| Las negociaciones en la OMC estuvieron interrumpidas durante los últimos 
        meses, pero volvieron a animarse luego de una reunión ministerial 
        a fin de enero en Davos. En ella participaron países con mayor 
        capacidad de influenciar en sus resultados, sea por peso específico 
        o por los grupos cuyos intereses pueden reflejar. Más que producir 
        compromisos concretos, lo importante fue que se pudo constatar que estaban 
        dadas las condiciones necesarias para retornar a la mesa de negociaciones. 
       De ahí que el pasado 7 de febrero, en la reunión del Consejo 
        General de la OMC, su Director General, el francés Pascal Lamy, 
        pudo señalar, que "hemos reanudado plenamente las negociaciones 
        en todas las esferas", constatando que "las condiciones políticas 
        son ahora más favorables para la conclusión de la Ronda 
        de lo que han sido en mucho tiempo". La voluntad política 
        de retomar las negociaciones, fue reiterada luego en Essen el 10 de febrero 
        por los Ministros de Finanzas del G7, en una reunión en la que 
        también participaron ministros de Brasil, China, India, México, 
        Rusia y Sudáfrica. Sin embargo, las incertidumbres sobre la suerte de la Rueda Doha no se 
        han despejado completamente. Habría una aparente voluntad política 
        de concluir las negociaciones este año, pero se tiene presente 
        que es mucho lo que falta aún para terminar de articular puntos 
        de equilibrio entre intereses muy dispares. Un informe del 1° de febrero transmite la apreciación de Pascal 
        Lamy sobre el estado de las negociaciones a ese momento y sobre lo que 
        falta avanzar sin considerar, además, el trabajo técnico 
        que requeriría traducir lo que se acuerde en textos concretos. 
        La conocida frase de que "el diablo está en los detalles", 
        está presente en negociaciones y analistas. Tres escenarios parecen ahora posibles para la eventual conclusión 
        este año - o a comienzos del próximo - de la Rueda Doha. 
        El primero podría ser denominado el del "hueso con carne". 
          No se sabe aún cuánta carne ni si todos podrán 
          recibir la porción a la que aspiran. Se intuye que habrá 
          mucho menos de lo que se ambicionó, por sus eventuales impactos, 
          como la Rueda del Desarrollo. Pero sería un escenario que se 
          consideraría como razonable por muchos protagonistas del comercio 
          mundial. Es decir, que se podrían medir costos y beneficios concretos. 
          
 
El segundo podría ser denominado - con cierta ironía- 
          el del "Gran Pantanal". Es que en ese caso, mucho de lo que 
          se concedería es lo que en la jerga negociadora se denomina "agua". 
          Esto significa, por ejemplo, en ayuda interna a la agricultura, en acceso 
          a mercados agrícolas y en accesos a mercados para productos no 
          - agrícolas, que muchas de las concesiones estarían centradas 
          en la distancia existente entre lo ya consolidado (en acceso a mercados) 
          o autorizado (en ayuda interna) y lo efectivamente aplicado u otorgado 
          por los principales protagonistas del comercio mundial. Sería 
          poco estimulante para quienes tiene aún expectativas de un resultado 
          más significativo. Pero quizás sea un escenario realista 
          y favorable a la preservación del sistema comercial multilateral 
          global, como plataforma para lograr luego metas más ambiciosas, 
          tras una reformulación de las metodologías de negociaciones 
          comerciales en la OMC.
 
Finalmente, el tercer escenario posible no sería de conclusión, 
          pero sí de una prolongación de las negociaciones hasta 
          el 2009 o 2010, que es el tiempo que podrían requerir los cambios 
          en las circunstancias políticas que condicionan actualmente a 
          las negociaciones agrícolas en los países más industrializados. También se tiene la impresión, de que buena parte del esfuerzo 
        negociador de las próximas semanas estará concentrado en 
        las flexibilizaciones a los compromisos generales que se asuman, es decir, 
        en las excepciones. De ahí la sensación que las negociaciones 
        han entrado en una delicada etapa de tratamientos casuísticos - 
        casi de "acupuntura" comercial - que es donde se tendrá 
        que analizar luego la "letra fina" de los acuerdos finales. 
        Sólo entonces podrá apreciar cada país - y sus empresas 
        y productores - cuánto gana y cuánto pierde o deja de ganar, 
        cuando concluyan las negociaciones. Lo cierto es que además de las cuestiones propias de la agenda 
        negociadora , los factores contextuales condicionarán mucho lo 
        que, eventualmente, podría ser la etapa final de la negociación 
        - es difícil hacer aún un pronóstico firme al respecto. 
        Además del contexto político resultante de la evolución 
        de los agudos conflictos en Irak, Irán, Afganistán y el 
        Medio Oriente, por lo menos dos factores seguirán teniendo una 
        incidencia significativa sobre la suerte de la Rueda Doha. El primero es el del tratamiento en el Congreso americano de la prórroga 
        al "TradePromotion Authority" (TPA) y la de la nueva "Farm 
        Hill", ambas ya planteadas por Ejecutivo, teniendo en cuenta que 
        la primera vence en junio y la segunda en septiembre. Las nuevas leyes 
        serán tratadas en el Congreso con el talón de fondo de las 
        elecciones presidenciales de 2008. De hecho la competencia electoral ya 
        está instalada y todo indica que será muy dura. El voto 
        agrícola en las elecciones presidenciales estará presente 
        en el tratamiento de ambas leyes por el Congreso americano, como también 
        se prevé que los legisladores, especialmente los demócratas, 
        aprovecharán la oportunidad para plantear debates de fondo sobre 
        las políticas agrícolas y comerciales externas de los Estados 
        Unidos. El segundo factor a tener en cuenta es el de las también inciertas 
        elecciones presidenciales de Francia, en abril próximo. Por la 
        importancia de la cuestión agrícola en el electorado francés, 
        es previsible que ellas condicionen los márgenes de maniobra reales 
        que tendrá el negociador de la Unión Europea, Meter Mandelson, 
        cuando intente flexibilizar las posiciones de Bruselas en la Rueda Doha. 
        Pero a su vez, se sabe que sería muy difícil para el gobierno 
        francés ejercer un veto, salvo que pudiera estar acompañado 
        por otros países miembros que también tienen fuertes intereses 
        defensivos en la cuestión agrícola. Por estos dos factores 
        contextuales, sumados a las dificultades propias - incluso las técnicas 
        - de articular consensos en las cuestiones dominantes de la agenda de 
        las negociaciones comerciales multilaterales, es previsible que sólo 
        hacia principios de mayo sea factible tener mayor certeza sobre las posibilidades 
        de concluir la Rueda Doha hacia fin de este año o principios del 
        próximo. Así como existe el riesgo de que el contenido de lo que se acuerde 
        esté muy concentrado en el "agua" existentes en las respectivas 
        políticas comerciales externas (aranceles y subsidios), también 
        puede esperarse en las próximas semanas mucho de "humo" 
        y de juegos de espejos - propios de toda negociación, especialmente 
        cuando se aproxima la hora de la verdad - y sobre todo, mucho de "blame 
        game", en el que los principales protagonistas intenten transferir 
        a los otros, las responsabilidades de un eventual fracaso. Ello tornará 
        más difícil la decodificación de lo que realmente 
        estará ocurriendo en la mesa de negociaciones y, en particular, 
        en los gobiernos y en sus sectores empresarios. Por el momento, parece 
        razonable esperar, en el mejor de los casos, una conclusión de 
        la Rueda Doha - sea este año o a principio del próximo - 
        cuyos resultados estarían relativamente lejos del nivel de ambición 
        originalmente previsto. Quizás sea una combinación de los primeros escenarios antes 
        evocados. Esto es, algo de "carne" y algo de "agua". 
        Una cuestión que habrá que seguir con atención, es 
        la de la articulación del necesario consenso entre los socios del 
        Mercosur, con respecto a las modificaciones del arancel externo común, 
        especialmente para bienes industriales, que sería necesario introducir 
        como resultado de lo que finalmente se conceda en la Rueda Doha. Se sabe 
        que los países industrializados requerirán contrapartidas 
        en materia de servicios y de acceso de productos industriales a los mercados 
        de los países en desarrollo. Ellas serán más significativas 
        si es que se aspira a lograr, en la agricultura, mucho más que 
        "agua" en relación a subsidios y acceso a los mercados. ¿Son similares los intereses industriales de la Argentina y del 
        Brasil en el ámbito de la Rueda Doha? En la medida que las negociaciones 
        finalmente se encaminen hacia su conclusión este año o al 
        principio del próximo, ésta es una cuestión que probablemente 
        tendrá un espacio significativo en la agenda bilateral y en la 
        del Mercosur y que, por lo tanto, deberá ser seguida con atención 
        por los empresarios. |