| ¿Tiene aún vigencia el Mercosur como plataforma eficaz 
        para que sus socios negocien y compitan a escala mundial? Concretamente 
        ¿sigue siendo un instrumento válido para encarar complejas 
        y simultáneas negociaciones comerciales en el plano global (la 
        OMC), en el hemisférico (el ALCA y eventualmente el "4+1" 
        con EEUU) y en el interregional trasatlántico (con la UE)?Todas ellas son preguntas válidas al menos por tres razones. En 
        primer lugar, porque varios analistas consideran que el Mercosur "está 
        muerto" y que ha dejado de ser un instrumento útil para negociar. 
        En segundo lugar, por la fuerte pérdida de credibilidad que ha 
        tenido este proceso de integración. En parte, por la situación 
        económica de sus socios -en particular, pero no exclusivamente, 
        Argentina-. En parte, también, por la caída pronunciada 
        del comercio recíproco, iniciada en 1998 y acentuada en el último 
        año, tras la devaluación del peso argentino. Y en buena 
        medida, por el deterioro creciente de sus reglas de juego. Un ejemplo 
        es que sólo un 30% de las decisiones adoptadas han sido incorporadas 
        a los respectivos ordenamientos jurídicos internos; se han acumulado 
        compromisos que no tienen efecto vinculante práctico. Y en tercer 
        lugar, por la instalación de un debate existencial sobre el sentido 
        estratégico del Mercosur -personalidades de relevancia han planteado 
        en varias ocasiones, especialmente en Argentina y en Uruguay, pero recientemente 
        también en Brasil, la preferencia por una estrategia "estilo 
        Chile", que privilegie acuerdos bilaterales de libre comercio bilateral, 
        especialmente con EEUU-, así como un debate instrumental sobre 
        la metodología de integración a utilizar -eventual retroceso 
        a una zona de libre comercio en lugar de una unión aduanera-.
 ¿El Mercosur en un punto de inflexión?Parece posible sostener que la construcción del Mercosur se encuentra 
        hoy en un punto de inflexión. La inercia predominante en los últimos 
        años no es más sostenible sin correr el riesgo de un colapso 
        final o de una irrelevancia difícil de revertir. Dos hechos indican 
        que se está en el inicio de una etapa de definiciones de fondo 
        en la estrategia de integración. Por un lado, las elecciones en 
        Brasil. Por otro, la necesidad de encarar fases decisivas en las negociaciones 
        comerciales en las que participan los socios.
 Las elecciones en Brasil parecen anticipar una actitud más agresiva 
        del principal socio respecto al desarrollo de la estrategia de integración. 
        El gobierno de Fernando Henrique Cardoso ha tenido una posición 
        de decidido apoyo al Mercosur. Pero no siempre ha podido traducirlo en 
        iniciativas que implicaran liderar su construcción, en particular 
        en el plano de su institucionalización y de efectivas disciplinas 
        colectivas entre los socios. Por su lado, Lula ha sido claro en cuanto 
        a la prioridad que otorga a la alianza con Argentina y al Mercosur. Sus 
        planteamientos se orientan a profundizar un Mercosur que trascienda lo 
        comercial y sirva a la transformación productiva y social y a su 
        inserción en el mundo. Es decir, un Mercosur con dimensión 
        política y social, y no sólo económica y comercial. 
        Ha sido claro, asimismo, sobre la necesidad de que los socios afronten 
        juntos sus negociaciones comerciales con EEUU, la UE y la OMC. De hecho, 
        el enfoque de Lula coincide con muchas de las ideas fundacionales, tanto 
        de la etapa de integración bilateral entre Argentina y Brasil, 
        como de la etapa inicial del Mercosur. Son ideas fundacionales que en 
        los hechos fueron quedando diluidas por la falta de efectividad de acuerdos 
        logrados y por el predominio de un enfoque centrado en las corrientes 
        de comercio recíproco.  ¿Podrá el gobierno de Lula traducir una actitud de apoyo 
        a la idea estratégica del Mercosur, en el ejercicio de un liderazgo 
        efectivo con iniciativas que impulsen el proyecto de integración 
        y, a la vez, reflejen una mayor disposición a aceptar disciplinas 
        colectivas aprobadas por el bloque? Ello no dependerá sólo 
        de Brasil, también del gobierno que se instale en Buenos Aires, 
        como resultado de las próximas elecciones. Es temprano aún 
        para hacer pronósticos al respecto. Pero ¿es posible imaginar 
        opciones realistas al Mercosur para Argentina? En teoría podría 
        plantearse -como ha ocurrido en varias oportunidades- la opción 
        de un acuerdo de libre comercio bilateral con EEUU. ¿Pero está 
        Washington en condiciones de aceptar un acuerdo con Argentina que incluya 
        la agricultura, sin la participación de Brasil y antes de concluirse 
        las negociaciones con la UE en el marco de la OMC? Y si así no 
        fuera ¿podría un gobierno argentino dejar de lado el Mercosur, 
        afectando su alianza con Brasil, en función de un acuerdo que no 
        incluya compromisos satisfactorios en la agricultura? Son precisamente las negociaciones comerciales las que pueden tener una 
        incidencia en el futuro del Mercosur. En efecto, sin perjuicio de que 
        los plazos originales no se cumplan, parece razonable prever el inicio 
        de una fase de definiciones de fondo, tanto en la OMC como en el plano 
        hemisférico y, por efecto de arrastre, en las negociaciones entre 
        la UE y el Mercosur. Al menos, esa parece ser la posición del gobierno 
        americano. Pronunciamientos recientes de Robert Zoellick así lo 
        indicarían. El 1 de octubre en Washington, hablando sobre la relación 
        entre seguridad y libre comercio, Zoellick reiteró la estrategia 
        americana de lograr que se cumpla lo convenido en Doha y de avanzar, simultáneamente, 
        en acuerdos bilaterales con los países o regiones que estén 
        preparados. Insistió el 15 de octubre en Miami, donde avanzó 
        pautas concretas para las negociaciones hemisféricas, incluyendo 
        un programa de cooperación para países de menor dimensión 
        relativa. A su vez, en el plano de las negociaciones agrícolas, 
        el gobierno americano ha planteado junto con el Farm Bill 2002 propuestas 
        orientadas a abrir los mercados y a la eliminación de subsidios. Una experiencia inédita A partir del 1 de noviembre, Brasil asume con Estados Unidos la experiencia 
        inédita de la presidencia conjunta de las negociaciones del ALCA. 
        En la agenda inmediata se encuentran cuestiones centrales para el perfil 
        del acuerdo hemisférico. Según sean las modalidades de las 
        negociaciones de acceso a los respectivos mercados, el ALCA podría 
        ser o una verdadera área de libre comercio en la que las ofertas 
        negociadoras son de todos para todos, o una red de acuerdos preferenciales 
        bilaterales o multilaterales, siendo su eje la economía americana.
 EEUU está ejecutando la estrategia anunciada y recientemente reiterada 
        por Zoellick. A pesar de las diferencias que aún subsisten, es 
        posible que antes de fin de año se concluya el acuerdo bilateral 
        de libre comercio con Chile. Se avanza en las negociaciones con Centroamérica. 
        Se amplían preferencias comerciales a los países andinos. 
        Se instala, incluso, la posibilidad de un acuerdo bilateral con el Brasil. 
        Un artículo reciente de Moisés Naim en el Financial Times 
        lo propone abiertamente. Ha habido otros pronunciamientos similares de 
        personalidades representativas. La posibilidad de que se retome la idea 
        de libre comercio implícita en el acuerdo "4+1" entre 
        Mercosur y Estados Unidos, firmado en 1991 y relanzado el año pasado, 
        puede adquirir mayor vigencia con los nuevos gobiernos de Brasil y Argentina. 
        Nada de ello implicaría dejar de lado la idea del ALCA, pero sí 
        podría traducirse en la mencionada red de acuerdos de libre comercio, 
        una especie de ALADI hemisférico. ¿Es posible un escenario de fortalecimiento del Mercosur?Los gobiernos actuales de los cuatro socios han reafirmado reiteradamente 
        la necesidad de profundizar su estrategia de inserción en el mundo 
        a través del fortalecimiento del Mercosur en su concepción 
        original -el establecimiento de una unión aduanera y la construcción 
        gradual de un mercado común, abierto al mundo a través de 
        negociaciones en la OMC, con EEUU y la UE-. Ésta parece ser la 
        opción más razonable y la que probablemente continuarán 
        los nuevos gobiernos.
 En efecto, en el debate existencial que se desarrolla sobre el Mercosur, 
        no se suele tener en cuenta una realidad: más que un proceso de 
        integración, hoy es el nombre de una región que coexistirá 
        con sus países socios aún cuando se diluyeran los compromisos 
        vigentes. Se suele subestimar el impacto político y económico 
        del principal logro del Mercosur: el desarrollo de un espacio de paz y 
        cooperación entre naciones vecinas, con irradiación sobre 
        América del Sur. El predominio de la lógica de la integración 
        permite afrontar mejor dos agendas externas esenciales para la democracia 
        y la transformación productiva en los países socios. Una 
        es la agenda "11 de septiembre", con lo que ella implica en 
        cuanto a navegar con éxito en medio de tormentas instaladas en 
        la región, en materia de seguridad y financiamiento externo. La 
        otra es la agenda de negociaciones comerciales de cuyos resultados dependerán 
        accesos a mercados, capacidad para atraer inversiones y condicionamientos 
        para políticas públicas económicas y comerciales. 
        Se sabe que entre naciones contiguas la opción a la lógica 
        de la integración suele ser la de la fragmentación. La experiencia 
        europea es elocuente en tal sentido. Nadie se beneficiaría con 
        la dilución del Mercosur. Podría tener efectos incalculables 
        para la estabilidad de América del Sur.
 Si finalmente la opción fuera profundizar el Mercosur -que es lo 
        que han planteado tanto Lula como los gobiernos actuales-, sería 
        posible lograrlo avanzando iniciativas en torno a cuatro pilares básicos. 
        Ellos también se observan en otros casos de asociaciones voluntarias 
        entre naciones soberanas que buscan integrar en forma sistemática 
        y permanente sus mercados, cualesquiera que sean las técnicas empleadas 
        - zona de libre comercio o unión aduanera-. Estos pilares son: 
        profundizar la preferencia económica entre los socios, con técnicas 
        compatibles con el artículo XXIV del GATT-1994 -artículo 
        que contiene definiciones ambiguas y amplias, sobre los requisitos que 
        deben reunir las zonas de libre comercio y las uniones aduaneras-; asegurar 
        un mínimo de disciplinas colectivas en torno a reglas de juego 
        previsibles -que se cumplan- y flexibles -que permitan adaptaciones pautadas 
        a los cambios en las realidades o a situaciones de emergencia-; perfeccionar 
        métodos de articulación de intereses y de solución 
        de conflictos comerciales, incluyendo algún órgano técnico 
        y una mejor organización interna de cada socio con el fin de participar 
        en el proceso de integración; y finalmente, afirmar la confianza 
        y lealtad entre los socios, basada en la percepción de ganancias 
        mutuas a través del tiempo.
 "Horizonte 2002": un enfoque recomendableIniciativas concretas sobre la dimensión metodológica del 
        Mercosur, que aprovechen los logros y las experiencias de más de 
        diez años de integración económica, y que se traduzcan 
        en decisiones políticas sustentables, permitirían eliminar 
        dudas existenciales y diluir la actual crisis de credibilidad. Si así 
        fuera, se podría lograr el objetivo original de desarrollar un 
        contexto favorable para afrontar mejor los múltiples desafíos 
        que tienen los socios ante sí. Para asegurar un Mercosur a la vez 
        eficaz y creíble, se requiere una fuerte dosis de liderazgo político 
        y de creatividad técnica. Será un gran desafío para 
        los próximos presidentes de Argentina y de Brasil, países 
        que, por su dimensión, tienen mayor responsabilidad en el proceso 
        de integración.
 Lo recomendable -parece- es situar el debate metodológico sobre 
        el Mercosur y las iniciativas concretas para su profundización 
        en la perspectiva del "horizonte 2005", esto es, el de los posibles 
        escenarios post-negociaciones comerciales internacionales. Ello implica 
        un esfuerzo conjunto de los socios para negociar pero, sobre todo, para 
        preparar sus economías y sus sociedades a fin de que puedan aprovechar 
        las oportunidades que se generen como resultado de las negociaciones y 
        mantener al mismo tiempo el esfuerzo que significará competir en 
        espacio económicos ampliados, cumpliendo con las disciplinas colectivas 
        pactadas.  El resultado de este enfoque puede ser un Mercosur más realista 
        y sociedades mejor preparadas para administrar las consecuencias del fenómeno 
        de la globalización. En tal sentido, los países del Mercosur 
        pueden aprender mucho del esfuerzo que tuvieron que realizar países 
        europeos que se fueron incorporando o que se incorporarán en un 
        futuro próximo a la Unión Europea.  |