| La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) tiene ya su partida 
        de nacimiento. Su tratado constitutivo se firmó el 23 mayo en Brasilia. 
        Debe ser ratificado por 9 países para entrar en vigencia. Se ha 
        comenzado a concretar así, al menos en el plano formal, una decisión 
        de los 12 países de América del Sur que reconoce su origen 
        en la Cumbre del 2000 que también en Brasilia convocara el Presidente 
        Fernando Henrique Cardoso.  Es entonces una iniciativa de fuerte acento brasileño. Refleja 
        la voluntad de impulsar la institucionalización de un espacio geográfico 
        compuesto por naciones que en su mayoría limitan con Brasil. Es 
        un acto de liderazgo que ha logrado el consenso de los demás países, 
        algunos con más entusiasmo como parecería ser el caso de 
        Chile. La Presidenta Bachelet ejercerá la Presidencia pro-témpore 
        en el período en que se supone que el Tratado sería ratificado 
        y en el que podría articularse un consenso en torno al Consejo 
        de Defensa Sudamericano, iniciativa ésta también brasileña 
        cuyo perfil y funciones no son aún muy precisas y que no fue aprobada 
        en la reciente Cumbre de Brasilia. Sólo el tiempo permitirá tener una noción más 
        clara de cuál será la contribución de Unasur a la 
        gobernabilidad del espacio sudamericano. Si logra efectivamente transformarse 
        en un ámbito para consolidar la democracia, la paz y la estabilidad 
        política en la región, sustentada en países con grados 
        elevados de cohesión social, sus aportes serían entonces 
        valiosos. Pero habiendo sido ya formalizada, Unasur plantea varios interrogantes. 
        Uno se refiere a su capacidad para penetrar en la realidad. La experiencia 
        aún inconclusa de la incorporación de Venezuela como miembro 
        pleno del Mercosur, justifica dudas que se observan al respecto. Pero 
        incluso si entrara formalmente en vigencia, deberá demostrar que 
        puede lograr sus ambiciosos objetivos. La distancia entre construcciones 
        formales y hechos concretos, suele ser a veces significativa en una región 
        en la que parecería más fácil crear instituciones 
        que efectivamente utilizarlas en su plenitud.  Otro interrogante se refiere a su coexistencia con los procesos de integración 
        existentes y, en particular, con el Mercosur del cual Brasil también 
        es miembro. Según el Tratado de Brasilia, Unasur debería 
        contribuir al fortalecimiento de la integración regional a través 
        de un proceso innovador que permita ir más allá de la sola 
        convergencia de los esquemas ya existentes.  Desde una perspectiva argentina, cabe interrogarse acerca del impacto 
        que Unasur tendrá sobre el Mercosur. Al menos dos escenarios alternativos 
        pueden plantearse al respecto. Uno implicaría que se termine diluyendo, 
        no sólo el objetivo más ambicioso de un Mercosur que por 
        momentos parecía aspirar a tener un alcance político sudamericano, 
        pero también el objetivo más concreto de que sea percibido 
        como un instrumento eficaz de transformación productiva conjunta 
        de sus países miembros. La peor variante de tal escenario sería 
        una en el que Unasur no penetre en la realidad y en el que, a su vez, 
        el Mercosur continúe perdiendo su función de motivar decisiones 
        de inversión productiva orientadas al espacio económico 
        común.  El otro escenario sería uno en el que ambos espacios se complementen 
        y que, además, se potencien mutuamente. Esto es, en el que un Mercosur 
        dotado de instrumentos flexibles pero previsibles, que reflejen metodologías 
        de geometría variable y de múltiples velocidades, pueda 
        constituirse en un núcleo duro de una construcción más 
        amplia de alcance sudamericano en el marco de UNASUR. Técnicamente 
        podría ser posible.  La Cumbre del Mercosur en Tucumán y luego la presidencia pro-témpore 
        a cargo del Brasil brindan, en tal sentido, oportunidades para enviar 
        señales claras sobre que es éste el escenario al que se 
        aspira en los hechos y no sólo en la retórica diplomática. 
        De no ser así, la Argentina debería sacar sus conclusiones 
        con respecto a su estrategia sudamericana. |