| Es factible concluir en los próximos meses la demorada negociación 
        bi-regional entre el Mercosur y la Unión Europea? Si bien se ha 
        instalado la idea que tras largos meses de parálisis, ella sería 
        retomada este próximo semestre, subsisten dudas respecto de que 
        aún si así fuere, pudiera conducir a una relativamente rápida 
        conclusión de un acuerdo.  Una primera duda se refiere al vínculo entre tal negociación 
        y la conclusión de la Rueda Doha. El Grupo de los 4, del que participan 
        la UE y el Brasil -se supone que como vocero del Grupo de los 20 y ¿también 
        del Mercosur?-, ha insistido en que las negociaciones globales concluirán 
        este año. El clima al respecto sigue siendo de prudente escepticismo. 
        La Cumbre de los 8 en Alemania no ha contribuido a cambiarlo.  Otras dudas se relacionan con la imagen que el Mercosur tiene hoy en 
        Europa. Por un lado, se observan interrogantes sobre que pueda llegar 
        a ser una efectiva unión aduanera, esto es un espacio de mercados 
        integrados que sea una contrapartida al mercado único al que podrían 
        acceder los bienes provenientes del Mercosur. Por otro lado, en los últimos tiempos la cuestión del verdadero 
        alcance de la participación de Venezuela en el Mercosur ha instalado 
        en Europa interrogantes de índole política, así como 
        otros vinculados a su efectiva incorporación a la unión 
        aduanera. El hecho que el Protocolo de Adhesión no haya sido ratificado 
        aún por Brasil y Paraguay, intensifica los interrogantes.
 A su vez, el que Bruselas proponga una asociación estratégica 
        de la UE con Brasil, con mucho significado político -que se evidenciará 
        en julio próximo en una Cumbre en Lisboa- y con un amplio contenido 
        económico -del cuál sólo se excluye la posibilidad 
        del otorgamiento de tratamientos comerciales preferenciales-, contribuye 
        a generar legítimas dudas sobre la real estrategia europea con 
        respecto al Mercosur.  Oficialmente se ha señalado que considerar a Brasil como un líder 
        natural en América del Sur, no significa subestimar la importancia 
        de un acuerdo con el Mercosur. Por el contrario, se señala que 
        es un hecho político que debe conducir a una aceleración 
        de ese acuerdo bi-regional.  Es posible que así sea. Sin embargo, también lo es el que 
        la Rueda Doha no concluya este año -y habría que esperar 
        entonces varios años para lograr un desenlace positivo de las actuales 
        negociaciones globales- y que tampoco puedan aclararse los interrogantes 
        que los europeos se formulan respecto al futuro del propio Mercosur. Parece obvio que un escenario de pronta conclusión, a la vez, 
        de la Rueda Doha y de la negociación bi-regional, podría 
        resultar atractivo. Todos los esfuerzos deberían concentrarse en 
        lograrlo. Sin embargo también parece prudente que nuestro país 
        se prepare para otros escenarios. Apostar sólo al escenario positivo 
        sería riesgoso. Una alternativa podría ser imaginar un enfoque 
        en el que se combine un acuerdo de asociación estratégica 
        bi-regional -en la línea de la anunciada con el Brasil- con una 
        red de acuerdos de libre comercio que pudieran ser negociados bilateralmente 
        con la UE por aquellos países del Mercosur interesados. Tales acuerdos 
        podrían tener vasos comunicantes y prever un mecanismo de convergencia 
        en el tiempo. En cierta forma es lo que el Mercosur ha hecho con la Comunidad 
        Andina y con México.  La opción planteada no sería, por cierto, la óptima. 
        Pero tampoco sería muy conveniente tener que constatar que tras 
        años de negociación, la relación del Mercosur con 
        la UE ha quedado estancada o sólo limitada, en los hechos, a un 
        acuerdo de asociación estratégica con el Brasil. En tal 
        caso, podría ser menos creíble la capacidad de liderazgo 
        sudamericano atribuida por Bruselas al Brasil. Y también se tornaría 
        evidente que en la América del Sur actual, un solo país 
        no puede asegurar un liderazgo efectivo -aspirar a ser país 
        ancla- si es que no logra construir alianzas estratégicas 
        estables con otros países de la región. |