|  El primer efecto se verá en las negociaciones biregionales. En 
        octubre pasado se perdió una oportunidad de concretar la asociación 
        estratégica entre la UE y el Mercosur. Habrá que establecer 
        una nueva hoja de ruta antes de fin año. 
        El espectro de un entorno sudamericano de alto voltaje de conflicto 
          está presente. Según Martin Wolf del Financial Times, la Unión Europea 
        sufrió un terremoto. En realidad quizás recién comienza. 
        Por un tiempo los europeos estarán ensimismados, tratando de entender 
        lo ocurrido y de recomponer un futuro. En este contexto cabe formular 
        una pregunta: ¿Es que el no de franceses y holandeses impactará 
        en el Mercosur? Por lo menos en tres planos es posible imaginar que la 
        crisis de la integración europea repercutirá en nuestras 
        latitudes. El primer impacto se observará en las negociaciones bi-regionales. 
        La idea de una asociación estratégica entre la Unión 
        Europea y el Mercosur no se pudo concretar en octubre pasado. Se perdió 
        una oportunidad que podría tardar en repetirse. Una lección 
        a extraerse es que no siempre lo mejor es preferible a lo posible. Se 
        podría haber comenzado con un acuerdo de asociación cuyos 
        resultados, en el plano de compromisos comerciales más ambiciosos, 
        hubieran quedado supeditados a una segunda etapa negociadora, posterior 
        a la Rueda Doha. No se hizo. Ahora será cada vez más difícil concluir este año 
        las negociaciones. Tras los resultados de las recientes consultas populares, 
        la Unión Europea tiene otras prioridades. Deberán ahora 
        reconstituir el espíritu del proyecto común, seriamente 
        afectado en su legitimidad social. Ello implica la negociación 
        de un Plan B. Es difícil que Bruselas pueda prestar mucha atención 
        a sus negociaciones comerciales internacionales. Menos aún lo querrán 
        hacer gobiernos débiles. Es una hora en que se tratará de 
        no confrontar nuevos reveses sometiendo a la aprobación de los 
        Parlamentos un ambicioso acuerdo bi-regional que necesariamente, en la 
        perspectiva del Mercosur, debe incluir compromisos significativos en el 
        campo agrícola. Difícil no es imposible. Quizás sea 
        conveniente retomar la idea de una asociación que permita un abordaje 
        progresivo, en más de una etapa, de los compromisos más 
        sensibles para ambos lados. El segundo impacto será en las negociaciones de la Rueda Doha. 
        Lograr que no fracase es ahora una prioridad. Pero cada vez más 
        difícil de lograr. El francés Pascal Lamy tendrá 
        poco tiempo -asume en septiembre- para poner de manifiesto su conocida 
        habilidad como negociador. Dos protagonistas claves, la Unión Europea 
        y los Estados Unidos, pueden estar tentados a diluir la necesidad de enfrentar 
        los costos políticos internos de compromisos sensibles. Los europeos 
        por las razones antes apuntadas. Los americanos por la experiencia de 
        la costosa aprobación del CAFTA en el Congreso. Además ambos 
        están enfrentados en una controversia -la de los subsidios cruzados 
        a Boeing y Airbus- de compleja digestión política. No soplan 
        vientos favorables para la ministerial de la OMC en Hong Kong. Todo el 
        mundo quiere proteger fuentes de trabajo. Y los tiempos se acortan por 
        el vencimiento, a mediados de 2007, de la autorización que el Ejecutivo 
        americano tiene para sus negociaciones comerciales internacionales. El tercer impacto es en el propio Mercosur. Lo que está en juego 
        en Europa es cómo profundizar un espacio de integración 
        que concilie contradicciones que se observan en los países miembros. 
        Una de ellas es sobre cómo enfrentar los desafíos de la 
        globalización. El espectro de la invasión China está 
        presente, como también en otros países. Parece haber muchos 
        europeos que piensan que la integración es el problema. Que además 
        ya no es necesaria. Quizás no recuerden la Europa de antes de la 
        integración. Francia y Alemania tienen mucho que decir al respecto. 
        Crisis anteriores han conducido a saltos adelante creativos y superadores. 
        Es posible esta vez que recurran a metodologías de múltiples 
        velocidades y de geometría variable.  En el Mercosur también se confrontan momentos de debate, a la 
        vez existenciales y metodológicos. Son un desafío para la 
        calidad del liderazgo político. ¿Será posible suponer 
        que estas cuestiones sean objeto de conversaciones entre los presidentes 
        que se reunirán en los próximos días en Asunción? 
        Ojalá así sea. Quizás lo conveniente es que se acuerde 
        la preparación de una hoja de ruta para los próximos años, 
        a fin de aprobarla en la Cumbre de fin de año en el Uruguay. Al 
        igual que en Europa, puede ser recomendable institucionalizar múltiples 
        velocidades y un enfoque de geometría variable. El espectro de 
        un entorno sudamericano de alto voltaje de conflicto está presente. 
        También en la región puede haber un retroceso a épocas 
        pasadas. La crisis de Bolivia, con sus potenciales implicancias, debe 
        servir como alerta. Argentina y Brasil tienen mucho que decir al respecto. |