| 1. A modo de introducción: alcance del análisis y perspectiva 
        privilegiada.  El análisis estará centrado en apreciar los avances logrados 
        por el Mercosur tras quince años de su creación formal. 
        A tal efecto, un énfasis especial será puesto en recordar 
        antecedentes de las etapas previas a la creación del Mercosur y 
        en precisar los alcances de lo comprometido en los momentos fundacionales. 
       Los avances logrados serán examinados en relación al cumplimiento 
        del principal objetivo del Mercosur. Él tiene un carácter 
        instrumental en función de relevantes objetivos estratégicos 
        de alcance político y contenido económico de cada uno de 
        las naciones soberanas. Ellas decidieron voluntariamente asociarse por 
        entender que era de su conveniencia. Y a pesar que hayan asumido un compromiso 
        permanente, la realidad histórica demuestra que se mantendrán 
        asociadas en tanto que perciban que ello es lo que más conviene 
        a sus respectivos intereses nacionales. Esto es, que los balances de costos 
        y beneficios sea más favorable permaneciendo dentro del club que 
        han formado que saliendo de él. El objetivo central del Mercosur - que fuera oportunamente aprobado por 
        los respectivos Congresos -, es el de establecer un mercado común 
        entre sus países miembros a través del desarrollo de una 
        unión aduanera. Ésta, según su definición 
        en el artículo XXIV, 8 a) i) del GATT-1994, incluye los elementos 
        propios de una zona de libre comercio, esto es, la liberación de 
        lo sustancial del comercio recíproco o, al menos, del de los productos 
        originarios en los territorios constitutivos de la unión. Cabe 
        tener en cuenta, que esta definición es la única que puede 
        condicionar el principio de libertad de organización que caracteriza 
        el proceso de asociación permanente con fines comunes entre un 
        grupo de naciones soberanas. Por más relevantes que sean las elaboraciones 
        teóricas en materia de integración económica y de 
        comercio internacional, la experiencia histórica indica que por 
        lo general ellas no inciden en forma significativa en las negociaciones 
        de este tipo de acuerdos. A los efectos de este análisis visualizamos al Mercosur, a la 
        vez, como una idea estratégica de largo plazo - que quizás 
        sea percibida con perspectivas e intensidades diferentes en cada uno de 
        los países miembros e incluso, dentro de ellos en sus distintos 
        sectores políticos y sociales - y como un proceso de integración 
        económica - entendido éste, como un conjunto de compromisos, 
        acciones y reglas de juego, voluntariamente asumidos por naciones soberanas, 
        orientados a ampliar en forma estable y permanente, los respectivos mercados 
        internos en un espacio económico común a los países 
        participantes -. La pregunta central que intentaremos responder - o al menos brindar elementos 
        que puedan facilitar su respuesta - será la siguiente: ¿cuánto 
        han avanzado los países del Mercosur, a partir de la firma del 
        Tratado de Asunción, en marzo de 1991, en el logro efectivo de 
        los distintos elementos que implica el objetivo definido de un mercado 
        común, comenzando por el desarrollo de una unión aduanera? A tales efectos, examinaremos los compromisos formalmente asumidos por 
        los cuatro socios a fin de precisar cómo entendieron tal objetivo 
        y sus principales elementos. También veremos cómo estos 
        últimos fueron evolucionando a través del tiempo. Para ello, 
        siempre tomaremos como puntos de referencia los compromisos formalmente 
        asumidos y, eventualmente, las prácticas consentidas con respecto 
        a cómo aplicarlos y desarrollarlos.  Como conclusión del análisis, efectuaremos algunas observaciones 
        sobre las cuestiones que requerirían mayor atención en el 
        caso que, efectivamente, se persista hacia el futuro en procurar el logro 
        pleno del objetivo de un mercado común. En esta oportunidad sin embargo, no examinaremos las motivaciones e incentivos 
        políticos y económicos, tanto internos como internacionales, 
        que puedan haber inducido a los principales actores en cada uno de los 
        países socios a contribuir, sea de una manera u otra, a la construcción 
        del consenso en torno a los compromisos formalmente asumidos. Simplemente 
        asumimos que ellos existieron - ya que de lo contrario los compromisos 
        no habrían sido asumidos -, y que muy posiblemente fueron diferentes 
        en cada país y en los distintos momentos que caracterizaron luego 
        el desarrollo posterior del proceso de integración. En tal sentido, 
        siempre hemos entendido que un proceso de integración como el del 
        Mercosur, no deriva de hipotéticas racionalidades nacionales, pero 
        sí de muy concretos intereses nacionales tal como ellos son interpretados 
        en un momento histórico determinado por los respectivos protagonistas. Tampoco examinaremos tres cuestiones que, sin perjuicio de otras, son 
        esenciales para una apreciación más completa de los resultados 
        del Mercosur en estos primeros quince años de su existencia.  Por un lado, está la relacionada con sus efectos políticos 
        en el desarrollo de la democracia en cada uno de los socios, así 
        como en el patrón de relaciones entre los países miembros 
        y en su irradiación al plano regional - en especial el sudamericano 
        - y al global - en el ámbito de sus negociaciones comerciales internacionales 
        con terceros países y bloques económicos, y en la Organización 
        Mundial del Comercio (OMC) -.  Entre otras, algunas preguntas relevantes que surgen al respecto, pueden 
        ser formuladas en estos términos: 
        ¿ha sido realmente el Mercosur un factor que ha contribuido 
          a la estabilidad política y a la consolidación de la democracia 
          en sus países miembros?
 
¿debido a su existencia, puede ser considerado el conjunto 
          de países que lo integra - junto con Chile - como un "núcleo 
          duro" de la estabilidad política y de la democracia en Sudamérica?
 
¿ha sido un factor gravitante en el hecho que, hasta el presente, 
          los países miembros junto con sus asociados, han logrado desarrollar 
          una zona de paz en el Sur de las Américas, donde la lógica 
          de la integración ha tenido una tendencia a predominar sobre 
          la de la fragmentación?, y 
 
¿ha tenido efectos positivos en la capacidad de sus países 
          miembros, actuando en conjunto, de desarrollar negociaciones comerciales 
          internacionales convenientes a sus respectivos intereses nacionales? Por el otro lado, está la cuestión relacionada con los 
        efectos económicos del Mercosur en los procesos de transformación 
        productiva y de inserción competitiva en la economía global 
        de cada país miembro, así como con la distribución 
        de tales efectos entre los cuatro socios. En relación a tal cuestión, alguna de las preguntas más 
        relevantes pueden ser las siguientes: 
        ¿cuáles han sido los efectos del Mercosur sobre las 
          decisiones empresarias de inversión productiva, de incorporación 
          de progreso técnico y de generación de empleo en cada 
          uno de sus países miembros?
 
¿puede considerarse que el mercado ampliado ha tenido un efecto 
          significativo y positivo en las estrategias de inserción competitiva 
          en la economía global de empresas de los países miembros?
 
¿ha tenido un impacto significativo en el desarrollo de redes 
          de producción y de comercio entre los países miembros?
 
¿en qué forma se han distribuido los efectos económicos 
          del Mercosur entre los distintos socios, especialmente teniendo en cuenta 
          que existen entre ellos, pronunciadas asimetrías de dimensión 
          económica e incluso de grados de desarrollo relativo?, y
 
¿es, en tal sentido, el Mercosur un proceso percibido como 
          generando ganancias mutuas entre los cuatro socios? Y, en tercer lugar, está la cuestión de sus efectos sobre 
        la gente en cada uno de sus países miembros. En este caso, algunas de las preguntas a formular pueden ser: 
        ¿identifican las mujeres y hombres de cada uno de los países 
          miembros algún tipo de impacto - positivo o negativo - en sus 
          respectivos roles sociales, como ciudadanos, trabajadores, consumidores, 
          empresarios, profesionales, educadores o estudiantes, artistas o intelectuales 
          - entre otros -, del hecho que los cuatro países se hayan asociado 
          en forma voluntaria y permanente en lo que se denomina Mercosur - entendido 
          éste a la vez, como el nombre de una idea estratégica 
          y de un proceso formal de integración multidimensional?
 
¿perciben ellas y ellos, los avances en el cumplimiento del 
          objetivo de establecimiento de un mercado común, comenzando por 
          el desarrollo de una unión aduanera y de sus eventuales efectos 
          políticos y económicos, como incidiendo en alguna forma 
          en sus expectativas de mejorar sus niveles de bienestar y de tener un 
          horizonte de un posible futuro mejor?, y
 
¿valoran al Mercosur como un elemento de identidad compartida 
          con sus vecinos ante sus respectivas percepciones sobre el impacto del 
          fenómeno de la globalización? ¿Cuál es la perspectiva de análisis que privilegiaremos 
        en esta ocasión? Considerando las distintas perspectivas posibles 
        en las que podríamos colocar nuestro análisis sobre el grado 
        de cumplimiento de los antes mencionados objetivos instrumentales del 
        Mercosur, hemos optado por dos que deseamos explicitar de entrada. Ellas son: 
        La de aquel empresario - grandes o chico, nacional o transnacional 
          -, que en función de decisiones de inversión productiva 
          y de incorporación de progreso técnico, necesita apreciar 
          si efectivamente los compromisos asumidos en el marco del Mercosur y 
          de sus reglas de juego, le garantizan el acceso irrestricto al mercado 
          de los demás socios para los bienes producidos en uno de ellos 
          y eventualmente, para los servicios que puede prestar a partir de uno 
          de ellos o dentro de cada uno de ellos. Ello implica saber si aquel 
          empresario percibe como algo relativamente creíble, que tal acceso 
          no pueda ser arbitrariamente interrumpido o distorsionado, por actos 
          o comportamientos unilaterales producidos por un país miembro 
          actuando al margen de lo pactado - sin que ello pueda dar lugar al recurso 
          a alguna instancia jurisdiccional, judicial o arbitral, que sea eficaz 
          -;
 
La de aquel tercer país o bloque económico - y en especial, 
          sus empresarios - que debe apreciar las ventajas y desventajas de una 
          eventual negociación comercial con el Mercosur - cualquiera que 
          sea su formato - en el marco de las reglas de la OMC, en la que como 
          contrapartida de las ventajas que otorgue pueda obtener el acceso efectivo 
          y previsible a un espacio económico común, resultante 
          de la unión aduanera y luego, del mercado común prometido 
          por los cuatro socios. En ambos casos, se intentará apreciar el avance en el cumplimiento 
        del objetivo de establecer un mercado común, comenzando por el 
        establecimiento de una unión aduanera que incluya el libre comercio 
        entre los socios para bienes y servicios. Ello implicará además 
        apreciar la efectividad - grado de penetración en la realidad -, 
        la eficacia - resultados obtenidos - y la legitimidad social - sustento 
        popular - del proyecto común.  Quizás, dada cierta tradición latinoamericana en materia 
        de compromisos de integración económica - que podríamos 
        denominar de "integración-ficción" - se tratará 
        de apreciar, además, cuánto hay de solidez y de sustentabilidad 
        en tales compromisos y cuánto hay, por el contrario, de lo que 
        puede denominarse políticas o diplomacias mediáticas o de 
        efectos especiales.  Debe tenerse en cuenta, al respecto, que normalmente quien efectúa 
        la apreciación en alguna de las dos perspectivas antes mencionadas 
        - o en ambas -, ha desarrollado un ojo clínico para distinguir 
        lo que podría ser un Mercosur real de uno de "utilería". 
        Es decir, lo que hay de realidad y de ficción en lo anunciado por 
        los gobiernos, por más solemne y formal que ese anuncio fuera. Tal ojo clínico le permitirá concluir a quien efectúa 
        la apreciación, sobre si puede efectivamente considerar que el 
        Mercosur refleja un espacio económico común, en el que se 
        puede aspirar a operar como si ya fuera o realmente pueda ser en un plazo 
        razonable, el equivalente a un mercado interno. 2. La experiencia previa al Mercosur y su incidencia en la definición 
        de sus grandes objetivos. En la realidad, la trayectoria del Mercosur real no comenzó con 
        su creación formal. En los hechos, su punto de partida precede, 
        incluso en muchos años, el proceso iniciado en Asunción. 
       En efecto, la creación del Mercosur [1] a través de la 
        firma del Tratado de Asunción en marzo de 1991, se asienta sobre 
        un activo de experiencias y realidades, de compromisos jurídicos 
        y de preferencias comerciales que se remontan, incluso, al período 
        anterior a la creación de la Asociación Latinoamericana 
        de Libre Comercio (ALALC) [2]. Tener claro este aspecto resulta fundamental 
        a la hora de apreciar los resultados obtenidos desde su momento fundacional. Es aquél un período caracterizado por una fuerte concentración 
        del comercio intra-regional en muy pocos productos entre los países 
        del Sur de las Américas; en el que se enhebra un incipiente tejido 
        de acuerdos bilaterales preferenciales, y en el que se avanzan, incluso, 
        ideas y proyectos vinculados con una eventual unión aduanera regional 
        [3]. Pero es con la firma en 1960 de lo que sería el primer Tratado 
        de Montevideo, que se inicia el camino que aún recorre la región 
        en materia de compromisos de integración comercial. Su objetivo 
        formal, cabe recordar, era la creación de una zona de libre comercio 
        en un plazo de doce años. Pero su objetivo real era, fundamentalmente, 
        rescatar la incipiente red de acuerdos bilaterales existentes a través 
        de su multilateralización en una zona de preferencias comerciales 
        que, en un principio, debía abarcar sólo los países 
        de América del Sur - especialmente a los del Sur de ésta 
        región -, pero que luego - a su pedido - se extendió también 
        a México.  Es en la ALALC que aparece por primera vez en la región la figura 
        de "zona de libre comercio". Ella fue introducida en una etapa 
        avanzada de la negociación del Tratado de Montevideo, fundamentalmente 
        por la necesidad de ajustar las preferencias comerciales intra-regionales 
        a los requisitos del artículo XXIV del entonces GATT. Se llegó 
        a la conclusión que sólo podrían tener un alcance 
        multilateral regional, las preferencias que resultaran del establecimiento 
        de una zona de libre comercio que se ajustara a la definición del 
        GATT [4]. Encontramos allí ya presente un rasgo que caracterizará 
        por mucho tiempo al proceso de integración regional - ¿incluso 
        en estos días? - y que es el de la brecha entre los objetivos enunciados 
        formalmente, normalmente de largo plazo y los objetivos reales e inmediatos 
        de los países que asumen los respectivos compromisos. Es éste 
        un rasgo que torna difícil, el ejercicio de apreciar cuáles 
        son los verdaderos objetivos perseguidos, cuando dos o más países 
        de la región que concluyen un acuerdo comercial preferencial o 
        un acuerdo de integración económica, utilizan conceptos 
        tales como espacio económico común, mercado común, 
        unión aduanera o zona de libre comercio. El objetivo formal de la ALALC por cierto no pudo cumplirse. Primero 
        se postergó el plazo [5]. Luego se cambió el marco formal 
        e institucional, cuando con la firma del Tratado de Montevideo de 1980 
        se sustituyó a la ALALC por la Asociación Latinoamericana 
        de Integración (ALADI) [6]. El objetivo formal y de largo plazo 
        de esta última era la constitución del mercado común 
        latinoamericano. El objetivo real y más inmediato era, sin embargo, 
        dejar de lado la idea de la zona de libre comercio latinoamericana y, 
        en especial, el flexibilizar el proceso de apertura comercial preferencial 
        entre los países miembros. A tal efecto, se generó un marco 
        de habilitación de acuerdos de alcance parcial - esto es, en los 
        que no todos los países fueran parte - compatibles, a través 
        de procedimientos también muy poco exigentes, con la vigencia de 
        la cláusula de la nación más favorecida que, al igual 
        que en el caso de la ALALC, era un elemento central para evitar discriminaciones 
        comerciales arbitrarias entre los socios. Este marco de habilitación 
        sigue siendo hoy central para legitimar acuerdos preferenciales intra-latinoamericanos 
        -, incluso el propio Mercosur que se inserta en la ALADI a través 
        del ACE nº 18 - con el GATT-1994. Se puede observar entonces, que en la transformación de la ALALC 
        en la ALADI, se ponen de manifiesto otros dos rasgos que han caracterizado 
        a la integración regional por mucho tiempo y que se observan incluso 
        en el momento actual. Ellos son el de la fijación de metas formales 
        ambiciosas - incluso poco definidas, como fuera en el caso de la ALADI 
        la de un "mercado común latinoamericano"- y la de la 
        tendencia a la prórroga de los plazos estipulados en los compromisos 
        asumidos [7].  Junto con el rasgo mencionado más arriba, ellos están en 
        la génesis de un problema aún no resuelto en la integración 
        regional, que es muy notorio en el Mercosur, que es el de la brecha de 
        credibilidad que se genera, especialmente en quienes tienen que adoptar 
        decisiones de inversión productiva, con respecto al alcance real 
        de los compromisos asumidos por los gobiernos en términos de ampliación 
        de los respectivos mercados nacionales.  Por muchas razones - incluyendo la inestabilidad política y económica 
        de los países participantes y una cierta cultura de desvalorización 
        en los hechos - más fuerte en algunos de los socios que en otros 
        - de las reglas jurídicas como pautas de acción en el plano 
        del comercio regional -, se ha instalado la noción de procesos 
        de integración económica signados por la precariedad de 
        los compromisos asumidos.  Una resultante de ello, es la pérdida de eficacia de muchos de 
        los acuerdos que se concluyen - especialmente en términos de generación 
        de inversiones productivas - como consecuencia de su baja efectividad 
        y la consiguiente erosión de su legitimidad social y de su credibilidad 
        externa [8]. En gran medida, como reacción a lo que se percibía como 
        una inoperancia de los enfoques más amplios de integración 
        de alcance multilateral y regional, al promediar los años 80 los 
        entonces gobiernos de la Argentina y del Brasil - aprovechando el marco 
        institucional de la ALADI - inician la etapa de un proceso de integración 
        bilateral que constituye el precedente más inmediato del actual 
        Mercosur. Es un proceso de fuerte sentido político y estratégico, 
        visiblemente vinculado con el restablecimiento de la democracia en ambos 
        países y con la necesidad de revertir una cierta tendencia a la 
        confrontación que se había manifestado recurrentemente a 
        través de la historia. Es además multidimensional, ya que 
        el aspecto comercial es sólo uno de los que lo caracteriza. Esta etapa comienza con el Acta de Iguazú en 1985, seguida luego 
        por el Programa de Cooperación e Integración entre la Argentina 
        y el Brasil (PICAB) de 1986. Un aspecto interesante del PICAB, es el que 
        no fija objetivos formales de zona de libre comercio, unión aduanera 
        o mercado común. Sólo hace referencia a la noción 
        de "espacio económico común". Ella no es definida, 
        ni tampoco tiene precedentes conocidos en el ámbito de las reglas 
        de juego del entonces GATT. Pero sí se establecen, en cambio, "principios" 
        para la elaboración y ejecución del PICAB, y un mecanismo 
        simple para su administración y desarrollo. En el marco de este PICAB y en forma simultánea con él, 
        se firman 24 Protocolos, algunos de ellos relevantes para el comercio 
        y la integración productiva entre los dos países, como fueron 
        el de Bienes de Capital [9]; el del Trigo [10]; el de Complementación 
        de Abastecimiento Alimentario [11]; el de Expansión del Comercio 
        [12]; el Siderúrgico [13]; el de la Industria de la Alimentación 
        [14] y, sobre todo, el Automotriz [15]. Se firman otros protocolos, sobre 
        una variedad de temas y áreas de cooperación, que no contienen 
        preferencias comerciales, algunos de los cuáles tuvieron nula o 
        baja aplicación práctica [16]. Desde el punto de vista de las preferencias comerciales, las resultantes 
        del PICAB se insertan en el marco de habilitación brindado por 
        el Tratado de Montevideo de 1980. Incluso es en tal marco que las respectivas 
        preferencias quedan legitimadas en el ámbito del GATT, en virtud 
        de la denominada Cláusula de Habilitación negociada por 
        los países en desarrollo en ocasión de la Rueda Tokio que 
        concluyera en 1979 [17]. En 1988 se firma el Tratado de Cooperación e Integración 
        entre la Argentina y el Brasil. Fue ratificado en 1989. Está aún 
        vigente. El objetivo formal definido en este instrumento bilateral fue 
        integrar un "espacio económico común" [18]. A 
        tal fin, se previó alcanzar en diez años la completa remoción 
        de todos los obstáculos tarifarios y no tarifarios al comercio 
        de bienes y servicios entre los dos países, a través de 
        la negociación de protocolos adicionales al Acuerdo de Alcance 
        Parcial nº 1 celebrado en 1986 en el ámbito de la ALADI [19]. 
        Se previeron objetivos para una primera etapa y luego otros para una segunda 
        etapa. Se estableció un mecanismo de gobierno del Tratado que guarda, 
        en líneas generales, similitud con el que luego sería incorporado 
        al Tratado de Asunción.  El Tratado bilateral es sólo un marco que no incluye compromisos 
        jurídicos inmediatos exigibles en términos de aperturas 
        de los respectivos mercados. Puede ser considerado más bien como 
        el cierre simbólico de una etapa del proceso de integración. 
        Además no incluía, como sí lo haría luego 
        el Tratado de Asunción, a Paraguay y Uruguay. Sin embargo, desde 
        el punto de vista político señalizó la voluntad de 
        afirmar una orientación estratégica que luego sería 
        retomada en el Mercosur. Fue en tal sentido, un "building block" 
        más político y simbólico que efectivo en la construcción 
        del proceso de integración económica regional. Finalmente, en diciembre de 1990 - y en pleno proceso de negociación 
        de lo que luego sería el Tratado de Asunción - la Argentina 
        y el Brasil firman el Acuerdo de Complementación Económica 
        nº 14, que aún sigue vigente [20]. Reconoce como antecedentes 
        al Tratado bilateral de 1988 y al AAP nº 1 - al que sustituye -, 
        y se inserta explícitamente en el objetivo de establecer al 31 
        de diciembre de 1994 un Mercado Común, que había sido establecido 
        por los Presidentes de ambos países en el Acta de Buenos Aires, 
        de junio de ese año.  Resulta importante destacar los tres objetivos principales del ACE 14. 
        Ellos son: 
        Facilitar las condiciones necesarias para el establecimiento del Mercado 
          Común entre ambos países;
 
Promover la complementación económica, en especial la 
          industrial y tecnológica, con el fin de optimizar la utilización 
          y movilidad de los factores de la producción y de alcanzar escalas 
          operativas eficientes, y
 
Estimular las inversiones encaminadas a un intensivo aprovechamiento 
          de los mercados y de la capacidad competitiva de ambos países 
          en corrientes de intercambio regional y mundial. Puede considerarse que esos tres objetivos, estratégicos y de 
        largo plazo - económicos pero con un profundo sentido político 
        -, son lo que establecen un verdadero hilo conductor entre la etapa de 
        integración bilateral argentino-brasileña de los ochenta 
        y la etapa que se iniciaría en los noventa con la creación 
        del Mercosur. En tal perspectiva, los objetivos de zona de libre comercio 
        y de unión aduanera, que luego caracterizarían al Mercosur, 
        pueden ser considerados como de un carácter instrumental en relación 
        a estos objetivos económicos.   El programa de liberación del ACE 14 es idéntico, en sustancia, 
        al que se incluye luego en el Tratado de Asunción. La única 
        fuerte diferencia es que no se prevé, en cambio, un arancel externo 
        común [21].  Pero del texto del ACE 14 cabe destacar, por su actualidad en relación 
        a la cuestión de la adaptación competitiva [22], lo previsto 
        en su artículo 22. Por su relevancia como antecedente - ya que 
        como se señaló antes, el acuerdo sigue aún vigente 
        y es aplicado en sectores importantes de las relaciones económicas 
        entre la Argentina y el Brasil, como es el automotriz -, lo transcribiremos 
        textualmente:  
        "Ambos países buscarán promover el aprovechamiento 
          equilibrado y armónico de los beneficios del presente Acuerdo 
          y adoptarán, a tal fin, a través del Grupo Mercado Común 
          Argentina-Brasil, las medidas pertinentes para la corrección 
          de eventuales desequilibrios en el aprovechamiento de esos beneficios 
          y para la expansión del intercambio, con vistas a asegurar condiciones 
          equitativas de mercado, el máximo aprovechamiento de los factores 
          de producción, el incremento de la complementación económica, 
          el desarrollo equilibrado y armónico de los dos países 
          y la inserción competitiva de sus productos en el mercado internacional. 
          Asimismo, ambos países promoverán las condiciones de competencia 
          interna que aseguren una apropiada defensa del consumidor".  A su vez, un elemento central de esta cláusula encuentra su precedente 
        en el criterio de "expansión cualitativa, cuantitativa y equilibrada 
        del intercambio comercial" elaborado entre los dos países 
        en la etapa del PICAB. Incluso en el Anexo VI al Protocolo nº 4 [23], 
        se establece que "el equilibrio dinámico del intercambio bilateral 
        se define por el mantenimiento de los niveles del saldo de la balanza 
        comercial dentro del límite máximo del 8% del valor total 
        del intercambio". Y se prevén mecanismos correctivos en el 
        caso que se supere dicho límite.  En conclusión, la creación del Mercosur, que surge en 
        un momento de profundos cambios en la realidad política y económica 
        global [24], se asienta sobre un acervo de experiencias - muchas veces 
        frustrantes - y de compromisos políticos y jurídicos, que 
        no sólo explican muchas de sus raíces y de sus características 
        sino que, además, penetran la realidad actual, ya que muchos de 
        ellos tales como el Tratado bilateral de 1988 y el ACE nº 14 siguen 
        hoy vigentes.   3. El real alcance de las definiciones fundacionales: ¿un mercado 
        común en cuatro años? Los avances del período de 
        transición. La construcción de un mercado común fue el principal compromiso 
        asumido por los socios fundadores del Mercosur en el Tratado de Asunción 
        de 1991.  Incluso se fija un plazo y se establecen compromisos exigibles jurídicamente 
        en cuánto a los primeros pasos a dar en tal construcción. 
        Son los pasos que se prevén para lo que se denominó "período 
        de transición". A diferencia de lo que ocurriera en el antes mencionado Tratado bilateral 
        entre Argentina y Brasil de 1988, en el de Asunción sí se 
        define lo que debe entenderse por un mercado común. Esta definición 
        está incluida en el artículo 1º del Tratado. Ayuda 
        a entender el alcance del planteamiento estratégico y los elementos 
        que permitirían concretar tal mercado común. Además se fija una fecha en relación al objetivo procurado, 
        que es la del 31 de diciembre de 1994. Ella se ha prestado a algunos equívocos, 
        que incluso puede deberse a diferencias entre las versiones en español 
        y en portugués del Tratado. En efecto, la versión española 
        señala que en tal plazo el mercado común "deberá 
        estar conformado", en tanto que en la versión en portugués, 
        se señala que "deverá estar estabelecido". No 
        es sólo una diferencia semántica. Conformado no es sinónimo 
        de establecido. Significa darle forma a algo. Establecer evoca la idea 
        de algo ya constituido. Implicaría que los elementos incluidos 
        en la definición de la segunda parte del mencionado artículo 
        1º ya deberían estar instrumentados al finalizar el período 
        de transición. Establecido fue la expresión utilizada en 
        español en el Acta de Buenos Aires de junio de 1990. Conformado 
        en cambio está más en consonancia con lo que los negociadores 
        tenían claro a medida que avanzaban en la redacción del 
        Tratado. Y esto era que se trataba de iniciar un proceso - en cierta forma, 
        de "echar a bola a rodar" - definiendo el objetivo central y 
        los compromisos exigibles durante el período de transición. 
       La situación política y económica de los países 
        que se asociaban - incluso la memoria de otras experiencias del pasado 
        en materia de integración regional - permite explicar esta relativa 
        prudencia del momento fundacional. Nadie podía tener en claro cuál 
        sería la situación de los países miembros cuatro 
        años después. Un simple repaso de la prensa de aquellos 
        días ilustra sobre la volatilidad económica y política 
        predominante en algunos de los socios. De allí que se optó 
        por un tratado de impulso de un proceso y no de un tratado con un programa 
        concreto como lo fue, por ejemplo, el Tratado de Roma. Clarificar este punto es importante, ya que muchas veces se ha señalado 
        que el objetivo de completar el mercado común en cuatro años 
        no se pudo cumplir y que por ello debió ser modificado en ocasión 
        de la Cumbre de Ouro Preto. Incluso a veces se ha atribuido tal modificación 
        de los planes originales al denominado Protocolo de Ouro Preto. No entiendo 
        que sea una interpretación correcta. Por el contrario, lo acordado luego en ocasión de la Cumbre de 
        Las Leñas en 1992, contribuye a avalar la interpretación 
        aquí avanzada. En efecto, allí se aprobaron dos Decisiones. 
        Una bien conocida. La otra, muchas veces olvidada. La primera fue la del Cronograma de Las Leñas [25]. Allí 
        se fija el cronograma de medidas a adoptarse antes del 31 de diciembre 
        de 1994 "a efectos de asegurar el pleno cumplimiento de los objetivos 
        establecidos en el Tratado de Asunción para el período de 
        transición". Se originó en una iniciativa del Brasil 
        planteada en abril de 1992 a los negociadores argentinos por el entonces 
        negociador brasileño, el Embajador Rubens Barbosa. Era una hoja 
        de ruta muy completa sobre el cúmulo de tareas a realizar durante 
        el período de transición. Se estableció además, 
        la mecánica de seguimiento de las tareas pendientes, incluyendo 
        la posibilidad de modificar los plazos establecidos, los que ningún 
        caso podrían se extendidos más allá del 31 de diciembre 
        de 1994. La segunda fue sin embargo, la que reconoció que en tal período 
        difícilmente se tendría en pleno funcionamiento el mercado 
        común [26]. Se originó en la delegación argentina. 
        Cuando fue redactada y propuesta en una de las últimas sesiones 
        del Grupo Mercado Común previa a la reunión de los Ministros 
        y de los Presidentes, fue aceptada sin discusión. Es decir, que 
        reflejaba el consenso real entre los negociadores, en que la tarea de 
        completar el mercado común demandaría mucho más tiempo 
        que el del período de transición. Esa Decisión encomendó 
        al Grupo Mercado Común la elaboración y presentación 
        al Consejo del Mercosur durante el primer semestre de 1994, de "un 
        Cronograma de medidas adicionales que sean necesarias adoptar para el 
        pleno funcionamiento del mercado común del sur, a partir del 1º 
        de enero de 1995". Tal Cronograma adicional nunca se presentó 
        ni se aprobó. Quizás en Ouro Preto, en diciembre de 1994, 
        predominó un sentido eminentemente pragmático. Algo así 
        como hacer lo que se pueda. Quizás era resultante de una herencia 
        profunda de los años de la ALALC, luego de la ALADI y, por cierto, 
        del PICAB. Es el artículo 5º del Tratado, el que incluye los instrumentos 
        que permitirían "conformar" el mercado común. 
        Uno es bien explícito y detallado en sus alcances. Se refiere al 
        programa de liberación comercial, esto es, los compromisos destinados 
        a asegurar el libre comercio de bienes. Se previó su perfeccionamiento 
        al 31 de diciembre de 1994. Coincidía, con respecto a Argentina 
        y Brasil, con el incluido en el antes mencionado ACE 14. Los otros tres estaban orientados a completar las bases un mercado común 
        orientado a la transformación productiva conjunta y a la formación 
        de la unión aduanera. Se los interpretaba como la consecuencia 
        del anterior. En realidad, fueron las premisas bajo las cuáles 
        el compromiso del libre comercio adquiría su pleno sentido y, por 
        ende, fue asumido. Uno se refiere a la coordinación macro-económica, 
        que debería ser gradual y convergente con el programa de liberación 
        comercial; el otro a un "arancel externo común, que incentive 
        la competitividad externa", y el tercero a los acuerdos sectoriales 
        "con el fin de optimizar la utilización y movilidad de los 
        factores de la producción y alcanzar escalas operativas eficientes". En concreto, del Tratado de Asunción surgen además de una 
        definición de lo que se entiende por "mercado común", 
        el compromiso de avanzar en cuatro frentes durante el período de 
        transición: el del libre comercio irrestricto, el del arancel externo 
        común, el de la coordinación macro-económica y el 
        de los acuerdos sectoriales [27]. De los tres adicionales al del libre 
        comercio, el único que fue plenamente alcanzado durante el período 
        de transición fue el del arancel externo común, aprobado 
        como se sabe en la Cumbre de Ouro Preto. En cierta medida, tal incumplimiento 
        puede avalar la tesis de el libre comercio pactado suponía una 
        trilogía de condiciones, de las cuáles sólo una se 
        pudo cumplir. Es una tesis cuyo alcance legal puede tener en el futuro 
        consecuencias prácticas muy concretas en relación a la validez 
        de los compromisos originalmente asumidos. 4. Los ajustes de Ouro Preto y la trayectoria posterior.  ¿Cuál es el balance del desarrollo del objetivo del mercado 
        común a partir de la Cumbre de Ouro Preto, en diciembre de 1994, 
        cuando se cierra el período de transición y se abre una 
        nueva etapa hacia el pleno cumplimiento del objetivo inicial, que es la 
        que aún ahora se está recorriendo? En Ouro Preto se adoptan una serie de Decisiones del Consejo del Mercado 
        Común, que reflejan compromisos que en parte significan avanzar 
        en la construcción del mercado común y, en parte, diluyen 
        algunos de los compromisos iniciales, especialmente en el plano del libre 
        comercio. Significan un reconocimiento de lo que era factible.  Se firmó además el Protocolo de Ouro Preto. Éste 
        en realidad está limitado a cumplir un compromiso previsto en el 
        artículo 18 del Tratado de Asunción. En efecto, el objetivo 
        principal del Protocolo fue establecer la estructura institucional del 
        Mercosur. Ésta a su vez, ya había sido objeto de un desarrollo 
        cuando en 1991 se firmó el Protocolo de Brasilia, que estableció 
        un mecanismo de solución de controversias. Muchas veces se ha señalado que la unión aduanera surge 
        del Protocolo de Ouro Preto. Ello no es así y basta leer su texto 
        para tener ello en claro. Los compromisos referidos a la unión 
        aduanera surgen de la Cumbre de Ouro Preto pero, como correspondía, 
        ellos fueron adoptados por Decisiones del Consejo. No es sólo un 
        detalle formal. Indica claramente que todo lo vinculado a la unión 
        aduanera, el pacto fundacional original lo reenvió al Consejo del 
        Mercosur. Lo único que tiene jerarquía de Tratado es la 
        disposición de que tiene que haber un arancel externo común. 
        Ello significa por lo tanto que todo lo vinculado con la unión 
        aduanera y su perfeccionamiento, es una competencia de los gobiernos en 
        el seno del Consejo. No requiere, por lo tanto, aprobación parlamentaria. 
        En la práctica, no es un detalle menor y es algo más que 
        un detalle jurídico. ¿Cómo quedan los grandes objetivos comerciales del Mercosur 
        tras la Cumbre de Ouro Preto? [28]: 
        Se diluye el compromiso asumido en el Tratado de Asunción de 
          eliminar completamente las restricciones no arancelarias al 31 de diciembre 
          de 1994 [29].
 
Se prorroga el plazo para el perfeccionamiento del programa de liberación 
          comercial a través de un régimen de adecuación 
          que extiende los plazos para listas de productos de cada uno de los 
          socios [30] y se prevé un régimen de adecuación 
          especial para el sector azucarero [31] y otro para el sector automotriz 
          [32].
 
Se aprueba el Arancel Externo Común, incluyendo listas de excepciones 
          por plazos determinados [33].
 
Se disciplinan los incentivos a las exportaciones [24]; se prevén 
          otras medidas para las políticas públicas que distorsionen 
          la competitividad ; se aprueba el régimen de origen y se definen 
          pautas para un régimen de defensa de la competencia.
 
Se aprueba el Código Aduanero del Mercosur  Algunas de estas Decisiones implicaron introducir modificaciones al Tratado 
        de Asunción que había sido aprobado por los respectivos 
        Poderes Legislativos. El problema jurídico - y eventualmente político 
        - que ello representaría, fue resuelto introduciendo un artículo 
        en el Protocolo de Ouro Preto, el que estableció: 
        "Quedan derogadas todas las disposiciones del Tratado de Asunción, 
          del 26 de marzo de 1991, que estén en conflicto con los términos 
          del presente Protocolo y con el contenido de las Decisiones aprobadas 
          por el Consejo del Mercado Común durante el período de 
          transición".  Al ser aprobado el Protocolo de Ouro Preto por los Poderes Legislativos, 
        se resolvió así el problema que generaban modificaciones 
        al Tratado fundacional por parte de los Poderes Ejecutivos actuando en 
        el seno del Consejo del Mercosur. Sin embargo, ha quedado abierta a debate 
        la cuestión de la legalidad de posteriores modificaciones introducidas 
        en especial, en los regímenes de los sectores azucarero y automotriz.  Tras Ouro Preto (1994), pocos progresos pudieron realizarse en el desarrollo 
        de la unión aduanera y de algunas de las políticas e instrumentos 
        que se habían comprometido originalmente - especialmente en el 
        plano de la coordinación macro-económica, del establecimiento 
        de un régimen aduanero común, así como de los regímenes 
        de defensa de la competencia y de disciplinas en materia de subsidios 
        al comercio e incentivos a las inversiones -.  El comercio recíproco creció en los primeros años 
        del Mercosur. Difícil resulta sin embargo precisar el impacto del 
        régimen de libre comercio en este aumento del intercambio, ya que 
        otros factores vinculados a las políticas económicas y cambiarias, 
        y en especial a la apertura comercial tanto de la Argentina como del Brasil, 
        tuvieron sin dudas un impacto significativo. La dinámica del comercio 
        recíproco comienza a mostrar signos evidentes de debilitamiento 
        en la última parte de la década pasada. Recién en 
        los últimos dos años se ha observado una nueva tendencia 
        al crecimiento, sin que sin embargo se hayan alcanzado los niveles anteriores 
        a la crisis ya evidente en 1999 [39].  En distintas ocasiones los países miembros intentaron relanzar 
        el Mercosur. En los últimos años se trabajó en el 
        marco del programa de trabajo 2004-2006. Las recientes Cumbres semestrales 
        produjeron algunos pasos concretos en tal sentido. Escapa a los límites 
        de este análisis poder examinarlos. Pero tanto la Secretaría 
        Técnica como la Presidencia del Comité de Representantes 
        Permanentes, han producido informes conteniendo propuestas de cómo 
        seguir hacia delante.  En concreto, a partir de Ouro Preto si bien el objetivo principal se 
        mantuvo, no pudo avanzarse significativamente en el desarrollo de lo que 
        en el momento fundacional fueron las premisas que llevaron a los países 
        miembros a concluir el Tratado de Asunción. Ellas eran las que 
        daban pleno sentido al compromiso del libre comercio irrestricto originalmente 
        comprometido. 5. El estado de situación quince años después Tras la Cumbre de Montevideo en diciembre de 2005, el Mercosur parece 
        haber entrado en una nueva etapa. Esta es al menos una visión optimista 
        posible del actual cuadro de situación. Otras lecturas, incluso 
        pesimistas, también son posibles y abundan en la literatura reciente 
        referida al Mercosur.  Pero la simple lectura de lo acordado en Montevideo (ver textos en www.mercosur.org.uy), 
        permite identificar tres razones que justifican la idea de una nueva etapa. 
       La primera es que se han dado significativos pasos para consolidar la 
        unión aduanera (Decisión CMC 37/05, que reglamenta, entre 
        otros aspectos, la eliminación del doble cobro del arancel externo 
        común), sin perjuicio de mantener su flexibilidad (Decisiones CMC 
        33/05, regímenes especiales de importación; 39/05, bienes 
        de informática y telecomunicaciones, y 40/05, bienes de capital), 
        y para centrar la construcción del espacio económico común, 
        en instrumentos de transformación productiva conjunta y de tratamiento 
        de asimetrías estructurales (Decisión CMC 24/05, que reglamenta 
        el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur). Son pasos en 
        la buena dirección. Se requiere completar su efectiva vigencia 
        y continuar con otros pasos pendientes, como es el tratamiento de sectores 
        que enfrentan dificultades transitorias o estructurales de ajuste al pleno 
        funcionamiento de la unión aduanera. Entre ellos se encuentran 
        los sectores pendientes de su plena entrada en régimen de libre 
        comercio - el automotriz y el azucarero - y aquellos en los que se ha 
        puesto de manifiesto en forma recurrente, dificultades de competitividad 
        estructural en uno u otro país miembro.  La segunda razón es que se inició el camino de un necesario 
        perfeccionamiento institucional del proceso de integración. Al 
        respecto, cabe destacar la firma del Protocolo que crea el Parlamento 
        del Mercosur - como su Preámbulo destaca, implica reafirmar la 
        voluntad política de fortalecer y profundizar el proyecto estratégico 
        -; la aprobación de las Reglas de Procedimiento del Tribunal Permanente 
        de Revisión (Decisión CMC 30/05), órgano principal 
        del Protocolo de Olivos sobre solución de controversias, y la creación 
        de un grupo de alto nivel para elaborar una propuesta integral de reforma 
        institucional del Mercosur (Decisión CMC 21/05).  Y la tercera razón es que se ha abordado la compleja tarea - 
        prevista en el momento fundacional - de incorporar nuevos países 
        miembros. Al respecto, las complejidades son nítidas tanto en el 
        plano político, como en el económico-comercial y en el técnico. 
        En cada caso concreto requerirá a la vez tiempo y prudencia, ya 
        que son muchos los intereses en juego a preservar. Se aprobó la 
        reglamentación del artículo 20 del Tratado de Asunción 
        - que es el que prevé la adhesión de nuevos miembros - (Decisión 
        CMC 28/05), estableciendo pasos a desarrollar y requerimientos a cumplir 
        para concretar la respectiva adhesión, proceso que debe culminar 
        con la firma de un Protocolo a ser aprobado, luego, por los respectivos 
        Congresos. Se inició, además, el camino para incorporar 
        a Venezuela, país que tendrá un status transitorio especial 
        que le permitirá participar de los órganos con voz pero 
        sin voto (Decisión CMC 29/05 y firma de un "acuerdo marco").  Como es natural, la nueva etapa estará caracterizada por progresos 
        graduales y por dificultades significativas. Requerirá de una creciente 
        eficiencia de los órganos existentes, incluyendo la Secretaría 
        Técnica y la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes, 
        ambos con nuevos titulares. Pero sobre todo, demandará un afinamiento 
        del liderazgo compartido de la Argentina y del Brasil - que han renovado 
        en su reciente Cumbre bilateral el compromiso de impulsar juntos el proceso 
        de integración -.   Con respecto al futuro, cabe tener presente que tres pilares sustentan 
        el edificio del Mercosur. Uno, es la voluntad política de sus países 
        de trabajar juntos en forma sistemática y permanente. Otro, es 
        la preferencia económica entre los socios, instrumentada hasta 
        hoy, por el diferencial entre el arancel externo común, y la no 
        aplicación de aranceles u otras restricciones al comercio recíproco 
        de bienes. El tercero es la integración productiva razonablemente 
        equilibrada.  Con estos tres pilares sólidos, pueden resultar ganancias mutuas 
        que mantengan el pacto asociativo a través del tiempo, gracias 
        a una suficiente legitimidad ciudadana. Si se debilita uno de los pilares, 
        el edificio cruje. Incluso puede colapsar. Otra dimensión, no menos importante, es que los socios apoyen 
        en el Mercosur sus estrategias de negociaciones comerciales internacionales 
        e, incluso, negocian juntos.  Pueden, además, tornar creíble la idea de que sea el núcleo 
        duro de la construcción de un espacio sudamericano con estabilidad 
        política y equidad social, y conectividad física y económica. 
       El primer pilar parece sólido si se toman en cuenta reiterados 
        pronunciamientos de los gobiernos.  El segundo pilar parecía sólido, aunque con nudos en algunos 
        sectores, que en función de la voluntad política existente 
        no deberían ser imposibles de desatar, ya que el menú de 
        opciones técnicas disponibles es saludablemente amplio. De hecho 
        una parte sustancial del comercio recíproco se encuentra bajo régimen 
        de libre comercio y, a pesar de las excepciones, podría defenderse 
        el argumento de que el arancel externo común se ajusta, también 
        en lo sustancial, a lo previsto por la normativa antes citada del GATT-1994, 
        sobre todo combinado con la Cláusula de Habilitación. Sin embargo, reiteradamente se plantea la idea de retroceder el Mercosur 
        a una zona de libre comercio. Difícil resulta imaginar cómo 
        ello podría hacerse sin reformar por consenso el Tratado de Asunción, 
        sin negociar reglas específicas de origen y sin pérdidas 
        adicionales de credibilidad externa.  El tercer pilar está débil. Debería concentrar la 
        atención gubernamental y empresaria. Se refiere a cómo instrumentar, 
        en base a la experiencia adquirida desde 1986, una estrategia de integración 
        productiva que contemple expectativas y legítimos intereses de 
        todos los socios. Los foros de competitividad -entre otros instrumentos 
        posibles- y algún tipo de facilidad financiera, parecerían 
        ser caminos indicados.
 Sin perjuicio de cuestiones pendientes de desarrollo tras la reciente 
        Cumbre de Montevideo, tres otras han aparecido en los primeros días 
        del año.
  Una se refiere al debate interno en el gobierno uruguayo sobre la idea 
        de un acuerdo bilateral de libre comercio con los Estados Unidos. Es una 
        cuestión que aparece recurrentemente en uno u otro país 
        del Mercosur. En el Uruguay la impulsó el anterior gobierno. También 
        emergió la idea en la agenda comercial externa del Paraguay. En 
        el pasado fue planteada por altos funcionarios argentinos. Pero también 
        lo fue por medios empresarios e incluso políticos del Brasil.  En lo formal, las reglas al respecto son claras. La Decisión 
        32/2000 del Consejo del Mercosur, reafirmó el compromiso de los 
        socios de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial 
        con terceros países o agrupaciones de países extrazona en 
        los cuales se otorguen preferencias arancelarias. Es una consecuencia 
        natural de la opción por una unión aduanera. Como todo compromiso 
        internacional, éste puede ser modificado. Pero ningún socio 
        ha planteado su modificación en la reciente Cumbre de Montevideo. 
        Al contrario, como se señaló antes los compromisos allí 
        asumidos suponen reafirmar la idea del Mercosur como una unión 
        aduanera.  Otra cuestión relevante es la iniciativa de que Bolivia también 
        asuma el carácter de "país en proceso de adhesión" 
        que se le otorgó recientemente a Venezuela. Si el nuevo gobierno 
        hace suya tal iniciativa - y ello no ha ocurrido hasta el momento de concluir 
        este análisis - la cuestión tendrá sentido político 
        y también algunas implicancias procesales y sustantivas. Una de 
        ellas se relaciona con los efectos de la eventual doble pertenencia de 
        ambos países a la Comunidad Andina de Naciones.  La tercera cuestión se refiere a la articulación con el 
        Mercosur de algunos compromisos bilaterales entre la Argentina y el Brasil. 
        Es una cuestión relevante para los otros socios. Se ha evidenciado 
        recientemente con la nueva prórroga bilateral del Protocolo automotriz 
        y con la adopción del Mecanismo de Adaptación Competitiva. 
        Se efectuaron en el marco del Acuerdo de Complementación nº 
        14 de la ALADI, que como se señalara más arriba sigue vigente, 
        al igual que el Tratado bilateral de integración de 1988.  Dada la importancia del sector automotriz en el comercio intra-regional, 
        el hecho que las reglas de juego que lo rigen puedan tener un carácter 
        predominantemente bilateral, no carece de implicancias prácticas 
        y políticas.  Está por un lado la cuestión de la solidez jurídica 
        del régimen sectorial - especialmente por las dudas sobre la constitucionalidad 
        del procedimiento de protocolización en la ALADI y del Decreto 
        415 de 1991, como forma de incorporarlo al derecho interno argentino-. 
        Se sabe que la precariedad de las reglas de juego en las relaciones económicas 
        internacionales, suele favorecer inversiones en la economía de 
        mayor dimensión, en este caso, en Brasil.  Pero por otro lado, está la cuestión de la percepción 
        que se genera en los demás socios, sobre una tendencia a una bilateralidad 
        excluyente en la definición de reglas de juego que inciden en el 
        comercio y en las inversiones del Mercosur. Tal percepción puede 
        estar detrás de fuerzas centrífugas que se manifiestan precisamente 
        en las iniciativas antes mencionadas de negociar individualmente acuerdos 
        de libre comercio con terceros países. Es entonces la del Mercosur, una agenda cargada que tiene cuestiones 
        con elementos comunes. No se relacionan con la generosidad de ningún 
        socio. Se refieren al alcance de la preferencia económica pactada, 
        a reglas sólidas que aseguren una disciplina colectiva razonable 
        y a la percepción de que se puedan generar ganancias mutuas para 
        todos sus miembros. Son cuestiones que adquieren importancia en la perspectiva 
        de un proceso de expansión de su membresía. No pueden subestimarse.
 ¿Está el Mercosur quince años después de su 
        creación en un "plano inclinado", como señalara 
        hace poco el Embajador Rubens Barbosa en un artículo en la prensa 
        del Brasil? [40]
  Lo cierto es que en los últimos tiempos, la más reciente 
        oleada de "merco-escepticismo" ha tenido manifestaciones también 
        críticas en la prensa de los otros países socios. En los 
        de menor dimensión económica, Paraguay y Uruguay, ellas 
        reflejan una apreciación frecuente en medios empresarios, intelectuales 
        y políticos, en el sentido que el Mercosur no sólo no habría 
        producido los beneficios esperados, sino que incluso habría perjudicado 
        sus respectivos desarrollos económicos.  Hace unos años, en el calor de uno de los frecuentes sacudones 
        anímicos del Mercosur, colocábamos nuestro análisis 
        bajo el título "Ni tiempo de funerales ni de tudo bem" 
        [41]. Elegimos tal título para simbolizar dos actitudes que recurrentemente 
        se observa en los países socios, especialmente los de mayor dimensión 
        económica, con respecto al proceso de integración. En tal 
        sentido, sigue siendo hoy un título válido. Una es la optimista, incluso a veces triunfalista, que tiende a subestimar 
        la importancia relativa de los problemas que se enfrentan y, por el contrario, 
        prefiere resaltar éxitos y progresos, aún cuando ellos a 
        veces no trasciendan el plano retórico o de compromisos de papel. 
       La otra es la pesimista, incluso a veces catastrófica, que es 
        la de quienes tienden a considerar que el Mercosur ya ha fracasado, sea 
        como proceso común a los cuatro países o en la perspectiva 
        del interés nacional de alguno de ellos. Normalmente concluyen 
        en la conveniencia de elaborar y concretar planes alternativos. No siempre 
        pasan de formulaciones abstractas, casi expresiones de deseos. Algunas 
        veces reflejan una cultura del escepticismo - intensa en algunos de nuestros 
        países -. Otras, reflejan intereses concretos afectados por la 
        distribución de costos y beneficios - real o percibida - que ha 
        producido el Mercosur. Como siempre, la realidad suele estar en un punto intermedio entre esas 
        dos visiones un poco más extremas. Lo cierto es que quince años 
        después de su creación formal en Asunción, el Mercosur 
        ofrece un balance de resultados positivos, fracasos relevantes e incertidumbres 
        futuras. Sin embargo, no siempre pueden ser atribuidos o vinculados al 
        proceso de integración. Hasta el presente algunos de los resultados positivos más destacables 
        son los siguientes: 
        La creación de un ambiente apropiado para una visión 
          estratégica común, centrada en el predominio de la lógica 
          de integración frente a la de la fragmentación en las 
          relaciones entre las naciones del "barrio" - esto es, las 
          que lo integran o con las cuales se asocia en su contexto contiguo - 
          y reflejada especialmente en el concepto de "zona de paz";
 
La afirmación de valores funcionales a la democracia, el desarrollo 
          económico y la cohesión social en la región;
 
La mayor conectividad entre los socios, tanto en el plano económico 
          y comercial, como en el político, el social, el cultural, el 
          educativo, el académico, incluso con expresiones institucionales 
          que configuran una red de densidad creciente de bienes públicos 
          regionales, y
 
Un activo de reglas de juego que inciden en los flujos de comercio 
          e inversión entre los socios, complementando o desarrollando 
          las que resultan de otros ámbitos multilaterales de producción 
          normativa, tales como la ALADI en el plano regional y la OMC en el plano 
          global. A su vez, es posible identificar como algunos de los principales fracasos 
        - o quizás mejor, insuficiencias - los siguientes: 
        La ausencia de una metodología eficaz para la concertación 
          de intereses nacionales entre naciones de dimensión y grado de 
          desarrollo desigual, y para la gestión de conflictos que muchas 
          veces reflejan el dato irreversible de la vecindad y otras se originan 
          en el propio proceso de integración.
 
La traducción en prácticas y mecanismos creíbles 
          de los objetivos de coordinación macroeconómica y de transformación 
          productiva conjunta, a fin de generar un marco común que potencie 
          los respectivos planteamientos nacionales de inserción competitiva 
          en la economía mundial y regional - asumiendo que ellos existan, 
          lo que no siempre parece ser el caso -.
 
La elaboración de enfoques y estrategias efectivamente compartidas 
          en el plano de las negociaciones comerciales externas, y en el del diseño 
          de un espacio sudamericano - incluso latinoamericano - de integración 
          económica y política.
 
La puesta en práctica de mecanismos eficaces que aseguren la 
          participación ciudadana y la transparencia en los procesos de 
          creación normativa.
 
Un punto focal de diseminación de información y de creación 
          de imagen sobre el Mercosur - la página Web oficial dista de 
          cumplir tal función -.
 
La efectividad de las reglas acordadas, esto es, el asegurar que penetren 
          en la realidad una vez entradas en vigencia - y muchas veces, incluso, 
          lograr que ellas entren en vigencia en los respectivos derechos internos 
          -. Del balance de activos y pasivos, surgen algunas orientaciones sobre 
        la agenda de cuestiones sustantivas pendientes en el Mercosur. El abordarlas supone: 
        Un fuerte liderazgo político, que permita superar comportamientos 
          ciclotímicos que se reflejan en la recurrencia de crisis existenciales 
          del proceso de integración. Por su dimensión y capacidad 
          de gravitación relativa, Brasil y Argentina - en ese orden - 
          tienen una responsabilidad principal en la generación de ideas 
          y propuestas que contribuyan a la eficacia, credibilidad y legitimidad 
          social del Mercosur.
 
Un diagnóstico relativamente compartido entre los socios - 
          y no sólo entre sus gobiernos - sobre el balance de desafíos 
          y oportunidades que plantean a la vez, una región y un mundo 
          en vertiginosos procesos de cambios profundos. Al respecto, no es preciso 
          recordar aquí la dinámica de cambio que se observa en 
          el plano de la seguridad y de la competencia económica global. 
          Pero sí cabe resaltar que el "barrio" en el cual 
            se insertan los países del Mercosur está en plena evolución, 
            por no decir ebullición. En efecto, en cada uno de los países 
            de la región dos procesos simultáneos están hoy 
            puestos a prueba, precisamente por fuerzas contradictorias desatadas 
            a escala global tanto en el plano de la seguridad como en el de la 
            competencia económica. Uno es el de la consolidación 
            de democracias plenas y estables. El otro es el de la construcción 
            de economías modernas, sustentadas en la cohesión social, 
            el progreso técnico y la competitividad internacional. Ambos 
            se alimentan recíprocamente, requieren de una fuerte dosis 
            de concertación de energías sociales, e implican reconocer 
            que lo político y lo económico están estrechamente 
            vinculados en la vida real. Argentina y Brasil - especialmente junto 
            con Chile y Uruguay - pueden desempeñar un papel de núcleo 
            duro de democracias que contribuyan a la estabilización de 
            la región. 
          La utilización de metodologías de acción conjunta 
            que permitan, a la vez, pautas razonables de flexibilidad y de previsibilidad, 
            a fin tornar creíble la idea estratégica de un espacio 
            económico ampliado sustentado en un cuadro de ganancias mutuas 
            para todos los socios y, en especial, para los de menor dimensión 
            relativa y para los sectores - empresarios y ciudadanos - menos favorecidos 
            de cada país miembro. En tal perspectiva, las siguientes parecen ser cuestiones a privilegiar 
        si se quiere lograr generar la idea de un Mercosur con futuro, que trascienda 
        a su pasada trayectoria de sacudones anímicos y de insuficiencias 
        metodológicas: 
        La de los efectos de las asimetrías entre sus socios. Asimetrías 
          naturales de dimensión económica y poder de negociación. 
          Pero cada vez más, asimetrías de capacidad para competir 
          y de relevancia relativa entre los socios. 
 
La de la precariedad institucional. Precariedad de reglas de juego 
          y de procesos de creación normativa que potencian los efectos 
          de las asimetrías.
 
La de su funcionalidad con estrategias nacionales de inserción 
          múltiple en el plano global [42]. Ellas requieren ámbitos 
          institucionales de geometría variable y múltiples velocidades. 
          El del Mercosur es sólo uno de los espacios en los cuáles 
          se insertan cada uno de sus socios, sea en el plano global como en el 
          regional. Conciliarlos supone una clara visión estratégica 
          de cada socio en función de su interés nacional y una 
          concertación entre tales visiones. En función de tal visión 
          estratégica, es factible conciliar dimensiones espaciales múltiples, 
          como son en el plano regional la ALADI y la Comunidad Sudamericana, 
          o en el global, los distintos espacios regionales e interregionales, 
          y el multilateral de la OMC.
 
La de la relevancia económica y política de su agenda 
          de trabajo, incluyendo en ella o en las de los otros espacios regionales 
          en los cuales sus socios se insertan, cuestiones vinculadas a la seguridad, 
          al comercio de alimentos, a la energía y a la infraestructura 
          física.
 
La de la constitución de un núcleo duro de democracias 
          estables con economías modernas y competitivas, que contribuya 
          a la estabilización política y a asegurar la paz en la 
          región sudamericana.
 
La de una definición más precisa de los alcances de 
          su ampliación, completando el proceso de incorporación 
          de Venezuela - que aún puede demandar un cierto tiempo - y precisando 
          el concepto y el régimen de los países asociados.
 
La de su atractividad, tanto para quienes adoptan decisiones de inversión 
          productiva como para quienes, en otros países y regiones, procuran 
          encontrar en el Mercosur un socio creíble, en función 
          tanto de sus respectivas agendas políticas y de seguridad, como 
          de las económicas y comerciales. 6. A modo de conclusión: ¿Los grandes objetivos siguen 
        siendo válidos y viables? ¿Es posible una hoja de ruta creíble 
        hacia el futuro? Tras veinte años del inicio del programa de integración 
        entre Argentina y Brasil, y casi quince años después de 
        su creación, el Mercosur enfrenta la necesidad de actualizar estrategias 
        y metodologías.  No se trata de echar por la borda lo adquirido. Menos aún, de 
        comenzar de nuevo. Se trata en cambio de capitalizar la experiencia y 
        de reconocer realidades internacionales e internas de los socios, que 
        han cambiado significativamente desde los momentos fundacionales.  En nuestra opinión, el objetivo central del planteamiento fundacional, 
        esto es, la creación de un mercado común a partir del establecimiento 
        de una unión aduanera, sigue siendo razonable y alcanzable en el 
        largo plazo, en la medida que se sustente en una efectiva voluntad política 
        y se lo procure con la flexibilidad necesaria que requiere su continua 
        adaptación a nuevas realidades y su regla de oro, que es la de 
        sustentarse en la ganancia mutua de sus socios. La cuestión principal a enfrentar es la de cómo proyectar 
        hacia el futuro, un Mercosur funcional al desarrollo económico 
        y a la inserción internacional de los socios, contemplando las 
        asimetrías existentes entre ellos.  Un estudio reciente de Fabio Giambiagi e Igor Barenboim [43] ("Mercosul: 
        por uma nova estrategia brasileira", www.ipea.gov.br), 
        concluye que el Mercosur enfrenta problemas derivados del no cumplimiento 
        de sus objetivos principales, esto es, la concreción de una zona 
        de libre comercio completa y de una unión aduanera con normas y 
        tarifas verdaderamente comunes. Estos problemas no son sólo consecuencia 
        de fragilidades del bloque o de sus deficiencias institucionales. También 
        resultan de la inestabilidad macroeconómica que afectó a 
        los países miembros -especialmente a la Argentina y al Brasil-, 
        a lo que se suman las dificultades propias de procesos aún inconclusos 
        de estabilización sostenible. Todo intento de colocar al Mercosur en condiciones de funcionamiento 
        razonable y sustentable, debe partir del reconocimiento de ciertos hechos. 
       El primero es que a través de estos años, tal como se señaló 
        más arriba, los resultados han sido tangibles y sería difícil 
        imaginar un retroceso al punto de partida sin altos costos para sus socios, 
        tanto en el plano político y económico como en el de la 
        credibilidad internacional.  El segundo es que no se observan alternativas razonables a este proyecto 
        estratégico. Retroceder a una mera zona de libre comercio, por 
        ejemplo, además de plantear complejas cuestiones técnicas 
        y jurídicas, no resolvería los principales problemas actuales. 
        Los socios están atados por la geografía y no parece haber 
        un plan B creíble ni para la Argentina ni para el Brasil, que no 
        sea el seguir trabajando juntos en base a la lógica de la integración 
        -más positiva que la de la fragmentación-.  Y el tercer hecho, es que el nuevo mapa de la competencia económica 
        global ha abierto un horizonte de oportunidades para los países 
        del bloque, que no sería inteligente desaprovechar. A partir de lo existente, es posible entonces delinear una hoja de ruta 
        para un Mercosur posible, imaginando una arquitectura flexible [44], que 
        contemple al menos tres realidades diferentes: la del núcleo duro 
        original, esto es la Argentina y el Brasil; la de los dos socios de menor 
        dimensión económica, y la de los países asociados. 
        La idea central es que en la medida que el núcleo duro pueda profundizar 
        su integración como mercado común, será factible 
        alcanzar metas más ambiciosas en los otros dos espacios de integración, 
        avanzando con ellos en el plano del libre comercio y en otras cuestiones 
        de interés común. En principio, una estrategia de arquitectura flexible no requeriría 
        modificar el Tratado de Asunción, que seguiría siendo la 
        base jurídica del Mercosur. Dentro de su marco se podría 
        avanzar por medio de Protocolos que entren en vigencia cuando dos o más 
        países los ratifiquen y que regirían sólo para ellos. 
        A través de esta metodología, por ejemplo, Argentina y Brasil 
        podrían asumir compromisos más intensos en el plano del 
        mercado común y, sobre todo, en la profundización de la 
        coordinación macro-económica, dentro del estilo del acuerdo 
        de Maastricht. El Arancel Externo Común podría tener geometría 
        variable, aprovechando el margen que brindan la definición muy 
        amplia del propio Tratado de Asunción y el concepto flexible de 
        unión aduanera imperfecta del artículo XXIV-párrafo 
        8 del GATT-1994. Paraguay y Uruguay podrían tener en todos los 
        planos necesarios un tratamiento especial, recurriendo a los criterios 
        de "transición asistida" que utilizó la Unión 
        Europea para la adecuación de las economías de los nuevos 
        países miembros. Con los países asociados podría 
        negociarse un Protocolo que regule su status incluyendo, por cierto, compromisos 
        más amplios a desarrollarse en el ámbito de la ALADI -con 
        México y otros países latinoamericanos-.  En cada caso, podrían preverse adaptaciones institucionales y 
        mecanismos que aseguren disciplinas colectivas que tornen compatibles 
        los avances con distintas velocidades. Servicios comunes para cuestiones 
        relevantes -como por ejemplo, en el plano sanitario y fitosanitario o 
        en el del desarrollo tecnológico-, también podrían 
        ser objeto de aproximaciones de geometría variable [45]. Con un enfoque como el propuesto, un real mercado común a escala 
        sudamericana podría requerir una transición de unos diez 
        o quince años. Es un plazo compatible con el de la maduración 
        de los plenos efectos de las actuales negociaciones internacionales.  En conclusión, el Mercosur cuya vitalidad depende del trípode 
        eficacia, credibilidad y legitimidad social, sigue siendo un activo potencial 
        a la hora de definir la inserción internacional de cada uno de 
        sus socios, incluyendo su capacidad para negociar con la Unión 
        Europea, con los Estados Unidos, con los nuevos protagonistas de la competencia 
        económica global - especialmente China - y en el plano multilateral 
        global de la OMC.  Más allá de lo esencial que resulta la voluntad política 
        - que sin duda existe -, sólo con hechos nítidos podrá 
        revertir el Mercosur esa sensación de "plano inclinado" 
        en la que se encuentra. 
  [1] Mercosur, como "Mercado Común del Sur", es una 
        denominación que sólo surge durante el proceso de negociación 
        del Tratado de Asunción, iniciado en septiembre de 1990, en base 
        a lo acordado en el encuentro de Buenos Aires entre los Presidentes de 
        la Argentina y el Brasil, celebrado en junio de ese año. Incluso 
        la denominación "Mercosur" que comenzó a instalarse 
        entre negociadores, en la prensa y en los borradores de texto del futuro 
        Tratado, era entendida como Mercado Común del Cono Sur. Fue el 
        negociador del Brasil, el Embajador Celso Amorin, quien en la revisión 
        de la última versión del texto a inicialar por los negociadores, 
        pidió que se suprimiera del su artículo 1º la palabra 
        "cono" ya que, según indicó, en la opinión 
        pública de los Estados del Nordeste del Brasil iba a generar la 
        idea de un proyecto muy centrado en las regiones del Sur del país. 
        De alguna manera es interesante observar, sin embargo, que tal cambio 
        anticipó la dimensión sudamericana que luego iría 
        perfilándose en el Mercosur y que es importante a la hora de entender 
        su actual relación con el proceso de la Comunidad Sudamericana.  [2] Ver al respecto la obra en dos volúmenes de Gustavo MAGARIÑOS, 
        "Integración Económica Latinoamericana, Proceso ALALC/ALADI, 
        1950-2000", INTAL-ALADI, Montevideo 2005. Ver también el capítulo 
        XII del libro de Alejandro BUNGE, "Una nueva Argentina", Buenos 
        Aires 1940 y sus referencias bibliográficas, especialmente de sus 
        diversos artículos sobre la cuestión de la unión 
        aduanera del sur, publicados en varios números de la Revista Economía 
        Argentina, fundada en 1918.
 [3] Ver CEPAL "Tendencias del Comercio Internacional y de la Política 
        Comercial de América Latina", E/CN.12/165, junio de 1951; 
        "Problemas Actuales del Comercio Interlatinoamericano", E/CN.12/423, 
        enero de 1957, y "El Mercado Común Latinoamericano", 
        Naciones Unidas, México DF, julio de 1959.
  [4] Ver el detalle de las negociaciones en la antes citada obra de Gustavo 
        Magariños.  [5] Tal prórroga resultó del Protocolo de Caracas firmado 
        en 1970, cuando era evidente la imposibilidad de cumplir el plazo de doce 
        años formalmente previsto en el Tratado de Montevideo de 1960.  [6] Ver al respecto, además de la obra de Gustavo Magariños 
        ya citada, el capítulo 9 del libro de Félix PEÑA, 
        "Momentos y Perspectivas. La Argentina en el mundo y en América 
        Latina", EDUNTREF, Buenos Aires, 2003.
 [7] Tal tendencia se ha manifestado recientemente, una vez más, 
        con la nueva prórroga del régimen automotriz entre la Argentina 
        y el Brasil acordada el 28 de febrero de 2006.
  [8] Hemos desarrollado este tema en varios artículos, entre los 
        cuales el titulado "Concertación de Intereses, Efectividad 
        de las Reglas de Juego y Calidad Institucional en el Mercosur", Red 
        Mercosur/Fundación Konrad Adenauer, Montevideo 2003.  [9] Este Protocolo nº 1 da origen luego, en el ámbito de 
        la ALADI, al Acuerdo de Complementación Económica nº 
        7 de diciembre de 1986 y en su marco se establecen compromisos preferenciales, 
        que son modificados y/o ampliados luego por anexos en el período 
        1986-1990. Ver sus textos en "Mercado Común entre Argentina 
        y Brasil: Tratados, Protocolos y Anexos - período 1985-1990", 
        publicación conjunta del INTAL-BID, de la Cámara de Comercio 
        Argentino-Brasileña y de la Fundación BankBoston, Buenos 
        Aires, septiembre 1990.  [10] Ver textos del Protocolo nº 2 y de sus anexos en la obra citada 
        en la nota anterior. Por sus alcances - compromisos de compra y abastecimiento 
        de trigo - no habría sido protocolizado en la ALADI.  [11] Idem del anterior, con respecto a la fuente de información 
        del Protocolo nº 3, sus alcances y su no protocolización en 
        la ALADI.  [12] Ver textos del Protocolo nº 4 y de sus anexos en la obra citada 
        en la nota 8. Como resultado de este Protocolo se celebra luego en diciembre 
        de 1986, el Acuerdo de Alcance Parcial de Renegociación de las 
        Preferencias otorgadas en el período 1962/1980 (AAP nº 1). 
        En su marco se acuerdan 17 anexos. Es luego sustituido por el ACE 14 de 
        diciembre de 1990.  [13] Ver textos del Protocolo nº 13 y de sus anexos en la obra 
        citada en la nota 9. Las preferencias comerciales del sector se incluyen 
        en el AAP nº 1.   [14] Ver textos del Protocolo nº 22 y de sus anexos en la obra 
        citada en la nota 9. Se plasma en el Acuerdo de Complementación 
        Económica nº 12 sobre Bienes de la Industria de la Alimentación.  [15] Ver textos del Protocolo nº 21 y de sus anexos hasta 1990 
        en la obra citada en la nota 9.  [16] Ver sus textos en la obra citada en la nota 9.  [17] Ver su texto en www.wto.org 
        [18] Al igual que en los casos antes mencionados, no analizamos en esta 
        oportunidad cuáles fueron o pueden haber sido los objetivos políticos 
        y económicos reales perseguidos por los distintos actores en ambos 
        países, ni sus motivaciones. Sólo analizamos los objetivos 
        formalmente declarados en los respectivos acuerdos. Sin embargo, por el 
        momento en que el Tratado fue firmado - fin de gobierno en el caso argentino 
        y fuertes inestabilidad económica en ambos países - es verosímil 
        la hipótesis de que lo se tuvo en mente fue "anclar" 
        el proceso de integración bilateral ante las perspectivas de que 
        él pudiera ser discontinuado por nuevas autoridades. Pero en el 
        caso argentino, el Tratado fue ratificado en el Congreso con apoyo político 
        amplio, esto es tanto del partido hasta entonces gobernante como del que 
        se hizo cargo del gobierno en 1989. Como ocurriera luego con la aprobación 
        parlamentaria del Tratado de Asunción, la integración regional 
        y en particular con el Brasil, ya contaba en la Argentina con el apoyo 
        de los sectores políticos mayoritarios.  [19] Ver nota 13.  [20] Ver su texto en www.aladi.org 
        [21] Una explicación puede estar vinculada con el hecho que al 
        firmarse el ACE 14 ya prácticamente estaba asegurada la conclusión 
        de la negociación del Tratado de Asunción, en la que sí 
        se incluyó el instrumento del arancel externo común. El 
        formato de unión aduanera había sido definido desde el comienzo 
        mismo de la negociación del Tratado y en parte ello explica el 
        hecho que Chile hubiera desistido de participar, tras la reunión 
        de Cancilleres y Ministros de Economía a la que asistió 
        en Brasilia a fin de julio de 1990. [22] Ver al respecto el artículo del autor "Dudas y certezas 
        del acuerdo bilateral firmado con el Brasil" en El Cronista del 8 
        de febrero de 2006.  [23] Ver más arriba la nota 11.  [24] Ver capítulo 12 del libro del autor citado más arriba 
        en la nota 6.
 [25] Ver Decisión CMC/01/92. Todas las normas del Mercosur mencionadas 
        en adelante, pueden ser consultadas en www.mercosur.org.uy
  [26] Ver Decisión CMC/02/92 
 [27] A fin de avanzar en este plano se aprobó el marco normativo 
        para los acuerdos sectoriales (Decisión CMC/03/91) y se incentivó 
        la creación el mismo año del Consejo Industrial del Mercosur, 
        integrado por las organizaciones industriales de los cuatro países. 
        Tardó mucho en funcionar y aún así resulta difícil 
        afirmar que lo fuera plenamente, incluso en la actualidad.
  [28] En realidad, algunas de ellas fueron adoptadas en la Cumbre de 
        Buenos Aires, en agosto de 1994.  [29] Ver Decisión CMC/03/94   [30] Ver Decisión CMC/05/94 y CMC/24/94  [31] Ver Decisión CMC/19/94. Los plazos no fueron cumplidos. 
        De hecho es aún una excepción al libre comercio.  [32] Ver Decisión CMC/29/94. Los plazos no fueron cumplidos. 
        De hecho sigue siendo una excepción al libre comercio.   [33] Ver Decisión CMC/07/94 y CMC/22/94. En 2005 algunas excepciones 
        fueron nuevamente prorrogadas por la Decisión CMC
..  [34] Ver Decisión CMC/10/94. De cumplimiento muy relativo e incompleto.  [35] Ver Decisión CMC/20/94. Nunca fueron adoptadas.  [36] Ver Decisión CMC/06/94  [37] Ver Decisión CMC/21/94. Da lugar luego al Protocolo de Fortaleza. 
        Nunca entró en vigencia.  [38] Ver Decisión CMC/25/94. Nunca entró en vigencia.  [39] Sobre el comportamiento del comercio intra-Mercosur ver los informes 
        periódicos del INTAL, "Informe Mercosur", el último 
        de los cuales abarca el período comprendido entre el segundo semestre 
        de 2004 y el primero de 2005 (www.iadb.org/intal). 
        
 [40] Ver "O Estado de Sao Paulo", febrero 15, 2006.
  [41] Artículo publicado en la revista "Archivos del Presente", 
        nº 17, Buenos Aires, 1999.
 
 [42] Ver al respecto el artículo del autor titulado "La compleja 
        red de cumbres presidenciales: reflexiones sobre el sentido y la eficacia 
        de la diplomacia presidencial multilateral y multi-espacial en el caso 
        de los países sudamericanos. Su dimensión económica", 
        en Revista "América Latina Hoy", Universidad de Salamanca, 
        octubre 2005.
 
 [43] "Mercosul: por uma nova estrategia brasileira", www.ipea.gov.br.
  [44] Ver al respecto ver el artículo del autor en colaboración 
        con Fabio Giambiagi, "¿Una arquitectura flexible para el Mercosur", 
        en El Cronista del 11 de noviembre 2005.  [45] Ver al respecto el informe "Argentina y Brasil 2015: Construyendo 
        una Visión Compartida", informe coordinado por Félix 
        Peña y José Botafogo Gonçalves, publicación 
        del CARI-CEBRI-Konrad Adenauer Stiftung, Buenos Aires diciembre 2005, 
        en www.cari1.org.ar |