| Una fue la Cumbre euro-latinoamericana (ALC-UE) celebrada en Lima los 
        días 16 y 17 de mayo. Fue la Quinta de un sistema de Cumbres bi-regionales 
        periódicas, iniciada en Río de Janeiro en 1999. La otra 
        fue la Cumbre Sudamericana, celebrada en Brasilia el 23 de mayo. Tuvo 
        el carácter de una reunión extraordinaria. Pertenece a un 
        proceso iniciado también en Brasilia en el año 2000.  En la primera participaron Jefes de Estado y de Gobierno de unos sesenta 
        países de ambos lados del Atlántico. En algunos casos estuvieron 
        representados por funcionarios de menor nivel político relativo. 
        Pero el número elevado de los países que efectivamente estuvieron 
        representados a un alto nivel - incluyendo al Presidente de la Comisión 
        Europea y a los Comisarios responsables de Relaciones Externas y de Comercio 
        Internacional - ha puesto en evidencia que el espacio bi-regional sigue 
        siendo percibido como relevante, tanto por los países latinoamericanos 
        como por los europeos. Concluyó con una extensa Declaración 
        Final conteniendo unos 57 puntos referidos especialmente a cuestiones 
        sociales, del medio ambiente y del desarrollo sustentable (ver su texto 
        en http://www.mre.gov.br). 
        Conviene resaltar, sin embargo, que no abundan en ella puntos que prevean 
        cursos de acción concretos orientados a cambiar las realidades. 
       En la segunda estuvieron representados al más alto nivel la casi 
        totalidad de países del espacio geográfico regional sudamericano. 
        Tal presencia, aunque fuera por pocas horas, puede interpretarse como 
        demostrativa del interés que en esta región existe por reconocer 
        una realidad diferenciada, dentro del espacio más amplio de América 
        Latina. Su resultado concreto fue la firma del Tratado que crea la Unión 
        Sudamericana de Naciones (UNASUR). Es un instrumento jurídico internacional 
        que deberá ser ahora aprobado por los doce países miembros 
        (su texto completo en los cuatro idiomas oficiales de los países 
        de la región, puede ser consultado en la Nota nº 265 del 23 
        de mayo 2008, en la Sección Notas a la Prensa de http://www.mre.gov.br). 
       Estas dos Cumbres presentan contrastes y también puntos de conexión. 
        La primera refleja un espacio internacional bi-regional y transatlántico 
        y la segunda uno regional. Tienen muchas asimetrías, especialmente 
        en el nivel de desarrollo económico, tanto dentro de cada espacio 
        regional, como de un lado y del otro del Atlántico.  Hay diferencias en cuanto a la relevancia relativa que cada región 
        tiene en la percepción de la otra. Pero la diferencia principal 
        está dada por el nivel de organización del respectivo espacio 
        regional.  En efecto, del lado europeo el espacio geográfico regional está 
        institucionalizado en la Unión Europea, que lo abarca en su casi 
        totalidad y que tiene un grado elevado de organización. Es un verdadero 
        bien público regional, del cual han surgido como principales productos 
        colectivos, reglas (jurídicas e informales), redes sociales (muy 
        variadas, incluyendo las de producción y comercio) y símbolos 
        (entre los cuáles el Euro), que son las resultantes de casi seis 
        décadas de un proceso formal de integración, y que expresan 
        la vocación de trabajo conjunto y la existencia de una creciente 
        identidad comunitaria.  Del lado latinoamericano no hay una organización equivalente que 
        cubra toda la región. Podría haberlo sido pero no lo es 
        la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Tampoco 
        lo es el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), que todavía 
        existe. En tal sentido, entonces, UNASUR puede ser considerada como un 
        paso en la correcta dirección, esto es, la de una embrionaria y 
        aún poco definida institucionalización del espacio geográfico 
        diferenciado de América del Sur. Pero en su redacción, el 
        Tratado de Brasilia deja abierta la puerta a su ampliación a toda 
        América Latina. Y éste es quizás el principal punto 
        de conexión, aunque sea aún muy tenue, entre lo que se reflejó 
        en la Cumbre de Lima y a lo que apuntó la Cumbre de Brasilia.  El valor simbólico de una Cumbre y de la otra, tiene el punto 
        común de expresar las realidades de espacios internacionales  
        uno bi-regional, el otro regional - con perfiles propios y diferenciados 
        de otros que se observan a escala global. Y, en particular, simbolizan 
        la voluntad de trabajar juntas por parte de las naciones que los integran. 
        Aunque los alcances e intensidades varien en un caso y en el otro.  Su valor práctico está dado por el hecho que en los dos 
        casos, al más alto nivel político, se intenta traducir tal 
        voluntad de compartir objetivos y campos de acción, en base a intereses 
        y problemáticas comunes, en el trazado de hojas de ruta que permitan 
         de concretarse  impulsar procesos cooperativos de largo aliento. 
        En ambos casos, son los objetivos de largo plazo los que permiten entender 
        el sentido estratégico que justifican la relevancia que los países 
        atribuyen a las respectivas Cumbres. En ambos, además, el camino 
        a recorrer es largo, las hojas de rutas no son aún muy precisas, 
        y tanto la posibilidad de éxito como de fracaso están aún 
        en el horizonte. Esto último es, por cierto, más notorio 
        en el caso de la UNASUR. En ambos, los mecanismos previstos para el seguimiento 
        de lo acordado o son insuficientes o no han demostrado aún su eficacia. 
       Cabe reconocer que es común observar un cierto escepticismo en 
        torno al valor práctico de las Cumbres Presidenciales. Las de Lima 
        y de Brasilia, no son excepción al respecto. Cada vez que una se 
        realiza, muchos se preguntan que es lo que de ellas surge que contribuya 
        a mejorar las condiciones de vida de la gente. Y tal pregunta se formula 
        aún cuando en la agenda de una Cumbre figuren cuestiones que son 
        relevantes para los países que en ellas participan.  Pero lo concreto es que, más allá de las opiniones que 
        uno tenga sobre este tipo de reuniones, la diplomacia de las Cumbres constituye 
        hoy una parte inevitable de la vida internacional. En nuestra opinión, 
        seguirá ocupando un lugar significativo en la agenda externa de 
        los países latinoamericanos. Son varias las Cumbres previstas hasta 
        el 2010, sea en el ámbito del Mercosur (la próxima será 
        en Tucumán), o en el de la recién creada UNASUR, o en el 
        Hemisférico (la próxima será en abril en Trinidad 
        y Tobago), o en el Iberoamericano (son Cumbres anuales y en el 2010 tendrá 
        lugar en Buenos Aires), o en el Euro-Latinoamericano (la próxima 
        es en España). Para algunos de los países de la región, 
        también son importantes las Cumbres anuales del Área de 
        Cooperación Económica del Pacífico (APEC), especialmente 
        por el hecho que la próxima tendrá lugar este mes de noviembre 
        en Lima.  Dado que son inevitables, la cuestión sobre su relevancia relativa 
        se centra entonces en lo que cada país espera y puede lograr participando 
        en ellas. El país sede suele tener beneficios más evidentes 
        e inmediatos. Lo ilustra el hecho que las encuestas indican que la imagen 
        del Presidente Alan García subió tras la reciente Cumbre 
        de Lima y, además, que el impacto mediático internacional 
        estuvo muy centrado en los cambios que se han operado en los últimos 
        años en la economía del Perú.  Pero los otros países que más se benefician con una Cumbre, 
        son los que saben qué es lo que pretenden obtener para sus intereses 
        nacionales. Puede ser en términos de imagen externa y capacidad 
        de liderazgo. O en el desarrollo de un entorno externo más favorable. 
        O en la atracción de inversiones productivas y en la promoción 
        del comercio exterior. O en el continuo tejido de alianzas externas, que 
        es hoy parte ineludible de la diplomacia de un país incluyendo 
        la diplomacia empresarial- que aspira a tener una presencia internacional 
        activa en función de las necesidades de su gente.  En el caso específico de la UNASUR, más allá de 
        sus líneas de acción inmediatas, especialmente en el campo 
        de la infraestructura física y de la energía, lo que le 
        otorga relevancia potencial es la posibilidad que se transforme finalmente, 
        en un bien público regional que contribuya a que la región 
        esté dominada por la lógica de la cooperación-integración, 
        en lugar de estarlo por la del conflicto y fragmentación. Democracia, 
        paz y estabilidad política en América del Sur, es lo que 
        en definitiva está en juego en este emprendimiento conjunto institucionalizado 
        en la Cumbre de Brasilia. En el caso específico de ALCUE, la relevancia de la Cumbre de 
        Lima es más destacable considerando que la relación bi-regional 
        euro-latinoamericana ha estado en los últimos tiempos relativamente 
        adormecida. Su dinámica no logra siempre adaptarse a la actual 
        realidad internacional. La idea de una asociación estratégica 
        biregional, delineada cuando se originó en 1999 el actual sistema 
        de Cumbres, ha estado perdiendo su frescura inicial y su credibilidad. 
        Ello puede deberse a los cambios en el mundo de los últimos años. 
        Pero también porque ha desaparecido de la escena uno de los factores 
        que explicaron el impulso original, esto es la iniciativa americana de 
        un área hemisférica de libre comercio.  Sin embargo se han dado pasos en la dirección estratégica 
        original. Los más importantes son los acuerdos de asociación 
        de la Unión Europea con Chile y México, y ahora con los 
        países del Caribe. Las negociaciones bi-regionales con el Mercosur 
        no han concluido aún, en buena medida por que dependerían 
        de lo que ocurra en la Rueda Doha con la agricultura. Se está avanzando 
        en las negociaciones con Centroamérica y se ha iniciado el camino 
        incierto de negociaciones con la Comunidad Andina de Naciones. Una alianza 
        estratégica fue establecida en junio pasado entre la Unión 
        Europea y el Brasil. Pero su contenido aún es impreciso y plantea 
        interrogantes sobre su conciliación con un acuerdo con el Mercosur. 
        Es mucho, además, lo que brinda Bruselas en su cooperación 
        con la región, aunque ya ocurría antes de 1999.  Cabe tener presente que ambas regiones mantienen intereses comunes de 
        defensa de un sistema multilateral global eficaz. Gobernabilidad mundial, 
        paz y democracia, son ideas centrales de su trabajo conjunto. La agenda 
        de Lima, puso el acento en otras cuestiones comunes relevantes, como son 
        pobreza, desigualdad, exclusión y migraciones, y también 
        cambio climático, medio ambiente y energía.  Pero es en la idea del desarrollo de un espacio económico bi-regional 
        basado en el libre comercio donde aparecen conos de sombra, que habrá 
        que observar en el futuro como se despejan.  Cabe tener presente que el bi-regional es un espacio a la vez, relevante 
        y no-excluyente, además de asimétrico como ya se señaló. 
       Es relevante por los flujos comerciales, de inversiones y de personas. 
        No son sólo los actuales. Muchos tienen historias largas, tal el 
        caso de las inversiones de empresas europeas en la región. Y también 
        lo es el de las migraciones. Su direccionamiento ha cambiado en las últimas 
        décadas. Antes y por mucho tiempo, se originaron en Europa. Hoy 
        van hacia Europa e incluye en forma creciente mano de obra califi cada, 
        técnicos y profesionales.  Y es, además, un espacio que no excluye las relaciones que desde 
        ambos lados se entablan con terceros países y regiones. Tanto América 
        Latina como Europa, tienen vinculaciones especiales con los Estados Unidos 
        y Canadá. También con el Asia, abarcando cada vez más 
        a China, India y los países de la ASEAN.  En algunas de las relaciones especiales europeas, existen precedentes 
        para inspirar necesarias innovaciones en la metodología de las 
        bi-regionales con América Latina. Tal el caso de la relación 
        con el Asia, en el Asia-Europe Meeting (ASEM) o con los Estados Unidos, 
        en el Transatlantic Economic Council. En ellas se pone el acento entre 
        otras cuestiones, en la facilitación del comercio, en el diálogo 
        e interacción entre los empresarios, y en las reglas que inciden 
        sobre fl ujos de comercio y de inversiones. Un enfoque renovado de la relación bi-regional debería 
        darle énfasis a tales cuestiones incluyendo, además, el 
        replanteo de los métodos de preparación de las Cumbres y 
        de seguimiento de sus hojas de ruta. Y debería procurar una activa 
        participación de instituciones empresarias y de empresas con intereses 
        fuertes en las relaciones bi-regionales resultantes, sea de corrientes 
        de comercio, de inversiones directa o de inserciones en cadenas productivas 
        de alcance bi-regional.  Al concluir, cabe señalar que la preparación previa suele 
        ser esencial al éxito de todas las Cumbres. Normalmente transcurre 
        por varios carriles. El diplomático es, por cierto, el fundamental. 
        Pero también lo es el de la sociedad civil, en sus distintas expresiones 
        organizadas y en el más amplio de la opinión pública. 
       Hacia el futuro, las próximas Cumbres a realizarse tanto en el 
        espacio bi-regional como en el regional sudamericano, podrán efectuar 
        contribuciones al desarrollo de hojas de ruta concretas, en la medida 
        que su preparación cuente con una efectiva participación 
        de todos los sectores movilizados por los objetivos comunes que a través 
        de ellas se persiguen.  Lograr entonces una efectiva participación de las respectivas 
        sociedades civiles y de las instancias parlamentarias, será cada 
        vez más una condición necesaria a la relevancia y prestigio 
        de la diplomacia de las Cumbres. Y ello requiere, por cierto, niveles 
        de transparencia en los procesos preparatorios, que no siempre se han 
        observado hasta el presente. |