| Sudáfrica será el quinto país miembro de un foro 
        informal interregional de naciones en el que participan Brasil, India, 
        Rusia y China (BRIC). Su próxima incorporación puede ser 
        percibida como una decisión de ganancias mutuas con más 
        alcance político que económico. Los cuatro socios actuales 
        ganarían en representatividad para sus gestiones orientadas a impulsar 
        las necesarias reformas de instituciones internacionales que consideran 
        superadas por nuevas realidades del poder mundial y, en especial, de las 
        Naciones Unidas, incluyendo su Consejo de Seguridad. El nuevo socio, Sudáfrica, 
        ganaría en protagonismo y prestigio. Especialmente en su propia 
        región. Podría tornarse más atractiva para las inversiones 
        internacionales. Es temprano aún para estimar si las ganancias esperadas por unos 
        y otros podrán concretarse. En todo caso para el gobierno sudafricano 
        fue el mejor regalo navideño. Así lo consideró Maite 
        Nkoana-Mashabane, ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación 
        de la República de Sudáfrica, tras recibir un llamado telefónico 
        el 23 de diciembre pasado de Yang Jiechi, su colega chino. Le anticipó 
        la invitación que Hu Jintao, presidente de la República 
        Popular China en ejercicio de la presidencia rotatoria del BRIC, le estaba 
        enviando al presidente Jacob Zuma para participar de la tercera cumbre 
        de ese grupo de grandes naciones a realizarse en abril próximo 
        en Beijing. La invitación era algo deseada aunque no necesariamente esperada 
        en ese momento. El propio Zuma había gestionado el ingreso al BRIC 
        cuando en agosto pasado hiciera una visita a Beijing.
 También lo había hecho con sus colegas de los otros tres 
        países. Pero hasta días antes de concretarse la invitación 
        el resultado de sus gestiones seguía siendo incierto. En la prensa 
        internacional se especulaba sobre cuál sería el próximo 
        país invitado a ese exclusivo club. Incluso en África, Nigeria 
        consideraba reunir las condiciones para ello. También se mencionaba 
        a Corea del Sur, Turquía e Indonesia, entre otros.  La decisión de invitar a Sudáfrica habría sido impulsada 
        por China. Pero en su anuncio telefónico Yang Jiechi precisó 
        que la invitación la hacía en nombre de los otros miembros. 
        Por lo menos dos, Brasil y Rusia, se apresuraron a darle la bienvenida 
        a Sudáfrica. Tras esta incorporación, al menos en el plano de la diplomacia 
        económica multilateral el acrónimo original se transformará 
        entonces en BRICS. O quizá más precisamente debería 
        ser BRICSA. En su origen tuvo un sentido económico. Gradualmente 
        adquirió un alcance simbólico. Reflejaba a grandes economías 
        emergentes con capacidad para incidir en el diseño de un nuevo 
        mapa de la competencia económica global. La membresía del 
        grupo pasó a ser entonces una pertenencia que simbolizaba prestigio. 
        Algunos consideraron que se había acuñado una marca atractiva 
        para inversores ávidos de oportunidades en mercados más 
        allá de los de la OCDE. En todo caso también le dio prestigio 
        a Goldman Sachs, la institución financiera que inventó la 
        criatura.Fue Jim ONeill, entonces el jefe de Investigaciones Económicas 
        Globales de Goldman Sachs, quien lanzó la idea de los BRICs 
        en el 2001 (Global Economics Paper N° 66, noviembre 2001).
 Era un momento en el que los atentados del 9-11 habían conmocionado 
        al mundo. El sentido del concepto original era esencialmente económico. 
        Procuraba identificar naciones cuyos mercados, por su dimensión 
        y potencial de crecimiento, podían tener un papel motor en la economía 
        global del futuro. Su población representa el 40% de la mundial, 
        con fuerte crecimiento de la población urbana y con ingresos de 
        clase media. Sus economías podrían superar en tamaño 
        a las del G7 para comienzos del 2030. Además, según el planteamiento 
        de Goldman Sachs, el protagonismo de los cuatro países en la economía 
        global conduciría a la reorganización de los foros de decisión 
        económica internacional e, incluso, a incorporar nuevos miembros 
        al G7 (club de las naciones más desarrolladas).  La idea pegó, los mercados la compraron y el acrónimo se 
        transformó en una marca con impacto mediático. Luego ONeill 
        entusiasmado con su éxito inicial actualizó e incluso profundizó 
        la idea. Inspiró una de las siguientes publicaciones de Goldman 
        Sachs en la que se sostuvo que, en realidad, a los cuatro países 
        originales sería necesario adicionar otros (Global Economics Paper 
        N° 153, marzo 2007). Se planteó entonces la idea del N11, es 
        decir otras economías que, por su comportamiento probable en términos 
        de aportes al crecimiento económico global, era necesario tomar 
        en cuenta a fin de captar en toda su magnitud el futuro escenario económico 
        internacional. Eran Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Corea 
        del Sur, México, Nigeria, Paquistán, Filipinas, Turquía 
        y Vietnam. No incluyó a África del Sur ni tampoco a la Argentina. Desde entonces, la cuestión del número y del nombre de 
        los países a ser considerados como protagonistas económicos 
        globales relevantes se ha prestado a debate. Refleja un problema más 
        de fondo, que es el de saber cuáles y cuántos países 
        pueden aspirar a interpretar los intereses de otros países no invitados 
        a las mesas de formulación de decisiones de alcance global. Recientemente 
        un estudio del BBVA Research (del pasado 15 de diciembre) considera superada 
        la idea original de Goldman Sachs. Distingue dos tipos de países 
        que por su potencial de crecimiento económico merecen ser destacados. 
        Por un lado identifica lo que denomina los águilas 
        (de Eagles, economías emergentes que lideran el crecimiento 
        global y que en los próximos diez años superarán 
        al promedio de las economías del G7: China, India, Brasil, Indonesia, 
        Corea del Sur, Rusia, México, Egipto, Taiwán y Turquía). 
        Por el otro, identifica a los que están en lista de espera 
        o en el nido y que tienen condiciones para volar como águilas 
        (Tailandia, Polonia, Nigeria, Sudáfrica, Colombia, Argentina, Malasia, 
        Vietnam, Bangladesh, Perú y Filipinas). Y agrega, quizá 
        con razón, que el de las águilas a diferencia del de los 
        BRICs, es un concepto dinámico ya que el listado requerirá 
        ser revisado y actualizado periódicamente, tomando en cuenta la 
        continua evolución de la economía global y la de los respectivos 
        países. Lo concreto es que muchos han cuestionado la relevancia económica 
        otorgada a los BRICs. Si bien entre los años 2000 y 2008 
        los cuatro miembros del grupo aportaron cerca del 50% del crecimiento 
        de la economía mundial y se estima que ese porcentaje aumentará 
        al 61% hasta el año 2014, una parte significativa de tal aporte 
        se origina en China y también en India. A su vez China representa 
        el 50% del PBI de los países del grupo. También se cuestiona 
        la densidad de intereses comunes que existen entre ellos, sin dejar de 
        considerar, además, el potencial de conflicto que se observa en 
        el plano bilateral entre algunos de los miembros del grupo. Todo ello 
        genera una sensación de estar frente a un fenómeno que en 
        la medida que se lo considera como un conjunto, puede tener algo de espejismo 
        mediático. Pero la de los BRICs es una idea que ha trascendido el plano económico 
        y a su planteamiento original. De hecho se ha transformado en el nombre 
        de un foro informal de naciones que aspiran a incidir en las definiciones 
        que se requieren para asegurar la gobernabilidad global. Ha adquirido 
        entonces un claro sentido geopolítico. Se ha incorporado a la creciente 
        constelación de coaliciones internacionales de geometría 
        variable que caracteriza al actual escenario global, entre las cuales 
        se destaca el denominado G20. Este último es una resultante de 
        la crisis financiera internacional que se puso en evidencia en el 2008. 
        Implica que el ya viejo G7 (transformado en G8 tras la incorporación 
        de Rusia) no ofrece condiciones de reunir la masa crítica de poder 
        mundial necesaria para brindar respuestas colectivas a los principales 
        desafíos de la gobernabilidad económica global.  La nueva dimensión de los BRICs quedó manifiesta 
        con el hecho que desde hace dos años los países del grupo 
        se reúnen al más alto nivel político. La primera 
        cumbre tuvo lugar en Ekaterimburgo, Rusia, en abril del 2009. Había 
        sido precedida por reuniones de sus ministros de Relaciones Exteriores 
        realizadas en Nueva York desde el año 2006 en ocasión de 
        cada Asamblea Anual de las Naciones Unidas. La segunda cumbre tuvo lugar 
        en Brasilia el 15 de abril del año pasado. La tercera será 
        precisamente en Beijing en abril próximo.  Tras la primera cumbre el entonces canciller del Brasil, Celso Amorim, 
        señalaba en un artículo en el diario Folha de São 
        Paulo, que los cuatro países han decidido ampliar la agenda de 
        actuación conjunta: Buscan fortalecerse políticamente 
        como un bloque que ayude a equilibrar y democratizar el orden internacional 
        de este inicio de siglo. Y puso luego énfasis en la necesaria 
        reforma de las Naciones Unidas: Postergar indefinidamente la reforma, 
        inclusive la del Consejo de Seguridad, agravará el riesgo de la 
        erosión de su autoridad. Luego, en la declaración producida por la Cumbre de Brasilia, 
        queda nítida la importancia que para este grupo tienen las necesarias 
        transformaciones institucionales que se requieren para asegurar la gobernabilidad 
        global en todas las áreas relevantes de la agenda internacional 
        de este comienzo del siglo XXI. Reitera el apoyo a un orden mundial multipolar, 
        equitativo y democrático, basado en el derecho internacional, la 
        igualdad, el respeto mutuo, la cooperación, la acción coordinada 
        y las decisiones colectivas de todos los países. En particular, 
        expresa el firme compromiso a una diplomacia multilateral con las Naciones 
        Unidas desempeñando un papel central en el tratamiento de los desafíos 
        y amenazas globales. Al respecto, reafirma la necesidad de una amplia 
        reforma de la ONU para tornarla más efectiva, eficiente y representativa. 
        Señala la importancia que le atribuyen al estatus de India y Brasil 
        en los asuntos internacionales, y apoya sus aspiraciones a desempeñar 
        un papel más relevante en la ONU. Quizá sea a la luz de tal declaración que cobra todo el 
        sentido político la incorporación de África del Sur 
        al grupo de cuatro países. Cabe tener en cuenta al respecto que 
        este año los países del nuevo BRICS serán todos miembros 
        del Consejo de Seguridad. También lo es Alemania. La declaración 
        publicada por Itamaraty, tras la invitación que se le formulara 
        a Jacob Zuma para participar en la próxima Cumbre de Beijing, resalta 
        este hecho. Y recuerda además que Brasil, India y Sudáfrica 
        ya integran otro grupo informal denominado IBSA. Concebido como un espacio geopolítico informal que apunta a incidir 
        en la reformulación de los mecanismos formales de gobernabilidad 
        internacional, el BRIC original se enriquece con el hecho de que Sudáfrica 
        le otorga una dimensión africana de la que carecía. Es la 
        economía mayor de la región. A su vez África está 
        adquiriendo como conjunto una clara relevancia económica global. Pero la dimensión económica de Sudáfrica es reducida 
        con respecto a los BRICs, tanto en términos de población, 
        de producto bruto interno y de participación en el comercio mundial. 
        Y si se considera su incorporación al grupo informal interregional 
        sólo a partir de criterios económicos pueden tener razón 
        quienes señalan que no hubiera sido Sudáfrica un candidato 
        ideal. Su producto interno bruto, por ejemplo, es sólo un cuarto 
        que el de Rusia. El propio padre de la idea original, Jim ONeill, 
        lo ha señalado cuando hizo declaraciones al conocerse la invitación 
        que recibió Jacob Zuma.  En buena medida se considera que ella refleja el creciente interés 
        chino en intensificar su presencia africana en el plano del comercio, 
        las inversiones y la cooperación para el desarrollo. Según 
        datos oficiales chinos, el intercambio comercial de China con África 
        pasó de 10 mil millones de dólares en 1990 a cerca de 120 
        mil millones de dólares en el 2010. El último año 
        creció 43,5% y el intercambio es en valores relativamente equilibrado. 
        A su vez las inversiones directas de origen chino en 49 países 
        africanos pasaron de 490 millones de dólares en el 2003 a 9 mil 
        millones en 2009. Las inversiones directas de empresas chinas en África 
        tienen el apoyo de un Fondo de Desarrollo China-África que está 
        creciendo de mil millones de dólares a 5 mil millones. A su vez 
        las inversiones directas acumuladas de países africanos en China 
        alcanzaron los 9,93 mil millones de dólares hacia fines del año 
        2009. Además de múltiples proyectos en el área social, 
        hasta finales del 2009 China ha provisto asistencia para el desarrollo 
        de 500 proyectos de infraestructura en países africanos y ha ofrecido 
        10 mil millones de dólares en créditos preferenciales para 
        financiar proyectos de infraestructura en la región en el período 
        2010-2012. Al promover la incorporación de Sudáfrica en 
        el grupo BRICs, China entiende enviar un mensaje al África 
        acerca de la importancia que le atribuye a la región. Sudáfrica tiene además una innegable proyección 
        en África, cuya población será de 1.500 millones 
        de personas en el 2030. Su carácter de miembro del grupo BRICS 
        es percibida por los sudafricanos como algo que potenciará su protagonismo 
        en el desarrollo africano. Y, a su vez, China ya tiene una especial presencia 
        económica en Sudáfrica. Es el principal socio africano de 
        China tanto por su intercambio comercial como en inversiones directas. Si el nuevo BRICS aspira a lograr una participación significativa 
        en la reforma de instituciones internacionales tales como la ONU que 
        parecería ser su objetivo inmediato al menos en el 2011, 
        tiene un fuerte desafío por delante. Es el de poder sostener que 
        sus miembros hablan en nombre de sus respectivas regiones. La legitimidad 
        de tal representación es crucial para la efectividad de su acción. 
        Y es un desafío más fuerte aún para los dos países 
        que aspiran a reflejar los intereses de regiones complejas y con marcadas 
        diversidades de todo tipo. Es el caso del Brasil en América del 
        Sur y de Sudáfrica en el África. |