| Del Mercosur en el "horizonte 2005"
 La reflexión prospectiva sobre el Mercosur es oportuna por 
        cuatro razones.
  La primera es la probabilidad que sus socios tengan que enfrentar, a 
        escala global y sudamericana, agendas externas complejas en materia de 
        seguridad y estabilidad política.  La segunda es que se han iniciado negociaciones comerciales -OMC, ALCA, 
        UE-, que podrían culminar simultáneamente en el 2004. Sus 
        resultados impactarán en la competencia económica global, 
        y en las políticas económicas y comerciales externas.  La tercera es que los socios deberán prepararse desde ya para 
        competir con éxito, a partir del 2005, en los posibles escenarios 
        post-negociaciones comerciales.  Y la cuarta es que el Mercosur tiene un problema de credibilidad, que 
        puede afectar su eficacia en la competencia por atraer inversiones y para 
        negociar con terceros países.  Es obvio que el problema de la credibilidad se nutre de múltiples 
        causas, entre los cuales resaltan recientemente, la caída pronunciada 
        del intercambio comercial y las severas dificultades económicas 
        de algunos de los socios, concretamente la Argentina. Pero este aporte a la reflexión prospectiva, se concentra en sólo 
        una de las causas del problema de credibilidad. Ella es la insuficiencia 
        metodológica y la calidad institucional, en el sentido de: a) baja 
        capacidad para mantener en forma dinámica la concertación 
        de intereses nacionales, a fin de generar reglas de juego aplicables que 
        puedan producir los resultados buscados y, b) dificultades para conciliar 
        la adaptación a nuevas realidades con la previsibilidad que requieren 
        quienes adoptan decisiones de inversión.  Puede sostenerse que tal insuficiencia, ha potenciado los impactos en 
        el Mercosur de la evolución económica de los socios a partir 
        de 1998 y de sus efectos en el intercambio comercial. Además ha 
        afectado la capacidad de negociación conjunta con terceros países.  Más allá de los reiterados pronunciamientos de alto nivel, 
        ciudadanos, inversores y terceros países desconfían de que 
        los socios puedan mantener la dirección estratégica original. 
        Observan un recurrente debate -incluso a nivel político relevante- 
        sobre el sentido del Mercosur y los caminos que conducen a las metas perseguidas. 
        Escuchan referencias a la "muerte del Mercosur" o a que es "un 
        alma en pena". Por lo general no están fundadas. Pero lo cierto 
        es que se perciben dudas, particularmente entre inversores y terceros 
        países, sobre si finalmente lo que se quiere es sólo una 
        zona de libre comercio, una unión aduanera o un mercado común. 
        El resultado es una constante perplejidad en relación al Mercosur.  Se pueden visualizar tres escenarios futuros del Mercosur. El de su 
        desaparición como proceso formal de integración. El de su 
        dilución, sea en lo que Pascal Lamy denomina el "modelo de 
        la buena vecindad", o en una red de libre comercio resultante de 
        las negociaciones en la OMC, el ALCA y con la UE. Y el de su adaptación 
        a nuevas realidades de los socios, en materia de seguridad, financiamiento, 
        transformación productiva y políticas comerciales externas, 
        que permita enfocarlo en la perspectiva del "horizonte 2005", 
        esto es, el de los posibles escenarios post-negociaciones comerciales.  El primer escenario es difícil que ocurra. El segundo, en la 
        tendencia actual, es muy posible. El tercero, es posible si hay fuerte 
        liderazgo político. Es el deseable.  Es en función de este tercer escenario que efectuamos las reflexiones 
        que siguen.
 De realidades y supuestos para una reflexión prospectiva sobre 
        el Mercosur Por lo menos tres datos de la realidad parecen ineludibles a la hora 
        de efectuar una reflexión prospectiva sobre el Mercosur. Son permanentes. 
        Estarán presentes en cualquier escenario futuro de las relaciones 
        entre los socios. En el lenguaje orteguiano de Celso Lafer, forman parte 
        de "nuestra circunstancia". Son datos comunes a los cuatro socios. 
        El primer dato es la vecindad. Para cada uno de los socios la región 
        es su contexto contiguo. Es un contexto privilegiado para cualquier nación. 
        Es inevitable y permanente. Resulta de la geografía, potenciada 
        por la historia y la percepción que el mundo tiene de la región. 
        En la perspectiva de los socios del Mercosur tiene dimensión sudamericana.  El segundo es la interdependencia. La región conforma un subsistema 
        diferenciado en el sistema internacional global e incluso en el Hemisferio. 
        Ninguna parte puede ser ajena a lo que ocurra en las otras. Es un resultado 
        natural de la contigüidad. Es más notorio aún por el 
        aumento de la interdependencia -flujos de comercio y de inversiones, e 
        incluso el denominado "riesgo país" de los mercados financieros- 
        ocurrida en las últimas décadas y que resulta de la confluencia 
        de tres factores: mayor conectividad física, apertura comercial, 
        y acuerdos de integración económica. La historia demuestra 
        que la interdependencia de la contigüidad es un dato de la realidad, 
        inevitable y permanente. Varía su intensidad y su signo. Puede 
        ser baja o alta, por ejemplo, en efectos de demostración de ideas 
        y de políticas, o en flujos de comercio, de inversiones y de personas. 
        Puede estar signada por las lógicas del conflicto o de la cooperación. 
        Pero no puede ser ignorada.  El tercero es la inserción en un mundo de globalización 
        y de regionalización organizada. A la vez que administran su propia 
        interdependencia, los socios se insertan en un mundo en que coexisten 
        dos tendencias. Por un lado, a la escala planetaria de las relaciones 
        internacionales, en el plano de la seguridad, como en el político, 
        económico y cultural -producto, entre otros factores, de la realidad 
        del acortamiento de todo tipo de distancias entre las naciones que interactúan 
        en el sistema internacional-. Por el otro, a la regionalización 
        organizada en grupos multinacionales -de contenido económico y 
        naturaleza política-, voluntarios y vocación a la permanencia, 
        con un impacto significativo en las interacciones con otras naciones y 
        grupos. Ambas tendencias responden a fuerzas profundas, difícilmente 
        alterables. Reflejan factores tecnológicos y estrategias empresarias, 
        que impulsan al aumento constante de la interdependencia. También 
        en relación a ellas la cuestión central hacia el futuro, 
        será saber si serán marcadas por la lógica de la 
        fragmentación o la de la integración. Lo más probable 
        es que ambas lógicas tengan una coexistencia difícil de 
        administrar, al menos en el horizonte de lo previsible.  Esta reflexión prospectiva parte de la constatación de 
        estos tres datos de la realidad. Pero, a su vez, se elaboran tomando en 
        cuenta cinco supuestos. Ellos resultan razonables a partir de la lectura 
        de fuerzas profundas que están operando en la región que 
        abarca el Mercosur -y que por el momento, la diferencian de parte del 
        resto de América del Sur.  El primer supuesto, es que los países socios seguirán 
        siendo "like-minded countries". Esto es que continuarán 
        valorando la idea de sociedades abiertas, con sistemas democráticos, 
        profundizando su modernización económica y su transformación 
        productiva, a fin de alcanzar niveles elevados de cohesión social 
        y de inserción competitiva en la economía mundial. De este 
        supuesto dependen los demás. Hace a la viabilidad del vínculo 
        asociativo voluntario que, entre ellos, pretendan sustentar en el futuro 
        los países del actual Mercosur, cualesquiera que sean sus intensidades 
        y sus modalidades.  El segundo supuesto, es que el liderazgo político de cada socio 
        y sus opiniones públicas, seguirán valorando la idea estratégica 
        de asociarse voluntariamente, para trabajar juntos, en forma permanente 
        y sistemática, en el escenario internacional. Esto es, que continuarán 
        visualizándose como parte de una región organizada, concebida 
        como plataforma conjunta para mejor competir y negociar a escala global.  El tercer supuesto, es que tal vocación asociativa no pretende 
        superar la condición de naciones soberanas de quienes participan, 
        con identidad propia sin perjuicio del reconocimiento de una identidad 
        regional emergente. Como ha ocurrido en Europa, es en base a lo nacional 
        que se pretende construir la región organizada. El punto de partida 
        son concretos intereses nacionales y no una hipotética racionalidad 
        supranacional.  El cuarto supuesto, es que el vínculo asociativo se sustenta 
        en una reciprocidad dinámica de intereses nacionales, es decir, 
        en un proceso continuo de concertación de los intereses en juego, 
        basada en la percepción de ganancias mutuas. Es una condición 
        necesaria para mantener la asociación consensual a través 
        del tiempo y para su legitimidad social en cada una de las naciones participantes.  El quinto supuesto, es que la asociación voluntaria entre las 
        naciones del Mercosur, no tiene ni puede tener un carácter exclusivo 
        ni excluyente. La inserción en la región es sólo 
        un aspecto de la de cada uno de los socios en el sistema internacional 
        global, y en otros subsistemas regionales -por ejemplo, el hemisférico- 
        y sectoriales -por ejemplo, el de los alimentos o el de la energía-. 
        No agota el complejo de relaciones externas de cada país, que tienen 
        rasgos comunes y diferenciales, en el plano de la seguridad, como en el 
        político y económico. Ello implica que cualquier estrategia 
        de desarrollo de una red regional de interacciones en todos los planos, 
        es sólo una parte privilegiada de redes internacionales complejas 
        y amplias, en las cuales no siempre coincidirán ni los intereses, 
        ni las percepciones, ni las políticas de los socios. Existirán 
        diferencias naturales, resultantes de la desigual dimensión económica, 
        de la dotación de recursos de poder relativo, y del grado de diversificación 
        de vínculos con el mundo. Son diferencias que podrán ser 
        apreciadas y eventualmente estimuladas, por protagonistas significativos 
        del sistema internacional, en sus propias estrategias de competitividad 
        sistémica y de negociaciones comerciales. De algunas fallas metodológicas en la construcción del 
        Mercosur En las últimas dos décadas los socios han efectuado progresos 
        significativos en la construcción del Mercosur. Son resultados 
        medibles y de relevancia que estimulan a seguir construyendo sobre su 
        base. El pacto fundacional sigue siendo el Tratado de Asunción. 
        Durante su vigencia, se ha producido un sustancial incremento en la conectividad, 
        en todos los planos, entre los socios. Es difícil que se asuma 
        la responsabilidad de echar por la borda los resultados logrados, a pesar 
        que aparezcan opacados por una coyuntura desfavorable. Tales progresos, han sufrido un estancamiento e incluso un deterioro, 
        por varios factores. El más notorio es el efecto de la caída 
        de la actividad económica y del comercio recíproco, observada 
        a partir de 1998 y acentuada en los últimos doce meses, por momentos 
        en todos los socios y luego, en forma más notoria, en algunos de 
        ellos. La reciente crisis económica argentina ha aumentado tal 
        deterioro. Es un hecho que como resultado, el Mercosur hoy no enfrenta 
        su mejor momento, ni su imagen es positiva.  Difícil sería, sin embargo, encontrar en el proceso del 
        Mercosur, una relación de causalidad que explique las dificultades 
        económicas por las que han atravesado los socios. Podría 
        en todo caso, formularse la hipótesis que los compromisos asumidos 
        en el Mercosur, no tuvieron el alcance suficiente para evitar o atenuar 
        impactos de la crisis evidenciada a partir de 1998 -por ejemplo, en materia 
        de disciplinas macroeconómicas-, o la flexibilidad para permitir 
        la adaptación consensuada y previsible de instrumentos de política 
        comercial a las dificultades producidas -por ejemplo, en materia de cláusulas 
        de escape aplicables al comercio intra-regional y al arancel externo común-.  Sin perjuicio de la importancia de los factores económicos -que 
        podrán ser objeto de otras contribuciones-, la reflexión 
        prospectiva del Mercosur que aquí efectuamos, parte de la constatación 
        de que el proceso de integración sufre asimismo de un problema 
        de insuficiencia metodológica e institucional. Es sobre ese problema 
        que nos concentraremos.  Por insuficiencia metodológica e institucional se entiende, a 
        los efectos de este análisis y de las recomendaciones que se formularán 
        luego, la existencia de fallas significativas en los métodos de 
        concertación de intereses nacionales y en la calidad de las reglas 
        de juego formuladas para encauzar la construcción regional. Ellas 
        a su vez reflejan, en nuestra opinión, una insuficiente comprensión 
        de los pilares básicos que la experiencia histórica -la 
        de la UE, pero también la del NAFTA-, demuestra que son esenciales 
        a la hora de construir una asociación voluntaria, sustentable y 
        permanente, entre naciones soberanas que no pretenden dejar de serlo, 
        al menos en un horizonte temporal previsible. A ellos nos referiremos 
        en el próximo apartado.  Las fallas metodológicas e institucionales, pueden ser consideradas 
        naturales en la etapa fundacional del Mercosur, desarrollada en un cuadro 
        de baja interdependencia económica, de marginalidad en el contexto 
        de las relaciones económicas externas, y de relativa inestabilidad 
        interna en los socios, propia de la condición de democracias emergentes 
        que encaran profundos procesos de transformación económica 
        y social.  Sin embargo, si bien pueden aceptarse esas fallas como naturales en la 
        etapa fundacional, no es razonable dejar de extraer consecuencias del 
        aprendizaje acumulado en la construcción regional. El inventario 
        de fallas que a continuación se efectúa, más que 
        evaluar el pasado, sólo intenta contribuir a la construcción 
        del futuro.  Pueden resaltarse cuatro fallas principales. La primera es la acumulación 
        de reglas no incorporadas a los ordenamientos jurídicos internos 
        -un porcentaje alto de las adoptadas-. Algunas tienen validez internacional 
        pero no interna en los países miembros.  Considerando el efecto adicional de la baja calidad de algunas reglas 
        formalmente aprobadas -en términos de ser intelegibles y coherentes 
        entre ellas-, se pueden explicar, a la vez, significativos problemas de 
        efectividad de las reglas de juego -capacidad de penetrar la realidad-; 
        de eficacia -capacidad de producir resultados esperados-; de previsibilidad 
        -capacidad de incidir en decisiones de inversión, uno de los principales 
        efectos económicos buscados por este tipo de procesos de integración-; 
        de credibilidad -capacidad de convencer actores económicos, ciudadanos 
        y terceros países, sobre la seriedad del esfuerzo de integración 
        y de que efectivamente se beneficiará del acceso a más de 
        doscientos millones de consumidores quienes inviertan, por ejemplo, en 
        el Paraguay o en el Uruguay- y, finalmente, de legitimidad - capacidad 
        de valoración social del proceso de integración, por reflejar 
        un cuadro de ganancias mutuas entre los socios-.  La segunda falla, que contribuye a explicar la primera, son deficiencias 
        en los métodos empleados para preparar y adoptar decisiones. A 
        veces, responden a factores coyunturales, por ejemplo la necesidad de 
        asegurar éxito mediático de reuniones -especialmente las 
        Cumbres-. Otras, reflejan insuficiencias en la formulación de intereses 
        nacionales en juego en cada decisión. No siempre los socios han 
        organizado sus Secciones Nacionales, a fin de que sus posiciones en el 
        proceso de decisión, reflejen la participación de todos 
        los sectores gubernamentales, empresarios y de la sociedad civil, interesados 
        en la normativa que se aprueba en instancias comunes-. También 
        resultan de discontinuidades en estrategias nacionales, producto de inestabilidades 
        políticas y económicas.  La tercera falla, se observa en la administración de los conflictos 
        de intereses entre los socios y en los procedimientos para la solución 
        de diferendos. Se pone énfasis en la diplomacia presidencial, no 
        como último recurso, si no como una instancia casi inmediata. Las 
        divergencias de intereses no son siempre suficientemente decantadas en 
        instancias técnicas comunes y se elevan para su articulación 
        en instancias políticas, que ante la falta de acuerdo las dilatan 
        o transforman en normas de baja calidad, que no penetran en la realidad. 
        Puede rastrearse en la discontinuidad -y a veces irrelevancia- de las 
        reuniones de Ministros de Economía y Presidentes de Bancos Centrales, 
        una contribución al desgaste institucional del Mercosur. A su vez, 
        los mecanismos del Protocolo de Brasilia, sólo comenzaron a utilizarse 
        en todo su potencial a partir de 1999. Antes se observó una resistencia 
        política a aceptar la instancia arbitral, como natural y necesaria 
        en un proceso de integración como el del Mercosur. Los defectos 
        que luego se constataron, podrían comenzar a superarse con la entrada 
        en vigencia del Protocolo de Olivos, aún no ratificado.  La cuarta falla, se observa en la transparencia y participación 
        de la sociedad civil, en la adopción de decisiones y en el conocimiento 
        de las reglas de juego. La falta de transparencia se percibe en la reserva 
        que caracteriza a proyectos de normas en el momento de su discusión 
        por los gobiernos, y al hecho que la parte más sustantiva de las 
        actas de instancias técnicas, no son de fácil acceso para 
        quienes no participan del circuito oficial de decisiones. La página 
        Web del Mercosur dista de tener el alcance de las de procesos similares, 
        en especial, la de la UE -o la de la OMC-. En cuanto a la participación 
        de la sociedad civil -incluso a través de sus representantes legítimos 
        en los Parlamentos nacionales-, además de la falta de transparencia 
        sufre de la marginalidad que tienen en la práctica, el Foro Consultivo 
        Económico-Social, y la Comisión Parlamentaria Conjunta. 
        A nivel nacional, la transparencia y la participación de la sociedad 
        civil difiere de país a país, siendo en algunos relativamente 
        baja o marginal.  Las cuatro fallas mencionadas se traducen en un proceso de integración 
        que dista de ser "rule-oriented", en el sentido definido por 
        ejemplo en el caso de la OMC, por John Jackson ("The Jurisprudence 
        of GATT & the WTO: Insights on Treaty Law and Economic Relations", 
        Cambridge University Press, 2000, ps. 7 y 8) y por Celso Lafer ("A 
        OMC e a Regulamentacao do Comercio Internacional: uma Visao Brasileira", 
        Libraría do Advogado, 1998, en su capítulo I). No supone 
        una realidad subordinada rígidamente a lo jurídico. Implica 
        sí el reconocimiento por los socios de que al asumir compromisos, 
        aceptan restringir su capacidad a actuar unilateralmente, evitando cumplir 
        con las reglas sólo en la medida de las posibilidades. Implica 
        además, que los comportamientos reales de cada país podrán 
        ser apreciados a la luz de reglas libremente pactadas, por instancias 
        jurisdiccionales independientes -sean ellas judiciales como en la UE, 
        o arbitrales como en el NAFTA y la OMC-. Significa encuadrar las relaciones 
        de poder en un marco consensuado de reglas de juego con fuerte potencial 
        de efectividad. En el Mercosur se observan comportamientos unilaterales 
        fundados, por ejemplo, en razones de emergencias económicas, no 
        necesariamente conciliables con las reglas de juego consensuadas. Se observan 
        incluso situaciones de "ilegalidad consentida" o de "ilegalidad 
        compensada", que contribuyen a un deterioro en la credibilidad de 
        las reglas, con su consiguiente efecto negativo en decisiones de inversión 
        y en estrategias empresarias. A veces tales situaciones reflejan una insuficiente 
        claridad o flexibilidad normativa. En esos aspectos el Mercosur recuerda 
        al deterioro que en su momento conoció la ALALC, o que caracterizan 
        compromisos genéricos de la ALADI. Ello alimenta una percepción 
        de "integración-ficción", que puede ser o la antesala 
        a la irrelevancia o a un proceso "power-oriented", en el que 
        las relaciones de poder predominan sobre las reglas. De los pilares de una asociación voluntaria entre naciones 
        soberanas Cuatro son los pilares básicos que permiten sustentar un proceso 
        de asociación voluntaria, permanente y sistemática entre 
        naciones soberanas. Se observan en la experiencia del caso más 
        exitoso que es el de la UE pero también en el del NAFTA, más 
        allá de diferencias significativas que existen en el alcance e 
        intensidad de ambos procesos.  El primero es la preferencia económica entre los socios. Cualquiera 
        que sea la técnica de integración de mercados que se utilice 
        -por ejemplo, zona de libre comercio o unión aduanera-, en el marco 
        de permisividad que tolera el artículo XXIV del GATT-1994, lo esencial 
        es que bienes y servicios, y eventualmente los flujos de inversión 
        y de trabajadores, tengan tratamientos distintos a los que se aplican 
        a los originados en terceros países. Tiene que haber una diferencia 
        nítida entre ser o no ser socio.  El segundo es un grado mínimo de disciplinas colectivas entre 
        los socios. Ser socio es un acto de libre voluntad soberana. Nadie obliga 
        a un país a serlo. Pero una vez en el club, se supone que los socios 
        aceptan disciplinas colectivas necesarias para la construcción 
        de una asociación creíble. En la actual etapa del Mercosur, 
        aún distante a la de un mercado común -objetivo pactado 
        y presentado como tal a ciudadanos, inversores y terceros países-, 
        lo esencial son disciplinas -al menos mínimas-, en materia de políticas 
        macroeconómicas, comerciales externas y sectoriales.  El tercero es una metodología eficiente de concertación 
        dinámica de intereses nacionales. Esto es, la capacidad para generar 
        consensos en torno a políticas y reglas de juego, que sean efectivas, 
        eficaces, previsibles, creíbles y legítimas. En un proceso 
        voluntario de integración entre naciones soberanas, el camino hacia 
        una concertación eficaz, supone una clara definición de 
        los intereses nacionales en juego y una metodología que permita 
        articularlos en decisiones comunes que se puedan cumplir. No es suficiente 
        una articulación de instancias gubernamentales. La efectiva participación 
        de la sociedad civil, a través de sus representantes legítimos, 
        parece una condición necesaria, si se aspira a la sustentación 
        y legitimidad del proceso de integración a través del tiempo. El cuarto pilar es la lealtad y confianza mutua entre los socios. Supone 
        que la asociación se sustenta en un grado significativo de previsibilidad 
        en el comportamiento de cada socio, con respecto a compromisos asumidos 
        y a sus relaciones con el resto del mundo. No se requiere coincidir en 
        todo. Pero sí evitar acciones sorpresivas o un debate existencial 
        recurrente, sobre el sentido y alcance de la asociación estratégica 
        pactada. De un Mercosur proyectado hacia el "horizonte 2005" ¿Qué Mercosur necesitarán sus socios hacia el "horizonte 
        2005", esto es, hacia los escenarios posibles que resultarán 
        de las actuales negociaciones comerciales en la OMC, con los EEUU (en 
        el ALCA o el "4+1") y con la UE?. ¿Cómo diferenciar 
        y conciliar los compromisos que se asumen en el Mercosur, con los que 
        se asuman en el futuro en otros ámbitos de inserción internacional 
        de los socios?.¿Cómo proyectar hacia ese horizonte de mediano 
        y largo plazo, las acciones que permitan tornar el proyecto común, 
        en un instrumento funcional a los requerimientos futuros de competitividad 
        de cada socio en el escenario global, hemisférico e interregional 
        -teniendo en cuenta que en la mejor de las hipótesis, los efectos 
        de tales negociaciones comenzarían a producirse en el 2005, pero 
        que recién adquirirían todo su potencial en los siguientes 
        diez años-?. ¿Cómo trascender el plano predominantemente 
        económico y comercial, para penetrar en profundidad en los planos 
        político, social y cultural?. ¿Cómo acrecentar los 
        valores culturales comunes que permitan tornar irreversible el proyecto 
        común, logrando que la lógica de la integración predomine 
        sobre la de la fragmentación?. ¿Cómo arraigar el 
        proyecto común en las respectivas sociedades civiles, a fin de 
        que las solidaridades de hecho que se desarrollen -en la visión 
        genial de Jean Monnet-, tengan legitimidad social y se sustenten en el 
        tiempo?. ¿Cómo asegurar que los socios cumplirán 
        las reglas y las disciplinas comprometidas?.  Estas son algunas de las preguntas que requieren respuestas concretas, 
        si es que se opta por un escenario de relevancia del Mercosur en las estrategias 
        nacionales de consolidación de la democracia, de transformación 
        productiva, de cohesión social y de inserción competitiva 
        en la economía global. Suponen colocar el proyecto Mercosur en 
        la perspectiva de las agendas nacionales y externas de los socios. Implican 
        transformarlo en una eficaz unión para la producción y la 
        competitividad sistemática, utilizando técnicas de integración 
        de mercados compatibles con compromisos que se asuman en otros ámbitos 
        de negociación actual y, en particular, con los del artículo 
        XXIV del GATT-1994.  Cualesquiera que sean finalmente las modalidades prácticas que 
        permitan responder las anteriores preguntas, estimamos fundamental: a) 
        construir en base a los resultados logrados en las últimas dos 
        décadas -es decir, partir de la dirección estratégica 
        trazada en el pacto fundacional de 1991 y en lo mucho que se ha avanzado 
        en los compromisos asumidos desde entonces- y b) poner énfasis 
        en superar deficiencias metodológicas e institucionales que se 
        han observado. Retroceder o pretender comenzar de nuevo, afectaría 
        la credibilidad internacional del Mercosur y la de sus socios, ya que 
        sería difícil que inversores y terceros países, le 
        puedan atribuir seriedad a compromisos asumidos por países que 
        no han cumplido antes lo prometido. Seguir avanzando, sin transmitir a 
        ciudadanos y mercados señales claras sobre la voluntad de los socios 
        de aceptar disciplinas colectivas -como las asumidas por los socios de 
        la UE y del NAFTA-, sólo significaría seguir generando futuras 
        frustaciones. Una vez superada la actual situación de emergencia 
        por la que atraviesan algunos de los socios y el Mercosur como proceso 
        formal de integración, parece fundamental concentrarse en una estrategia 
        y en instrumentos que permitan atribuirle al proyecto común el 
        grado de seriedad que se requiere. En tal perspectiva y tomando en cuenta los pilares básicos del 
        apartado anterior, la experiencia acumulada, los datos de la realidad 
        y los supuestos mencionados, pueden formularse recomendaciones orientadas 
        a perfeccionar las metodologías de integración y la calidad 
        institucional del Mercosur: 
        En el plano de la preferencia económica, es recomendable avanzar 
          en plazos determinados pero no rígidos en el desarrollo del mercado 
          único, como se hiciera con el proyecto "Europa 1992". 
          Ello supone mantener el instrumento de unión aduanera, introduciéndole 
          todos los elementos de flexibilización que permite la definición 
          ambigua del artículo XXIX del GATT-1994 ("derechos de aduana 
          y demás reglamentaciones del comercio que, en substancia, sean 
          idénticos") y el hecho que el propio Tratado de Asunción, 
          en su artículo 5°, literal a, es muy genérico en el 
          compromiso de "un arancel externo común que incentive la 
          competitividad externa de los Estados Partes", dejando al Consejo 
          la competencia para determinar sus modalidades y alcances. Con creatividad 
          y un grado razonable de heterodoxia, es posible articular compromisos 
          que permitan "institucionalizar la flexibilidad", tanto en 
          el plano del comercio intra-regional, como en el del arancel externo 
          común y de las políticas comerciales externas, recurriendo 
          a instrumentos de geometría variable y múltiples velocidades. 
          Ello facilitaría la incorporación plena de Chile al Mercosur, 
          objetivo del mayor valor político y económico, por las 
          ganancias de credibilidad y equilibrio que introduciría. Tanto 
          el NAFTA como la UE -especialmente en la etapa de la CEE, o sea antes 
          del perfeccionamiento del mercado único y del paso a la unión 
          monetaria- tienen precedentes de validez en materia de válvulas 
          de escape, pautadas y previsibles. De hecho todo ello implicaría 
          formalizar un período de transición para el perfeccionamiento 
          de la unión aduanera y del mercado único, en forma compatible 
          con los requerimientos del citado artículo XXIV.
 
En el plano de las disciplinas colectivas, es recomendable precisar 
          con claridad códigos de conducta mínimos en materia de 
          coordinación macroeconómica, de políticas comerciales 
          externas y de políticas sectoriales.Ellas podrían ser objeto de protocolos adicionales al Tratado 
          de Asunción, en los cuales se fijen los objetivos a alcanzar 
          en un período razonable de diez años -que podría 
          coincidir con el nuevo período de transición hacia el 
          perfeccionamiento de la unión aduanera y del mercado único-, 
          y se precisen metas intermedias con mecanismos de revisión periódica 
          de cumplimiento, que incluyan pautas previsibles para su eventual flexibilización. 
          En tal marco deberían tener lugar especial las metas de coordinación 
          macroeconómica, y los instrumentos de defensa comercial, de la 
          competencia y de los incentivos a la inversión. Es recomendable 
          desarrollar mecanismos financieros que promuevan la integración 
          de cadenas productivas y la promoción comercial conjunta, así 
          como facilitar acuerdos sectoriales productivos por parte de los propios 
          empresarios, con el reconocimiento gubernamental.
 
 
En el plano de la concertación dinámica de intereses 
          nacionales, es recomendable depurar el stock de normas que no han sido 
          incorporadas a los respectivos ordenamientos internos, con plazos razonables 
          de caducidad. Hacia el futuro deberían preverse mecanismos de 
          aprobación parlamentaria rápida de protocolos y decisiones, 
          dejando de lado la costumbre de dudosa constitucionalidad en algunos 
          de los países miembros, de incorporarlos por su "protocolización 
          en la ALADI". También es recomendable perfeccionar los mecanismos 
          de decisiones en todos los niveles, comenzando por la preparación 
          a nivel nacional -por ejemplo, la efectiva institucionalización 
          de las Secciones Nacionales, como órganos colegiados con su integración 
          y sus responsabilidades pautadas legalmente-. Es recomendable lograr 
          un mayor grado de institucionalización de la figura colectiva 
          de los coordinadores nacionales -con la idea que proviene del momento 
          fundacional, de que sean funcionarios dedicados en forma permanente 
          y exclusiva a las cuestiones del Mercosur-. Asimismo es recomendable 
          restablecer el funcionamiento trimestral de la reunión de Ministros 
          de Economía y de Presidentes de Bancos Centrales, como motor 
          de impulso de iniciativas de política económica, como 
          lo fuera en la primera etapa del Mercosur. También debería 
          ocurrir lo mismo con los Ministros de Desarrollo o de la Producción. 
          La idea ya aceptada de una Secretaría Técnica, simple 
          y poco costosa, debería modelarse en función de la figura 
          del Director General de la OMC y de sus competencias. Debería 
          ser una instancia necesaria en la preparación técnica 
          de decisiones y en la etapa de consultas entre los socios, en casos 
          de divergencias sustanciales de intereses nacionales. En situaciones 
          especiales -por ejemplo, los instrumentos de flexibilización 
          de compromisos de libre comercio y de política comercial externa-, 
          su opinión debería ser vinculante, salvo opinión 
          por "consenso negativo" de los socios. El Protocolo de Olivos 
          debería entrar en vigencia de inmediato, sin perjuicio de su 
          posterior perfeccionamiento. Finalmente es recomendable introducir en 
          la página Web del Mercosur, todos los proyectos de decisión, 
          y los estudios y anexos de las actas de los órganos técnicos 
          -incluso con retroactividad al comienzo del Mercosur- como forma de 
          acentuar la transparencia y la participación de la sociedad civil. 
          Los órganos de consulta deberían tener participación 
          activa en el proceso de decisión. La figura de un "ombudsman" 
          del Mercosur es recomendable.
 
En el plano de la lealtad y la confianza mutua entre los socios, es 
          recomendable acentuar los mecanismos de consulta en políticas 
          exteriores, incluso a nivel de las representaciones diplomáticas 
          en terceros países. Asimismo es recomendable aprovechar la experiencia 
          europea, en el desarrollo de redes académicas y sociales, que 
          disminuyan la actual "disonancia cognitiva" existente entre 
          los países sobre sus respectivas realidades políticas, 
          económicas y sociales. Es recomendable articular con la Comisión Europea y organismos 
        de cooperación internacional, programas de cooperación externa 
        que permitan una eficaz preparación del Mercosur para los escenarios 
        "post-negociaciones comerciales", en la línea de lo ofrecido 
        por los Comisarios Patten y Lamy, en su carta (julio 2002) a los Cancilleres 
        del Mercosur. La UE tiene experiencias a aprovechar con sus programas 
        de cooperación con países candidatos a miembros plenos o 
        asociados (como el "Phare", el "Meda" y el "Tacis"). 
        El memorandum de entendimiento BID-Comisión Europea de mayo de 
        2002, prevé una acción conjunta de apoyo a la integración 
        que debe ser aprovechada con intensidad. "Horizonte 2005" debería ser el norte que guíe 
        en el próximo período la construcción de un Mercosur 
        creíble y relevante. |