| Testigo privilegiado del nacimiento del Mercosur, Félix Peña 
        defiende, pese a todo, la supervivencia del bloque y advierte que las 
        medidas proteccionistas pueden ser un bumerán de efecto mortal. 
       "Cuando uno lee la historia larga, se da cuenta de que este tipo 
        de crisis puede tener derivaciones muy complicadas. Con lo que pasa hoy 
        se refirma la idea de que para un país puede ser peligroso navegar 
        solo. Hay que estar lo más acompañado posible y desarrollar 
        un sistema de alianzas amplio, de geometría variable, que comience 
        por la región", dice.  El director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación 
        Standard Bank, insiste: "No veo conveniente dejar de lado algo que 
        costó tanto construir, que está lejos de haber llegado a 
        sus metas y quizá nunca lo haga porque son movibles, dinámicas 
        como la realidad".  - Pareciera que no hay mucho entusiasmo entre los socios para fortalecer 
        el bloque; que es más fuerte la tendencia al sálvese quien 
        pueda.  -Hay un tema que es prioritario para todo país: el barrio. El 
        Mercosur está muy lejos de ser lo que se había imaginado, 
        quizá porque hubo exageración en las expectativas o porque 
        en ese momento era muy difícil prever los desarrollos de la realidad 
        local y mundial. Recojo muchas impresiones sobre que el bloque tiene hoy 
        problemas de credibilidad, de eficacia. Llegó el momento de hablar 
        de los problemas del Mercosur entre los socios, pero no veo que ese debate 
        se esté produciendo.  Pese a todo, Peña dice que sería muy difícil imaginar 
        algo que sustituyera al Mercosur. "Hay quienes dicen que debería 
        ser una zona de libre comercio, no una unión aduanera, pero eso 
        implicaría negociar un nuevo tratado, porque el actual fija que 
        tiene que haber un arancel externo común. Además, los problemas 
        que hay no se resolverían. Es difícil imaginar la perspectiva 
        argentina, incluso la de Brasil, Paraguay y Uruguay, sin Mercosur." 
       - Siempre aparecen cuestiones más urgentes, como la actual 
        crisis.   -De acuerdo, primero lo primero, y eso es lo recomendable, sobre todo 
        cuando hay cuestiones críticas como las actuales. Pero necesitamos 
        transmitir al mundo que hay bases sólidas; un acuerdo entre Estados 
        soberanos que, más allá de la diferencia de tamaños 
        económicos, son iguales, y no que se instale la idea de que es 
        una asociación con un líder, cosa que hoy está muy 
        instalada con Brasil. Si algo nos enseña la experiencia europea 
        es que los liderazgos sólidos, que generan paz y estabilidad en 
        un espacio geográfico compartido por países de distintos 
        tamaños, son los colectivos. Eso requiere un grado de institucionalización, 
        y el Mercosur debería aspirar a ser el núcleo duro de la 
        institucionalización de un liderazgo colectivo en América 
        del Sur, cosa que comparte el presidente Lula [de Brasil], por lo que 
        dice.  - ¿Cuáles son las "derivaciones complicadas" 
        de la crisis?  -Es muy difícil predecirlo, porque un signo de estos tiempos es 
        la incertidumbre, pero lo que nos enseña la historia larga, la 
        de siglos, es que cuando hay desajustes estructurales de fondo en el sistema 
        económico, se termina contagiando el sistema político internacional 
        o interno de países clave. La crisis del 30 llevó al nazismo 
        en Alemania y produjo otros problemas en otros países. Creo que 
        es un momento en el que hace falta un gran pragmatismo, lo que no quiere 
        decir no tener valores, sino trazar las hojas de ruta en función 
        de los problemas concretos que hay que encarar. Y eso lleva a preguntarnos 
        constantemente, en relación con este problema, con quién 
        puedo trabajar mejor para resolverlo.  - ¿Es exagerado decir que el proteccionismo es la versión 
        globalizada de aquellos nacionalismos?  -Si bien todo es muy complicado, no hay una situación de pánico 
        que evoque aquello. Lo que se está señalando es que la opinión 
        pública y las sociedades demandarán que se resuelvan, sobre 
        todo, los problemas propios, y esos son, particularmente, el empleo y 
        la preservación del nivel de vida. Hay una presión creciente 
        de los ciudadanos para que el sistema político los proteja de los 
        efectos de la crisis. El problema de la dirigencia política es 
        reconocer que si se tira demasiada cuerda en esa línea, los efectos 
        multiplicadores pueden ser negativos para el propio país. Una desestabilización 
        del sistema económico internacional que signifique el cierre de 
        mercados, transferencia de problemas de una economía a la otra, 
        puede terminar potenciando los factores de conflicto internacional que 
        existen en algunas regiones, particularmente en Asia y Asia central, que 
        tiene mucho que ver con las rutas del petróleo y los hidrocarburos. 
        Hoy es casi imposible disociar comercio mundial de geopolítica, 
        en el sentido de que los países empiezan a actuar más en 
        función de instintos de supervivencia y preservación, y 
        pasan a un segundo plano los objetivos de desarrollar un mundo solidario, 
        como se refleja en los objetivos del milenio de Naciones Unidas.  - ¿Cómo explica un gobierno que aquello que los ciudadanos 
        reclaman como protección puede resultar dañino a corto plazo? 
         -[Piensa algunos segundos.] El hacer lo necesario para preservar las 
        fuentes de empleo es algo natural. El tema es hasta qué punto hacerlo, 
        dejando de lado las reglas de juego del GATT-OMC que permiten que mi economía 
        esté vinculada activamente a la del mundo. Somos un país 
        chico (0,4% del comercio mundial). Si todos empiezan a proteger de forma 
        discrecional sus mercados, tendremos un escenario altamente inconveniente 
        para el interés nacional. Tenemos que ajustarnos a las reglas internacionales 
        para evitar que otros nos apliquen ese tipo de medidas y terminen afectando 
        nuestras exportaciones. China, por ejemplo, es un país al que le 
        compramos mucho, pero al que también le vendemos mucho.  
 Se busca número para la G "Estamos tratando de ver cómo reconstruir masa crítica 
        de poder suficiente para sustentar un orden internacional. Probablemente 
        será un período largo en el que difícilmente pueda 
        decirse con precisión qué número poner detrás 
        de la G. El último que se usó es el 20, pero ¿qué 
        se supone que representa ese número? Los países con masa 
        crítica, y no es un tema banal ni académico, consiste en 
        saber a quién hay que sentar a la mesa para que aquello que se 
        decida penetre en la realidad", explica Félix Peña. 
       "El precedente del G-20 fue el G-7, y su antecesor el G-2, que representaba 
        a Estados Unidos y Gran Bretaña, porque habían ganado la 
        guerra. Hoy es más difícil llegar a una conclusión 
        de cuáles son esos países. Lo vemos en las negociaciones 
        de la Ronda de Doha, donde es complicado encontrar masa crítica 
        para terminar de desatar los nudos. Probablemente aquí también 
        se aplique lo de geometría variable y la lista de naciones varíe 
        según los temas. Lo que sí sabemos es que hay cuestiones 
        que sólo se pueden desatar en el nivel global o de regiones. El 
        tema por excelencia, que este año dará lugar a una conferencia 
        muy importante en Copenhague, es el del cambio climático. Otro 
        que sólo puede resolverse por esa vía es el de la disciplina 
        colectiva para evitar que la propensión al proteccionismo se generalice", 
        concluyó Peña.
 |