| Brasil no puede ser rehén de la Argentina. Lo dijo el canciller 
        Amorim al explicar porqué aceptó una propuesta que nuestro 
        país rechazaba en Ginebra, antes que la Rueda Doha colapsara. Puso 
        en evidencia un Mercosur sin posición conjunta, a pesar de tener 
        un arancel externo común. En realidad, el Mercosur no tiene rehenes. Tiene socios. Y ningún 
        socio puede hablar por el conjunto en una negociación comercial 
        internacional, salvo que lo que exprese haya sido acordado entre todos. 
        Es lo normal en una sociedad. Y el Mercosur es precisamente una asociación 
        de naciones soberanas. Lo que ocurrió en Ginebra es ya un episodio del pasado. El fracaso 
        de las negociaciones licuó sus efectos. Pero es esencial extraer 
        conclusiones hacia el futuro. Deberían referirse a cómo 
        articular los intereses naturalmente diversos de los socios. Resulta difícil imaginar que en lo inmediato se retomen las negociaciones 
        globales de la OMC. Ello traslada el eje de la agenda comercial externa 
        del Mercosur al plano bilateral. Retomar la negociación para un 
        acuerdo realista y equilibrado con la Unión Europea es una prioridad. 
        Pero también habrá que hacerlo con los EE.UU. y, entre otros, 
        con China. No es tarea fácil, ya que muchas de las dificultades 
        que trabaron la Rueda Doha también estarán presentes especialmente 
        en la negociación con Europa. El que no sea fácil no implica 
        que sea imposible. En tres planos es recomendable afinar procedimientos para negociar con 
        una posición común. El primero es el de las instituciones 
        del Mercosur. Fortalecer el papel de la Secretaría como agente 
        técnico que facilite la articulación de los intereses de 
        los socios, es una prioridad. El segundo es el de la fluidez de la comunicación 
        entre las instituciones empresarias nacionales. Es mucho lo que puede 
        avanzarse al respecto. Y el tercero es el introducir mecanismos que permitan 
        flexibilidades compatibles con las disciplinas colectivas pactadas. Un 
        concepto menos ortodoxo de lo que es una unión aduanera puede ayudar. 
        La normativa vigente del artículo XXIV del GATT-1994 brinda un 
        amplio margen. Es cuestión de aprovecharlo con pragmatismo y no 
        con criterios de libros de texto. Cómo capitalizar la experiencia de Ginebra a fin de construir 
        un Mercosur de socios y no de rehenes, parecería ser uno de los 
        temas centrales del encuentro bilateral de hoy, tanto a nivel presidencial 
        como empresarial. Y es un ejercicio que, por cierto, debe extenderse a 
        los otros socios. Lo que está en juego es más que el Mercosur. Es la solidez 
        y calidad de una relación entre la Argentina y el Brasil que debe 
        colocarse en la perspectiva de las enormes oportunidades abiertas en un 
        mundo de múltiples opciones.  Construir el Mercosur, entre todos, significa por cierto comercio e inversiones, 
        transformación productiva conjunta, y plataforma para competir 
        y negociar en el mundo. Pero su esencia estratégica es la de constituir 
        un núcleo duro de paz y estabilidad política democrática 
        en América del Sur. Es una tarea ambiciosa sin márgenes 
        para hechos que generen desconfianzas recíprocas. Y en ella, ninguno 
        de los socios tiene suficiente poder como para pretender actuar por las 
        suyas. |