| La reciente designación de Sergio Abreu como nuevo Secretario 
        General de la Asociación Latinoamericana de Integración 
        (Aladi) (2020-2022), es un factor que puede contribuir a una estrategia 
        argentina para el pleno aprovechamiento del potencial de esta institución 
        regional, especialmente en el mundo pospandemia. Tiene en su país, 
        Uruguay, una densa trayectoria académica y política. En 
        su amplia actividad política y profesional, ha sido Canciller (1993-95), 
        Ministro de Industria, Minería y Energía (2000-2002), Senador 
        de la República, y Presidente del Consejo Uruguayo de Relaciones 
        Internacionales (CURI). Buen conocedor de los países de la región y de sus procesos 
        de integración económica tiene, además, larga experiencia 
        en la difícil y necesaria tarea de intentar la construcción 
        de consensos que sean efectivos, eficaces y que tengan legitimidad social. 
        No hay que dudar de que al menos lo intentara. En distintas oportunidades nos hemos referido a la conveniencia para 
        nuestro país y para el Mercosur, de sacar provecho en sus estrategias 
        de transformación productiva, desarrollo e inserción internacional, 
        del potencial que brinda el Tratado de Montevideo de 1980 que creó 
        la Aladi. Sus reglas, si son bien interpretadas, permiten la conciliación 
        entre los efectos de previsibilidad y, a la vez, de flexibilidad, producidos 
        por los compromisos comerciales preferenciales y en especial los arancelarios 
        y para-arancelarios, que en su marco se pacten entre un grupo de países 
        miembros, esto es, no necesariamente todos. Dos aportes resultan del Tratado que sustituyó las fórmulas 
        más rígidas que tuvieron que ser incluidas en el de Montevideo 
        de 1960, que había creado la Asociación Latinoamericana 
        de Libre Comercio (Alalc). El primero fue dejar de lado el fracasado intento 
        de crear una zona de libre comercio, que debía ser perfeccionada 
        en un plazo de doce años. Era ese un objetivo que no habían 
        imaginado originalmente los gobiernos de los países que negociaron 
        y firmaron el tratado. Lo tuvieron que hacer para que se adaptara a la 
        interpretación predominante de las reglas del GATT. El segundo 
        aporte fue el de insertar el nuevo Tratado en el marco de la "Cláusula 
        de Habilitación", que había sido negociada en ocasión 
        de la Rueda Tokio en 1979. Ella implica una fórmula mucho más 
        flexible para las preferencias, sobre todo arancelarias, que se otorguen 
        entre sí países en desarrollo. Uno de los efectos relevantes de esos dos aportes combinados, se refleja 
        en las oportunidades que brinda actualmente la Aladi, con sus normas referidas 
        a los acuerdos de alcance parcial previstos en el Tratado de Montevideo 
        de 1980 y en la Resolución N° 2 del Consejo de Ministros. Son 
        instrumentos muy prácticos y funcionales para el desarrollo de 
        estrategias conjuntas entre dos o más países miembros -pero 
        no necesariamente todos-, orientada a promover múltiples modalidades 
        de vínculos comerciales preferenciales y encadenamientos productivos 
        transnacionales, y sobre todo los que aspiren a tener un alcance regional 
        y una proyección global. La lectura de las mencionadas normas permite 
        tener una noción de la amplitud de opciones que brinda el instrumental 
        jurídico de la Aladi. Fue quizás el principal aporte a las 
        metodologías de la integración económica que resultó 
        de la reunión negociadora del Tratado que tuvo lugar en Acapulco 
        en junio de 1980. Las normas de la ALADI permiten además desarrollar entre sus países 
        miembros estrategias de "convergencia en la diversidad". En 
        el año 2014 ese fue el enfoque estratégico que se impulsó 
        por iniciativa de la Presidente Michelle Bachelet y de su Canciller Heraldo 
        Muñoz, especialmente tras una reunión de los países 
        miembros realizada en Santiago de Chile. Pero además, permiten desarrollar políticas de convergencia 
        entre distintos procesos regionales de integración, tal el caso 
        de la articulación entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico. 
        Como hemos señalado en otras oportunidades, cabe mencionar la conveniencia 
        del desarrollo de iniciativas conjuntas de este grupo de países, 
        referidas a cuestiones relevantes de sus respectivas agendas de relaciones 
        comerciales internacionales. Una cuestión relevante para una acción conjunta de este 
        grupo de países, es la de las reformas que conviene introducir 
        en la OMC. ¿Cuáles son o deberían ser las reformas 
        de la OMC que más pueden interesar a los países del Mercosur 
        y a los de la Alianza del Pacífico? ¿Qué propuestas 
        concretas podrían ser presentadas por este grupo de países? 
        Y ¿cuál podría ser el posicionamiento de los países 
        del grupo ante las propuestas que interesen introducir otros países 
        o grupos de países, tal los casos de los EEUU, de la UE, de China 
        o del Grupo de los 7, entre otros? Otra cuestión es la del desarrollo de acuerdos de comercio preferencial 
        en los que participen países de la Alianza del Pacífico 
        y del Mercosur, y que tengan un alcance birregional. La conclusión 
        del acuerdo de asociación entre el Mercosur y la UE, de concretarse 
        su firma y entrada en vigencia, podría abrir el camino a la conexión 
        con los acuerdos que la UE ha concluido con países de la Alianza 
        del Pacífico, tal como en su momento lo propusieran Ricardo Lagos 
        y Osvaldo Rosales. Surgiría entonces una red de acuerdos birregionales muy funcional 
        a la promoción de inversiones conjuntas que involucren empresas 
        de ambas regiones. Lo mismo podría resultar de una red de acuerdos 
        birregionales entre países del grupo de los 8 (Mercosur y Alianza 
        del Pacífico) y otros grandes mercados (tales como China, India, 
        Japón y los EEUU). |