| Se supone que antes de fin de este año el Mercosur y la UE intercambiarán 
        sus ofertas de accesos a mercados. Esa es la meta acordada en la última 
        reunión birregional en enero último. Señales oficiales 
        originadas en países miembros del Mercosur -por caso, recientes 
        declaraciones del Canciller Patriota, del Brasil- alimentan la idea de 
        que, esta vez, ella sería alcanzable. Otras señales, no 
        siempre públicas, originadas en empresarios y académicos 
        a ellos vinculados -especialmente en Brasil y Uruguay y, a veces, en la 
        propia UE- contribuyen a generar dudas al respecto.  Son dudas fundadas si se tienen en cuenta, a la vez, los quinces años 
        transcurridos desde que la negociación fuera lanzada y los altibajos 
        que se han observado en su recorrido; los cambios introducidos en el mapa 
        de incentivos para negociar -especialmente del lado europeo tras que el 
        fantasma del ALCA desapareciera-, y el surgimiento de nuevos factores 
        que pueden incidir negativamente en el interés por continuar empleando 
        el formato originalmente planteado -en particular, el efecto que está 
        produciendo en países del Mercosur la idea de los mega-acuerdos 
        comerciales preferenciales interregionales, tanto en el lado del Pacífico 
        como en el del Atlántico-. Es pertinente entonces preguntarse sobre cuáles son las opciones 
        que se abren en el eventual caso que la meta para este fin de año 
        no pudiera cumplirse.  Una primera opción sería la de continuar negociando como 
        hasta ahora, fijando nuevos plazos. Ocurre con frecuencia en las negociaciones 
        comerciales internacionales, tal como lo demuestran, entre otras recientes, 
        las experiencias de la negociación UE-India o la propia del Trans-Pacific 
        Partnership (TPP). Una variante podría ser acordar una modificación 
        de la meta auto-fijada de lograr un porcentaje alto en la cobertura de 
        comercio incluida en el programa de liberación comercial. Nada 
        lo impediría, al menos con una interpretación correcta de 
        la normativa del GATT (artículo XXIV). Implica, eso sí, 
        una fuerte voluntad política que genere la suficiente flexibilidad 
        en el plano tecnocrático.  Una segunda opción sería abandonar el objetivo de un acuerdo 
        de libre comercio entre las dos regiones. Una variante de tal opción 
        podría conducir a negociar acuerdos de libre comercio entre la 
        UE y cada país miembro del Mercosur que estuviere interesado -eventualmente 
        con varios, pero no con todos-. Existe sin embargo una dificultad fuerte 
        para tal variante. Consiste en que habría que abandonar formalmente 
        el compromiso de constituir una unión aduanera en el Mercosur, 
        retrotrayéndolo a una zona de libre comercio. A veces expertos 
        e instituciones empresarias así lo han propuesto. Claro que tal 
        variante exigiría modificar previamente el Tratado de Asunción. 
        No es difícil imaginar las dificultades que ello supondría 
        y los efectos que podría tener en la calidad de la relación 
        entre los socios del Mercosur y, muy en especial, entre la Argentina y 
        el Brasil. No parece ser entonces una variante que quisieran privilegiar 
        los respectivos gobiernos. Otra variante más sofisticada de esa segunda opción sería 
        que cada país miembro del Mercosur pudiera negociar con la UE acuerdos 
        de asociación estratégica que, en sus desarrollos, incluyeran 
        compromisos e instrumentos en una número amplio de cuestiones vinculadas 
        a las relaciones económicas bilaterales (por ejemplo, todas las 
        que pueden incidir en los flujos de comercio y de inversiones, en la integración 
        productiva, en la cooperación tecnológica) con exclusión 
        de los aranceles. La ventaja de tal variante, que por momentos parecería 
        ser la privilegiada en sectores empresarios especialmente del Brasil, 
        es que podría ser presentada como compatible con la normativa del 
        Mercosur (artículo 1° de la Decisión CMC 32/00) y, por 
        ende, con la aparente preservación de la idea estratégica 
        de integración subregional. Su desventaja es que sería muy 
        difícil de explicar porqué tal variante no se podría 
        encarar con la participación del Mercosur en su conjunto y, en 
        ese caso, ella implicaría un debilitamiento muy fuerte de la distinción 
        "nosotros-ellos" que es la base de la idea estratégica 
        fundacional, especialmente en lo que siempre fue su núcleo duro, 
        esto es, la relación Argentina-Brasil. Finalmente, una tercera opción podría ser recolocar la 
        idea de una negociación bi-regional en su marco formal original. 
        Parece la más recomendable en el caso que no se logre cumplir con 
        la meta fijada por este año o que no se pueda recurrir a un nuevo 
        plazo para alcanzarla. Implicaría activar un instrumento que parecería 
        haber quedado en el olvido, a fuerza de no utilizarlo. Se trata del Acuerdo 
        Marco de Cooperación entre el Mercosur y la UE firmado en 1995 
        y que está en vigencia (ver su texto en: http://eur-lex.europa.eu/). 
        En la Argentina fue aprobado por la ley 24.694 promulgada en septiembre 
        de 1996. En su marco fueron lanzadas las negociaciones para el acuerdo 
        birregional de libre comercio. Pero una simple lectura de su texto permite 
        apreciar la amplitud de su cobertura temática, que trasciende en 
        mucho la idea de una simple zona de libre comercio. Sus temas coinciden 
        con los principales de la agenda bilateral UE-Brasil. Por lo demás 
        contiene una cláusula evolutiva (artículo 23) que bien utilizada 
        permitiría avanzar incluso con formatos de geometría variable. 
        Y crea un Consejo de Cooperación con competencias amplias para 
        ser, eventualmente, el foro en el cuál se diseñe una nueva 
        etapa en la relación bi-regional. Incluso podría prever 
        las flexibilidades y las múltiples velocidades que pudieran ser 
        requeridas por las nuevas realidades globales, las de cada una de las 
        dos regiones y las del espacio bi-regional. |