|  La diplomacia presidencial multilateral y multi-espacial: un nuevo 
        fenómeno de las relaciones internacionales contemporáneas 
        de los países sudamericanos.  En los últimos años, dos tendencias se observan con nitidez 
        en las relaciones externas de naciones que forman parte de subsistemas 
        internacionales como el sudamericano.   Una de esas tendencias es a la proliferación de las Cumbres presidenciales, 
        concebidas como una de las expresiones en el plano multilateral del fenómeno 
        más amplio de la denominada diplomacia presidencial (1)-entendida 
        como la interacción directa, por presencia física o por 
        otros medios, entre los jefes de Estado y de Gobierno de naciones soberanas-, 
        que se ha manifestado en forma muy activa en las últimas décadas, 
        sin perjuicio de su larga tradición histórica.   La otra, es la tendencia a una creciente diversificación de los 
        espacios geográficos en los que desarrollan sus estrategias de 
        inserción internacional los países que compiten en el escenario 
        global o en escenarios regionales. Ambas tendencias son más notorias aún en el plano de las 
        relaciones económicas internacionales. Precisamente pondremos énfasis, 
        en esta oportunidad, en las interacciones entre las naciones en su competencia 
        por los mercados mundiales y en las negociaciones que desarrollan y de 
        las que resultan, fundamentalmente, reglas que inciden en los flujos de 
        comercio y de inversiones, y en las condiciones en las que las empresas 
        operan en los mercados mundiales. De la puja por el acceso a los mercados 
        mundiales y de los procesos de producción de reglas de juego que 
        rigen a escala global o regional, resultan desplazamientos de poder relativo, 
        así como de ventajas competitivas y negociadoras entre las naciones. 
        En tales interacciones, están siempre presentes, sea en forma explícita 
        o implícita, las cuestiones vinculadas a las agendas de poder, 
        de seguridad y de cohesión social de los países. Son agendas, 
        sin embargo, que tienen su propia lógica, sin perjuicio de su incidencia 
        sobre las relaciones económicas internacionales.  Privilegiaremos, en nuestra aproximación al tema, el análisis 
        del fenómeno de la diplomacia presidencia multilateral y multi-espacial 
        en la perspectiva de un subsistema internacional de cierta tradición 
        histórica y que está retornando con marcada identidad al 
        plano de la acción internacional actual. Se trata del subsistema 
        que resulta de las interacciones entre las naciones situadas en el espacio 
        geográfico sudamericano (2). Y ello, por cierto, está ocurriendo 
        no sólo en el plano de las relaciones económicas, pero también 
        y a veces en forma más evidente, en el de las relaciones políticas 
        y en el de la seguridad.   Como todo fenómeno internacional, el de la diplomacia presidencial 
        multilateral y multi-espacial puede ser abordado desde distintos ángulos. 
        En este artículo pondremos énfasis en uno de ellos. Es el 
        de su relativa relevancia y eficacia, en función de los objetivos 
        nacionales de países sudamericanos de mejorar la calidad de su 
        inserción económica internacional y de procurar una mejor 
        defensa de sus respectivos intereses nacionales, en particular, en cuanto 
        a su participación real en el sistema internacional (3).  En tal sentido, una pregunta central que intentaremos responder en esta 
        oportunidad - o al menos aportar elementos para su eventual respuesta 
        -, será la de saber si se trata sólo de un fenómeno 
        que se inserta en el plano de la participación formal o simbólica 
        en el sistema internacional - con sus eventuales ventajas de corto plazo 
        en términos de diplomacia mediática o de efectos especiales, 
        o de políticas de prestigio con efectos internos e incluso externos, 
        favorables - o si, por el contrario, se trata de una modalidad efectiva 
        de participación real orientada a mejorar la posición relativa 
        de cada país - o de un grupo de ellos, como podría ser el 
        caso del Mercosur o el de la Comunidad Andina de Naciones- en los mapas 
        del poder mundial, de la competencia económica global y de las 
        negociaciones comerciales internacionales.  Por mejorar la posición relativa en el sistema internacional, 
        entendemos aquí los efectos de ampliación del margen de 
        maniobra con el que cuenta una nación para el desarrollo de políticas 
        externas funcionales a sus requerimientos internos (4). Indicadores concretos 
        al respecto, son los compromisos exigibles que se logren por parte de 
        los países que participan en estos foros presidenciales multilaterales, 
        en relación al acceso a los respectivos mercados y, en el plano 
        de una mayor cooperación económica y financiera, por parte 
        de los países desarrollados o relativamente más desarrollados. 
        En ellos cabe poner mayor atención, a la hora de efectuar evaluaciones 
        de relevancia y de eficacia de cada foro concreto en los que participan 
        los países sudamericanos. Otra pregunta que cabría formular y cuya respuesta requeriría 
        mayor evidencia empírica que la que podemos disponer en este momento, 
        es sobre si la tendencia a la diplomacia presidencial multilateral y multi-espacial 
        de los países sudamericanos, implica alguna contribución 
        al fortalecimiento de los esfuerzos de integración profunda entre 
        grupos de países -nuevamente, tenemos presentes los casos del Mercosur 
        y de la Comunidad Andina de Naciones- o si, por el contrario, puede tener 
        un efecto de dilución de tales esfuerzos. En mucho, la respuesta 
        a esta última pregunta, dependerá de si efectivamente estamos 
        frente a una modalidad diplomática que se inserta en la categoría 
        de mecanismo eficaz de participación real en el sistema internacional 
        o si, en cambio, tienden a ser un mecanismo que sólo logra una 
        mayor participación formal -simbólica, mediática 
        o de prestigio-, sin significativas implicancias duraderas en el plano 
        de las realidades. Un indicador al respecto, puede ser el hecho que la 
        diplomacia multilateral y multi-espacial refleje una estrategia de largo 
        plazo, con características de política de Estado de cada 
        país miembro -y del grupo en su conjunto- que trascienda, por lo 
        tanto, el período de los respectivos mandatos presidenciales. Nuestro análisis estará referido a la diplomacia presidencial 
        multilateral y multi-espacial de los países sudamericanos, en cuatro 
        espacios privilegiados por su importancia relativa, tanto en la perspectiva 
        política, como en la económica. Ellos son el espacio hemisférico, 
        el iberoamericano, el bi-regional con la Unión Europea y el sudamericano 
        - que en parte empieza a coincidir con el del Mercosur ampliado -. El objetivo será el de extraer algunas conclusiones preliminares 
        sobre la experiencia acumulada, en particular, en cuanto a la relevancia 
        y eficacia de este método de trabajo presidencial y al sentido 
        de su carácter multi-espacial, especialmente en términos 
        de un incremento de la capacidad de participación real en el sistema 
        internacional de cada uno de los países del espacio sudamericano, 
        en los planos antes mencionados de acceso a mercados y de cooperación 
        económica y financiera significativa.  La experiencia en el espacio hemisférico  Los países del Continente Americano han desarrollado hasta el 
        presente seis reuniones Cumbres con la participación de sus Jefes 
        de Estado (5). Pueden distinguirse al respecto dos etapas.  La primera es la que se inicia con la Conferencia Internacional Americana 
        de Washington, en 1889-90 y que da lugar a la institucionalización 
        gradual del sistema interamericano que conduce a la creación en 
        1948 de la Organización de Estados Americanos. En esta etapa se 
        realizan sólo dos reuniones a nivel presidencial. Una en Panamá 
        en 1957 y la otra, en Punta del Este en 1967. Ambas fueron convocadas 
        por iniciativa del gobierno de los Estados Unidos. En estas dos Cumbres, 
        no participaron ni Canadá ni los países de habla inglesa 
        de la región del Caribe. Dos rasgos las distinguen: se realizan 
        en pleno período de la Guerra Fría y no todos los Presidentes 
        participantes habían sido electos democráticamente. La segunda etapa, que es la actual, es la de la institucionalización 
        del sistema o proceso de las denominadas Cumbres de las Américas. 
        Hasta el presente se han desarrollado tres Cumbres -la de Miami, en 1994; 
        la de Santiago de Chile, en 1998 y la de Québec, Canadá, 
        en 2001- y una cuarta Extraordinaria -la de Nuevo León, México, 
        en 2004. Hubo también una Cumbre especializada en Santa Cruz de 
        la Sierra, Bolivia, en 1996. La Cuarta Cumbre de las Américas tendrá 
        lugar, conforme a lo programado, los días 4 y 5 de noviembre 2005, 
        en Mar del Plata, Argentina. En estas Cumbres participan 34 países 
        miembros de la OEA. No participa Cuba, por encontrarse en suspenso su 
        condición de país miembro del sistema interamericano. Esta etapa fue impulsada por los Estados Unidos como una consecuencia 
        de la Iniciativa de las Américas lanzada por el entonces Presidente 
        George Bush en el año 1990, coincidente con la apertura del camino 
        que condujo en 1994 a la firma del acuerdo de libre comercio entre los 
        Estados Unidos, Canadá y México (ALENA-NAFTA).
 Las Cumbres de las Américas tienen importancia como foros para 
        la definición de principios, bases programáticas y estrategias 
        comunes. Cuestiones como las de la estabilidad política regional, 
        del fortalecimiento de la democracia, del progreso social y de la seguridad 
        (6), han ocupado un especio relevante.
 Por lo menos tres preguntas pueden formularse con respecto al sistema 
        de Cumbres de las Américas en cuanto a sus impactos en la inserción 
        económica internacional de los países sudamericanos. La 
        primera se refiere a su relevancia. La segunda a su eficacia. Y la tercera, 
        a sus modalidades organizativas.   En cuanto a su relevancia pueden mencionarse dos aspectos. El primero, 
        es el de constituir un foro multilateral regional que brinda una oportunidad 
        de diálogo y de relaciones personales, entre los Presidentes de 
        los países latinoamericanos y el Presidente de los Estados Unidos. 
        El segundo, es el de haber significado un foro de impulso a la idea de 
        concretar un acuerdo de libre comercio de las Américas (ALCA).  En cuanto a su eficacia, cabe distinguir al menos dos momentos. El primero, 
        es el que resulta de las Cumbres de Miami, de Santiago y de Québec, 
        en las que además de otros aspectos relacionados con cuestiones 
        políticas y sociales, las respectivas Cumbres contienen elementos 
        de la hoja de ruta que debería conducir a la concreción 
        del ALCA. El relativo estancamiento de las negociaciones del ALCA -al 
        menos en su concepción original plasmada en la Cumbre de Miami- 
        abre interrogantes sobre la eficacia del sistema de Cumbres de las Américas 
        como factor de impulso político de las negociaciones comerciales 
        hemisféricas, sin perjuicio de las bilaterales que desarrollan 
        los países participantes entre sí e, incluso, con los Estados 
        Unidos y Canadá. Serán interrogantes que deberán 
        ser respondidos en la próxima Cumbre a realizarse en Mar del Plata, 
        los días 4 y 5 de noviembre de 2005.  En cuanto a sus modalidades organizativas, el sistema de Cumbres de 
        las Américas ha logrado desarrollar un complejo mecanismo de preparación 
        y de seguimiento de los resultados de cada una de las reuniones. Son centenares 
        de páginas de Declaraciones que dan lugar luego a su seguimiento 
        a través de este mecanismo que tienen por epicentro la Organización 
        de Estados Americanos.  Un análisis más detenido, sin embargo, debería 
        permitir apreciar si efectivamente se ha logrado el objetivo contenido 
        en la Declaración de la Cumbre de Québec, en el sentido 
        que "las Cumbres de las Américas existen para servir a la 
        gente. Debemos desarrollar soluciones eficaces, prácticas y solidarias 
        para resolver los problemas que enfrentan nuestras sociedades". Escapa 
        a nuestras posibilidades en este artículo, al menos con la información 
        disponible, el poder confirmar que la percepción de las opiniones 
        públicas en los países sudamericanos sea que tal objetivo 
        se esté logrando. La experiencia en el espacio iberoamericano (7)  Los países sudamericanos han participado hasta el presente en 
        catorce Cumbres Iberoamericanas (8). La primera tuvo lugar en México 
        en julio de 1991 y la última en San José de Costa Rica en 
        2004. La próxima Cumbre se realizará en Salamanca, los díass 
        14 y 15 de octubre de 2005 (9).  En ellas participan los países de América Latina y España 
        y Portugal.  El sistema de Cumbres iberoamericanas ha sido impulsado en especial por 
        España. Se refiere a un espacio -el iberoamericano- de profunda 
        raíz histórica y con algunos desafíos para poner 
        de manifiesto su relevancia actual, incluyendo su eficacia y su credibilidad, 
        más allá de un plano en el que la afinidad es más 
        evidente y los planos de cooperación más atractivos, como 
        es el de la educación y la cultura. Precisamente una pregunta que surge de la experiencia acumulada es sobre 
        cuál es el valor agregado que tiene el sistema de Cumbres Iberoamericanas 
        para los países que en ellas participan. Concretamente: ¿cuál 
        es su aporte específico con respecto a los múltiples canales 
        institucionalizados de sus respectivas inserciones en el sistema internacional?; 
        ¿cuáles son las razones que justifican su mantenimiento 
        a través del tiempo?; ¿cuáles son han sido sus impactos, 
        por ejemplo, en términos de mejorar las condiciones de la inserción 
        económica externa de los países sudamericanos, como consecuencia 
        de la acción de España y Portugal en el ámbito de 
        la Unión Europea? A fin de responder a estas preguntas hay que partir de tres datos de 
        la realidad:  
        las Cumbres Iberoamericanas ya existen, sería poco realista 
          imaginar su discontinuidad y en los últimos trece años 
          han acumulado resultados de calidad dispar, pero a veces significativos, 
          especialmente a través del desarrollo de múltiples redes 
          de cooperación;
 
los países participantes tanto de la vertiente latinoamericana 
          como de la europea integran, a su vez, otros mecanismos institucionalizados 
          de comunicación, diálogo y concertación, en los 
          que también participan Jefes de Estados y de Gobierno, y
 
existe una sensación de "fatiga" con respecto a las 
          Cumbres en general, pero en particular con respecto a la de los países 
          iberoamericanos, en parte por su imagen creciente de irrelevancia, por 
          el desgaste que implican para la diplomacia presidencial, y por el hecho 
          que han quedado dominadas por una suerte de inercia en su preparación 
          y en su desarrollo. Tal fatiga parecería ser mayor, cuanto mas 
          frecuentes son las respectivas Cumbres y menor la importancia de las 
          cuestiones que se abordan, al menos en la percepción de problemas 
          y expectativas de los ciudadanos de los países participantes. En la perspectiva de tales datos, hay que colocar el análisis 
        de la cuestión de la especificidad de las Cumbres Iberoamericanas 
        hacia el futuro. Por lo menos tres razones justificarían el mantener este espacio 
        diferenciado de cooperación internacional, de otros en los que 
        también participan los Presidentes de los países latinoamericanos 
        en general y sudamericanos, en particular: 
        el aporte del testimonio de la viabilidad de una convivencia razonable 
          entre culturas, religiones y razas distintas, en un momento histórico 
          en el cuál se tiende a imponer la idea de fracturas irreconciliables 
          en los tres planos, a escala global o de regiones de alto voltaje conflictivo 
          (Medio Oriente);
 
las ventajas de la diversificación de los canales institucionalizados 
          de inserción internacional de cada uno de los países participantes 
          o de las sub-regiones a las que pertenecen (por ejemplo, el Mercosur 
          o la Comunidad Andina), y
 
la preservación de un puente de vinculación privilegiada, 
          para los latinoamericanos con la Unión Europea, a través 
          de España y Portugal, y para estos últimos países, 
          con la vertiente latinoamericana del espacio iberoamericano. Lo importante es tener en cuenta lo que no es, ni puede llegar a ser 
        en el horizonte de lo previsible, el sistema de Cumbres Iberoamericanas: 
        no es un espacio de poder internacional con capacidad para incidir 
          decisivamente en la evolución de conflictos en las líneas 
          de principales tensiones internacionales;
 
no es el embrión de una comunidad de seguridad internacional;
 
no es el ámbito para negociaciones comerciales que desarrollen 
          preferencias comerciales, sea en el marco del GATT-1994 (artículo 
          XXIV, parágrafo 8) o del GATS (artículo V y V bis), y
 
no es el espacio para el desarrollo de una comunidad vertical, como 
          lo es el Commonwealth en relación al Reino Unido o la Francophonie 
          en relación a Francia. Ello permite clarificar lo que deberían seguir siendo en el futuro 
        los ejes vertebrales del sistema de Cumbres Iberoamericanas: 
        un mecanismo de diálogo periódico al más alto 
          nivel político, entre los países que conforman el espacio 
          iberoamericano, a fin de aportar visiones, criterios y recomendaciones 
          sobre cuestiones que, en la perspectiva de los países participantes, 
          sean relevantes para el desarrollo futuro de las agendas internacional 
          e interregional, y 
 
un sistema de impulsos políticos para el desarrollo de acciones 
          de cooperación entre las naciones iberoamericanas, con énfasis 
          en campos ya privilegiados por el sistema de Cumbres, pero en particular, 
          en relación a la cultura, la ciencia y tecnología, y la 
          educación. En el plano de la cooperación iberoamericana, a fin de tornar 
        relevantes los resultados de las Cumbres, parecería conveniente 
        identificar algunos proyectos que reunieran simultáneamente dos 
        características:  
        fuerte impacto en las respectivas sociedades civiles, y
 
acreditar la imagen del espacio iberoamericano como algo de interés 
          simultáneo para las opiniones pública de la vertiente 
          latinoamericana y de la europea.  Otro punto relevante a tener en cuenta, es el de la eficacia de las metodologías 
        empleadas hasta el presente en la preparación y desarrollo de las 
        Cumbres, y más importante aún, en asegurar que lo acordado 
        penetre en la realidad. Al respecto pueden formularse varias preguntas. Ellas son: ¿cómo 
        lograr que las Cumbres sean relevantes por sus resultados?; ¿cómo 
        prepararlas a fin de que a la vez que se obtengan resultados relevantes, 
        se pueda preservar un espacio de diálogo franco y creativo entre 
        los Jefes de Estado y de Gobierno, sobre cuestiones que interesan a sus 
        países en el desarrollo de las agendas internacional e interregional?; 
        ¿cómo asegurar que luego sus resultados penetren en la realidad?, 
        y ¿con qué periodicidad deberían realizarse las Cumbres?  Algunas de las ideas que se presentan a continuación están 
        dirigidas a responder, en la práctica, a tales preguntas: 
        distinguir la preparación de la Cumbre en su función 
          de espacio de diálogo y concertación de alto nivel político, 
          de la de su función de impulso a acciones relevantes de cooperación 
          iberoamericana;
 
concentrar la preparación del diálogo y de la concertación 
          al más alto nivel, en tres pilares: la Presidencia y Secretaría 
          Pro-Tempore; la nueva Secretaría General Iberoamericana -cuya 
          creación se decidió en ocasión de la XIII Cumbre 
          realizada en Santa Cruz de la Sierra en octubre 2003), y de la red de 
          delegados personales de los Jefes de Estados y de Gobierno (siguiendo 
          el modelo "sherpas", especialmente de la etapa inicial del 
          G.7). Esta fase preparatoria debería desarrollarse no antes de 
          seis meses de la fecha de la respectiva Cumbre;
 
concentrar toda la actividad vinculada con la cooperación en 
          los campos de la cultura, la educación y la ciencia y tecnología, 
          en los mecanismos de la Organización de Estados Iberoamericanos 
          (OEI) (10), que tiene precisamente funciones específicas en estos 
          campos;
 
concentrar en la Secretaría General Iberoamericana las tareas 
          de impulso, memoria y seguimiento de la dimensión diálogo 
          y concertación de las Cumbres y, en lo que fuere necesario, de 
          impulso y seguimiento de actividades de las redes de cooperación 
          iberoamericana que no entraran en las competencias actuales o futuras 
          de la OEI, y
 
canalizar los recursos financieros que los países estén 
          dispuestos a aportar para apoyar las actividades que surjan de las redes 
          de cooperación iberoamericana, en un Fondo Especial que tuviera 
          una administración autónoma o que fuera administrado -como 
          Fondo Fiduciario- por ejemplo, por un consorcio BID-CAF-BCIE-FONPLATA, 
          y
 
realizar las Cumbres con una periodicidad no inferior a tres años, 
          salvo que por razones excepcionales se requiriera una reunión 
          especial y, en el período entre-Cumbres, realizar eventualmente 
          reuniones de la troika integrada por la dos últimas presidencias 
          y la de la siguiente reunión. La experiencia en el espacio bi-regional con la Unión Europea 
        (11)   Hasta el presente se han desarrollado tres Cumbres entre la Unión 
        Europea y los países de América Latina y el Caribe. Ellas 
        tuvieron lugar en Río de Janeiro (1999), Madrid (2002) y Guadalajara 
        (2004) (12). La Cuarta Cumbre está prevista para los días 
        12 y 13 de mayo de 2006 en Viena (13).  En estas Cumbres participan los jefes de Estado y de Gobierno de los 
        países de América Latina y del Caribe, los de la Unión 
        Europea y el Presidente de la Comisión Europea.  El sistema de Cumbres bi-regionales ha sido impulsado por la Unión 
        Europea. Constituye la instancia de alto nivel político a fin de 
        desarrollar la idea de una asociación estratégica entre 
        los países de América Latina y la Unión Europea. 
        Tal idea tiene uno de sus pilares centrales en el desarrollo de un marco 
        que permita profundizar las relaciones económicas birregionales. 
       A partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999, las dos regiones 
        canalizan el impulso político a la idea de una asociación 
        estratégica bi-regional en el marco amplio de estos encuentros 
        periódicos de alto nivel político, del cual surgen -o al 
        menos, deberían surgir- definiciones estratégicas y, eventualmente, 
        hojas de ruta para el desarrollo que aspira a incidir en la intensificación 
        de las relaciones económicas y de las acciones de cooperación 
        económica, especialmente originadas -estas últimas- en la 
        Unión Europea y en sus países miembros. Puede discutirse la eficacia de este sistema de Cumbres. Las críticas 
        que se observan, se basan en la percepción de una tendencia a la 
        diplomacia mediática o de efectos especiales -esto es, una necesidad 
        significativa de producir noticias de algún impacto inmediato y 
        no necesariamente, compromisos políticos que por su contenido jurídico 
        sean exigibles- y, en particular, en la alta variedad de situaciones reflejadas 
        en cada Cumbre, resultante en particular, de la heterogeneidad y fuertes 
        diversidades entre el peso relativo de los protagonistas, y en el grado 
        de organización interna de cada región.  Concretamente, el espacio europeo está organizado en torno a la 
        Unión Europea, que en el plano de las relaciones comerciales habla 
        con una sola voz y que en relación a otros pilares de la relación 
        interregional, como por ejemplo, en el político y en el de la seguridad, 
        presenta un cuadro de creciente aunque difícil coordinación. 
       A su vez, el espacio latinoamericano, no cuenta con un mínimo 
        de organización que le permita expresarse con una sola voz o con 
        un razonable grado de coordinación, ni menos aún, con una 
        estrategia conjunta. El espacio latinoamericano es, en tal sentido, un 
        conglomerado de marcada heterogeneidad, casi un mosaico de evidentes diversidades, 
        cuando no de contradicciones. No constituye por cierto como tal, un interlocutor 
        válido en el plano de las negociaciones comerciales. Lo concreto es que el sistema de Cumbres birregionales periódicas 
        es, por ahora el principal marco -sino el único-, para el desarrollo 
        de una dimensión institucional que permita impulsar las relaciones 
        económicas recíprocas y concretar la aparente voluntad política 
        de ambas regiones de trabajar juntas.   Pero es un marco que también enfrenta en desafíos en cuanto 
        a su relevancia, a su eficacia y a su credibilidad.  En el plano de la relevancia, se observa el impacto de importantes factores 
        que están introduciendo significativos cambios, tanto en el mapa 
        de la competencia económica global como en el de las negociaciones 
        comerciales internacionales. Es un hecho, que ambas regiones comparten 
        ahora la prioridad de sus relaciones recíprocas con otros focos 
        de atención, especialmente en sus propios entornos contiguos, y 
        en el Asia.  En el plano de la eficacia, los resultados obtenidos a partir de la 
        Cumbre de Río de Janeiro, distan de ser impactantes, al menos hasta 
        el presente. El fracaso en el cumplimiento de la meta de octubre 2004 
        en las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, es una 
        de las evidencias al respecto. Lo más significativo del período 
        de los últimos cinco años, fue el acuerdo de libre comercio 
        con Chile.  Y en el plano de la credibilidad, quizás por el surgimiento de 
        otras prioridades y por los magros resultados alcanzados hasta el presente, 
        no se observan muchos indicios de que ciudadanos, inversores y terceros 
        países, estimen como posible el que la idea de la asociación 
        estratégica birregional se pueda traducir en hechos significativos, 
        al menos en un horizonte razonable. Incluso, por momentos también 
        parecería observarse una cierta fatiga en relación al tema.  Sin embargo, lo razonable es continuar trabajando con la hipótesis 
        que ambas regiones seguirán empujando la idea de la asociación 
        estratégica. En parte por inercia. Pero en mucho, porque hay realidades 
        políticas y económicas, así como concretos intereses 
        que la impulsan -además de razones de tipo histórico y cultural, 
        sobre las cuales mucho se ha escrito-. Por más que se produzcan 
        alteraciones o desplazamientos -a veces circunstanciales- en las prioridades 
        relativas, lo cierto es que tales realidades e intereses seguirán 
        justificando la idea de construir una asociación estratégica 
        birregional. Incluso podrían tornarla más necesaria.  ¿Es que la construcción de asociación estratégica 
        birregional, especialmente en su pilar económico, está entrando 
        en una nueva etapa? Todo parecería indicar que sí. El punto 
        de inflexión habría sido el no haber podido concluir, en 
        el plazo originalmente previsto, las negociaciones entre la Unión 
        Europea y el Mercosur. Será una nueva etapa, en la que parece recomendable 
        comenzar con un serio esfuerzo de reflexión sobre los nuevos desafíos 
        que se encaran y sobre lo que indica la experiencia acumulada en estos 
        últimos años, especialmente en cuánto a los métodos 
        a emplear en la construcción del espacio económico birregional. 
        Ello es así, sobre todo si se procura obtener en plazos razonables, 
        las ganancias de relevancia, de eficacia y de credibilidad, que han escaseado 
        hasta el presente. La preparación de la próxima Cumbre de Viena, brinda una 
        oportunidad para lo que se puede considerar como un recomendable ejercicio 
        de reflexión, sobre el estado actual de la construcción 
        de la asociación estratégica en el plano de las relaciones 
        económicas entre ambas regiones.  Para que pueda ser fructífero y tener algún impacto en 
        la realidad, debería ser un ejercicio que involucre, en ambas regiones, 
        al mayor número posible de protagonistas e interesados, tanto oficiales 
        como de la sociedad civil, incluyendo por cierto, a la comunidad académica. Con una visión optimista, puede esperarse que la Cumbre de Viena, 
        brinde una oportunidad para el planteo -resultante de tal ejercicio de 
        reflexión-, de algunas ideas realistas que contribuyan a orientar 
        dichas relaciones en la dirección formalmente planteada por las 
        tres primeras Cumbres birregionales,. Esto es precisamente, la de una 
        "asociación estratégica birregional". En tal sentido, preparar con realismo y, en lo posible, con eficacia 
        la próxima Cumbre de Viena, es algo que debería interesar 
        a ambas regiones y, en particular, a América Latina y el Caribe, 
        por ser ella la parte más débil de la relación birregional, 
        en términos de recursos de poder, de dimensión económica 
        y, por ende, de capacidad negociadora.  Cabe tener en cuenta que el mapa de las relaciones económicas 
        institucionalizadas entre la Unión Europea y América Latina, 
        ofrece un cuadro de marcada heterogeneidad. Refleja probablemente la diversidad 
        de situaciones que, como antes mencionáramos, caracteriza a la 
        región latinoamericana.  Resulta difícil distinguir un hilo conductor en la estrategia 
        seguida por ambas regiones en la construcción del espacio trans-atlántico. 
        Del lado europeo, no existe ningún documento orientador de un alcance 
        similar al trazado, por ejemplo, para la región del Sudeste Asiático 
        (14). Menos aún, por cierto, del lado latinoamericano. De la lectura de las Declaraciones producidas por las tres Cumbres realizadas, 
        tampoco surge con claridad el hilo conductor de una estrategia birregional, 
        ni menos aún, una hoja de ruta que indique con cierta precisión 
        cómo se alcanzarán los objetivos muy genéricos definidos. 
        Son textos -a veces demasiado largos, como por ejemplo, el de Guadalajara 
        que contiene 104 puntos- que tienden a presentar una recopilación 
        casi enciclopédica de cuestiones muy significativas, pero enhebradas 
        en un formato de diplomacia multilateral clásica, en el que se 
        expresan principios, conceptos e intenciones, por cierto que relevantes, 
        pero sin demasiado énfasis en precisar las consecuencias operativas, 
        al menos presentadas en una forma que ellas sean fácilmente perceptibles. 
        Podrían considerarse como una excepción en tal sentido, 
        a los resultados de la Cumbre de Río de Janeiro. Las diferencias 
        notorias en el formato de presentación de las conclusiones de las 
        Cumbres, podrían reflejar la ausencia de una especie de Secretaría 
        Permanente birregional del sistema. Al no existir, parecería que 
        tal formato dependería mucho del país en el cual se celebra 
        la Cumbre. Al respecto, un ejemplo, lo constituye el párrafo primero de la 
        Declaración de la Cumbre de Guadalajara (15), cuando señala 
        solemnemente que los protagonistas reiteran su compromiso "con una 
        asociación estratégica birregional". ¿Qué 
        alcance efectivo tiene ese compromiso, aparentemente de fuerte valor político, 
        al ser visto con los ojos de la opinión pública de las respectivas 
        regiones, o de los empresarios e inversores, o de terceros países? 
       Si se colocan tales pronunciamientos de alto nivel político, por 
        ejemplo, en la perspectiva de la gestión de inteligencia competitiva 
        por parte de empresas que tienen que trazar sus estrategias con respecto 
        al espacio económico bi-regional, parecería que es poco 
        lo que ellas podrían encontrar en su contenido, que constituyan 
        señales orientadoras significativas para sus decisiones de inversión 
        productiva.  Pueden identificarse, por lo menos tres situaciones diferenciadas en 
        el mapa actual de las relaciones económicas institucionalizadas 
        entre ambas regiones. Tales situaciones reflejan lo que podría 
        denominarse como un modelo mixto en la construcción del espacio 
        birregional.  En efecto, a diferencia de lo que se observa en la construcción 
        del espacio hemisférico americano, la Unión Europea ha impulsado, 
        al menos hasta el presente, un modelo en el que por un lado existen acuerdos 
        preferenciales con países individuales y por el otro, acuerdos 
        con subregiones organizadas en torno a objetivos de integración 
        profunda, que incluyen la figura de la unión aduanera e, incluso, 
        el objetivo de un mercado común.  Tal distinción esta reflejando un interés europeo en promover 
        la integración económica en América Latina. Pero 
        también refleja la voluntad política de los países 
        de esas subregiones en desarrollar procesos de integración profundos. Las tres situaciones diferenciadas son: 
        la de los acuerdos de libre comercio, con contenido preferencial, 
          ya celebrados entre la Unión Europea y dos países de la 
          región. En los dos casos, se trata de acuerdos con compromisos 
          exigibles que constituyen un marco de referencia preciso para las empresas 
          que tienen que adoptar decisión de inversión productiva.
 El primero, fue el celebrado en 1997 con México, tras la conclusión 
          del acuerdo del NAFTA. El segundo, fue el celebrado en 2002 con Chile. 
          Al igual que el de México, es un acuerdo de libre comercio de 
          generación avanzada, con amplia cobertura, con cláusulas 
          evolutivas y un importante énfasis en la cooperación de 
          la Unión Europea con Chile. Su contenido constituye un valioso 
          precedente para otros acuerdos birregionales, a pesar de la especificidad 
          de las relaciones económicas entre Chile y la Unión Europea, 
          especialmente en relación a la cuestión agrícola.
 
 
la de los acuerdos celebrados o en negociación con la región 
          del Caribe inglés. Son países que -en su mayoría- 
          integran la CARICOM. Las negociaciones de un Acuerdo de Asociación 
          Económica, se desarrollan en este caso, en el marco del Acuerdo 
          de Cotonu. Reflejan entonces una situación especial y diferenciada 
          de la de los siguientes tres casos.
 
la de los acuerdos en proceso de pre-negociación y de negociación, 
          con los tres esquemas formales de integración que se desarrollan 
          en América Latina. Al respecto, pueden diferenciarse dos situaciones. 
          Una es el caso de la Comunidad Andina de Naciones y la región 
          Centroamericana. La otra es la del Mercosur. 
 En los dos primeros casos, la Unión Europea ha establecido condiciones 
          a fin de encarar una negociación de un eventual acuerdo de libre 
          comercio. La primera es que se puedan verificar progresos significativos 
          en el desarrollo del respectivo acuerdo de integración. La segunda 
          es que se hayan concluido las actuales negociaciones de la Rueda Doha 
          en la OMC.
 
 En el caso particular del Mercosur, las negociaciones formales de un 
          acuerdo de libre comercio se iniciaron en 1999. Debían concluir 
          antes de fin de 2005. Se sabe que tal objetivo no fue posible de alcanzar.
 El aprendizaje acumulado en los últimos años -al menos 
        a partir de la primera Cumbre de Río de Janeiro- permite identificar 
        algunas cuestiones relevantes para la futura acción birregional. 
       Por su importancia económica relativa, tales cuestiones surgen 
        del análisis de la experiencia acumulada en las negociaciones birregionales, 
        especialmente, entre el Mercosur y la Unión Europea (16).  Lo razonable es, por cierto, que en la Cumbre de Viena se pueda esperar 
        un impulso político que permita avanzar en la construcción 
        de la asociación estratégica entre la Unión Europea 
        y América Latina y, en lo que ha sido el tema principal de nuestro 
        interés en esta oportunidad, en la de su pilar económico. 
       Los objetivos definidos para tal asociación estratégica 
        son aún válidos y la relevancia potencial sigue siendo significativa 
        para ambas partes.  Con su logro, los países de América Latina, ganarían 
        al diversificar sus espacios de inserción económica internacional 
        y al contar con relaciones institucionalizadas con un socio con poder 
        económico, gran mercado, y fuente de inversiones, de tecnologías 
        y de cooperación internacional.  A su vez la Unión Europea, ganaría a través de la 
        contribución que tal asociación puede significar al objetivo 
        de fortalecer un sistema internacional multilateral y multipolar, y al 
        efecto positivo que podría tener sobre sus cuantiosas inversiones 
        ya existentes -o las futuras- y sobre el comercio recíproco, una 
        América Latina en la que la democracia, la estabilidad política, 
        la cohesión social, la transformación productiva y la integración 
        económica, ganen espacios crecientes e irreversibles. La experiencia en el espacio sudamericano
 Tres Cumbres sudamericanas han sido realizadas hasta el presente. La primera 
        en Brasilia en el año 2001; la segunda en Guayaquil, en 2002 y 
        la última en el Cusco en diciembre de 2004 (17).
 En ellas participan los 12 países del espacio geográfico 
        sudamericano, incluyendo Surinam y Guyana. La última Cumbre realizada en Cusco, estableció la Comunidad 
        Sudamericana de Naciones. Las reuniones de Jefes de Estado y Cancilleres 
        deberán sustituir a las Cumbres Sudamericanas. La primera está 
        prevista realizarse en Brasil en 2005. Precisamente la de la Comunidad 
        Sudamericana de Naciones ha sido una idea impulsada originalmente por 
        Brasil. En realidad, la idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces 
        profundas. Diferenciado por razones geográficas. Pero también 
        políticas y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto, 
        a otros espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los 
        países sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones 
        en el propio espacio sudamericano. Por ejemplo, entre su vertiente andina 
        y atlántica, o entre la del Norte, más vinculada económicamente 
        a los Estados Unidos, o la del Sur, con fuerte vinculación europea. Sin ir demasiado atrás en la historia, en las primeras décadas 
        del siglo XX se plantearon iniciativas de unión sudamericana. Alejandro 
        Bunge, en la Argentina, fue un pionero en tal sentido. En aquellos años, 
        la visión estaba concentrada en el sur de la región. Las 
        propuestas originales que condujeron a la creación en 1960 de la 
        Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), se referían 
        a los países del sur americano. Fue la visión política 
        que aportó Arturo Frondizi. El interés de México 
        en participar explica que, finalmente, tuviera un alcance latinoamericano. Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por 
        la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la 
        historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso 
        a conflictos armados. Su libro "By reason or force", 1965), 
        es un análisis histórico profundo del balance de poder en 
        Sudamérica (18).  En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales 
        quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica 
        de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo 
        del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo 
        histórico con los EEUU y con Europa- genera un embrionario núcleo 
        duro con influencia económica y política en todo el espacio 
        sudamericano. Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron 
        antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que 
        Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su 
        estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde 
        su origen con un alcance sudamericano -incluso al negociarse el Tratado 
        de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim, 
        quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur, y no del Cono 
        Sur como figuraba en los borradores originales-. Ello era natural. Para 
        Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política internacional 
        de cualquier país- es casi toda América del Sur. De allí que el camino que condujo a la Cumbre de Cusco, lo iniciara 
        con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso. Fue desde 
        su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo de la 
        conectividad física y energética del espacio sudamericano. 
        En ambos planos y en particular en la visión del Brasil -entre 
        otras, por razones geográficas evidentes- infraestructura física 
        y energía son cuestiones que requieren un enfoque sudamericano. 
        La iniciativa de la Integración de la Infraestructura Física 
        de la Región Sudamericana (IIRSA) así lo refleja. Y también 
        lo reflejan las múltiples conexiones actuales y potenciales en 
        el desarrollo energético de la región. Ambas cuestiones 
        requieren, por lo demás, un enfoque también regional del 
        financiamiento de proyectos y de los marcos regulatorios que faciliten 
        inversiones. La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además, 
        a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes 
        son los de los espacios conformados por América del Norte y la 
        Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en 
        particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última 
        región se ha acreditado la noción de "regionalismo 
        multipolar", resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un 
        ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre China y la ASEAN recién 
        firmado en Laos- y de un denso tejido de conexiones empresarias. En un 
        reciente libro, Piero Pennetta (19) brinda un análisis interesante 
        del modelo multi-espacial asiático. La construcción del espacio sudamericano tiene además del 
        instrumento ya mencionado del IIRSA, otras dos dimensiones. Por un lado, 
        en el plano del comercio, la de la integración entre los dos procesos 
        que aspiran a la integración profunda en sus respectivos ámbitos: 
        el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones. Recientemente se ha concluido 
        un acuerdo entre ambos procesos de integración, que en realidad 
        configura una red de tratamientos preferenciales en el marco más 
        amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), 
        que se suman a los ya existentes con Bolivia (20). Por el otro, la de 
        la asociación de los países sudamericanos pertenecientes 
        a la Comunidad Andina de Naciones y Chile, al Mercosur. Si bien el status 
        de "país asociado" no ha sido aún plenamente establecido, 
        de hecho los países asociados participan en las reuniones Cumbres 
        semestrales del Mercosur. Una cuestión que habrá de ser 
        perfilada con más claridad en el futuro, será precisamente 
        el de la relación entre la idea de la Comunidad Sudamericana de 
        Naciones y la del Mercosur ampliado. Finalmente, las cuestiones de la estabilidad política, el fortalecimiento 
        de la democracia, la cohesión social y la seguridad regional, ocuparán 
        un espacio creciente en la agenda del espacio sudamericano. Algunas conclusiones sobre la relevancia y la eficacia de la diplomacia 
        presidencial multilateral y multi-espacial en el caso de la experiencia 
        sudamericana
 La participación de países latinoamericanos y más 
        concretamente, la de los sudamericanos, en la diplomacia presidencial, 
        ha tenido un desarrollo significativo a partir de la década de 
        los ochenta. En la actualidad, prácticamente todos los Presidentes 
        de los países de la región tienen una agenda cargada -incluso 
        podría decirse que recargada- de encuentros bi y multilaterales 
        con sus colegas de otros países. Como hemos observado, cada vez 
        más tiende a ser una agenda multi-espacial. Abarca los contextos 
        contiguos -los países vecinos-, el regional sudamericano, el latinoamericano, 
        el hemisférico y, crecientemente, el interregional.
 Como resultado de ello, en la agenda de cada uno de los Presidentes de 
        los países sudamericanos -con variaciones de intensidad resultantes 
        de la importancia relativa del respectivo país en el escenario 
        global y en el regional-, se han multiplicado los foros multilaterales 
        en los que interactúan con sus colegas de la propia región 
        -o de las varias subregiones que pueden distinguirse, tales como las del 
        Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, sin perjuicio de otras que 
        tuvieron relevancia en el pasado o que se activan ocasionalmente, como 
        las de la Cuenca del Plata y la Cuenca Amazónica-, pero también 
        aquellos en los que actúan con sus colegas de espacios regionales 
        más amplios -como el de América Latina y el Hemisférico-, 
        o de espacios inter-regionales -como el bi-regional con la Unión 
        Europea e incluso con los países árabes; el Iberoamericano; 
        el Luso-Americano y el de la APEC- o de espacios sectoriales, como es 
        el caso de los países productores de petróleo en el marco 
        de la APEP.  Los encuentros cada vez más frecuentes entre Jefes de Estado y 
        de Gobierno, se han visto estimulados por varios factores. El más 
        destacable es la facilidad de los desplazamientos resultante de las profundas 
        transformaciones observadas en las últimas décadas en el 
        transporte aéreo. Otro factor importante es la percepción 
        que, muchas veces, tal diplomacia presidencial multi-espacial genera prestigio 
        interno e internacional para el respectivo Presidente. Con un buen manejo 
        mediático, suele ser bien vista por sus opiniones públicas. 
        Incluso se observa una tendencia a una competencia implícita entre 
        los Presidentes, en términos de colocar la diplomacia multilateral 
        en función de sus respectivas políticas de prestigio. Muchas 
        veces se la vincula, por lo demás, con el esfuerzo que un gobierno 
        efectúa por ampliar las posibilidades de mejorar el perfil exportador 
        de su país o por lograr atraer inversiones productivas de diferentes 
        orígenes.  La diplomacia presidencial multilateral de los países sudamericanos, 
        es parte de un nuevo mundo de redes cruzadas multi-espaciales que enhebran 
        los gobiernos en función de la estrategia de inserción internacional 
        de sus respectivos países.  En particular, la multiplicidad de espacios de proyección externa 
        es una característica creciente de la inserción económica 
        internacional de los países sudamericanos. Pero en realidad es 
        un fenómeno global. Muy pocos países están al margen 
        de una red cada vez más densa de acciones diplomáticas, 
        políticas públicas, acuerdos internacionales -especialmente, 
        los de carácter comercial preferencial- enhebrados con diversos 
        países a la vez.  Es una red que cruza por espacios sub-regionales, regionales e interregionales. 
        Evoca la figura de una diplomacia política y económica, 
        que se desarrolla en múltiples tableros simultáneamente. 
        Ellos representan otros tantos subsistemas internacionales -diferenciados 
        con criterios geográficos, pero también funcionales y sectoriales. 
       Las alianzas múltiples, flexibles y de geometría variable, 
        es un signo de los tiempos, en un mundo de "arenas movedizas", 
        en el que se observa una fuerte dinámica, especialmente en los 
        mapas de la seguridad internacionales, de las relaciones de poder, de 
        la competencia económica global y de las negociaciones comerciales 
        internacionales. 
 La presidencial, es una diplomacia que tiene precedentes por cierto en 
        la historia. Incluso antes del desarrollo del transporte aéreo, 
        especialmente en Europa donde las distancias físicas eran más 
        cortas. Y si bien su expresión original tuvo un carácter 
        bilateral, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, adquirió 
        crecientemente una dimensión multilateral. Algunas de las Cumbres 
        en las que se diseñaron bases del mundo de la post-guerra -como 
        las de Yalta y Postdam- así lo demuestran. Fue quizás el 
        sistema de Cumbres del denominado Grupo de los 7, lo que introdujo una 
        nueva dinámica a la diplomacia presidencial multilateral (21).
  También en las últimas décadas se observa un pronunciado 
        desarrollo del sistema de Cumbres, como parte de la institucionalización 
        de espacios regionales. El caso más notorio fue en su momento el 
        de las Cumbres Europeas. Pero también lo son los casos, en la región 
        sudamericana, de las Cumbres del Mercosur (22) y de la Comunidad Andina 
        de Naciones. En estos casos, las Cumbres son parte del esquema institucional 
        de procesos de integración profunda y cumplen, fundamentalmente, 
        un importante papel de impulso político al más alto nivel 
        del respectivo proceso (23). Por su parte, los encuentros bilaterales -de más larga tradición- 
        reflejan una tipología muy variada: visitas de Estados, de trabajo, 
        informales. En la región sudamericana, se han multiplicado en ocasiones 
        del inicio del mandato de nuevos Presidentes. Son parte importante, asimismo, 
        de los encuentros multilaterales. Incluso suele ser lo que más 
        los justifican, sobre todo cuando ellos envuelven la oportunidad de tener 
        un contacto directo con jefes de Estado de grandes países. Ello 
        es particularmente importante, en el caso de las Cumbres de las Américas, 
        en relación al Presidente de los Estados Unidos. En los últimos 
        años han sido ellas, unas de las raras ocasiones en que la región 
        en su conjunto ha logrado atraer la atención personal del Presidente 
        americano, tanto en el período del Presidente Clinton como, actualmente, 
        del Presidente Bush. A su vez, los encuentros multilaterales se han multiplicado e intensificado 
        en su frecuencia y en su alcance multi-espacial. Las múltiples 
        Cumbres han acumulado centenares de páginas de expresiones de principios 
        y conceptos, e incluso de manifestaciones programáticas y del trazado 
        de líneas de acción en cuestiones relevantes. Pero del repaso 
        de las experiencias examinadas en este artículo, no resultan resultados 
        significativos en términos de incremento de la capacidad de participación 
        internacional real de los países sudamericanos, al menos en el 
        plano económico.  Es decir, no se observan de los múltiples foros multilaterales 
        que se han tomado en cuenta, aportes concretos en términos de compromisos 
        exigibles que mejoren el acceso a los mercados, en particular de los países 
        industrializados que en ellos participan -los Estados Unidos, en el caso 
        del espacio hemisférico; España y Portugal, en el caso del 
        espacio iberoamericano y la Unión Europea, en el caso del espacio 
        bi-regional-, ni tampoco acciones significativas en el plano de la cooperación 
        económica y financiera, especialmente aquella orientada a facilitar 
        la convergencia económica entre países desarrollados y en 
        desarrollo, incluso dentro de la misma región. Hasta el momento, 
        el aporte más tangible de las Cumbres en el espacio sudamericano, 
        ha sido el impulso de la iniciativa en materia de integración de 
        la infraestructura física - IIRSA -, y el reconocimiento de una 
        identidad sudamericana. El valor relativo de los sistemas de Cumbres antes examinados, puede 
        medirse en torno a sus efectos en, al menos, seis planos. Ellos son, el 
        de la identidad del respectivo espacio; el de la diversificación 
        de espacios de participación internacional; el de los contactos 
        personales entre los Jefes de Estado y de Gobierno; el de eventuales avances 
        en el plano de principios, conceptos, bases programáticas y cursos 
        de acción; el del prestigio interno e internacional de los participantes, 
        en particular, el del Presidente del país sede -si es que la respectiva 
        Cumbre es percibida como exitosa- y el de los compromisos exigibles en 
        distintos campos, especialmente en el económico. El desafío por delante será, por un lado, conciliar los 
        múltiples espacios de inserción regional y global de cada 
        país sudamericano y, por el otro, dotarlos de una dosis suficiente 
        de relevancia, eficacia y credibilidad. Es incluso un desafío pendiente 
        del propio Mercosur, condición necesaria para la credibilidad del 
        espacio sudamericano institucionalizado, del cual puede ser considerado 
        como un núcleo duro.  Enfrentar tales desafíos requerirá de tres condiciones. 
        La primera, es que cada país sudamericano tenga una estrategia 
        nacional de aprovechamiento de los múltiples espacios de su inserción 
        económica internacional. La segunda, es que los múltiples 
        espacios regionales permitan generar reglas de juego que penetren en la 
        realidad, es decir que sean exigibles, sin perjuicio del logro de algunos 
        de los otros efectos mencionados más arriba. Y la tercera, es que 
        los compromisos que se asuman en los distintos espacios regionales -especialmente 
        los de carácter preferencial- permitan fortalecer y no debilitar, 
        a la vez, los procesos subregionales de integración profunda -como 
        son los casos del Mercosur y de la Comunidad Andina de Naciones- y el 
        propio sistema multilateral global de comercio en el marco de la Organización 
        Mundial del Comercio (OMC).   Sin embargo, resulta difícil que se produzcan retrocesos en el 
        desarrollo de los múltiples foros multilaterales en los que participan 
        los países sudamericanos. Lo más probable es que las respectivas 
        Cumbres continúen con sus reuniones periódicas. Tienen su 
        propia inercia. La renovación de los mandatos presidenciales -consecuencia 
        natural del normal funcionamiento de las instituciones democráticas 
        -, explican el interés de los respectivos Presidentes por participar 
        en ellas. Son ocasiones para encontrarse y dialogar con sus colegas, especialmente 
        con los de los países industrializados. Suelen tener un efecto 
        mediático significativo, especialmente para el Presidente del país 
        sede. Permiten concentrar la atención en la región, de Jefes 
        de Estado y de Gobierno de países industrializados, con agendas 
        recargadas a su vez de cuestiones más apremiantes que no cruzan 
        necesariamente por las relaciones con la región sudamericana, tal 
        el caso del Presidente de los Estados Unidos o los Jefes de Estado y de 
        gobierno de los países de la Unión Europea. Reflejan, por 
        lo demás, la diversificación de intereses y de ámbitos 
        de proyección externa de los propios países sudamericanos.  Su mayor debilidad se observa en el plano del seguimiento y desarrollo 
        de los compromisos programáticos que se concluyen. Esta cuestión 
        es central, precisamente por el hecho que quienes de ellas participan 
        son periódicamente renovados como consecuencia de los procesos 
        democráticos. No necesariamente los nuevos mandatarios se sienten 
        identificados con los compromisos asumidos por sus predecesores. Tal seguimiento 
        se vería facilitado, por el hecho que cada Cumbre de lugar a planes 
        de acción que signifiquen hojas de ruta en torno al desarrollo 
        de compromisos exigibles.  Si no se encara esta cuestión, el desgaste que se suele observar 
        en las opiniones públicas con respecto a los diferentes sistemas 
        de Cumbres multilaterales en los que participan los países sudamericanos, 
        tenderá a acrecentarse en la medida que sus resultados no se traduzcan 
        en compromisos tangibles, especialmente en el plano económico, 
        sea en relación al acceso a los mercados mundiales y a la cooperación 
        económica y financiera. 
 (1) Cf. DANESE Sergio, "Diplomacia presidencial. Historia e crítica". 
      Rio de Janeiro: Topbooks, 1999.
 
 (2) cf. BURR Robert, "By Reason or Force: Chile and the balancing of 
      power in South America, 1830-1905, University of California, 1974.
  (3) cf. PEÑA Félix, "Momentos y Perspectivas: la 
        Argentina en el mundo y en América Latina", capítulo 
        1, "La participación en el sistema internacional (1968)", 
        Eduntref, Buenos Aires, 2003.  (4) cf. LAFER Celso, "La identidad internacional de Brasil", 
        Fondo de Cultura Económica, 2002.  (5) Ver al respecto toda la documentación en www.summit-americas.org. 
        (6) cf. GRABENDORFF Wolf (ed), "La Seguridad Regional en las Américas: 
        enfoques críticos y conceptos alternativos", FESCOL-CEREC, 
        Bogotá, 2003.  (7) Este apartado está basado en el aporte efectuado por el autor 
        a Fernando Henrique Cardoso para la preparación del informe que 
        presentara a la XIII Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz de la Sierra, 
        en octubre 2003.
 (8) Los documentos pueden ser consultados en www.oei.es y www.cumbresiberoamericanas.com. 
        El mencionado informe del Presidente Fernando Henrique Cardoso, puede 
        ser consultado junto con la documentación de la Cumbre de Santa 
        Cruz de la Sierra.
  (9) La siguiente es alguna bibliografía recomendable sobre las 
        Cumbres Iberoamericanas: 
        Fraerman Alicia, "Iberoamérica ante la Crisis Global", 
          Serie Documentos, Editorial Comunica, 2002.Lafer Celso, prólogo a "Tercera Cumbre Iberoamericana", 
          FCE, México, 1994.Organización de Estados Iberoamericanos, para la Educación, 
          la Ciencia y la Cultura (OEI), "¿Qué es la OEI", 
          en www.oei.es/oei_es.htm Putnam Robert, Bayne Nicholas, "Hanging Together. The Seven-Power 
          Summits", Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1984.Sanhueza Raúl, "Las Cumbres Iberoamericanas. Una Visión 
          Latinoamericana", en "El Nuevo Multilateralismo y las Políticas 
          Exteriores de América Latina", Síntesis, Revista 
          de Ciencias Sociales Iberoamericanas, números. 31-32, Madrid 
          1999.Seixas Corrêa Luiz Felipe de, "As Conferências de 
          Cúpula Ibero-Americanas: Um Formato em Busca de Substância", 
          en Fonseca Jr Gelson, Nabuco de Castro Sergio Enrique, "Temas de 
          Política Externa Brasileira II", volume 1, IPRI, Paz e Terra, 
          Sâo Paulo, 1994, ps. 147 y ss. Senado de España, "Informe de la Ponencia "La Comunidad 
          Iberoamericana de Naciones: Su Consolidación a Través 
          de las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno", Madrid, 1998. (10) Ver información en www.oei.es.  (11) Para un análisis más detallado sobre el estado actual 
        del desarrollo del espacio birregional entre la Unión Europea y 
        América Latina y el Caribe, ver PEÑA Félix "Latinoamérica 
        y la Unión Europea en un mundo de arenas movedizas: aportes al 
        análisis del estado actual y del futuro de las relaciones económicas 
        birregionales", informe elaborado para el Observatorio de las Relaciones 
        Unión Europea-América Latina ( OBREAL/EULARO), y presentado 
        en su Conferencia Inaugural, Barcelona, 3 y 4 de febrero de 2005.  (12) Ver amplia información sobre las Cumbres birregionales, 
        incluyendo los textos de las Declaraciones y otros documentos originados 
        en las instituciones europeas, en el Portal de la Unión Europea, 
        http://europa.eu.int/ . Ver también, LEIVA Patricio (ed), "Una 
        Asociación Estratégica para el Siglo XXL", CELARE, 
        Santiago de Chile 1999. Sobre las Cumbres de Río de Janeiro y de 
        Madrid, y el significado de la de Guadalajara, ver CELARE, "Unión 
        Europea, América Latina y el Caribe: Aportes a la III Cumbre-Guadalajara 
        2004", CELARE, Santiago de Chile, 2004.   (13) Así está previsto en el punto 104 de la Declaración 
        de Guadalajara. Ver su texto en el Portal citado en la nota 12.
 (14) ver información en el Portal citado en la nota 12.
  (15) ver su texto en el Portal mencionado en la nota 12.  (16) Ver al respecto el artículo del autor citado en nota 11.  (17) No existe una página Web de las Cumbres Sudamericanas. Sobre 
        la última Cumbre en Cusco, ver www.econosur.com . Para un análisis 
        de los resultados de las primeras dos Cumbres, ver SERBIN Andrés, 
        "Sur, ALCA y después: hacia la creación de un espacio 
        sudamericano", Centro de Estudios sobre Globalización y Regionalismo, 
        Universidad de Belgrano, julio 2003, en www.ub.edu.ar .  (18) cf. BURR Robert, op.cit. en nota 2.
 (19) cf. PENNETTA Piero, "Il Regionalismo Multipolare Asiatico", 
        G.Giappichelli Editore, Torino, 2003
  (20) Ver al respecto www.mercosur.org.uy y www.comunidadandina.org.
 (21) cf. PUTNAM Robert D. and Nicholas BAYNE, "Hanging Together: 
        the seven-power summits", Harvard University Press, 1984.
  (22) cf. MALAMUD Andrés, "Presidential Democracies and Regional 
        Integration. An Institutional Approach to Mercosur (1985-2000)", 
        Doctoral dissertation, European University Institute, Florence, 2003, 
        y "Presidential Diplomacy and the Institutional Underpinnings of 
        Mercosur. An Empirical Examination", Latin American Research Review, 
        vol. 40, nº 1, ps. 138-164, 2005, aquí. (11) Si bien el artículo 11 del Tratado de Asunción estableció 
        que la participación de los Presidentes en las reuniones del Consejo 
        del Mercosur tendría lugar "al menos una vez al año", 
        en el primer semestre de 1991 en una reunión informal de los Coordinadores 
        Nacionales del Grupo Mercado Común, realizada en Brasilia, se acordó 
        proponer que las Cumbres Presidenciales tuvieran lugar cada semestre, 
        a fin de asegurar precisamente el necesario y continuo impulso político 
        del proceso de integración. La idea fue aceptada y desde entonces 
        esa ha sido la frecuencia de las reuniones al más alto nivel político. 
        Luego fueron incorporándose los Presidentes de los países 
        asociados, comenzando por Chile y Bolivia. |