| La Cumbre de Viena como punto de partida de una nueva etapa La próxima Cumbre entre la Unión Europea (UE) y América 
        Latina y el Caribe (ALC), prevista para los días 12 y 13 de mayo 
        de 2006 en Viena, brinda una oportunidad para efectuar un análisis 
        crítico sobre el proceso de construcción de la asociación 
        estratégica entre ambas regiones, especialmente en el plano de 
        las relaciones económicas. 
 La Cumbre de Viena, también brinda una oportunidad para el planteo 
        de ideas realistas que contribuyan al inicio de una nueva etapa en el 
        relacionamiento bi-regional. Ella debería permitir orientar tales 
        relaciones en la dirección formalmente planteada por las tres primeras 
        Cumbres birregionales, celebradas en Río de Janeiro (1999), Madrid 
        (2002) y Guadalajara (2004), que es, precisamente, la de una "asociación 
        estratégica birregional", pero que, a la vez, permita renovar 
        los métodos de trabajo entre ambas regiones.
 
 En nuestra opinión, tal análisis crítico debería 
        basarse en, al menos, tres supuestos:
 
         el que ambas regiones están efectivamente interesadas, en 
          atribuirle prioridad a la definición de políticas públicas, 
          a la creación de instrumentos y a la formulación de reglas 
          de juego que penetren en la realidad, a fin de concretar lo que ha sido 
          enunciado como una "asociación estratégica birregional", 
          que incluya las relaciones económicas recíprocas, pero 
          sin limitarse a ellas. 
 
 el que hay un reconocimiento de la importancia de capitalizar la 
          experiencia acumulada durante el reciente desarrollo de las relaciones 
          económicas recíprocas, por lo menos desde el establecimiento 
          del actual sistema de Cumbres periódicas, a fin de introducir 
          las modificaciones de rumbos, tanto en la ambición de los objetivos 
          perseguidos como en los métodos de trabajo que fueran necesarios 
          para alcanzarlos en plazos razonables, y 
 
 el que una nueva realidad internacional muy dinámica, hace 
          que sea necesaria una visión prospectiva que permita colocar 
          las relaciones económicas bi-regionales, en el marco más 
          amplio de un mundo en el que se evidencian fuerzas profundas que están 
          operando continuos y significativos cambios en el contexto internacional, 
          tanto en el plano global como en el de las distintas regiones, incluyendo 
          la de la UE y la de la propia ALC.  A su vez, las dos regiones participan en los múltiples espacios 
        de relaciones económicas que conforman el mapa más amplio 
        de la competencia global. Conciliar en la práctica la aplicación 
        de un enfoque y de una estrategia de inserción internacional multi-espacial, 
        es quizás uno de los principales desafíos que enfrentan 
        hoy los gobiernos y las regiones organizadas. No son sólo los espacios de competencia económica los que 
        se multiplican. Lo son también los de las negociaciones comerciales 
        internacionales, que pueden ser visualizadas, por sus resultados prácticos, 
        como otros tantos ámbitos de producción normativa y de generación 
        de mecanismos que aseguren la aplicación de las reglas en materia 
        de comercio y de inversiones, así como la solución de conflictos 
        entre países miembros. De ellos surgen reglas de juego que aspiran 
        a penetrar en la realidad -criterio de efectividad-; a producir resultados 
        prácticos en el plano económico -criterio de eficacia-; 
        a enviar señales que orienten decisiones de inversión y 
        estrategias empresarias -criterio de credibilidad- y a contar en los frentes 
        internos, con la aceptación y apoyo de las respectivas ciudadanías 
        -criterio de legitimidad-.  De hecho, las negociaciones comerciales entre la UE y países y 
        esquemas de integración económica en ALC, están explícitamente 
        vinculadas con las que se desarrollan en la OMC e implícitamente, 
        con las que una y otra región, desarrollan en sus respectivos espacios 
        contiguos y con otras regiones del mundo. 
 Comprender entonces, la dinámica existente en el tejido de la compleja 
        red de acuerdos preferenciales de cada una de las dos regiones, así 
        como los factores que inciden en su evolución, es una cuestión 
        que merecerá en el futuro atención prioritaria de la otra 
        región.
 
 Las relaciones económicas entre ambas regiones se reflejan, prioritariamente, 
        en flujos de comercio de bienes y servicios, de inversión directa 
        y financieros, e incluso en movimientos migratorios. Pero se reflejan 
        también en su dimensión institucional, entendida especialmente 
        como los principios y conceptos; los métodos de trabajo; los procesos 
        de producción normativa; las reglas de juego, y las formas cómo 
        ellas son interpretadas y aplicadas, que inciden en la evolución 
        de los mencionados flujos y en las correspondientes estrategias empresarias.
 
 Por ello es, también, una dimensión relevante en la óptica 
        de empresas que adoptan decisiones de inversión productiva en función 
        de los mercados ampliados asegurados por los respectivos acuerdos gubernamentales, 
        sus políticas públicas e instrumentos reguladores. Son ellas, 
        finalmente, las que deben extraer consecuencias prácticas en sus 
        estrategias de competitividad global y regional, de las señales 
        emitidas por los gobiernos a través de los acuerdos en los que 
        se comprometen y de sus propias políticas públicas.
 
 En el caso de la relación bi-regional UE-ALC, es precisamente la 
        fuerte presencia de empresas europeas en la región latinoamericana 
        y, especialmente, en el Mercosur, uno de los factores más relevantes 
        a la hora de trazar una estrategia de asociación que cuente con 
        el protagonismo activo de quienes participan en los flujos bi-regionales 
        de comercio e inversión. En el caso del Mercosur, el Foro Empresario 
        Mercosur-Unión Europea (MEBF) está llamado a ser un canal 
        privilegiado para tal protagonismo empresario, ya que puede contar no 
        sólo con la participación de empresas europeas, pero también 
        de las principales empresas e instituciones empresarias la Argentina y 
        del Brasil, así como de los otros dos países miembros, el 
        Paraguay y el Uruguay.
 La relación bi-regional en una nueva realidad internacional La preparación de la Cumbre de Viena, se inserta en un sistema 
        internacional dominado por una fuerte dinámica de cambio. Se observan 
        tendencias cuyas raíces son profundas y que se han ido acentuando 
        en los últimos años, en particular, a partir del fin de 
        la Guerra Fría y luego de los trágicos acontecimientos del 
        11 de septiembre de 2001.
 Al menos cuatro rasgos sobresalen en el actual cuadro de situación 
        mundial en cuyo contexto tendrá lugar la próxima Cumbre 
        bi-regional.
 
 Ellos son:
 
         el predominio de las cuestiones globales de seguridad en las agendas 
          de las potencias centrales incluyendo por cierto la UE, así como 
          también una creciente incidencia de las cuestiones regionales 
          de seguridad en las de los países latinoamericanos;
 
 la constante erosión de las fronteras entre las cuestiones 
          internas y las externas en las agendas políticas y económicas 
          de la mayoría de los países;
 
 la perplejidad de los ciudadanos e incluso de los sectores dirigentes, 
          ante el nuevo cuadro de situación que se observa tanto en el 
          plano de la seguridad -la dificultad de identificar al enemigo- como 
          en el de la competencia económica global -los efectos ambivalentes 
          de la globalización, y sus impactos tanto sobre las identidades 
          nacionales como sobre el desplazamiento de las ventajas competitivas-, 
          y
 
 el desgaste de los paradigmas dominantes en décadas anteriores, 
          tanto en el plano de la seguridad internacional como en el de la competencia 
          económica global y la organización de los sistemas económicos 
          y sociales. A su vez, en el plano de la competencia económica global, se observan 
        por lo menos seis tendencias que se han ido acentuando en los últimos 
        años y que, probablemente, seguirán manifestando sus efectos 
        en el mediano y largo plazo.
 Ellas son:
 
         el surgimiento de nuevos protagonistas relevantes, tanto en el plano 
          de la competencia económica global como en el de las negociaciones 
          comerciales internacionales. El caso más notorio es el de China. 
          Pero también lo son los países que actualmente constituyen 
          el G.20, de fuerte incidencia en las negociaciones agrícolas 
          internacionales y otros países -o grupos de países- como 
          son Rusia, países del Sudeste Asiático, África 
          del Sur, los países de Europa Central y países latinoamericanos, 
          como Brasil, México, Argentina y Chile -;
 
 la proliferación de "clubes privados de comercio internacional", 
          que constituyen distintas modalidades de acuerdos preferenciales, todos 
          ellos implicando diferentes grados de excepción a los principios 
          centrales del sistema comercial multilateral global en el ámbito 
          de la OMC, en particular, el de la no discriminación;
 
 la capacidad de la OMC de tornar exigibles los compromisos asumidos 
          en su ámbito, en particular por la eficacia de su sistema de 
          solución de controversias -que ha dado lugar a la expresión 
          de una OMC "con dientes"-, pero a su vez, las incertidumbres 
          existentes en cuanto al futuro del sistema comercial multilateral global, 
          en buena medida por las dificultades que se observan en concretar los 
          objetivos previstos para la Rueda Doha;
 
 el papel significativo que tienen las grandes redes transnacionales 
          de innovación, producción y comercio, en cuyo interior 
          se canaliza una parte significativa de los flujos de bienes y de servicios, 
          así como la tendencia creciente al surgimiento de redes originadas 
          en países en desarrollo;
 
 la incidencia que en la competencia económica global tienen 
          las cuestiones vinculadas con los alimentos, la energía y el 
          medio ambiente, y
 
 el hecho que los consumidores -especialmente los de mayor nivel de 
          ingreso en todos los países y no sólo en los más 
          desarrollados- se están tornando cada vez más exigentes 
          en cuanto a la calidad de los productos -especialmente la sanitaria- 
          y de los servicios. La cooperación económica en la agenda bi-regional La cooperación económica es uno de los componentes centrales 
        de la agenda bi-regional. Ello es así al menos por tres motivos 
        principales. El primero es la gran experiencia acumulada por la UE en 
        materia de integración económica. El segundo es la asimetría 
        de desarrollo económico existente entre ambas regiones. El tercero 
        es que precisamente a través de la cooperación que brinda 
        la UE, puede ésta facilitar el proceso de adaptación de 
        las economías de la región latinoamericana, a las nuevas 
        condiciones de competitividad que surgen de los acuerdos de libre comercio 
        que se celebran como resultante de la asociación estratégica.
 La UE ha acumulado, en más de cincuenta años de desarrollo 
        de su proceso de integración, una experiencia valiosa para los 
        países de ALC.
 
 Ella lo es, a pesar de las múltiples diferencias que existen entre 
        ambas regiones, tanto desde un punto de vista histórico, como político, 
        económico, social y cultural. Sin embargo, existe un significativo 
        denominador común entre el proceso de integración europea 
        y los actuales procesos de regionalismo abierto entre los países 
        de ALC. Resulta de la naturaleza más profunda del fenómeno 
        de integración que se desarrolla en ambas regiones, tan pronto 
        se lo aprecia en su triple dimensión política, económica 
        y jurídica.
 
 Tal denominador común se refleja en los siguientes rasgos que se 
        pueden observar, con distintos grados de intensidad, en ambas regiones:
 
         el desarrollo a escala de una región geográfica de 
          una experiencia inédita en el plano de las relaciones internacionales;
 
 entre un grupo de países soberanos que a la vez que deciden 
          trabajar juntos en forma sistemática e institucionalizada, preservan 
          su condición de tales;
 
 que se asocian voluntariamente a partir de una interpretación 
          de su interés nacional en la perspectiva de una visión 
          de conjunto;
 
 por compartir valores e intereses, y la percepción de comunes 
          desafíos y oportunidades en el sistema internacional;
 
 poniendo en común, en forma permanente, mercados y recursos;
 
 a través de técnicas de integración, a veces 
          diferentes y muchas veces heterodoxas, pero siempre dentro de los márgenes 
          amplios que toleran las ambigüedades del artículo XXIV del 
          GATT -distintos tipos zonas de libre comercio y uniones aduaneras, que 
          pueden incluso evolucionar hacia mercados comunes, y uniones económicas 
          y monetarias-;
 
 compartiendo instituciones y reglas de juego comunes, que aspiran 
          a ser efectivas (penetrar en la realidad), eficaces (lograr los resultados 
          políticos y económicos propuestos), previsibles (con flexibilidad 
          previstas por las propias reglas) y legítimas (aceptadas como 
          beneficiosas por los países y por sus ciudadanos);
 
 aspirando a lograr de tal forma valiosos objetivos propios y comunes, 
          en el plano político, económico y social;
 
y procurando fortalecer sus respectivas capacidades para generar bienestar, 
          atraer inversiones productivas, competir en los mercados mundiales y 
          regionales, y obtener mejores condiciones de acceso para sus bienes 
          y sus servicios, a través de negociaciones comerciales internacionales 
          en los ámbitos de cada región, en el interregional y en 
          el global de la OMC;
 
 a través de procesos que faciliten las disciplinas colectivas 
          e internas, macroeconómicas, sectoriales y comerciales, necesarias 
          para administrar con eficacia su inserción en un mundo globalizado;
 
que se sustentan en la percepción de ganancias mutuas para 
          cada uno de los países participantes, contribuyendo de tal forma 
          a la legitimidad social y a la sustentabilidad de los acuerdos y compromisos 
          que expresan la voluntad asociativa de los respectivos socios. Por lo menos en tres planos, la experiencia de la integración 
        europea es particularmente valiosa para la región de ALC: 
         el de las metodologías de integración económica, 
          esto es el desarrollo de instituciones y reglas de juego eficaces a 
          fin de acrecentar la capacidad para mantener, a través del tiempo, 
          el vínculo asociativo voluntario entre los socios, y para traducir 
          sus objetivos en resultados concretos en el plano de las políticas 
          públicas de cada país, en el de sus negociaciones comerciales 
          internacionales, y en el de la cohesión social y de la competitividad 
          global de sus empresas;
 
 el de la creación, a través de sus programas de cooperación, 
          de condiciones apropiadas para facilitar la transición política 
          y económica, de países que aspiran a vincularse con la 
          UE, sea como miembros plenos o como países con asociaciones estratégicas 
          -lo que podríamos denominar la idea de "transición 
          asistida" que reconoce sus orígenes en el Plan Marshall- 
          y
 
 el de la cooperación técnica para el desarrollo y la 
          integración económica con los países de ALC, como 
          resultado de varias décadas de programas y proyectos ejecutados, 
          sea a nivel de países o de grupos de países, y de la introducción 
          gradual de perfeccionamientos en sus contenidos y en sus metodologías. Tal experiencia permite en la actualidad a la UE, ser un protagonista 
        valioso y eficaz, tanto para el fortalecimiento de los procesos de integración 
        regional en ALC, así como para crear condiciones de sustentabilidad 
        y legitimidad a los acuerdos bi-regionales de asociación ya negociados, 
        en curso de negociación y por ser negociados en el futuro -incluyendo 
        compromisos de libre comercio compatibles con la OMC-
 La cooperación con los países candidatos a ser miembros 
        plenos de la UE - tal como ha ocurrido con los recientemente incorporados 
        -, está precisamente orientada a construir gradualmente las condiciones 
        de sustentatibilidad y legitimidad de su acceso a la UE, ayudándolos 
        sistemáticamente a prepararse para el escenario post-negociación, 
        canalizando montos significativos de recursos financieros y técnicos, 
        con el objeto de producir cuatro efectos en sus sistema políticos, 
        económicos y sociales, que se pueden consideran como esenciales. 
        Ellos son, el efecto-disciplina (especialmente en el plano de las políticas 
        macroeconómicas, sectoriales y comerciales), el efecto-cohesión 
        (especialmente en el plano político y social), el efecto-institucional 
        (especialmente en el plano administrativo y legislativo) y el efecto-competitividad 
        (especialmente en el plano de las pymes y de su internacionalización).
 
 Es una política de cooperación funcional a objetivos políticos 
        y económicos valorados (la transición a la democracia plena 
        y hacia la competitividad sistémica) por las respectivas sociedades 
        civiles, que contribuye a colocar cada país-candidato en condiciones 
        de nivelación con los países que ya son miembros plenos 
        de la UE (lo que podría denominarse el "efecto exclusa" 
        de la cooperación financiera y técnica).
 
 Una consecuencia de este enfoque, es poner el acento en cooperar para 
        que cada país-candidato se organice, en todos los planos, para 
        participar de la UE. Lo que se pretende desarrollar con tal política 
        deliberada, es la inserción gradual de gobiernos-sociedad civil-empresas 
        de los países candidatos, en el denso tejido de redes gubernamentales, 
        sociales y empresarias, que caracteriza la integración europea 
        (sobre el concepto de integración-red, como característica 
        de la integración europea, a partir del concepto central del planteo 
        fundacional de Jean Monnet -el de las "solidaridades de hecho" 
        y en la perspectiva del interés nacional de cada país participante 
        (ver al respecto, "Institutional Change in Europe in the 1980's" 
        de Robert O. Keohane y Stanley Hoffmann, en el libro editado por ambos, 
        titulado "The New European Community: Decisionmaking and Institutional 
        Change", Westview Press, 1991; ver también, el capítulo 
        5, "The Unification of Europe: Globalization, Identity, and the Network 
        State", en el libro "End of Millenium", de Manuel Castells, 
        Blackwell Publishers, 1998; y el libro "The European Rescue of the 
        Nation-State", de Alan S.Milward, University of California Press, 
        1992).
 
 En el marco de tales políticas y sus respectivos programas de cooperación, 
        se encuentran precedentes de instrumentos y mecanismos, que debidamente 
        evaluados y adaptados, pueden ser de utilidad para el caso de los países 
        ALC.
 
 Asimismo, la UE ha acumulado una valiosa experiencia en materia de metodologías 
        de integración consensual entre naciones soberanas, y de cooperación 
        técnica con los países ALC, la que ha ido ganando en términos 
        de focalización, objetivos, calidad y flexibilidad a través 
        de los años.
 
 Debidamente adaptadas, las experiencias de "transición asistida" 
        acumuladas por la UE en su propia región, pueden significar una 
        contribución también valiosa para los países ALC, 
        en particular en función de sus propios procesos de integración 
        económica, de asociación estratégica con la propia 
        UE y de negociaciones comerciales internacionales, especialmente, para 
        prepararse para los posibles escenarios post-negociaciones.
 
 Ello conduce a recomendar un enfoque de acción conjunta, en el 
        que cada uno de sus componentes -programas de alcance regional general, 
        o específicos para grupos de países o países individuales-, 
        esté vinculado entre sí y en el que se puedan producir efectos 
        múltiples, que trasciendan al ámbito propio de cada uno. 
        Se conformaría así, una red de programas de cooperación 
        conjunta vinculados entre sí, en sus objetivos, contenidos y metodologías, 
        y sincronizados con los avances de las respectivas negociaciones, sean 
        ellas globales, hemisféricas, bi-regionales o regionales.
 
 Los objetivos perseguidos serían así, el tornar viables, 
        sustentables y beneficiosos para todos los participantes, los acuerdos 
        concretados o que se concreten entre la UE y ALC.
 
 Es ésta una idea con profundo sentido político. Quizás 
        es la verdadera dimensión política de un acuerdo que integra 
        naciones desiguales. Y ello es así pues la asistencia internacional 
        facilita la aceptación por la sociedad de los costos de su apertura 
        al mundo o a una región. Hace a la legitimidad social del respectivo 
        acuerdo.
 
 Un aspecto fundamental de la transición asistida es el financiamiento 
        de reconversión productiva y la asistencia a la internacionalización 
        de pymes en el ámbito del espacio económico ampliado por 
        un acuerdo de integración económica o de libre comercio.
 
 En el marco de procesos como el del Mercosur, la idea de transición 
        asistida podría dar lugar a esfuerzos conjuntos de cooperación 
        con países de menor desarrollo relativo como es el caso, por ejemplo 
        del Paraguay, en el que participen la UE e instituciones financieras internacionales 
        como el BID y los países más desarrollados, concretamente 
        la Argentina y el Brasil.
 La experiencia acumulada en el sistema de Cumbres periódicas 
        UE-ALC Hasta el presente se han desarrollado tres Cumbres entre la Unión 
        Europea y los países de América Latina y el Caribe. Ellas 
        tuvieron lugar en Río de Janeiro (1999), Madrid (2002) y Guadalajara 
        (2004). 
 En estas Cumbres participan los jefes de Estado y de Gobierno de los países 
        de América Latina y del Caribe, los de la Unión Europea 
        y el Presidente de la Comisión Europea.
 
 El sistema de Cumbres bi-regionales ha sido impulsado por la UE. Constituye 
        la instancia de alto nivel político a fin de desarrollar la idea 
        de una asociación estratégica entre los países de 
        ALC y la UE. Tal idea tiene uno de sus pilares centrales en el desarrollo 
        de un marco que permita profundizar, con sentido político, las 
        relaciones económicas bi-regionales.
 
 A partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999, las dos regiones 
        canalizan el impulso político a la idea de una asociación 
        estratégica bi-regional en el marco amplio de estos encuentros 
        periódicos de alto nivel político, del cual surgen -o al 
        menos, deberían surgir- definiciones estratégicas y, eventualmente, 
        hojas de ruta para el desarrollo que aspira a incidir en la intensificación 
        de las relaciones económicas y de las acciones de cooperación 
        económica, especialmente originadas -estas últimas- en la 
        UE y en sus países miembros.
 
 Puede discutirse la eficacia de este sistema de Cumbres. Las críticas 
        que se observan, se basan en la percepción de una tendencia a la 
        diplomacia mediática o de efectos especiales -esto es, una necesidad 
        significativa de producir noticias de algún impacto inmediato y 
        no necesariamente, compromisos políticos que por su contenido jurídico 
        sean exigibles- y, en particular, en la alta variedad de situaciones reflejadas 
        en cada Cumbre, resultante en particular, de la heterogeneidad y fuertes 
        diversidades entre el peso relativo de los protagonistas, y en el grado 
        de organización interna de cada región.
 
 Concretamente, el espacio europeo está organizado en torno a la 
        UE, que en el plano de las relaciones comerciales habla con una sola voz 
        y que en relación a otros pilares de la relación interregional, 
        como por ejemplo, en el político y en el de la seguridad, presenta 
        un cuadro de creciente aunque a veces difícil coordinación.
 
 A su vez, el espacio latinoamericano, no cuenta con un mínimo de 
        organización que le permita expresarse con una sola voz o con un 
        razonable grado de coordinación, ni menos aún, con una estrategia 
        conjunta. El espacio latinoamericano es, en tal sentido, un conglomerado 
        de marcada heterogeneidad, casi un mosaico de evidentes diversidades, 
        cuando no de contradicciones. No constituye por cierto como tal, un interlocutor 
        válido en el plano de las negociaciones comerciales.
 
 Lo concreto es que el sistema de Cumbres bi-regionales periódicas 
        es, por ahora el principal marco -sino el único-, para el desarrollo 
        de una dimensión institucional que permita impulsar las relaciones 
        económicas recíprocas y concretar la aparente voluntad política 
        de ambas regiones de trabajar juntas.
 
 Pero es un marco que también enfrenta en desafíos en cuanto 
        a su relevancia, a su eficacia y a su credibilidad.
 
 En el plano de la relevancia, se observa precisamente el impacto de importantes 
        factores que están introduciendo, como ya se ha señalado, 
        significativos cambios tanto en el mapa de la competencia económica 
        global, como en el de las negociaciones comerciales internacionales. Es 
        un hecho, que ambas regiones comparten ahora la prioridad de sus relaciones 
        recíprocas con otros focos de atención, especialmente en 
        sus propios entornos contiguos, y en el Asia.
 
 En el plano de la eficacia, los resultados obtenidos a partir de la Cumbre 
        de Río de Janeiro, distan de ser impactantes, al menos hasta el 
        presente. El fracaso en el cumplimiento de la meta de octubre 2004 en 
        las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, es una 
        de las evidencias al respecto. Lo más significativo del período 
        de los últimos cinco años, fue el acuerdo de libre comercio 
        con Chile.
 
 Y en el plano de la credibilidad, quizás por el surgimiento de 
        otras prioridades y por los magros resultados alcanzados hasta el presente, 
        no se observan muchos indicios de que ciudadanos, inversores y terceros 
        países, estimen como posible el que la idea de la asociación 
        estratégica bi-regional se pueda traducir en hechos significativos, 
        al menos en un horizonte razonable. Incluso, por momentos también 
        parecería observarse una cierta fatiga en relación al tema.
 
 Sin embargo, lo razonable es continuar trabajando con la hipótesis 
        que ambas regiones seguirán empujando la idea de la asociación 
        estratégica. En parte por inercia. Pero en mucho, porque hay realidades 
        políticas y económicas, así como concretos intereses 
        que la impulsan -además de razones de tipo histórico y cultural, 
        sobre las cuales mucho se ha escrito-. Por más que se produzcan 
        alteraciones o desplazamientos -a veces circunstanciales- en las prioridades 
        relativas, lo cierto es que tales realidades e intereses seguirán 
        justificando la idea de construir una asociación estratégica 
        bi-regional. Incluso podrían tornarla más necesaria.
 
 ¿Es que la construcción de asociación estratégica 
        bi-regional, especialmente en su pilar económico, está entrando 
        en una nueva etapa? Todo parecería indicar que sí. El punto 
        de inflexión habría sido el no haber podido concluir, en 
        el plazo originalmente previsto, las negociaciones entre la UE y el Mercosur.
 
 Será una nueva etapa, en la que parece recomendable comenzar con 
        un serio esfuerzo de reflexión sobre los nuevos desafíos 
        que se encaran y sobre lo que indica la experiencia acumulada en estos 
        últimos años, especialmente en cuánto a los métodos 
        a emplear en la construcción del espacio económico bi-regional. 
        Ello es así, sobre todo si se procura obtener en plazos razonables, 
        las ganancias de relevancia, de eficacia y de credibilidad, que han escaseado 
        hasta el presente.
 
 Cabe tener en cuenta que el mapa de las relaciones económicas institucionalizadas 
        entre la UE y ALC, ofrece un cuadro de marcada heterogeneidad. Refleja 
        probablemente la diversidad de situaciones que, como antes mencionáramos, 
        caracteriza a la región latinoamericana.
 
 Resulta difícil distinguir un hilo conductor en la estrategia seguida 
        por ambas regiones en la construcción del espacio trans-atlántico. 
        Del lado europeo, no existe ningún documento orientador de un alcance 
        similar al trazado, por ejemplo, para la región del Sudeste Asiático. 
        Menos aún, por cierto, del lado latinoamericano.
 
 De la lectura de las Declaraciones producidas por las tres Cumbres realizadas, 
        tampoco surge con claridad el hilo conductor de una estrategia birregional, 
        ni menos aún, una hoja de ruta que indique con cierta precisión 
        cómo se alcanzarán los objetivos muy genéricos definidos.
 
 Son textos -a veces demasiado largos, como por ejemplo, el de Guadalajara 
        que contiene 104 puntos- que tienden a presentar una recopilación 
        casi enciclopédica de cuestiones muy significativas, pero enhebradas 
        en un formato de diplomacia multilateral clásica, en el que se 
        expresan principios, conceptos e intenciones, por cierto que relevantes, 
        pero sin demasiado énfasis en precisar las consecuencias operativas, 
        al menos presentadas en una forma que ellas sean fácilmente perceptibles.
 
 Podrían considerarse como una excepción en tal sentido, 
        a los resultados de la Cumbre de Río de Janeiro. Las diferencias 
        notorias en el formato de presentación de las conclusiones de las 
        Cumbres, podrían reflejar la ausencia de una especie de Secretaría 
        Permanente bi-regional del sistema. Al no existir, parecería que 
        tal formato dependería mucho del país en el cual se celebra 
        la Cumbre.
 
 Al respecto, un ejemplo, lo constituye el párrafo primero de la 
        Declaración de la Cumbre de Guadalajara, cuando señala solemnemente 
        que los protagonistas reiteran su compromiso "con una asociación 
        estratégica bi-regional". ¿Qué alcance efectivo 
        tiene ese compromiso, aparentemente de fuerte valor político, al 
        ser visto con los ojos de la opinión pública de las respectivas 
        regiones, o de los empresarios e inversores, o de terceros países?
 
 Si se colocan tales pronunciamientos de alto nivel político, por 
        ejemplo, en la perspectiva de la gestión de inteligencia competitiva 
        por parte de empresas que tienen que trazar sus estrategias con respecto 
        al espacio económico bi-regional, parecería que es poco 
        lo que ellas podrían encontrar en su contenido, que constituyan 
        señales orientadoras significativas para sus decisiones de inversión 
        productiva.
 
 Pueden identificarse, por lo menos tres situaciones diferenciadas en el 
        mapa actual de las relaciones económicas institucionalizadas entre 
        ambas regiones. Tales situaciones reflejan lo que podría denominarse 
        como un modelo mixto en la construcción del espacio bi-regional.
 
 En efecto, a diferencia de lo que se observa en la construcción 
        del espacio hemisférico americano - que por el momento se encuentra 
        como mínimo estancada -, la UE ha impulsado, al menos hasta el 
        presente, un modelo en el que por un lado existen acuerdos preferenciales 
        con países individuales y por el otro, acuerdos con sub-regiones 
        organizadas en torno a objetivos de integración profunda, que incluyen 
        la figura de la unión aduanera e, incluso, el objetivo de un mercado 
        común.
 
 Tal distinción esta reflejando un interés europeo en promover 
        la integración económica en América Latina. Pero 
        también refleja la voluntad política de los países 
        de esas sub-regiones en desarrollar procesos de integración profundos.
 
 Las tres situaciones diferenciadas son:
 
        la de los acuerdos de libre comercio, con contenido preferencial, 
          ya celebrados entre la UE y dos países de la región. En 
          los dos casos, se trata de acuerdos con compromisos exigibles que constituyen 
          un marco de referencia preciso para las empresas que tienen que adoptar 
          decisión de inversión productiva.
 El primero, fue el celebrado en 1997 con México, tras la conclusión 
          del acuerdo del NAFTA. El segundo, fue el celebrado en 2002 con Chile. 
          Al igual que el de México, es un acuerdo de libre comercio de 
          generación avanzada, con amplia cobertura, con cláusulas 
          evolutivas y un importante énfasis en la cooperación de 
          la UE con Chile. Su contenido constituye un valioso precedente para 
          otros acuerdos bi-regionales, a pesar de la especificidad de las relaciones 
          económicas entre Chile y la UE, especialmente en relación 
          a la cuestión agrícola.
 
 
la de los acuerdos celebrados o en negociación con la región 
          del Caribe inglés. Son países que -en su mayoría- 
          integran la CARICOM. Las negociaciones de un Acuerdo de Asociación 
          Económica, se desarrollan en este caso, en el marco del Acuerdo 
          de Cotonu. Reflejan entonces una situación especial y diferenciada 
          de la de los siguientes tres casos. 
 
la de los acuerdos en proceso de pre-negociación y de negociación, 
          con los tres esquemas formales de integración que se desarrollan 
          en América Latina. Al respecto, pueden diferenciarse dos situaciones. 
          Una es el caso de la Comunidad Andina de Naciones y la región 
          Centroamericana. La otra es la del Mercosur.  En los dos primeros casos, la UE ha establecido condiciones a fin de 
        encarar una negociación de un eventual acuerdo de libre comercio. 
        La primera es que se puedan verificar progresos significativos en el desarrollo 
        del respectivo acuerdo de integración. La segunda es que se hayan 
        concluido las actuales negociaciones de la Rueda Doha en la OMC. 
 En el caso particular del Mercosur, las negociaciones formales de un acuerdo 
        de libre comercio se iniciaron en 1999. Debían concluir antes de 
        fin de 2005. Se sabe que tal objetivo no fue posible de alcanzar.
 
 Lo cierto es que el aprendizaje acumulado en los últimos años 
        -al menos a partir de la primera Cumbre de Río de Janeiro- permite 
        identificar algunas cuestiones relevantes para la futura acción 
        bi-regional.
 
 Por su importancia económica relativa, tales cuestiones surgen 
        del análisis de la experiencia acumulada en las negociaciones bi-regionales, 
        especialmente, entre el Mercosur y la UE.
 
 Lo razonable es, por cierto, que en la Cumbre de Viena se pueda esperar 
        un impulso político que permita avanzar en la construcción 
        de la asociación estratégica entre la UE y ALC y, en lo 
        que ha sido el tema principal que es su pilar económico - esto 
        es, tanto el plano del libre comercio como el de la cooperación 
        económica a fin de tornarlo viable -.
 
 Los objetivos definidos para tal asociación estratégica 
        son aún válidos y la relevancia potencial sigue siendo significativa 
        para ambas partes.
 
 Con su logro, los países de América Latina, ganarían 
        al diversificar sus espacios de inserción económica internacional 
        y al contar con relaciones institucionalizadas con un socio con poder 
        económico, gran mercado, y fuente de inversiones, de tecnologías 
        y de cooperación internacional.
 
 A su vez la UE, ganaría a través de la contribución 
        que tal asociación puede significar al objetivo de fortalecer un 
        sistema internacional multilateral y multipolar, y al efecto positivo 
        que podría tener sobre sus cuantiosas inversiones ya existentes 
        -o las futuras- y sobre el comercio recíproco, una América 
        Latina en la que la democracia, la estabilidad política, la cohesión 
        social, la transformación productiva y la integración económica, 
        ganen espacios crecientes e irreversibles.
 Un caso pendiente y relevante: las negociaciones entre la UE y el 
        Mercosur Casi diez años después de firmado el Acuerdo marco de Madrid 
        (1995) entre la Unión Europea y el Mercosur, es posible plantear 
        algunas preguntas en torno a la experiencia acumulada en el camino ya 
        recorrido, a fin de llegar al ambicioso objetivo de concretar una asociación 
        estratégica bi-regional con contenido político y económico 
        relevante. 
 Cabe tener presente que ambas regiones han reconocido desde el comienzo 
        el valor político y estratégico -y no exclusivamente económico 
        y comercial- de la asociación bi-regional, así como lo difícil 
        que resultaría lograr que las negociaciones culminaran con éxito 
        en los plazos establecidos.
 
 Las negociaciones han sido efectivamente largas, complejas y, sobre todo, 
        arrítmicas. Por momentos han entrado en prolongadas mesetas sin 
        acciones relevantes. Hasta la etapa final han predominado dificultades 
        e incertidumbres.
 
 A veces se ha generado la sensación, quizás incorrecta, 
        que ninguna de las partes podía reconocer que no estaba en condiciones 
        de llegar a un acuerdo, al menos concediendo lo mínimo que la otra 
        parte podía considerar como aceptable.
 
 Incluso, el seguimiento de las negociaciones por los medios de comunicación 
        -muchas veces la única fuente accesible para quienes no fueran 
        negociadores- dejaba la impresión -quizás también 
        incorrecta- de que la principal preocupación de cada parte era 
        hacer recaer sobre la otra la responsabilidad de un eventual fracaso. 
        Y en última instancia, ambas partes parecían coincidir, 
        por distintos motivos, en evitar que se instalare la idea de que el no 
        cumplimiento del plazo proclamado pudiera ser visualizado como un fracaso.
 
 Las principales dificultades enfrentadas en estas negociaciones han tenido 
        que ver, entre otros factores con:
 
        el grado de ambición en los objetivos perseguidos -un acuerdo 
          de asociación estratégica, asentado sobre tres pilares, 
          uno político, el otro de cooperación económica 
          y el tercero, de libre comercio entre dos uniones aduaneras con distintos 
          grado de avances reales en su evolución-; 
 
las pronunciadas asimetrías entre ambas partes -definidas en 
          términos de dimensión económica de los respectivos 
          espacios regionales y de grado de desarrollo relativo de sus miembros- 
          no siempre reconocidas en las posiciones negociadoras de la UE, al menos 
          tal como ellas son percibidas por el Mercosur;
 
las también fuertes diferencias en el valor relativo y el grado 
          de prescindibilidad, de cada región con respecto a la otra, en 
          particular en términos de seguridad, de comercio, de inversiones 
          y de progreso técnico; 
 
las diferencias institucionales -existencia, en un caso, de un órgano 
          común que negocia en nombre del bloque económico bajo 
          un mandato establecido por los países miembros y, en el otro, 
          la coordinación rotativa de las negociaciones a cargo de un país 
          miembro en ejercicio de la presidencia semestral y sin intervención 
          de un órgano técnico que asegure la continuidad y que 
          exprese la visión de conjunto de los socios-, y 
 
la simultaneidad de las negociaciones con las desarrolladas -sobre 
          agendas similares- en el ámbito de la OMC y en el del ALCA, esto 
          es con los Estados Unidos, país con especial gravitación 
          política y económica tanto en el Mercosur como en la UE. Los siguientes son interrogantes que se pueden plantear en torno al estado 
        de avance de esas negociaciones que, por los flujos de comercio y las 
        inversiones involucradas, constituyen el eje principal de la construcción 
        de la asociación estratégica entre la UE y ALC:
 
        ¿fue el fracaso de octubre 2004 -fecha que fuera la prevista 
          para concluir el acuerdo bi-regional- la manifestación de una 
          oportunidad innecesariamente perdida? Es una pregunta válida, 
          si se tiene en cuenta que los negociadores no pudieron encontrar una 
          fórmula creativa que permitiera crear la asociación bi-regional. 
          Eventualmente, se podría haber, por ejemplo, desdoblado los resultados 
          de las negociaciones en dos etapas, incluyendo en la primera el establecimiento 
          formal de la asociación bi-regional con un stock preferencial 
          equilibrado pero limitado, y con compromisos concretos en relación 
          a los pilares político y de cooperación. Una segunda etapa 
          de la negociación podría haberse completado una vez concluida 
          la Rueda Doha. La figura de la etapa de transición -incluyendo 
          cláusulas evolutivas y el cumplimiento de condiciones para su 
          aplicación- a fin de completar gradualmente la liberación 
          de lo sustancial del intercambio, prevista en el artículo XXIV 
          del GATT-1994, hubiera quizás facilitado una aproximación 
          de estas características;
 
¿han sido los métodos de negociación empleados 
          los más adecuados para las características específicas 
          de ambas regiones? La discontinuidad de los negociadores por el lado 
          del Mercosur -como consecuencia de la rotación semestral del 
          ejercicio de la Presidencia Pro-Tempore y de la ausencia de un secretariado 
          común habilitado para participar en las negociaciones- y la separación 
          en compartimentos estancos del abordaje de los tres pilares de la negociación 
          -esto es, el político, la cooperación y el libre comercio-, 
          puede haber contribuido a la insuficiencia de impulso político 
          y de sistemática en el esfuerzo negociador;
 
¿ha existido por parte de la Unión Europea la suficiente 
          voluntad de compensar con progresos significativos en el plano del acceso 
          a los mercados de productos agro-industriales, las notorias dificultades 
          para avanzar en el plano de los subsidios a las exportaciones agrícolas 
          y a la producción, cuestiones dependientes de lo que se negocie 
          en la Rueda Doha? y, ¿fue el enfoque predominante del lado europeo 
          funcional a la idea de una asociación bi-regional que contribuyera 
          a la integración y al desarrollo de los países del Mercosur?, 
          y
 
¿es que existen suficientes incentivos políticos y económicos 
          por ambos lados, para concluir un acuerdo ambicioso como el propuesto, 
          teniendo en cuenta el balance de costos internos que su conclusión 
          involucraría? Las respuestas a estas preguntas y a otras que puedan surgir del necesario 
        debate público sobre la experiencia acumulada por las dos regiones 
        en estos últimos años -tras decenas de reuniones, incluyendo 
        las del más alto nivel político, con cientos de horas de 
        negociaciones y fuertes expectativas generadas-, permitirán enriquecer 
        una nueva etapa de las relaciones entre la UE y el Mercosur, la que debería 
        ser impulsada en la Cumbre de Viena, en el caso muy probable que para 
        la fecha de su realización, no se hubiera podido concluir el proyectado 
        acuerdo de asociación estratégica bi-regional, incluyendo 
        su componente de libre comercio. Recomendaciones para el camino que conduce a Viena A la luz de la experiencia acumulada en las Cumbres anteriores (Río 
        de Janeiro, Madrid y Guadalajara), parece posible efectuar las siguientes 
        recomendaciones para la etapa preparatoria de la próxima Cumbre 
        en Viena: 
        una correcta apreciación por parte de cada país o grupo 
          de países participantes, de lo que les conviene obtener de Viena, 
          en la perspectiva de sus respectivos intereses nacionales o sub-regionales, 
          y de sus proyecciones multi-espaciales en la competencia económica 
          global;
 
facilitar la preparación de la Cumbre con un portal interactivo 
          y especializado, que permita un efectivo seguimiento de los trabajos 
          preparatorios por parte de la sociedad civil y sus sectores representativos, 
          así como la canalización de propuestas, a fin de lograr 
          una Cumbre "llena de ciudadanía", tal como lo ha reclamado 
          el Presidente Tabaré Vazquez para el propio Mercosur;
 
intensificar los debates previos a la realización de la Cumbre 
          con fuerte participación de parlamentarios y empresarios, así 
          como de los medios académicos y de instituciones representativas 
          de la sociedad civil, y
 
desarrollar una campaña de información y explicación 
          a la opinión pública sobre el sentido de la Cumbre, sus 
          objetivos y las expectativas razonables sobre sus posibles resultados. En nuestra opinión, el éxito de la Cumbre de Viena estará 
        directamente relacionado con su capacidad para producir resultados que 
        penetren en la realidad, aún cuando lleve tiempo el que ello ocurra 
        en forma plena.
 Para ello parece recomendable:
 
        evitar la tentación de una Cumbre de "efectos especiales" 
          o de "diplomacia mediática" -muy frecuente en este 
          tipo de encuentros de alto nivel y que ha contribuido a la erosión 
          de su credibilidad en la opinión pública de los países 
          participantes y, asimismo, en la percepción de los otros países-;
 
aportar un espacio para un diálogo profundo y sincero, que 
          permita lograr progresos en el ámbito bi-regional y los relacione 
          con los de otros foros multilaterales y, en particular, con los de la 
          OMC;
 
restablecer una visión política realista, que permita 
          una construcción gradual de la asociación estratégica 
          bi-regional en todas sus dimensiones;
 
impulsar las negociaciones preferenciales aún pendientes y 
          su interconexión, abordando simultáneamente los tres pilares 
          de cada una de ellas, y
 
trazar una "hoja de ruta" creíble -con metas y cronogramas 
          flexibles- con el acento puesto en los efectos "inversión 
          productiva", "competitividad sistémica" y "desarrollo 
          solidario" de la asociación estratégica bi-regional. Algunas conclusiones
 Las siguientes son algunas conclusiones que surgen del análisis 
        efectuado:
 
        se observa un contexto internacional complejo y muy dinámico, 
          que por los desafíos que plantea, debería constituir un 
          estímulo político para procurar avances en la relación 
          estratégica entre la UE y América Latina, lográndose 
          así un relativo éxito en la Cumbre de Viena;
 
ante el cuadro de situación dominante en el escenario internacional, 
          serían altos los costos políticos de una visión 
          derrotista o del predominio de la inercia en la preparación y 
          desarrollo de la Cumbre de Viena;
 
una Cumbre de Viena razonablemente exitosa puede ser viable si es 
          que es debidamente preparada por sus múltiples protagonistas, 
          lo que dependerá en gran medida de una correcta definición 
          de los objetivos a alcanzar y de una fuerte participación de 
          sectores políticos, empresarios y de la sociedad civil, y
 
el tiempo disponible es escaso, pero puede ser suficiente si es que 
          se traza por ambas regiones, un camino crítico orientado al éxito 
          de la Cumbre. |