| América del Sur se ha vuelto un espacio geográfico de creciente 
        densidad, marcadas diferencias y gran dinamismo. Todo indica que seguirá 
        siendo así en el futuro. Captar bien las fuerzas profundas desatadas 
        en la región es hoy un desafío complejo para cualquiera 
        que opere en ella, tanto en el plano político como, sobre todo, 
        en el empresarial.  Es una región más densa, ya que en múltiples planos 
        la interdependencia entre los distintos países ha crecido sustancialmente 
        en las últimas décadas. Está tornando los sistemas 
        políticos y económicos nacionales más próximos 
        y más sensibles a lo que ocurra en su vecindario. Ésta tiene 
        cada vez más escala sudamericana.  Al menos en tres planos se observa tal densidad. Uno es el de la producción 
        y el comercio. Las redes tejidas por empresas transnacionales y crecientemente 
        por las multilatinas y también por un número significativo 
        de pymes originadas en la propia región se han ido acentuando 
        gradualmente, pero con más intensidad en los últimos años. 
        Se reflejan en el intercambio comercial y en las inversiones. Están 
        especialmente concentradas en el Sur americano, con el consiguiente impacto 
        en la logística y el transporte. Como lo señalara oportunamente 
        Eliezer Batista, estratega brasileño, abarcan un espacio conformado 
        por unas 20 grandes ciudades ubicadas entre São Paulo, Rio de Janeiro 
        y Belo Horizonte, por el Norte, y Montevideo, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, 
        Santiago y Valparaíso, por el Sur. El otro plano es el de la energía 
        en sus múltiples modalidades. Éste, a diferencia del anterior, 
        tiene un alcance que cubre la casi totalidad de América del Sur. 
        Y el tercer plano es el del narcotráfico y de las distintas manifestaciones 
        de violencia y de crimen organizado. Su densidad se ha ido acentuando 
        con el tiempo y constituye ya una amenaza tangible en varios países 
        de la región.  Es también una región más diferenciada. Quizás 
        lo ha sido siempre, aunque a veces cuesta percibirlo en las lecturas efectuadas 
        desde otras latitudes. A las diversidades de tamaño y de grados 
        de desarrollo se suman en los últimos tiempos otras que son producto 
        de emergentes disonancias conceptuales. Otra diferenciación que 
        se observa resulta de los horizontes en los que algunos protagonistas 
        tienden a colocar los desafíos que enfrentan los distintos países. 
        Los hay aquellos proyectados hacia el futuro, que perciben la globalización 
        como una oportunidad para aprovechar. Y hay otros que aún no han 
        podido terminar de procesar sus distintos pasados, algunos con raíces 
        en muchos siglos atrás. En tales casos la tendencia suele ser ver 
        en el mundo que nos rodea más amenazas que oportunidades.  América del Sur es, finalmente, una región con una fuerte 
        dinámica de cambio. Los hechos cargados de futuro se evidencian 
        constantemente. En parte reflejan el dinamismo de un mundo turbulento 
        y en continua metamorfosis. En parte son de cosecha propia. Quienes no 
        sigan de cerca las noticias originadas en cada uno de los países 
        de la región o insistan en colocarlas en el marco de paradigmas 
        del pasado, corren el riesgo de no entender lo que está ocurriendo. 
        Uno de los hechos cargados de futuro más recientes es, por ejemplo, 
        el de los descubrimientos de lo que prometen ser fuertes riquezas de hidrocarburos 
        en el litoral atlántico de Brasil.  Los anteriores son tres rasgos importantes para abordar la cuestión 
        de fondo de la gobernabilidad del espacio sudamericano. Esto es, la de 
        asegurar el predominio de la paz y de la estabilidad política dentro 
        de la región. En esta perspectiva hay que colocar los esfuerzos 
        para lograr que la lógica de la cooperación e integración 
        permita domesticar los naturales conflictos y, sobre todo, neutralizar 
        tendencias a la fragmentación.  Son esfuerzos que requerirán diagnósticos actualizados 
        de las fuerzas profundas que están operando en una realidad sudamericana 
        rica en matices y, en particular, mucha sabiduría y prudencia política. 
        Sobre todo por tratarse de un espacio regional cada vez más multipolar 
        y en el que cada uno de los países tiene múltiples opciones 
        para sus respectivas inserciones en el mundo. Las diversidades existentes 
        evocan respuestas de geometría variable, flexibles y de múltiples 
        velocidades. Pueden tornar menos convenientes enfoques aplicados en otras 
        realidades regionales o los que están basados sólo en libretos 
        teóricos.  En especial, es una realidad que demandará una adecuada combinación 
        entre correctos diseños de lo que cada país necesita lograr 
        en su entorno externo y la calidad de los bienes públicos regionales 
        que trabajando en conjunto puedan desarrollar.  |