| Por Félix Peña [1] A modo de introducción [2]  En un mundo en transición hacia nuevas pautas de gobernanza global, 
        los países latinoamericanos se interrogan sobre cómo podrán 
        mejor compartir sus estrategias y acciones, a fin de extraer el máximo 
        provecho de todo el potencial que la región tiene para lograr, 
        en función de sus respectivos intereses nacionales, una participación 
        activa en el comercio, en las inversiones y en las articulaciones productivas 
        transnacionales. En especial se interrogan sobre cuáles pueden 
        sus estrategias de negociaciones comerciales internacionales, de manera 
        tal que ellas permitan, a la vez, aprovechar y potenciar el valor de la 
        región en el espacio global.  Cómo superar eventuales tendencias a la fragmentación 
        de la región y cómo lograr la convergencia de sus esfuerzos 
        de cooperación e integración, a partir del reconocimiento 
        y de la apreciación de las diversidades existentes, son algunos 
        de los fuertes desafíos que América Latina y el Caribe confrontan 
        hacia el futuro. Las opciones sobre cómo hacerlo son muy amplias, 
        y ello puede contribuir a estrategias flexibles y adaptadas a diversas 
        realidades y necesidades  En tal perspectiva, aportar algunos elementos para un necesario debate 
        regional, orientado a profundizar una más eficaz concertación 
        de esfuerzos en el plano de una acción conjunta constructiva entre 
        países latinoamericanos, es lo que se aspira a lograr con el presente 
        artículo. El mapa institucional de la región.
  En algo más de cincuenta años, los países latinoamericanos 
        han acumulado un significativo acervo de instituciones conjuntas orientadas 
        a promover distintas modalidades de articulación entre países 
        de la región, incluyendo las que han tenido como objetivo principal 
        el avanzar hacia grados profundos de integración económica 
        con un alcance multidimensional.  Se traduce ello en el mapa institucional que hoy existe. Las principales 
        instituciones generadas en este amplio período tienen una membrecía 
        variada.  Algunas son de alcance latinoamericano -tal los casos por ejemplo, de 
        la Asociación Latinoamericana de Integración - ALADI - (www.aladi.org), 
        resultante de la transformación de la Asociación Latinoamericana 
        de Libre Comercio - ALALC -; del Sistema Económico Latinoamericano 
        - SELA - (www.sela.org) 
        y, más recientemente, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos 
        y Caribeños - CELAC - (www.celac.org) 
        -.  Otras tienen un alcance sudamericano, -tal el caso de la Unión 
        de Naciones Suramericanas - UNASUR - (www.unasursg.org) 
        -. Y otras son de alcance subregional -tal los casos del Mercado Común 
        del Sur - Mercosur - (www.mercosur.int); 
        del Mercado Común Centroamericano, hoy Secretaría de Integración 
        Centroamericana -SICA - (www.sica.int/sgsica) 
        y www.sieca.int); de 
        la Comunidad Andina de Naciones - CAN- (www.comunidadandina.org), 
        antes Grupo Andino; de la Comunidad del Caribe - CARICOM - (www.caricom.org); 
        de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - 
        ALBA (http://alba-tcp.org) 
        y más recientemente de la Alianza del Pacífico (http://alianzapacifico.net). 
       A ellas cabe agregar las que tienen funciones específicas, como 
        por ejemplo, las vinculadas con el financiamiento del desarrollo, tales 
        como la Corporación Andina de Fomento - Banco Latinoamericano de 
        Desarrollo Latinoamericano - CAF - (www.caf.com); 
        el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata - FONPLATA 
        - (www.fonplata.org); 
        el Banco Centroamericano de Integración Económica - BCIE 
        - (www.bcie.org), y 
        el Banco de Desarrollo del Caribe - CARIBANK - (www.caribank.org). 
        
 Este mapa institucional desarrollado a través de los años 
        es, por momentos, variado, complejo y heterogéneo. Abarca acuerdos 
        institucionales con distintos grado de evolución relativa, de cobertura 
        geográfica, de relevancia y de eficacia y que, incluso, suelen 
        presentar una al menos aparente y a veces real, superposición en 
        sus objetivos, agendas e instrumentos.
 Pero cada una de estas instituciones refleja diferentes momentos de la 
        concreta evolución histórica de la idea de concertar distintas 
        modalidades de acciones conjuntas entre países de la región. 
        Además, son parte de la realidad actual, por lo menos en el plano 
        formal.  Son instituciones que por momentos, sin embargo, parecerían no 
        estar plenamente utilizadas por los propios países que las han 
        creado. O al menos esa suele ser la imagen que se disemina a veces en 
        la opinión pública. En algunos casos, su efectividad y relevancia 
        relativa suele ser a veces cuestionada. Intentar un rediseño completo de este mapa institucional no parece 
        algo recomendable ni realista, al menos como una prioridad actual. Sería 
        costoso en recursos, en tiempo y en energías políticas. 
        Los resultados, además, no serían fáciles de anticipar 
        como positivos. Parece más conveniente, entonces, orientar la acción 
        de los países de la región hacia el objetivo de lograr un 
        mayor aprovechamiento de la capacidad institucional existente, sin perjuicio 
        de las acciones que puedan desarrollarse a través del tiempo para 
        adaptarlas a nuevas realidades y, eventualmente actualizar sus funciones 
        y métodos de trabajo.   Las ricas diversidades latinoamericanas. Tal como está, ese mapa institucional refleja las ricas diversidades 
        que han caracterizado siempre a la región y que, muy probablemente 
        la seguirán caracterizando en el futuro. En tal sentido, se ha 
        dicho quizás con razón que es posible hablar de múltiples 
        Américas Latinas. Son diversidades que en mucho resultan de la historia y, sobre todo, 
        de la propia geografía de la región - caracterizada por 
        significativas distancias físicas que han dificultado la comunicación 
        entre los países y, especialmente entre sus principales centros 
        urbanos -, como así también por marcadas disparidades y 
        asimetrías de poder relativo y de dimensión económica. 
        Derivan, asimismo, de los naturales cambios en prioridades y preferencias 
        que suelen resultar de la propia evolución política y económica 
        de los distintos países de la región y de las diferentes 
        subregiones. Pero en contraste con otras regiones del mundo, no son diversidades que 
        hayan resultado de fracturas y confrontaciones que a veces en ellas predominan 
        -en el pasado y también en la actualidad- en las relaciones entre 
        países vecinos con conflictos difíciles de administrar, 
        tales como los que reflejan diferencias profundas especialmente en el 
        plano cultural, étnico o religioso e, incluso en el ideológico. 
        En tales casos, una resultante de las diversidades puede ser la fragmentación 
        y ésta puede incluso adquirir connotaciones violentas dando lugar 
        a conflictos armados. Además de lo que al respecto enseña 
        la historia larga, es posible ilustrar tal riesgo con lo que ocurre actualmente 
        en determinadas regiones del mundo.  Ese no es, ni necesariamente ha sido, el caso de América Latina 
        ni del espacio sudamericano, donde muchas veces los principales conflictos 
        inter-estatales se han originado en percepciones y en cuestionamientos 
        relacionados con la definición de los límites territoriales, 
        hoy en su mayor parte superados o en procesos de superación a través 
        del diálogo y la acción diplomática. Las diversidades existentes, sin embargo, si bien pueden ser visualizadas 
        como factores positivos para estimular la cooperación y el desarrollo 
        armonioso entre países que pueden complementarse, también 
        pueden originar -según como se las perciba- dificultades para la 
        acción conjunta de países que pertenecen a una misma región. 
       Ocurre ello, por ejemplo, cuando se consideran los posibles esquemas 
        de cooperación e integración como eventualmente contrapuestos, 
        por apreciarse que responden por ejemplo, a diferentes concepciones del 
        desarrollo económico y social de cada país, y a visiones 
        contrapuestas sobre cómo encarar la inserción en la economía 
        y en la política mundial.  Este tipo de diferentes planteamientos puede conducir a confrontaciones 
        de signo predominantemente ideológico y, eventualmente, generar 
        dificultades en la gobernanza de la región o de una subregión. 
        Ello es más factible cuando los análisis y los enfoques 
        no contemplan en todos sus alcances la importancia de la dimensión 
        política en las relaciones entre los países latinoamericanos. 
        En cierta medida es lo que han alertado en los últimos tiempos 
        personalidades como los ex Presidentes Ricardo Lagos y Lula da Silva, 
        al referirse a las inconveniencias de una visión antagónica 
        de los procesos de integración a través del Mercosur y de 
        la Alianza del Pacífico [3].   Un mejor aprovechamiento de las instituciones existentes en la región. Si se excluye la conveniencia de encarar un rediseño amplio del 
        mapa institucional de la región, cobra validez entonces la idea 
        de concertar acciones conjuntas que permitan el mejor aprovechamiento 
        de las instituciones existentes por parte de los propios países 
        miembros a través, cuando fuere necesario, de sus adaptaciones 
        a las nuevas realidades regionales y de los respectivos países. 
       Implica ello un proceso que probablemente será gradual y que difícilmente 
        será la resultante de una hoja de ruta predeterminada. Por el contrario 
        debería reflejar la idea, basada en muchas experiencias, en el 
        sentido que la construcción voluntaria de espacios de cooperación 
        e integración entre naciones soberanas demanda mucho tiempo y esfuerzos. 
        En la práctica -aunque no siempre en la teoría- tal construcción 
        se suele lograr a través de pasos sucesivos, muchas veces erráticos 
        y no lineales, y no necesariamente basados en el diseño trazado 
        en los momentos fundacionales. En tal perspectiva surge una primera pregunta que cabría formular 
        y debatir a fin de encarar una estrategia de convergencia en la diversidad 
        en una región como la latinoamericana.   
        Tal pregunta se puede plantear en los siguientes términos: ¿No sería conveniente, más allá de las 
          apreciaciones que se puedan efectuar sobre la calidad y la eficacia 
          de las instituciones existentes, concertar esfuerzos para su mayor aprovechamiento 
          posible, en función de los desafíos y necesidades que 
          en la actualidad y hacia adelante confrontarán los países 
          de la región especialmente en el plano global e interregional, 
          y de sus notorias ventajas competitivas originadas, por ejemplo, en 
          sus recursos naturales (energía, alimentos, minerales, agua potable, 
          tierras cultivables) y humanos (fuerte creatividad resultante, entre 
          otros factores, del mestizaje cultural y étnico? Si la respuesta fuere positiva, al menos tres posibles líneas 
        de acción parecen al respecto recomendables. Ninguna de ellas requeriría 
        modificaciones sustanciales en los acuerdos existentes, aunque sí 
        en la forma en que ellos son desarrollados por sus órganos y por 
        los respectivos países miembros. La primera línea de acción conjunta implicaría profundizar 
        los vasos comunicantes y la coordinación entre los distintos esquemas 
        institucionales existentes. Es un objetivo que sería facilitado 
        por una mayor transparencia sobre sus actividades, agendas y costos.
 Tal transparencia, si es que hay conciencia y voluntad política 
        al respecto, hoy es más fácil de obtener a través 
        de mejoras sustanciales en la calidad de respectivas páginas Web 
        de las instituciones existentes. A ese efecto, tales páginas deberían 
        ser concebidas como formas de reflejar los principales datos que permitan 
        a todos los protagonistas interesados y, en particular a la ciudadanía, 
        apreciar sus activos, sus actividades, sus aportes concretos a los objetivos 
        perseguidos y, en particular, a resolver problemas de la gente. Asimismo 
        ellas deberían estar permanentemente actualizadas. No siempre ocurre 
        hoy así.
 Además, en una época en la que se observa el fenómeno 
        del empoderamiento de las ciudadanías, están tornándose 
        más evidente los cuestionamientos sobre los costos de las instituciones 
        de gobernanza internacional en las que cada país participa, incluyendo 
        las regionales o subregionales.  Se ha puesto ello en evidencia en los últimos tiempos, por ejemplo, 
        en las percepciones, decepciones y actitudes de las ciudadanías 
        europeas con respecto a la eficacia de las instituciones comunitarias, 
        especialmente tras la crisis financiera exteriorizada a partir del año 
        2008.  De allí que un aspecto central de una política de transparencia 
        en la región latinoamericana, debería referirse al presupuesto 
        y a la estructura de gastos de cada una de sus instituciones y, en especial, 
        sobre cuánto le cuesta a cada país miembro, ya sea en forma 
        directa e indirecta. Al respecto convendría prever que, en adelante, 
        la ciudadanía formulará cada vez más la pregunta 
        sobre "cuánto me cuesta cada institución concreta en 
        la que participa mi país y qué aporta al desarrollo de mi 
        país". La segunda línea de acción a encarar, en parte como resultante 
        de la anterior, implicaría la efectiva participación de 
        las respectivas sociedades civiles, con un empleo más eficaz de 
        las instituciones parlamentarias en el caso en que ellas existen, como 
        es el caso del Mercosur. Lo importante es colocar a la ciudadanía 
        y a sus instituciones representativas como destinatarios principales y 
        privilegiados de las actividades de cada institución.  Incluso podría contribuir a la imagen de la respectiva institución 
        el establecer la figura de la defensoría del pueblo (ombudsperson), 
        a la cual se pueda acudir en forma fácil y directa, a fin de procurar 
        una mejor atención a los intereses legítimos de las respectivas 
        ciudadanías [4]. Existen varios precedentes al respecto en diferentes 
        organizaciones internacionales, tanto en el plano multilateral como en 
        el regional. Y la tercera y más importante línea de acción, implicaría 
        el que cada país coloque al conjunto de instituciones a las que 
        pertenece -y a las que contribuye a financiar- en la óptica de 
        su respectiva estrategia nacional de inserción tanto en el escenario 
        global, como en el regional y en el subregional.  Ello implicaría responder en forma dinámica a la pregunta 
        de para qué sirve cada institución y espacio de concertación 
        regional, en función de los respectivos intereses nacionales en 
        un mundo que se puede caracterizar como multiplex -utilizando el imaginativo 
        concepto empleado por el profesor Amitav Acharya [5] - y en constante 
        proceso de cambio.  Un mundo así denominado se caracteriza por brindar múltiples 
        opciones de inserción internacional para cada uno de los países 
        protagonistas -grandes o pequeños, desarrollados o emergentes- 
        a condición que ellos tengan una idea clara de qué es lo 
        necesitan y qué es lo pueden obtener de los demás, es decir, 
        que tengan su propia estrategia de vinculación dinámica 
        con el mundo y con su respectiva región. Tal estrategia tenderá a ser más eficaz y sostenible en 
        la medida que esté basada en diagnósticos actualizados de 
        lo que cada país necesita y puede obtener de su entorno externo, 
        y que su elaboración sea la resultante de una amplia participación 
        social y de todos los sectores involucrados. Y también en la medida 
        que en la elaboración de tal estrategia los protagonistas que participan 
        tengan, además, fluida comunicación con sus contrapartes 
        en los países de la región con los que se aspira cooperar 
        en su desarrollo.   Convergencia en la diversidad. La idea de convergencia en la diversidad [6] es una idea que ha estado 
        presente desde el comienzo del proceso contemporáneo de desarrollo 
        de instituciones orientadas al trabajo conjunto entre países de 
        la región. Se manifiesta así en los instrumentos jurídicos 
        de esquemas existentes, tal por ejemplo, el caso de la ALADI y, en especial, 
        de su mecanismo de acuerdos de alcance parcial.  Es una idea que ha adquirido mayor actualidad en los últimos tiempos 
        en función de las iniciativas tendientes a articular los esfuerzos 
        de los países del Mercosur y los de la Alianza del Pacífico 
        [7]. Ella conduce entonces a formular una segunda pregunta relevante, en particular 
        teniendo en cuenta lo antes señalado sobre las diversidades existentes 
        dentro de la región, que por sus alcances no necesariamente conducen 
        a la fragmentación y a la confrontación.   
        Tal pregunta se refiere a: ¿Qué debe entenderse por convergencia entre las múltiples 
          modalidades existentes de acuerdos de acción conjunta entre países 
          o grupos de países de la región? Para responder tal pregunta, convendría tener presente que por 
        convergencia no necesariamente se está planteando la idea de lograr 
        que de múltiples partes y líneas de acción, surja 
        un nuevo todo único y armónico.  En el sentido más concreto del uso de la expresión en el 
        Tratado de Montevideo de 1980 [8] que creó la ALADI, la idea es 
        que en lo que tenga un alcance sólo parcial -esto es, que sean 
        compromisos limitados a sólo algunos de los países miembros 
        - se prevea su extensión hasta abarcar a todos los demás 
        países miembros interesados. Es en el contexto de las disposiciones 
        del Tratado que puede considerarse que tal idea es más la señalización 
        de un objetivo que la prescripción de cómo y en qué 
        plazos lograrlo.  En el plano estratégico en el que la expresión se utiliza 
        en la actualidad [9], es factible entender que se trata de encarar un 
        conjunto de acciones autónomas que, sin embargo, están orientadas 
        al logro de objetivos que procuren ser compatibles entre sí. Es 
        más la idea de señalizar la dirección de líneas 
        de acción estratégica lo que puede considerarse que refleja, 
        en este caso, el concepto de convergencia. Se inserta en la idea, ante 
        mencionada, en el sentido que la construcción de un espacio regional 
        de cooperación e integración lleva tiempo y resulta de una 
        sucesión de pasos, incluso aparentemente inconexos, y no de un 
        solo acto fundacional y del diseño que en él se incluya. Si ello pudiere entenderse así, surge entonces la tercera pregunta 
        que cabría formular y debatir a fin de encarar el logro del objetivo 
        antes mencionado de una estrategia de convergencia en la diversidad en 
        una región como la latinoamericana.  Ella es quizás la más relevante y práctica.   
        Tal pregunta puede ser formulada en los siguientes términos: ¿Cuáles pueden ser, tomando en cuenta el actual mapa 
          institucional de la región y el alcance mencionado de la idea 
          de convergencia, los principales campos de acciones a desarrollar y 
          de pasos a dar, a fin de procurar potenciar las diversidades regionales 
          como un activo a la hora de intentar aprovechar desafíos y oportunidades 
          que surgen tanto en el plano global, como en el regional y el interno 
          de cada uno de los países? Un supuesto para abordar la respuesta a esta pregunta sería el 
        diagnóstico sobre las riquezas de opciones que resultan precisamente 
        de las diversidades de recursos y de situaciones, de ideas y de valores, 
        de experiencias y motivaciones, que se observan en América Latina 
        en su conjunto [10].  Es ese un diagnóstico que en el mundo actual requiere de una constante 
        actualización. Deberá contemplar, entre otros factores, 
        los potenciales efectos sobre los países de la región de 
        la futura evolución del sistema multilateral del comercio internacional, 
        a la luz de lo que finalmente ocurra con la Rueda Doha y con los resultados 
        obtenidos formalmente, pero aún muy inciertos en sus efectos concretos, 
        en la Conferencia Ministerial de la OMC en Balí, en diciembre 2013. 
       Pero también deberá contemplar lo que resulte de las actuales 
        negociaciones orientadas a concretar nuevos mega-acuerdos preferenciales 
        inter-regionales y regionales - tales como el Trans-Pacific Partnership 
        (TPP), el Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), y el 
        Regional Comprehensive Economic Partnership (RECEP) -, si es que ellas 
        pueden concluirse en los plazos imaginados o al menos en plazos razonables. 
        En ninguno de esos casos pueden plantearse aún escenarios ciertos, 
        ni sobre sus membrecías, sus contenidos o plazos para su conclusión. 
        En cierta forma, reflejan características de un sistema internacional 
        en transición hacia una nueva etapa aún imprecisa. Algunos campos prioritarios de acción conjunta futura.
 Una forma recomendable de abordar la acción conjunta futura entre 
        países de la región sería privilegiar por lo menos 
        tres campos que, siendo relevantes, permitirían señalizar, 
        por efecto de demostración, caminos y metodologías a emplear 
        en relación a otros también importantes. Sin embargo la 
        agenda puede ser mucho más amplia, tal como lo han señalado 
        recientemente, entre otros, Sergio Bitar y Luis Maira [11], como también 
        Alejandro Foxley [12]. Al respecto, tanto la UNASUR como la CELAC pueden cumplir, junto con 
        otras instituciones regionales y subregionales conforme sean sus competencias, 
        un papel relevante en la formulación de los campos de acción 
        conjunta que se estimen prioritarios y luego en el impulso de su desarrollo.  Se sugiere comenzar en lo más inmediato por estos tres campos 
        prioritarios de acción conjunta entre países interesados 
        y abiertos a que otros países, de la región o de cada subregión, 
        se sumen posteriormente según fueren sus intereses y posibilidades: 
        Desarrollo de redes regionales de análisis prospectivo y 
          de inteligencia competitiva. 
          Su objetivo sería facilitar el acceso a diagnósticos 
            actualizados sobre aquellas tendencias y hechos portadores de futuro 
            que más incidencia puedan tener en las estrategias de inserción 
            de países de la región en la competencia económica 
            y en la gobernanza global, como también en las de articulación 
            en el plano regional y en las de desarrollo en el plano nacional. 
           A tal efecto parece recomendable impulsar acciones sistémicas 
            orientadas a facilitar la conexión de los esfuerzos nacionales 
            actualmente existentes en algunos países de la región 
            - no se observa ello en todos -, tanto en materia de análisis 
            prospectivos como de inteligencia competitiva [13].  El articular los esfuerzos existentes en el marco de redes multinacionales 
            conjuntas, que aspiren a incorporar otras instituciones que puedan 
            desarrollarse en el futuro en países de la región, significaría 
            un notorio progreso en la capacidad de entender lo que está 
            ocurriendo en la competencia económica global y sobre sus eventuales 
            incidencias en las estrategias nacionales y regionales de inserción 
            internacional. A ello debe sumarse lo que ya existe en la materia 
            en instituciones regionales, especialmente en el ámbito de 
            la CEPAL y también, en algunos aspectos, del SELA.
 
Desarrollo de redes regionales de producción y de cadenas 
          de abastecimientos. 
          Su objetivo sería facilitar la articulación productiva 
            entre empresas de países de la región y el mejor aprovechamiento 
            de la creciente demanda de bienes y de servicios diferenciados, originada 
            en consumidores urbanos de ingreso económico de clase media, 
            sea en la propia región o en países emergentes de otras 
            regiones, especialmente en Asia, África y Medio Oriente.  Pueden ser articulaciones productivas que se desarrollen en torno 
            a proyectos concretos, incluso por algunos países que participen 
            en distintos esquemas subregionales de integración, como pueden 
            ser eventualmente los casos de acuerdos entre algunos países 
            que son miembros del Mercosur y otros que participan de la Alianza 
            del Pacífico. La ALADI brinda al respecto instrumentos sumamente valiosos en la 
            actualidad, a fin de impulsar y de formalizar acuerdos sectoriales 
            de articulación productiva entre sus países miembros, 
            sin que sea necesario que abarquen a todos, al menos en un primer 
            momento. Son instrumentos que reconocen precedentes en la ALALC, especialmente 
            en la figura de los acuerdos de complementación por sectores 
            industriales [14].  Es importante señalar que tales acuerdos pueden ser impulsados 
            en forma compatible con la normativa actualmente vigente en la OMC, 
            especialmente por efecto de la aplicación de la Cláusula 
            de Habilitación del GATT. Otros elementos importantes en función de una estrategia de 
            articulación productiva a nivel sectorial, son los que se refieren 
            a los regímenes de origen, normas técnicas y otros marcos 
            regulatorios. También ellos pueden ser abordados dentro del 
            marco institucional y normativo de la ALADI. Quizás lo antes señalado constituye uno de los mejores 
            ejemplos de cómo los países de la región pueden, 
            si así lo necesitan en función de sus respectivas estrategias 
            nacionales, sacar un mayor provecho de las instituciones actualmente 
            existentes, sin siquiera tener que modificar sus instrumentos jurídicos 
            fundacionales.
 
Desarrollo de redes de innovación y creatividad. 
          Su objetivo sería estimular que se compartan esfuerzos nacionales 
            orientados a potenciar capacidades existentes en sectores que son 
            claves para estrategias eficaces de inserción internacional 
            y de desarrollo económico y social de cada país. No 
            parece que sea necesario que en tales redes se espere que tengan interés 
            en participar activamente todos los países de la región 
            o de algunas de sus subregiones. Pero los tres campos de acción sugeridos, requerirán por 
        lo demás, un esfuerzo sostenido y eficaz para mejorar sustancialmente 
        la conectividad entre los distintos espacios nacionales, lo que implicará 
        encarar más inversiones significativas para el desarrollo de la 
        infraestructura física e impulsar, en lo necesario, medidas de 
        facilitación del comercio recíproco. Son, por lo demás, campos de acción que permiten utilizar 
        criterios flexibles de geometrías variables y de múltiples 
        velocidades [15], a fin de posibilitar la activa participación 
        de los países más interesados, pero abiertos a la participación 
        posterior de cualquiera de los demás países.  Como ha señalado la CEPAL [16], no existe al respecto ningún 
        modelo pre-establecido sobre cómo llevar adelante el trabajo conjunto, 
        en función de beneficios mutuos, entre países que comparten 
        un mismo espacio geográfico regional o subregional.  Bien interpretadas, las reglas jurídicas internacionales multilaterales 
        (GATT-OMC), suelen brindar mucho espacio a la creatividad con respecto 
        a los mecanismos de acción conjunta que utilicen países 
        miembros en el ámbito de sus respectivas regiones, especialmente 
        si son países en desarrollo. Lo importante es no interpretarlas 
        sólo con criterios dogmáticos originados en planteamientos 
        teóricos, sean ellos económicos o jurídicos. Requiere, 
        eso sí, que quienes las interpreten conozcan a fondo las reglas 
        y sus matices y, sobre todo, sus orígenes en los respectivos momentos 
        fundacionales. Ello permitiría evitar los costos económicos 
        y políticos de recurrir eventualmente al empleo de acuerdos, reglas 
        y mecanismos, que puedan ser fácilmente considerados como que vulneran 
        los compromisos internacionales asumidos por los países que los 
        impulsan. Los métodos a emplear -a veces especie de "trajes a medida"- 
        resultarán de la concertación en el ámbito regional 
        o subregional, de intereses nacionales bien definidos por cada uno de 
        los respectivos países, y de lo que enseñan sus propias 
        experiencias previas, como también de otros países y regiones. 
        Por cierto que en su definición se deberán tomar en cuenta 
        los compromisos ya asumidos y las reglas de juego pactadas - interpretadas 
        correctamente y con sentido práctico - en acuerdos internacionales 
        en los que los países miembros participan, tales en particular, 
        como las del sistema comercial multilateral institucionalizado en la OMC. Un papel más relevante en la construcción de un espacio 
        regional de integración y cooperación regional - en el sentido 
        de acciones concertadas entre un grupo de países que conduzcan 
        a una mayor conectividad y articulación en todos los planos, pero 
        en particular en el económico, y sin que ellas impliquen que ninguno 
        de los respectivos países pierda su identidad e individualidad 
        como nación soberana - puede ser desempeñado por los países 
        de mayor dimensión y poder relativos. Brasil, México y Argentina 
        parecerían, en tal sentido, los que estarían más 
        en condiciones de impulsar, incluso en su propio plano interno, medidas 
        que contribuyan a una efectiva articulación productiva en la región, 
        por ejemplo, garantizando en determinadas condiciones bien definidas, 
        el acceso sin restricciones a sus respectivos mercados nacionales, de 
        bienes que se intercambien en el ámbito de cadenas de valor de 
        alcance regional. Sin embargo, ello no impide que otros países, incluso de menor 
        dimensión económica relativa, puedan avanzar articulando 
        sus capacidades productivas en función de sus respectivos intereses, 
        en particular sin son geográficamente contiguos y tienen estrategias 
        globales o regionales bien definidas. En su momento lo puso en evidencia 
        el Grupo Andino y, por cierto, el Benelux en Europa.  En todo caso, resulta evidente que no existen condiciones en la región 
        latinoamericana, para que un país pueda aspirar a desempeñar 
        el papel de Prusia en la construcción del Zollverein alemán 
        que, por lo demás, demandó varias décadas para su 
        pleno desarrollo. En el mapa institucional regional actual, instituciones como la CELAC, 
        la UNASUR y la ALADI, cada una en el marco de sus competencias, pueden 
        cumplir un papel central colaborando en la definición, concreción 
        e impulso de esos campos de acción prioritarios, y en su actualización 
        permanente.  Todo ello, sin perjuicio del papel relevante que también puedan 
        desempeñar otras instituciones existentes en la región, 
        como son la Comisión Económica para América Latina 
        y el Caribe de las Naciones Unidas - CEPAL - (www.cepal.org); 
        la CAF-Banco de Desarrollo latinoamericano y, eventualmente, el Banco 
        del Sur cuando finalmente su funcionamiento sea efectivo. |