| El país debe atender tres ejes prioritarios: el global, el regional 
        y, fundamentalmente, el interno. Una efectiva coordinación entre 
        el sector gubernamental, los empresarios y la sociedad civil será 
        decisiva para el éxito de la estrategia. 
        Los países en desarrollo representaron en 2004 el 31% del comercio 
          mundial, el mayor porcentaje desde 1950 Tener éxito en la estrategia de inserción en la competencia 
        económica global es un desafío estimulante para los argentinos. 
        Tiene que ver con objetivos de valor político, como son el crecimiento 
        económico sustentable y la equidad social. Implica, entre otros 
        elementos, saltos cuantitativos y cualitativos en el comercio exterior, 
        incorporación de progreso técnico, inversión productiva 
        y creación de empleo. Requiere voluntad, imaginación y eficacia 
        de la sociedad en su conjunto. Puede contribuir a cohesionarla. Así 
        ha ocurrido en países que han transitado el difícil camino 
        de superar la obsolescencia productiva y la irrelevancia internacional. 
       Tres son los ejes prioritarios de tal estrategia: el global, el regional 
        y el interno. Están conectados y se refuerzan mutuamente. Requieren 
        de acierto en la apreciación de márgenes de maniobra, en 
        las políticas públicas, en las negociaciones internacionales 
        y en la proyección internacional de las empresas. En el eje global, es necesario una buena lectura del nuevo mapa de la 
        competencia económica global y su incidencia en las negociaciones 
        comerciales internacionales. El Director General de la OMC, ilustra bien 
        la realidad del comercio mundial, cuando afirma al presentar el reciente 
        informe sobre el comercio mundial, que "un número cada vez 
        mayor de países está comerciando más, al tiempo que 
        participa más activamente en el establecimiento de las normas comerciales". Se refiere a tres rasgos que tienden a acentuarse. El primero es el fuerte 
        crecimiento del comercio mundial de bienes: 21% en términos nominales 
        -el más elevado en los últimos 25 años- y 9% en términos 
        reales en 2004. Se espera para este año un crecimiento menor, pero 
        que aún así se estima llegará al 6,5% en términos 
        reales. El segundo es el surgimiento de nuevos protagonistas en la competencia 
        económica global. Entre ellos China, que es ya tercero en el ranking 
        de 30 países que representan el 92% del comercio mundial de bienes. 
        Los países en desarrollo representaron el 31% del comercio mundial, 
        el mayor porcentaje desde 1950. El tercero es la gravitación que los nuevos protagonistas tienen 
        en la ingeniería del consenso en la OMC, especialmente a través 
        de coaliciones de geometría variable por las que expresan sus intereses. En este eje global, es prioritario para la Argentina todo lo que contribuya 
        a fortalecer la OMC, a fin de lograr reglas de juego que faciliten su 
        proyección externa, protección de sus derechos en el sistema 
        de solución de controversias y disciplinas en la competencia por 
        más acuerdos preferenciales. En el eje regional -el espacio sudamericano que incluye al Mercosur-, 
        lo importante es preservar dos elementos estratégicos centrales. 
        Uno es el predominio de la lógica de integración en una 
        región por mucho tiempo marcada por la de la fragmentación. 
        Es un objetivo político de alto valor económico -una zona 
        de paz es menos costosa para los presupuestos nacionales y atractiva para 
        los inversores, que una en la que predominen conflictos y tentaciones 
        a la violencia-. Es además un objetivo que valoriza ante cualquier 
        país con intereses en la región, el papel de moderación 
        que pueden desempeñar, en particular, la Argentina, Brasil y Chile. El otro elemento es el de una efectiva preferencia económica que 
        esté protegida contra las tentaciones proteccionistas unilaterales, 
        a fin de incentivar inversiones productivas en función del mercado 
        ampliado. Es hoy una cuestión central de un Mercosur que aspire 
        a tener la credibilidad necesaria para jugar un papel de estabilizador 
        político, en una región cuyas convulsiones empiezan a alarmar 
        a los Estados Unidos y a las principales potencias europeas. En esta perspectiva, 
        un Mercosur en serio es una prioridad argentina. En el eje interno, finalmente, la dispersión de energías 
        institucionales y productivas es -junto a los errores de diagnóstico 
        sobre lo que efectivamente se puede obtener en el plano internacional-, 
        una de las principales ventajas que nuestro país suele otorgar 
        a otros a la hora de competir y de negociar. Fortalecer la capacidad de 
        poner en marcha una estrategia de inserción internacional resultante 
        de una efectiva coordinación entre el sector gubernamental, los 
        empresarios y la sociedad civil, es también una prioridad nacional.
 De los tres ejes estratégicos prioritarios, este último 
        es el más decisivo.
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