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    | Universidad de Tres de Febrero 
      | Noviembre de 2007 |  
   
    | Gobernabilidad e integración de espacios geográficos regionales: Una aproximación a la comparación de las experiencias sudamericana y europea.  |   
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    |   | Presentado en la Jornada Jean Monnet, organizada por el Módulo Jean Monnet de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) con la colaboración del INTAL - Buenos Aires, 13 de noviembre de 2007. 
Está basado en la versión en inglés presentada a la Conferencia Internacional:  “50 Years of European Integration: Foundations and Perspectives”, University of Maastricht, Maastricht, 23 and 24 March 2007. |  
  
    | Introducción: la comparación de las  experiencias sudamericanas y europeas Las diversas  décadas de procesos de integración económica, tanto en el espacio geográfico regional  europeo como en el sudamericano, ofrecen las bases para un ejercicio de  comparación.  Esta  comparación resulta interesante para aquellos que intentan comprender y esclarecer  esas realidades regionales, por ejemplo, a través de sus actividades académicas  o a través de los medios de comunicación.  Y  puede resultar aun más útil para quienes intentan influenciar y modificar esas  realidades a través de su accionar político. El hecho de que en ambas regiones  se podrían estar enfrentando desafíos  metodológicos similares, acerca de cómo sostener en el tiempo el trabajo  conjunto de un grupo de naciones soberanas con contigüidad geográfica, debería acrecentar  el interés recíproco en aprender de sus respectivas experiencias.  Este  interés mutuo parece aún más relevante teniendo en cuenta aquellas debilidades  metodológicas que podrían conducir, en todos o en algunos de los Estados  miembros, a una crisis de legitimidad social del respectivo proceso de  integración. En la medida en que no se proporcione una respuesta adecuada al interrogante  acerca de cómo trabajar en forma conjunta, la gente comenzará a cuestionarse el  porqué hacerlo. Es decir, se podría pasar fácilmente de confrontar un problema  metodológico a uno existencial. Nuestro principal  interés en este trabajo es, precisamente, exponer algunas reflexiones concernientes  a la comparación de ambas experiencias –aun cuando éstas pudieran presentar más  diferencias que elementos en común-. Lo haremos tomando en cuenta las  metodologías empleadas por naciones vecinas,  que voluntariamente se asocian, a fin de construir juntas en su espacio  geográfico regional común, una comunidad permanente de intereses y objetivos,  basándose en instituciones y  normas  comunes. En  el caso particular de muchos de los países sudamericanos, éstos han  participado, desde mediados del siglo pasado, en distintas experiencias que han  aspirado a una integración económica profunda, al menos entre algunos de ellos. Sin  embargo y aun cuando se hayan obtenido logros significativos, ninguna de esas  experiencias ha logrado construir algo similar a aquello en lo que se convirtió  la Unión Europea  cincuenta años después de que se firmara en 1957 el Tratado de Roma. No  es nuestra intención en este trabajo rememorar –aunque sólo fuera  sintéticamente- la historia de los procesos de integración en América del Sur,  ni exponer sus éxitos y fracasos tanto en el ámbito económico como en el  político. Y mucho menos con respecto a la región más amplia y heterogénea  reconocida como América Latina [1].  Por  el contrario, nuestra intención es simplemente identificar algunos rasgos y  elementos para facilitar un mayor entendimiento de las experiencias  sudamericanas de integración y para facilitar su comparación con las  experiencias europeas. Eventualmente,  también podría facilitar a nuestros colegas del mundo académico europeo, el  acceso a lo que podría ser una fuente de inspiración para su contribución a la  difícil tarea de resolver algunos de los desafíos metodológicos que la Unión Europea enfrenta  actualmente y, sobre todo, a los que podrá enfrentar en el futuro. En  realidad, éste podría ser un campo fértil para el desarrollo de una futura  cooperación entre instituciones académicas europeas y sudamericanas. También  deberían incluirse en esta cooperación interregional las experiencias asiáticas  [2] y  africanas. En el caso del  espacio geográfico regional sudamericano, tomaré en cuenta las siguientes  experiencias: 
        El anterior Grupo Andino, devenido luego en la       actual Comunidad Andina de Naciones [3]; 
        El Acuerdo Bilateral de Integración y Cooperación       entre Argentina y Brasil, luego transformado en el actual proceso del       Mercosur [4], y 
        La idea de una Comunidad Sudamericana de Naciones [5],       incluyendo las doce naciones de este espacio geográfico – más       recientemente denominada como Unión de Naciones de América del Sur       (UNASUR). A fin de  preservar el enfoque centrado en el espacio geográfico regional sudamericano,  no consideraré en esta oportunidad otras experiencias [6] también desarrolladas en el espacio geográfico regional más amplio de América  Latina y el Caribe [7], principalmente: 
        La Asociación        Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) creada por el       Tratado de Montevideo de 1960, luego transformada en la Asociación        Latinoamericana de Integración (ALADI) [8] mediante el Tratado de Montevideo de 1980 –aunque formalmente sus       objetivos son promover la integración económica y desarrollar el comercio       entre sus miembros, de facto ha       sido fundamentalmente una estructura muy útil para desarrollar acuerdos       comerciales preferenciales entre los países miembros-; 
        El Mercado Común Centroamericano [9] –limitado a esta subregión geográfica e integrando cada  vez más sus mercados con los Estados       Unidos a través del reciente acuerdo CAFTA-DR [10] (Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República       Dominicana y)-; y 
        La        CARICOM (Comunidad del Caribe) –antes CARIFTA       (Asociación de Libre Comercio del Caribe)-, que incluye la mayoría de los       países del Caribe [11]. En esta  oportunidad, nuestro análisis se concentrará en tres puntos fundamentales: 
        Algunos elementos comunes en las experiencias de       gobernabilidad e integración en los espacios geográficos regionales de       América del Sur y de Europa; 
        Algunas diferencias fundamentales entre los       procesos de integración en América del Sur y Europa, luego de sus experiencias       de los últimos cincuenta años; y 
        Principales desafíos que enfrentan ambas regiones,       en sus esfuerzos por desarrollar pautas razonables de gobernabilidad y afianzar       la lógica de la integración entre sus naciones vecinas. Finalmente  expondré algunos comentarios finales. 
        América del       Sur y Europa: algunos elementos comunes en sus experiencias de       gobernabilidad e integración de los respectivos espacios geográficos regionales ¿Cuáles son  algunos de los elementos comunes que caracterizan a estos procesos y  experiencias de gobernabilidad e integración regional? En ambos casos  podemos identificar los siguientes elementos comunes fundamentales: 
        Son siempre procesos voluntarios desarrollados       entre naciones soberanas vecinas.
 Esta  característica implica un enorme contraste con otras experiencias históricas de  procesos de integración involuntarios o hegemónicos, así como también con  aquellas que produjeron como resultado final un nuevo Estado soberano, mediante  distintos tipos de metodologías federales;
 
        Trabajan conjuntamente en forma permanente,       incluyendo distintos objetivos económicos y, eventualmente, políticos a       largo plazo; 
        El interés nacional de los distintos países miembros       prevalece normalmente en la definición de metas y compromisos comunes [12];
 Los intereses  nacionales constituyen el principal impulso para los distintos Estados  participantes, en lugar de lo que ha sido denominado una “racionalidad  supranacional hipotética”;
 
        Un enfoque “orientado por reglas” hacia la idea de       construir gradualmente condiciones razonables de gobernabilidad de un       espacio geográfico regional común [13].
 Contrariamente  a lo que podría ser un proceso puramente “orientado por el poder”, en esta  clase de procesos de integración consensual, las reglas y las instituciones  comunes desempeñan un rol clave [14].
 
 Las metas y  los objetivos se definen a través de un proceso gradual y dinámico de construir  un equilibrio entre los intereses nacionales de los distintos países miembros.
 
 En  consecuencia, la percepción de beneficios compartidos –un cuadro de ganancias  mutuas- resulta un factor crucial para la legitimidad social de la idea de un  trabajo conjunto;
 
        La creación de instituciones con al menos dos       funciones esenciales: preservar una visión común del proceso de       integración y establecer reglas de juego comunes en forma gradual.
 No existe un  patrón o un modelo único en cuanto a la organización de tales instituciones.  Desde el punto de vista jurídico, éstas son comunes a la asociación de Estados.  No obstante, en términos de su organización, composición, funciones,  competencias, efectos jurídicos de sus decisiones y sobre cómo ellas son  adoptadas, cada proceso puede presentar diferencias significativas.
 
 El principio  de “libertad de organización” [15] se  aplica al enfoque que un proceso de integración concreto podría tener con  respecto a sus instituciones. Los conceptos de “supranacionalidad” o de “leyes  o instituciones comunitarias”, habitualmente utilizados en el caso de la Unión Europea, no son  necesariamente válidos para otras experiencias. Por el contrario, al menos en  el caso de la región sudamericana, esos conceptos han resultado en ocasiones  una fuente de confusión, especialmente entre líderes políticos y también en la  opinión pública.
 
 En cualquier  caso, lo importante es precisamente la definición del locus de la representación gubernamental, de los servicios técnicos  y, eventualmente, de una visión independiente y común de los intereses de los  Estados miembros, de la participación parlamentaria y de la sociedad civil, y  de un mecanismo jurisdiccional que podría ser tanto judicial como arbitral.
 
 En nuestra opinión,  quiénes participan en el proceso de adopción de decisiones y cómo se crean las  normas y se garantiza su efectividad [16], son  algunos de los elementos cruciales en la apreciación de la calidad  institucional de un proceso de integración concreto;
 
        Los instrumentos que conducen al comercio       preferencial y, finalmente, a la integración de los mercados. No existe       una fórmula única acerca en cuanto a cómo hacerlo [17].
 Sin embargo,  un factor común en los procesos de integración profunda entre naciones vecinas,  suele ser la creación de una unión aduanera como un paso hacia un mercado común  que incluya la libre circulación de bienes, servicios, capitales, mano de obra  y personas, y también un cierto grado de políticas macro-económicas y  sectoriales comunes.
 
 Por lo general,  estos procesos de integración regional han sido desarrollados de forma  compatible con otros compromisos internacionales, particularmente dentro del  marco del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y  actualmente de la OMC  (Organización Mundial del Comercio).
 
 En el caso de  los países en vías de desarrollo –por ejemplo los países de la región  sudamericana-, el Artículo XXIV del GATT-1994 [18] y el  Artículo V del GATS (Acuerdo General sobre Comercio de Servicios), así como  también la “Cláusula de Habilitación” del GATT [19], son  los principales parámetros para conciliar un proceso de integración profunda  con las normas del sistema global multilateral de comercio de la actual OMC;
 
        Los principales objetivos de afianzar sus regímenes       democráticos y, al mismo tiempo, aumentar su capacidad para competir en       los mercados globales, incrementar su poder de negociación en el escenario       internacional y asegurar las condiciones para la paz en su vecindad       regional; y 
        El hecho de que la irreversibilidad del proceso no       está garantizada. A diferencia, por ejemplo, de los procesos de       federación, los países miembros pueden retirarse de la asociación o la       comunidad de naciones y, sobre todo –independientemente de los costos       políticos y económicos-, el proceso podría eventualmente fracasar.             Sin  embargo, deberían analizarse esos elementos comunes teniendo en cuenta las  enormes diferencias existentes no sólo entre ambos espacios geográficos  regionales y procesos de integración, sino también con respecto a los países  miembros. Es por esta razón que, en cualquier comparación acerca de las  realidades históricas, políticas, económicas y culturales de Europa y América  del Sur, deberían considerarse algunos elementos diferenciales clave. En la  siguiente sección del trabajo analizaremos lo que consideramos son los  elementos de diferenciación más relevantes.
       
        Principales       diferencias entre ambos espacios geográficos regionales y sus respectivos procesos       de integración ¿Cuáles son  las principales diferencias a tener en cuenta al momento de comparar América  del Sur y Europa, ya sea como espacios geográficos regionales o como procesos  de integración? El  nivel de desarrollo económico relativo es obviamente la mayor diferencia entre  ambas regiones. Se considera que todas las naciones sudamericanas son países en  vías de desarrollo. Los indicadores están a la vista. Aquéllos relacionados con  las desigualdades sociales son quizás los más importantes y son el resultado,  entre otros aspectos, de los factores económicos [20].  Pero un indicador real y no sólo simbólico, es que ningún país de esta región  ha sido aceptado como miembro de la   OCDE (Organización para la Cooperación y el  Desarrollo Económicos), al menos hasta el momento. Una  consecuencia de la condición de países en vías de desarrollo es que en  Sudamérica – a diferencia de lo que ocurre en Europa - no existe ninguno, ni  siquiera Brasil o ahora Venezuela, que pueda desempeñar un papel significativo  en el financiamiento de los procesos de integración. Las  sociedades abiertas y la democracia no necesariamente constituyen una  diferencia significativa entre ambas regiones. Si tomamos las últimas tres  décadas, es posible observar sociedades cerradas y situaciones no democráticas  en muchos países de las dos regiones. Esto resulta aún más evidente si  consideramos la totalidad del siglo XX. Aun hoy, las tendencias que  eventualmente podrían hacer peligrar los esfuerzos para consolidar las ideas de  sociedades abiertas y de regímenes democráticos no han desaparecido por  completo, ni en América del Sur ni en Europa. El objetivo de consolidar tales  ideas a través de un proceso de integración consensual, es precisamente uno de  los elementos comunes más importantes entre estos dos espacios geográficos  regionales. Concebidos  como espacios geográficos regionales, algunas de las principales diferencias a  tener en cuenta en cualquier ejercicio de comparación se relacionan con: 
        La geografía:       contrariamente a lo que sucede en el espacio geográfico regional europeo,       las distancias físicas y económicas en América del Sur son todavía       enormes, especialmente entre sus principales centros urbanos.
 Hasta las  últimas décadas, estos centros urbanos estaban apenas conectados. En la mayoría  de los casos, era en general más fácil viajar y comerciar con ciudades europeas,  e incluso con aquéllas en las costas occidentales u orientales de Estados  Unidos, que con ciudades de otros países de la misma región.
 
 El transporte  y las comunicaciones no estaban muy desarrollados. El transporte marítimo  constituía la vía de conexión más importante entre los principales mercados  sudamericanos. Los países andinos -incluido Chile- se conectaban básicamente a  través del océano Pacífico, y otro importante corredor marítimo se hallaba en  el Atlántico, conectando también Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay con  Europa y América del Norte.
 
 Uno de los  principales efectos de los esfuerzos de integración de las últimas décadas, ha  sido precisamente la infraestructura física que ha permitido el desarrollo de  corredores de comercio.
 
 Como se ha  señalado con razón, éste es particularmente el caso, hoy en día, de la conexión  en una red de alrededor de veinte grandes ciudades entre Río de Janeiro-San  Pablo-Belo Horizonte, en el Norte, y Asunción-Montevideo-Buenos  Aires-Rosario-Córdoba-Santiago de Chile-Valparaíso, en el Sur.
 
 Esta red de  importantes centros urbanos constituye el núcleo económico de lo que se conoce  como Mercosur –como denominación de un espacio geográfico [21]-. Es  donde se concentra la mayor parte de las industrias y servicios y donde la  capacidad de consumo es mayor. Eso explica por qué, al menos desde este punto  de vista, se considera que Chile integra naturalmente el espacio económico del  Mercosur, especialmente a través de firmas que operan dentro de esta red de  grandes ciudades.
 
 La geografía  explica también el desarrollo en las últimas décadas de distintos tipos de  proyectos comunes (entre otros, las diversas represas hidroeléctricas binacionales  como las de Itaipú, Yacyretá y Salto Grande) y de redes en el sector energético  (electricidad, gas y petróleo).
 
 El gran tamaño  del espacio geográfico regional sudamericano, también explica por qué la  contigüidad física suele tener distintos significados según la percepción de  cada país en particular. Obviamente, desde la perspectiva brasileña, América  del Sur representa casi la totalidad de su espacio contiguo. Pero para  Argentina y Uruguay, por ejemplo, su región contigua es lo que por muchas décadas  se ha dado en llamar el Cono Sur. Y la perspectiva cambia si uno observa el  espacio vecino desde Venezuela y Colombia, países que al mismo tiempo están muy  relacionados con la región del Caribe.
 
 Aun hoy, la  geografía sigue siendo una fuente de dificultades para la conexión de los  mercados en el espacio sudamericano [22].
 
 Pero es también  una de las razones que explican la fragmentación del proceso de integración  entre dos grandes espacios naturales: el andino –la Comunidad Andina  de Naciones- y el atlántico –el Mercosur-. Al conectar estos dos espacios  naturales uno puede encontrar y comprender su rol en el subsistema político  sudamericano [23], a los Andes, a la región  amazónica y, como país, a Bolivia.
 
 El factor  geográfico se ha tornado aún más evidente en los últimos tiempos debido a la  crucial importancia del gas y el petróleo en la relación entre la mayoría de los  países de la región, y al rol particular que continuarán desempeñando en este  sentido Venezuela y Bolivia.
 
 La geografía  también nos permitiría comprender las demandas de enfoques de geometría  variable para los diversos procesos de integración y cooperación en este  espacio regional. Volveremos sobre este punto más adelante.
 
        La historia:       las distancias físicas y económicas también explican las diferencias entre       ambas regiones, en lo que respecta a la ausencia de grandes guerras en       América del Sur durante el último siglo. En este aspecto, las diferencias       con Europa son notorias.
 No podemos  hallar en América del Sur el equivalente funcional para el papel desempeñado  por el patrón de relaciones conflictivas entre diversos países europeos, en  particular Francia y Alemania, antes de que el actual proceso de integración  fuera lanzado en 1950.
 
 Éste es el  motivo por el cual la memoria de la guerra no ha sido un incentivo para  promover la integración en la región sudamericana. Ni siquiera lo fue la  posibilidad de una nueva guerra ante la presencia de un enemigo con  pretensiones hegemónicas, como fuera el rol desempeñado por la Unión Soviética en el inicio del  proceso de integración en Europa.
 
 Y esto podría  explicar, también, el hecho de que Estados Unidos no cumpliera en América del  Sur –ni siquiera durante el período de la Guerra Fría- la clase de rol  que desempeñó en Europa, especialmente a través de los recursos financieros  aportados por el Plan Marshall.
 
 Por lo tanto,  la falta de la memoria de guerra, de los “tanques soviéticos” y del Plan  Marshall tiene algo que ver con las grandes diferencias que observamos en el  desarrollo de los procesos de integración en Europa y América del Sur.
 
        El comercio:       cuando en 1960 se creó la        ALALC, el comercio entre sus miembros estaba muy       concentrado en unos pocos productos, en su mayor parte materias primas y       en unos pocos países, en su mayoría del Cono Sur. México estaba, en todo       sentido, muy lejos del núcleo del comercio intra-regional.
 El carácter  marginal del comercio intra-regional para la mayoría de los países  sudamericanos cambió durante los años que siguieron. Pero no cambió en gran  medida. Aun hoy, el comercio intra-Mercosur, por ejemplo, representa el 20% del  total de su comercio exterior [24]. Las  cifras cambian si consideramos el comercio de productos manufacturados. Pero  aun en este caso es posible observar una gran concentración en la ya mencionada  red de grandes ciudades de los países del Mercosur más Chile –en su mayor  parte, comercio intra-industrial e incluso intra-firmas- y, en menor escala, en  algunos corredores bilaterales como en el caso de las relaciones comerciales  entre Colombia y Venezuela [25].
 Esas  cifras reflejan la debilidad de la conectividad física y económica entre los  mercados sudamericanos, y también pueden ayudar a explicar las enormes  diferencias existentes en comparación con el proceso de integración europeo. Concebidos  como procesos de integración, deberíamos considerar las siguientes y  fundamentales diferencias entre ambas experiencias: 
        Metodologías:       contrariamente a lo que acontece hoy en la región europea, en la sudamericana       no existe un núcleo principal de integración económica que abarque a toda       la región. A pesar de que la Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur       están vinculados a través de un acuerdo de complementación económica,       ninguno de ellos desempeña un papel similar al de la Unión Europea en su propio       espacio geográfico regional.
 Se suponía que  el Mercosur cumpliría ese rol. Eso no está claro en la actualidad. Y por el  momento, es difícil imaginar que la UNASUR pueda estar en condiciones de  desempeñar ese papel. Sólo cuando los compromisos políticos de las recientes  Cumbres Sudamericanas se formalicen en un tratado y en instrumentos operativos  concretos, podremos evaluar si ésta pueda eventualmente cumplir en el futuro, un  rol similar al desempeñado por la Unión   Europea como un bien público regional para todo el espacio  geográfico europeo. Pero, al parecer, llegar a esa instancia tomará algún  tiempo.
 
 Entretanto, es  posible observar que a una mayor escala sudamericana los procesos de  integración aún se encuentran fragmentados. Y es muy probable que la situación siga  siendo así, al menos en los años venideros.
 
 Sin embargo,  el verdadero problema podría ser el hecho de que los dos principales procesos  de integración del espacio geográfico regional sudamericano, han tenido un  desempeño relativamente pobre en la formulación de productos clave que al  parecer constituyen resultados significativos del proceso de integración  europeo. Esto es, la producción de reglas, de redes sociales y comerciales y,  también, de símbolos.
 
        Reglas:       la calidad de las reglas constituye un factor decisivo en un proceso de       integración consensual entre naciones soberanas. Normalmente, éstas son el       resultado de un proceso de creación normativa basado en una gran capacidad       de las instituciones comunes para concertar, en función de una visión       común, los intereses nacionales de los países miembros.
 También  resultan de la eficiencia de los mecanismos jurisdiccionales comunes, capaces  de resolver controversias –relacionadas con las normas del proceso de  integración- entre los Estados miembros y de garantizar el predominio de las  reglas pactadas.
 
 La experiencia  europea demuestra que instituciones de alta calidad pueden elaborar reglas con  un razonable potencial de efectividad – penetrar en la realidad - y de eficacia  – producir los resultados procurados -. En consecuencia, pueden lograr la  legitimidad social [26].
 
 Sin embargo, en  los procesos de integración sudamericanos se puede observar que las reglas de  juego han sido, en líneas generales, de baja calidad. No siempre pueden cumplir  con una de sus principales funciones, que es la de moderar la natural  inclinación de los países miembros a resistirse a las disciplinas colectivas,  aun cuando éstas hayan sido formalmente aceptadas a través de normas comunes.
 
 Cuando existen  grandes diferencias en cuanto a la dimensión económica y al grado de desarrollo  relativo entre los países miembros, la baja calidad de las reglas puede  eventualmente corroer la legitimidad social del proceso de integración. Esto es  evidente en el Mercosur, especialmente en la percepción de los países más  pequeños o menos desarrollados, concretamente Uruguay y Paraguay.
 
 El hecho es  que reglas de baja calidad no son capaces de sostener en el largo plazo el  equilibrio dinámico de intereses nacionales, crucial para preservar el poder de  atracción del proceso de integración en los distintos países miembros.
 
 Pero también  pueden afectar la percepción que el sector empresarial tenga, acerca de la  existencia de condiciones suficientes a fin de adoptar decisiones de inversión productiva  en función de las oportunidades generadas por el espacio económico ampliado. Los  inversores no confiarán en las señales enviadas por los gobiernos al mercado a  través de reglas de baja calidad. Y en consecuencia, el proceso podría perder  gradualmente su relevancia económica y política.
 
        Redes: se       supone que la integración económica entre naciones vecinas estimula la       interacción social a todos los niveles [27].
 El desarrollo  de toda clase de redes sociales en múltiples niveles –comenzando con las  resultante del comercio y del desarrollo de cadenas de valor de alcance  regional-, no es sólo un producto esencial de un proceso de integración, sino  también una forma concreta de acrecentar su potencial de irreversibilidad.
 
 La trama de  intereses sociales cruzados a nivel regional – en cierto modo las “solidaridades de hecho” de Jean Monnet -,  podría ser uno de los productos más sólidos de un proceso de integración orientado  por reglas que se cumplan.
 
 Pero a su vez,  los intereses sociales transnacionales pueden contribuir al posterior desarrollo  de normas comunes, resultando en una suerte de metodología de integración de  abajo hacia arriba (bottom-up).
 
 Este fenómeno  se hace evidente en la experiencia de integración económica asiática. En este  caso, la actividad comercial y otras expresiones de la sociedad civil, han sido  una de las fuerzas que impulsaron el desarrollo de acuerdos gubernamentales y de  reglas de juego regionales.
 
 En el caso de  América del Sur, las redes sociales regionales son cada vez más visibles, al  menos en el caso del espacio del Mercosur de cuatro más Chile. Son el resultado  del comercio y de las inversiones, pero también de toda clase de conexiones de  la sociedad civil, incluyendo, obviamente, la comunidad académica.
 
 Éste es uno de  los motivos que nos permiten ser más optimistas acerca del futuro del Mercosur.  La trama del comercio y de otros intereses sociales, desempeñará muy  probablemente el papel de fuerza de impulso para el desarrollo del proceso del  Mercosur y, particularmente, para la preservación de la idea estratégica de  trabajar en forma conjunta entre los países miembros, de un modo que les  permita mejorar sus sistemas democráticos, su desarrollo económico y social, y  su capacidad para competir en la escena global.
 
 
Símbolos:       éstos expresan la idea de una comunidad de naciones y de personas.       Permiten a los ciudadanos identificarse con la idea de una región común.       Son concretos, visibles y, por lo general, el resultado de las reglas que       los crean.
 En el caso de la Unión Europea, al parecer los  símbolos que ejercen un mayor impacto sobre la mayoría de los ciudadanos son la  bandera, el euro, los pasaportes, las patentes de los autos y los carriles de  migración en los aeropuertos.
 
 No existe nada  tan poderoso aún a nivel del Mercosur ni de la Comunidad Andina.  Algunos de los países miembros utilizan la palabra Mercosur en los documentos de  identidad personal y en los pasaportes de sus ciudadanos. Pero no es el caso de  todos. La idea de tener carriles de migración comunes para los ciudadanos del  Mercosur en los aeropuertos, ha sido aprobada por normas comunes pero no ha  sido puesta en práctica, al menos sistemáticamente, en todos los casos. El  Mercosur posee una bandera, pero rara vez se la exhibe, por ejemplo en  edificios públicos junto a la bandera nacional, como se acostumbra en la Unión Europea.
 
 Las reglas de  baja calidad y la falta de símbolos comunes constituyen, entre otros factores,  elementos de diferenciación entre las experiencias regionales de Europa y América  del Sur. Por  otro lado, como ya fuera mencionado, está surgiendo una red de intereses sociales  cruzados regionales, particularmente en el caso del espacio del Mercosur de  cuatro más Chile. Cómo afianzar esta tendencia es uno de los retos que enfrenta  la región sudamericana. Las reglas y los símbolos comunes podrían ayudar como  ha sucedido en la Unión  Europea.  Pero también tales  redes de intereses cruzados, podrían ser el resultado de una percepción por  parte del sector empresario y de otros actores de la sociedad civil, acerca de  las enormes oportunidades disponibles en el espacio geográfico regional común.  En cierto  modo, la idea de trabajar juntos entre países que comparten un espacio  geográfico regional, podría ser inducida por una trama de trabajo conjunto  entre diferentes actores sociales. Como ha ocurrido en Asia, las redes sociales  pueden ser un poderoso factor de impulso de la integración entre los países que  comparten un espacio geográfico regional. Además,  un mayor desarrollo de la conectividad física podría cumplir un rol positivo en  la proliferación de más redes comerciales y sociales en América del Sur, como  ya se está observando en el espacio del Mercosur de cuatro más Chile. 
        ¿Desafíos       similares por delante? A  pesar de las enormes diferencias ya  descritas entre los espacios geográficos regionales y entre los procesos de  integración de Europa y América del Sur, al parecer éstos podrían estar  enfrentando desafíos similares. Obviamente,  esto no quiere decir que los retos sean idénticos en ambas regiones; sólo  significa que éstos podrían eventualmente tener algunos rasgos comunes. Aunque  predominantemente sean desafíos con relevancia metodológica –acerca de cómo las  naciones vecinas pueden trabajar conjuntamente de manera voluntaria y  permanente-, si no se los enfrenta adecuadamente podrían terminar generando una  profunda crisis de legitimidad sistémica –en cuanto a por qué esas naciones  deberían continuar trabajando en forma conjunta-. Si en verdad  surge que algunos desafíos podrían tener características comunes, sería posible  imaginar que los intercambios sistemáticos de información y de análisis –al  menos a nivel académico- sobre el modo en que cada región los maneja, podrían resultar  bastante útiles. Algunos de  esos retos podrían estar relacionados con la identidad de un espacio regional,  y también con la eficacia y la legitimidad social de sus instituciones y las reglas  de juego del proceso de integración. Uno de esos  desafíos se relaciona con el problema de cómo manejar distintas realidades y  situaciones políticas y económicas, entre los países del mismo espacio  geográfico regional o entre los Estados miembros de un proceso de integración. Tal  desafío podría resultar del hecho de que no todos los países incluidos en un  espacio regional sean miembros del mismo proceso de integración. O podría ser  el resultado de enormes diferencias de poder político, dimensiones económicas y  grado de desarrollo relativos entre los países miembros de un proceso de  integración.  Cuantos más  países conformen un espacio geográfico regional o sean miembros de un proceso  de integración, mayores serán las dificultades para articular sus intereses  nacionales. En ese caso,  tres preguntas podrían ser relevantes: ¿cuáles serían los límites en la  incorporación de nuevos miembros a un proceso de integración?, ¿cómo conciliar  el incremento en la cantidad de Estados miembros con un nivel razonable de  eficacia institucional? y ¿cómo preservar un grado suficiente de atractivo y de  legitimidad social del proceso de integración regional? Pero las  dificultades aumentarían ante la eventual existencia de profundas fuerzas  operando en sentido de la fragmentación o el conflicto, entre aquellos países  que comparten un espacio geográfico regional o incluso un proceso de  integración. Esas fuerzas podrían estar impulsadas por intereses, diferencias  culturales y étnicas, o disonancias conceptuales o ideológicas. Esta clase de  desafíos podría requerir una mayor flexibilidad en los enfoques hacia la  gobernabilidad de un espacio regional o hacia la arquitectura institucional de  un proceso de integración. Al nivel de un espacio geográfico regional, podría  ser necesario desarrollar mecanismos institucionales y reglas de juego que  contemplen todas las diferencias que prevalecen entre los países que lo  configuran. Sería sumamente difícil reproducir en una región heterogénea de numerosos  países las mismas instituciones, los mismos mecanismos operativos o las mismas reglas  que podrían funcionar en una región homogénea de pocos países. Distintas  fórmulas de “geometría variable” y “velocidades múltiples” podrían ser  necesarias en tal caso. Algunos de  esos retos fueron evidentes una vez ampliada la Unión Europea. Pero claramente  son parte de la actual agenda sudamericana. Una cuestión  clave es cómo desarrollar una arquitectura institucional, que pueda contemplar  todas las diferencias políticas y económicas que prevalecen actualmente en el  espacio geográfico regional sudamericano común y en cada uno de sus procesos de  integración. Se trata, sin  dudas, de una de las cuestiones más complicadas que demandan una gran cuota de  creatividad y visión política. La tarea por delante no será fácil, teniendo en  cuenta también el hecho de que no todos los países de la región comparten una  visión común, en cuanto a las relaciones con otros países y otras regiones, más  específicamente con los Estados Unidos. 
        Algunos       comentarios finales La  integración consensual entre naciones soberanas nunca ha constituido un proceso  lineal, al menos según lo observado tanto en Europa como en América del Sur.  Por  el contrario, esas experiencias confirman la impresión de que transitan –y es  muy probable que lo sigan haciendo también en el futuro- sinuosos caminos sin  fin. Las continuas crisis y el sentimiento de hallarse al borde del colapso son  parte del paisaje habitual de los procesos de esta índole. Es probable que  nunca tengan un punto claro de no retorno ni un producto final. Constituyen  bienes públicos regionales que, a través de la elaboración de reglas, redes  sociales y símbolos, permiten a los países vecinos que comparten un espacio  geográfico regional construir, entre otros objetivos relevantes, condiciones  razonables para preservar la paz y la estabilidad política entre sí.  A  pesar de que existen grandes y evidentes diferencias entre los espacios  geográficos regionales europeo y sudamericano, lo cierto es que están  desarrollando procesos de integración consensual con elementos y desafíos  comunes por delante. Esto podría explicar la necesidad de desarrollar una  capacidad académica común para una mejor comprensión de la lógica y las  características de lo que éstos están intentando hacer, en pos de construir  regiones en las que la idea de integración finalmente pueda prevalecer sobre la  tendencia natural de fragmentación y conflicto entre naciones vecinas. En  ese sentido, la integración europea podría constituir un modelo para las  naciones sudamericanas. No necesariamente en lo que concierne a las  instituciones y las reglas comunes que permiten a Europa desarrollar un proceso  de integración económica entre sus naciones vecinas, pero sí en cuanto a la  necesidad de desarrollar fórmulas propias para preservar la idea de integración  en oposición a la idea de fragmentación dentro de un espacio geográfico  regional común. Finalmente,  cabe mencionar que el hecho de que el sistema internacional se encuentre en un  período de profundos cambios y grandes incertidumbres [28], acrecienta  el interés en las experiencias de trabajo conjunto de estas dos vastas regiones  que, a pesar de las evidentes diferencias, comparten una historia y valores  comunes [29]. |  
  
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           [1] Para  el análisis de los distintos períodos de integración en América Latina, véase  PEÑA Félix, “Momentos y perspectivas: La Argentina en el mundo y  en América Latina”, Eduntref, Buenos Aires, 2003. 
           [2] Acerca  del enfoque multipolar de la integración regional en Asia, véase PENETTA Piero,  “Il Regionalismo Multipolare Asiatico:  Contributo al diritto della cooperazione istituzionalizzatta fra Stati”, G.  Giappichelli Editore, Torino, 2003. 
           [3] Ésta fue  inicialmente concebida como el Grupo Andino, creado en 1969 por el Acuerdo de  Cartagena y con la participación de Chile. Tras una serie de crisis que  incluyeron el retiro de Chile durante el período Pinochet, el Grupo Andino se  transformó en la Comunidad Andina  de Naciones a través del Protocolo de Sucre (1997). Más recientemente,  Venezuela se retiró de la   Comunidad –aún no está claro si Venezuela no retornará a la Comunidad, o si lo hará  como miembro pleno o asociado- y prácticamente al mismo tiempo, Chile ingresó  como miembro asociado. También se modificaron su instrumento de unión aduanera  y su política comercial común, lo cual permitió a Colombia y Perú firmar  acuerdos de libre comercio con Estados Unidos (2006), aunque éstos no han sido  aprobados todavía por el Congreso norteamericano. También recientemente, la Comunidad Andina  concluyó un acuerdo con el Mercosur (2005). Se trata de una serie de acuerdos  preferenciales entre los miembros de ambos procesos de integración dentro de un  marco jurídico común que incluye normas comunes. Estos acuerdos fueron pactados  en el marco de la ALADI. Para  mayor información sobre la Comunidad Andina  de Naciones, visite su página Web oficial: www.comunidadandina.org. 
           [4] Tras un breve período del proceso de integración bilateral  entre Argentina y Brasil (desde 1986 hasta 1991), ambos países –que han preserva  hasta el momento sus metodologías de trabajo bilaterales, por ejemplo en el  sector automotriz, y sus principales instrumentos jurídicos (se firmó un  tratado bilateral en 1988 que aún está vigente, al igual que un Acuerdo de  Complementación Económica –ACE 14- en el marco de la ALADI, que también sigue  vigente)- tomaron la iniciativa de crear el Mercosur, firmando el Tratado de  Asunción (marzo de 1991), que incluyó también a Paraguay y Uruguay (Ver, el  artículo del autor, “Raíces y proyección del Mercosur”, en Mercosur: un atlas  cultural, social y económico, Instituto Herbert Levy y Manrique Zago  Ediciones, Buenos Aires 1997, ps 16 a 57). El comercio era un factor importante,  pero no constituía la fuerza rectora tras la idea de integración. Desde un  inicio tuvo un fuerte sentido político. A quince años de su lanzamiento, y a  pesar de numerosos problemas y abundantes controversias comerciales, el  Mercosur casi ha completado el programa de liberalización del comercio entre  sus integrantes (el azúcar no está incluido aún y el sector automotriz tiene una  normativa especial; ocasionalmente se aplican muchas restricciones no  arancelarias, así como también barreras técnicas y burocráticas –el mercado  está aún muy lejos de ser un mercado verdaderamente común-) y posee también un  arancel externo común que se aplica a una parte sustancial de su comercio  exterior, aunque existen numerosas excepciones de jure y de facto, que  son normalmente temporarias y no excluyen su convergencia final. En 2006,  Venezuela se convirtió en miembro del Mercosur, pero desde el punto de vista  jurídico, el proceso de ampliación no se ha completado aún. Brasil y Paraguay  no han ratificado aún (al mes de octubre de 2007) el Protocolo de Caracas que  formaliza la incorporación de Venezuela. Chile, Bolivia y otros países andinos  también son miembros asociados del Mercosur. Más recientemente se habría  iniciado el proceso para la eventual incorporación de Bolivia. Cabe recordar  que la estabilidad política de Bolivia es de suma importancia para otros países  sudamericanos, y no solamente para aquellos que son miembros del Mercosur. Para  bibliografía reciente sobre el Mercosur véanse, entre otras fuentes, diversos  trabajos del autor en su página Web: www.felixpena.com.ar y, en especial, “Los grandes objetivos del Mercosur: zona  de libre comercio, unión aduanera y mercado común”, Seminario  "15 Anos de Mercosul: avaliação e perspectivas", Fundação Memorial Da  América Latina, San Pablo, 27 y 28 de marzo de 2006. Véase también www.redmercosur.org.uy. Se  puede acceder a los principales documentos jurídicos acerca del Mercosur visitando  su página Web oficial: www.mercosur.int. Para una perspectiva brasileña del Mercosur y otras iniciativas  en el espacio regional sudamericano, véase también el extenso reportaje al  embajador Celso Amorim, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, en la  edición del Financial Times del 22 de febrero de 2007 (en www.mre.gov.br).  
           [5] La  idea de una Comunidad Sudamericana de Naciones reconoce como primer paso a la Cumbre Sudamericana  en Brasilia (2000), aun ante la existencia de iniciativas previas originadas en  Brasil. Las doce naciones sudamericanas (los países miembros del Mercosur y de la Comunidad Andina  de Naciones, y también Chile, Surinam y Guyana) participan en este proceso que  tiene una fuerte dimensión política, pero que al mismo tiempo está relacionado,  entre otros objetivos, con el desarrollo de la integración de la  infraestructura física de la región y la convergencia de los distintos acuerdos  subregionales de integración y comercio. Hasta el momento no se ha firmado  acuerdo alguno. En abril de 2007, el nombre original fue cambiado para el Unión  de Naciones de América del Sur (UNASUR). Para acceder a los principales  documentos concernientes a la Comunidad   Sudamericana de Naciones y la reciente Cumbre de Cochabamba  en Bolivia (2006), véanse www.cumbresudamericana.bo/armado.htm y también www.wikipedia.org,  que incluye información económica de los distintos países, tanto en español  como en inglés. Aún no se conoce una página web oficial de UNASUR. 
           [6] Para  una información detallada y actualizada, textos jurídicos y bibliografía sobre  los diversos acuerdos latinoamericanos de integración y comercio, véase www.sice.oas.org, entre  otras fuentes. 
           [7] América Latina y el Caribe es la denominación  utilizada habitualmente con relación a esta heterogénea región, como por  ejemplo en el caso de las cumbres periódicas entre esos países y la Unión   Europea. Acceda a una mayor información sobre esas cumbres en  el sitio oficial de la Unión  Europea: http://europa.eu. 
           [8] La ALADI cuenta actualmente con  doce países miembros. En el marco de esta estructura se han firmado 8 “acuerdos  regionales” y cerca de 100 “acuerdos parciales” –que son aquéllos en los que  participan sólo algunos de los Estados miembros y que pueden tener distintas  modalidades, incluyendo “acuerdos de complementación económica”-. La mayor  parte de los intercambios de bienes entre los miembros de la ALADI se beneficia con algún  tipo de preferencias incluidas en la compleja red de estos acuerdos parciales.  Los once miembros originales de la (ALALC), y en la última década también Cuba,  son países miembros. La ALADI  fue presentada en el GATT-OMC en el marco de su Cláusula de Habilitación. Para una  información detallada sobre la   ALADI, sus funciones, organización y actividades, y la lista  completa de acuerdos parciales, visite la página Web oficial: www.aladi.org. Ésta también  constituye una valiosa fuente de datos estadísticos acerca del comercio intra-latinoamericano.  Las publicaciones periódicas de políticas comerciales de la OMC, disponibles en www.wto.org, constituyen  una de las mejores fuentes de información con referencia a las políticas de  comercio exterior y a las negociaciones y acuerdos de comercio internacional de  los países latinoamericanos. Las publicaciones de políticas comerciales más  reciente se refieren a la Argentina (12 y 14 de febrero de 2007) y al Perú (17  de octubre de 2007).  [10] Para información sobre el  acuerdo CAFTA-DR y su correspondiente texto, véase la página Web: www.ustr.gov, así como también la página Web  mencionada anteriormente en la nota 9. Éste incluye las naciones  centroamericanas y 
 [11] Para información sobre la CARICOM, véase la página Web oficial: www.caricom.org.
  [12] En lo que respecta al interés nacional en los orígenes de la integración europea, ver MILWARD Alan S., The European Rescue of the Nation-State, University of California Press, Berkeley & Los Angeles, 1992; ver memorando de Jean Monnet, 3 de mayo, 1950, en Le Monde, 9 de mayo, 1970. Ver también, PEÑA Félix, “Previsibilidad y eficacia: la integración voluntaria entre naciones soberanas”, en Encrucijadas, Revista de la Universidad de Buenos Aires, febrero de 2001, p. 48.  [13] Para un desarrollo más amplio, véanse PEÑA Félix, “Reglas de juego e instituciones en el Mercosur,” Revista de Derecho Privado y Comunitario, N° 14, Santa Fe 1997, p. 395; y también los siguientes trabajos: “Reglas de juego, instituciones e integración económica: reflexiones desde el Mercosur,” en Archivos del Presente, Buenos Aires, Octubre-Noviembre-Diciembre 2000, p. 97; “Concertación de intereses, efectividad de las reglas de juego y calidad institucional en el Mercosur”, informe elaborado para el Programa Estado de Derecho de la Fundación Konrad Adenauer y la Red Mercosur, mayo 2003; y  “Civil Society, Transparency and Legitimacy in Integration Processes and Trade Negotiations: Mercosur’s experience and lessons for the negotiations with the European Union”, trabajo preparado para el grupo de trabajo de la Chaire Mercosur –Science Po- en el Seminario Anual de negociaciones UE-Mercosur, septiembre 2003 (www.chairemercosur.science-po.fr).  [14] Para una distinción entre “orientado por reglas” (“rule-oriented”) y “orientado por el poder” (“power-oriented”), véase JACKSON John, “The World Trading System. Law and Policy of International Economic Relations”, Segunda Edición, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1997, pp. 109-111.  [15] Véase SEREGNI Angelo Piero, “Le Organizzazione Internazionale”, Dott.A.Giuffré, Milán 1959.  [16] El concepto se utiliza en el sentido propuesto por DE VISSCHER Charles, “Les Effectivités du Droit International Public”, Editions Pedone, París, 1967; y TOUSCOZ Jean, “Le Principe D’Effectivités dans l’Ordre International”, LGDJ, París, 1964.  [17] Para una historia de los diferentes enfoques hacia el desarrollo de acuerdos de integración de mercados y  de libre comercio, véase, entre otros, MACHLUP Fritz, “A History of Thought on Economic Integration”,  Columbia University Press, Nueva York, 1977; véanse también, NOLDE B. “Droit et Technique des Traités de Commerce”, capítulo X, “Les Unions Douaniéres”, en Recueil des Cours de l’Académie de Droit International, La Haya, 1924, pp.437-50; y ANDERSON Kym y Hege NORHEIM, “History, geography and regional economic integration”, en Regional Integration and the Global Trading System, editado por Kym ANDERSON & Richard BLACKHURST, St.Martin Press, Nueva York, 1993, pp.19-51.  [18] Véase SNAPE Richard H., “History and Economics of GATT’s Article XXIV”, en Regional Integration and the Global Trading System, editado por Kym ANDERSON & Richard BLACKHURST, St.Martin’s Press, Nueva York, 1993, pp.283-87.  [19] La cláusula fue negociada y aprobada durante la Ronda de Tokio (1979); para los antecedentes históricos, véanse WINHAM Gilbert, “International Trade and the Tokyo Round Negotiation”, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1986, pp.141-46 y 274-80; y también, SRINIVASAN T.N., “Developing Countries and the Multilateral Trading System”, Westview Press, 1998, pp.21, 24 y 99.
 [20] Los principales indicadores económicos y sociales  de los países sudamericanos están disponibles, entre otras fuentes, en las  páginas Web del Banco Mundial (www.worldbank.org), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (www.iadb.org) y la Comisión Económica  para América Latina y el Caribe (CEPAL) (www.cepal.org).
 [21] Para entender el Mercosur es necesario tener en cuenta que esta denominación es utilizada simultáneamente para identificar: un espacio geográfico –su delimitación dependerá en gran medida de las diferencias de cada perspectiva nacional, por ejemplo la de Brasil o Uruguay, y ahora incluso la de Venezuela, y de cada sector, por ejemplo la producción y distribución de energía, o las industrias automotrices y alimentarias-; una idea estratégica –que es trabajar en forma conjunta entre los países miembros como un modo de acrecentar su propia capacidad para consolidar sus sistemas democráticos, modernizar sus economías y competir en los mercados globales- y, un proceso formal de integración económica –originado en el ya mencionado Tratado de Asunción-. Muchos de los evidentes problemas del Mercosur son el resultado de iniciativas –o la falta de ellas- en este tercer nivel. Lo que debe estar en claro para comprender las más recientes iniciativas en la región es el hecho de que una definición amplia del Mercosur como un espacio geográfico –lógica desde el punto de vista de Brasil- llevaría a equiparar su dimensión con la del espacio sudamericano total. Eso podría ayudar a explicar la confusión generada por la idea de la Comunidad Sudamericana de Naciones o, ahora, UNASUR. En cambio, una definición más limitada podría inducir a una confusión con la antigua idea de los países del Cono Sur. El hecho de que Venezuela se esté incorporando al Mercosur explica, quizás, la reciente tendencia de equiparar el Mercosur con la Comunidad Sudamericana de Naciones o UNASUR. Ya no puede ser concebido solamente como un espacio y un proceso del Cono Sur, ni la idea estratégica puede limitarse a este espacio geográfico regional más restringido. Véase PEÑA Félix, “Understanding Mercosur and its Future”, Jean Monnet/Robert Schuman Paper Series, Vol.5 No. 14, June 2005: http://www6.miami.edu/eucenter/penafinal.pdf   [22] Obviamente, éste no es el único factor. Otros factores que en el pasado también desempeñaron un papel relevante, tenían que ver con la estructura del comercio exterior de los distintos países –concentrado en unas pocas materias primas exportadas a unos pocos países industrializados- y con las políticas económicas –es decir, estrategias de sustitución de la importación durante el período inicial del desarrollo industrial-. La falta de integración que aún se puede observar en los mercados de dos grandes ciudades vecinas, como Montevideo y Buenos Aires, demuestra que la distancia geográfica no ha sido el único factor de relevancia.  [23] Para un análisis histórico sobre América del Sur como un sub-sistema de poder internacional, véase BURR Robert, “By Reason or Force: “Chile and the Balance of Power in South America, 1830-1905”, University of California Press, Berkeley, Los Angeles, Londres, 1965. Para antecedentes históricos sobre la subregión del Cono Sur, véanse y compárense JAGUARIBE Helio, “Brasil-Argentina: Relações de conflito e cooperação,” en Revista Brasileira de Política Internacional, 93-96, 1981, p. 131; FRAGA Rosendo, “Evolución histórica de los países del Mercosur,” en Mercosur: un atlas cultural, social y económico, Ediciones Manrique Zago e Instituto Herbert Levy, Buenos Aires, 1997, p. 91; y METHOL FERRÉ Alberto, “Mercosur, América del Sur y América Latina,” en idem, p. 119.  [24] En 1990 representaba el 9% y en 1997, el 25%.  [25] Para cifras estadísticas más detalladas, véase el  análisis del comercio intra-Mercosur en la página Web del Centro de Economía  Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, www.mrecic.gov.ar, y en el  caso del comercio intraandino, en la página Web de la Comunidad Andina  de Naciones, www.comunidadandina.org. Otras valiosas fuentes de información son los informes periódicos del  Instituto para la   Integración de América Latina y el Caribe del Banco  Interamericano de Desarrollo, en la página Web: www.iadb.org/intal.  [26] Para el desarrollo de  este tema, véase PEÑA Félix, "Consensual  Integration Alliances: The Importance of Predictability and Efficacy in the  Mercosur Institutional Experience", Miami European Union Center,  University of Miami, Jean Monnet/Robert Schuman Paper Series, Vol. 2 N° 3,  March 2003 (www6.miami.edu/eucenter/pena_03.pdf). [27]  
          Para el concepto de “integración de redes”, véase CASTELS Manuel, “End of Millennium”, Blackwell Publisher, Oxford, 1998, pp.330-332.           [28] Dos recientes libros, entre muchos otros, resultan muy útiles para comprender la más reciente evolución del sistema internacional y el valor que se le debería atribuir a los esfuerzos de integración regional tanto en Europa como en América del Sur, entre otras importantes regiones del mundo. Véanse HABERMAS Jürgen. “The Divided West”, Polity Press Ltd, Cambridge, Reino Unido, 2006, y HEISBOURG François, “L´Épaisseur du Monde”, Les Essais, Éditions Stock, París 2007.  [29] Para la futura relación de ambas regiones y, en particular, del proceso de negociación Unión Europea-Mercosur, véase PEÑA Félix, “Apuntes sobre la presidencia alemana de la Unión Europea y el futuro de las relaciones con el Mercosur”, en Diálogo Político, 01/2007, publicación periódica de la Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 2007 (www.kas.org.ar).  Véanse también, BENEYTO José María (dir) y ARGEREY Patricia (coord), “Europa y América Latina: El otro diálogo transatlántico”, Acción Jean Monnet, Biblioteca Nueva, Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU-San Pablo, Madrid, 2006; FUNDAÇÂO KONRAD ADENAUER – Centro de Estudos, “Europa-América Latina: construyendo una nueva agenda birregional”, Análisis e Informaciones, Nº 22, Río de Janeiro, 2006; ROY Joaquín, LLADÓS José María y PEÑA Félix (comp), “La Unión Europea y la integración regional: Perspectivas comparadas y lecciones para las Américas”, CARI-UNTREF-Universidad de Miami, EDUNTREF, Buenos Aires, 2005; y CELARE, “Las Relaciones Eurolatinoamericanas: De la Cumbre de Viena a la Cumbre de Lima”, CELARE, Santiago de Chile, 2006.
 
 
 
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    | Félix Peña es Director 
        del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director 
        de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la 
        Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité 
        Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). 
        Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar 
        trayectoria. |  
 
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