre de Madrid con el objetivo de darles un fuerte impulso político 
        a las negociaciones interregionales.  El objetivo se cumplió y se reafirmó la idea de negociar 
        una agenda amplia, que incluye el acceso a mercados -manteniendo el principio 
        del "single undertaking", que por momentos parecía diluirse 
        en las propuestas europeas- y un cronograma concreto de negociaciones 
        que prevé una reunión ministerial en el segundo semestre 
        del año próximo, cuando se iniciará la última 
        etapa de la negociación. Antes se realizarán tres reuniones 
        del Comité de Negociaciones Birregionales (CNB). La primera tendrá 
        lugar en Brasilia, en noviembre próximo, donde deberán definirse 
        métodos y modalidades para la negociación de servicios y 
        concluirse las reglas para la negociación de acceso al mercado 
        de bienes, incluyendo los productos agrícolas. Los pedidos de mejora 
        de las ofertas de bienes por ambas partes -originalmente realizadas en 
        el segundo semestre de 2001- se efectuarán entre el 15 de abril 
        y el 15 de mayo próximo. 
 El impulso logrado en Río de Janeiro no implica que el camino 
        hacia el acuerdo final no esté lleno de dificultades. Es ingenuo 
        imaginar este tipo de procesos negociadores como una especie de autopista 
        iluminada hacia el paraíso terrenal. Desafíos.
 Hay por lo menos tres tipos de desafíos. Por un lado, será 
        complejo relacionar las negociaciones interregionales con las hemisféricas 
        -es decir, con los Estados Unidos- y con las globales en la Organización 
        Mundial de Comercio (OMC). Por el otro, la agenda europea contiene cuestiones que incidirán 
        en la evolución de las negociaciones con el Mercosur. Por lo menos 
        dos merecen destacarse, y ambas tienen aristas e incertidumbres: la reforma 
        de la política agrícola común -a partir de la propuesta 
        recientemente lanzada por la Comisión Europea- y la ampliación 
        de la Unión Europea con la incorporación de diez nuevos 
        países, algunos de ellos con fuertes intereses en la cuestión 
        agrícola. Finalmente, el propio Mercosur deberá definir, 
        al menos tras las elecciones en Brasil y luego en la Argentina, su perfil 
        externo (en particular su arancel externo común), y la calidad 
        y profundidad de los compromisos entre sus socios.
 Prepararse para el horizonte 2005 es una prioridad concreta de nuestro 
        país y de sus socios en el Mercosur. Por ello, tan importante como 
        los resultados de la reunión de Río de Janeiro es que la 
        Comisión Europea haya ofrecido su cooperación para que el 
        bloque sudamericano pueda preparar su incorporación a un espacio 
        de libre comercio trasatlántico.  Cierto es que la Comisión Europea ha venido desarrollando programas 
        de cooperación económica con el Mercosur y sus países 
        miembros. Sin embargo, la novedad es la idea de establecer una relación 
        funcional entre la estrategia de cooperación y la preparación 
        del escenario posnegociaciones. El Viejo Continente tiene una rica experiencia 
        en cooperar en la preparación de candidatos a miembros plenos o 
        asociados con acuerdos de libre comercio. Programas como el "Phare" 
        con Europa Central; el "Tacis", con Europa del Este y Asia Central, 
        y el "Meda", con el Mediterráneo del Este y del Sur, 
        son ejemplos que debidamente adaptados podrían nutrir la agenda 
        de cooperación europea con el Mercosur.  Todos ellos reconocen, en su metodología, un enfoque que caracterizó 
        al Plan Marshall: la democracia, la participación de la sociedad 
        civil y la transparencia, son objetivos destacados;una visión que 
        supone que, para ser sustentables y legítimos, los acuerdos negociados 
        implican el desarrollo de programas de cooperación de magnitud, 
        definidos y monitoreados con los propios países beneficiarios. 
       La ayuda económica no sustituye el pleno desarrollo de la agenda 
        negociadora entre ambos bloques. Pero sí podría implicar 
        una demostración concreta del real interés político 
        europeo en facilitar las negociaciones, su aprovechamiento posterior y 
        la cooperación para que los países del Mercosur puedan superar 
        sus actuales dificultades. Podría tener, incluso, un efecto de 
        demostración en el plano de las negociaciones hemisféricas 
        con los Estados Unidos.  |