|  Una nueva etapa en las negociaciones hemisféricasTras la reunión ministerial del ALCA en Quito (noviembre 2002) 
        y las elecciones en el Brasil y los Estados Unidos, se ha abierto una 
        nueva etapa en las negociaciones comerciales hemisféricas. Deberían 
        culminar en diciembre de 2004, para lo cual se han determinado los pasos 
        que conducirían a tal objetivo. Los optimistas entienden que se 
        puede lograr. Mucho dependerá de cuánto se avance en el 
        primer semestre del 2003.
 Para los países latinoamericanos -especialmente aquellos que no 
        han concluido acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos-, el avance 
        que se logre en las negociaciones hemisféricas, en forma simultánea 
        con las que se desarrollan en el ámbito de la OMC y con la Unión 
        Europea, serán cruciales para definir un entorno económico 
        externo favorable a la consolidación de la democracia, la modernización 
        de sus economías, el desarrollo social y su inserción competitiva 
        en los mercados mundiales. Es obvio que también es posible que las negociaciones fracasen 
        y que el entorno externo de estos países no cambie significativamente, 
        al menos en términos de accesos a mercados y de reglas de juego 
        que inciden sobre la competencia económica global y regional. Incluso 
        es posible (difícil saber cuán probable, dada la incertidumbre 
        y volatilidad internacional), que el entorno externo se vuelva más 
        negativo, y que se acentúen tendencias proteccionistas en los países 
        industrializados, por el efecto combinado de una mayor inestabilidad política 
        internacional (por ejemplo, un escenario "11 de septiembre-plus") 
        y de una recesión en la economía mundial. Asumiendo que los plazos puedan cumplirse, surgen por lo menos tres cuestiones 
        relevantes, que sólo los hechos futuros permitirán responder 
        con precisión. Ellas son: ¿que clase de espacio hemisférico 
        de libre comercio resultará de las actuales negociaciones?; ¿cuál 
        será su legitimidad interna en los países participantes, 
        muchas veces tentados por el proteccionismo?; ¿Qué contribución 
        significará a la paz y estabilidad de una región con fuertes 
        signos de turbulencias y tentaciones radicales?.  Son preguntas que sólo podrán responderse plenamente en 
        el transcurso de los próximos meses. Por lo menos tres factores 
        incidirán en la evolución futura de las negociaciones y 
        en las acciones colectivas que logren articular los países del 
        Hemisferio: el funcionamiento de la presidencia conjunta de las negociaciones 
        hemisféricas, que ejercen el Brasil y los Estados Unidos; los progresos 
        que se logren en el primer semestre del 2003 en cuestiones relevantes 
        que quedaron pendientes tras la reunión ministerial de Quito, en 
        particular, con respecto a las modalidades de las negociaciones de las 
        ofertas de acceso a mercados, y el alcance real que tenga el novedoso 
        Programa de Cooperación Hemisférica aprobado en Quito. La presidencia conjunta A partir del 1° de noviembre último, los Estados Unidos y el 
        Brasil ejercen la presidencia conjunta de las negociaciones hemisféricas. 
        Es un hecho inédito que plantea desafíos interesantes, entre 
        los cuales tres son destacables: lograr éxito en las negociaciones; 
        reflejar la posición de todos los países -en el caso del 
        Brasil, también las del Mercosur- a fin de lograr el necesario 
        consenso, y evitar la tentación de un entendimiento bilateral excluyente 
        entre los Estados Unidos y el Brasil. Mucho dependerá entonces 
        de la capacidad de ambos países para generar un liderazgo colectivo 
        eficaz con el resto de sus socios, teniendo en cuenta que representan 
        alrededor del cincuenta por ciento de la población de las Américas.
 En cuanto al Brasil, cabe tener en cuenta que Lula, el nuevo Presidente, 
        ha sido por mucho tiempo crítico del enfoque predominante en el 
        ALCA. Pero es realista y tiene el perfil de un negociador de estirpe. 
        Además su país cuenta con negociadores brillantes. Más 
        allá de lo retórico, es razonable prever que valorará 
        la importancia que para el futuro del Brasil -y de su programa de gobierno- 
        tendrá el alcanzar un acuerdo con los Estados Unidos, que sea sustentable 
        y satisfactorio a los intereses de su país. A su vez, ha sido claro 
        en cuanto a la importancia que atribuye a la alianza estratégica 
        con la Argentina y al Mercosur. En tal sentido, continuará y eventualmente 
        profundizará la línea seguida por el Presidente Fernando 
        Henrique Cardoso. La convergencia de intereses con sus socios del Mercosur, 
        se puede asentar sobre cuatro puntos: la prioridad de la cuestiones agrícola, 
        de defensa comercial y del efectivo acceso para bienes y servicios en 
        los cuales son países que pueden ser competitivos; la articulación 
        de las negociaciones del ALCA, con las que se desarrollan simultáneamente 
        con la Unión Europea y en la OMC; la preservación de la 
        identidad y la preferencia económica en un Mercosur de dimensión 
        sudamericana y, sobre todo, la funcionalidad de las negociaciones comerciales 
        con las estrategias nacionales de transformación productiva, cohesión 
        social e inserción competitiva en la economía global. Es 
        la posición que, en los hechos, han sostenido desde el comienzo 
        de la última década los diferentes gobiernos en el Mercosur. En cuanto a los Estados Unidos, puede suponerse que el triunfo republicano 
        en las elecciones de noviembre, fortalecerá la posición 
        favorable al desarrollo de una estrategia agresiva de negociaciones comerciales. 
        El negociador americano, Robert Zoellick, se ha referido al vínculo 
        entre seguridad, libre comercio, progreso social y democracia, en declaraciones 
        que plantean su visión sobre el itinerario a seguir y los puntos 
        relevantes en la estrategia de construcción de un espacio de libre 
        comercio hemisférico.  Por su importancia, merecen destacarse dos presentaciones suyas. Una 
        es su conferencia el 1° de octubre en el National Press Club de Washington, 
        en la que desarrolla el vínculo entre las estrategias globales 
        de seguridad y de libre comercio. La otra es la del 14 de octubre en una 
        Conferencia del Miami Herald. Allí fue preciso en cuanto al sentido 
        político de la estrategia comercial hemisférica, resaltando 
        en particular que "la agenda de libre comercio de los Estados Unidos 
        puede ayudar a las frágiles democracias en las Américas, 
        como la política comercial americana luego de la Segunda Guerra 
        Mundial ayudó a asegurar democracia y esperanza en Europa y en 
        Japón".  En mi opinión, los principales mensajes que se extraen de las 
        presentaciones de Zoellick, son: seguridad y libre comercio son indisociables 
        en la estrategia del gobierno Bush, en el plano global y en el hemisférico; 
        la disposición a avanzar con quien esté preparado a hacerlo, 
        sea en el plano bilateral o en el multilateral global y regional; la vinculación 
        entre los objetivos políticos -democracia y seguridad- con los 
        comerciales; la transparencia y la participación de la sociedad 
        civil y, finalmente, la articulación con otros instrumentos -incluyendo 
        un Programa Hemisférico de Cooperación y el Desafío 
        del Milenio-, que faciliten el éxito de los países dispuestos 
        a profundizar sus sistemas democráticos y a modernizar sus economías. 
       Luego, en la reunión ministerial de Quito, Zoellick señala 
        que el objetivo del ALCA no es sólo expansión del comercio 
        pero, sobre todo, "creación de esperanza". Expresión 
        que un agudo analista brasilero relacionó con el slogan de Lula 
        de que "la esperanza derrotó al miedo". Quizás 
        sea una expresión que simbolice un comienzo de aproximación, 
        en la visión que los países que ejercen la Presidencia conjunta 
        tienen del sentido político de la idea del libre comercio hemisférico. 
        Los resultados de Quito y las cuestiones pendientesEn la reunión ministerial de Quito se han logrado avances. Pero 
        han quedado pendientes importantes cuestiones que deberán abordarse 
        en los próximos meses.
 En particular, aún deben definirse modalidades concretas para 
        un aspecto central en toda negociación comercial, cual es el del 
        alcance de las ofertas de acceso a los respectivos mercados para bienes 
        y servicios.  Según sea, surgen dos perfiles diferentes del ALCA. En el primero, 
        las ofertas se efectúan por todos a todos -o sea una lista única 
        de cada país para los demás- con lo cual se logra una verdadera 
        zona de libre comercio regional. En el segundo, las ofertas son por países 
        -o sea listas múltiples y diferenciadas por países o grupos 
        de países-, lo que puede resultar en el equivalente a una red de 
        acuerdos bilaterales o plurilaterales. En concreto, la pregunta que habrá 
        que responder es la siguiente: ¿el ALCA será una zona de 
        libre comercio en el sentido del artículo XXIV del GATT-1994 o 
        será el paraguas amplio para una red de acuerdos preferenciales, 
        bilaterales y plurilaterales?; El cronograma prevé avanzar en el primer semestre del 2003 en 
        la presentación de las ofertas negociadoras. Luego el 15 de julio, 
        se iniciará la negociación fuerte sobre las ofertas revisadas. 
        Pero en Quito se ha puesto énfasis en el equilibrio en el avance 
        en cada uno de los componentes de la agenda de las negociaciones. Ha quedado 
        claro que sólo se podrá avanzar en las negociaciones, si 
        es que hay un progreso simultáneo y equilibrado en cuestiones centrales 
        -entre otras, acceso a mercados, agricultura y defensa comercial-. Escenarios post-negociaciones: el Programa de Cooperación HemisféricaUn hecho novedoso que surge de la reunión ministerial de Quito 
        y que merece mucha atención, es la aprobación del Programa 
        de Cooperación Hemisférica, como "componente central 
        de apoyo para el ALCA". Originalmente estaba limitado a países 
        en desarrollo pequeños. Ahora puede extenderse a todo país 
        en desarrollo que lo requiera y que tenga una estrategia nacional en función 
        de las negociaciones. Su objetivo es ayudar a negociar y a prepararse 
        para los escenarios post-negociación, "incluyendo la capacidad 
        productiva y la competitividad en la región".
  Entiendo que estamos ante el embrión de un nuevo enfoque en el 
        desarrollo del ALCA. No se trata sólo de negociar, pero también 
        de ayudar a que los países puedan aprovechar sus beneficios. Hay 
        aquí un fino hilo conductor con la metodología del Plan 
        Marshall. Experiencia retomada por la Unión Europea en sus programas 
        de cooperación económica -sustancialmente financiados- con 
        los países candidatos a miembros plenos o a asociarse mediante 
        acuerdos de libre comercio (por ejemplo, los Programas Phare, Tacis y 
        Meda). Tiene como objetivo ayudar al esfuerzo que cada país esté 
        dispuesto a efectuar en el marco de una estrategia nacional, en términos 
        definidos de común acuerdo y con un monitoreo del respectivo Programa. 
        Quizás con esa experiencia presente, en una carta de julio pasado 
        de los Comisarios Patten y Lamy a los Cancilleres del Mercosur, la Unión 
        Europea les planteó la idea de programas de cooperación 
        económica con el objetivo de facilitar la preparación de 
        sus países para competir en el espacio de libre comercio interregional.  Preparar los escenarios "post-negociaciones" implicará 
        realizar en paralelo, el esfuerzo de participar en complejas negociaciones 
        -simultáneas y vinculadas entre sí, tanto por sus agendas 
        como por sus calendarios y sus dinámicas- y el de preparar a cada 
        uno de los países -o grupos de países como la Comunidad 
        Andina, el Mercosur y Centroamérica-, para competir en los mercados 
        ampliados y para someterse a disciplinas colectivas cada vez más 
        exigentes, y condicionantes de lo que se puede válidamente hacer 
        o no, en términos de políticas públicas, sin exponerse 
        a legítimas y costosas represalias comerciales.  Imaginar los escenarios "post-negociaciones" debe ser entonces 
        una prioridad para los países en desarrollo del Hemisferio, incluyendo 
        los del Mercosur, si es que quieren beneficiarse con los compromisos que 
        se logren. Debería conducir a un esfuerzo de reflexión de 
        cada sociedad en su conjunto, sobre oportunidades y desafíos que 
        resultarán de las negociaciones, y a extraer consecuencias en términos 
        de futuras políticas públicas y de estrategias empresarias. 
        Un esfuerzo en el que participen activamente los ciudadanos y sus instituciones 
        principales -políticas, empresarias, sindicales, académicas 
        y el creciente mundo de las organizaciones no gubernamentales-, en un 
        marco de una mayor fluidez y transparencia informativa.  Instalar en las agendas nacionales la cuestión de preparar una 
        sociedad para los escenarios "post-negociaciones", puede tener 
        además efectos colaterales positivos. Uno de ello sería 
        el incentivar factores de cohesión interna originados en la necesidad 
        de enfrentar desafíos externos, como se los ha podido observar 
        en las transiciones políticas y económicas, entre otros, 
        de España, de Portugal y de México, y ahora de los candidatos 
        a ser miembros de la Unión Europea. Otro sería, particularmente 
        en el caso del Mercosur y de la Comunidad Andina, facilitar la articulación 
        de un debate profundo y racional entre los socios, acerca de qué 
        tipo de proceso de integración -esto es, preferencias económicas, 
        reglas de juego, políticas públicas y disciplinas colectivas-, 
        será funcional a los escenarios post-negociaciones y qué 
        tipo de estrategias empresarias conjuntas se requerirán, para competir 
        en los posibles escenarios de ampliación de mercados.   La experiencia de los países candidatos a incorporarse a la Unión 
        Europea es ilustrativa al respecto. A la vez que negocian la incorporación, 
        orientan políticas públicas y estrategias empresarias para 
        prepararse para el difícil -y atractivo- escenario post-negociaciones. 
        Lo hacen, en buena medida, estimulados por los resultados esperados y 
        por sus efectos sobre algo valioso para sus ciudadanos: democracia y bienestar. 
        Pero también estimulados por la ayuda financiera europea. La cooperación a los países candidatos, está orientada 
        entonces a construir gradualmente las condiciones que sustenten y den 
        legitimidad social a su acceso a la Unión Europea, ayudándolos 
        sistemáticamente a prepararse para el escenario post-negociación, 
        canalizando montos significativos de recursos financieros y técnicos, 
        con el objeto de producir cuatro efectos en sus sistema políticos, 
        económicos y sociales, que se pueden considerar como esenciales. 
        Ellos son, el efecto-disciplina (especialmente en el plano de las políticas 
        macroeconómicas, sectoriales y comerciales), el efecto-cohesión 
        (especialmente en el plano político y social), el efecto-institucional 
        (especialmente en el plano administrativo y legislativo) y el efecto-competitividad 
        (especialmente en el plano de las pymes y de su internacionalización). 
        Una consecuencia de este enfoque, es poner el acento en cooperar para 
        que cada país-candidato se organice, en todos los planos, para 
        participar de la Unión Europea. Lo que se pretende desarrollar 
        con tal política deliberada, es la inserción gradual de 
        gobiernos-sociedad civil-empresas de los países candidatos, en 
        el denso tejido de redes gubernamentales, sociales y empresarias, que 
        caracteriza la integración europea (las "solidaridades de 
        hecho" del planteo fundacional europeo de Jean Monnet).Examinar bien 
        esta experiencia puede ser entonces de gran valor para los países 
        en desarrollo del Hemisferio.  La aprobación en Quito del Programa de Cooperación Hemisférica 
        significa entonces introducir en el desarrollo del ALCA, la necesidad 
        de financiamiento adicional que contribuya a los necesarios cambios estructurales 
        y al desarrollo de nuevas disciplinas macroeconómicas, sectoriales 
        y comerciales. Pero como no serán sustancialmente diferentes a 
        las que se requerirán a aquellos países que negocien acuerdos 
        de libre comercio con la Unión Europea, tiene sentido plantear 
        la idea de una participación europea en el financiamiento de la 
        cooperación para preparar los países para los escenarios 
        post-negociaciones. Es una cuestión que debería abordarse 
        en el marco del necesario enfoque triangular -América Latina-Estados 
        Unidos-Unión Europea- que podría requerirse en el futuro, 
        si es que se aspira a una conclusión exitosa de las simultáneas 
        negociaciones hemisféricas e interregionales, en los ambiciosos 
        plazos previstos. El Mercosur y la Comunidad Andina, podrían ser 
        candidatos naturales a un enfoque triangular de la cooperación 
        económica, en el cual el Banco Interamericano de Desarrollo podría 
        cumplir un papel significativo en forma conjunta con la Comisión 
        Europea y la Corporación Andina de Fomento.  El Mercosur y las negociaciones hemisféricasAlgunos de los interrogantes post-Quito, conciernen al Mercosur y a la 
        voluntad política de sus socios de avanzar en su construcción. 
        Concretamente, ¿podría el Mercosur superar sus actuales 
        dificultades y además de negociar como una unidad -lo que supone 
        resolver, entre otras, la cuestión de su arancel externo común-, 
        preservar su identidad en el espacio hemisférico de libre comercio?; 
        ¿la idea mencionada entre otros por Moises Naim en el Financial 
        Times y por Rubens Ricupero en una entrevista en Folha de Sao Paulo, de 
        un acuerdo bilateral de libre comercio entre el Brasil y los Estados Unidos, 
        será finalmente una resultante de la presidencia conjunta?; ¿tendría 
        tal idea, legitimidad social interna, en un Brasil gobernado por el PT 
        que levantó la bandera del ALCA como un proyecto de anexión 
        a los Estados Unidos?; ¿el enfoque de un acuerdo "4+1" 
        entre el Mercosur y los Estados Unidos, no sería una alternativa 
        válida a tal pacto bilateral, además de ser compatible con 
        el enfoque del ALCA como una red de acuerdos bilaterales y plurilaterales?; 
        ¿cómo conciliará el Mercosur la negociación 
        con los Estados Unidos -sea en el ALCA o en el "4+1", con su 
        negociación simultánea con la Unión Europea?; y ¿tendría 
        realmente la Unión Europea interés en avanzar en un acuerdo 
        con el Mercosur, si se diluyera la negociación del ALCA? Son preguntas 
        que irán respondiéndose en los hechos en el curso del 2003.
 
 Es posible, sin embargo, imaginar escenarios futuros del Mercosur, y de 
        su inserción en el ALCA y con la Unión Europea. El ejercicio 
        es válido al menos por tres razones. La primera es que, tras la 
        reunión de Quito y del triunfo republicano, las negociaciones en 
        el ALCA se intensificarán y ello tendrá repercusiones en 
        la estrategia de negociaciones de la Unión Europea con el Mercosur. 
        Si bien el avance en ambos frentes dependerá de las negociaciones 
        agrícolas en la OMC, también será relevante la cohesión 
        entre la Argentina y el Brasil, y sus socios. La segunda es que ante el 
        estancamiento actual del Mercosur, se observa voluntad política 
        de encarar iniciativas que le den vigencia como plataforma para competir 
        y negociar en el mundo. Un ejemplo es el acuerdo de libre circulación 
        de personas, que deberá ser puesto en vigencia en el 2003 tras 
        su ratificación parlamentaria. La tercera es el compromiso que 
        ha asumido Luiz Inácio Lula da Silva, el nuevo Presidente del Brasil, 
        con respecto a la alianza estratégica con la Argentina y a un Mercosur 
        multidimensional de escala sudamericana.
 Al menos tres escenarios son imaginables para el futuro del Mercosur. 
        El primero es el de la estrategia fundacional de 1990. Sería un 
        Mercosur que, superando sus limitaciones, se profundiza en un espacio 
        económico común -en el largo plazo, una unión económica 
        y monetaria-, concretando en el 2005 a la vez, su participación 
        en el ALCA -o como variante, un acuerdo 4+1 con los Estados Unidos- y 
        un acuerdo con la Unión Europea. Es el escenario privilegiado hasta 
        el presente. Depende del liderazgo político y de la creatividad 
        técnica con que se encaren las insuficiencias actuales con respecto 
        a su calidad institucional, al alcance de una preferencia económica 
        con instrumentos flexibles y previsibles, y a la disciplina colectiva 
        entre los socios. Un enfoque flexible de una unión aduanera de 
        geometría variable y múltiples velocidades, debería 
        facilitar la incorporación plena de Chile, en plazos razonables. 
       Es un escenario que requiere un liderazgo constructivo de los Estados 
        Unidos, que valore la profundización del Mercosur para la estabilidad 
        democrática en América del Sur. Sería reconocer el 
        papel significativo que puede tener en el arco andino sudamericano, un 
        núcleo duro de democracias consolidadas en la Argentina, Brasil, 
        Chile y Uruguay. Podría conducir a desarrollar la idea original 
        del "4+1", como pieza necesaria en la construcción de 
        un ALCA aceptable. Permitiría absorber los cuestionamientos a la 
        legitimidad de las propuestas de libre comercio hemisférico. Conciliar 
        tensiones culturales y políticas, entre globalización e 
        identidad nacional, es el valor político de un Mercosur de calidad. 
        Es éste un escenario posible y deseable. Con voluntad y liderazgo 
        político, no es utópico. Un segundo escenario, sería el de la dilución del Mercosur 
        en una zona de libre comercio hemisférica, en el formato actual 
        del ALCA o en la alternativa de una red de libre comercio con los Estados 
        Unidos como epicentro. Supone la transformación del Mercosur en 
        una zona de libre comercio o el deslizamiento "de facto", hacia 
        su irrelevancia para la agenda de problemas críticos de los socios, 
        incluso su disolución formal, al menos en su componente comercial 
        preferencial. Este escenario podría complementarse con acuerdos 
        bilaterales de países del Mercosur no sólo los Estados Unidos, 
        pero también con la Unión Europea. Es un escenario que debilitaría 
        la capacidad negociadora de los socios, incluyendo al Brasil, que por 
        la asimetría de poder relativo lograrían menos para sus 
        intereses nacionales. Podría enfrentar, además, cuestionamientos 
        de legitimidad en algunos de los países del Mercosur, con implicancias 
        políticas. No sería una contribución a la estabilidad 
        democrática en América del Sur. Por el contrario, podría 
        ser funcional a fuerzas centrífugas que se observan en el horizonte 
        sudamericano. Es un escenario posible y probable, pero menos deseable 
        que el primero. Finalmente, un tercer escenario imaginable, sería el de un Mercosur 
        que continúe con su inercia actual o con mejoras cosméticas, 
        o incluso que intente su profundización, pero rechazando negociaciones 
        razonables con los Estados Unidos y con la Unión Europea. Equivaldría 
        a un Mercosur introvertido y proteccionista. No sería compatible 
        con la idea fundacional ni con los compromisos asumidos. Sería 
        otro Mercosur. No es conciliable con realidades políticas y económicas 
        de sus socios. Podría en la práctica conducir al escenario 
        de la dilución del Mercosur, con algunos de sus actuales miembros 
        optando por otros caminos más acordes con sus necesidades. No es 
        un escenario deseable. A modo de conclusiónCuando los países del Hemisferio vuelvan a reunirse en Miami, el 
        último trimestre del 2003, muchos de los interrogantes que están 
        abiertos con respecto al futuro de las negociaciones comerciales hemisféricas, 
        deberán haber tenido al menos principio de respuesta. En particular 
        los referidos a cuál será en definitiva la arquitectura 
        del ALCA, en el sentido si será una verdadera zona de libre comercio 
        o una red de acuerdos de libre comercio, sean estos bilaterales o plurilaterales, 
        y a cómo se transformará el Programa de Cooperación 
        Hemisférica, en un instrumento relevante para ayudar a los países 
        de la región a prepararse para los escenarios post-negociaciones, 
        siguiendo quizás el modelo de la cooperación europea con 
        los países candidatos a ser miembros plenos o a asociarse mediante 
        acuerdos de libre comercio.
 De cómo se responda a estos interrogantes y de la participación 
        que efectivamente tengan las sociedades civiles en las negociaciones, 
        dependerá en gran medida el que los acuerdos que se logren tengan 
        sustento y legitimidad social. Si ello fuera así, las negociaciones 
        hemisféricas concebidas como parte de una estrategia más 
        global de fortalecimiento de la democracia, la modernización económica 
        y el desarrollo social de cada país, podrían significar 
        una contribución eficaz para encarar situaciones críticas 
        que atraviesan países de América Latina y que en algunos 
        casos pueden llegar a significar, de no ser resueltas con inteligencia 
        y esfuerzo colectivo, amenazas a la paz y la estabilidad política 
        de la región. Uno de los interrogantes principales, sin embargo, requerirá una 
        respuesta en el plano multilateral, concretamente en el de la Organización 
        Mundial del Comercio. Y él se refiere a cómo conciliar las 
        construcciones regionales e interregionales de libre comercio -necesariamente 
        preferenciales- con el fortalecimiento del sistema multilateral en la 
        OMC. Es un interrogante que se torna más acuciante, si se observa 
        la creciente tendencia a multiplicar acuerdos preferenciales, no sólo 
        en el Hemisferio y en Europa, pero también en el Asia, con fuertes 
        iniciativas de Japón, China y Corea en tal dirección. Quizás 
        ha llegado el momento de poner más énfasis en el desarrollo 
        del Programa de Doha, al fortalecimiento de las disciplinas -un poco ambiguas 
        e ineficaces- del artículo XXIV del GATT-1994. Los múltiples interrogantes abiertos en el Hemisferio y en el 
        plano global, sobre la construcción de espacios globales y regionales 
        de libre comercio que permitan mejor encarar las agendas de problemas 
        políticos, sociales y económicos sustantivos de los países 
        latinoamericanos, requerirán de un gran esfuerzo negociador entre 
        los gobiernos. Pero requerirán, en particular una activa participación 
        de la sociedad civil, a fin de lograr que se pueda, a la vez que avanzar 
        en el libre comercio hemisférico y global, contribuir a consolidar 
        la democracia y la estabilidad política en América Latina, 
        y a fortalecer el sistema multilateral en torno a la OMC.  El ALCA -en las distintas variantes imaginables- no es ni podría 
        ser un proyecto sólo comercial. Eso lo ha recordado con nitidez 
        Robert Zoellick en Quito. Es la posición por lo demás de 
        los países latinoamericanos. Tiene como proceso negociador y tendrá 
        por sus resultados, un claro impacto político en el futuro desarrollo 
        de las relaciones interamericanas y en la consolidación de la democracia 
        en la región. Según sea su evolución, condicionará 
        fuertemente la forma en que libre comercio y seguridad se vinculen en 
        el futuro, tanto en el plano hemisférico como en el global. |