| Latinoamérica es una región con creciente valor para los 
        principales protagonistas de la competencia económica global. No 
        es un hecho que pase desapercibido en los Estados Unidos.
 Es algo particularmente cierto en el caso de América del Sur. 
        Marco Aurelio García -el influyente asesor internacional de Dilma 
        Rousseff, que también acompañó a Lula en toda su 
        gestión- en una entrevista de prensa (diario "Última 
        Hora" de Asunción, del 28 de marzo pasado) señalaba 
        que América del Sur "es la región más importante 
        del mundo en lo que se refiere a la producción de alimentos
tenemos 
        además gigantescas reservas de minerales, convencionales, como 
        el hierro, y de nueva generación, como el litio. Tenemos también, 
        tanto por el tamaño de la población como por las políticas 
        de inclusión social que están aplicando nuestros países, 
        la posibilidad, o mejor la realidad, de un mercado interno más 
        que importante. Somos casi 400 millones de sudamericanos que se transforman 
        en un gran punto de atracción. Tenemos agua en abundancia y biodiversidad. 
        Y tenemos además algunos factores que son fundamentales para garantizar 
        la calidad de vida". Lo dijo pocos días después de 
        la reciente visita del Presidente Barak Obama al Brasil, Chile y El Salvador. 
        Y pocas semanas antes del viaje a Beijing de la Presidenta del Brasil, 
        donde además participará de la Cumbre del BRICS, grupo que 
        nuclea a algunas de las principales economías del mundo del futuro 
        próximo (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
 Colocada en el telón de fondo de las profundas transformaciones 
        que se están operando en el mapa de la competencia económica 
        global y que reflejan desplazamientos del poder relativo de las naciones, 
        es posible sostener que la rápida gira del Presidente de los Estados 
        Unidos a países de la región trasciende motivaciones de 
        corto plazo. Es en tal perspectiva que cobra todo el sentido estratégico 
        que para su país tiene la relación futura con la región 
        latinoamericana y, en especial con América del Sur. Contribuye 
        a explicar las razones por las cuales Obama no alteró su viaje 
        a la luz de los acontecimientos que simultáneamente se producían 
        en países árabes y especialmente en Libia. Incluso ellos 
        pueden explicar el valor que Washington le comienza atribuir a una región 
        tradicionalmente subestimada y percibida como carente de opciones razonables 
        en su inserción internacional.
 Tres cuestiones sobresalen entre las muchas abordadas por Obama en su 
        visita. No son por cierto las únicas, pero sí las que más 
        permiten establecer nexos con los factores que inciden en la definición 
        de la futura agenda estratégica de un país como los Estados 
        Unidos, que estaría empezando a tomar consciencia del tránsito 
        a una nueva era en su papel en el sistema internacional. Son, también, 
        las que permiten encontrar una lógica más profunda al itinerario 
        elegido para esta visita a la región. Tanto Brasil, como Chile 
        y El Salvador, tienen algo o mucho que ver con algunos de esas cuestiones.
 La primera cuestión se relaciona con los hidrocarburos y la energía. 
        Pocos días después de su viaje a la región, Obama 
        anunció en un discurso en la Universidad de Georgetown el objetivo 
        de reducir en un tercio las importaciones de petróleo hacia el 
        año 2025 e instó a las empresas a invertir para aumentar 
        la producción en el país. Actualmente produce sólo 
        un 2% del petróleo mundial. Importa unos 11 millones de barriles 
        diarios. Ello implica un cuarto de las exportaciones mundiales de crudo. 
        Las señales inciertas pero potencialmente cargadas de futuro provenientes 
        de los países petroleros del Norte de África y del Medio 
        Oriente, evocan en Washington la marcada vulnerabilidad a la que está 
        expuesto el suministro de petróleo. Acrecienta la necesidad de 
        procurarlo en países eventualmente más seguros y, a la vez, 
        de desarrollar fuentes alternativas de energía. El desastre de 
        la central nuclear de Fukushima, en el Japón, contribuye a complicar 
        aún más el cuadro del futuro energético no sólo 
        en los Estados Unidos. Por un tiempo al menos, las centrales nucleares 
        no gozarán de la simpatía de los ciudadanos de muchos países.
 En ambos planos, Brasil adquiere una importancia creciente. Se destaca 
        en el plano de los biocombustibles. Pero se destaca en particular por 
        las gigantescas reservas de petróleo descubiertas en su costa atlántica. 
        Brasil está ingresando en el club de países que son sinónimo 
        de hidrocarburos. Si los denominados depósitos "pre-sal" 
        - llamados así por estar debajo de 2.000 metros de sal en el mar- 
        pueden ser explotados -y aún no están plenamente explorados-, 
        Brasil podría llegar ocupar el quinto lugar en las reservas mundiales 
        de hidrocarburos.  Para su desarrollo se estiman inversiones del orden del trillón 
        de dólares en los próximos diez años. Además 
        será necesario un gran esfuerzo en el plano tecnológico 
        y del desarrollo de la infraestructura, el transporte y la logística. 
        Junto a las cuantiosas inversiones que demandarán el Campeonato 
        Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos en el 2016, no sorprende 
        el interés que el Brasil despierta en empresas y gobiernos de los 
        principales protagonistas de la competencia económica global incluyendo, 
        por cierto, a los Estados Unidos. Estuvieron estos temas muy presentes 
        en el paso de Obama por Brasilia y Río de Janeiro y, en especial, 
        en el encuentro empresarial en el que pronunció una de los más 
        importantes discursos de su gira latinoamericana.
 La segunda cuestión tiene que ver con la entrada de China como 
        creciente protagonista en el comercio exterior y las inversiones de países 
        de América del Sur. Tal protagonismo se está manifestando 
        también en Brasil, país con el cual China ha enhebrado relaciones 
        especiales en el grupo BRICS y con respecto a temas relevantes del G20. 
        Según un estudio divulgado a fines de marzo pasado por el Consejo 
        Empresarial Brasil-China, en el 2010 las empresas chinas anunciaron inversiones 
        en el Brasil del orden de los 30.000 millones de dólares, de los 
        cuales unos 8.600 millones estaban todavía en proceso de negociación. 
        Brasil en diez años pasó de mil millones a 30 mil millones 
        de dólares en sus exportaciones a China, en tanto sus importaciones 
        pasaron de 1.200 millones a 25 mil millones en el 2010. Entre el 2009 
        y el 2010 el comercio recíproco creció un 52%. China es 
        ahora el primer socio comercial del Brasil. Similar evolución se 
        observa con respecto al comercio y las inversiones de China con otros 
        países sudamericanos, incluyendo a la Argentina. Y las proyecciones 
        hacia el futuro indican que tal tendencia se acentuará. 
 Hay otras economías emergentes que comienzan a destacarse en la 
        región, tal el caso de la India. Pero sin duda que es la creciente 
        presencia china la que más atención provoca en Washington. 
        Tiene relación además con los intereses geopolíticos 
        y económicos de los Estados Unidos en toda la región del 
        Pacífico. Precisamente uno de los temas de la agenda de Obama en 
        Chile fue el de las negociaciones comerciales del Acuerdo Transpacífico 
        ("Transpacific Partnership" - TPP) que procura un marco común 
        para los acuerdos de libre comercio celebrados por los países participantes. 
        Representa un mercado potencial de cerca de 500 millones de personas. 
        Es una iniciativa en la cual Chile tiene un papel impulsor relevante y 
        en la que participan además de los Estados Unidos, Malasia, Perú, 
        Vietnam, Brunei, Singapur y Nueva Zelandia. Está abierta a otros 
        países de la región del Asia y el Pacífico. 
 Y la tercera cuestión se relaciona con las migraciones y más 
        concretamente con el crecimiento significativo de la población 
        hispana en los Estados Unidos. Como las dos anteriores es ésta 
        una cuestión con múltiples desdoblamientos posibles. La 
        visita a El Salvador -con sus dos millones de salvadoreños residiendo, 
        muchos en forma ilegal, en algunas de los grandes ciudades como Nueva 
        York, Washington y Los Ángeles- tuvo en tal sentido un fuerte alcance 
        simbólico. 
 Tales desdoblamientos se vinculan con algunos de los aspectos más 
        sensibles de la agenda americana del futuro y del debate político 
        en la actualidad. Tienen que ver con la seguridad ciudadana (las maras) 
        y con el narcotráfico. Pero sobre todo tienen que ver con el hecho 
        que no todos los ciudadanos americanos aceptan las consecuencias de una 
        sociedad mestiza y multicultural, de la cual Barak Obama es una clara 
        expresión, lo que explica muchos de los pronunciamientos que al 
        respecto efectuara en su discurso en Río de Janeiro. 
 Los datos del último censo americano son elocuentes. Fueron conocidos 
        casi simultáneamente con el viaje de Obama a América Latina. 
        Los "latinos" o "hispanos" ya son 50,5 millones. Un 
        43% más que en ocasión del anterior censo. Representan ahora 
        el 16.3% de la población de los Estados Unidos. Ese porcentaje 
        era el 12.5% diez años atrás. Y es un porcentaje que crece 
        si se consideran sólo los menores de 18 años. Los nacimientos 
        y las migraciones hispánicas representaron el 56% del crecimiento 
        de la población americana desde el último censo en el año 
        2000. Son entonces la primera minoría étnica, luego de la 
        mayoría "blanca no hispana" que representa el 64% de 
        la población total. En relación a otros dos grupos étnicos 
        significativos, el de población "afro-americana" (un 
        13% del total) y "asiática" (un 5% del total), el latino 
        es el más numeroso y el que más crece. No es un dato que 
        deje indiferente a los políticos.  Tengamos presente que los datos del censo son la base para asignar proporcionalmente 
        las bancas legislativas. Y tampoco los deja indiferentes en cada uno de 
        los Estados de la Unión donde la población hispana está 
        creciendo. Sobre todo si se tiene en cuenta que hacia el año 2050 
        se estima que uno de cada tres habitantes serían latinos. En California, 
        por ejemplo, ya representan un porcentaje similar al de la población 
        "blanca", esto es un 38%. En tal perspectiva, en muchos aspectos 
        políticos y culturales, América Latina está pasando 
        a ser para los Estados Unidos, algo relevante tanto en su frente externo 
        como en su vida interna. En términos de su población, los 
        Estados Unidos ya es el tercer país "latinoamericano". 
        Obama dijo en Río de Janeiro "somos todos americanos". 
        Pero un eventual Presidente hispano de los Estados Unidos en el 2050 podría 
        decir con más razón aún que "somos todos latinoamericanos".
 En la antes mencionada entrevista de prensa, Marco Aurelio García 
        completó su idea sobre el valor de la región para el resto 
        del mundo afirmando que: "Tenemos además algunos factores 
        que son fundamentales para garantizar la calidad de vida. Es esta una 
        región que tiene cierta homogeneidad cultural y lingüística, 
        lo que hace que no estemos agobiados por tener que enfrentar tantas lenguas 
        ni culturas diferentes. Es, además, una región de paz. Es 
        probablemente la única región del mundo en la que los países 
        no tienen armas nucleares, donde no hay conflictos entre los países 
        hace un montón de tiempo. Y si hay algún conflicto sobre 
        cuestiones fronterizas se pueden resolver fácilmente por la vía 
        diplomática. Y, además -y esto es clave-, es una región 
        de gobiernos democráticos, electos en elecciones libres y bajo 
        observación internacional".
 Son estos, rasgos que no pueden haber estado ausentes en el llamado que 
        hizo el Presidente Obama desde Santiago de Chile, a entablar una relación 
        más igualitaria. Pero para ello se requerirá avanzar en 
        la concertación de los intereses nacionales de todos los países 
        de la región. Es una articulación que sólo puede 
        tornarse viable a través de liderazgos colectivos. La calidad y 
        densidad de la relación de la Argentina con todos los países 
        de la región puede resultar a tal efecto un factor significativo. 
        La alianza estratégica con el Brasil y el propio Mercosur son, 
        al respecto, núcleos duros de la construcción de un espacio 
        geográfico sudamericano en el que la UNASUR está llamada 
        a desempeñar un papel relevante. |